173270.fb2 Fuego Salvaje - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 4

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Capítulo 3

– HOY cumplo treinta y tres años, Emma -anunció Jake mientras entraba en su habitación del hospital. Colocó los artículos que le había traído de su apartamento en la mesita cercana a su cama. Había esperado deliberadamente tres días antes de visitarla, aunque se aseguró de que ella oyera su voz en el vestíbulo. Chelsey había expresado su preocupación varias veces porque Emma no comía y parecía muy disgustada.

La mirada de Emma saltó a su cara, los dedos se aferraban a la sábana que la cubría.

– Es una cosa tremenda tener mi edad y tener un bebé al que no sé cómo cuidar. He estudiado toda clase de cosas y hablo varios idiomas, pero nunca pensé en aprender cómo cambiar los pañales de un bebé. Lo van a soltar en pocos días y entonces ¿qué voy a hacer?

Jake recogió su cepillo y cruzó el cuarto a su lado.

– Me pareces un poco pálida. ¿Todavía te están dando la medicina contra el dolor?

Emma se humedeció los labios secos, atrayendo su atención a la boca. Él buscó en el bolsillo y sacó el protector labial, esperando que lo tomara.

– Encontré esto en tu cuarto de baño y me figuré que quizás lo quisieras.

Emma tomó el tubo, los dedos le acariciaron la palma. Ella estaba temblando. Esperó a que se recubriera los labios agrietados antes de hablar otra vez.

– ¿Puedes levantarte o necesitas que te ayude a hacerlo?

Emma parecía asustada, frunciéndole el entrecejo.

– ¿Por qué?

– Voy a cepillarte el pelo. Probablemente no soy mejor en eso que cambiando pañales, pero quizás te haga sentirte humana otra vez. -Jake vertió autoridad en su voz, actuando de forma muy práctica, como si cepillara el pelo todos los días.

Ella tragó y echó una mirada alrededor un poco impotentemente, como si no supiera exactamente qué hacer. Él no le dio opción y se estiró a través de la cama para levantar suavemente su cuerpo hasta una posición sentada antes de deslizarse detrás de ella y sentarse el mismo en la cama. Le envolvió las caderas con los muslos. Una sensación de familiaridad inolvidable se derramó sobre él, como si hubiera hecho esto un millón de veces. Deslizó los dedos en la masa de pelo enredado y eso se sintió también familiar.

Jake respiró y atrajo el olor de ella a los pulmones, la mujer, que perteneció a otro hombre, que quería mantener para él mismo, que quería robar.

– ¿Emma? -Su voz tomó un tono curioso-. ¿Estás bien? -Dejó caer las manos sobre sus hombros.

Emma sacudió la cabeza.

– Dime. -Le pasó el cepillo por el largo cabello, con cuidado de no tirar. Nunca había cepillado el pelo de una mujer en su vida, pero se sentía como si lo hubiera hecho. Instintivamente sostuvo los mechones sedosos encima de los nudos para que no le tiraran del cuero cabelludo mientras la cepillaba. Sabía que ella tenía un cuero cabelludo sensible, y por un momento la oyó como le explicaba riéndose, como si hubiera hablado en voz alta, que los rizos la hacían sensible. Ellos nunca habían hablado sobre cepillar el pelo, pero el recuerdo estaba en su mente, claro y vívido.

Emma sintió las manos en el cabello y cerró los ojos, dándose cuenta de que le había estado esperando, necesitándole, necesitando su fuerza. Le molestaba que necesitara a alguien, y estaba avergonzada de que pareciera que no pudiera arreglárselas sola. No podía salir de la cama, no podía encarar su apartamento sin Andy, y ahora… El pecho le dolía. El corazón se sentía tan pesado que tenía miedo de estrangularse con la necesidad de aire.

– Emma. -Su voz tenía un borde, una orden-. Dime.

– El médico ha dicho que el bebé está en peligro y que tengo que estar en reposo en cama.

Allí. Ella lo había dicho en voz alta. Finalmente encaraba las terribles noticias porque él estaba allí. Un completo extraño. ¿Por qué le había estado esperando? Había estado enojada y herida porque se había ausentado tanto tiempo. Apenas había sido consciente de los médicos y las enfermeras que se movían constantemente a su alrededor, intentando ser alegres, pero había sido agudamente consciente de él cada vez que había estado en el pasillo, fuera de la guardería infantil, mirando a su bebé. Y había oído por casualidad a las enfermeras cotillear indefinidamente acerca de cuán sexy y caliente era él.

Ella ya no quería llorar. Ni siquiera estaba segura de si podría. Todo el día, toda la noche, todo en lo que podía pensar era en Andy, le echaba de menos, rezaba porque hubiera muerto rápidamente, sin dolor. Ahora ella estaba aterrorizada de perder a su hijo, de no tener forma de cuidarse a sí misma o al bebé. No tenía a nadie que la ayudara. Estaba completa y totalmente sola en el mundo.

– ¿Qué dicen ellos que está mal?

Su voz era tranquila y el sonido la calmó. Las manos se movían a través de su pelo con el tirón del cepillo y de algún modo ese movimiento la tranquilizaba. Tomó un trago de aire y encontró que podía pensar mejor con él cerca de ella.

– Tengo algunas heridas internas y piensan que mi cuerpo no retendrá al bebé mientras crece. Tendré que hacer reposo absoluto en cama hasta el cuarto mes.

