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Recuerdos más tempranos
SU AMBIENTE era cálido y cómodo. No estaba solo. Podía oír al «otro» dentro de él, cuchicheando, suaves y pequeños gruñidos de ánimo. La necesidad de libertad, la promesa de una vida que ya había vivido un ciclo y había sido increíble. Y entonces vino la presión, los duros empujones, los muros de su capullo se cerraron alrededor de él, ondulando en ondas para echarlo, expulsarlo del calor de su hogar hacia el aire frío y las luces brillantes. De repente los olores lo asaltaron. No podía clasificar todos los diferentes olores, pero el otro podía. Sangre. Gente. Hospital. El «otro» recordaba las esencias aún cuando él no.
Sintió manos en él, sacudiéndolo, empujándolo, un agudo pinchazo, abrió los ojos curioso y miró alrededor de este nuevo ambiente.
– Mi Dios, Ryan, parece una rata pelada. Es tan feo. Es flaco e inútil para nosotros. -La voz estaba resentida, llena de odio.
Comprendió las palabras, o quizá el «otro» lo hacía, pero supo que la mujer hablaba de él. Él parecía una rata. Y ser rata no era bueno, no si esa voz significaba algo.
– Ssh, Cathy -advirtió otra voz-. Alguien lo oirá.
– No podemos llevarlo a casa con nosotros.
– No lo podemos dejar aquí -dijo la voz más profunda.
– De camino a casa, encontraré un contenedor -siseó la voz más alta-. No voy a quedarme con esta cosa fea.
– No seas ridícula, Cathy -dijo Ryan-, no podemos correr el riesgo de que nos atrapen. Lo llevaremos a casa y contrataremos a alguien para que le cuide. Nunca tendrás que verlo otra vez.
– Es tu culpa. Papá me advirtió que no me casara contigo. Dijo que tus genes no eran lo suficientemente fuertes para producir uno de los especiales. No quería quedarme embarazada y tener esa cosa creciendo en mi cuerpo, pero tú insististe en que tenía que llevarlo. Ahora ocúpate tú de él.
– Bien. Lo llamaré Jake como tu abuelo. -Había maldad en la voz de Ryan-. Tu padre nunca ha pensado que yo fuera lo bastante bueno para él, y no querrá que mi cachorro se llame como su padre en vez de como él.
– Llámalo como malditamente desees, sólo mantenlo lejos de mí.
El odio y el aborrecimiento en la voz fría, dieron al niño -recientemente llamado Jake Bannaconni-, escalofríos, pero se negó a llorar.
Dos Años
El zapato filosamente puntiagudo se clavó en el estómago de Jake y le hizo doblarse. Debería haber sido más rápido. Tenía reflejos. El «otro» le advirtió, pero había querido ser sostenido, había ido a buscarla. Ella era su madre después de todo. Las madres en la televisión y fuera de ella jugaban a sostener a sus hijos, pero ella le pateaba duramente, mientras chillaba a Agnes.
– Saca a este mocoso horrible de mi vista. Pequeña rata fea. -Cathy lo levantó por el brazo, lo balanceó en el aire y lo golpeó con su tacón aguja, aplastando el zapato en él una y otra vez, la cara, el vientre, la ingle, los muslos, dondequiera que pudiera aterrizar un golpe en su cuerpo que se retorcía. La rabia y el odio fundidos en su frío rostro.
En el fondo, él sentía algo salvaje desplegarse, y los dedos de la mano se curvaron, al igual que los de los pies. El «otro» le siseó, avisándole. Tómalo. Déjala golpearte. Oculta lo que eres. Ella desea lo que tú eres. Ocúltate. Ocúltate. Él expulsó el fuego que se construía en su vientre y la picazón que le corría bajo la piel.
Las mamis no eran así en la televisión ni en las películas. No había mimos. No había abrazos y besos. Las bofetadas y las patadas eran todo lo que conseguiría de su madre. La miraba en televisión a veces, las fiestas y las recaudaciones de fondos. Parecía tan diferente, sonriendo para las cámaras, adhiriéndose al brazo de Ryan, acariciándole la cara como si le amara mucho, pero a puerta cerrada, había crueldad, odio y engaño mutuos. Con el tiempo, ellos le enseñaron a separar la realidad de la fantasía.
Cinco años
– No podemos mantener a una institutriz o como quieras que llames a esa mujer, que golpea a nuestro hijo. Apagó cigarrillos sobre él -se quejó Ryan-. Hay marcas de quemadura en las manos. Más pronto o más tarde uno de los tutores lo verá e informará.
Jake permanecía quieto, muy quieto. Había perfeccionado el arte de deslizarse en silencio en una habitación y escuchar la conversación. La mayor parte de lo que decían era sobre su cabeza, las discusiones acerca del negocio y la toma de posesión de compañías, pero comprendía la verdad básica que yacía en la base de cada reunión. El dinero era importante. El poder era importante. Ellos lo tenían y él lo necesitaba. Agnes no apagaba cigarrillos en él. Cathy lo hacía. Sus amantes lo hacían a veces, sólo para complacerla. Ella les podía hacer cualquier cosa que quisiera no importaba que cruel o humillante fuera. Los conocía por la vista, el olor y algún día los arruinaría. Dinero. Poder. Eso era lo que ellos tenían y él necesitaba.
– Nadie se preocupa, Ryan -dijo Cathy, molesta con la conversación.
– Alguien verá esas quemaduras y un periodista se enterará. Seremos noticias de primera plana. -Ryan se balanceó alrededor, señalándola con el dedo, endureciendo la voz.
– Te permití hacer lo que quisieras dentro de lo razonable, Cathy, pero no nos arruinarás con tus jueguecitos insensatos.
Cathy apuñaló el cigarrillo en la bandeja.
– ¿De verdad? -Ambas cejas se dispararon hacia arriba. Una expresión astuta le cruzó la cara y el estómago de Jake se apretó-. Quizás conseguiríamos una gran publicidad, Ryan, si lo trabajamos bien. Nuestro pequeño chico golpeado y abusado por un miembro de confianza de nuestra casa. Lágrimas delante de la cámara, yo inclinándome sobre ti, quedamos tan bien en las fotografías juntos. Un primer plano de nuestro niño en el hospital pareciendo frágil. Podríamos explotarlo mucho tiempo. Podría acoger un acontecimiento de caridad para niños golpeados. Abriría más posibilidades, y nos conseguiría alguna gran publicidad.
