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Capítulo 8

EMMA apretó la cara en la almohada para amortiguar el sonido de los lloros. Aunque Susan estuviera abajo, en uno de los cuartos de huéspedes, no quería correr el riesgo de que la oyera por casualidad. Especialmente no quería que los niños la escucharan. Había pensado que ya había llorado por completo después de Andrew, pero aquí estaba, desmoronándose, se sentía confusa, sola y tan molesta por ninguna otra razón que por haber aceptado una cita. ¿Por qué lo había hecho? No quería salir con Greg Patterson.

Por orgullo, por supuesto. Jake había descartado de manera despreocupada su habilidad para ser atractiva para un hombre. Quizá ningún hombre se le había acercado desde la muerte de Andrew, pero ella realmente no los había deseado. Había estado ocupada. De luto por Andy. Cuidando de Kyle. Teniendo bebés. Manteniendo una casa grande. Sólo habían sido dos años. ¿Se suponía que tenía que lanzarse al hombre más cercano?

Se dio la vuelta y se enjuagó los ojos ardientes. No había llorado de ese modo en meses. La vida con Andrew había sido sincera y fácil. Con Jake parecía tan complicada. Ella estaba en un mundo que no siempre comprendía. Por mucho que permaneciera protegida en la propiedad, lejos de la gente, se sentía envuelta en un capullo de seguridad. Jake tenía una fuerte personalidad, pero ella podía tratar con él si permanecía en igualdad de condiciones. Sus conocidos eran otra cuestión.

Sus socios la trataban como una pieza de mobiliario, o un sirviente, y técnicamente, era una sirviente. Era el ama de llaves, no la señora de la casa. Jake le deba tanta rienda suelta que se había vuelto complaciente, creyendo que esta casa era su hogar. La insignificante mezquindad y las cejas levantadas nunca le habían hecho daño hasta ahora, hasta que se dio cuenta de la precaria posición en la que no sólo se había puesto ella, sino también Andraya y Kyle.

No llamaría a los hombres y mujeres que venían a la casa amigos de Jake. Eran socios de trabajo, personas que buscaban favores, o trataban de acercarse a él. Ella les podría haber dicho, después de observarle durante dos años, que Jake no permitía que nadie se acercara. Había siempre una distancia entre él y los demás, inclusive de los niños.

¿Era eso por lo que estaba llorando? había esperado mucho para que ella pudiera ser de Jake, y cuando fue evidente que él no iba a ir a su propia fiesta de cumpleaños, permitió que los niños soplaran las velas y comieran. Gran parte acabó en sus cabellos y sobre sus ropas así que les llevó al baño. Mientras lavaba el pastel del pelo y la piel de los niños finalmente se dio cuenta de cuan sola estaba, cuan solos estaban todos. Vivian a la sombra de la presencia de Jake, día tras día, pero él no les había hecho parte de su vida.

Jake escuchaba cuando ella le contaba los progresos de los niños y relataba todas las cosas lindas que hacían mientras crecían y empezaban a descubrir el mundo a su alrededor, pero la cara de de Jake no se iluminaba, no reía del modo en que debería. Se mantenía detrás de ellos, aparte. Ella se había sentido triste por Kyle y Andraya, así como por sí misma. En ese momento, no se había dado cuenta de que no había una esperanza real para ella y Jake. Por mucho que le amara y respetara, por mucho que su cuerpo anhelara el de él, ella necesitaría más, mucho más de lo que él era capaz o estaba dispuesto a darle. Metió a los niños en la cama y se fue a su cuarto, cerrando la puerta para que no pudieran entrar si la oían sollozar desenfrenadamente.

Ahora tenía la humillación agregada de que su cuerpo ardía noche y día, desesperado por el toque de Jake. Apenas podía encararse consigo misma, recordando cómo se había tirado prácticamente sobre Jake, besándole, besándole. Se tocó la boca, los labios, recordando la sensación y forma de él, su sabor y textura. Quería arrastrarse dentro de él, devorarle, los impulsos eran tan fuertes y abrumadores que no confiaba en sí misma cerca de él. Iba a arruinar todo lo que tenía. O quizá realmente no tenía nada de nada.

Un gran sollozo destruyó su cuerpo, le apretó el pecho y le rasgó la garganta.

– ¿Por qué infiernos me has cerrado la puerta?

Emma casi saltó fuera de la cama, abrió los ojos de par en par por la sorpresa, el corazón le latía tan fuerte en el pecho, tan rápido que la adrenalina se vertió por su cuerpo.

– ¿Estás loco? -preguntó-. Jake, me has asustado. -Tiró la almohada en dirección a la voz, incapaz de detener la agresión que hervía dentro de ella-. Vete.

El misil no le frenó. Caminó a zancadas por el cuarto hasta cernirse sobre ella. Debería haber estado intimidada, como obviamente era la intención de Jake, pero su conducta sólo la hizo enojarse más.

Se echó el pelo a la espalda para mirarle con furia.

– Eres un asno. ¿No tienes límites? Mi puerta estaba cerrada. Con pestillo. Eso claramente significa no entrar.

