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EL DOLOR de su cuerpo le invadió la mente por millonésima vez. No podía concentrarse. No había manera. Dejó caer la mano en el regazo y se frotó en un esfuerzo por aliviar la ardiente tensión. Si se hacía más gruesa, iba a estallar fuera de la piel. Había estado fantaseando más que trabajando, deseando que Emma estuviera en su oficina con él en vez de fuera de la puerta, en algún lugar de la casa con los niños.
¿Pensaba ella en él? ¿Le dolía del mismo modo? Sólo podía esperar que sí. Quería ser él el que ocupara la mayor parte de sus pensamientos y se encontró un poco celoso de que pasara tanto tiempo con los otros. Raramente la tenía para él y cuando la tenía, sus emociones estorbaban. Golpeó con el lápiz ociosamente el escritorio. Tenía que haber una manera de atarla a él. Sí, la podía mantener embarazada, pero eso no significaba que su lealtad fuera para él. Tenía que encontrar otra manera.
La mano cayó otra vez sobre la gruesa longitud. Estaba tan hinchado que temía reventar los pantalones, y seguro como el infierno que no iba a hacerlo hasta la noche. Tenía muchas mujeres y ninguna le saciaba como ella. No anhelaba la piel suave de ellas o quería sus cuerpos envueltos alrededor del suyo. Era como si su cuerpo conociera al de ella, suyo, como si la recordara de otra vida. Quizá todas las tonterías que Drake le había contado eran más verdad que leyendas, pero cualquiera que fuera la razón, su cuerpo estaba atado al cuerpo de Emma.
Sabía un millón de artimañas sexuales, maneras de hacer que cualquier mujer quisiera más, anhelara más, llegara a estar obsesionada. Si pudiera conseguir que se quedara con él mientras le entrenaba el cuerpo, ella siempre le necesitaría. Estaría atada a él completamente.
Se frotó la mandíbula por un largo momento y entonces dejó caer la cara en las manos. No sabía que estaba bien ya. Sólo sabía que no podía vivir sin ella y no podía vivir siendo tan emocionalmente vulnerable a ella. De algún modo, de alguna manera, tenía que conseguir ventaja. Tenía que recobrarla, devolver su relación a una situación que pudiera manejar.
Emma tomó varios tipos diferentes de lechuga del frigorífico, tratando de ignorar la tensión creciente de su cuerpo. Su temperatura corporal subía; podía sentir el calor que irradiaba de ella, viniendo de su centro. Tenía calor, estaba dolorida y necesitada, y su humor cambiaba por momentos. Estaba resbaladiza e inflamada, la humedad entre las piernas la mantenía en el borde. Habló con brusquedad con Brenda cuando trajo a los niños a comer algo. Se sentaron en sus altas sillas a comer, mientras ella empezaba los preparativos para la cena.
No habría nada de comer para ella. Estaba tentada de tomar una ducha fría.
– Emma. -La voz de Jake era tranquila por el intercomunicador.
Ella alzó la mirada automáticamente, aunque era sólo su voz y no su cuerpo. Una nota en su voz. Suave. Atractiva. Ordenando. Su cuerpo se apretó aún más en respuesta instantánea, inundándola con más calor. Iba a tener que pedirle que instalara ventiladores por toda la casa.
– ¿Sí? -Él estaba tramando algo, estaba segura de ello.
– Haz que Brenda se encargue de los niños durante dos horas y ven a mi oficina. Diez minutos.
Ella vaciló pero él ya había desconectado. Instantáneamente pudo sentir la diferencia en su cuerpo, la excitación atormentándola entre los muslos y centrándose profundamente donde latía con necesidad. Sólo con su voz. Él la asustaba a veces, el modo en que controlaba su cuerpo. Sólo un cambio en su voz tenía tal efecto en sus terminaciones nerviosas.
Miró por la cocina, a los preparativos que había empezado para cenar. Diez minutos. No podía hacer las cosas en diez minutos. Llamó por radio a Joshua, alertándole de que no estaría con los niños y que necesitaba que él entrara y estuviera presente en casa con Brenda. Guardó todo, pero terminó mucho tiempo antes de que él llegara. Andraya y Kyle estaban en sus sillas, comiendo sus bocados mientras ella trabajaba. Le tomó unos minutos conseguir que se acomodaran con Brenda y Joshua antes de sentir que podía dejarlos sin peligro.
Llamó a la puerta de la oficina y entró. Jake estaba trabajando en su escritorio. La oficina era espaciosa, todo el ala estaba insonorizada así que una vez que cerró la puerta, ya no pudo oír el sonido de los niños. Su pintura estaba colgada en la pared frente al escritorio. Jake no alzó la mirada.
– Llegas tarde.
– Dos minutos, Jake. No es fácil acomodar a los niños.
Él seguía sin alzar la mirada, estudiando los papeles delante de él.
– No te pedí que los acomodaras, te pedí que vinieras a mi oficina en diez minutos. Joshua es capaz de acomodarlos.