– Agnes será procesada y encarcelada. Sabe bastante acerca de nosotros.
– No seas estúpido. Si hacemos esto, Agnes tiene que desaparecer.
– Cathy, no puedes estar hablando en serio.
Cathy puso los ojos en blanco.
– Eres un cobarde llorica, Ryan. ¿Piensas que permitiré que ella hable con la policía? ¿O con la prensa? Difícilmente.
Ryan giró la cabeza lentamente, algo fiero y depredador en los ojos. Cathy se tensó y bajó los ojos.
– Tenemos un arreglo muy bueno, cariño, pero quizás necesitas otra lección de respeto a tu marido.
Jake sentía el corazón latiendo fuertemente. Nunca había considerado a su padre peligroso, pero esa mirada, ese pequeño movimiento, ese flexionar de los músculos bajo la apatía aparente, Ryan era tan cruel o aún más que Cathy. Él se había delatado a sí mismo.
Cathy empujó una mano por el pelo.
– No, no, por supuesto que no, cariño. Lo siento. -Ella estaba verdaderamente atemorizada. Jake, oculto como estaba, podía olfatear su temor penetrando en la habitación.
La tensión desapareció de Ryan y forzó una sonrisa, pero los ojos estaban muertos y fríos.
– ¿Cómo vas a evitar que ese crío hable?
Cathy se relajó visiblemente, y, aún en las sombras, Jake sintió el impacto de mal.
– Él no hablará. Puedo garantizar eso. Tengo que planear esto muy cuidadosamente. Necesitamos unas pocas señales de alerta, algunas cosas que podemos tener en el registro que discutimos con los médicos, expresiones de nuestra preocupación, pero que nadie pueda explicar. -Se frotó las manos juntas-. Esto es bueno, Ryan. Quizá esa pequeña rata flaca nos valdrá para algo después de todo.
Instintivamente Jake supo que estaba en problemas. Ya había decidido sobrevivir, golpearlos en su propio juego. Podría ser más fuerte. Había visto cómo hacerlo. Tenía que ser más listo, más rápido y más despiadado que cualquiera de ellos. Aún no podría detenerlos, pero podría aguantar y eso también, lo reforzaría.
Abrió la mano y miró las quemaduras. Había permitido que ella y su amigo apagaran sus cigarrillos en él. Había sido lo bastante rápido para huir, pero no había sido estúpido sobre ello y necesitaba recordar esto un momento, para marcar la ocasión que sabría que podría ser más listo, utilizando su cerebro para derrotarlos. Bajó a su cuarto, y cuando estuvo seguro de estar solo, sacó un cuchillo y lentamente lo atrajo sobre su muslo, haciendo la primera de muchas marcas para demostrarse, para recordarse que había tomado deliberadamente su castigo, que lo había permitido.
Seis años
Jake miró impotentemente como Cathy y Ryan mataban a Agnes. Lo hicieron con un tremendo placer. Y la hirieron durante mucho tiempo antes de matarla. Él estaba atado, y fue forzado a mirar como golpeaban sistemáticamente hasta la muerte a la mujer que lo había educado. Agnes había sido cruel a veces e indiferente otras, pero por lo menos había cuidado de él. Sabía lo que venía después, porque Cathy le había contado lo que le sucedería. Le había sonreído mientras se lo decía.
Jake pasó las siguientes dos semanas en el hospital cuando terminaron de darle la paliza y nunca negó ni una vez las acusaciones contra su antigua niñera. Ella había desaparecido después de golpear despiadadamente a su hijo, declararon Cathy y Ryan.
La policía intentó interrogarlo, pero estaba roto, los huesos e incluso por una vez, su espíritu. Sólo podía estar en la cama impotente, sacudido por el dolor, destruido por la crueldad, permaneciendo absolutamente silencioso, sabiendo que ellos lo matarían si decía algo. No era lo bastante fuerte todavía. Tenía que esforzarse más. Tenía que cavar más profundo. Tenía tanto que aprender y tenía mucho tiempo, tumbado en la cama mientras las costillas y los brazos se curaban, para formular un plan.
Los periodistas vinieron y se fueron. Los médicos y las enfermeras sentían compasión por Cathy mientras ella callada y hermosa lloraba para las cámaras y su audiencia, adhiriéndose a su guapo y adorado marido. Representó su papel, colmando de atenciones al chico insensible, su dinero y su celebridad proporcionó cobertura en el horario de mayor audiencia. Aprovechó cada ventaja posible, dirigiendo sociedades benéficas y organizaciones siempre que podía conseguir titulares y tiempo en televisión. Todos le creyeron, no a causa de la evidencia del cuerpo de Jake, sino a causa del dinero y sus habilidades de actuación. Jake tuvo que admitir que era hipnotizadora. Podía conseguir que casi cualquiera hiciera lo que ella quería. Él necesitaba esas habilidades ahora que sabía con lo que estaba tratando.
Ocho años
Cathy estaba nerviosa y disgustada. Jake Fenton, su abuelo venía para otra visita. Él siempre insistía en hablar a solas con Jake, y a Cathy no le gustaba. Despreciaba a su abuelo y hablaba de intentar matarlo, pero le tenía miedo. El joven Jake no comprendía por qué le tenía miedo. Fenton vivía varios estados lejos en Texas, pero ella siempre vestía bien a Jake y actuaba completamente diferente, como si se preocupara por él delante de su abuelo.
Siseó instrucciones al joven Jake, recordándole que se acordara de sus modales, que se callara y que no contestara a ninguna pregunta sobre Cathy o Ryan, ni acerca de sus vidas privadas. Le amenazó con castigos oscuros si se atrevía a desobedecerla. Jake encontraba todo el asunto de su abuelo bastante interesante. ¿Qué tenía el anciano que asustaba a Cathy? ¿Qué quería ella de él que la hacía parecer tan respetable y dulce?