La ira de Jake se derritió en el momento que la vio sentada en medio de la cama con el largo cabello despeinado como si acabara de haber hecho el amor. Sus ojos eran grandes, encuadrados en gruesas pestañas, mirándole fijamente con chispas de fuego irradiando de ellos. Parecía besable, demasiado besable. Apenas podía resistir el inclinarse y tomar posesión de la boca. Fue sólo entonces que él notó su cara, pálida con manchas rojas y huellas de lágrimas.

Su intestino se apretó.

La agarró por el mentón y la hizo levantar la cara.

– Has estado llorando.

Se apartó de un tirón, girando la cara lejos de él.

– De ahí la puerta cerrada y la necesidad de intimidad. Ahora por favor vete y déjame. – Meneó los dedos hacia la puerta con desdén.

– No.

Ella giró la cabeza con brusquedad, el pelo voló en todas direcciones.

– Jake. Estoy claramente molesta. ¿Podrías por una vez tener un poco de respeto y dejarme ser yo misma esta noche?

– No voy a dejarte sola cuando estás molesta. -Se hundió en la cama, forzándola a correrse un poco para darle suficiente espacio-. Siento lo de mi fiesta de cumpleaños. Mi ausencia fue inevitable.

– No te halagues.

Él pudo ver que la había enojado más al haberse movido automáticamente hacia él. A menudo durante los últimos dos años, él había ido a su cuarto y habían estado uno al lado del otro, hablando cuando ninguno podía dormir, y él contaba con esa cercanía familiar.

– No estoy llorando a causa de ti ni por el hecho de que no apareciste a tu propia fiesta de cumpleaños. Aunque egoísta, no fue totalmente inesperado.

Él respingó ante el puñetazo deliberado de Emma. Emma se sentó levantando las rodillas, se meció de aquí para allá con obvia pena. Dudó si ella sabía cuan trastornada estaba. Estaba acurrucada para hacerse tan pequeña como pudiera, los ojos ahogados en lágrimas. Jake se estiró y la atrajo fácilmente, acunándola contra su cuerpo, sosteniéndola cerca de él.

– Si no he sido yo lo que te ha trastornado tanto, ¿qué ha sido? Me encargaré de ello, pero tienes que contarme que está mal primero. -Depositó un sendero de besos desde su sien hasta la comisura de su boca y de vuelta a la sien, robando cada lágrima con los labios.

Emma enterró la cara contra su pecho. No podía mirarle. En el momento en que la boca de Jake se deslizó sobre su piel, descargas eléctricas se apresuraron desde los senos al vientre. No se atrevió a mirarle, empezaría a besarle, y entonces ¿qué sucedería? Estaba segura de que Jake estaría dispuesto a tener sexo con ella. Él siempre estaba dispuesto a tener sexo con alguien. Podía sentirle, duro como una piedra, contra la parte trasera de los muslos, pero ella no estaba hecha para ligues de una noche o para apasionadas aventuras que ardían rápidamente. Tenía dos niños a los que quería y una casa donde quería permanecer. Ceder al deseo sexual la satisfaría momentáneamente, pero finalmente le costaría todo. Jake no podría, no tendría un compromiso emocional.

– Habla conmigo, cariño. Puedes decirme lo que sea, Emma.

Las manos subieron y bajaron por sus brazos, sobre la ardiente piel, elevando su temperatura aún más.

– Sólo he tenido un mal día, Jake. Los tengo a veces. Todos los tienen. -La piel era tan sensible que casi dolía que la tocara. La sensación se había desvanecido un rato antes por la tarde, pero ahora parecía estar volviendo con más fuerza que nunca-. Tengo que acostarme. Y la luz tiene que estar apagada. Y necesito estar sola.

Jake frunció el entrecejo y frotó la cara sobre la de ella, casi como un gato.

– Quizá debería llamar a un médico, Emma. Te sientes un poco febril.

A pesar de todo, ella sintió el impulso de sonreír. Jake probablemente nunca había utilizado la palabra febril en su vida antes de que Kyle naciera, y ahora la soltaba alrededor como un viejo profesional.

– Estoy bien. Llorar a veces hace que una persona se acalore y sude. -Y estaba demasiado caliente. Él olía tan bien, fresco por una ducha, siempre podía decirlo. Tenía el cabello húmedo y olía a limpio con un débil, elusivo sabor a salvaje.

– Eso no es lo bastante bueno, Emma. Algunas mujeres pueden llorar sin ninguna razón, pero no tú. Alguien o algo te ha molestado. Tengo intención de saber que fue antes de salir de esta habitación esta noche. -Dejó que ella se deslizara fuera de sus brazos.

Ella cerró los ojos contra la sensación de las almohadillas de los dedos deslizándose por su piel mientras se estiraba en la cama, dándole a Jake sitio de sobra para que no tuviera que tocarla.

– Adivino que tú realmente no comprendes el concepto de una puerta cerrada.

Él se encogió de hombros, allí en la oscuridad cercana, subiendo los anchos hombros de la manera casual en que siempre lo hacía. Ella fue instantáneamente consciente de cada músculo que se deslizaba bajo la piel. Emma apretó los párpados cerrados con más fuerza. Respiró y lo tomó en sus pulmones.

