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JAKE atrapó las manos de Emma contra la pared de su pecho y la sostuvo allí. El duro empujón ni le movió.
– No estoy enojado contigo, cariño. Lo siento, estoy actuando como un bastardo. No hay ninguna excusa. -Y no la había. Infierno, ella había querido sorprenderle. Le había sorprendido. Ninguna otra persona en el mundo había pensado en hacer mención a su cumpleaños. Sólo Emma. Y él le estaba gruñendo.
Ella alzó la mirada, los ojos buscando su cara. Él hizo cuanto pudo por parecer tranquilo cuando sólo quería besarla otra vez, esta vez asegurándose de que ella sentía la posesión, para que supiera a quien pertenecía. Jake se frotó su ensombrecida mandíbula, irritado por sus pensamientos. Había puesto mucho esfuerzo en su plan y Joshua no iba a entrar a hurtadillas y a llevarse a Emma cuando él no miraba.
– ¿Fue realmente malo ahí afuera? -preguntó Emma, tratando de adivinar la razón para su mal humor.
– Tuvimos que mover a la manada entera hasta que los hombres puedan volver a levantar las vallas y limpiar los escombros. Perdí más de lo que pensé al principio en esta tormenta inesperada. El agua retrocedió por el cañón, causando un movimiento de tierras.
– Lo siento. -Ella habló quedamente, amablemente, imaginándose al ganado muerto e hinchado que estaba medio enterrado en el barro.
Él observaba cuidadosamente su expresiva cara.
– Eres demasiado suave -dijo él arrastrando las palabras perezosamente, permitiendo que ella apartara las manos del pecho. El pulgar se deslizó sobre su piel, saboreando la sensación de ella-. Es un rancho de ganado, cariño. Vamos a tener unos pocos desastres.
– Eso sigues diciéndome. -La tensión en el cuarto se disipaba lentamente y Emma empezó a sentirse relajada. Jake dio un paso lejos de ella y ella sintió instantáneamente la pérdida del calor de su cuerpo, pero permitió que su sangre se enfriara, que la terriblemente dolorosa necesidad se desvaneciera un poco. Tomó otro aliento profundo, agradecida de estar recobrando el control.
Tener una relación física con Jake sería un suicidio personal total. El no mantenía a las mujeres durante mucho tiempo. Las utilizaba, las dejaba que le utilizaran y luego las desechaba. Él ni siquiera era agradable acerca de ello, aunque ella hubiera advertido que la mayor parte de las mujeres seguían regresando para más. Siempre había sentido compasión por esas mujeres cuando le llamaban y dejaban mensajes que él nunca devolvía. Pensaba que era un poco enfermo desear una relación tan retorcida, pero aquí estaba ella, su cuerpo derritiéndose en una piscina de necesidad a los pies de Jake. Era humillante.
Sólo un tiempo teniendo relaciones sexuales con él y arriesgaría la casa a la que había acabado por amar. Tendría que dejar a Kyle y alejar a Andraya de Jake.
Jake había adoptado legalmente a Andraya. El pensamiento saltó espontáneamente en su cabeza.
La única cosa que ella sabía sobre Jake era que era un enemigo amargo e implacable. Utilizaba todos los medios posibles para destruir a sus enemigos. ¿Si ella se marchaba, trataría de alejar a Andraya de ella? No sólo era una posibilidad, era una probabilidad.
Jake se extendió en una silla, los pies hacia delante, su mirada una vez más en la cara de ella.
– Nunca juegues al póquer, Emma -le aconsejó. Pateó en una silla, girándola en invitación-. No estoy de humor para juegos del gato y el ratón, así que siéntate durante un minuto y dime qué te ha molestado tanto.
– Dejémoslo, Jake -sugirió Emma suavemente, sin encontrarse con su mirada fija. Él podría desconcertar a cualquiera con esa mirada. ¿Por qué tenía que ser él tan malditamente perceptivo, advirtiendo las más ligeras diferencias acerca de ella? Él notaba todo acerca de todos, los detalles más diminutos, y ella necesitaba tiempo para pensar en cosas y proponer un plan por si acaso.
Él estiró un brazo largo y poderoso y le dio golpecitos suavemente en la mejilla.
– No cuando te molesta. Sabes que no voy a permitirte salir de aquí hasta que me lo digas, así que suéltalo.
Ella se frotó la palma de la mano nerviosamente por su muslo vestido con vaqueros.
– He estado pensando en nuestra situación.
– Bien, no lo hagas -dijo él bruscamente, endureciendo sus duros rasgos. Los ojos le brillaban peligrosamente, desafiándola a continuar la conversación.
Emma le frunció el ceño, ignorando la silla y recostándose contra el mostrador para mirarle con ojos molestos.
– Pensaba que querías que te contara lo que me preocupaba. Sólo porque no te guste algo no significa que se marche.
Un breve destello de diversión se deslizó a través del mal genio de Jake.
– Seguro que sí. Si te digo que dejes de preocuparte por algo, es porque yo lo tengo controlado.
Ella puso los ojos en blanco.
– ¿De verdad, Jake? A veces me haces querer tener doce años y meterme el dedo por la garganta para amordazarme. ¿Piensas honestamente que me puedes ordenar no preocuparme y que yo simplemente pararé?
