172956.fb2 El ?rbol de los Jen?zaros - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 98

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Capítulo 96

– Avec permission, sérasquier -dijo extendiendo la mano mientras se inclinaba-. Palieski, ambassadeur de Pologne.

El serasquier levantó la mirada con una expresión de sorpresa. Luego sonrió cortésmente.

– Enchanté, Excelencia.

– Lamento tener que interrumpir, pero acabo de ver algo extraño y quisiera saber su opinión.

– Mais bien sur. -El serasquier no parecía impresionado. Lo que él y el embajador polaco encontraran extraño podían ser cosas totalmente diferentes-. ¿Qué ha visto usted, Excelencia?

Se le ocurrió a Palieski que cualquier explicación que pudiera dar sonaría inconsistente, incluso risible. Se volvió hacia los compañeros del serasquier.

– ¿Querrán ustedes excusarme? Quisiera pedirles prestado el serasquier durante un minuto. Concédanme un momento, effendi.

Los hombres hicieron gestos evasivos, pero no dijeron nada. El serasquier paseaba su mirada de ellos a Palieski, con una semisonrisa impaciente.

– Muy bien, Excelencia. -Se puso de pie-. Perdónenme, caballeros.

Palieski lo cogió del brazo y lo condujo a la calle.

– Acaba de ocurrir algo extraño en los baños -empezó-. Primero, los cierran, de forma bastante repentina, un jueves por la tarde. -Había echado mano de este detalle, que tanto le había desconcertado al principio, ya que era el más extraño desde el punto de vista de un turco-. Se supone que los están limpiando, pero hace un momento vi que alguien ondeaba una bandera a través del agujero del tejado. Y digo una bandera porque sencillamente no hay otra explicación que se me ocurra. Parecía, bueno, una señal. Y ahora se ha detenido. ¿No lo ve, effendi? Tal vez le parezca extraño, pero realmente eso es lo que parecía… como si alguien estuviera haciendo señales, y luego se detuviera por alguna razón. Quería haberme llegado allí yo mismo, pero al verlo… bueno, pensé que usted podría hacer una investigación con mayor autoridad.

El serasquier frunció el ceño. Parecía una tontería, desde luego, y, fuera lo que fuese lo que pasara en un hammam, no era realmente de su incumbencia… y sin embargo, el polaco estaba evidentemente preocupado.

– Por usted, Excelencia, iremos a preguntar -dijo, con toda la cortesía que fue capaz de reunir.