Él iba a ser difícil. Ella permaneció silenciosa, esperando, negándose a dar más excusas o morder el cebo. Los minutos pasaron. Cuando él alzó la mirada, sus ojos tenían ese brillo, en algún lugar entre la amenaza y la pura lujuria. Una bola de fuego le golpeó el estómago.
– Cierra la puerta y quítate la ropa, dóblala y ponla en la silla junto a la chimenea.
La excitación se extendió por ella, pero no se permitió mostrarlo. Le estudió la cara. Las líneas estaban grabadas. El conjunto de la mandíbula. La oscura lujuria y la intensidad concentradas. Ella le mantuvo esperando todo un minuto antes de quitarse las sandalias de casa y comenzar lentamente a desabrocharse su blusa. Cuándo el material se separó, se encogió de hombros para quitársela y se tomó su tiempo para doblarla. Con cuidado la puso en la silla, estirándose atrás para desenganchar su sujetador.
– Date la vuelta y mírame. -Ahora había una dura ronquera en el terciopelo de su voz.
Emma se giró y lo miró, esperando unos pocos latidos del corazón antes de obedecer, entonces deslizó lentamente los tirantes del sujetador para permitir que las copas cayeran en las manos que esperaban. Los senos estaban más llenos después de haber tenido al bebé. Oyó que Jake inhalaba rápidamente y vio sus ojos estrecharse, volviéndose vidriosos. Su mirada ardió sobre ella, acariciando los pezones hasta convertirlos en duros picos, excitándola aún más.
En el fondo, sintió ese algo primitivo que siempre parecía alzarse cuando Jake estaba de ese modo. Inhaló, la acción le levantó los senos mientras arrastraba el olor de la excitación de Jake a sus pulmones. El salvajismo se desplegó, arañándola, hasta que deseó, incluso necesitó, levantar las manos y ahuecar sus senos como una ofrenda; dejó que los dedos vagaran hacia abajo al resbaladizo y mojado centro donde latía y pulsaba con el vacío.
– Desliza tu falda y tus bragas y dóblalas también.
La tela le hería la piel de todos modos. Algo se movió justo bajo la superficie como una onda de deseo, picando, moviéndose rápidamente por su cuerpo para reunirse entre las piernas, abrasadora y dolorida. Se tomó su tiempo, queriendo tentarle, llevarle al borde de su control, cuando él estaba tan seguro de sí mismo y de ella.
Deliberadamente le dio la espalda, dándole una vista buena de su trasero mientras caminaba a través del piso de madera hacia la silla y agregaba la falda y la ropa interior a la pila de ropa. Giró lentamente, el pelo se columpia alrededor de ella, cayendo en cascada hasta la curva de la cadera, sintiéndose sedoso y sensual contra la piel desnuda.
– Ven aquí y desnúdame. -Su voz aún más ronca.
Él ya estaba descalzo en anticipación de llevar a cabo su fantasía, y ella no pudo evitar ver la gruesa y dura longitud en el frente de sus pantalones.
Emma caminó hacia él, los senos se columpiaban suavemente, se estiró para desabrocharle la camisa, empujándola fuera de sus hombros para doblarla pulcramente y llevarla a la silla sin que se lo dijera.
– Arrodíllate esta vez.
Ella volvió a la posición delante de él y se dejó caer de rodillas, alcanzando la hebilla del cinturón, sabiendo la imagen que daba, sabiendo que le estaba poniendo más duro cada vez que cumplía sus órdenes. La experiencia estaba haciendo que se mojara más que nunca, que estuviera más que preparada para él. Le rozó el miembro hinchado con los nudillos deliberadamente varias veces, mientras le abría los pantalones y los bajaba junto con la ropa interior por las caderas. A la altura de los ojos, su erección era intimidante, gruesa, larga y de aspecto enojado cuando estalló libre de los límites de la ropa.
Emma dobló sus pantalones y los llevó a la silla.
– Levántate sobre mi escritorio, Emma, sobre las manos y rodillas.
– Jake… -Emma miró a la puerta, con un ceño débil en la cara.
– En el escritorio. No mires a la puerta. Mírame.
La mirada de Emma se centró con la suya e inmediatamente la sostuvo cautiva. Ella se humedeció los labios y lentamente subió al escritorio, acabando a gatas. Había algo muy sensual en arrodillarse encima de su escritorio, su cuerpo en exhibición para él mientras Jake caminaba alrededor, mirándola desde todos los ángulos, inspeccionándola como si ella fuera su apreciada posesión.
– Aparta las rodillas para mí. -Ella tenía el culo más hermoso. Redondo. Firme. Su piel suave como pétalos de rosa-. Más, Emma. -Su voz era ronca. Le acarició el trasero con la palma, frotando la piel de raso-. Eres hermosa. Te podría mirar todo el día.
Jake continuó caminando lentamente alrededor del escritorio, respiraba con ráfagas jadeantes ante la vista de ella. Emma era hermosa, como un gato suave. Le recordaba a uno, sus movimientos elegantes, sensuales, fluidos, los músculos que se deslizaban bajo la sedosa piel suave. El pelo que caía en una caída pesada de ondas rojas. Los senos eran hermosos, los pezones erectos, rogando su atención. Y su trasero. No podía impedir que su mano acariciara la suave nalga con forma de corazón que atraía su mirada como un imán.