– Las puertas cerradas son para los otros, cariño. -Se inclinó, depositó un beso en su frente y se tendió a su lado.

Ella se dio cuenta de cuán completamente natural se sentía. Había estado casada con Andrew cinco meses. Había estado con Jake durante dos años. Él había estado viniendo a su cuarto todas y cada una de las noches, desde el primer día que se había mudado a su casa. La sostuvo la primera noche cuando despertó con una pesadilla terrible, el hedor de fuego y el calor de las llamas todavía tan crudo y vívido. Cada gesto de él era más familiar para ella que los de Andrew. Cuándo recordaba el toque de un hombre, era el toque de Jake. Cuándo ardía de noche por el cuerpo de un hombre, era el cuerpo de Jake. ¿Cuándo había empezado todo esto a suceder? ¿Y por qué ahora? ¿Por qué se despertaba ella ahora? Estaba aterrorizada del cambio, atemorizada de perderlo todo.

– Cuéntame sobre tus padres. No hablas mucho acerca de ellos -dijo Jake.

– ¿Mis padres? -resonó Emma, asustada. El corazón revoloteó.

La mano de Jake se deslizó contra la suya, enredando los dedos con los de ella. A ella le dolió por dentro cuando él llevó las manos unidas a su pecho, justo sobre su corazón. Siempre hacía eso, atarlos juntos. Estaba atada a él por mucho más que los niños.

– ¿Tienes padres, verdad?

La rara diversión en su voz tironeó de la fibra sensible de Emma. Esta podía sentir su cuerpo, sólido y caliente justo a su lado. Podría contar los constantes latidos del corazón.

– Por supuesto que tengo padres. ¿Piensas que me arrastré de debajo de una piedra?

Él atrajo los dedos hasta los labios y le mordisqueó las puntas. La boca estaba caliente y húmeda y los dientes eran fuertes, aunque la mordedura fue suave y envió pequeños hormigueos de excitación por sus muslos y vientre.

– Creo que no quieres contarme nada sobre tus padres. ¿Tuviste una niñez feliz? -Giró la cabeza para mirarla-. Asumo que si porque eres una persona feliz.

Ella se encontró sonriéndole.

– Sí, la tuve. Mis padres eran muy cariñosos. Viajamos mucho. Mi padre tenía dificultades para establecerse y nos movíamos a menudo. Siempre estaba inquieto. Yo volvía a casa desde la casa de unas amigas y ya habíamos empacado todo en el coche. Raramente tenía tiempo de despedirme. Simplemente nos íbamos.

– Eso debe haber sido difícil.

– Deseaba una casa, ya sabes, la casa tradicional con un patio como los otros, y una escuela habitual…

– ¿No asististe a la escuela?

La mirada de Emma saltó a su cara. Su voz había sido cuidadosamente neutral y él la miraba a los dedos, atrayéndolos distraídamente a la boca, pellizcando las puntas.

– Estoy muy bien educada, gracias -dijo ella, frunciendo el entrecejo, cautelosa ahora.

Su ceño fue malgastado. Él le mordió las puntas de los dedos, los dientes raspaban de aquí para allá. La sensación era intensamente seductora, enviaba relámpagos por su sangre. Los senos le dolían. No ayudaba que estuviera lista para la cama, sin un sujetador, y el delgado material del pijama rozaba sus pezones mientras se endurecían en picos apretados. La mirada en la cara de Jake era sensual pero remota, como si la sensualidad fuera tan inherente a su carácter que aún cuando no ponía atención, las mujeres no pudieran evitar sentir su calor sexual.

Giró de repente la cabeza para mirarla y el corazón de Emma se aceleró, latiendo con fuerza, quedándose sin respiración. Los ojos dorados tenían posesión, la hipnotizaban, le robaban la palabra. Abrió la boca, pero no salió absolutamente nada.

– Sé que eres culta. Solamente que siempre te imaginé en la escuela con otros niños. Yo tuve tutores privados. Siempre me pregunté cómo era ir a una escuela con otros niños.

Emma apretó los labios juntos, sintiéndolos hormiguear. Estaba tan enfocado cuando la miraba, tan completamente concentrado en ella, que se sentía amenazada en algunas maneras y completamente estimulada en otras.

– También yo -se las arregló para decir.

– Emma. -Su voz se ablandó, fundiéndola-. Estás tan tensa. Algo ha sucedido esta noche y quiero saber que es.

El muslo rozó el de ella cuando él giró de lado, sosteniéndose sobre un codo y curvando el cuerpo alrededor del suyo en actitud protectora. Estaba más cerca de ella que nunca, tan cerca que ella podía intercambiar aliento con él. Era el hombre más hermoso con el que jamás se había encontrado, de un modo crudo y sexual. Cada vez que se movía, los músculos ondulaban y se deslizaban bajo la piel, un movimiento poderoso, fluido y muy sensual que calentaba su sangre por mucho que ella intentara duramente no notar.

Jake le ahuecó la cara con la palma, el pulgar se deslizaba suavemente sobre su mejilla hasta la comisura de la boca.