– Seguro. ¿Me has visto alguna vez no pudiendo manejar un problema, especialmente uno sobre el que estuvieras preocupada? -Se encogió de hombros.
Emma plantó las manos en el mostrador detrás de ella y se levantó hasta sentarse. Él se encargaba de cualquier problema. Incluso si ella lo mencionaba casualmente, él se fijaba inmediatamente en el asunto más pequeño. Lo hacía tan suavemente que ella a menudo ni lo advertía.
– Este no es ese tipo de cosas.
– Bien. Escúpelo.
Ahora que ella tenía su atención, deseaba haberle dejado desviar la conversación. Intentó escoger cada palabra con cuidado.
– Sólo estaba pensando en el futuro. He estado vagando hacia adelante sin ningún plan verdadero. Es tan cómodo esto y no espero irme realmente.
Algo peligroso cruzó la cara de Jake y ella se detuvo. Él se había quedado muy quieto, dejando caer los párpados y estrechando su mirada. Los ojos se habían vuelto completamente dorados, deslizándose a esa concentración absoluta y resuelta que ella encontraba desconcertante.
– Andraya y Kyle son más cercanos que hermanos de sangre. Se quieren el uno al otro y nos quieren a ambos. Si tú encontraras a alguien y desearas…
– Emma, eso son sandeces. No vas a ir a ningún sitio. Y no voy a encontrar a nadie más. -Agitó la mano con desdén.
– Tenemos que pensar en ello. Tenemos que hacerlo, Jake, tanto si quieres encararlo o no. Cuanto más tiempo estén los niños juntos, más duro será separarlos. El pensamiento de perder a Kyle ya es más de lo que puedo soportar.
– No vas a perderle porque no vas a marcharte. ¿Qué demonios te ha estado diciendo Susan Hindman para molestarte?
– No es Susan, Jake. Eres legalmente el padre de Andraya. Yo no soy la madre de Kyle. Si algo sucediera, yo sería la única que perdería, posiblemente a ambos.
Él se puso de pie, alto, enormemente fuerte, dominando sobre ella, pareciendo de repente despiadado y un poco cruel. El genio le estaba dominando.
– Bueno, ahora me estás cabreando a propósito, joder. ¿Qué significa eso, Emma? Dime lo que quieres decir con eso.
Ella estiró la mano para rechazarle, pero él siguió acercándose, introduciendo las piernas entre las caderas de ella y agarrándola por los brazos para darle una pequeña sacudida. Los dedos se hundieron profundamente. Los ojos parecía joyas brillantes, calientes y enojados, su cuerpo exhalaba un calor ardiente.
– Eres el único que siempre me dice que piense en el futuro en vez de en el pasado. No es como si pudiéramos permanecer aquí, de este modo, para siempre. ¿Y entonces que me sucederá? No finjas que no demandarías tus derechos de visita con Andraya.
Sin moverse visiblemente, Jake serpenteó la mano, abriendo los dedos en abanico sobre la garganta de ella, dejándola sentir su inmensa fuerza. El pulgar le inclinó el mentón hasta que la obligó a alzar a mirada. Él era enormemente fuerte, y lo mostraba en sus bien definidos músculos que ondulaban y en el agarre poderoso de las manos.
– No vas a dejarme -gruñó muy suavemente. Su mirada cayó sobre la boca temblorosa de ella e hizo un esfuerzo por suavizar su voz-. Si estás tan malditamente preocupada por tus derechos, traigamos a John aquí esta noche, ahora, y que prepare los papeles de adopción. Nunca lo habías planteado, así que sólo asumí que sabías que eras su madre y que eso era todo. Pero si necesitas la legalidad de una adopción formal, entonces hagámoslo.
– Tú todavía tienes la ventaja, Jake. Conoces a todos los jueces.
Un músculo hizo tictac por la mandíbula. Por un momento el corazón de ella casi se detuvo. Él parecía más un leopardo que un hombre, un depredador a punto de saltar y devorar la presa.
– Si quieres casarte, sólo dilo y lo haremos junto con la adopción. Lo que sea para detener estas tonterías. Como mi mujer tendrás el mismo campo de juego y yo puedo garantizar lo bastante que les gustarás a los jueces más que yo. Y no me sueltes gilipolleces sobre encontrar a alguien más. Si fuera a encontrar a alguien, ya lo habría hecho. Por amor de Dios, Emma.
– Bien, ¿qué sucederá si encuentro a otra persona?
– ¿Cómo vas a hacer eso, encerrada en esta casa con dos niños y todavía suspirando por alguien que nunca regresará? Ni siquiera miras a los hombres, Emma, así que no, estate segura como el infierno que no vas a encontrar a otra persona.
La furia barrió por Emma, su genio se encrespó saliendo de ningún lugar, algo raro pero mortal una vez que conseguía salir. Estuvo tentada de abofetearle la cara, pero no era su estilo. Se estiró atrás para mantener las palmas que picaban lejos de él y entraron en contacto con el atomizador en el fregadero. Sin pensarlo abrió el grifo y dirigió el agua fría contra su cara arrogante y hermosa.
– Quizá deberías parar de ser tan impulsivo, Jake.