La frotó por un momento, disfrutando de la sensación de la piel, suave como la seda, suave como un pétalo de rosa. Deliberadamente bajó la mano con fuerza sobre la liza piel y luego frotó el lugar enrojecido con una tierna caricia antes de repetir la acción una segunda vez.
– Eso son dos, Emma, por los dos minutos que te has retrasado en venir aquí.
Ella siseó, un sonido animal de hostilidad, girando la cabeza para mirarle con furia.
– ¿Se supone que esto es la zurra sensual sobre la que me has hablado? Porque no creo que funcione para mí.
Él deslizó los dedos en su canal. El aire escapó de ella en una ráfaga caliente.
– Diría que lo estabas encontrando sensual.
Le mostró los dedos, resbaladizos, revestidos con su crema.
Ella quiso negarlo, pero había algo tan sensual acerca del modo en que Jake la rodeaba, andando como un animal, con la mirada tan atenta, tan concentrado, un suave sonido hipnotizador le retumbaba en el pecho. Los ojos dorados eran hipnóticos. Él se lamió los dedos y ella casi se corrió en el sitio.
Emma sacudió la cabeza, consciente de que ardía por dentro, un horno caliente de necesidad. Y la manera en que él la miraba, posesivamente, como si ella fuera suya, como si su cuerpo le perteneciera, estaba haciendo que se humedeciera más por él.
Intelectualmente ella encontró su reacción interesante. No le cupo duda de que su cuerpo quería someterse al de él. Las caderas empujaban contra su mano, deseando más del masaje erótico. Gimió cuando él bajó la mano una vez más y luego frotó otra vez. No había dolido, pero hacía que su cuerpo ardiera, que el horno quema más caliente.
– ¿Eso por qué fue?
– Por hacerme esperar deliberadamente antes de quitarte la ropa.
– ¿Esta va a ser una de esas veces en que me enseñas todo acerca de sexo adulto? -preguntó Emma débilmente-. ¿Sexo sobre el que no sé nada? -Comenzaba a pensar que quizás fuera una lección, aunque trataba de ser una sabihonda. Su cuerpo estaba ardiendo, cada terminación nerviosa estaba concentrada en él, cada sentido afinado.
– Sí. Así que compórtate. Estás siendo sarcástica.
– Jake. -Él le estaba masajeando las nalgas, alternando entre caricias suaves y rudas, masajeando el tejido profundo. La combinación la hacía débil con necesidad.
– ¿Sí?
– ¿Vas a hacerme esperar mucho antes de tomarme? Porque estoy bastante dispuesta ahora. -Era muy consciente de que él había dicho dos horas de su tiempo. Dos horas iban a ser interminables si él no retomaba el ritmo y se ocupaba de su muy necesitado cuerpo.
Él rió suavemente.
– Muchísimo tiempo.
– ¿Qué si no soy tan receptiva durante mucho tiempo?
– Se supone que no hablas hasta que te haga una pregunta.
Ella movió la cabeza con brusquedad otra vez, los ojos le brillaban.
– ¿De verdad? Pensaba que estaba siendo educada. ¿Cómo puedo aprender si no me permites hacer preguntas?
– Emma.
Ella giró la cabeza para mirarle por encima del hombro, intentando no reír.
– ¿Sí?
– ¿Recuerdas esa azotaina sensual que te conté? Estas a punto de acabar sobre mis rodillas.
Ella ocultó la sonrisa y trató de parecer sumisa. Su cuerpo era tan consciente del de él que podía sentir su respiración en su propia piel, el calor de él irradiando fuera cuando ni siquiera la tocaba.
– Túmbate para mí, cariño, sobre la espalda. Recuéstate sobre mi escritorio, mantén el culo sobre el borde. -La guió justo hasta el borde y entonces le abrió las piernas, tomando un pie y sosteniéndolo sobre un lado y empujando la otra pierna para curvarla y apoyarla del otro lado, así ella estaba extendida como un banquete. El pie resbaló y se golpeó, pateando la madera sumamente pulida.
– Esto es una locura -dijo Emma-. No puedo permanecer en esta posición. Y mejor que tengas todas las puertas cerradas.
Él arremolinó la lengua en el ombligo.
– ¿No quieres que alguien entre y me encuentre devorándote por entero? -Deslizó la palma hacia abajo por la pierna y encontró el pie, lo guió hasta el pequeño lazo de cuero que había atado a su escritorio. Hizo lo mismo con el otro pie, así que ella no tuvo que sostener la postura por sí misma.
Los senos parecían tan tentadores, sobresaliendo hacia él, no pudo resistirse a ahuecarlos en las palmas. El peso suave se sentía como seda caliente. Frotó los pulgares sobre los pezones mientras enterraba la cara a un lado del cuello, mordiendo instintivamente como lo hacía un leopardo.
Ella jadeó, temblando y él lamió las marcas de dientes. Ese ser indomado dentro de ella saltó hacia él, anhelando más, necesitando su toque, incluso su dominación. Ella se sentía tan caliente, tan diferente, pero era correcto, exactamente correcto, como si ella hubiera nacido para él, para complacerle.
