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Cuando llega el momento de dar las gracias, uno se da cuenta de la cantidad de personas que, de un modo u otro, le han ayudado a llegar hasta aquí. Son tantos los nombres que resulta imposible mencionarlos a todos, pero creo que debo empezar recordando a todos esos parientes y amigos que me han soportado y animado durante los meses que he dedicado a escribir este libro (sí, Montse, estoy hablando especialmente de ti), y que en los momentos de desesperación me han «sacado» literalmente de casa (¡gracias, Pedro!).
A todo el equipo de Random House Mondadori, y en especial al departamento de redacción, con el que llevo años colaborando como traductor.
A Silvia Querini y Ana Liarás, de quienes he aprendido prácticamente todo lo que sé de libros. Es un placer trabajar con personas que, después de años de experiencia y profesionalidad, aún siguen emocionándose de verdad delante de una buena novela.
A Justyna Rzewuska, por su fe, confianza y esfuerzo.
Al equipo de Debolsillo que, capitaneado por Joan Díaz, confió en mí para este proyecto.
A María Casas, por proponerme ideas «descabelladas» como si fueran lo más natural del mundo.
A Gabriela Ellena, por su rigor y su inagotable capacidad de trabajo.
Y, por supuesto, sería imperdonable no mencionar a mi editor, Jaume Bonfill. Sin su paciencia, su buen criterio y su dedicación, esta novela simplemente no habría existido. A todos ellos, y a muchos más, gracias. Primera edición: julio, 2011