El cepillo le acarició el pelo unos pocas veces más antes de que él lo dejara y dividiera el pelo en tres mechones.

– Podemos conseguir una segunda opinión, Emma. Traer volando a alguien. Si él está de acuerdo, entonces tú harás lo que sea necesario.

– ¿Cómo? -Ella giró para mirarlo sobre su hombro-. No tengo a Andy para ayudarme. Me han operado la pierna; no puedo andar, no puedo trabajar. No tengo ningún indicio de qué hacer. -Detestaba sonar tan patética.

Él le tiró del pelo hasta que ella giró, hundiendo los hombros.

– Haremos lo que estamos haciendo ahora. Ayudarnos el uno al otro. Tengo dinero y una gran casa si lo necesitas.

Ella se tensó.

– No necesito una limosna. -Aunque la necesitaba. Eso es lo que era tan humillante. Estaba prácticamente rogando a un extraño que le resolviera la vida. Sabía que lo estaba haciendo, pero no podía detenerse, no con este hombre. ¿Quién era él? ¿Por qué se sentía tan familiar y fuerte?

Se cubrió la cara con una mano. Él había sufrido una pérdida también. Shaina. El nombre sabía amargo en su boca. Shaina y su amigo borracho habían matado a Andy. Extraño, podía ver dolor en los ojos de Jake a veces pero nunca lo sentía, mientras que corría por sus venas con pena, llevándola a una marea de dolor tan fuerte que tenía miedo de no poder sentir felicidad nunca más.

– Sabes que será un arreglo -dijo Jake-. Tendrás mucho dinero. Puedo conseguir que mis abogados sigan trabajando en ello para ti. Una vez que tengas eso, no tendrás que preocuparte por el dinero durante un tiempo. Habría abundante cuidados para ti y el bebé.

– Dinero manchado de sangre. El dinero no puede reemplazar a Andrew. -Dio un tirón hacia adelante, lejos del consuelo de su toque.

Las manos de Jake se apretaron en su pelo, tirándole del cuero cabelludo, y ella dio un pequeño grito.

– Cálmate. No es conmigo con quien estás enfadada -señaló Jake-. Y cualquiera que sea la razón, el dinero ayudará con el bebé. Y vas a necesitarlo, así que si no te importa, me encargaré de ese pequeño detalle por ti hasta que puedas ponerte de acuerdo con ello.

– Lo que sea.

Su voz era baja, pero el triunfo se disparó por Jake ante su aceptación de ayuda. Quería llevarse la pena, una parte de él estaba asombrada y satisfecha de que ella pudiera sentir realmente pena. Él había estado disgustado con la muerte de su bisabuelo, pero ni la mitad de disgustado de lo que ella estaba por la de su marido. Le fascinaba que fuera capaz de amar a alguien tan profundamente que su vida estuviera rota en pedazos cuando él se fuera. Aunque lo intentaba, Jake no podía sentir pena por la muerte de Shaina.

Se encontró no gustándole ese lado de él, esa fría, impasible parte que se aprovecharía de una mujer tan genuina como Emma. Por la poca información que había recogido del personal del hospital y del apartamento, había descubierto que Emma era una mujer independiente, con opiniones fuertes y un sentido de la diversión. Pero en este momento parecía vulnerable y frágil, abrumada por la pena y la pérdida. A él, las duras realidades de su mundo hacía mucho tiempo le habían enseñado, que nadie podía ser tan genuino, pero aunque seguía pensando que encontraría una manera de cogerla en falta, no había sido capaz. Si fuera una actriz, merecía un Oscar.

Bajo sus manos la sintió tensarse, ponerse en alerta, girando la cabeza hacia la puerta.

– El bebé está llorando -dijo-. ¿Puedes traerlo aquí?

Jake frunció el entrecejo. Él tenía la capacidad de oír y clasificar sonidos debido a su «otro», y reconocía instantáneamente el llanto de su hijo. Él era leopardo, su cerebro registraba automáticamente sonidos y conversaciones, revisando los datos y registrando hechos a su alrededor, pero Emma había oído el llanto e instintivamente se había girado hacia este antes de que hubiera sido registrado por él.

Sintió el pecho repentinamente pesado, y en sus oídos, la sangre tronó. Su madre nunca había respondido ni una vez a sus lloros, no cuando había sido un bebé, y ciertamente no cuando había sido pequeño. Esta mujer, esta extraña, tenía más consideración para su hijo que Jake. Sintió vergüenza, culpa y confusión, algo que sucedía mucho en su presencia.

– Si eso es lo que deseas -murmuró, deslizándose de la cama, lejos de su calor.

– Sí, por favor.

¿Cómo podía alguien que había sufrido tales pérdidas, quién se estaba tambaleando por tantos golpes, responder al hijo de la mujer que había causado el accidente? Jake no podía encontrarle sentido. En algunas maneras ella lo asustaba, algo muy difícil de hacer. Jake no tenía miedo al dolor o a mucho de nada, realmente, pero Emma le sacudía en lugares que él no había sabido que existían. No confiaba en nadie, menos de todo en nadie que no comprendiera.

Cuando llevó con cautela el chico al cuarto de Emma, trató de averiguar qué posible punto de vista podría tener ella aparte de genuino calor. Él tenía un motivo para traerle al niño. La quería en su vida, amándole a él y al chico. Si pudiera utilizar su interés en el niño para atraparla y llevarla a casa con él, lo haría. ¿Pero cuál era el interés de ella? Ciertamente no él como macho. Infiernos, ni siquiera parecía advertir que él fuera un hombre. Ni su dinero. Nada. Él simplemente no le interesaba.