Fenton nunca se tragó sus mentiras. Sonreía y se hacia el agradable con Cathy y Ryan, pero Jake podía oler el fingimiento que fluía de uno al otro y podía ver el desprecio en la mirada penetrante del anciano. Fenton siempre insistía en hablar a solas con el joven Jake y Jake disfrutaba de las largas conversaciones, pero las repercusiones eran siempre infernales. Cathy y Ryan utilizaban un látigo para golpearlo hasta la sumisión e intentar sacarle cada palabra de la conversación entre el anciano y su hijo. Jake llegó a ser muy experto en inventar historias y en contárselas seriamente, mirándoles directamente a los ojos. Y luego se iría a su cuarto y marcaría su victoria permanentemente en la piel, el dolor limpiando la rabia y la ira del vientre, reemplazándolo con fría resolución.
Diez años
Libros. La inmensa biblioteca de su casa en la que los otros raramente entraban era un tesoro más allá de toda medida. Jake pasaba la mayor parte de su tiempo en la biblioteca leyendo en el refugio tranquilo de la habitación en la que sus padres nunca entraban. Leía cada libro de los estantes, sin importar el tema, su memoria fotográfica absorbía el conocimiento y los detalles y los archivaba para futuras referencias.
Aprendió a permanecer silencioso en el fondo. Se escabullía de Bridget, la última niñera, y caminaba en silencio por la casa, encontrando la ubicación de cada ocupante, se acercaba a furtivamente a ellos hasta que estaba lo bastante cerca para tocarles, pero nunca les permitía saber que estaba cerca.
Descubrió información privilegiada sobre acciones. Ryan era extremadamente inteligente y hábil en conocer las debilidades de otras personas. Jake aprendió mucho observándolo, la pequeña sonrisa que engañaba a los otros, pero que Jake sabía que Ryan estaba preparado para golpear y golpear duro. Descendiente de una familia poderosa con tremendas conexiones bancarias, tanto la pericia de Ryan en el manejo de la diversidad de compañías que poseían y sus conexiones políticas eran muy valiosas.
Las conversaciones de Jake con el abuelo Fenton acerca de acciones, bonos y acerca de los libros financieros que leía en la biblioteca le ayudaron a comprender y asimilar la información que reunía al espiar a su padre.
Hoy, mientras Jake se arrastraba por la casa, encontró a Cathy con su entrenador personal en el cuarto de ejercicios. Raramente utilizaban el equipo tanto como se usaban el uno al otro. Aprendió mucho en ese cuarto y luego exploró aún más el tema con los libros que encontró en la biblioteca y la información en el ordenador. El sexo era simplemente otra arma para ser utilizada, como el dinero para ganar poder. Resolvió aprender todo acerca del sexo para poder ser realmente bueno en ello. No tenía objeto tener un arma a su disposición, a menos que la pudiera esgrimir efectivamente.
Jake comenzó a entrenarse, a utilizar los poderosos músculos que corrían bajo la piel de sus delgados brazos y piernas. Usó cada máquina, estudiando los manuales de ejercicio y DVDS meticulosamente, y siguió las instrucciones, con cuidado de no ser nunca atrapado. Cada día, Jake merodeaba por la casa de su familia, observando, escuchando, leyendo… aprendiendo cada vez más. Todo lo archivaba, todo para un propósito. Un día, cuando el momento fuera correcto, iba a golpear a su padre en su propio juego. Tomaría cada una de sus compañías, las arruinaría financieramente, los expondría al mundo como lo que eran. Se aseguraría que supieran que el niño al que habían golpeado tan a menudo, creyéndole una víctima, era realmente el fuerte, realmente el depredador.
Trece años
Jake estaba de pie muy quieto mientras Josiah Trent, el mejor amigo de su padre y alguna vez socio, andaba alrededor de él, oliendo el aire. En el fondo, el «otro» reaccionó, rugiendo con rabia, arañando a Jake, más cerca de la superficie de lo que jamás había estado, demandando ser puesto en libertad. La piel picó. Los músculos dolieron. La mandíbula y el interior de su boca se sintieron pequeños, como si no hubiera sitio para los dientes, pero aguantó cruelmente, empujando al «otro» a permanecer quieto.
Su mente era fuerte y disciplinada ahora e instintivamente supo que estaba en más peligro de lo que lo había estado antes. Trent buscaba al «otro». Esos ojos agudos y esa nariz protuberante querían encontrar a la bestia que vivía dentro de Jake. La respiración de Cathy era desigual y ansiosa y su cuerpo parecía excitado mientras Trent andaba en círculos alrededor de Jake.
Jake había cometido un error, moviéndose rápido, saltando demasiado alto, mostrando sus emergentes habilidades antes que ocultarlas detrás de la fachada del gusano débil e empollón de libros como su madre siempre lo llamaba. Sabía que no les podía permitir jamás sospechar, pero ahora se había equivocado, habían traído a Trent, esperando que Jake fuera, después de todo, lo que ellos le habían criado para ser. Preferiría morir antes que permitirles saber la verdad. Eso les permitiría ganar.
Apretó los doloridos dientes y aguantó los pinchazos y empujones de Trent. El hombre era un gigante, con músculos poderosos y ojos deslumbrantes. Miraba a todos como si estuvieran debajo de él, especialmente Jake. Hizo un sonido de repugnancia.
– Inútil -pronunció-. Es un inútil, Cathy. Te dije que no te molestaras en tener un niño con ese maravilloso cobarde con el que te casaste.
– Tiene dinero, conexiones y la línea de sangre correcta -siseó-. Y tú no lo hiciste mejor. No he visto que tu hija tenga ningún talento especial.
– Mejor que este repugnante enano -dijo con brusquedad Trent y empujó a Jake-. Por lo menos ella puede producir un cachorro finalmente. Le encontraré el hombre correcto.
Jake se permitió tropezar, el salvaje triunfo casi sacudiéndolo. Josiah Trent lo había despedido, sin sospechar nunca ni una vez que el «otro» rabiaba tan cerca de la superficie. Trent no era tan poderoso como Cathy y Ryan creían que era. Él era otra familia con la línea de sangre «superior», pero no podía oler la verdad más de lo que Cathy y Ryan podían con él viviendo directamente bajo su techo. Fue una lección inmensa. Trent era todo un farol, su comportamiento y el acto de superioridad engañaba incluso a dos personas que Jake veía como poderosas.
– Necesitamos un cambiaformas -dijo Trent-. Un verdadero cambiaformas con la nariz y la astucia para los negocios, no ningún mentecato endeble al que todos pisarán.
