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– ¿Estás seguro de que lo hicieron, James? -preguntó Lisa Chadbourne a Timwick-. ¿Por qué tardaron tanto? No puedo permitir más errores.
– Barrett House está ardiendo en este mismo instante. El retraso fue solamente porque llevó un buen rato asegurarse de que pareciera que fue por un cortocircuito.
– ¿Y enviaste un equipo hacia allá para recuperar el cuerpo? No quiero que los paramédicos del departamento de bomberos sean los primeros en llegar.
– No soy tonto, Lisa. Lo sacarán de allí y lo llevarán a Bethesda.
Se lo oía fastidiado. Era evidente que ella se había mostrado demasiado autoritaria. Todos los demás le resultaban fáciles de manejar, pero era difícil encontrar el punto de equilibrio con Timwick. En público era respetuoso y sumiso, pero en privado no le permitía olvidar que eran socios. Suavizó la voz.
– Perdóname, sé que estás haciendo todo lo que puedes. Me siento algo asustada e impotente.
– Sí, tan impotente como una cobra real.
Lisa se estremeció. Era la primera vez que Timwick la trataba con sarcasmo, lo que no era una buena señal. Ella había notado lo nervioso y tenso que había estado últimamente y ahora parecía que se estuviera descargando con ella.
– ¿Me merezco eso, James? Los dos decidimos que era necesario y en todo momento he sido franca contigo. -Silencio. -No esperaba que sucediera esto. Me dijiste que todo saldría bien.
No tenía que enojarse. Tenía que pensar en el resultado final, no en los detalles. Necesitaba a Timwick. Él tenía su trabajo, ella el suyo. Se cuidó de que el fastidio que sentía no se le notara en la voz.
– Estoy haciendo las cosas de la mejor manera posible. Fuiste tú el que no esperó el tiempo suficiente en la funeraria -le recordó con suavidad-. No hubiéramos tenido problemas si te hubieras asegurado de que Donnelli terminara el trabajo.
– Me quedé ahí sentado viendo cómo lo quemaba. Después de un tiempo pensé que podía irme. ¿Cómo iba a saber que llevaba tanto tiempo quemar un cadáver?
Ella lo hubiera sabido. Hubiera leído todo acerca del tema hasta averiguar todo lo necesario. Había sido una tonta al creer que Timwick haría lo mismo.
– Lo sé. No es tu culpa. Pero ahora tenemos que lidiar con eso… Y con Logan. ¿No encontraron rastros del cráneo?
– Era evidente que Duncan había estado trabajando, pero no estaba el cráneo. Si es tan buena como dicen, tenemos que suponer que terminó el trabajo.
Lisa sintió que se le anudaban los músculos del estómago.
– Todo saldrá bien. El trabajo de ella solamente no es prueba de nada. Tenemos que asegurarnos de que queden desacreditados ante los medios antes de que consigan más pruebas. Hoy dimos el primer paso en esa dirección. Ahora tienes que encontrarlos y cerciorarte de que no causen más problemas.
– Sé lo que tengo que hacer. Tú ocúpate de mantener en línea a Detwil. En la última conferencia de prensa estuvo demasiado animado.
Estaba manejando a Kevin perfectamente bien. Timwick lo había dicho adrede para vengarse de ella por criticar la forma en que había manejado a Donnelli.
– ¿Te parece? Lo vigilaré, James. Sabes que tu opinión es muy importante para mí. -Hizo una pausa. -¿Qué me dices de esta tal Duncan? Hasta ahora apuntamos todos nuestros cañones contra Logan. Ella puede resultar igualmente difícil.
– La tengo vigilada, pero Logan es el jugador principal. Es el que da las órdenes.
– Como te parezca. ¿Pero puedes darme un informe más detallado sobre Duncan?
– El informe es completo. ¿Qué más quieres saber?
– Quiero más detalles sobre sus antecedentes profesionales. Seguramente intentarán una prueba de identificación por ADN y ella debe de tener contactos.
– Mañana ya sabrán lo peligroso que es salir a la superficie. Con suerte los atraparemos antes de que puedan hacer algo más.
– Sería tonto confiar en la suerte ¿no te parece?
– ¿Caray, cuánto ADN crees que puede quedar después de que estuvo en el fuego unas horas?
– No tengo idea, pero no podemos correr riesgos.