Cuándo abrió la puerta, la mirada de ella saltó hasta su cara y él revisó su opinión. Había algo entre ellos -fuerza, poder. Él la hipnotizaba. Era vulnerable y necesitaba que alguien más se hiciera cargo de ella hasta que pudiera encarar su vida sin Andrew. Ella veía la fuerza y el poder de su leopardo, el acero en Jake, y porque necesitaba esas cualidades, él la atraía y eso era un comienzo.

La mirada de Emma vagó al bebé que él sostenía con torpeza, fuera y lejos de su cuerpo. Él le dirigió una pequeña y desconcertada sonrisa.

– Necesita que lo cambien. Intenté que lo hicieran las enfermeras, pero dijeron que necesitaba practicar. Es espantoso sostener a un bebé que se menea en la palma de la mano.

– Esa no es la manera correcta de sostenerlo, Jake -aconsejó ella suavemente-. Tienes que mantener su cuerpo cerca del tuyo para que se sienta seguro.

– Está mojado. -Jake hizo muecas.

– Él es el bebé, no tú. Ponlo en la cama para que puedas cambiarle.

Jake no podía ponerle el pañal ni para salvar su vida. Dejó al chico en la cama al lado de Emma mientras trabajaba, todos pulgares, para conseguir que el pañal no se cayera. En el momento en que levantó al niño, la cubierta resbaló y cayó a la cama. El bebé gimió en protesta, agitando los pequeños brazos en el aire mientras Jake se pasaba las manos por el pelo y respiraba con dificultad.

– No lo estás haciendo bien. -La voz de Emma estaba matizada con diversión.

Jake sintió el triunfo explotar por él, pero mantuvo un ceño agitado e impotente en la cara.

– Puedo ver eso -admitió, rechinando los dientes-. Aquí parece haber algún secreto que me elude. -Mantuvo una mano en el estómago del bebé para evitar que cayera por el borde de la cama y miró a Emma.

Cuanto más fuerte lloraba el bebé y más se retorcía, más color pareció venirle a la pálida cara. Jake podía ver que se estaba angustiando mirando su aparente torpeza.

Se inclinó hacia el bebé.

– Permíteme.

Jake se permitió hundirse en la cama al lado de ella.

– No sé si debes estar moviéndote tanto.

– Es sólo mi pierna -dijo Emma. Respingó cuando trató de mover el miembro herido bajo las mantas, estirándose para incorporarse.

Jake suspiró.

– Aquí. Toma al chico mojado y yo moveré la pierna por ti.

Él descargó prácticamente al bebé en sus brazos, el pañal vibrador y todo, antes de estirarse bajo las mantas y medio levantándola, la empujó a una posición más cómoda.

– ¿Qué tal así?

Emma asintió sin contestarle, bajando la mirada a la cara del bebé. Se parecía a su padre. Sus ojos. No el color azul borroso de la mayoría de los recién nacidos, sino más bien unos formales ojos dorados que no sonreían. Era esto lo que la molestaba acerca de Jake. Su voz era expresiva, y a veces su boca sonreía o frunció el entrecejo, pero no había emoción en sus ojos. Y había poco en los ojos de su hijo. Como si el chico ya hubiera sufrido demasiado dolor y pena. Ella sabía sobre eso y no quería que el niño empezara su vida en la tristeza.

– Todo está bien, pequeño -murmuró suavemente-. Nadie va a herirte jamás.

La cabeza de Jake dio un tirón.

– No le prometas eso. No le cuentes mentiras. -Su voz fue dura, y se estiró hacia el niño, sacándolo de los brazos de ella.

Emma estudió su cara. Había algo allí. Finalmente. Verdadera emoción. En sus ojos. Un oscuro y retorcido dolor que ella vislumbró brevemente antes de que él parpadeara y se fuera, como si nunca hubiera existido. Profundo. Malvado. Brillando con amenaza. Haciendo que su corazón latiera con terror. Jake Bannaconni era un hombre muy peligroso.

Jake bajó la mirada el pequeño chico que se retorcía entre sus manos y por primera vez realmente lo vio. El chico tenía sus ojos y un salvaje mechón de pelo oscuro. Había inteligencia en esos ojos oro viejo, tanta que Jake se encontró pasando los dedos sobre las manos del chico, buscando la evidencia de algo excepcional bajo la piel suave del bebé. Los huesos diminutos se sentían perfectos, aunque parecieran los de un pájaro. El bebé dejó de llorar para mirarle con esos ojos de gato impasibles.

– La gente miente -dijo bruscamente-. Haré cuanto pueda para protegerte, pero no se puede confiar en las personas.

– Jake. -La voz de Emma fue suave con compasión-. Él no necesita que le enseñen eso en este momento. Sólo necesita sentirse seguro y a salvo, que le cambien los pañales y alimento en la barriguita. Sobre todo necesita estar rodeado de amor.

El vientre de Jake se anudó ante esa palabra. Todos reclamaban amar todo y a todos, pero en realidad todo era acerca de lo que podían conseguir. Por lo menos él era honesto consigo mismo. Deseaba que Emma le mirara del modo en que había mirado a Andrew. Estaba dispuesto a utilizar cualquier arma de su vasto arsenal para conseguir lo que quería. Miró a su hijo, sabiendo que justo en ese momento el niño era su mejor elección, mejor aún que el dinero.