Un cambiaformas. Al menos Jake supo lo que ellos eran. Tenía que encontrar el significado, y si un cambiaformas era importante para ellos, tenía que cerciorarse de que nunca sospecharan que él era uno, si lo era. Pasaría cada hora en la biblioteca buscando el significado hasta que supiera exactamente que buscaba. Aprendería acerca de su «otro» y lo que podía hacer, el por qué era tan importante para ellos.
Cathy pasó la mano sugestivamente por el brazo de Trent.
– Quizá deberíamos haberlo intentado juntos. -Su voz era un ronroneo invitador.
Trent la miró de arriba abajo, con desprecio en los ojos, un desprecio que le curvó los labios.
– No si esta es la clase de cachorro que produces. -Bruscamente se giró y se fue a zancadas de la habitación.
Cathy se giró hacia Jake, furiosa de que hubiera presenciado su humillación, furiosa de nuevo de que él no fuera el niño que le habían ordenado crear. Columpió la mano abierta en la cara. Los reflejos hicieron que Jake saltara fuera de su camino. Instantáneamente la cara de Cathy se oscureció. Cathy estaba furiosa y Jake podía oler su odio. El olor fétido penetraba todo su cuerpo junto con su empalagoso perfume. Se había alejado demasiado rápido para dejarla abofetearle la cara, sus reflejos imponiéndose antes de poder pararlos. La mayor parte de las veces permanecía estoicamente quieto bajo su asalto, pero a veces, se traicionaba sin pensar.
Ahora supo que la había enfurecido cuando la había esquivado demasiado rápidamente. Profundamente en su interior, el «otro» se estiró y desenvainó las garras, luchando por la supremacía aún cuando los dos sabían que tenía que permanecer oculto. El «otro» era el premio especial que Cathy había deseado todo el tiempo. Jake estaba seguro de que si ella averiguaba alguna vez lo que estaba en su interior, sería encerrado sin ninguna oportunidad de escapar jamás. Empujó a la bestia hacia abajo, dispuesto a tomar la furia de Cathy, su castigo, para parecer débil y asustado para llevar a cabo su plan. No estaba muy lejos de éxito. Unos pocos años más, mucho más conocimiento y se escaparía.
– ¿Qué dijo él, Cathy? -Ryan dio un paso calladamente en la habitación y el corazón de Jake comenzó a latir fuertemente. Había una mirada en la cara, esa pequeña sonrisa secreta que ahora aterrorizaba a Jake.
– Este enclenque se atrevió a ser irrespetuoso -gruñó Cathy-. Es un inútil para nosotros en todos los aspectos, Ryan.
Jake se encontró siendo arrastrado hacia abajo a su dormitorio en el sótano y atado a un asta donde primero Ryan lo azotó y luego en su furia, Cathy le dio una paliza con la caña gruesa. El «otro» gruñó y luchó por la supremacía hasta que Jake se ahogó tragando los retumbos de su garganta. La piel picaba más que el dolor cegador a través de la espalda y las piernas.
– Suficiente -decretó Ryan finalmente-. Lo matarás y no tenemos a Agnes para culparla esta vez.
Con un último corte vicioso, Cathy tiró la caña y pasó delante de su marido, dejando a Jake hundido, jadeando, incapaz de controlar a la bestia creciente. Deslizando las manos atadas hacia abajo por el asta, logró arrastrar el cuchillo de dentro de la bota, cortar las cuerdas de las muñecas y luego hacerse un corte profundo a través del muslo. Les había permitido golpearlo. Fue su elección, no la de ellos. Él era más grande, más fuerte, más listo, acaba de escoger no mostrarse a ellos. Sollozando, enterró la cara en el colchón, tratando de respirar desesperadamente a través del dolor.
Los músculos se retorcieron. La picazón aumentó como si algo vivo se moviera bajo la piel. Los dedos dolieron, los nudillos latieron. Se miró las manos donde se estaban formando nudos, gruesos y doloridos en el dorso de las manos. Las almohadillas de los dedos dolían. Su cuerpo se inclinó hacia delante y fue hacia el suelo. Se encontró a gatas, la cabeza hacia abajo, la mandíbula dolorida. Los músculos se contrajeron y se acoplaron y una vez más su cuerpo se retorció. La cara se sentía rara, la mandíbula se alargaba, los dientes estallaron en sus encías.
Otro sollozo escapó de su garganta, pero salió un gruñido que retumbó. Un pelaje leonado reventó a través de los poros de la piel, manchas más oscuras se esparcieron por la espalda y las piernas. Los músculos se curvaron bajo el pellejo mientras el cráneo se agrandaba y es espesaba. La ferocidad se alzó en él y reconoció y abrazó el regalo, ya sin temor por aquello. Aceptó a su otra mitad, abriéndose para que el «otro» pudiera consumirle. Pensó que él desaparecería, pero se encontró que no era enteramente humano, no enteramente leopardo, sino una entidad separada enteramente con las características de ambos y la capacidad de utilizar el cerebro y los sentidos del leopardo. Un armazón de músculos de acero corría por su cuerpo y se estiró. Los huesos dolieron y agrietaron su espina dorsal, y luego se convirtieron en flexibles. Su cuerpo estaba dolorido por la paliza, el cambio, pero la fuerza que se vertía en valía cada segundo de dolor.
El leopardo levantó la cabeza y olfateó el aire. Podía oír el cuchicheo de voces, la sangre y el mal, y supo en ese momento que él era diez veces más peligroso que los dos de arriba, que era capaz de matar y que habían creado un monstruo, sin darse nunca cuenta de lo que soltaban con su odio y su crueldad.
Jake volvió a cambiar, cayendo desnudo al suelo, la espalda chillaba de dolor, lágrimas calientes le fluían por la cara, sollozando por ese pequeño chico que debía haber sido y nunca sería. Atemorizado de en lo que se había convertido y en lo que quizás sería. Se levantó y agarró el colchón, atravesándolo con los dedos, dejando finas lágrimas por las garras agudas como navajas.
Quince años
– Es bueno verte, Jake -dijo Jake Fenton y extendió la mano.
La sonrisa fue verdadera. Su bisabuelo estaba realmente feliz de verlo. Las mentiras tenían un olor distintivo que Jake había aprendido a reconocer. Jake Fenton mentía cuando sonreía a Cathy o Ryan, pero siempre buscaba al joven Jake y se sentó para conversar con él. A Jake verdaderamente le gustaba y de una manera que daba miedo. El anciano era la única persona amable con él, o que siempre parecía preocuparse. Y Jake olfateó la muerte en él. No quería preocuparse por Fenton, no se fiaba de la preocupación. No confiaba en nadie, pero no podía evitarlo. Le gustaba el anciano. Disfrutaba de de sus breves momentos juntos aunque siempre significara una paliza severa después de que se fuera.