– Además, como te dije, será Logan el que decida qué jugada hacer. No pueden presentarse en un laboratorio de ADN con el cráneo. Sabemos Adónde irán en busca de ayuda. Ya estoy haciendo vigilar a Ralph Crawford, de la Universidad Duke. Si no los atrapamos de inmediato, igual se meterán en nuestra…
– James, por favor -pidió Lisa con suavidad.
– De acuerdo. -Ella oyó la impaciencia en su voz. -Lo conseguiré.
– Bien. Y avísame en cuanto llegue el cuerpo a Bethesda. -Cortó la comunicación, se puso de pie y se dirigió al dormitorio.
Es Logan el que decide las jugadas.
No estaba tan segura de eso. El expediente que tenía sobre Eve Duncan mostraba a una mujer fuerte e inteligente que no caminaría detrás de ningún hombre. ¿Quién mejor que Lisa para saber cómo una mujer fuerte podía moldear las situaciones según su conveniencia? Timwick, como siempre, subestimaba a la oposición. Iba a tener que ser ella la que vigilara a Eve Duncan.
– ¿Lisa?
Kevin estaba de pie en la puerta del baño, con la bata roja con arabescos de Ben. Era una de las pocas prendas de Ben que le gustaba a Kevin. Lisa había tenido que frenar su gusto por los colores fuertes. Ben raramente usaba otra cosa que no fuera azul marino o negro.
– ¿Pasa algo? -preguntó él, con el entrecejo fruncido.
Lisa se obligó a sonreír.
– Un problemita con Timwick.
– ¿Puedo ayudar en algo?
– No, esta vez no. Deja que me ocupe yo.
Fue hacia él y le pasó los brazos alrededor del cuello. Olía a la colonia con aroma a lima que Ben se había hecho preparar especialmente. Las fragancias eran importantes. Aun cuando uno no pensaba en ello, era una forma de recordar con sutileza quién era una persona. A veces, cuando despertaba en medio de la noche, Lisa todavía creía que tenía a Ben durmiendo a su lado.
– Estuviste magistral hoy en la reunión de la AARP. Los tenías a todos embobados -le susurró al oído.
– ¿Te parece? -preguntó él, ansioso-. Me pareció que me desempeñé muy bien.
– Estuviste brillante. Mejor de lo que lo podría haber hecho Ben. -Lo besó con suavidad. -Estás haciendo un trabajo magnífico. Podríamos estar en medio de una guerra, ahora, si tú no te hubieras hecho cargo.
– ¿De veras era tan inestable?
Ella le había hablado de la supuesta inestabilidad de Ben quinientas veces, pero Kevin siempre quería que se lo repitiera. ¿Se sentía culpable? No, sencillamente le gustaba la idea de que estaba salvando el mundo. A pesar de ser un hombre inteligente, en ocasiones Kevin se mostraba increíblemente vanidoso e ingenuo. -¿Crees que estaría haciendo esto si no hubiera tenido miedo de lo que él podía hacer?
Kevin negó con la cabeza.
– Y has estado magnífico. Creo que este año podremos hacer promulgar la ley de salud. ¿Te dije cuan orgullosa estoy de ti?
– No podría hacer esto sin ti.
– Puede que te haya ayudado en un principio, pero ahora eres mejor que… -Echó la cabeza hacia atrás y sonrió con expresión traviesa. -Cielos, mira cómo te excitas. Tengo que recordar cómo te pones cuando oyes elogios: es lo que me mantiene satisfecha. -Se apartó de él y se quitó la bata. -Ven a la cama y te diré lo maravilloso que estuviste con el embajador japonés.
El rió y la siguió, entusiasmado como un chico a punto de jugar Lisa siguió provocándolo con su sonrisa hasta que se tendieron en la cama.
Ella y Ben habían compartido la misma cama e introducir a Kevin de inmediato en ella fue una parte necesaria del plan. Al principio, él se había mostrado vacilante y hasta tímido y Lisa había tenido que utilizar toda su habilidad para atraerlo sin parecer que era ella la que tomaba toda la iniciativa. Podría haber encontrado otras formas de manejarlo, pero ésta era la mejor. Su trabajo consistía en asegurarse de que Kevin estuviera bajo control.
Y el sexo era la mejor forma de controlar a alguien.
Zorra arrogante.
Timwick se echó hacia atrás en la silla y se frotó los ojos. Claro, Lisa se lo pasaba dándole órdenes y después se metía en la cama y dejaba que él hiciera todo el trabajo. Allí estaba ella, en la Casa Blanca, comportándose como la realeza, mientras él estaba en esta oficinita de mala muerte, trabajando como un burro. Ella quería resultados, pero sin ensuciarse las manos, y se mostraba totalmente ciega a lo que no quería ver. Él era el que mantenía las cosas en funcionamiento y los protegía del desastre. ¿Adónde estaría ella ahora si él no hubiera intervenido?