Emma soltó el disparador y dejó caer el atomizador en el fregadero, dividida entre el horror de lo que había hecho, la ira ante su insensible propuesta y la implicación de que ella quizás nunca encontrara a otra persona, y la risa mientras el agua le corría por la cara sobre su expresión aturdida y goteaba sobre la carísima camisa empapada.
Hubo un completo silencio. Un latido del corazón. Dos. Las manos duras la agarraron, columpiando su cuerpo más pequeño sobre el hombro como si ella fuera un saco de patatas. Una mano bajó duramente sobre su trasero contoneante, un golpe picante que la hizo aullar mientas él salía a zancadas por la puerta y se la llevaba por el largo camino.
El calor destelló por su trasero y se extendió por su interior, el repentino golpe le provocó un recuerdo diferente, o quizá había sido un sueño erótico, de estar a través de su regazo, la mano bajando con fuerza y luego frotando sensualmente como él hacía ahora.
El corazón de ella saltó. ¿De dónde había venido eso? Últimamente había estado teniendo sueños con Jake, sueños de cosas sobre las que nunca había pensado conscientemente. Emma le golpeó la ancha espalda con los puños, echando humo, avergonzada, no por estar cabeza abajo sino por el calor que le subía por el cuerpo y la sangre que se encrespaba tan calientemente.
Jake le dio una segunda palmada, esta vez un poco más fuerte que la primera, y una vez más frotó su trasero para alejar el picor, disparando fuego por las venas.
– Para, Emma. Te mereces esto y lo sabes.
El profundo gruñido de su voz envió un estremecimiento ilícito por la sangre femenina. Ella deseaba que sus vaqueros no estuvieran tan apretados ni sus bragas fueran tan escasas. Podía sentir la mano de Jake ardiendo justo a través del fino material mientras la frotaba para aliviar el picor.
Ella vislumbró la cara asustada de Joshua mientras Jake pasaba rápidamente por delante de él. Ella echó una mirada alrededor rápidamente, viendo la dirección a la que se dirigían, y supo instantáneamente sus intenciones.
– No te atrevas, Jake. -Emma se agarró a la espalda de su camisa con ambos puños, dándose cuenta de lo que él planeaba-. Lo digo en serio. No te atrevas.
Él siguió andando al mismo ritmo, con largas y determinadas zancadas que se comían el suelo. Emma le agarró más fuerte, intentando desesperadamente no reírse de la ridícula situación. Debería haber sabido que Jake se vengaría. ¿Qué la había poseído para rociarle con el atomizador de la cocina? Había estado demasiado enfadada para pensar con claridad, pero no se le había ocurrido que Jake haría esto alguna vez.
– Para. No lo hagas. -No pudo evitar que su voz se convirtiera en una súplica. O que la risa jugueteara en los bordes. Siempre había tenido el peor sentido del humor.
Jake la columpió sobre el hombro, sosteniéndola por un momento, entonces la sostuvo lejos de su cuerpo y la dejó caer bruscamente en el abrevadero de los caballos. Ella se levantó farfullando, salpicándole agua ferozmente sobre su cara, riéndose con tanta fuerza que apenas podía sostenerse de pie.
Jake se paró sobre el abrevadero, el agua caía como una cascada sobre él mientras ella usaba la mano para enviar una ola inmensa en el aire. El tiempo se ralentizó hasta que las gotitas de agua brillaron como diamantes y el sol pareció rodear la cabeza de Emma, volviendo su rojo cabello en una aureola brillante de luz y haciendo relucir sus dientes color perla. Su risa era contagiosa, melódica, irresistible, y él se encontró riendo con ella. Riendo. Profundamente en su interior, la felicidad floreció y se esparció. Él nunca había pensado mucho acerca de ser feliz. No de este modo, algo sencillo. Algo que no fuera venganza, ni oscuro y feo. Algo que no fuera acerca de ganar dinero. Solo reír de lo absurdo de su argumento.
Se estiró hacia al abrevadero y la sacó, balanceándola fácilmente al suelo, un brazo cerrado alrededor de su cintura, sosteniendo su cuerpo mojado contra el suyo. El aire era seco y frío y ella tiritaba, pero su cara sonriente estaba girada hacia la de él, que Dios le ayudara, estaba tentado casi más allá de todo control. Comenzaba a comprender la historia de Adam y Eva.
– Estás loca, Emma. ¿Lo sabes? -Su voz fue brusca. Fuerte. Él podía oír la necesidad casi tanto como que sentía el dolor, no en su ingle, aunque estaba tan duro como una roca, sino en su pecho. Realmente apretó una mano sobre su corazón-. Vamos a meterte dentro. No me di cuenta de que hacía tanto frío aquí fuera.
Ella se deslizó bajó su hombro de forma natural, como si perteneciera allí, el brazo se curvó alrededor de la cintura de Jake, todavía riéndose de él.
Risas disimuladas estallaron detrás de ellos y ella se dobló bajo el brazo de Jake para escudriñar a los peones. Ellos estaban parados con anchas sonrisas en las caras, doblados de reír.
– ¿Tienes un pequeño problema, jefe? -llamó Joshua.
– ¿Necesita una mano? -Darrin, otra voz, gritó.