Fenton frunció el entrecejo y giró la mano de Jake, examinando sus brazos antes de que Jake pudiera soltarse.
– ¿Qué demonios te ha sucedido? ¿Cómo has conseguido todas estas cicatrices, desde la última vez que te visité? Y no digas que eres torpe, Jake. No eres torpe. -Los ojos del anciano eran sagaces.
Jake miró alrededor para cerciorarse de que estaban solos. No debería haberse preocupado. Habría podido captar el olor de sus enemigos que hubieran estado cerca. Cathy despreciaba al anciano y Ryan nunca estaba cerca de él. Había un placer secreto en saber que su bisabuelo sólo venía a visitarlo a él. Fenton vivía en Texas y no le gustaba realmente Chicago, pero de vez en cuando hacía un viaje para ver a Jake.
Fue Fenton quien insistió en los mejores tutores y fue Fenton quien le habló abiertamente acerca de acciones y bonos. Insistió en que Jake aprendiera idiomas desde muy pequeño y hablaba en una variedad de idiomas extranjeros a Jake, explicándole que para hacer comercio en otros países, uno tenía que conocer las costumbres y los idiomas. Le habló de su tierra y cómo supo que había petróleo en ella, pero habían sido incapaces de encontrarlo. Cathy y Ryan se burlaron de él, llamándolo la Locura de Fenton, pero Jake adoraba oír el entusiasmo en la voz del anciano cuando hablaba de encontrar el inmenso recurso algún día. Fenton no estaba tan interesado en el dinero como lo estaba realmente en la emoción de encontrar nuevas reservas. Y eso le decía a Jake que Cathy y Ryan estaban equivocados acerca del anciano -él no había tirado su dinero, tenía tanto que no necesitaba más.
– ¿Jake, las cicatrices? ¿Es ese hijo de puta sin valor de Ryan? ¿O mi nieta? Ella tiene un rayo de crueldad. Nunca creí esa niñera te golpeara. No puedo imaginarme a Cathy no sabiendo todo lo que pasa en su casa.
– Olvídalo, abuelo -Jake dijo calladamente, su mirada encontrando la de Fenton-. Me las arreglo.
El anciano sacudió la cabeza y se dejó caer en una silla, echando una mirada alrededor de la biblioteca, su mirada vagando de libro en libro. Jake ya había aprendido el valor del silencio y esperó mientras Fenton tomaba obviamente una decisión. Cuándo levantó la mirada hacia Jake, mostró cada uno de sus ochenta y siete años.
– ¿Has oído a alguien hablar de las gente leopardo?
El corazón de Jake saltó, y no contestó en seguida, atemorizado de una trampa. Podía oler mentiras y se le ocurrió que su bisabuelo quizás también podía.
– Cuéntame.
– Nunca debes revelar nada de lo que estoy a punto de decirte. A nadie. Especialmente no a tus padres ni a los Trents.
Jake se quedó sin respiración, el corazón le latía fuertemente. Esto era. Este era el momento de aprender, de llegar a ser más poderoso.
– Lo prometo.
Fenton se inclinó hacia delante y bajó la voz.
– La gente leopardo no son un mito más que el petróleo en mi propiedad lo es. Sé que el petróleo está allí aunque yo no lo pueda encontrar así como sé que hay cambiaformas en nuestra línea de sangre aunque yo no pueda cambiar. He encontrado a un cambiaformas verdadero una vez. Son una especie separada, no completamente humano más no completamente animal tampoco. Son ambos.
Jake se humedeció los labios. ¿Sabía el anciano sobre él? ¿Sospechaba? ¿Estaba intentando engañarlo? Jake apretó los labios para guardar silencio, pero el corazón se le aceleró mientras su bisabuelo le miraba agudamente.
– Hay unos pocos cambiaformas en la selva tropical de Borneo, hombres y mujeres que viven con honor, que mantiene las viejas maneras. Encuéntralos, Jake, aprende de ellos. Ellos son fieles a su naturaleza, no corruptos, ni seres retorcidos como nuestra línea de sangre produce. -Suspiró pesadamente-. Es culpa de mi abuelo. Raptó a una mujer de la selva y la forzó a casarse con él. En aquella época, las mujeres no tenían muchos derechos y nadie la ayudó. Él había descubierto el secreto y supo que con los rasgos de la especie, podríamos ganar riqueza y poder. Y lo deseaba. Fue ambicioso y lo deseó. -Dejó caer la cabeza, pasándose la mano por la cara-. Nuestra línea de sangre lleva el paradigma de la crueldad. Tú no quieres vivir como ellos. Debes tener cuidado de permanecer decente. Los genes son fuertes en ti y con ellos viene la responsabilidad.
Jake sentía su vientre anudarse apretadamente en protesta.
– Tengo que ser lo que sea para huir de ellos.
Fenton suspiró y se recostó en su silla.
– ¿Has estudiado alguna vez la reproducción? La cría de algo, ganado, perros, lo que sea. Puedes criar rasgos buenos o malos en una línea. Tienes que tener cuidado, vigilar lo que puedes hacer o acabas con sangre muy mala. Los leopardos son criaturas astutas. Cazas a un leopardo en tierra virgen y serán uno de los pocos depredadores que rodearán para acechar y matar a su cazador. Pueden ser crueles, violentos y malhumorados. Pero también son astutos, agudos, e inteligentes. Estúdialos, Jake, y entonces tendrás una idea de lo que plantea la genética de los cambiaformas con cualquiera de nosotros. No tenemos que cambiar para sentir los efectos.
– ¿Realmente no puedes cambiar? -preguntó Jake. Mantuvo los ojos caídos, la cara inmóvil, atemorizado de mostrar su entusiasmo-. Sé que has dicho que no puedes, pero sabes tanto.
El anciano negó con la cabeza.