Jake forzó una sonrisa mientras colocaba al niño directamente frente a Emma.

– ¿Quién sabría que cambiar pañales podía ser tan difícil? -Le entregó el pañal-. Le he llamado Kyle -agregó.

– ¿Es un nombre de la familia? -preguntó Emma.

– No -respondió brevemente, respiró e intentó suavizarlo-. No, me gustaba el nombre.

Los parpados de Emma revolotearon.

– Bien, es un hermoso nombre. -Puso el dedo en la mano diminuta del bebé y Kyle cerró instantáneamente la mano alrededor de ella-. Él es hermoso.

– Sí, lo es. -Jake miró realmente a su hijo, una pequeña maravilla. La diminuta y perfecta cara, las piernas pateando con tal fuerza. Antes, había pensado en él como algo meneándose y colorado, pero ahora tomó nota de las características del chico, los ojos felinos, la boca inclinada y el mechón de pelo oscuro. Se encontró sonriendo-. Realmente lo es, ¿verdad? Pero tan pequeño, me asusta. -Había algo de verdad en eso también-. Nunca he sostenido a un bebé, ni he sido dejado solo como responsable de uno. Me siento torpe.

Emma encajó con cuidado el pañal y miró como Jake trataba con torpeza de coger al chico. Otra vez lo sostuvo lejos de su cuerpo.

– Las enfermeras dicen que tengo que aprender a alimentarlo, pero a él no le gusta el modo en que lo hago y no está comiendo mucho -Jake admitió en voz baja, como si le afligiera admitir que no podía hacer algo perfectamente-. Puedo encontrar petróleo en suelos donde nadie sospecha que está allí, pero no puedo alimentar ni cambiarle el pañal a un bebé.

Él se pasó la mano a través de la frente.

Emma extendió los brazos.

– Déjame mostrarte.

Jake contuvo la respiración mientras Emma tomaba a Kyle en sus brazos, sosteniéndolo contra sus senos. Le envolvió, rodeándolo con su calor y la blandura de su cuerpo.

– Tú tienes que sostener a un bebé muy cerca para que se sientan seguro. -Sonrió a la carita levantada-. Dame la botella y te mostraré cómo alimentarlo. -Tendió la mano.

Jake puso una mano bajo el trasero del bebé.

– No le dejes caer. -Recordó las innumerables caídas al suelo, la sensación de un zapato golpeando su cuerpo, la punta de una bota en el estómago. No había pensado en ello durante años. Él no era padre -seguro como el infierno que no sabía lo que hacía- pero ningún niño suyo iba a ser lanzado al duro suelo.

– No voy a dejarlo caer -aseguró ella.

Jake vaciló, estudiándole la cara. Ella parecía tan malditamente genuina, pero nadie era realmente como ella. Nadie. Mirándola de cerca, le entregó el pequeño biberón, inclinando la cabeza para ver cómo tentaba la boca del bebé hasta que éste la abrió. Inmediatamente empezó a mamar. Kyle no giró la cabeza de un lado a otro como había hecho antes cuando la enfermera había intentado mostrarle a Jake que hacer. Jake había estado impaciente y molesto, sintiendo como si estuviera perdiendo el tiempo. Mirar a Emma con Kyle le hizo sentirse diferente.

– ¿Emma, recuerdas que sucedió?

La mirada de ella fue a su cara rápidamente y los brazos se apretaron alrededor del bebé. Asintió.

– No cómo sucedió, sólo a ti manteniéndome abajo y el fuego a nuestro alrededor. -Tragó con dificultad, los ojos brillaban con lágrimas-. Andy…

Él la abrazó como si ella perteneciera allí… con él.

– Lo sé, Emma. Lo siento. No pude sacarle. Era demasiado tarde.

– No te culpes. -Ella alzó la mirada hacia él otra vez y los ojos parecieron dos piscinas profundas. Por un momento él pensó que caía hacia delante-. ¿Sufrió?

Los dedos de Jake fueron a la nuca, masajeando la tensión en un esfuerzo de aliviarla.

– No. Murió inmediatamente. Nunca sintió el fuego.

Ella se mordió con fuerza el labio y miró fijamente a la cara de Kyle.

– ¿Las personas en el otro coche? Las dos murieron, ¿verdad? -Tragó visiblemente, tratando de recordar todo lo que tenía en la cabeza-. ¿Los conocías a ambos?

Jake se estiró y tomó la manita Kyle.

– Su madre murió, así como el conductor. Los médicos me entregaron a mi hijo y salvaron su vida. Tuve suerte de que pudieran sacar al bebé a tiempo.

– Siento mucho lo de tu mujer.

– No estábamos casados -admitió Jake en voz baja.

Otra vez la mirada de ella fue a su cara.

– Lo siento -dijo otra vez. Concentró su atención en Kyle, acunándolo cerca de ella, bajando la cabeza para ocultar la cara.

Jake se dio cuenta de que ella se sentía mal por él, que las lágrimas que brillaban en sus ojos eran por él, por Kyle -no por ella misma. Esta era su ventaja para permitirle pensar que había estado loco por Shaina- que sentía la misma pena por perder un ser amado que ella. Les daba otro vínculo. Consideró dejarla creerlo, pero algo en su interior, algo fuerte, se derramó sobre él, negándose a permitirse mentirle sobre eso. Ni por omisión.