Eve Duncan. Era una herramienta de Logan, nada más. Convertirla en una prioridad era un disparate. Si Lisa no fuera tan feminista habría admitido que la amenaza principal era Logan.
Cielos, era como si las amenazas lo estuvieran cercando. Sus dedos se cerraron sobre los apoyabrazos del sillón. Tenía que mantener la calma, estaba haciendo todo lo que estaba en su poder para salvar la situación, y la salvaría. Había demasiadas cosas en juego como para querer escapar. Si se mantenía firme, tendría todo lo que había deseado en su vida.
Buscó el teléfono. Haría lo que ella quería… Por ahora. Necesitaba a Lisa para que lo ayudara a seguir con el encubrimiento y mantener a Detwil dentro de la Casa Blanca para otro mandato. Después de eso, Timwick buscaría la forma de ser el único al mando de todo. Mejor dejar que Lisa creyera que era la dueña del circo.
Le daría suficiente información sobre Eve Duncan como para que se atragantara.
– Despierta, llegamos.
Eve abrió los ojos y vio que Logan descendía del asiento del conductor.
– ¿Qué hora es? -preguntó, bostezando.
– Más de medianoche. -Gil extendió la mano hacia la manija de la puerta. -Dormiste casi todo el camino.
Le parecía imposible haberse quedado dormida. Había tenido los nervios tensos como cables.
– Has tenido un par de días difíciles. -Gil respondió a la pregunta que ella no había hecho. -Yo también dormí un poco. Pero admito que me vendrá bien estirarme un poco.
Eve se sentía tan entumecida que tuvo que aferrarse a la puerta al descender del automóvil. Observó a Logan subir los escalones y abrir la puerta de entrada. Llevaba el maletín de cuero con el cráneo de Chadbourne. Logan siempre con las prioridades en orden, pensó Eve con ironía.
– ¿Lista? -preguntó Gil mientras levantaba la maleta de Eve.
– Yo la llevo.
– No, yo me arreglo. Lleva la caja de Mandy. -Ya estaba subiendo los escalones detrás de Logan.
Eve no quería entrar. Sentía el aire fresco y húmedo en las fosas nasales y el sonido del mar contra la playa le resultaba una bendición. Hacía muchísimo que no estaba junto al mar. Joe la había llevado a la isla Cumberland después de que salió del infierno, pero no recordaba nada de la isla. Lo único que recordaba era a Joe abrazándola, hablándole, manteniendo la noche a raya.
Joe. Tenía que llamar a Joe. No le había hablado desde antes de la noche que habían ido al campo de maíz. Había evitado deliberadamente llamarlo e involucrarlo más en este espanto. Pero si no lo llamaba pronto, invadiría Barrett House con un equipo SWAT.
El viento estaba cobrando fuerza y soplaba la espuma de las olas al llegar a la orilla.
A Bonnie le había gustado el mar. Eve y Sandra la habían llevado a Pensacola unas cuantas veces y ella había corrido ida y vuelta junto al agua, riendo, conversando y buscando caracoles.
Cerró la puerta y se dirigió al muelle.
– Eve.
No se volvió al oír la voz de Logan. No quería entrar en la casa. No quería enfrentarse con él ni con ninguna otra cosa en este momento. Necesitaba estar sola.
Se quitó las sandalias, se sentó sobre el muelle bajo y bajó los pies al agua. La sintió fresca y sedosa contra la piel.
Apoyó la cabeza contra el poste para escuchar el ruido de olas.
Y recordar a Bonnie…
– ¿Vas a ir a buscarla? -preguntó Gil-. Hace casi una hora que está allá afuera, John.
– Dentro de un rato. -Caray, qué sola se la veía. -No me parece que quiera compañía.
– No es bueno que se ponga a pensar demasiado. Puede resultar muy peligroso. Bastante rencor siente ya.
– Qué diablos, estoy cansado de empujarla. Déjala en paz un rato.
– Dudo de que se deje empujar hacia donde no quiere ir.
– Pero es posible bloquear todos los caminos para que se obligada a tomar el único que queda libre. -Era lo que había hecho él desde el momento en que la había conocido. Y seguía haciéndolo.
¿Entonces qué? ¿Iba a dejar de hacerlo porque tenía algunos remordimientos de conciencia?