– Realmente no puedo. El leopardo está ahí dentro de mí. Lo alcanzo, pero cambiar me elude. Viajé a la salva tropical cuando encontré los diarios de mi abuelo guardados y encontré a algunas de las personas. No son como nosotros. Somos abominaciones en comparación. Cathy, mi propia nieta, es una enferma, un ser retorcido, enormemente cruel, y sé que soy responsable. Me casé con una mujer para llevar más allá la línea de sangre. No hagas eso. No continúes este experimento. Es peligroso y las personas que creamos son peligrosas.
– Como yo -dijo Jake calladamente.
Fenton le miró fijamente en él.
– Tú sabes cómo son detrás de las puertas cerradas, pero me dejaste aquí con ellos -acusó Jake, expresando la razón por la que no se fiaba del anciano-. Ellos habrían permitido que me fuera.
– Nunca. Habrían luchado para mantenerte porque tienen que presentar una cierta imagen al mundo exterior.
– Me odian.
– Te temen.
La mirada dorada de Jake saltó a la cara de su bisabuelo y ardió allí, un foco fijo mientras el corazón latía. Era verdad. Ellos le temían. Y deberían, porque algún día él iba a ser más fuerte, más rápido, más listo, y mucho, mucho más cruel de lo que ellos jamás habían soñado jamás, e iba a despedazar su mundo.
Dieciocho años
Jake Fenton estaba muerto y el joven Jake se sentía como si fuera el único de luto por el hombre. Cathy y Ryan no se habían molestado en ir al funeral, sino que se sentaron en la oficina del abogado, esperando optimistamente una herencia, aunque ambos hubieran especulado fuertemente que Fenton había agotado cada centavo al adquirir más y más tierra sin valor. Cuándo las noticias llegaron, Ryan y Cathy estuvieron y complacidos. Fenton poseía varias compañías y aún más acciones. Heredaron dos compañías constructoras al completo y entre los dos lo que parecía que era la mayoría de acciones de una cadena de hoteles de lujo.
Al joven Jake le fueron dadas tres compañías, una planta mediocre de plásticos que apenas mantenía la cabeza por encima de agua, una compañía llamada Uni-Diversified Holding y una corporación que era una sociedad matriz de varios negocios más pequeños. También heredó la Locura de Fenton, la cual era una inmensa región de tierra en Texas que nadie quería, dos granjas de maíz y varias otras regiones que parecían ser zona pantanosa en otros estados. Las acciones estaban a su nombre así como una considerable herencia en metálico, aunque Cathy y Ryan recibieron la mayoría del dinero.
El abogado pasó a explicar que había un par de condiciones absolutas que tenían que ser dichas. Nadie podía impugnar el testamento o perderían sus porciones inmediatamente. Cathy y Ryan no podrían heredar de Jake aunque muriera, ni él podría venderles jamás o darles nada de lo de Fenton. Si moría antes de cumplir cincuenta años y no tenía ningún hijo, la tierra, el dinero y las acciones serían puestos en fideicomiso para una lista de organizaciones de caridad y se llevaría a cabo una investigación inmediata sobre la muerte de Jake. En ese momento, dos cartas que Jake Fenton escribió serían abiertas y ayudarían a los investigadores.
El joven Jake notó que Cathy parecía bastante pálida, pero ella no dijo una palabra. La tensión en la habitación era palpable. Habían perdido a su chico golpeado. Tenía un lugar al que ir, dinero, y era mayor de edad. Había poco que pudieran hacer acerca de ello. Fenton les había engañado. Sin una palabra hacia él, sus enemigos dejaron la oficina del abogado.
Jake se quedó, aceptando la carta que Fenton había dejado detallando cuidadosamente sus planes de futuro para sus campos de maíz y cómo quería usarlos para plástico. Había detallado planes de trabajo de la empresa para la compañía pequeña de plásticos. Y había otra cosa. Uni-Diversified Holding tenía suficientes acciones para que emparejadas con las acciones personales de Jake, éste llegara a ser el accionista mayoritario en las compañías que sus padres poseían.
La corporación era un paraguas para varios negocios extranjeros que demostraban estar surgiendo como negocios fuertemente lucrativos. Jake era instantáneamente multimillonario y estaba bien encaminado hacia su primer billón.
Diecinueve Años
Jake encontró que el rancho de Texas era una especie de paraíso. El leopardo podía correr libre por los numerosos árboles y el follaje salvaje que había crecido bajo el estímulo de su bisabuelo. La casa era enorme, una mansión incluso para los estándares de Texas con una biblioteca que la mayoría de las ciudades envidiarían. Continuó sus estudios de idiomas así como de negocios, empleando a sus propios tutores, estudiando cada compañía que poseía y escuchando con cuidado a esos que Fenton había confiado en controlar.
Salía cada noche a correr en su forma de leopardo, los acres de tierra protegían sus secretos de los intrusos. Por primera vez probó libertad y olió: petróleo. El olor era fuerte bajo la tierra en numerosos lugares y supo, cuando les dijo a los taladradores donde cavar, que encontrarían el oro negro.
Jake no estaba contento que otros manejaran su negocio. Estudió los planes de su abuelo para cada negocio y donde esperaba tomar las compañías en los años venideros. Encontró que si asistía a las reuniones de la junta de administración su capacidad de olfatear las mentiras y el temor le venían de la mano. Muy rápidamente, Jake se hizo un nombre como un hombre al que tener en cuenta. Raramente hablaba, principalmente escuchaba, pero cuando quería algo hecho, nada le impedía el paso.
Su desarrollada personalidad magnética y su capacidad de hipnotizar a los individuos pronto le permitieron conseguir acceso a toda clase de información que pudiera desear. Cuando no podía rodear algo, podía comprar algo para atravesarlo. Encontró que era irresistible para las mujeres y lo fomentó, cerciorándose de que conocía cada forma de mantener a una mujer deseándolo, dispuesta a hacer algo por él.
Veintitrés
El primer pozo de petróleo golpeó inmediatamente. Al mismo tiempo su aventura en los plásticos despegó haciéndole un inmenso jugador en la industria. Si alguien le subestimaba a causa de su edad, rápidamente revistaban su opinión. Era despiadado y calculador y no tenía miedo de hacer enemigos, aunque era cuidadoso de cultivar amistades y alianzas.