– Emma -dijo Jake suavemente y esperó hasta que ella alzara la mirada-. No amaba a Shaina. No tengo las mismas emociones que tú. -Quizá realmente quería advertirle. Todas las ventajas estaban de su lado. Quizá había un mínimo de honradez en él y creía que ella lo merecía. O, que Dios le ayudara, Drake Donovan, su medio-amigo y consejero ahora a tiempo parcial, con su constante conjunto de reglas y charlas sobre el honor, le estaba llegando. Lo que fuera, Jake sabía que tenía que contarle la verdad.

– La despreciaba. Se quedó deliberadamente embarazada para chantajearme con el matrimonio. Y entonces cuando no funcionó, bebió y tomó drogas mientras estuvo embarazada. Tuve que tener a alguien vigilándola todo el tiempo. Vine aquí para llevarla de vuelta a mi rancho, para mantener al bebé a salvo hasta que naciera. Tú perdiste a alguien a quien amabas. Shaina era… -Como yo. No podía obligarse a decirlo y dejó que las palabras se desvanecieran.

Emma le miró fijamente a la cara, los ojos de par en par e impasibles, concentrados completamente en él, así que él se quedó inmóvil, sintiéndose amenazado, sintiéndose como si ella pudiera ver completamente su alma, al monstruo frío que vivía allí, esperando golpear. Ella sacudió la cabeza lentamente.

– No como tú. -Como si él hubiera dicho las palabras en voz alta y ella las hubiera oído-. Tú no eres quién crees que eres.

Él sabía exactamente quién y qué era. Nunca malgastaba tiempo tratando de blanquear su carácter. Había abrazado al monstruo frío, negándose a caer víctima otra vez. Sería más fuerte, más astuto, más rápido, más despiadado, que cada enemigo que tenía. Y nunca sería vulnerable otra vez -no ante nadie. Ellos se encontrarían ante enemigo implacable que lanzaba puñetazos y no tenía misericordia cuando les golpeaba- a ninguno de ellos. Y esta joven y frágil mujer que miraba el mundo a través de unas gafas de cristal rosa, iba a pertenecerle y él la iba a tomar, tanto si ella quería como si no. No, él era exactamente como sus enemigos, sólo que peor.

Se alejó de la cama, lejos de su atenta mirada. Él era el que tenía el control, no ella. Él no caía presa de su dulzor, ni del modo en que ella le hacía sentirse culpable. Él controlaba a todos en su mundo. No necesitaba a otros. Ellos le necesitaban. Ella no iba a darle la vuelta mirando dentro de su alma y viendo algo que él mantenía oculto del mundo.

Vulnerable. Por un momento ella le hizo sentirse así, como si pudiera herirle, como si tuviera algún poder sobre él que no comprendía. Jake rechazó el sentimiento inmediatamente. Él nunca sería vulnerable otra vez. Ni tampoco su hijo. Miró al bebé en los brazos de ella. No deseaba ni amaba al niño, pero iba a hacer lo correcto por él. Vería que Kyle tuviera todas las ventajas, y mirando al bebé en brazos de Emma, supo que esta mujer era la única que deseaba para su hijo.

Al infierno con todo. Tenía un plan y lo iba a llevar a cabo. Emma y su hijo se beneficiarían. Jake sería justo con ello. Finalmente ella le amaría, incluso si él no pudiera amarla a su vez. Infierno, incluso él podría serle fiel si tenía que hacerlo. Le daría un hogar, Kyle tendría a alguien que sería bueno con él, y ella sería bien cuidada. Estaba seguro de que podría satisfacerla en la cama y enseñarle a satisfacer sus necesidades. Funcionaría para ambos, para todos. Aplastó cualquier humanidad que todavía yaciera dentro de él y endureció el corazón.

Se haría cargo de ella. Un pequeño pedazo a la vez, comenzando aquí, comenzando ahora, justo del modo en que perseguía a las compañías que deseaba. Estudiando a su presa, valorando las debilidades y las vulnerabilidades. Emma necesitaba una casa y dinero mientras estuviera embarazada. Sus abogados serían los únicos que trabajarían en un arreglo, y al igual que los contratos para negocios podían extraviarse, «perderse» o sobornarse, sus abogados podrían demorar cada procedimiento para asegurarse de que ella le necesitaba. Sí, era un bastardo, frío, cruel y calculador, pero se permitió soltar el anzuelo al recordarse que la cuidaría bien, como hacía con todas sus posesiones.

Y no te equivoques, Emma Reynolds. Serás mi posesión.

Emma no sería diferente de Kyle. Él vería todo por ellos y se mantendría emocionalmente lejano. Nadie jamás tomaría lo que él poseía.

Mientras alimentaba al bebé, Emma miró a Jake paseándose por toda el cuarto. Los ojos le brillaban con un poder que la aterrorizaba y la intrigaba. Su cuerpo se movía con una gracia fluida que sugería peligro. Ella sabía que estaba hipnotizada por su fuerza y confianza, por su arrogancia, pero había algo que la eludía, algo sobre él que le era tan familiar que la atraía más que su necesidad de que alguien se hiciera cargo. Y en este momento a ella no le importaba mucho vivir, sólo salvar a su bebé. Si Jake Bannaconni quería encargarse, ella iba a permitírselo -por lo menos un rato.

