173270.fb2
– ¿PAPÁ, qué significa iletimo? -preguntó Kyle.
Jake frunció el ceño y miró a Emma buscando una explicación. Ella siempre parecía saber exactamente qué decían los niños. Estaba apoyada en el marco de la puerta, observándole desenvolver los pequeños regalos de los niños que chillaban mientras él estaba sentado con ellos sobre la cama de Kyle. Andraya se lanzó a su regazo y enlazó sus brazos alrededor de su cuello, aferrándose como un mono, mientras Kyle le miraba a la cara muy serio.
Emma parecía lo bastante buena para comérsela, y puesto que él había estado despierto la mayor parte de la noche pensando en ella, acostada con ese delgado pijama sin nada más debajo, se encontraba muy hambriento. Se movió y pareció incómoda, encogiéndose de hombros y dirigiéndole una pequeña sacudida con la cabeza.
– ¿Todo el mundo está listo para el desayuno? -Ella sonaba alegre, demasiado alegre.
La mirada de Jake se centró en su cara. Ella sabía exactamente qué le había preguntado Kyle. No quería contestar. Él se volvió hacia Kyle.
– ¿Quién te dijo esa palabra?
– La señora mala.
Jake levantó con fuerza la cabeza otra vez y le sonrió a Emma.
– La señora mala -repitió, mirando a Emma en lugar de a su hijo-. ¿Qué señora mala?
– Kyle -intervino Emma.
Jake sostuvo en alto la mano, haciendo un gesto para silenciar a Emma mientras se ponía en pie lentamente con Andraya todavía en sus brazos, su enorme silueta dominaba la habitación.
– ¿Qué señora mala, Kyle? -preguntó Jake, con voz engañosamente amable.
– La que hace llorar a Mami.
Hubo un silencio sepulcral en la habitación. Nadie se movía, ni siquiera Andraya. Jake luchó para sofocar el volcán que amenazaba con explotar. Tomó aliento, contó hasta diez y lo dejó salir.
– ¿Susan? -Elevó la voz, gritando hacia el vestíbulo, sin separar ni una vez sus ojos de la cara pálida de Emma.
La muchacha llegó corriendo, su cara resplandeciendo casi con adoración, ansiosa por ayudarle.
– ¿Lo siento, llego tarde al desayuno?
– De ningún modo -dijo Jake amablemente-. No he tenido la oportunidad de decirte que nos alegramos de que hayas venido a visitarnos. Me gustaría que bajases a Andraya y Kyle a la cocina y les dieras de comer.
Susan miró un poco nerviosa, abriendo su boca varias veces para responder, pero nada salió hacia afuera. Ella tendió las manos a los niños. Kyle resbaló la mano en la de ella, pero Andraya se pegó a Jake.
Emma se dio media vuelta, pero la mano de Jake se extendió, cerrando los dedos alrededor de su muñeca como una pulsera.
– Oh, no, tú no. Tú no vas a ninguna parte. -Con una mano apartó a Andraya-. Ve con Susan. Sé una buena chica -murmuró.
Andraya estudió su cara por un momento para determinar si una rabieta serviría de algo, pero cuando vio la posición de su mandíbula, se fue voluntariamente con Susan. Jake esperó hasta que los niños hubieron ido escalera abajo.
– Tengo una norma en esta casa. No recibimos visitas a menos que las apruebe primero. Dije que el Senador Hindman y su hija eran bienvenidos a venir ocasionalmente, no recuerdo haber concedido nunca una autorización para nadie más. A menos que Susan sea considerada la «señora mala» y te haya hecho llorar, eso quiere decir que alguien más ha estado en mi propiedad y en mi casa.
Remarcó cada palabra, escupiéndolas entre los dientes, su voz era más baja de lo normal y rezumaba amenaza.
Emma dio un paso atrás, no pudo evitarlo, pero él la siguió, paso a paso, como un baile macabro, hasta que su espalda pegó en la pared y ella no pudo ir más lejos. Jake plantó sus manos contra la pared a ambos lados de su cabeza, atrapándola con eficacia. De cerca era enorme e intimidante y él lo sabía, y esta vez no le importó que ella le mirase con algo de miedo en los ojos. Un buen susto podría ser algo bueno.
– Inmediatamente después de que te fueras en este último viaje, Jerico estaba de guardia en el portón y llamó a la casa y me dijo que tu novia estaba aquí.
Su ceja subió rápidamente.
– ¿Mi novia? yo no tengo novias y tú lo sabes.
La impaciencia cruzó su expresivo rostro.
– Muy bien, entonces, la mujer con quien te acuestas.
– No me acuesto con mujeres, tampoco, a menos que seas tú. ¿Quién es esta mujer que pretendía ser mi novia? ¿Usó ella realmente esa absurda palabra?
La impaciencia se convirtió en pura exasperación.
– Jerico usó esa palabra. Dijo que tu novia, Linda Rawlins, estaba en el portón y necesitaba llegar hasta la casa.
– ¿Y tú te lo creíste?
– Pensé que salías con ella. Y que dormías con ella.
Él permitió que un absoluto sarcasmo mezclado con desprecio asomara en sus ojos.