Continuó con la tradición de su bisabuelo de adquirir tierra, siempre inspeccionando toda la superficie primero, utilizando a su leopardo para olfatear petróleo o gas natural. Adquirió grandes regiones en Dakota del Norte donde sospechaba que había petróleo y millas de tierra en los Apalaches donde olfateó reservas de gas natural. Importaba poco que todos a su alrededor pensaran que hacía malas inversiones, él sabía que el petróleo y el gas estaban ahí para descubrirlos y cuando el tiempo fuera correcto, los encontraría.
Amplió el rancho, adquiriendo más y más tierra para dar a su leopardo un santuario. Corría cada noche como un leopardo, necesitando la liberación, encontrando que se sentía enjaulado. Siempre estudiaba, construyendo su banco de conocimientos, siempre hacia el mismo fin. Poder. Dinero. Llegar a ser tan fuerte que nadie pudiera hacer de él una víctima jamás otra vez. Esperar el momento oportuno para eliminar a sus enemigos.
Veinticinco
– Hola Alice -dijo Jake suavemente, demasiado suavemente.
Ella jadeó y giró alrededor. Su secretaria. Una puta espía. Olió a su padre por todas partes sobre ella. Ella estaba sentada ante su escritorio, intentando entrar en su ordenador. Lo había sabido en el momento en que la había contratado, el hedor de Ryan impregnaba su cuerpo.
– Necesitaba conseguir el archivo de Kalwaski -dijo ella apresuradamente, la cara roja en llamas-. Usted pidió los informes y accidentalmente arruine mi copia.
– ¿Y no pensaste en llamarme? -Olisqueó el aire, olfateando la mentira. Había sido más que cuidadoso de no darle nada dañino ni importante. No se fiaba de nadie y ella era relativamente nueva. Ahora había probado que apoyaba el campamento enemigo como él había sospechado. La acechó alrededor del escritorio.
Alice intentó apretar el botón del encendido para apagar el ordenador, pero él fue más rápido, y mucho más fuerte.
– Chica mala, mala, Alice. El espionaje industrial es un negocio desagradable y peligroso.
Ella se echó a llorar y se tiró hacia adelante, hacia sus brazos, bajando las manos por el pecho a la cremallera de sus pantalones.
– Haré lo que desee.
Él le abofeteó las manos alejándolas, repugnado.
– Estoy seguro de que lo harías. Las de tu clase generalmente lo hacen, pero no me tientas en lo más mínimo, no con el hedor de otro hombre por todas partes.
Ella se puso blanca, los ojos se abrieron con horror.
– ¿Qué va a hacer?
Él sabía que parecía un asesino. Se sentía asesino. No por ella, ella era un peón, manipulada por un maestro. Ryan y Cathy utilizaban el sexo para controlar a otros, y la verdad, él no estaba por encima haciendo eso por sí mismo, pero no con ella, no con alguien tan engañoso y bajo el pulgar de su padre. No, había otras maneras.
– Voy a entregarte a la policía -dejó que lo asimilara.
Su sollozar se hizo más fuerte. El tiempo se extendió mientras Alice llegaba a estar más desesperada.
– Por favor, señor Bannaconni, por favor no haga eso. Lo siento. Realmente lo siento. Su padre…
– Ryan, o Bannaconni, pero nunca mi padre -interrumpió, su voz un látigo despiadado.
Ella se estremeció visiblemente.
– No podía decir que no.
Sabía cómo su padre hipnotizaba a la gente, especialmente a las mujeres, utilizando una combinación de sexo y crueldad para mantenerlas hipnotizadas. No, ella probablemente nunca pudo decir no. Ryan era sagaz y astuto, un tiburón con una cara guapa y abundancia de dinero. La pequeña secretaria de Jake habría sido arrollada por sus atenciones. Habría hecho cualquier cosa por él.
– Supongo que no podrías haberlo hecho -murmuró.
Alice se desplomó en una silla.
– Nunca he hecho nada como esto antes en mi vida, señor Bannaconni. Juro que no, y no lo haré nunca más.
Eso olía como verdad.
– Ryan manipula a mujeres -dijo Jake suavemente, levantándole el mentón para que ella le mirara a los ojos. La miró fijamente sin parpadear, centrándose en ella completamente, dejando caer su voz a una nota baja y tranquilizadora-. Caza a jóvenes mujeres vulnerables, muchas, utilizando el sexo para conseguir lo que quiere.
Ella se enjugó las lágrimas que le bajaban por la cara.
– Está casado, me dijo que nunca la podría dejar, pero era tan infeliz.
– Por supuesto que lo hizo. Les dice todo eso. Y entonces consigue que espíen para él.
– ¿A su propio hijo?
– No reivindicamos la relación. -Apoyó la cadera contra el escritorio-. Quizá deberías pasarle información.
– Señor Bannaconni -jadeó Alice, sacudiendo la cabeza-. Lo siento. De verdad.
Golpeó el escritorio con el dedo como si considerara la idea.
– Sé que lo estás. No voy a demandarte, pero quizás podamos encontrar un modo de salvar tu trabajo y también tu reputación. Quizá podamos alimentar a Ryan con unas pocas cosas que no nos dañarán y que lo satisfarán. Aunque -la miró severamente-, quizás quieras dejar de dormir con él y pedir una buena suma de dinero en su lugar.
Permitió que una pequeña sonrisa tocara su boca. Alice nunca advirtió que no alcanzaba los ojos. Ella fue la primera de muchos de tales reclutas.
Veintiocho
Jake hizo su primer viaje a la selva tropical de Borneo para encontrar su herencia. La selva tropical lo abrumó, una amante seductora, atrayéndolo con misterio y promesa. Nunca esperó sentir la paz, ni el consuelo, pero la red de ramas de árbol en el dosel formaban una carretera donde podía correr y perfeccionar sus habilidades como leopardo. Los árboles competían por cada pulgada de espacio. El suelo estaba sorprendentemente abierto, las vides y las flores colgaban de todas las ramas de los árboles y pájaros de brillantes colores estaban en movimiento constante.
Allí en el bosque apenas podía contener la ferocidad que rabiaba dentro de él. El cambio barrió por él antes de tener una oportunidad de pensar, el animal peligroso estalló libre, estirando los músculos y saltando a las ramas sobre la cabeza. Las bandas de luz se vertieron como oro desde el cielo a través de los árboles iluminando el follaje y las jaulas de raíces. No había silencio en la selva como pensó al principio. La selva tropical estaba viva de sonidos, con susurros, gorjeos y llamadas en voz alta. Las otras criaturas sabían que él estaba allí, un extranjero que andaba en su tierra y casi inmediatamente se unió a los guardianes del bosque.