Él no la conocía, sólo sabía que era joven, y estaba perdida e impotente en este momento. Una vez que pudiera pensar sin que doliera, sin estar tan atemorizada de respirar, estaría bien. Actualmente, no podía tomar decisiones y estar segura de lo que estaba haciendo. Jake parecía saber exactamente que hacía. Y tanto si él se consideraba a sí mismo como un buen hombre o no, una parte de ella se estiraba hacia él, queriendo -no, necesitado- hacer lo que le había pedido. Quería alcanzar más allá del vacío en sus ojos y la vacuidad de su expresión y ver quién era él realmente. Y eso nunca había sucedido antes, ni con su amado Andrew.

Ella besó a Kyle en la frente y se inclinó para cuchichearle en la oreja.

– Todo estará bien. Ya lo verás. No tengas miedo. -Porque ella estaba allí y necesitaba al bebé para enfocar su atención, para darle algo a lo que adherirse. Miró a la cara de Jake y captó una insinuación de satisfacción allí. Lo archivó. Él quería atarla a su hijo. Quizá temía llevar al niño a casa el mismo, y no podía culparle, aunque se rumoreaba que tenía bastante dinero para contratar a un ejército de enfermeras. Cualquiera que fuera su razón, a ella no le importaba realmente, no ahora mismo.

– ¿Cuánto tiempo falta para que Kyle pueda regresar a casa contigo? -preguntó Emma, acariciando con la nariz la cabeza del bebé.

– Los médicos dicen que unos pocos días más. Quieren que engorde un poquito. ¿Qué dicen de ti?

Ella se encogió de hombros.

– Más o menos la misma cosa.

– ¿Tienes alguna familia?

Emma supo instintivamente que él ya tenía la respuesta, pero por alguna razón quería forzarla a admitir la verdad en voz alta.

– No.

En el momento en que lo dijo, comprendió. La dejaba sin nada -sin nadie- y eso la sacudió aún más. Alzó la mirada, intentando ver más allá de su pena porque alguien la cuidara, se estaba poniendo en manos de un completo extraño.

– ¿Estás bien con Kyle? Llamaré a mis abogados para que comiencen otra vez con los arreglos con la compañía de seguros por ti. Y necesito asegurarme de que tengo médicos haciendo cola para cuidarte a ti y a Kyle una vez estemos en casa. ¿Vendrás con nosotros, verdad, Emma? Porque honestamente, realmente necesito tu ayuda.

– ¿Dónde queda tu casa? -Su voz tembló un poco.

– Tengo un rancho en Texas. Poseo propiedades en bastantes lugares, pero el rancho es mi casa principal y donde me gustaría que te quedaras. Puedo contratar ayuda mientras estás en reposo en cama para cuidar de Kyle.

Ella sacudió la cabeza.

– No quiero que gastes tu dinero en mí.

Él encogió los hombros anchos.

– Creo que tengo suficiente para cuidarte sin preocuparme demasiado por pasar hambre.

Ella conocía el nombre Bannaconni. Había oído los cuchicheos por el hospital. Los jet privados, coches exóticos, hombres apresurándose para traerle papeles para firmar y rumores de una nueva ala para el hospital y mucho equipo de última generación.

– Simplemente porque tengas dinero no significa que las personas deban aprovecharse de ti. -Ella sacudió la cabeza-. No quiero eso.

Entonces era la única en el planeta. ¿Era ella realmente demasiado buena para ser verdad? Todos querían algo. Los dedos le picaron por sacudirla. Necesitaba encontrar a un investigador privado para averiguar todo lo que pudiera sobre la pequeña señora Reynolds. Cuanta más información tuviera de ella, mejor equipado estaría para controlarla.

– No te estarás aprovechando de mí. Si lo prefieres, podemos llevar la cuenta de cualquier gasto que contraiga y me puedes pagar cuando establezcamos un arreglo. Aunque no quiero que te engañes. El rancho está muy recluido, muy remoto. No tenemos ni animamos a muchos visitantes, aunque tengo peones que trabajan regularmente para mí y viven en la propiedad, así que no estarás sola cuando tenga que irme de negocios. Podemos conseguir también una ama de llaves temporal para hacerte compañía. Si quieres el trabajo cuando estés más fuerte, cuidando de la casa, de Kyle y de tu bebé, entonces por supuesto lo puedes tener.

Ella frunció el entrecejo y acarició con la nariz al bebé otra vez.

– ¿Me estás ofreciendo un trabajo como ama de llaves, para cuidar de tu casa y tu hijo?

Él se encogió de hombros.

– No sé nada sobre bebés, ni qué hacer con ellos. Tú puedes cambiarle el pañal, lo cual ya te sitúa un paso adelante de mí.

– Jake -dijo Emma suavemente-, no puede estar tan desesperado como para contratar a una perfecta extraña para cuidar de tu hijo. No quiero discutir sobre el trabajo, pero…

– Y una casa -agregó él.

– Y una casa -estuvo de acuerdo ella-, especialmente cuando estoy en una situación tan mala. Pero no me conoces. ¿Cómo puedes fiarte de mí con tu niño?

– No lo hago.

Las palabras suavemente dichas fueron pronunciadas con completa honradez. Emma levantó la cabeza con brusquedad y su mirada chocó con la de él. Un escalofrío le bajó por la espina dorsal.

