172956.fb2 El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 87

El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 87

Capítulo 85

Media hora más tarde, Yashim se acercaba a la plaza por un largo y recto callejón desde el sur.

Justo al frente, más allá de la boca del callejón, tenía una clara visión del espléndido ciprés donde anteriormente había estado charlando con los ancianos.

Desde donde se encontraba, a unos cuatrocientos cincuenta metros de distancia, podía ver lo que no había visto antes. Podía ver por encima de la copa del árbol.

Justo detrás de su esbelta punta, en un solitario y semiderruido esplendor, una torre bizantina se alzaba de entre las imponentes murallas de la ciudad.

Y para Yashim, como un relámpago, todo se aclaró.

La Kerkoporta. La puertecilla.

No eran muchos los habitantes de Estambul que conocían el relato de la conquista de 1453 con detalle. Era una historia de casi cuatrocientos años de antigüedad. Había sido el cumplimiento de un destino, y el cómo, o el porqué, de su victoria sobre los defensores griegos era una cuestión de escaso interés o importancia para la gente que vivía en el Estambul del siglo XIX.

Sólo dos clases de personas habían conservado su interés, y contado la historia a quien quisiera escucharla.

Los jenízaros, con orgullo.

Los fanariotas, con pesar… Aunque si ese pesar era totalmente genuino, Yashim nunca había sido capaz de averiguarlo. Porque los príncipes mercaderes griegos del Fanar, a fin de cuentas, habían hecho su fortuna bajo el gobierno otomano.

Yashim podía recordar exactamente dónde se encontraba cuando oyó por primera vez, con todo detalle, la historia de la conquista turca. En la mansión de Mavrocordato, situada en el distrito Fanar superior, que era el más grande y tenebroso palacio de la calle. Resguardado tras unos altos muros, y construido en un estilo rococó, era el cuartel general de una amplia familia que llegaba hasta los principados del Danubio y a los almacenes de Trebisonda, cosechando títulos civiles y eclesiásticos durante el camino. A lo largo de los siglos, los Mavrocordato habían dado eruditos y emperadores, boyardos y almirantes, granujas, santos y hermosas hijas. Eran fantásticamente ricos, y estaban asombrosamente bien relacionados y peligrosamente bien informados.

Debía de haber habido siete de ellos en torno a una mesa, y Yashim. Sus caras expresaban muchas cosas diferentes… Humor y amargura, miedo o celos, complacencia y desprecio: pero había también una adorable cara que él seguía viendo en ocasiones en sueños, y cuya mirada expresaba más. Solamente los ojos eran los mismos, azules y melancólicos. Yashim comprendió entonces por qué los turcos tienen miedo de los ojos azules.

La mesa había sido cubierta por una alfombra de Anatolia que debía de haber costado años fabricar, tan apretados estaban los nudos, de una calidad que ya no se encontraba entonces, aunque su color aparecía tan fresco como si la hubieran hecho hacía poco. Se había servido café, y cuando los pesados cortinajes se cerraron y los sirvientes se hubieron retirado, Giorgos Mavrocordato, el patriarca del clan, un hombre de mejillas caídas, invitó a Yashim a presentar su informe.

Posteriormente, Giorgos cruzó lentamente la sala hasta la chimenea, y el resto de los presentes se levantó para ir a sentarse junto a él en un silencio total, que era como una forma de hablar. Finalmente, la anciana madre de Giorgos se alisó la parte delantera de su negro vestido de seda y le hizo señas de que se acercara.

Y entonces le contó la historia de la Conquista.