Él pellizcó y tironeó de sus pezones, masajeó sus pechos y luego la boca cubrió un montículo suave, amamantándose, un horno caliente y húmedo que fue puro tormento. La matriz se apretó y los músculos interiores se sujetaron con fuerza, necesitando. Ella oyó su propio grito suave, y no sonó como si fuera ella.
Jake levantó la cabeza, los ojos le brillaban con una satisfacción masculina completa, y entonces la agarró de la mano y la deslizó en el lazo que tenía esperando.
– Sostén esto. No lo sueltes. -Le colocó los dedos alrededor del lazo atado al otro lado de su escritorio.
– Has estado pensando en esto durante horas, ¿verdad? -preguntó ella, agarrando el cuero apretadamente-. ¿Bondage, Jake? ¿Es esta mi lección de la semana?
– ¿Horas? -Levantó la ceja-. Semanas. Meses.
Dobló la cabeza y lamió sus pezones otra vez, primero uno y entonces el otro, la boca estaba caliente mientras se amamantaba de ella, tironeando con los dientes, humedeciendo con la lengua mientras ella arqueaba la espalda para empujarse más cerca de su boca. Las caderas corcovearon y ella se retorció, intentando frotar el cuerpo contra el de él, intentando llegar a su pierna o su miembro, algo para aliviar la presión que se construía. Pero los muslos estaban demasiado abiertos, y si permanecía donde él la había colocado, estaba impotente.
– No estás lista para el Bondage todavía, cariño. Puedes salir si empiezas a asustarte o a sentirte incómoda. Nunca quiero que tengas miedo de nada de lo que hagamos. Sólo quiero volverte loca hasta que no puedas pensar en nada más que en mí dentro de ti y en cuando te permitiré tener tu próximo orgasmo. -La sonrisa fue una sonrisita afectada y malvada-. Hasta que me supliques. Suplicar sería apropiado.
Ella se tocó el labio superior con la lengua, jadeando, intentando permanecer calmada cuando todo lo que ella quería hacer era soltar las manos de un tirón y agarrarlo. Intentó un pequeño bufido de mofa, pero ya estaba lo bastante caliente para comenzar el proceso de ruegos.
– ¿Ahora qué vas a hacer?
– ¿Con mi nuevo ornamento de escritorio? -Le lamió el vientre hacia abajo a su montículo-. Trabajaré. Eres una inspiración para mí.
Desnudo, se hundió en la silla y encendió el ordenador portátil. Abriendo un informe, deslizó la mano por el interior del muslo, la masajeó con los dedos mientras leía. Emma jadeó cuando cada terminación nerviosa entró en frenesí. Ella no se había dado cuenta de cómo la espera podía ser tan erótica, o cómo se sentiría al estar extendida a través de su escritorio, el cuerpo abierto, completamente en exhibición para él, mientras Jake fruncía el entrecejo ante su trabajo, le deslizaba los dedos casi distraídamente sobre la piel suave como la seda, subiendo más y más alto hasta que…
Él dejó caer la mano para hacer algo en el teclado. Emma soltó el aliento con una pequeña desilusión. Él no la había tocado realmente, pero nunca había estado más mojada o más preparada para él. Cada punto de su cuerpo se tensaba por su toque. Los senos dolían, la garganta se sentía estirada y necesitada, la boca seca, deseando que él la llenara. Su vagina estaba ardiendo. No se sorprendería si el escritorio estallaba en llamas debajo de ella, y Jake apenas le prestaba atención.
Cerró los ojos, determinada a no permitirle conseguirla. Las yemas de los dedos regresaron otra vez, acariciándole el muslo, subiendo. El pulgar trazó su abertura mojada, círculos ausentes hechos alrededor de la dura protuberancia hasta que gimió y los muslos saltaron en reacción. Él dejó caer la mano y continuó leyendo.
Unos pocos minutos más tarde, los dedos torturadores regresaron, viajando esta vez por la misma ruta, haciendo círculos en el interior de los muslos, acariciando y rozando, y luego los dedos se hundieron en ella. Ella gritó cuando los dedos se retiraron y volvieron, una y otra vez, estirando y excitando, bailando dentro de ella, dando golpecitos en su pequeño y duro brote, enviando rayos de fuego por su cuerpo, pero nunca le daba alivio. Él solo construía la tensión más y más alta hasta que ella estuvo estirada en un potro de placer tan intenso que casi lloraba por la liberación.
Cerca, tan cerca, se estiró hacia el borde, pero bruscamente él retiró la mano y se sentó en su escritorio, lamiendo distraídamente los dedos mientras continuaba leyendo.
– La palabra «bastardo» me viene a la mente -siseó Emma.
– He estado teniendo problemas para concentrarme todo el día, gracias a ti. Creo que mereces una pequeña tortura sensual.
– Jake… -Emma no pudo detener la nota débil de súplica que se arrastró en su voz. Las demandas no iban a funcionar con él, pero, honestamente, ella iba a estallar en llamas. Él había dicho que ella tenía que rogar. Bien, eso no iba a suceder.