– Voy a contratar a un investigador privado. Y te advertiré, no quiero ver jamás, ni oír ni encontrar evidencia de abuso físico, psicológico ni emocional hacia mi hijo. Destruiría a cualquiera que le hiciera daño.

Por primera vez, ella sonrió, una verdadera sonrisa. Fue pequeña, pero estuvo allí.

– Por lo menos tienes algo de sentido.

– Sabía que contrataría a alguien. Necesito a una ama de llaves y a alguien para cuidar a Kyle. Si eso funciona después de que tengas al bebé y disfrutas de Texas, entonces lo resolveremos. Para entonces probablemente tendrás más dinero que yo y no querrás quedarte. -Se encogió de hombros, con cuidado de no permitir ninguna expresión en la cara.

Ella no tendría ninguna oportunidad de escapar una vez que la tuviera en el rancho. Encontraría la manera de mantenerla allí. Incluso si ella no se enamoraba de él al principio, estaba Kyle. Y luego se cercioraría de que el hijo de ella estuviera loco por él. Y el punto clave era el sexo. Sexo caliente y exigente. Si había una cosa en la que era malditamente bueno, era en el sexo y en su habilidad por hacer que una mujer viniera arrastrándose por más.

Jake permitió que su mirada se moviera sobre ella. Emma era hermosa de un modo salvaje y exótico. No la elegante sofisticación a la que estaba acostumbrado, pero ciertamente ella parecía sexy con sus inusuales ojos y su piel perfecta. La boca era materia de fantasías. Tenía absoluta confianza en sí mismo cuando se trataba de atarla a él con sexo. Incluso Shaina, que últimamente lo despreciaba, había seguido regresando, rogando por más.

El sexo era su última arma sobre una mujer como Emma. Ella era dulce e inocente y muy joven a pesar de haber estado casada y experimentar una pérdida trágica. Había brillo en ella, y una pureza que la hacía presa fácil para un cazador hábil, y él era hábil. Antes del atardecer lo sabría todo acerca de ella, inclusive sus flores predilectas, color predilecto, y cada deseo oscuro, secreto y oculto.

– Yo no puedo contratar a un detective para investigarte -indicó Emma-. Así que apenas parece justo.

Él la agarró por el mentón, la almohadilla del pulgar se deslizó por sus labios.

– Necesitas más crema hidratante. El labio inferior se está agrietando. Y puedes leer todo sobre mí en los tabloides. ¿Te gustaría que te trajera unas pocas revistas? La mayor parte de las tonterías son puras sandeces, pero quizás hay una palabra o dos de verdad en ellas.

– Tentador. Muy tentador. La lectura y los chismes creíbles son para mí.

Él tomó el protector labial de la mesita de noche y pasó el índice por encima, aplicándolo a la boca adolorida.

– Kyle duerme. ¿Cómo lo haces? Cuándo yo le sostengo después de comer, se retuerce y generalmente escupe por todas partes. -Lo dijo más para distraerla que por averiguar la información. No tenía la intención de alimentar al niño, sólo se permitiría sostenerlo después de que comiera, pero no podría imaginarse que ella le permitiera salir impune por aplicarle el bálsamo labial.

Jake la quería acostumbrada a su toque. Tenía siete meses, quizá aún más, después de que su bebé naciera, para que se acostumbrara a su cercana proximidad. No la quería pensando en ello, o siendo consciente de él hasta que fuera demasiado tarde. Se aseguraría de que el toque no pareciera sexual, sólo confortante. Cuanto más aceptara ella su toque y se acostumbrara a él, más dependería de él, más fácil sería tomar el control de su vida. Le enseñaría a aceptarle sin que ella supiera que estaba sucediendo. Cuando estuviera lista para aceptar otra relación, su vida estaría apretadamente e irrevocablemente atada a la de él.

– Te lo he dicho -la voz suave de Emma sonó débilmente divertida-. La barriguita estará molesta y nunca se dormirá si lo sostienes lejos de tu cuerpo. Tienes que sostenerle cerca de ti, arriba contra tu pecho. -Los ojos se le suavizaron y fueron más verdes que azules-. ¿Tienes miedo de sostenerle cerca?

Si fuera posible, él quizás se habría ruborizado de un rojo intenso. Quiso sacudirla otra vez. Él no tenía miedo. El niño era simplemente pequeño. Jake era enormemente fuerte. Si cerraba los dedos demasiado apretadamente, quizás hiriera al bebé… eso era todo. No era temor. Él no tenía miedo a nada.

Emma extendió los brazos hacia Jake, tendiéndole al bebé. Jake dejó salir el aliento y se estiró hacia el chico, pensando en salir, en entregarlo a una enfermera.

– No te vayas todavía -dijo Emma y tocó la cama al lado de ella mientras se deslizaba hacia atrás, respingando cuando movió la pierna herida-. Quédate conmigo sólo un poco para que no me ponga paranoica acerca de ir contigo a Texas.

Él raramente permanecía con alguien más tiempo del absolutamente necesario, y Emma estaba bajo su piel con los ojos atormentados y la frágil vulnerabilidad. Además, su hijo dormía pacíficamente en la palma de la mano. Si se sentaba en la cama, estaría atrapado por ellos, por su vulnerabilidad y necesidad de protección. La ferocidad en él se revolvía cada vez que se acercaba a Emma, alzándose como la criatura indomada que era, reconociéndola de alguna misteriosa manera que él no comprendía o en la que no confiaba. Jurando para sí, se hundió al lado de la pequeña y rota mujer.