– No tengo citas y no duermo con nadie. Ella vino a mi oficina en la ciudad y me hizo unas mamadas un par de veces. La follé, pura y simplemente, porque me duele como el infierno y quería que se detuviera. Ella sabía que no habría ataduras y que nunca lo habría. Mi novia. -Él sacudió la cabeza-. Pensé que tenías mejor criterio que eso. ¿Qué diablos quería?
Él sacó su radio y habló a través de ella.
– Drake, quiero que Jerico me espere en mi oficina inmediatamente. -Bajó la mirada hacia Emma-. Sé que le ordenaste a un guardia que entrara en la casa con ella. Dame un nombre.
– Jake… -inclinó la barbilla.
– No me hagas enfadar más de lo que estoy.
Emma suspiró, bajó los ojos y se encogió de hombros.
– Joshua. -Emma cerró los dedos en dos puños apretados.
Jake bajó la mirada hacia ella, acosándola deliberadamente, enfadado porque se hubiera puesto en la línea de fuego cuando había tenido tantos problemas para protegerla. Un minuto más y si ella no controlaba su genio, iba a golpearle. Él habló por radio una segunda vez.
– Que Joshua se reúna allí conmigo también. -Él atrapó la barbilla de Emma y la obligó a mirarle-. Una mujerzuela es una mujerzuela venga de donde venga, Emma, y tú deberías saberlo. ¿Cómo pudiste dejar que te engañara para invadir mi casa?
– ¿Si ella es una mujerzuela, en qué te convierte eso? -exigió Emma, casi escupiendo-. No es la única mujer que se lanza sobre ti para tener sexo contigo.
Sus ojos eran hermosos, casi ardiendo, como dos esmeraldas deslumbrantes. No se sorprendería si saltasen chispas sobre él de un momento a otro.
– La diferencia es que Linda vendería su alma al mejor postor y usa el sexo para intentar obtener lo que quiere.
– ¿Y tú no lo haces?
– Todavía no. Pero créeme, cariño, eso va a ocurrir pronto. Ahora dime qué pasó y cómo se involucraron los niños.
– Vete al infierno. -Su genio se alzó hasta el de él.
Los ojos de él se estrecharon, enfocados, ardiendo sobre los de ella. Su cuerpo se quedó inmóvil, agresivo, dominante, mientras la rodeaba de poder y calor.
Ella tomó aire. Él se había movido más cerca, y esa inhalación empujó sus senos contra el pecho de él hasta que los sintió subir y bajar, notó la silueta de sus pezones erectos contra él. Un relámpago le atravesó desde el pecho hasta la ingle. Quiso empujarla contra su cuerpo y frotarse contra ella como un gato. Estaba instantánea y ferozmente excitado, y tuvo una imagen de ella dejándose caer de rodillas y deslizando apretadamente su fantástica y perfecta boca alrededor de su gruesa y palpitante polla.
La cólera chisporroteó entre ellos, junto con una intensa conciencia sexual. Podía oler sus perfumes combinados, una poderosa mezcla intoxicante de perfumes sexuales que actuaban en él como un afrodisíaco. Inclinó más la cabeza hasta que la boca estuvo contra la oreja de ella.
– Ten cuidado con lo que me dices o vas a averiguar ahora mismo qué es lo que ocurre cuando me empujas demasiado lejos.
– No se me intimida tan fácilmente, Jake. Y me niego a saltar por el aro, como todos los demás a tu alrededor.
Su mano se deslizó alrededor de su garganta, inclinándola hacia atrás, forzándola a levantar la boca hacia la suya.
– ¿De verdad quieres jugar a luchas de poder conmigo, Emma? Porque puedo sentir cómo tu cuerpo responde al mío. ¿Crees que no puedo saber cuándo una mujer me desea? -La empujó, casi levantando su cuerpo sobre el de él hasta que su pesada erección estuvo acurrucada en su cálido montículo.
– ¿Así que debo ser otra de tu muchas mujerzuelas para que puedas sentirte superior? ¿Para que puedas poner esa mirada de desprecio en tu cara cada vez que menciones mi nombre? Una invitación encantadora, pero de verdad, no, gracias.
– No se apartó de él, ni desvió la mirada, igualando genio con genio-. Mi cuerpo puede responder al tuyo, no estoy muerta; y eres muy sexy, como bien sabes, pero créeme cuando te digo, mi cabeza me grita «cuando se hiele el infierno».
Él sólo oyó las palabras «cuando se hiele el infierno». La furia ardió en sus ojos y la atrapó por la parte superior de sus brazos, poniéndola bruscamente de puntillas, inclinando la cabeza hacia la de ella, los labios aplastando los de ella, atrapándolos entre los dientes. No había nada dulce en Jake en ese momento. Tomaba lo que deseaba, haciendo una declaración, exigiendo su respuesta, conquistándola, marcándola, la presión caliente la forzaba a abrir la boca para que pudiera tomar posesión de ella.