Jake apretó un botón y la música inundó el cuarto. Él la ignoró otra vez y ella cerró los ojos, escuchando las llorosas notas, sintiendo cada una de ellas vibrando por su canal que latía. Consideró dejar que la mano se liberara del cuero y vagara hacia abajo para aliviar el dolor que se construía y construía, pero eso sería hacer trampas, y ella no hacía trampas.
Las manos rodearon el muslo y ella sintió el roce de su ensombrecida mandíbula en la piel sensible. Abrió los ojos de repente. La cabeza le acarició con la nariz entre las piernas, la lengua le lamió dentro de los muslos. Los dientes rasparon, haciendo que los músculos se apretaran. Ondas de placer la atormentaron todo el cuerpo y su vaina fue inundada con deseo líquido. El pelo de Jake se deslizó sobre su piel, excitando el interior de los muslos, el montículo y su protuberancia expuesta y endurecida.
Le dio golpecitos con la lengua y ella gritó mientras cada músculo se tensaba y rayos de fuego la atravesaban. La sonrisa de Jake fue malvada, los ojos estaban fundidos en oro, vidriosos, pesados con lujuria. Hundió la cabeza y la apuñaló con la lengua profundamente. Las caderas de Emma corcovearon. Un sollozo escapó cuando se retorció bajo su asalto, tratando de empujarse hacia él. Él mantuvo las manos en los muslos, sujetándola en el escritorio mientras se daba un banquete con ella. Tuvo cuidado de evitar su clítoris hinchado, cuidadoso de mantenerla oscilando en el borde. De vez en cuando golpearía sobre el brote y lo rasparía contra los dientes para que ella gritara y se retorciera.
– Jake. -Su voz fue un gimoteo ahora-. Realmente no lo puedo soportar.
Él presionó besos en su calor suave y húmedo.
– ¿Qué quieres, cariño?
– A ti. Dentro de mí. Sólo déjame… -Corcoveó otra vez cuando la lengua hizo círculos perezosos alrededor y sobre ella. Su cuerpo entero se estremeció. Tan cerca… solo fuera de alcance. Si él la tocara sólo una vez más, ella iría girando al espacio.
Él se puso de pie bruscamente, dejándola jadeante.
– Jake. ¿Qué estás haciendo? -Levantó la cabeza ligeramente para intentar mirarle caminar alrededor del escritorio otra vez-. Vuelve aquí y haz algo antes de que explote en combustión espontánea.
– Creo que no. No estás siendo muy buena. -La mano se deslizó por el vientre para tirar de los pezones, haciendo que Emma siseara entre dientes-. Creo que necesitas esperar.
– ¿No tengo una palabra segura? Porque creo que esto es tortura.
Él rió suavemente y tiró de su cabeza hasta que ella se deslizó un par de centímetros, estirando los brazos y piernas solo un poco para permitir que la cabeza colgara sobre el borde del escritorio. Ella no tenía las manos, ningún equilibrio, la dejaba completamente a su merced.
– Creo que vamos a usar esa boca tuya para algo más que intentar atormentarme. -Le ahuecó la cara y la besó, un beso largo, lento y hambriento.
Se movió detrás de la cabeza, su erección impresionante sobre la cara. El corazón de Emma latió más rápido, los músculos de los muslos se retorcieron con excitación y la boca se le hizo agua ante la vista de él ahí de pie, largo y grueso y tan en llamas para ella. Sabía lo que él estaba haciendo. Reclamarla. Mostrarle a quien pertenecía. Se sentía el control.
Ella había ido de simplemente acompañar su tonta rutina de dominación a desear el placer de Jake ante todo, aún por encima del propio. Lo que fuera que él necesitara, ella quería proporcionárselo. Sin las manos, Emma se dio cuenta de que tenía que trabajar realmente con la comprensión de cómo complacerlo, de darle placer. Y no quería que él olvidara este momento nunca, ni a ella, y lo que podía darle. Cuándo él cambió de posición encima de ella, frotó la cara contra él, por todas partes de él, casi ronroneando como un gato. Ella vio el comienzo de la sorpresa de Jake y éste dejó de intentar tomar el control, y le permitió que le acariciara con la nariz.
Jake estaba asombrado de las sensaciones que estallaban por él ante la sensación de la cara de Emma frotándole el miembro, ante la sensualidad del acto mismo. Estaba asombrado de cuanto le amaba ella, nunca se apartaba bruscamente, nunca giraba la cara. Los ojos se le ablandaban, casi vidriosos, como si dándole placer, ella disfrutara, incluso se deleitara de su juego sensual. Casi se quedó sin respiración cuando ella le tomó en la boca, no hondo, sólo lo bastante para aplicar un calor húmedo y lento y una succión suave. Lo bastante para que la lengua se curvara y le atormentara alrededor y bajo la cabeza en forma de seta donde era más sensible.