– Cariño, te lo juro, tenía toda la intención de estar en casa esta noche. Surgió algo que fue inevitable. Compensaré a los niños. Trato de mejorar el asunto de estar implicado con ellos. Créeme, sé que les dejo contigo más de lo que debería. -Apuñalaba en la oscuridad, tratando de que ella se abriera. Deseaba que estuviera molesta por la fiesta. Podría compensar eso. Pero no, había algo mucho más profundo, y tenía un mal presentimiento acerca de la dirección a donde la llevaban sus pensamientos.

Emma cerró los ojos para bloquear la vista de él, pero sus otros sentidos se agudizaron inmediatamente. Un calor líquido se apresuró, humedeciéndole entre las piernas, la sangre latía con la necesidad. Siempre había condenado en secreto a Jake por sus proezas sexuales con mujeres. Nunca ocultaba el hecho de que las mujeres le encontraran atractivo. Ella sabía que le visitaban en su oficina de la ciudad y sabía por qué. Quizá todo el tiempo había estado celosa y nunca había identificado su propia atracción por él. Pero era horrible sentirse como una de esas mujeres.

No quería ser otra mujer más haciendo cola, rivalizando por su atención, rogando que la notara, para ser desechada en el momento en que atendiera sus necesidades. ¿Cómo le podía decir que ya no le podía tener en su cama porque todo en lo que pensaba era en subirse encima de él? ¿Por qué todo lo que hacía parecía tan sexual en este momento, cuando él había estado haciendo exactamente la misma cosa durante los últimos dos años y ella ni una vez había reaccionado? Debía haber sido ella quien había cambiado. Una nueva oleada de lágrimas le inundó los ojos.

– Eso es -dijo Jake con brusquedad, la enmarcó la cara con las manos, los pulgares bajo el mentón, acariciándola de modo seductor. Dobló la cabeza hacia la de ella y le robó el aliento-. Tienes que parar. ¿Me oyes, Emma? Tienes que parar o haré algo que ninguno de los dos será capaz de olvidar.

Ella le apretó la frente con la suya.

– No sé que está mal conmigo, Jake, pero lo odio. Me siento como si me estuviera saliendo de mi piel.

Le acarició la cara con la mano.

– Has pasado por mucho en dos años. Has perdido a un marido, cuidado de un bebé, tenido otro, tomado las riendas de esta casa, lo cual, si no te lo he dicho, has hecho un trabajo asombroso. Creo que tienes derecho a derrumbarte. Sólo has dejado el rancho para hacer pequeñas compras, e incluso entonces, la mayoría de las cosas son entregadas. Nunca te tomas tiempo libre para ti.

Las madres no se tomaban tiempo libre. No pensaba en sí misma como el ama de llaves, era la madre de Kyle y Andraya. Pero esta no era realmente su casa. Kyle no era su hijo. Tenía un trabajo. Era un trabajo.

– Nunca hemos hablado de tiempo libre. -¿Es así cómo él veía lo que ella hacía? ¿Cómo un trabajo?

Se sintió entumecida por adentro, y gracias a Dios, el ardiente infierno se estaba enfriando, la sensibilidad de la piel disminuía. El anhelo por él no disminuía, pero por lo menos no era tan crudo y mordiente que tenía miedo de atacarle.

Él parpadeó. Los ojos dorados casi resplandecieron. Un débil retumbar, muy similar a un gruñido, salió de lo profundo de su pecho.

– ¿Quieres tiempo libre?

Ella frunció el entrecejo.

– ¿No es lo que acabas de decir? ¿Que no me tomo tiempo libre?

– Hice una declaración. No hice una pregunta.

Emma golpeó la cabeza contra la almohada.

– ¿Qué quieres decir? Pensé que significaba que debía irme de vacaciones o tener una noche o dos.

– Si te fueras de vacaciones o te tomaras unas pocas noches libres, tendría que contratar a un extraño para tomar tu lugar. No quiero extraños correteando de aquí para allá en mi casa o alrededor de los niños. Y necesitaríamos más guardaespaldas. Quería decir leer un libro. Te dije que te compré un caballo. Te llevaré a cabalgar. Esa clase de cosas.

– Tú no dijiste que me hubieras comprado mi propio caballo.

Le frunció el ceño.

– ¿Unas vacaciones? ¿Quieres irte de vacaciones? Tienes que decirme esas cosas por adelantado, Emma, para que pueda cogerme tiempo. Tendremos que encontrar un lugar donde sea fácil cuidar de los niños. Puedo tener a uno de los secretarios investigando por nosotros. Y te dije que te compré un caballo.

Ella tenía los principios de un dolor de cabeza. Quizás había sido de todas las lágrimas, pero más probable era que Jake la estaba volviendo loca. Él no tenía ningún sentido.

– Me dijiste que habías comprado el caballo -admitió, utilizando su voz más paciente-, pero olvidaste decir que lo compraste para mí. Fue durante una de las llamadas cortas e informativas en mitad de la noche.

– Siempre te llamo tarde. No duermo como otras personas.

Ella sabía que eso era verdad. Él estaba en su cuarto cada noche, paseando o estirándose a su lado en la cama en la oscuridad, acosándola con preguntas.

– ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?

Él rodó de espaldas y enlazó los dedos detrás de la cabeza.

– No lo recuerdo. Hace pocos días. Duermo mejor cuando estoy en casa.