– ¡Oye! -Se opuso Emma-. Nada de galletas para ninguno de vosotros durante un mes.
El leopardo en Jake olfateó verdadero compañerismo, una sorpresa honesta que desentonaba con su conducta y risa verdadera. No supo cómo reaccionar. Una parte de él quería unirse a la risa, compartir el momento del modo en que lo hacía Emma, divertirse. Infierno. Esta tontería era divertida. No sabía cómo reaccionar, ni que decir, así que sólo sonrió, haciéndoles señas de que volvieran al trabajo y siguió caminando con ella hacia la casa, ligeramente incómodo de que sus trabajadores le hubieran visto actuando de forma tan jovial, pero todavía sintiendo un pequeño resplandor.
– Nunca lograré borrar esto -dijo Emma, golpeándole en el pecho-. No puedo creer que me tiraras al abrevadero de los caballos. -Le golpeó otra vez-. Y me zurraste. Sheesh, no tengo dos años, lo sabes.
Él dejó caer la palma inmediatamente sobre la tentadora curva de su trasero, frotándola en una caricia.
– No pude resistirlo.
Ella hizo muecas.
– No creo que eso sea una disculpa.
– ¿No? Imagínate.
Ella se estiró hacia atrás y quitó la mano.
– Y ahora estás siendo un pervertido.
Él inclinó la cabeza hasta que los labios le acariciaron la oreja.
– No un pervertido, Emma, un oportunista.
Emma mantuvo la cabeza gacha él la besaba a menudo, la tocaba a menudo, pero nunca con esa insinuación persistente y posesiva en su toque. ¿Era su imaginación porque ella estaba de repente tan consciente de él? ¿Porque él la había besado hasta dejarla sin sentido con su gracias por el cumpleaños? Tenía que calmarse. Estaba tan incómoda, tan inquieta y de un humor tan variable últimamente.
Se decía mientras estaba tumbada en la cama de noche, incapaz de dormir, que echaba de menos el toque de un hombre, la sensación de su cuerpo. Definitivamente echaba de menos a Andy. Él no había sido como Jake, tan diferente que era casi imposible encontrar cualquier punto en común entre ellos.
Andy había sido un amante divertido y sencillo. No abrigaba secretos obviamente dolorosos. No había intriga acerca de Andy en nada. Era exactamente lo que veías, abierto y honesto y listo para ayudar a cualquiera. No bloqueado emocionalmente, como estaba Jake. Él confiaba en la gente y siempre pensaba lo mejor de todos. Jake no se fiaba de nadie y esperaba que la gente le engañara en cada vuelta. Andy tenía belleza juvenil y encanto, donde Jake era todo bordes duros, un hombre amenazador y peligroso que exudaba sexo por cada poro, un hombre en cada sentido de la palabra.
Jake raramente sonreía, rugía órdenes y era tan protector que los niños apenas podían moverse sin guardaespaldas bajo los pies. Ella dudaba si Andy habría advertido peligro incluso si le golpeara en la cara, si simplemente imaginara o sospechara que algo o alguien fuera a herirles. Andy tomaba como su derecho que ella cocinara y horneara e hiciera todas las pequeñas cosas que ella adoraba hacer para él, pero Jake siempre pareció asombrado e incluso un poco cauteloso de cualquier bondad hecha para él. Advertía todo lo que ella hacía, y a menudo no parecía saber que decir ni hacer para contestar, pero lo notaba.
La mano de Jake se envolvió alrededor de la nuca de ella.
– Te has ido otra vez, Emma. Lo has estado haciendo mucho últimamente.
Ella se las ingenió para darle una rápida sonrisa tranquilizadora.
– Se que tienes trabajo que hacer esta tarde, Jake. Siempre lo tienes. Pero te he hecho un bizcocho. Pensé que después de cenar podrías hacer la fiesta de cumpleaños con los niños. Ellos crearán un lío terrible, pero lo adorarán.
Ella no pudo evitar la ansiedad en su cara levantada. No debería haber dicho que los niños iban a tener una fiesta de cumpleaños con él, pero había estado planeando la sorpresa durante días y ellos habían visto los preparativos. Contuvo la respiración.
– ¿Emma, os dejo plantados a ti y a los niños a menudo?
Ella vaciló, insegura de cómo contestar. Él hacía todo por ella y los niños.
– Por supuesto que no, Jake. Cuidas de todo. -Eso por lo menos era honesto.
Él se movió más cerca de ella, tratando de rodear su cuerpo tembloroso con calor mientras estaban juntos justo fuera de la cocina.
– No hablo de esas cosas. Tienes esa mirada en tu cara, como si pensaras que yo ignoraría la fiesta que has planeado. ¿Hago yo eso? ¿No estaré allí por ti y los niños emocionalmente? No lo creo. Si algo es importante, necesitas dejármelo saber. No soy muy bueno en la cuestión familiar. No sé realmente que hago la mitad del tiempo, así que sigo tu ejemplo.
Emma respiró y exhaló, queriendo de repente llorar por él. Él podía hacer esto en un latido del corazón, con una revelación de su pasado, hacerla sentir su vulnerabilidad, su resolución absoluta y firme de aprender cómo vivir en una familia. Odiaba herir a Jake. Él realmente lo intentaba con ellos, y quizá era sólo con ellos, pero todas las noches estaba en casa, metía a los niños en sus camas y definitivamente parecía disfrutar de las cenas familiares. Sólo que a menudo no estaba en casa. Siempre preguntaba por los niños cuando llamaba, siempre quería cada detalle, pero no participaba mucho en el verdadero cuidado de los niños.