Ella le hacía suavizarse por dentro, como si fuera sensiblero, cuando su cuerpo estaba duro como una piedra. Él miró hacia su cara, tenía los ojos medio cerrados, las largas pestañas como dos gruesas medialunas revoloteaban contra la piel, la boca le rendía culto. Le veneraba. Había estado con muchas mujeres y ninguna jamás le había mirado de ese modo. Embelesada con darle placer. Cuidando de llevarlo a otro lugar. Otras mujeres habían caído bajo su dominación y se habían sometido a su voluntad, queriendo su recompensa, queriendo que él les diera placer a ellas. Creyendo que se marcharían con un anillo en sus dedos y una gruesa cuenta bancaria a su disposición.
Ella besó la cabeza ancha y lisa y luego su miembro antes de deslizar la boca sobre él otra vez en un movimiento lento y amoroso que casi le hizo caer de rodillas. Ella chupaba suavemente, la sensación de la boca apretada crepitaba por cada terminación nerviosa que tenía. La boca le abandonó otra vez para poder darle el mismo tratamiento a sus pelotas. Él ya estaba apretado, hirviendo, y ella le acarició con la nariz, le besó y le lamió con ese misma ronroneante vibración que casi le volvió salvaje.
Se estaba derritiendo, maldita sea, volviéndose del revés. Ella estaba tomando control de él otra vez, haciéndole el amor. Sentía la emoción envolviéndose a su alrededor como seda viva, le apretaba, le ordeñaba, se tensaba alrededor del corazón por la manera en que la boca se apretaba alrededor de su polla, estrangulándolo hasta que no pudo respirar por el placer.
La agarró por el largo cabello, envolviéndolo alrededor de sus puños, asustándola. El corazón le latía demasiado rápido, casi estallando en el pecho. Los pulmones le ardían por la falta de aire. Volvió a recuperar el control de la única manera que sabía, asumiéndolo, forzando su conformidad cuando ella se la habría dado libremente, porque si no -si no lo hacía- estaría perdido para siempre. La boca estaba apretada cuando se deslizó más profundamente. Jake empujó las caderas más cerca, echó la cabeza atrás en éxtasis.
– Vamos, cariño, puedes hacerlo. Respira. Tómame más lejos. Adoro la sensación de tu boca y garganta apretándome de este modo. Quieres esto tanto como yo. Esta es una de esas lecciones que es muy importante. Relaja la garganta para mí. -No quería que ella supiera jamás que le había puesto de rodillas con su forma de hacer el amor. No podía permitir que eso sucediera.
Emma no estaba segura de que había sucedido. Un momento estaba disfrutando completamente, amándole, sintiendo su respuesta, y al siguiente él la trataba objetivamente, como si la única razón para vivir de Emma fuera servirle a él. ¿Era esta su única manera de recibir placer? Intentó complacerle, luchando por tomar su grosor, sintiendo la necesidad en él, el placer que estallaba por él. La garganta estaba dolorida por su tamaño y él controlaba cada movimiento, lo que era solo un poco aterrador, pero también vagamente excitante. Los puños estaban apretados a ambos lados de su cabeza, mientras él se deslizaba dentro y fuera de su boca, manteniéndose profundamente unos pocos momentos y luego echándose para atrás lo bastante para que ella pudiera respirar.
El teléfono sonó y Emma se congeló. Jake soltó una mano del pelo y golpeó el altavoz del teléfono antes de agarrar el pelo otra vez y empujar más suavemente esta vez, instando a Emma a continuar.
– ¿Sí? -Su voz fue brusca.
Emma sonrió, aliviada de que él no estuviera tan normal y sin afectar como actuaba. Deliberadamente arremolinó la lengua alrededor de la cabeza acampanada, excitando la cara inferior. Si él podía intentar mantener su mente en su negocio mientras ella yacía desnuda, extendida en su escritorio con su miembro deslizándose eróticamente por la garganta, ella iba a asegurarse de que no fuera fácil para él.
– Ellos han regresado con una contraoferta, señor Bannaconni, una que creo que es realmente emocionante así como conveniente de aceptar. -Dean Hopkins, el director de su negocio de bienes raíces, llamaba una vez más para persuadirle de que vendiera-. Me he tomado la libertad de comenzar a preparar los papeles para que usted sólo tenga que firmarlos.
– No. -La palabra fue abrupta, dura. Jake echó la cabeza atrás y movió las caderas, tan cerca del éxtasis que las orejas le zumbaban.
– Pero, señor Bannaconni, estamos perdiendo dinero todos los meses. Sale a raudales, cubriendo las hipotecas de todas las propiedades que usted ha comprado, y no entra nada. No conseguiremos otra oferta como esta.
– No. -Su voz fue ronca.
Emma aplastó la lengua y acarició, tarareando suavemente cuando Jake se deslizó más profundamente, aumentando la vibración, volviendo a su manera de hacerle el amor. Él dio un suave suspiro de placer y ella se relajó, enfocándose completamente en su erección, haciéndola su mundo entero, un campo de juegos de placer sensual donde nada más le importaba. Utilizó los labios, la lengua y el suave borde de los dientes, utilizó la garganta y la boca, vertiendo su amor en él, alrededor de él, para que el mundo que la rodeaba se desvaneciera e incluso el sonido de su voz fuera llevado muy lejos.