Ella no sabía cuándo. La mayoría de las noches él permanecía en su cuarto hasta las dos o las tres de la mañana. A veces él caminada de un lado para otro en los cuartos de los niños como un animal enjaulado. Jake era tan complicado, y la agotaba a veces. Seguía tratando de averiguarlo todo de él cuando nunca hablaba sobre su niñez. Sólo había conocido a su madre una vez y no había sido agradable. Sabía que había una orden para mantener a sus padres fuera de la propiedad, y Kyle y Andraya estaban protegidos siempre.

Como si le leyera la mente, Jake giró las tornas.

– Cuéntame sobre tus padres.

Ella le miró.

– ¿Cómo qué?

– ¿Viajaste fuera de los Estados Unidos? ¿De dónde eran originalmente? ¿Qué hacía tu padre para vivir?

Ella frunció el entrecejo y miró al techo.

– Siempre teníamos dinero, pero sabes, no sé que hacía mi padre para trabajar. No teníamos toneladas de dinero, no como tú, pero claro, tú posees casi la mitad de los Estados Unidos. Por lo que, nunca buscábamos nada.

– ¿Nunca preguntaste a tu padre que hacía para vivir?

– No. No sé por qué. No estuve alrededor de muchos otros niños así que adivino que nunca surgió. El último par de años antes de que muriera, pasó mucho tiempo en su ordenador portátil, y sé que a menudo iba a cibercafés cuando viajaba. Asumí que necesitaba hacerlo para el trabajo.

– ¿Y tu madre?

– Ella nos cuidaba. Pintaba. Era una artista maravillosa. -Emma siguió con sus breves respuestas, y trabajaba para mantener la cautela en su voz. Había sido enseñada a nunca hablar de sus padres, y aunque estuvieran muertos, la regla todavía valía.

– Así que de ahí viene tu talento.

Emma estuvo complacida de que él pensara en su talento e indicara que algo en ella era como su madre.

– Ella dibujaba todo el tiempo en blocs de dibujos y yo hacía lo mismo en el coche. Solíamos pasarnos los carboncillos de aquí para allá, y cuando permanecíamos en un lugar durante un tiempo, casi la primera cosa que ella hacía era establecer un cuarto donde pudiéramos pintar.

– Cuando fui a tu apartamento la primera vez, encontré un viejo bloc de dibujos. Creí que parecía importante así que te lo llevé. ¿De tu madre?

Ella tragó el repentino nudo que le atascaba la garganta y asintió.

Él cambió de postura lo bastante para tironearle de los mechones de su largo cabello, envolviéndolos alrededor de su dedo cuando habló.

– Los de la mudanza empacaron algunas pinturas. ¿Por qué no las tienes colgadas en tu cuarto?

Ella permaneció silenciosa por unos pocos momentos, dándole vueltas a la pregunta una y otra vez en su mente. A él no iba a gustarle la respuesta, y cuando no le gustaba algo podía ser muy imprevisible.

– Al principio estaba apenaba y no ponía demasiado atención a nada. Cuándo pensé acerca de las pinturas y quise verlas, quizá en busca de consuelo, estaba de reposo en la cama y no podía ir registrando las cajas.

Le tiró con la suficiente fuerza del pelo para que ella soltara un pequeño grito.

– Deberías habérmelo contado. Las habría colgado por ti. ¿Después del reposo en cama?

Ella le disparó un pequeño ceño pero él no la miraba y fue malgastado completamente.

– Para de tirarme del pelo.

Él no la soltó, pero empezó a frotar los mechones de adelante a atrás entre sus dedos casi distraídamente. Ella suspiró y lo dejó pasar, sabiendo que estaba buscando evasivas.

– Después de que Andraya naciera estuve cansada todo el tiempo, ajustándome a dos bebés y a una casa. Cuando llegaba a la cama por la noche estaba agotada.

– Tenías muchas pesadillas -indicó él.

Ella no lo podía negar. Él a menudo había corrido a su cuarto para cerciorarse de que estaba bien y había permanecido hablando hasta que se dormía otra vez.

– Es verdad -admitió-. Después de eso, no estaba segura de sí iba a quedarme o no. Pensaba que me daría algún tiempo mientras resolvía lo que iba a hacer después de que llegara el dinero del arreglo.

Al lado de ella, Jake se quedó inmóvil.

– ¿Piensas un poco en dejarme, verdad?

¿Había dolor en su voz? Ya era bastante experta en leer los matices emocionales en las voces de personas, pero Jake era diferente. Él siempre sonaba casual, su voz suave e hipnotizadora sin importar el tema. Incluso cuando estaba enojado, bajaba el tono de voz en vez de levantarlo.

– No estoy pensando en abandonarte. -Era absurdo, por el modo en que hablaban, deberían haber tenido una relación-. No sabía si el trabajo iba a funcionar. Las cosas cambiarían si te casaras con alguien. No puedes fingir que no lo harían.

– Puedes tranquilizar tu mente sobre que me case. Las mujeres que conozco son rameras traicioneras y no las permitiría en ningún sitio cerca de mi dinero, de mi casa ni de ti. Y ciertamente no de mis hijos. Así que creo que puedo decir sin peligro que casarme con alguna de ellas está fuera de cuestión.