El calor y las llamas atravesaron su corriente sanguínea y lo que quería ser un castigo se convirtió en algo enteramente distinto. El cuerpo de Emma se oponía a él, pero su boca no, en lugar de ello se fundía con la de él, devorando ávidamente, sus lenguas se batían en duelo salvajemente mientras su cuerpo luchaba contra el repentino peso de Jake. Este la inmovilizó contra la pared, deslizando una mano sobre su pecho, hasta encontrar su pezón erecto, acariciándolo y tirando como había querido hacer durante los dos últimos largos años.
La emoción le inundó como si una represa se hubiera quebrado, estremeciéndole, inundando su sistema de inesperado y no deseado… ¿Qué? Amor no. No podía ser amor. La idea, el sentimiento, le aterrorizaba, pero no podía evitar tocarla, besarla, sentir su cuerpo fundiéndose con el de él era diferente a cualquier cosa que nunca se hubiera acercado a experimentar cuando pensaba que conocía la pasión y el gran sexo. Algo de Emma sacaba a la luz cada instinto masculino que tenía, incluso la ternura, aunque él nunca lo hubiera sabido por su cuenta. No había esperado las ondas de sensaciones que le golpeaban, la alegría que le atravesaba, arrollándolo con cada pulso de intensidad y acrecentando la fuerza de su necesidad física.
Los martillazos que perforaban su cabeza aumentaron su frecuencia mientras su leopardo brincaba y rugía por la supremacía. Ella jadeó para tomar aliento, quedándose sin huesos bajo la acometida de sus manos y su boca. La rodilla se deslizó entre sus piernas, empujando, la unión como un horno, incitándole más. Él bajó su delgada blusa, exponiendo sus senos, sin que su boca dejara la de ella, continuaba alimentándose ferozmente mientras sus manos encontraban la carne desnuda.
Tiró de su sostén, desesperado por sentir los montículos suaves y cremosos llenando sus palmas. La sensación del peso suave en sus manos desnudas casi le hizo llorar. Quería conocer cada pulgada de ella, necesitaba encontrar la manera de bajar la velocidad para saborear su sabor. Su boca dejó la de ella y dejó una huella de fuego al bajar desde su garganta hasta su pecho.
Emma se quedó sin aliento y se arqueó hacia él cuando la tomó en su boca, succionando con fuerza, su lengua dándole un golpecito al duro pezón, sus dientes bajaban dando pequeños mordiscos, provocando estremecimientos a través del cuerpo de ella.
Emma oyó su propio gemido de ansia y supo que tenía un terrible problema. La química entre ellos era explosiva, su piel estaba tan sensible que apenas podía soportar el roce de su ropa. No pudo evitar rozarle con sus rodillas. Su boca se sentía vacía, al igual que su cuerpo. Quería que él la llenara, que aliviara el terrible dolor que crecía y crecía hasta que necesitó gritar y suplicarle que entrase dentro de ella. Éste era Jake, el hombre que amaba con desesperación, y le deseaba con cada célula en su cuerpo.
Él la levantó con uno de sus fuertes brazos.
– Rodéame con tus piernas. -Necesitaba estar más cerca, necesitaba estar dentro de ella, compartiendo la misma piel.
Emma hizo lo que le pedía, abriéndose a él. Un extraño sonido de ronroneo surgió de ella mientras él se mecía contra ella, y restregó su tenso cuerpo contra su hinchada protuberancia. La delgada tela entre ellos la frustraba y bajó la mirada. Pudo verse a sí misma, sus senos llenos al descubierto, su cuerpo sonrojado y necesitado, sus caderas dando sacudidas contra él mientras sus piernas se entrelazaban a su alrededor apretadamente. Ella había perdido el juicio. Ella le estaba atacando.
– Alto -dijo en un susurro, un susurro ronco, necesitado, tomando aliento a boqueadas-. Tenemos que detenernos.
– Tenemos que quitarnos la ropa -replicó, con la boca ávida en su pecho.
Su cuerpo casi se convulsionó de placer. Estaba cerca del orgasmo, algo que raramente había tenido con Andrew, pero Jake ni siquiera la había penetrado.
– Jake, por favor -no sabía si le rogaba que la tomara allí mismo en el vestíbulo o si quería que la soltara. Nunca se había sentido tan desesperada por tener un hombre dentro de ella.
Sintió las manos de él palpando, tirando del cordel de sus pantalones mientras su boca continuaba succionando su pecho. Sus dientes tironeaban y raspaban mientras su lengua la acariciaba por todas partes. Ella sintió cada intenso toque en su vientre, hasta que sus músculos interiores se contrajeron. Estaba vacía y necesitada, ansiándole. Necesitaba apartarle pero no podía encontrar la fuerza para ello.
– No podría vivir conmigo misma -susurró-. O contigo.
Él se quedó en completo silencio. Incluso pareció que dejaba de respirar por un momento, y supo que él luchaba por recuperar el control. La sujetaba con fuerza contra él, tan apretada que podía sentir su pesado eje pulsando contra su montículo. Su boca dejó con desgana el pecho dolorido y él enterró la cara entre su cuello y su hombro. Se quedaron así durante largo tiempo, sin moverse, luchando por respirar, por retroceder de alguna manera, por una forma de deshacer lo que acababa de ocurrir entre ellos.
Jake se movió primero, bajando lentamente las piernas de ella de regreso al suelo, enmarcando su rostro con las manos.