Echó la cabeza más atrás y la posición la hizo ser consciente de la tirantez de sus brazos y piernas, del cuello, y gimió. Ella supo que él lo sintió por la reacción. Lo sintió hincharse más.
– Hemos terminado, Hopkins -siseó Jake y se inclinó bruscamente para dar un puñetazo al botón por teléfono otra vez, desconectándolo. La acción hizo que los músculos de Emma le apretaran con fuerza. Ella no luchó, aunque le debía haber dolido, debía haberla asustado, la pérdida de aliento y completo control. Él no había querido hacerlo. Él se retiró, apenas capaz de respirar, de caminar con su cuerpo lleno y duro, latiendo con necesidad desesperada. Los ojos de Emma le miraron, brillantes joyas de esmeralda, solo miraban y esperaban, nunca condenando, nunca odiando, su cuerpo yacía abierto, preparado y dispuesto para hacer cualquier cosa por él. No por dinero. No por su placer. Simplemente porque ella le amaba.
– Maldita seas, Emma -dijo suavemente, cambiando de posición para situarse entre los muslos extendidos-. Me estás matando lentamente.
– Quizá debería darte una palabra segura, Jake -contestó ella, su voz suave.
– ¿Qué sería? -Le agarró el pie y lo tiró fuera del lazo, envolviendo la pierna alrededor de la cintura y entonces repitiendo la acción con el otro.
– Amor. -Ella le sonrió con esa sonrisa lenta y apacible que le dejaba débil-. Sé que no la utilizarás y podremos continuar así para siempre. Quiero que estés dentro de mí para siempre.
– ¿Qué demonios voy a hacer contigo? -Había una suave desesperación en su voz, una estrangulada nota de amor que raspaba sobre la piel de Jake como la acaricia de los dedos de Emma.
Empujó en su cuerpo, conduciéndose por sus dobleces suaves, necesitando estar profundamente dentro de ella, sentir que le rodeaba, piel con piel, llamas calientes subieron lamiéndole las piernas hasta los muslos, concentrándose en el miembro que los soldaba juntos.
– Permanece conmigo, cariño. Justo conmigo. -Mantuvo un ritmo lento, saboreando su calor, el modo en que se movía dentro de ella, la manera en que sentía ese momento, casi como si sus almas se deslizaran una contra la otra-. Dame tus manos.
Dobló el cuerpo sobre el de ella, y cuando Emma le tendió las manos, él entrelazó los dedos apretadamente con los de ella y le estiró los brazos sobre la cabeza, sosteniéndola bajo él, cubriéndola, cerniéndose sobre ella, introduciendo el cuerpo más profundamente, queriendo tocar su interior tan profundamente como ella le tocaba.
Las caderas de Emma encontraron el ritmo mientras él la montaba, levantándose para encontrar cada empuje duro. Él era grande y podía sentirle golpeando contra la matriz, empujando más profundo, insistiendo en que ella le tomara todo. Y lo hizo. Sin importar cuando le pidiera él, ella le daba más. Esta vez fue él quien necesitó ver en su alma.
– Mírame. -Tenía que saber que estaba allí, verdadero o no. Le importaba un comino lo demás, tenía que ver que ella le mirara con amor en los ojos.
La mirada de Emma se encontró con la suya y él estuvo perdido otra vez. Ahogándose. Lo que fuera que había sido antes de ella se había ido y sólo este hombre -tanto el hombre como el gato; ya no lo sabía- le miraba.
– ¿Quién soy, Emma? -la desafió suavemente-. Quién es el que está dentro de ti tan profundamente que formo parte de ti. ¿Quién soy?
Él se hinchó otra vez, hundiéndose a través de los músculos apretados, sintiendo como se extendía el fuego por su vientre, amenazando con consumirlo. El aliento siseó entre los dientes y sus ojos se vidriaron, pero ella no apartó la mirada. La mantuvo fija en la de él.
– Jake. Eres Jake. El hombre al que amo con cada aliento de mi cuerpo.
– ¿Puedes realmente amar a quién soy, Emma? -Dio otro golpe vertiginoso, viendo como los ojos de Emma se volvían opacos.
– Sí. -Las caderas subieron para encontrarlo.
– ¿Al hombre y al leopardo? ¿La rabia? ¿La dominación? ¿Puedes vivir con eso? -Se estrelló contra ella duramente. Agresivamente. Rasgando a través de la vaina sedosa para golpear duramente contra su matriz.
Ella ni respingó. En vez de eso, le sonrió con esa sonrisa lente y suave que le volvía del revés.
– Amo todo acerca de ti, Jake. Todo. ¿Pero puedes vivir conmigo, con esto? ¿Conmigo amándote? ¿Contigo amándome?
Los ojos de Jake ardieron y la garganta se le cerró. La sostuvo firme bajo él, su cuerpo empujaba dentro y fuera, mientras su sangre cantaba y el fuego se apresuraba desde el vientre al pecho, quemando los pulmones y el corazón hasta consumirlo. Oyó su propio grito ronco. Su nombre. Emma. Su vida. Su mundo. Emma. Eso era todo. Era el todo.