La gente leopardo era reservada y territorial, pero lo reconocieron como uno de los suyos. Uno de ellos, un hombre denominado Drake Donovan, que había sido herido recientemente y andaba con la ayuda de muletas, le vigiló. Jake no se engañaba con que fuera amistad. Drake era un hombre poderosamente formado, como los otros, llevando la mayor parte de su fuerza en el pecho, los hombros y los brazos; tenía ojos penetrantes que podían mirar a través de un hombre y juzgarlo. Jake no quería que viera su alma. Drake no la encontraría como la de los otros en la aldea. Él estaba defectuoso, un niño formado y moldeado en un monstruo.
Tuvo mucho tiempo desde que perfeccionó el arte de la subyugación, y aplastó su personalidad dominante para ganar el conocimiento que necesitaba de los demás. La gente leopardo tenía un código por el que vivían, incluso con sus rasgos animales arraigados tan profundo. A pesar de sí mismo, Jake encontró que los admiraba. Tenían genios rápidos y podían ser muy celosos, hasta tal punto que Jake raramente vio a alguno de sus niños o hembras, pero también eran hombres que arriesgaban sus vidas para rescatar a víctimas secuestradas en las vías navegables y los devolvían a salvo a sus casas.
Jake se encontró que era reacio a marcharse. Quería establecer lazos con la comunidad para al final, ayudar a financiar su causa, vertiendo su dinero en su red de negocios, reforzando sus capacidades para comprar armas modernas y suministros médicos muy necesitados. El dinero era lo único que tenía para ofrecer y estaba más que dispuesto a participar con él para mantener la puerta abierta para su regreso.
Treinta
Él lo tenía todo y él no tenía nada. Nada. Todo lo que quería estaba finalmente en su lugar. Podía derribar las compañías de sus enemigos, venderlas pedazo a pedazo y hacer otra fortuna. Jake se sentó en su jet privado y echó una mirada a los lujos que su dinero había comprado y supo que nada tenía valor. Estaba solo. Siempre estaría solo. Podría tener a casi cualquier mujer que deseara, pero no deseaba a ninguna, no permanentemente. Su vida estaba vacía. Sí. ¿Podría vengar su niñez y podría arruinar a sus enemigos, pero una vez que lograra ese objetivo, qué habría para él? Absolutamente nada. Como lo que tenía ahora.
El tirón de la selva tropical era irresistible y Jake se encontró que incluso corriendo cada noche por su rancho en Texas, se había convertido en insomne. Pasaba la mayor parte de la noche trabajando en su oficina o paseando por los suelos de su casa después de correr libre. Sabía que necesitaba algo más en su vida, pero no sabía que e incluso si lo supiera, no sabía cómo conseguir las cosas de las que había hablado con Drake Donovon, así que aquí estaba, de vuelta en Borneo para hablar con un total extraño acerca de lo que realmente significaba la vida.
Hizo un viaje Amazonas abajo, hacia el interior y en el momento en que dio un paso fuera del barco inhaló profundamente. Ya los animales y pájaros anunciaban su presencia a los otros, pero… había algo malo.
Jake tiró la mochila y echó a correr a lo más profundo del bosque, saltando por encima de troncos caídos, evitando vides y flores que se envolvían en los árboles. Se desnudó mientras corría, como había aprendido con muchos años de práctica. Los músculos se movieron como acero fundido, fluyendo bajo la piel, la fiera ya escapándose. Deseaba los otros sentidos, les dio la bienvenida, abrazando el cambio mientras pateaba los zapatos y se detenía para quitarse los pantalones.
Su cuerpo se dobló, los huesos y los nervios golpearon, alargándose, cambiando hasta que su «otro» explotó libre, yendo a cuatro patas, todavía corriendo, la adrenalina y alegría se vertieron en él. La tentación de permanecer en su forma de leopardo era tremenda. No tenía que preocuparse por la vida o sus decisiones ni por qué clase de monstruo era. Sólo tenía que correr libre y dirigirse a una existencia sencilla y llena rodeada por la belleza del bosque. Podía perderse en el «otro».
El olor de sangre, humo y la muerte le asaltaron las narices mientras corría, los pelos del bigote eran antenas de radar, rebotándole información para que el cerebro se inundara con estímulos. Drake Donovon. Si había temor, no venía de Drake. Sólo desafío, furia, rabia derramándose de él y llenando la noche a su alrededor. Sonidos de risas burlonas, puños duros golpeando carne, sangre fresca explotando en el aire para que el bosque arrojara más chillidos de alarma.
Jake corrió por la carretera de bosque, arriba en los árboles, ignorando a los monos que chillaban y el grito de los pájaros. Tosió una vez, dos veces, advirtiendo a Drake de su llegada. En su vida, Jake nunca había estado allí para nadie. Luchaba sus propias batallas y nunca pedía ni esperaba ayuda. No había tenido amigos y no confiaba en ningún otro ser. Drake le había dado información, pero no le había ofrecido amistad, ni Jake lo habría aceptado, pero Jake no vaciló en que el leopardo se apresurara hacia los tres hombres armados.
Uno estaba de pie sobre la forma sangrienta de Drake, golpeándolo metódicamente con una caña gruesa.
– ¿Dónde están? ¡Dime donde están!
El hombre pateó le pierna herida de Drake y por primera vez Drake chilló. Algo feo y profundo se liberó en Jake y se lanzó hacia el agresor de Drake, yendo instintivamente a matar, rastrillando con garras agudas a la yugular mientras golpeaba al hombre derribándolo.
El arma se disparó, besando el hombro del leopardo, pero Jake ya estaba en movimiento, tan fluido como el agua, utilizando el cadáver como trampolín para tomar al segundo hombre de lado, hundiendo los dientes profundamente en la garganta. El tercer hombre tropezó hacia atrás mientras otro leopardo se apresuraba por los árboles. Un tercero aterrizó en la espalda, cortando y rompiendo.
Jake cambió a su forma humana y se arrodilló al lado de Drake, pasando la mano sobre su dañado y sangriento cuerpo. Por primera vez supo que alguien además de sí mismo le importaba, pero todavía no comprendía por qué, sólo que estaba agradecido por ser capaz de sentir.