Iba a reparar la confianza rota de Eve y la iba a volver a utilizar.
– Iré a buscarla. -Bajó los escalones del porche y cruzó por la arena hacia el muelle.
Eve no lo miró cuando se acercó.
– Váyase, Logan.
– Tendrías que entrar. Se está poniendo fresco.
– Entraré cuando esté lista.
El vaciló y luego se sentó a su lado.
– Te esperaré. -Se sacó los zapatos, las medias y metió los pies en el agua.
– No quiero que se quede.
– Sabes, no he hecho nada parecido desde que estuve en Japón. -De una mirada abarcó el océano. -Durante el día no parece alcanzar el tiempo para relajarse.
– ¿Está tratando de establecer vínculos conmigo, Logan?
– Puede ser.
– Pues no lo está logrando.
– ¿No? ¡Qué lástima! Entonces, ya que estoy, me quedaré aquí sentado para ver si logro relajarme un poco.
Silencio.
– ¿En qué piensas?
– En Chadbourne le aseguro que no.
– ¿En tu hija?
Eve se puso rígida.
– No use a Bonnie para tratar de acercarse a mí, Logan. No va a funcionar.
– Lo pregunté por curiosidad, nada más. No termino de entender tu obsesión por identificar cráneos. Sé, por supuesto, que nunca pudieron encontrar a tu hija, pero no puede ser que…
– No quiero hablar de eso.
– Te observé con Mandy y luego con Ben Chadbourne. Hay como una… ternura.
– Estaré un poco loca, entonces. Todo el mundo tiene sus locuras respecto de algún tema u otro -se defendió Eve-. Le aseguro que no pienso que esos huesos tienen las almas colgando alrededor.
– ¿Crees en un alma eterna?
– A veces.
– ¿Sólo a veces?
– Bueno, sí, la mayoría del tiempo.
– Logan se mantuvo en silencio, expectante. -Cuando nació Bonnie, vi que no era como yo ni como mamá ni como nadie. Era… Ella. Completa y maravillosa. ¿Cómo puede darse algo así si no se nace con un alma?
– ¿Y esa alma es eterna?
– ¿Cómo lo voy a saber yo? Pienso que sí, que es eterna. Tengo esperanzas de que lo sea.
– ¿Entonces por qué te empecinas en devolverles esos huesos a los familiares? No tendría que tener ninguna importancia.
– Para mí sí la tiene.
– ¿Por qué?
– La vida es importante y habría que tratarla con respeto, no arrojarla a la basura como algo inútil. Debería haber… Un hogar para cada persona. No tuve un verdadero hogar de niña. Nos mudábamos de inquilinato a inquilinato. De hotelucho a hotelucho. Mamá era… No era su culpa. Pero todo el mundo debería tener un lugar permanente en el esquema de las cosas. Traté de darle a Bonnie un hogar, el mejor hogar posible, donde pudiera amarla y cuidarla. Cuando Fraser la mató tenía pesadillas de que yacía en un bosque, donde los animales podían… -Calló un instante y cuando volvió a hablar, tenía la voz ronca. -Quería que estuviera en casa, donde podía cuidarla come siempre lo había hecho. Él le había quitado la vida y no quería que nos dejara sin esa última posibilidad de cuidarla.
– Entiendo. -Caray, estaba entendiendo mucho más de lo que quería. -¿Sigues teniendo pesadillas?
Por un instante, Eve no respondió.
– No, pesadillas, no -dijo por fin-. Sacó los pies del agua. -Voy adentro. -Recogió las sandalias y se puso de pie. -Si es que su curiosidad está satisfecha, Logan.
– No del todo. Pero es evidente que no me vas a contar nada más.
– Es cierto. -Lo miró desde arriba. -Y no vaya a creerse que ha avanzado algo con esta charla íntima. No le dije nada que no le contaría a otra persona. Joe y yo decidimos que me haría bien hablar de Bonnie.
– Tenemos que hablar de Chadbourne.
– No. Hoy no.
Eve se alejó.
Era dura, diablos. Y excepcional.
Le observó subir los escalones de la casa. La luz le hacía brillar el pelo rojizo y delineaba su cuerpo esbelto y fuerte.
Fuerte, pero vulnerable. Ese cuerpo podía verse lastimado, roto y destruido.
Y él podía ser el responsable de que eso sucediera.
Tal vez la idea de intentar reconectarse con ella no hubiera sido buena. Se había ido fuerte e independiente como siempre y ahora, el que se sentía inseguro era él.