Los músculos de ella le sujetaron, seda cruda, viva con calor, fuego y algo mucho, mucho más. No sabía que le hacía, sólo que cuando estaba profundamente en ella, le llevaba completamente, a algún lugar más allá de lo que había conocido o imaginado jamás. Oyó los suaves gritos de ella, supo que no había vuelta atrás y se dejó ir, entregándose al éxtasis completo que el cuerpo de Emma proporcionaba. Se vació en ella, sintiendo como un orgasmo que hacía temblar la tierra la hacía pedazos, a ella y a él, en ese momento interminable robado al tiempo, ambos eran un solo cuerpo, una sola alma.
Jake permaneció cubriéndola, todavía profundamente dentro, agotado, luchando por aire, su cuerpo saciado y débil, extendido a través del suyo, le enjauló la cabeza con los brazos mientras enterraba la cara en la parte más suave del cuello. Los ojos le ardían, el cuerpo se estremecía. La sostuvo apretada, presionó los labios contra el pulso mientras ella lloraba por él. Si esto era amor, lo que había entre ellos, no tenía la intención de perderlo jamás.
– Jake. -Emma desenmarañó los dedos. La cara mojada de él estaba contra su cuello. Ella le acarició la cabeza, no queriendo hacerle moverse, pero apenas capaz de respirar con su peso apretándola contra la madera del escritorio-. ¿Estás bien?
Él levantó la cabeza, le enmarcó la cara con las manos. Él parecía golpeado y los ojos parecían húmedos, pero ella no podía decir si había lágrimas.
– Te lo juro, Emma, cada vez que estoy dentro de ti, la jodida tierra se mueve. -Bajó la cabeza y la besó. No uno de los usuales besos exigentes, de tomar el control sino un largo, lento y tierno beso que la dejó débil y sacudida.
Jake se deslizó con cuidado fuera de su cuerpo, ayudándola a sentarse en el borde del escritorio. Las manos la estabilizaron cuando ella osciló un poco.
– ¿Puedes ponerte de pie, Emma?
– ¿Jake? -Emma envolvió los brazos alrededor del cuello y le utilizó para levantarse. Se puso de pie, oscilando contra él, atemorizada de que las piernas no la sostuvieran-. La próxima vez, quiero una cama. Hablo en serio. Nada de suelos, ni aire libre, ni escritorios, una cama verdadera.
Él rió suavemente y la abrazó.
– Eso es una promesa.
Ella levantó la cara para otro beso.
– El sexo contigo es una aventura, pero estoy pensando que me estoy volviendo demasiado vieja para ello. Dame un colchón y seré una mujer feliz. -Miró la puerta del cuarto de baño. Pareció estar a kilómetros de distancia-. Vas a tener que llevarme.
– ¿Qué te hace pensar que mis piernas funcionan? -preguntó, enderezándose cuidadosamente. Los ojos dorados le buscaron la cara-. No te hice daño, ¿verdad?
Ella suavizó las líneas de ansiedad de su cara.
– Te dejaré saber cuándo me hagas daño, Jake. -Deslizó los brazos alrededor del cuello y le aferró-. No voy a ninguna parte.
– Deberías, Emma. -Enterró la cara en la caída del sedoso pelo rojo. Ella olía a sexo y esencialmente a Emma. Olía como suya-. ¿Por qué no quieres casarte conmigo inmediatamente?
Emma suspiró, saboreando la sensación de su cuerpo contra el suyo.
– Porque todavía piensas que tienes que atraparme para que me quede, Jake. ¿Cómo vas a creer que te amo y que acepto quién eres si tú no puedes confiar en mí? ¿Si no puedes aceptar quién eres y creer que mereces amor?
Él la columpió en sus brazos, sosteniéndola contra su pecho.
– Tú no tienes su sangre corriendo por tus venas como yo. Es difícil confiar en mí cuando dos monstruos me hicieron.
Ella inclinó el mentón hacia él.
– Sí, tengo mala sangre corriendo por las venas. Mi padre era el sobrino de Trent. Fue a la selva tropical para encontrar una mujer, seducirla, traerla a los Estados Unidos y venderla. Realmente no creo que mi línea de sangre sea mucho mejor que la tuya. Y como Trent estaba muy dispuesto a violarme esa noche, y a mirar a otros violarme, pienso que está tramando algo con tus enemigos.
Le acarició el pelo y se inclinó para depositar besos por la mandíbula y la comisura de la boca.
– Te has hecho a ti mismo, Jake, porque tenías un código y siempre has vivido con él. Eres fuerte y bueno y también lo es esa parte de ti que es tu gato. Los rasgos que no te gustan de ti mismo siempre estarán allí, y como el resto de nosotros que tenemos rasgos indeseables, tendrás que encontrar un modo de vencerlos diariamente. Eso es lo que el resto del mundo hace.
– Haces que la vida parezca buena, Emma, y realmente no lo es. Me necesitas para protegerte de ti misma, de otro modo personas como Trent -como yo- te comerían viva. -La dejó en la ducha grande y embaldosada.
– Siempre que seas tú -estuvo de acuerdo ella y le envolvió en sus brazos.