– Sólo les permites acercarse a tu cuerpo.

Ella apretó los labios, odiando la mezcla de emoción en su voz que hizo que él girara la cabeza para mirarla, su mirada de repente especulativa. Ella no se había dado cuenta hasta ese momento que estuviera enojada con él. Ni siquiera había sabido que estuviera celosa. No quería a Jake como su amante ni como nada. Cualquier otra clase de la relación aparte de la platónica que tuvieran sería un desastre. No era fácil vivir con Jake como jefe. Como amante o marido, él gobernaría con un puño de hierro.

– No todos podemos ser pequeños santos perfectos, sin nunca disfrutar de los placeres de la carne.

Ella curvó las uñas en la palma, con la suficiente fuerza para hacerse daño. Las puntas de los dedos le dolieron.

– Sal de mi cuarto. Hablo en serio. Estás siendo insultante y he tenido un día suficientemente malo sin aguantar tu mierda. Vete.

Él no se movió.

– ¿Por qué es eso un insulto? Básicamente me has indicado que he sido un pecador. ¿Qué está mal conmigo señalando que tú eres una santa?

– Estás siendo deliberadamente insultante y lo sabes. -Se puso el brazo sobre los ojos-. Estoy tan cansada, Jake. Quería que el día de hoy fuera bueno para ti. Esperé que vinieras a casa e intenté hacer algo especial para tu cumpleaños. No sé qué falló, pero sólo quiero arrastrarme bajo las mantas e intentarlo otra vez mañana. -Tenía la garganta ahogada con lágrimas otra vez y eso la hizo querer llorar por ser tan idiota. ¿Qué estaba mal con ella?

Jake se puso de lado, le deslizó una mano por su pelo.

– Hiciste que mi cumpleaños fuera especial, Emma. Nunca he tenido un regalo o un pastel antes. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí. Y mañana por la mañana, abriré los regalos con Kyle y Andraya. Podemos tener pastel para el desayuno.

Ella trató de no reírse.

– No, no lo harás. Ellos no pueden tener pastel para desayunar.

– ¿Por qué no?

Sonó bastante inocente, pero ella le conocía mejor que eso. En el momento que tuvo a su hijo, él probablemente había investigado cada hecho que pudo encontrar sobre nutrición y salud. Más que probablemente, había consultado a cada autoridad de primera que pudo encontrar. Tenía una mente para hechos y detalles, y ella dudaba si alguna vez olvidaba lo que leía.

– Sabes muy bien por qué no. No podemos correr el riesgo de mimarlos demasiado, Jake. Andraya ya muestra signos de ser una princesita.

– Es una princesa.

– En su propia mente.

Jake envolvió el largo pelo en la mano y atrajo los hilos sedosos a la cara.

– En mi mente también. Pero si tú dices que nada de pastel para el desayuno, nada de pastel. Eres la jefa.

Ella casi bufó.

– ¿Desde cuándo? Nadie jamás te da órdenes, Jake.

Dirigía la casa y el rancho del mismo modo en que dirigía sus negocios. No confiaba en nadie lo bastante para darles mucha cancha. Drake, Joshua y quizás ella, eran los pocos a los que daba un pequeño margen, pero no mucho. Sería un verdadero infierno vivir con él. Querría completo control. Porqué eso la hacía querer llorar otra vez, no lo sabía. Pero las lágrimas ardieron en las puntas de las pestañas, humillándola aún más.

– Lo siento, Jake. Honestamente no sé que está mal conmigo. De verdad. No eres tú. Me estoy rompiendo en pedazos. No me he sentido así ni siquiera cuando estuve embarazada.

Jake le deslizó la mano sobre el hombro y por el brazo hasta rozarle con los nudillos por debajo del dobladillo de la blusa y abrirla sobre su vientre como si pudiera sentir a un niño creciendo ahí.

– Creo que necesitas tener a alguien sosteniéndote mientras te duermes. Recuerda cuando tenías pesadillas. -Dobló la cabeza hacia la de ella y le rozó la sien con un beso-. Te sostenía y tú te dormías.

Eso era verdad, pero su cuerpo no había estado ardiendo. Él había estado duro entonces también, como lo estaba ahora, y sin ninguna vergüenza por ello. Pero ahora era diferente porque ella era demasiado consciente de él, tumbado duro y grueso, ardiendo contra su muslo como una marca.

– ¿Quieres más niños?

La mirada de Emma saltó a su cara.

– ¿Por qué preguntas eso?

– He estado pensando en ello últimamente. Preguntándome cómo te sentías acerca de ello. Con Kyle y Andraya tan cercanos en edad pensé que quizás sintieras que ellos eran más que suficiente. -Retiró la mano del estómago, las almohadillas de los dedos se deslizaron por sus costillas mientras los nudillos le rozaban las caras inferiores de los senos.

Le estaba mirando directamente a los ojos y no podía decir si fue un accidente o si quería tocarla tan íntimamente. Antes de que pudiera preguntar, él agregó en ese mismo tono bajo.

– Le he pedido a John que prepare los papeles de adopción para que adoptes a Kyle.