Y sí, quizás hasta también un poco vulnerable.
– Estuve pensando, Lisa -le murmuró Kevin al oído-. Tal vez debiéramos… ¿Qué te parece…, un bebé?
¡Ay, por el amor de Dios!
– ¿Un bebé?
Kevin se apoyo sobre un codo y la miró.
– Un bebé le gustaría a todo el mundo y se volverían todos locos. Si empezamos ahora, nacería justo después del comienzo de mi próximo mandato. -Vaciló. -Y… A mí me gustaría mucho.
Lisa le acarició la mejilla.
– ¿Y crees que a mí no? -preguntó con suavidad-. Nada me daría más alegría. Siempre quise un hijo. Pero no es posible.
– ¿Por qué? Dijiste que Chadbourne no podía tener hijos, pero ahora eso ya no es un problema.
– Tengo cuarenta y cinco años, Kevin.
– Pero existen tantas drogas para la fertilidad…
Por un instante, se sintió tentada. Había dicho la verdad: siempre había deseado un hijo. Muchas veces Ben y ella habían tratado de concebir. Recordaba las bromas de él en cuanto a que los niños eran una ventaja para cualquier político, pero ella en ese momento no pensaba en ventajas. Quería un hijo que le perteneciera, alguien que fuera completamente suyo.
Tenía que olvidarlo. Era imposible. Las lágrimas que le humedecieron los ojos no fueron solamente para impresionar a Kevin.
– No hables de eso. Me duele pensar que no podemos hacerlo.
– ¿Por qué?
– Sería demasiado difícil. A mi edad se pueden tener toda clase de problemas. ¿Y si el médico decidiera que tengo que hacer reposo absoluto durante los últimos meses del embarazo? Es algo que suele suceder y no podría viajar contigo durante la campaña, lo que podría resultar peligroso.
– Pero eres tan fuerte y saludable, Lisa.
Tenía que haber estado pensando mucho en el tema, para mostrarse tan insistente.
– Es un riesgo que no deberíamos correr. -Oprimió el botón que sabía que lo haría detenerse en seco. -En ese caso tendríamos que abandonar los planes para otro mandato, por supuesto. Pero eres tan buen presidente, todos te admiran y te respetan. ¿Quieres renunciar a todo eso?
El no respondió por unos instantes.
– ¿De verdad crees que sería algo tan arriesgado?
Ya estaba abandonando la idea, como ella había supuesto. De ninguna manera volvería al anonimato después de haberse acostumbrado a tanto poder y respeto.
– Ahora es un mal momento. No digo que no podamos volver a considerar la idea más adelante. -Le acarició el labio inferior con el dedo índice. -¿Pero sabes cómo me emociona que pienses tanto en mí? Nada me gustaría más que…
Sonó el teléfono de la mesa de luz y Lisa extendió el brazo para responder.
– El cadáver llegó a Bethesda -anunció Timwick.
El cadáver. Frío. Impersonal. Así tenía que verlo ella también. Así.
– Excelente.
– ¿Lograste ponerte en contacto con Maren?
– Está en algún punto del desierto. Tendré que volver a intentarlo.
– No tenemos demasiado tiempo.
– Dije que me encargaré del tema.
– Los medios están acechando el hospital. ¿Ponemos las cosas en movimiento?
– No, dejemos que tejan conjeturas y arrojémosles la historia mañana por la mañana. Quiero que estén lo suficientemente hambrientos como para abalanzarse sobre cualquier migaja de información. -Cortó la comunicación.
– ¿Era Timwick? -preguntó Kevin.
Lisa asintió distraídamente. Seguía pensando en Bethesda.
– No me cae bien ese crápula. ¿Nos es necesario, todavía?
– Vamos, ¿dónde está esa gratitud? -le dijo ella en tono jocoso-. Si fue él el que te descubrió.
– Siempre me trata como si fuera un idiota.
– ¿En público?
Kevin negó con la cabeza.
– Bueno, no tendrás que tenerlo cerca. Estuve pensando que deberías darle un puesto de embajador. Tal vez en Zaire. Después de todo, eres el presidente.
El rió, encantado.
– Zaire.
Lisa se levantó y se puso la bata.
– O en Moscú. Dicen que vivir en Moscú es sumamente incómodo.
– Pero le prometiste la vicepresidencia en el próximo mandato. Tendremos que nombrarlo mi compañero de fórmula en la próxima convención. -Hizo una mueca. -No creo que vaya a renunciar a eso.