– Lo siento, Emma. No tengo excusa y no voy a tratar de encontrar una.
No podía culparle sólo a él; ella era más que responsable. No sabía qué le había ocurrido. Se quedó allí, con la pared sosteniéndola, mirándole a la cara, con los pechos fuera del sostén, audaces y lascivos, con las marcas de sus dientes y su boca en ellos. Ella no podía encontrar su voz, o su voluntad.
Jake le levantó la blusa, pero la tela rozó contra sus pezones erectos, enviando pulsos de excitación que la estremecieron desde los pechos hasta el vientre que se contraía.
– Yo también lo siento -es todo lo que podía decir.
– Necesito saber qué fue lo que te dijo Linda -dijo Jake-, aunque no quieras contármelo. Es importante, Emma. No se trata sólo de mi ego ni es porque sea un fanático del control. Sé que crees que soy un paranoico contigo y los niños, pero tengo buenas razones.
Lo último que ella quería hacer era hablar y ser racional. Necesitaba tomar una ducha fría y después esconder la cabeza bajo las mantas durante el resto de su vida. Jake pareció poder desconectar la intensa excitación sin problemas. Su cuerpo estaba todavía duro, pero ella raramente le veía de otra forma. Todavía estaba cerca de ella, casi piel con piel, el calor de su cuerpo la calentaba y su perfume masculino la envolvía. Ella no se apartó porque sus piernas estaban tan débiles que tenía miedo de caer si daba un paso atrás.
Luchó por controlar su respiración e intentó serenarse, ser tan indiferente como él.
– Linda dijo que necesitaba hablar conmigo, que era importante. Aunque nunca lo dijo categóricamente, insinuó que tenía un mensaje tuyo para mí.
Él le frunció el ceño, sacudiendo la cabeza como si le hubiera decepcionado.
– Yo te habría llamado si hubiera sido así.
– Lo sé. Lo sé. No sé en qué estaba pensando. -Eso no era enteramente cierto. Había sentido curiosidad por ver quién era «la novia» de Jake. Emma tenía un olfato muy agudo, y muy a menudo percibía el olor de otra mujer cuando Jake cruzaba la puerta por la noche después haber estado en su oficina en la ciudad. La curiosidad y tal vez algo de celos habían sacado lo mejor de ella y había dicho a Jerico que escoltara a Linda hasta la casa.
– ¿Qué tenía Linda que decirte?
Emma trató de evitar el sonrojo en su cuello y su cara. Linda había dicho un montón de cosas, la mayoría categóricamente insultantes. Sólo le había llevado un minuto en compañía de Linda para darse cuenta de que el mensaje que había venido a entregar no era de Jake sino de la propia Linda. La esencia del asunto era: Emma nunca tendría a Jake porque Linda lo reclamaba para ella. Kyle desafortunadamente había oído gritar a Linda que no importaba cuántos bastardos ilegítimos tuviera con Jake, él nunca se rebajaría a casarse con alguien tan inferior.
– Emma -Jake dijo su nombre con un dejo de advertencia.
Emma levantó la barbilla hacia él.
– Estuvo insultante. Pero me encargué de ello. Fue una pena que Kyle oyese sin querer sus gritos. En realidad él nunca había oído gritar antes, así que creo que le perturbó y lo recordó. No te preocupes, Jake. Aprendí la lección. Fue muy incómodo, y después Kyle estuvo molesto. Le tuve que acunar para que se durmiera durante un par de noches antes de que se le pasara.
– Lloraste. -Su garganta se cerró inesperadamente. No había estado allí para confortarla cuando ella se fue a dormir.
– Un poco. No estoy acostumbrada a que la gente me grite ni a que me insulten. Dijo algunas cosas bastante feas, pero me pareció que ella piensa que estamos liados. Obviamente cree que tú eres el padre de Andraya…
– Soy el padre de Andraya -dijo en tono bajo.
– Por supuesto. Quise decir el padre biológico. Se siente amenazada por eso, y evidentemente tus padres también.
Cada músculo en su cuerpo se contrajo. Su cabeza se elevó, sus ojos brillaba intensa y peligrosamente, y él tuvo que suprimir el sonoro gruñido que se formaba en su pecho.
– ¿Cómo aparecieron en la conversación? -Nunca había podido aceptarlos como sus padres, y mucho menos referirse a ellos como su madre y su padre. Para él, siempre serían sus enemigos.
Emma se encogió de hombros.
– Aparentemente Linda es muy amiga suya y no quieren ver cómo te rebajas con alguien como yo. Quieren asegurarse de que yo sepa que mis hijos nunca serán bienvenidos en su círculo. Como no planeaba unirme a ningún círculo, eso no me alteró demasiado.
Ella mentía. Jake siempre podría oler una mentira. Las cosas que Linda había dicho le habían dolido. Nadie quería saber que no era lo bastante bueno para formar parte de una familia. Jake puso la mano en su nuca, deslizando el pulgar por su piel suave.
– Tú no eres en absoluto como esa gente, Emma. Estás mucho más por encima de ellos de lo que puedas suponer. Todos son crueles y mezquinos. No te quiero cerca de ellos, a menos que yo esté a tu lado. Y no quiero que los niños se relacionen con ellos, jamás.