– Emma. -Dijo su nombre calladamente, la mano en el pomo de la puerta-. Si soplar velas y mirar a Kyle y Andraya montar jaleo es importante para ti, o para ellos, entonces por supuesto que estaré allí.
– Gracias, Jake -dijo Emma-. Creo que Kyle y Andraya se divertirán.
Jake abrió la puerta y la dejó pasar.
– Mejor que te des una ducha caliente. Susan puede vigilar a los pequeños mientras te limpias. Tengo algo de trabajo que hacer en mi oficina antes de la cena, pero si me lío, ven por mí.
Emma miró el reloj.
– El técnico de los teléfonos vendrá en cualquier momento, Jake, y necesitamos arreglar los teléfonos en tu oficina también. Lo siento, no creía que fueras a estar en casa hasta esta tarde.
– ¿Qué está mal con los teléfonos?
Emma frunció el entrecejo.
– No lo sé. Hay un eco que no me gusta. Joshua pensó que quizás las ardillas hubieran roído en las líneas, así que voy a comprobarlo todo, comenzando en casa y trabajando hacia atrás. No debería estar en tu oficina mucho tiempo. Le sacaré tan pronto como sea posible.
– Que Joshua haga un barrido de seguridad tan pronto como salga -advirtió Jake-. Y que esté con el hombre siempre.
Ella levantó el mentón en el aire.
– Permaneceré con él siempre. Soy perfectamente capaz de cuidar la casa.
– Joshua no cuida la casa -dijo con brusquedad Jake, juntando las cejas-. Te cuida a ti.
– Hemos tenido esta conversación un millón de veces, Jake. No tengo dos años. No necesito que me cuiden. Es mi trabajo, no el de Joshua.
Jake abrió la boca y la cerró. Ella tenía la mirada más atractiva y terca en la cara que jamás había visto. Su cuerpo reaccionó con un caliente instinto de necesidad, una necesidad de conquistar, un impulso de cambiar esa mirada a la sumisión, la conformidad, al hambre incluso. Pocas personas discutían jamás con él o le hacían frente, pero Emma no tenía ningún problema en darle su opinión.
La saboreó en su boca. Su cuerpo dolió. Empujó una toalla a sus manos.
– Si presientes alguna vibración extraña, llámeme a mí o a Joshua inmediatamente. -Dio un paso alejándose, frunció el entrecejo y se volvió-. Y quiero a Josh en casa. Eso no es negociable.
Emma se irguió en toda su altura.
– Absolutamente no. Yo cuido de la casa, no Joshua. Si no me gusta algo, te lo haré saber.
Una insinuación de una sonrisa parpadeó a través de la cara de Jake. Ella tenía la pequeña garra en su voz que adoraba oír. No importaba con qué frecuencia le ofreciera recontratar a un cocinero o a una enfermera, ella se negaba y él estaba agradecido. Había acabado por disfrutar del modo en que ella recorría la casa, del olor a galletas y pan recién horneado en su cocina y del sonido de su risa resonando a menudo por los vestíbulos. Ella consideraba la casa su dominio y lo protegía celosamente.
– Joshua permanece en casa, Emma. Eres demasiado confiada. -Emma le hizo muecas, tiritando, los dientes castañeteaban mientras se estiró hacia otro trapo.
– No lo soy. Sólo porque me guste la gente no quiere decir que sea confiada. Soy muy consciente de que estás preocupado por la seguridad de Kyle y Andraya. Estoy totalmente de acuerdo contigo y deben tener guardaespaldas. Nunca me he opuesto, ni una sola vez a ello.
Jake caminó de vuelta a ella, su cuerpo avasallando el suyo hasta que ella pudo sentir su calor. Ella retrocedió hasta que el culo le golpeó contra el borde de la mesa y tuvo que detenerse bruscamente. Jake le quitó las toallas mientras le soltaba hábilmente el pasador con la otra mano y lo deslizaba en el bolsillo donde tantos otros habían desaparecido antes que ese. Emma encontró imposible no advertir la manera en que los músculos ondularon bajo la camisa empapada, cuán anchos eran los hombros y cuán fuertes parecían sus brazos.
Su cuerpo reaccionó otra vez, la sangre se agitó caliente, algo salvaje en su interior se estiró hacia él. Respiró la necesidad, los senos subiendo y bajando, doloridos por ser tocados, los pezones apretados en duros picos que estaba desesperada por ocultar. Él comenzó a frotar los sedosos mechones de pelo mojado en un intento de secarlos. El brazo le acarició el seno y la matriz se apretó y latió. Ella contuvo la respiración y contó en la cabeza, tratando de pensar en algo que no fuera cómo su cintura se acerco hasta sus estrechas caderas y cómo el frente de sus vaqueros tenían una protuberancia impresionante.