No. La vicepresidencia había sido la única zanahoria que había atraído a Timwick al plan. Se había decepcionado mucho cuando Ben no le dio un puesto en el gabinete. Lisa nunca había visto un nombre tan ambicioso. Una persona tan hambrienta de poder podía ser un problema para ella más adelante, pero ahora no tenía tiempo de preocuparse por Timwick.
– Tal vez encontremos la forma de cambiar las cosas.
– Sería mejor dejar a Chet Mobry de vicepresidente. No nos dio nada de trabajo.
– Podría habernos causado grandes problemas si no lo hubiéramos mantenido siempre de gira en misiones de buena voluntad. Nunca estaba de acuerdo con nuestras decisiones. Podríamos hacer lo mismo con Timwick.
– Sí… Puede ser, pero… ¿Dónde vas?
– Tengo que encargarme de unos asuntos. Vete a dormir.
– ¿Para eso te llamó Timwick? -Kevin frunció el entrecejo. -Nunca me dices lo que haces.
– Porque sólo son detalles aburridos y nada importantes. Tú te encargas de las cosas de peso, yo de las nimiedades.
La expresión de él se suavizó.
– ¿Volverás no bien termines?
Lisa asintió.
– Voy a la habitación de al lado a echar un vistazo a un expediente. Quiero estar preparada para tu reunión con Tony Blair.
Kevin se recostó sobre las almohadas.
– Después de los japoneses, va a ser juego de niños.
Se estaba volviendo arrogante. Pero era mejor eso que el temor que había mostrado al ocupar por primera vez el lugar de Ben.
– Ya veremos. -Le arrojó un beso. -Duerme, te despertaré cuando vuelva.
Cerró la puerta y se dirigió al escritorio. Le llevó diez minutos ubicar a Scott Maren y otros cinco explicarle la urgencia de la situación.
– Por Dios, Lisa, no es tan fácil. ¿Qué excusa puedo dar para abreviar mi estada aquí de forma tan repentina?
– Eres astuto, algo se te ocurrirá. -Bajó la voz y añadió. -Te necesito, Scott.
Silencio.
– Todo saldrá bien. Resiste, Lisa. Llamaré al hospital y les diré que pospongan la autopsia. Iré hacia allí cuanto antes.
Lisa cortó. Cielos, qué afortunada era de tener a Scott. Iba a ser vital para controlar los daños.
Encendió la computadora, ingresó su contraseña y abrió la carpeta sobre Eve Duncan. Todo avanzaba sin problemas hacia la resolución de la situación, pero igual ella se sentía inquieta.
La imagen de Eve Duncan en la pantalla le devolvió la mirada. Rizos desordenados, apenas un toque de maquillaje, grandes ojos castaños detrás de anteojos redondos con marco de metal. Era una cara con mucho carácter, más que suficiente para hacerla parecer fascinante en lugar de solamente atractiva. Pero la mujer no conocía las reglas básicas del poder, no utilizaba sus puntos a favor. Lisa recordó cómo era ella misma durante sus primeros años de universidad, cuando creyó que con cerebro y decisión alcanzaba para lograrlo todo. Caray, qué lejos parecían haber quedado aquellos días. Seguro que había tenido la misma intensidad que veía en la cara de Eve. No le había llevado mucho tiempo darse cuenta de que la intensidad asustaba a la gente. Era mejor ocultar las pasiones detrás de una sonrisa dulce.
Sin embargo, los antecedentes de Eve indicaban que era una sobreviviente y Lisa respetaba a los sobrevivientes. Ella lo era, o nunca se las habría arreglado para salir adelante en los últimos años. Sonrió con melancolía y tocó suavemente la imagen de Eve.
Hermanas. Dos caras de la misma moneda. Sobrevivientes.
Qué lástima.
Empezó a leer el expediente de Eve, buscando una debilidad, una forma de derribarla.
Había leído solamente dos tercios del informe cuando la encontró.
A la mañana siguiente, cuando Eve entró en la sala, encontró a Gil y a Logan sentados adelante del televisor.
– Mierda -murmuró Gil-. No dejaron nada. Me gustaba mucho esa casona.
– ¿Qué pasó? -preguntó Eve-. ¿Barrett House?
Gil asintió.
– Parece que John escatimó en gastos de electricidad.
La imagen en la pantalla mostraba una ruina humeante con solamente dos chimeneas intactas.
– Pero te alegrará saber que recibió merecido castigo por ser tan tacaño. John murió en el incendio.
─¿Qué?