Ella sintió una rápida explosión de placer porque él no sólo lo hubiera recordado, sino que ya le hubiera dado instrucciones a su abogado. Ella no tenía la menor idea de cuando él podría haber encontrado tiempo, pero así era Jake, haciendo de la adopción una prioridad cuando ellos apenas la habían mencionado.

– Gracias. Me siento como si ya fuera la madre de Kyle. Hacerlo legal libera una enorme carga de mi mente.

– No has contestado. ¿Desearás más niños?

– No lo sé. Con la persona correcta. -No quería irse. No quería separarse de Andraya y Kyle.

Él frotó la almohadilla del dedo de aquí para allá sobre la ceja de ella, con ese ahora familiar toque que frecuentemente usaba para ayudarla a dormir. El gesto la calmó sin ninguna razón, casi como si él la acariciara. Le cubrió los ojos con la mano mientras la acariciaba y ella bajó las pestañas y dejó que la tensión abandonara su cuerpo.

– ¿Y tú, Jake?

Jake respiró profundamente. Iba a tener más niños e iba a tenerlos con Emma.

– En otro año o dos, antes de que Kyle y Andraya sean demasiado mayores. -Porque mantendría a Emma cerca de él.

No sabía mucho acerca del amor, pero sabía cómo seducir a una mujer. Tanto si Drake tenía razón o no acerca de Emma, ella era la que iba a conservar. La ataría a él de todas las formas posibles, incluyendo más niños. Podía permitirse el lujo de ellos, y podía contratar ayuda. Si sus otros hijos eran en igual a Kyle y Andraya, entonces él podría aprender a cuidarlos a su manera.

– ¿Fuiste hija única?

El dedo trazó un sendero a través del párpado cerrado, por el pómulo saliente y hacia abajo a los labios llenos.

– Esa es otra cosa que tenemos en común. No tengo hermanos. Perdí a mis padres en un accidente de tráfico poco antes de cumplir diecinueve. No tenía a nadie más, ningún otro pariente.

– ¿Qué sucedió? ¿Estabas en el coche?

Sintió el pequeño estremecimiento que la atravesó.

– No, pero encontré el coche.

La acarició el pelo para apaciguarla.

– No quería traer a la superficie malos recuerdos. -No estaba seguro de que era peor, si tener a unos monstruos por padres o perder a unos padres a los que amas delante de ti. No conocía esa clase de perdida. No podía imaginarse perder a Emma. La idea le dejaba sin aire, con la mente en blanco, entumecida y ni siquiera estaba enamorado. No conocía el significado de la palabra amor. No era capaz de amar, pero sabía que ella sí.

– Lo siento, cariño, fue desconsiderado por mi parte traer a colación a tus padres y el accidente antes de que te duermas. No tenía ni idea. -Inclinó la cabeza los escasos centímetros para rozar cada ojo con un beso y luego siguió acariciándole la cara con las yemas de los dedos.

– Fueron tiempos difíciles cuando les perdí -admitió, su voz soñolienta. Se puso de lado, frente a él, pero no abrió los ojos-. Siempre teníamos un lugar planeado si nos separábamos si algo iba mal. -Estaba tan somnolienta y cálida. Jake la hacía sentirse segura, de otro modo nunca le habría contado nada, mas no podía detener las palabras que salían por su boca. Fue casi un alivio-. Les esperé una hora en la biblioteca, pero no vinieron. Así que fui al punto de encuentro. Se suponía que no llamaríamos por el móvil. Esperé allí otra hora y entonces supe que algo había ido mal.

Jake apretó los brazos alrededor de ella y le rozó la sien con suaves besos.

– Debe haber sido tan aterrador.

– Estaba aterrorizada. Mis padres eran mi vida entera. Había una reserva de dinero y papeles y los cogí, pero en vez de ir al siguiente lugar, al lugar de encuentro final antes de supuestamente desaparecer, robé una bicicleta y pedalee fuera del pueblo, por el camino por donde habrían conducido. El camino era muy sinuoso y empinado. Tuve que andar en varios sitios y sabía que si lo averiguaban, estarían furiosos conmigo, pero no pude evitarlo.

Se quedó en silencio tanto tiempo que él la incitó.

– Los encontraste.

Ella siseó entre dientes.

– Sí, les encontré. -Su voz era tensa y muy baja. Él apenas podía captar el hilo de voz aún con su aguda audición-. El coche se había salido del camino. Mi madre había muerto en seguida; por lo menos, creo… espero que lo hiciera. Pero mi padre… -Las palabras se desvanecieron y enterró la cara mojada en lágrimas contra el pecho de Jake.

– ¿Emma?

Ella sacudió la cabeza.

– Cariño. Sólo dímelo.

Emma permaneció silenciosa durante mucho tiempo, pero entonces levantó las pestañas y le miró a los ojos, buscando algo allí, alguna tranquilidad.

– Mi padre había estado vivo, pero alguien le había torturado. Había pequeños cortes por todo su cuerpo. Quienquiera que lo hubiera hecho había encendido un fuego y había dejado sus cuerpos para que ardieran. Pude ver huellas que se alejaban del coche.