Por un momento, sólo un momento, una imagen se alzó en su cabeza: las fuertes manos de Jake en sus hombros, empujando ligeramente hasta que ella obedecía su silenciosa orden y se arrodillaba, estirándose hacia él, deseando su forma y textura familiares, anticipando ya su sabor masculino y la manera en que él la haría sentirse, como si sólo ella le pudiera dar el exquisito éxtasis. Ella adoraría alzar la mirada, encontrándose con sus ojos mientras tomaba el control, conduciéndolo más allá de toda cordura hasta que él estuviera sinceramente impotente bajo su violento ataque erótico.
El aliento se le atascó en la garganta y el corazón latió con fuerza dentro de su pecho. Ella era virgen cuando se casó con Andrew. Sólo habían estado casados cinco cortos meses cuando ocurrió el accidente. No sabía gran cosa acerca de sexo, no sexo como las imágenes en su cabeza. Sus intentos de complacerlo habían sido graciosos y no muy exitosos.
– Oye. -Jake le tiró del pelo-. ¿Me estás escuchando?
¿Había estado hablando él? El color se apresuró por su cara.
– Sólo cuando tienes sentido.
Jake le tiró un poco más fuerte del pelo hasta que le inclinó la cabeza atrás, forzándola a mirarle a los ojos.
– No me ignores cuando hablo de seguridad, Emma. Puedes oponerte a tener a alguien en casa contigo, pero tristemente, cariño, cuando se refiere a tu seguridad, yo tengo la última palabra tanto si te gusta como si no. -Dejó caer un beso en la punta de su nariz y dejó la toalla colgando sobre su cabeza-. No quiero que Susan sea un problema para ti. Si te causa más trabajo o cualquier problema…
– No lo hará. Está vigilando a los niños por mí. Es muy buena con ellos.
Jake inclinó la cabeza.
– Me voy a la ducha. Te sugiero que hagas lo mismo. Si sientes que quieres ahorrar agua, puedes ducharte conmigo.
¿Ducharse con él? ¿Había dicho realmente eso, o era su imaginación desbocándose? ¿Qué estaba mal con ella? Emma se quedó muda, la idea de estar desnuda en la ducha con Jake enviaba su ya sangre caliente a erupcionar en una conflagración llameante que apenas podía comprender. Necesitaba una ducha, bien. Una helada sería mejor.
Arrastrando la toalla de la cabeza, tomó la escalera de atrás, queriendo evitar a Susan y a los niños hasta que estuviera limpia y centrada una vez más. Jake había logrado desconcertarla cuando ya se estaba sintiendo con un humor cambiante. Suspiró, se quitó las ropas mojadas y las lanzó al cesto de la ropa sucia antes de dar un paso bajo la ducha. Simplemente estaba echando de menos el estar cerca de un hombre. Hacía dos años. Quizá Jake tenía razón y se escondía en el rancho, aventurándose raramente fuera más que para comprar comestibles y cosas para los niños. Jake se ocupaba de todo por ella.
Suspiró. Necesitaba hacer un cambio. Jake la había mantenido a salvo en un pequeño capullo. Ella había dependido de él y Jake simplemente había soportado la carga sobre los hombros, justo como se encargaba de todo lo demás en su vida. Rugía órdenes pero raramente se enojaba, no con ella y ciertamente no con los niños. Ella quería permanecer donde estaba. Le gustaba su vida, le gustaba cocinar para Jake y para algunos de los peones, le gustaba cuidar de los niños. Ella siempre había deseado una casa y no podía pedir una mejor. Y no podía arruinarlo teniendo un asunto con Jake. Y si alguna vez fuera lo suficiente estúpida para darle control sobre ella… Se estremeció ante el pensamiento. Jake podría tomar completa ventaja.
Se enjabonó el cabello, cerrando los ojos para absorber la sensación del jabón y el agua corriendo en arroyos sobre su piel. La piel se sentía demasiado tirante, demasiado sensible. Por todas partes donde se tocaba sentía dedos de excitación latiendo por su cuerpo. Se inclinó contra la pared de la ducha, frunciendo el entrecejo, tratando de comprender que le estaba sucediendo. Sentía los senos llenos y pesados, doliendo con la necesidad de ser tocados. Se sentía vacía por dentro, su cuerpo ruborizado, casi febril. El agua realmente le hacía daño sobre la piel.
Emma dio un paso fuera de la ducha embaldosada y se envolvió en una toalla, mirándose en el espejo y sintiéndose un poco aturdida. La necesidad de ser tocada crecía, no disminuía, y había venido lentamente, tan lentamente que no se había dado cuenta de lo que sucedía hasta la pasada semana. Todo parecía diferente en ella, como si todos sus sentidos estuvieran intensificados.
Un golpe en la puerta la hizo darse la vuelta con un pequeño jadeo.
– ¡Oye! Emma, da señales de vida. El reparador del teléfono está aquí.
Emma respiró hondo y exhaló. Tuvo que recomponerse y detener todas las tonterías sin sentido que podían amenazar su mundo muy cómodo. Se vistió vigorosamente y una vez más se sujetó rápidamente el pelo con un pasador, apartándoselo de la cara, haciendo una nota mental para cortárselo pronto. Lo llevaba recogido mucho más a menudo que suelto de todos modos. Correr tras los dos pequeños hacía imposible llevarlo a la moda.