– Puedo cuidarme.
– Te comerían viva. No tienes ni idea de lo que son capaces y no quiero que lo sepas nunca. Os protejo a todos por una razón. Contrato guardaespaldas por un motivo. Nadie entra en la propiedad sin mi permiso.
– Entiendo, Jake. De verdad que sí, y lo siento. Debería haber protegido a los niños mejor. Nunca se me ocurrió que Linda Rawlins estuviera involucrada en nada que pudiera hacerles daño. No la conozco, pero he leído sobre ella en periódicos y revistas muchas veces. Parecía algo insegura, arrogante y frívola, corriendo de una fiesta a otra, pero honestamente nunca pensé que fuera peligrosa.
– Alguien que anda con esa caterva, alguien asociada o de cualquier forma con la gente que me dio a luz, es sumamente peligrosa. Dales una oportunidad, y dañaran a cualquiera de los niños, y por supuesto a ti.
– Entiendo. No ocurrirá de nuevo. Siento que ocurriera esta vez. De verdad.
Jake inclinó la cabeza y le rozó la sien con la boca.
– Debería haber hecho que la situación fuera mucho más evidente para ti. Joshua debería haber permanecido en esta habitación todo el tiempo y Jerico nunca debería haberle permitido que entrase en la propiedad, en primer lugar.
– Un momento. -Emma intentó coger su brazo cuando él se daba media vuelta-. Le dije a Jerico que la hiciera subir y Joshua protegía a los niños. Me dijiste que me ocupara de la casa cuando estuvieras fuera. Si alguno de ellos se mete en líos por hacer lo que les pido, no tendré ninguna autoridad en absoluto. Fue culpa mía, no de ellos.
Él mantuvo su rostro vacío de expresión. Sí, los hombres harían lo que ella dijera, a menos que afectase a su seguridad. Joshua era el guardaespaldas de Emma, no de los niños, aunque ella no tenía ni idea. Drake cuidaba de los niños. Ambos deberían haber estado allí. Él tenía muchísimo que decirles a ambos, a Jerico y a Joshua, aunque a Emma no le gustara. Pero tenía una mirada tan ansiosa que le hacía querer besarla hasta que la mirada desapareciera.
– No te preocupes. No haré nada para socavar tu autoridad. -Sólo iba a dejar muy claro que si alguien alguna vez volvía a traspasar la seguridad, él les iba a dar una paliza de muerte. Y haría que fueran muy conscientes de que Emma debía estar protegida en todo momento. Forzó una sonrisa-. No estaré en casa para cenar. Tengo una reunión importante esta noche. Algunos inversores están muy interesados en adquirir una de mis compañías. La compañía no produce beneficios, y ofrecen mucho más dinero de lo que vale la empresa, así que tienen algo escondido en la manga. Necesito tenerles cara a cara para averiguar lo que es. No me esperes hasta tarde. -También sospechaba que el gerente de la compañía estaba en la nómina de sus enemigos, y tenía la intención de asegurarse.
Emma asintió. Había pensado llamar a Greg Patterson y cancelar la cita con él, pero después de lo sucedido entre ella y Jake, quería ver si tenía la misma reacción con Greg. Si lo hacía, entonces su problema era simplemente que había pasado demasiado tiempo sin un hombre. Ojala fuera eso.
Jake se volvió hacia ella, con el ceño levemente fruncido.
– ¿Qué has dicho?
Ella parpadeó por la sorpresa.
– No he dicho nada.
Estaba allí en el vestíbulo, alto, tan sexy como el pecado, remoto, sus ojos dorados recorrían el cuerpo de ella con una posesión casi excesiva en su mirada, hasta que Emma se apoyó contra la pared para evitar derrumbarse. La mirada de él regresó hasta su cara, a su boca, y su mano se movió a la parte frontal de sus vaqueros, deslizando su palma por la dura protuberancia.
– Algunas veces haces que desee ser un hombre decente, Emma.
El aliento de Emma quedó atrapado en su garganta cuando él le volvió la espalda, un juramento escapó de entre sus dientes apretados mientras se alejaba a zancadas. Emma se agarró a la pared, temblando, conmocionada por la forma en que reaccionaba a él, a su crudeza y su evidente sensualidad, cuando siempre se había sentido atraída por almas suaves, amables. Había muy poca suavidad o amabilidad en Jake.
Ella huyó a su habitación para recomponerse antes de enfrentarse a Susan y los niños. Podía oírles en la distancia, riéndose, y el sonido le permitió respirar de nuevo. Sólo necesitaba volver a lo que hacía mejor. Los niños eran su prioridad principal. Les amaba y les proporcionaba un hogar.
Jake necesitaba a alguien, aunque no lo supiera. No sexualmente, no de la forma en que se relacionaba normalmente con las mujeres, sino a un nivel más emocional, íntimo. Necesitaba que alguien cambiara su vida e hiciera de su casa un hogar. Emma había sido feliz en el papel de su ama de llaves, pero tenía que empezar a distanciarse poco a poco de la cercana y muy extraña relación que había formado con él durante los últimos dos años.