– ¿Qué clase de huellas? -apenas podía respirar, sabiendo que ella había pasado por tal cosa, sabiendo cuan cerca había estado de los asesinos. ¿En qué había estado metido su padre?

– Huellas de un gato grande.

La boca de Jake se secó ante la revelación. ¿Huellas de leopardo? ¿Tenía Drake razón sobre ella, entonces? Todo señalaba que sí, pero ¿cómo podía ser? Tenía que reunir más información sobre ella. Ahora ciertamente no era el momento de mencionar que él podía cambiar y convertirse en gato.

– Les había dado mi palabra de que si algo iba mal, me marcharía, me iría a miles de kilómetros de distancia. Y lo hice. Me fui a California, porque se los prometí.

Si Emma daba su palabra, la cumpliría costara lo que costase. Si Emma se casaba con él, no habría engaños, ningún abandono, ninguna ruptura de votos.

– Conociste a Andrew y te casaste con él. -Cambiándose el apellido, hacía más difícil que la rastrearan-. Lo siento, Emma, esto debe haber sido tan difícil. -Transfirió la mano al pelo, deslizándola sobre los hilos sedosos. La acción le calmó casi tanto como a ella. Sintió la tensión resbalar de su cuerpo-. ¿A tu madre siempre le gustaron los leopardos? ¿Es de ahí de donde te viene el amor por dibujar leopardos también? -Quería que recordara a su madre de ese modo, algo hermoso que compartieron juntas.

– Sí, pero ella nunca hizo uno como la pintura que hice para ti, medio hombre y medio leopardo. Ella adoraba a los gatos grandes. Pintó asombrosas imágenes de ellos que parecían vivas, pero ninguna con una cara medio-humana, medio-gato. Creo a que veces tienes una calma y una manera de moverte, como el agua sobre la arena, fluida y silenciosa, eso me recuerda a un leopardo.

– ¿No a un tigre? -preguntó él curiosamente. Las perspicacias de Emma eran una de las cosas que admiraba en ella. Tenía unos instintos asombrosos. Estaba empezando a pensar que Drake quizás tuviera razón acerca de Emma, y si era verdad, él no sabía si eso ayudaría a su causa o la haría más difícil.

– Los leopardos son más imprevisibles -levantó las pestañas. Revolotearon. Él pudo ver la diversión en los ojos verdes. Ojos de gato-. Y tienes mal genio.

Él oyó la sonrisa en su voz y se inclinó más cerca para inhalar su perfume. A veces quería tomar esa felicidad en los pulmones, para llenar su cuerpo, la sangre, para mantenerla para sí. No sabía cómo ser feliz. Era violentamente protector, quizá demasiado para ser feliz. Había construido un imperio, y lo protegía ferozmente, pero siempre era consciente de que sus enemigos le rodeaban. Emma había atravesado una experiencia terrible, pero todavía tenía la capacidad de amar, de bromear, de encontrar la felicidad y la diversión.

– No tengo mal genio. Sólo me gusta que las cosas se hagan de cierta manera.

Ella hizo una pequeña mueca con los labios y el corazón de Jake dio bandazos. Su sangre se encrespó calientemente y su verga dio un tirón, caliente, dura y completamente excitada. Jake inspiró y lo expulsó, deslizando la palma por el brazo para enredar los dedos con los de ella para no ahuecar la tentación del seno. Tenía que ir despacio, dejar que se acostumbrara a la idea de tener un hombre en su vida otra vez. No había estado lista, pero él había plantado la semilla y con un poco de suerte ella soltaría a Andrew, y Jake estaría allí para ella.

Verdaderamente, había estado con ella mucho más que Andrew. Había conocido a su marido sólo durante un par de meses antes de casarse, y había estado con él cinco meses antes de su muerte. Emma había compartido la vida de Jake durante más de dos años. Andrew había sido un chico, no un hombre, y por muy dulce que hubiera sido con Emma, ella necesitaba a un hombre.

Jake podía decir que era bastante inexperimentada en lo que se refería al sexo. Apostaría su vida a que había sido virgen cuando conoció a Andrew. Las cosas que quería hacerle probablemente la sorprenderían. Atrajo la mano a su boca y le mordisqueó las puntas de los dedos.

– Eres muy oral -susurró ella, con diversión en su voz.

Sonaba somnolienta, y él sabía que estaba yendo a la deriva o nunca habría hecho ese comentario, y seguro que no le habría contado nada sobre el modo en que sus padres habían muerto.

– No tienes la menor idea, cariño -cuchicheó, deliberadamente malvado, y se inclinó con el fin de excitar ese lugar suave y vulnerable donde su hombro se juntaba con el cuello. La lengua le lamió la piel tibia, llenándolo con su sabor hasta que no pudo resistir frotar los labios sobre el lugar.

Ella levantó el hombro ligeramente, pero ya había vagado demasiado en el sueño para hacer otra cosa más que protestar suavemente. Jake dejó que los dientes rasparan de aquí para allá antes de morder suavemente. El leopardo en él le instaba a hacer más, a dejar su marca en ella, para proclamar su propiedad, pero Jake levantó la cabeza para darse suficiente espacio para respirar.

– Duerme bien, cariño -susurró-. Te veré por la mañana.