Ella empujó sus brazos, forzándole a llevar a Kyle más cerca del pecho para que el niño yaciera apretadamente contra su corazón.

– Así. Los bebés a veces tienen la sensación de caer y lanzan fuera los brazos, asustados. Cuándo la manta está apretada alrededor de ellos o están cerca de tu cuerpo, se sienten seguros. Él puede oír el latido de tu corazón y sentir tu calor. -Alzó la mirada inocente-. ¿Cuándo sostienes a alguien, no te sientes seguro y cálido?

La mirada de él se movió a la de ella. Infierno. Nadie le había planteado esa clase de preguntas, no en sus treinta y tres años. Miró abajo hacia su hijo. La cara del bebé estaba relajada, diminuta, rosa y desnuda. Dormía pacíficamente, el aliento tan ligero que Jake apenas podía sentir que su pecho subiera y bajara.

Jake tragó con dificultad y resbaló el dedo contra la palma diminuta. El chico tenía uñas delgadísimas, tan pequeñas que apenas estaban allí. Se le subió un nudo por la garganta, amenazando con estrangularlo. Las manitas eran perfectas, todos los dedos, líneas y espirales, los nudillos, todo. Los deditos estaban envueltos alrededor del suyo más grande y Jake levantó la otra mano, mucho más grande para estudiar las dos.

– Mira esto, Emma. Te juro, mis manos deben haber parecido como estas cuando fui un bebé.

– Deberías conseguir la huella de su mano ahora y luego otra vez cada año para compararlas. Pon la tuya junto a la de él. Será divertido verlo crecer. Planeé hacerlo cuando mi bebé naciera.

– Planeo. -Corrigió Jake suavemente.

Ella mantuvo la cabeza baja.

– Emma. Mírame. -Utilizó su voz de terciopelo de nada de tonterías.

Ella levantó la cabeza de golpe, su mirada se encontró con la de él, las lágrimas convertían esos ojos aguamarina a un profundo, vívido y brillante verde. Él le deslizó la mano bajo el mentón para mantenerla cautiva, el pulgar le acarició la boca temblorosa.

– Cuando tu bebé nazca, planeas llevar un registro de las huellas de la mano -repitió.

Ella tragó con dificultada. Las lágrimas se derramaron por su cara.

Jake las enjuagó con la almohadilla del pulgar.

– Dilo, Emma. Cuándo el bebé nazca. No vas a perderlo. Dilo en voz alta.

Ella tragó otra vez y asintió.

– Cuando el bebé nazca. -Su voz salió en un cuchicheo.

Él sonrió y se inclinó para acariciarle la cima de la cabeza con la boca.

– Esa es mi chica. Estás cansada. Duérmete y olvídalo todo. Gracias por ayudarme a resolver como sostenerlo.

Él resistió el impulso de permanecer con ella, la súplica silenciosa en los ojos. Ella estaba teniendo más de un efecto sobre él del que había tenido en cuenta. Suspirando, cerró la puerta detrás de él.

Los siguientes días, Jake llevó a Kyle al cuarto de Emma y estableció un puesto de mando en el pequeño escritorio al lado de su cama. El administrador del hospital instaló una toma de red para su portátil, y él se ocupó de su negocio en su cuarto mientras se fortalecía y el bebé ganaba más peso. Jake dormía ocasionalmente en la silla, pero raramente dormía la mayor parte del tiempo.

Aprendió a cambiar con torpeza los pañales de Kyle y a darle el biberón, sorprendido de que el chico pareciera reconocerlo. Kyle prefería obviamente a Emma, con su voz calmante y su suave forma de mecerlo. Jake colocaba al niño en sus brazos en el momento en que ella se lo pedía, deseando que el lazo creciera fuerte. Cuándo el hospital comenzó a sugerir que Emma estaba lista para salir, él trajo a colación el tema de viajar con él a Texas otra vez.

– Emma. Vuelves a casa con nosotros, ¿verdad? -Mantuvo su voz muy suave y práctica, como si no importara y fuera enteramente cosa de ella. En la realidad, ella no tenía ningún sitio a donde ir y nada de dinero, y necesitaba cuidados desesperadamente. Él había soltado la trampa y ella estaba bien y completamente atrapada.

Emma parecía muy confusa y algo avergonzada, pero un poco impotente. El supo que había ganado en el momento en que le vio la cara. Le tocó el hombro y le ofreció una sonrisa.

– Lo arreglaré todo.

Había ganado la primera batalla como había sabido que haría. Y ganaría toda la guerra. Era un maestro estratega, Emma Reynolds no tenía esperanzas de derrotarlo.

Hizo las llamadas necesarias al abogado, asegurándose de que ella no tuviera finanzas disponibles durante varios meses, sabiendo que las cosas podían ser retrasadas durante mucho más, si era necesario. Hizo llamadas al rancho, estableciendo una guardería infantil y un cuarto para ella. Supervisó personalmente a los agentes de mudanzas, odiando guardar los recuerdos de Andrew Reynolds, pero sabiendo que tenía que hacerlo. Los médicos estuvieron de su lado y le ayudaron a disponer de una ambulancia para llevar a Emma a su jet privado que esperaba. Débil, embarazada y sin dinero, sin ninguna familia para ayudarla, y ya ligada a Kyle, Emma Reynolds permitió que Jake Bannaconni tomara el control de su vida.