En su habitación, Emma se puso un suéter grueso sobre su delgada camiseta y trató de expulsar a Jake de su mente. Esta noche saldría con Greg Patterson, un hombre agradable, sin complicaciones, y tenía intención de pasar un buen rato. Necesitaba salir y respirar. Había permitido que el rancho la consumiera y tenía que pensar en forjarse una vida fuera de allí.
Por ahora, sin embargo, iba a actuar como una madre y asegurarse de que sus niños y su huésped fueran felices.
Se apresuró a bajar la amplia y curvada escalera, e hizo una pausa a la mitad para mirar la estatua de bronce de un leopardo encorvado. Gruñendo, con la boca retraída para exponer los dientes afilados, una mirada feroz y músculos marcados bajo la piel moteada. El leopardo de bronce estaba en el centro de varias plantas y parecía estar vivo, un depredador feroz y salvaje, inmóvil y alerta, buscando una presa, demasiado parecido a Jake cuando la miraba.
Levantó la cabeza cuando oyó los gritos de Andraya y la risa de Kyle. Susan gritó algo y Andraya y Kyle se rieron de nuevo a carcajadas. Corrió a la cocina, sólo para detenerse en la puerta y ver trozos de pastel por todo el suelo y la mesa. Kyle y Andraya estaban sentados en sus taburetes cubiertos de glaseado, y lo que quedaba de la tarta de cumpleaños era una masa de migas y glaseado entre ellos. Pudo ver las marcas de dedos en el pastel donde los niños habían arrancado puñados y los habían comido, lanzado y aplastado en sus cabezas.
– ¿Susan? -Preguntó, arqueando la ceja hacia la muchacha.
Susan abrió y cerró la boca varias veces.
– Dijeron que les dabas pastel para desayunar. No tengo idea de cocinar, o de qué comen los niños.
Kyle le sonrió.
– No soy un niño. Draya sí.
– Kyle, no le hables así a Susan -dijo Emma en voz baja. Limpió lo que quedaba del pastel de la mesa y arrastró a Susan hacia el fregadero-. Los niños no comen pastel para desayunar.
– Ambos lo lanzaron hacia mí y luego del uno al otro.
Emma les dirigió una severa mirada a los niños.
– Ambos tendrán su castigo y luego se disculparán -dijo.
El labio inferior de Andraya se curvó en un puchero, pero Emma la ignoró mientras quitaba todo el pastel que pudo del pelo de Susan y de su ropa.
– Creo que será mejor que te des una ducha mientras limpio a estos pequeños monstruitos.
– Quiero oírlo todo de Jake -protestó Susan-. ¿Qué dijo acerca de que me quede aquí un par de semanas? ¿Crees que le gusta mi pelo? -Ella dio unas palmaditas al sofisticado corte que se había hecho poco antes de llegar a la hacienda Bannaconni.
– Por lo general, Jake no habla sobre el aspecto de nadie -dijo Emma, intentando que Susan no se sintiera decepcionada. La muchacha sufría un fuerte encaprichamiento por el hombre, y no era como si Emma pudiera culparla. Se volvió hacia Kyle y empezó a limpiarle. Él iba a necesitar un baño para dejarle el pelo limpio, pero a juzgar por los ojos brillantes, los enormes hoyuelos y la abierta sonrisa infantil de oreja a oreja, él parecía como si hubiera disfrutado a fondo de la mañana.
Susan subió corriendo para darse una ducha mientras Emma limpiaba la cocina y a los niños y luego los llevaba arriba para bañarlos. Para cuando bajó de nuevo con ellos, Jake caminaba por la cocina otra vez como un gato enjaulado, y Susan estaba pálida y tenía los ojos muy abiertos, como si fuera a desmayarse, o gritar, de un momento a otro.
Los niños corrieron hacia a Jake, quien se inclinó inmediatamente para cogerles.
– Susan hizo el café -anunció él torvamente.
Emma le dio la espalda, ocultando una sonrisa. El héroe de Susan tenía pies de arcilla. Era un adicto al café y sin él tendía a ser gruñón por la mañana. La mayoría de los hombres que trabajaban cerca de la casa tenían también el hábito de dejarse caer para llenar de café sus tazas-termo.
– Estoy en ello -dijo, mordiéndose el labio, divertida. Susan inhaló por la nariz y Emma puso el brazo alrededor de la chica-. ¿Podías llevar a los niños al patio? Creo que Evan está aquí esta mañana para cuidar de ellos. Él te puede ayudar.
Susan se reanimó inmediatamente. Evan era bastante joven, parecía un vaquero «auténtico» con sus vaqueros, sus botas y su sombrero, y no le importaba coquetear con ella aunque fuera una adolescente. Aunque raramente hablaba, daba la impresión de ser un tipo fuerte y silencioso, lo que a Susan le resultaba misterioso.
– Por supuesto, Emma -acordó, para mostrarle a Jake que no era tan inútil como él pensaba.
– Háblales en francés. Sólo en francés -añadió Emma deliberadamente, disparando contra Jake una clara reprimenda por encima de su hombro-. Hoy es el día del francés.