Joshua la esperaba en la escalera.
– Se supone que debo quedarme contigo.
– Se supone que debes permanecer en la casa. -Emma le empujó pasando por delante de él, acariciándole el pecho con la mano. Sintió que un estremecimiento de conocimiento la atravesaba y giró la cabeza para mirarlo. Joshua siempre, siempre, había actuado como un hermano mayor. Ahora la miraba con ojos especulativos. Ella le frunció el entrecejo-. Vete, Joshua.
– Hueles bien.
– Huelo a caballos. ¿Dónde está nuestra visita y por qué le has dejado solo? -Su voz estaba matizada con exasperación. Todos perdían el juicio últimamente, no solo ella. Joshua la miraba fijamente con ojos calientes, haciéndola sentirse incómoda.
Bajó corriendo las escaleras hasta la entrada para encontrar a un joven parado con incomodidad, mirando fijamente alrededor de él con una expresión ligeramente atemorizada en la cara.
– Hola, soy Emma Reynolds, el ama de llaves. Le mostraré los teléfonos.
– Greg Patterson.
– ¿Ama de llaves? -bufó Joshua.
Emma le miró con furia.
– Muchas gracias, Joshua. Yo le mostraré los teléfonos. Si quieres, hice pan fresco. Está en la cesta para el pan en el mostrador.
Joshua le frunció el entrecejo.
– Emma…
Ella sonrió serenamente.
– Es tu favorito. Sé que es tu descanso, así que hice café también para ti. -Allí. Ella le había dado una buena razón para permanecer en la casa y no hacerlo parecía como si no se fiaran del hombre del teléfono. Ella mantuvo la sonrisa, deseando que Joshua siguiera su ejemplo.
– ¿Los niños?
– Cuidados -contestó ella, manteniendo la sonrisa.
¿Pensaba él que ella era idiota? Por supuesto que se había cerciorado de que Susan supiera que tenía que mantener a Andraya y Kyle encerrados en la guardería infantil mientras tenían compañía en casa. Él era casi tan malo como Jake. Ella había vivido con la seguridad durante dos años, comprendiéndola y aceptándola, pero no necesitaba un guardián. No iba a ser humillada teniendo a Joshua siguiéndolos de habitación en habitación. Él podía sentarse en la cocina y esperar a escuchar los gritos si era tan paranoico como Jake. Jake había dicho en casa, no necesariamente en la misma habitación.
El olor de pan recién horneado penetró en la casa, y después de una breve vacilación y una rápida mirada de advertencia al hombre de telecomunicaciones, Joshua giró bruscamente sobre sus talones y se dirigió a la cocina.
Emma concentró su atención en el trabajador. Era bajo y regordete, con pelo castaño ondulado y ojos cálidos y sonrientes. Parecía tan familiar que Emma se encontró frunciendo el entrecejo, tratando de situarlo.
– ¿Le conozco?
– Algo. -La siguió por el vestíbulo, mirando fijamente, un poco atemorizado de las hermosas e inmensas habitaciones que pasaban-. Hemos chocado el uno contra el otro en la tienda de ultramarinos, en la sección de productos. Me ayudó a recoger mis manzanas cuando cayeron.
Emma se rió.
– Lo recuerdo, por supuesto. Usted disfruta del malabarismo.
La mirada de él parpadeó hacia la mano izquierda de ella, notó la ausencia de un anillo mientras ella le hacía señas hacia la habitación.
– Menuda casa tiene aquí.
– Gracias. -Emma adoraba la casa, y apreciaba a cualquiera que reconociera su belleza-. Lleva bastante cuidado, pero adoro trabajar aquí.
– Siempre he querido ver esta propiedad. Nadie puede entrar en la propiedad sin una escolta. El terreno es increíble y la casa aún más.
– Es un rancho que trabaja con ganado -explicó Emma.
– ¿Está aquí a menudo el señor Bannaconni?
Emma lanzó una pequeña sonrisa sobre el hombro, pero no contestó la pregunta. Su lealtad era sólidamente con Jake, y como tal, nunca daba información sobre él a nadie. La más pequeña observación podía acabar en un tabloide, y Jake tenía a suficientes personas acosándole. En verdad, él volaba a menudo fuera del país, así como a los muchos estados donde poseía propiedades, pero siempre volvía a casa, al rancho.
Pasaron por la larga, ancha y majestuosa escalera y el techo alto donde el leopardo de bronce se sentaba entre las plantas trepadoras. Estuvo complacida de la rápida inhalación de Patterson.
– Esta casa es asombrosa. Debe amarla.
– Sí, lo hago.
Y la llenaba de gran orgullo asegurarse de que estaba limpia. Jake insistía en que los limpiadores vinieran dos veces por semana, pero ella se las arreglaba cada día y la hacía sentirse posesiva y orgullosa de su casa.
Gesticuló hacia el teléfono en el estudio.
– Éste es en el que advierto más ruido. Los otros teléfonos sólo tienen un matiz, pero en éste es más pronunciado.
Greg dejó su equipo y miró mientras ella se apoyaba en el brazo de una silla al otro lado del cuarto.
– Esto puede llevar un rato.
– Está bien. Lo esperaba -contestó ella, su voz agradable.