– Sí, murió quemado hasta el punto de quedar irreconocible. Pero ahora están comparando registros dentales y ADN. Qué pena: era un gran hombre. Detwil acaba de hacer declaraciones acerca de cuán querido y respetado era John en ambos partidos. Hasta dijo que John lo había invitado a pasar el fin de semana a Barrett House para hablar de políticas a seguir.
– ¿Por qué diría una cosa así?
– ¡Qué sé yo! La verdad es que me pareció excesivo. -Apagó el televisor. -No soporto seguir viendo esas cosas. John y yo teníamos una relación tan estrecha; éramos prácticamente hermanos. -Se dirigió hacia el bar de la cocina. -¿Alguien quiere desayunar?
Eve se volvió hacia Logan.
– Esto es una locura. Usted no es precisamente un desconocido. ¿Acaso creen que pueden seguir adelante con eso?
– Por un tiempo. Se encargarán de que haya coincidencia de ADN y registros dentales. Se llevaron el cadáver a Bethesda.
– ¿Y eso qué quiere decir?
– Que allí controlan las cosas. Tienen a alguien adentro que se encargará de que las cosas se manejen como ellos quieren. Con eso ganarán tiempo.
– ¿Y usted qué va a hacer?
– Bueno, no voy a aparecer y tratar de demostrar que están equivocados. Me mandarían a una celda de máxima seguridad por impostor y allí sufriría un desafortunado accidente. -Se puso de pie. -Además, tengo cosas que hacer.
– ¿Quién cree…? ¿Quién fue el que murió?
Logan se encogió de hombros.
Eve se estremeció. Ya había empezado. Un hombre muerto, una vida arrojada como si careciera de valor.
– ¿Café? -preguntó Gil-. Hay café danés.
Eve negó con la cabeza.
– ¿Podemos hablar de Chadbourne ahora? -preguntó Logan en tono cortés-. Me da la impresión de que la situación se está tornando más delicada.
– Claro que vamos a hablar -replicó Eve-. Quiero a mi madre a salvo. No quiero que le prendan fuego a mi casa con ella adentro.
– Llamaré a Margaret, le diré que sigo en este mundo y que le busque un escondite a tu madre.
– Hágalo ya.
– Está muy bien vigilada. ¿Puedo terminar el café, primero? -La miró por encima del borde de la taza. -¿Me vas a ayudar, Eve?
– Puede ser. Siempre y cuando no piense que me está haciendo andar a ciegas. -Se volvió hacia Gil. -Quiero saber quién es ese Timwick, el que crees que maneja los hilos. ¿Trabajaste con él?
Gil asintió.
– Sí, pero yo no era de su círculo íntimo. Como humilde agente del Servicio Secreto, no era confidente del gran hombre.
– ¿Qué clase de persona es? Alguna opinión te habrás formado.
– Es inteligente, ambicioso y sabe cómo mover hilos para obtener lo que quiere. En lo personal, no me hubiera gustado tenerlo cerca en una situación difícil. Lo he visto estallar demasiadas veces. No reacciona bien cuando está bajo presión. -Hizo una pausa. -¿Si es peligroso? Diablos, sí. La volatilidad muchas veces se manifiesta como violencia irracional.
– ¿Y Fiske?
– Es un matón contratado. Es calculador, eficiente, y disfruta de lo que hace. ¿Alguien más?
– Dímelo tú. Podría haber una docena de personas merodeando detrás de la escena de las cuales no me has hablado.
– Como te dije, tienen que haber involucrado a la menor cantidad posible de personas -explicó Logan-. Y sería una estupidez tratar de hacerte andar a ciegas ahora. Sabes lo mismo que sabemos nosotros. Están todas las cartas sobre la mesa. ¿Nos vas a ayudar?
– Si pone a mi madre a salvo. -Lo miró directamente a los ojos. -Y me voy a ayudar a mí misma, no a usted. Hasta un imbécil se daría cuenta de que me ha convertido en un blanco para ellos. Y la única forma en que puedo ayudarme a mí misma es demostrando que Chadbourne está muerto. El ADN y los registros dentales son las únicas pruebas legalmente aceptables, de manera que tenemos que conseguirlas.
– ¿Qué sugieres?
– No soy experta en ADN ni antropóloga forense con la capacitación necesaria para realizar la extracción. Así que lo que tenemos que hacer es llevarle el cráneo a alguno de los más respetados antropólogos de la profesión y ver si puede obtener suficiente ADN como para hacer una prueba.
– El cráneo estuvo en el fuego.