Susan levantó su barbilla en el aire mientras extendía los brazos para coger a los dos niños, dirigiendo a Jake su mirada más arrogante.
Cuando Andraya protestó, aferrándose al cuello de Jake, él la soltó con cuidado, hablándole en un francés fluido, diciéndole que se fuera con Susan a jugar. Andraya se enfurruñó, pero siempre le hacía caso a Jake y salió hasta donde Evan les esperaba para escoltarles al patio.
– Esa chica ni siquiera sabe hacer café -dijo Jake.
– Esa chica tiene un nombre. Es Susan. Ella tiene un ama de llaves, tres criadas, un cocinero y ninguna madre, Jake. Su institutriz, esa horrible Dana Anderson, no podría ocuparse menos de ella y la menosprecia a la menor oportunidad. Susan habla tres idiomas y ya cursa estudios a nivel universitario. Y tú tampoco sabes hacer café.
Jake se colocó detrás de ella, inclinado sobre su hombro mientras ella molía los granos de café recién tostados.
– ¿Qué te hace pensar que no sé hacer café?
– Porque sin café tú eres un completo gruñón y estás aquí delante, sin haberlo hecho todavía.
– Sólo porque tu café es mucho mejor.
– Susan te hizo el café esta mañana, pero a ti no te gustó.
– No llamaría café a lo que ella hizo.
Ella le dio un codazo, con fuerza, en el costado.
– Fuera. Me molestas más de lo normal esta mañana.
– No me gustan los extraños en mi casa.
– Jake. De verdad. En serio. Susan es una adolescente sin madre y su padre nunca está en casa. Ten un poco de compasión. Está encaprichada de ti y tú estás siendo mezquino. -Ella se dio la vuelta, apoyando la espalda en los armarios, y le sonrió-. Eso es mezquino.
Jake enderezó su cuerpo alto, atrapándola por la cintura con ambas manos para levantarla, colocándola en la encimera junto a la cafetera para que estuviera a su altura.
– Me portaré mejor con ella. Haré un esfuerzo.
– ¿Lo prometes? -Una vez que Jake daba su palabra, siempre la mantenía.
Él vaciló. Ella le conocía lo suficiente como para saber que estaba pensando.
– No te atrevas a usar esto como moneda de cambio. Tú deberías esforzarte con Susan porque es joven y no tiene mucha familia. Es una chica agradable y necesita un poco de ayuda ahora mismo, y no que tú puedas salirte con la tuya.
– Suenas tan sexy cuando te pones mandona, Emma -bromeó él-. Dije que me esforzaré con ella y lo haré. Olvidé decirte que he contratado un hombre nuevo. Es un amigo de Drake y Joshua y ha estado enfermo. No habla mucho, pero es un buen hombre. Haz trabajar tu magia con él, ¿vale? Pero no coquetees.
– Yo no coqueteo -le sonrió-. Vete a tu oficina y sal de mi cocina. Corro el riesgo de cocinar algo para ti y ponerle arsénico si sigues así.
– Tengo los nervios de punta últimamente en lo que a ti se refiere, así que no frecuentes demasiado al tipo nuevo. No le conozco y él no me conoce a mí.
– No tiene ningún sentido. Si es amigo de Drake y le contrataste, supongo que fue investigado a fondo y que no estás preocupado de que pueda hacernos ningún daño. ¿De qué estás hablando entonces?
Jake la levantó de la encimera y la apartó de él, deslizando su mano sobre su cadera y su trasero, su palma se demoraba, incluso la acariciaba.
– Tendría que darle un buen susto a un hombre que respeto, o algo peor aún. Simplemente compórtate.
– Jake -se dio la vuelta, empujando la pared de su pecho-. ¿Qué ha sido eso?
– ¿Qué?
– Acabas de manosearme el trasero. No soy una cualquiera, ya lo sabes.
– No te manosearía si fueses una cualquiera.
Ella puso ambas manos en sus caderas y le dirigió su mirada más severa.
– ¿Eres consciente de que esa pequeña caricia robada tuya podría ser interpretada como acoso sexual en el trabajo?
– No cobras nada, recuerda, así que técnicamente no trabajas para mí. Eres la madre de mis hijos y haces el mejor café que he probado nunca. -Le dirigió una amplia sonrisa impenitente-. Si quiero tener más hijos, tarde o temprano voy a tener que hacer algo más que manosearte el trasero. Así que bien puedes acostumbrarte a eso.
Trató de seguir molesta con él y no sentir el rubor de placer de ser llamada la madre de sus hijos, o se sentirse feliz porque él pensara en ella de ese modo. Se había negado a aceptar dinero por llevar la casa cuando él había cuidado tan bien de ella, y luego el acuerdo que sus abogados habían arreglado para ella y Andraya había dispuesto más dinero del que había oído nunca. Había establecido fondos fiduciarios para Andraya y Kyle, así que el dinero no iba a ser un problema. En realidad, Jake nunca la había tratado como una empleada, sino más bien como una mascota, consentida, pero sujeta a sus normas. No aceptar su dinero siempre la había hecho sentirse más a su altura. Ella no tenía que obedecer sus órdenes.