Greg le dio otra rápida mirada a hurtadillas antes de devolver su mirada al teléfono que sostenía en la mano.
– ¿Están usted y el señor Bannaconni juntos? No he notado un anillo, pero eso no parece hacer mucha diferencia estos días.
Emma se tensó. ¿Estaba buscando información para los tabloides? Trató de mantener su voz ligera y casual.
– Trabajo aquí.
Greg le disparó una rápida y tímida sonrisa.
– Bien, en ese caso, hay una gran película que esperaba ver que se estrena en el teatro mañana por la noche. ¿Supongo que no le gustaría ir conmigo? -No pudo obligarse a mirarla cuando le preguntó, frotando una mancha imaginaria de tierra del teléfono en su lugar.
Emma contuvo la respiración. Nunca se había citado con nadie, no realmente. No antes de Andrew. Pero Jake se había burlado de ella, se había reído de ella realmente, diciéndole que nunca encontraría a otro hombre porque no ponía atención a los hombres. Greg parecía joven y sencillo, dócil incluso. Ciertamente no la agitaba sexualmente, pero ella necesitaba algo, un cambio, una manera de tratar con el modo en que Jake la hizo sentirse.
– Si no tiene inconveniente en que me encuentre con usted allí, y tendría que ser la última sesión. -Emma se encontró aceptando. Contuvo la respiración, esperando de repente que él digiera que no.
– ¡Genial! -Una sonrisa apasionada le encendió los ojos-. Mañana por la noche, entonces.
El corazón de Emma hizo un ruido sordo con alarma. ¿Qué había hecho? Jake le había herido el ego, y en un pequeño esfuerzo de desafío, ella había tomado una decisión para la que no estaba realmente lista. Y no era un justo para Greg. Ella no tenía verdadero interés en él. Su decisión era sobre tener miedo de sí misma, de las doloridas necesidades que no podía liberar. No era ella misma últimamente en absoluto, y sus sueños eran categóricamente humillantes. Cada uno de ellos era sobre Jake y sobre cosas de las que ella no tuvo verdadero conocimiento y no estaba segura de que quisiera realmente aprender.
– Greg, iré contigo como una amiga. Nada más. Si eso no es lo que deseas, entonces tendré que retroceder. Debería haber dejado eso claro. -Mantuvo su voz apacible, baja, arrepentida de quizás haberlo herido, enojada consigo misma por ponerse en esa posición a causa del orgullo y el temor. No era culpa de Greg que él hubiera aparecido precisamente en el momento en que ella aceptaría.
– Comprendo. Está todo bien -dijo él-. Me gustaría ir contigo.
Le envió otra breve sonrisa, una que le recordó extrañamente a la de Andy. Dulce. Sin pedir nada. Amistosa. Quizá él era justo lo que ella necesitaba. La personalidad de Jake era abrumadora, la inundaba, astillando su resistencia. Todo acerca de Jake la desgarraba continuamente. Sus intensas necesidades. Su oscuridad, sus amenazadoras maneras. Su dolor. Su excitación. Sus órdenes y los destellos de genio. La manera en que se suavizaba cuando estaba con ella. La manera en que se tumbaba junto a ella cuando no podía dormir y jugaba ociosamente con los mechones de su pelo, a veces tocándole la suave piel y deslizando los dedos sobre su calor como si ella le perteneciera.
Sólo pensar en su toque la hizo sentirse resbaladiza con un calor húmedo. Respiró, exhaló y forzó una sonrisa, tratando de comprender lo que Greg le estaba diciendo.
Greg explicó cada detalle mientras trabajaba, su voz era tan monótona que ella se sintió desesperada. Era imposible no pensar en Jake cuando ella no estaba interesada en lo más mínimo en cómo funcionaba el teléfono. Le oyó llamándola y alzó la mirada expectante, avergonzada de haberse quedado medio dormida una segunda vez.
Greg fruncía el entrecejo mientras miraba el teléfono.
– ¿Qué es exactamente lo que oyes? Porque la línea parece limpia.
– No lo oigo hasta que hablo, u otra persona habla conmigo. Si estoy callada, no está ahí. Tuve a un par de los peones escuchando y sólo Joshua lo pudo oír, pero realmente me molesta. -La hizo sentirse inquieta. El teléfono en la oficina de Jake no parecía tener el mismo problema. Ella había entrado en su santuario y lo había comprobado, aliviada cuando su línea particular parecía estar limpia. Acababa de tener un mal presentimiento.
– ¿Oyes voces?
Emma se echa a reír. Greg alzó la mirada, un poco asustado, se dio cuenta de cómo había sonado su pregunta y luego se unió a ella.
– La línea parece estar limpia. Mi equipo muestra una señal fuerte, pero si sólo lo oyes cuando hablas, podríamos estar tratando con algo como un equipo espía. -Los ojos le brillaron y le sonrió como un niño pequeño-. Eso sería guay. ¿Podría alguien estarte espiando?
– Creo que has estado viendo demasiadas películas -dijo Emma, forzando otra risa, de repente bastante incómoda. Aunque los paparazzi eran conocidos por pinchar casas y alguien como Jake tenía toda clase de enemigos.
Greg rió otra vez.
– Bien, ciertamente sería la primera vez si me topase con un equipo espía.