Ella suspiró. Era tan complicado, tan difícil de estar con él todo el tiempo, con su humor punzante y sus silencios amenazantes. Le conocía mejor que la mayoría de la gente, pero todavía lo encontraba difícil de leer, en particular cuando él estaba del humor que tenía ahora.
Ella señaló la puerta.
– Fuera. Estás insoportable esta mañana. Tengo cosas que hacer.
Perversamente, él se sentó a horcajadas en una silla.
– Me muero de hambre. Dame de comer.
– Pensé que tenías cosas que hacer -objetó ella, pero ya estaba en el refrigerador, sacando huevos, tocino y zumo de naranja-. ¿No tenías una reunión importarte que preparar? Creí que tenías toneladas de abogados que te envían documentos para que puedas tomar una decisión informada y documentada.
– En esto no. Me enviarán los documentos y todo lo que lea me dirá que lo mejor es vender la compañía. Es un pequeño negocio de bienes raíces y parece perder grandes cantidades de dinero. Compran tierra y raramente la venden. El gerente me ha traído varias propuestas en los últimos meses, aconsejándome la venta. Los abogados están de acuerdo con él.
– Pero tú no vas vender.
– No, no lo haré. Hemos adquirido varios trozos de terreno adyacentes a la propiedad que heredé de mi bisabuelo en Dakota del Norte, así como la tierra que va de Pensilvania a Nueva York. Pretendo ampliar ese terreno, y de repente tenemos a alguien muy interesado en adquirir el negocio y todas sus propiedades. Alguien ha estado fisgoneando en mis propiedades y han estado sobornando a mi gerente.
Ella le miró por encima de hombro. La deslealtad era como un resorte para Jake. Él podía ser cruel y vengativo cuando atrapaba a un empleado espiando o haciendo trampas. Ella había visto su cólera y no querría que el lado brutal y despiadado de Jake se dirigiera hacia ella jamás. Pagaba muy bien a sus empleados, tenían un excelente seguro, un fondo de pensiones y planes vacacionales. A cambio, él esperaba su mejor trabajo y una lealtad absoluta.
– Jake -mantuvo bajo el tono de voz. Emma estaba segura de que se sentía herido cuando alguien le traicionaba, pero él no era consciente de hacerlo. Él dejaba que el desprecio y la cólera le dirigieran para evitar sentir otra emoción más tierna-. Lo siento. Este gerente… ¿Le considerabas tu amigo?
Jake se quedó quieto un largo momento, estudiando los ojos de ella, captando sus emociones en su rostro. Ella era muy diferente de él.
– Yo no tengo amigos, Emma. Excepto tú. Y tal vez Drake y Joshua. -Aunque él no podría resignarse a confiar en ninguno de ellos por completo.
Los labios de Emma se curvaron y su sonrisa calentó ese lugar en su interior donde algunas veces él sentía que no había nada salvo la furia o la necesidad de venganza.
– Soy tu amiga, y por eso siempre deberías escucharme. Doy grandes consejos.
Ella bromeaba otra vez, su voz traviesa, incitadora. Él la había oído usar ese mismo tono con los niños. Ella les hacía sentirse amados, les hacía sentirse importantes para ella y preciosos, y en cierta forma hacía lo mismo con él. ¿Era al menos un poco especial para ella? ¿O hacía que todo el mundo a su alrededor se sintiera así?
– ¿Jake? -La sonrisa desapareció del rostro de Emma, arrastrada por la preocupación en su expresión-. ¿Estás molesto de verdad por esta reunión?
Él se encogió de hombros. Infiernos, no, no estaba molesto. Que los bastardos se abalanzasen sobre él. Estaba preparado para ellos. Le encantaba descubrir a los traidores, y su gerente aceptaba el dinero de otros. Él encontraría la razón cuanto antes y arreglaría las cosas a su manera. Era sólo que no le gustaba esa mirada en el rostro de ella. Él estudió su expresión, la mirada en sus ojos. Su corazón se encogió. No sabía qué aspecto tenía el amor. Sabía que ella era capaz de grandes sacrificios y de mostrar lealtad, y tal vez eso era el amor. Si era así, ella le estaba mirando con algo muy parecido a ello.
Ella dio un paso más cerca, lo bastante cerca para que él pudiera sentir el calor de su cuerpo. En ese momento, mientras su cuerpo reaccionaba a su cercanía, él se dio cuenta de que ella era la razón por la que no podía dormir por la noche. Ella era la razón por la que no importaba con cuántas muchas mujeres tuviera relaciones, él no podía parar el dolor de su erección. Emma. Su cuerpo clamaba por Emma y nadie más le servía. Ella era la razón por la que sentía repugnancia de sí mismo, y culpa, cuando tocaba a otras mujeres.
Retrocedió apartándose de ella, la revelación le hizo estremecer. Su corazón palpitaba en su pecho, sus pulmones ardían por tomar aire. Se suponía que ella estaba cautivada por él, no a la inversa. No estaba listo para darle a nadie esa clase de poder sobre él.
– ¿Jake? -repitió ella.
Él negó con la cabeza.
– Me voy a la oficina. Desayunaré en la ciudad -se giró y salió por la puerta sin una mirada atrás, la dejó mirándole fijamente.