– Pero hay posibilidades y creo que lo sabe -dijo con intención-. Yo fui solamente el primer disparo del arsenal. Apuesto a que usted ya eligió el antropólogo forense que hará el trabajo.
– El doctor Ralph Crawford, de la Universidad Duke. Tiene los antecedentes que necesitamos.
Eve sacudió la cabeza.
– Gary Kessler, de Emory.
– ¿Es mejor?
– Es igual de bueno, por lo que sé. Además, lo conozco.
– ¿Otro Quincy? -preguntó Gil.
– Ese programa televisivo a él lo pone de mal humor. Además del hecho de que no es veraz, hace que la gente confunda a los patólogos con los antropólogos forenses.
– ¿Y qué diferencia hay?
– Los patólogos tienen títulos de médicos y hacen su residencia en patología. Los antropólogos no tienen título de médicos, tienen doctorados en antropología, algunos de ellos se especializan en el esqueleto humano y sus cambios durante la vida. Como Gary Kessler. Ha trabajado con varios patólogos de Atlanta y es muy respetado. Además, si usted estuvo haciendo averiguaciones sobre Crawford, es muy probable que piensen que es el único que utilizaremos.
– Seguramente también estuvieron estudiando tus antecedentes con lupa.
– Entonces habrán descubierto que trabajé con diez o doce antropólogos de Los Ángeles, Nueva York y Nueva Orleans y que me han llovido pedidos desde que me hicieron esa nota en 60 minutos. Les llevará tiempo averiguar la especialidad de cada uno, y no prestarán atención a Gary porque hace más de dos años que no trabajo con él.
Logan asintió lentamente.
– Lo que dices es sensato. Y en estas circunstancias, puede resultar más fácil convencer a alguien de que nos ayude si tú lo conoces,
Como las circunstancias involucraban probables problemas con la ley, Eve comprendió a qué se refería.
– ¿Qué hay de los registros dentales?
– Eso puede resultar más difícil. La dentista de Chadbourne era una mujer llamada Dora Bentz. -Hizo una pausa. -Es una de las personas que Fiske asesinó después de tu llegada a Barrett House. Seguramente ya cambiaron todos los registros dentales de Chadbourne.
– Usted dijo que habían asesinado a un testigo. -Eve levantó una mano al ver que él se disponía a hablar. -No importa. ¿Por qué iba a esperar que me dijera la verdad?
– No me voy a defender. La situación era diferente.
Eve notó que no se disculpaba ni alegaba que haría otra cosa.
– Entonces nos queda el ADN. ¿Y si no nos alcanza para una prueba? ¿Podríamos encontrar alguna forma de obligar a Detwil a someterse a una prueba para demostrar su identidad?
– De ninguna manera -respondió Logan sin rodeos-. Él es ahora el presidente; somos nosotros los que cargamos con la prueba. Además, podrían cambiar sus registros médicos, igual que lo hicieron con los míos.
– ¿No podríamos intentarlo? Tiene que tener parientes.
– Con excepción de su madre, que murió hace siete años, solamente tenía un medio hermano mayor.
– ¿Tenía?
– John Cadro. Él y su mujer fueron asesinados un día después que Dora Bentz.
Santo Dios.
– No tiene que ser un pariente cercano. Comprobaron que la mujer que se quería hacer pasar por Anastasia era una impostora comparando su ADN con el del príncipe Felipe de Inglaterra. ¿No hay nadie más?
– No, nadie que podamos rastrear con facilidad. Eligieron a Detwil con mucho cuidado.
– ¿Y la madre? Podrían exhumar el cuerpo…
– No es mi intención usar humor negro, pero no hay tiempo para cavar más hondo. Cuando esto salga a la luz vamos a tener que tener pruebas decisivas.
– ¿Por qué no hay tiempo?
– Porque nos matarán doce horas después de que aparezcamos -replicó Gil con aspereza-. Según las noticias, John ya está muerto. Eso nos deja solamente a ti y a mí y ellos tienen el poder de la presidencia como respaldo. Estoy seguro de que ya saben cómo lo van a hacer. Va a ser algo rápido, lógico y eficiente. Timwick siempre fue eficiente.
Eve se estremeció.
– Tiene que haber otra conexión… Alguien más.
– Sí, hay otra persona. Scott Maren.
– ¿Otro pariente? -Eve hizo una mueca. -¿Está muerto, también?
– No, es el médico personal de Chadbourne y la razón probable por la que todavía sigue con vida es que ha estado fuera del país. -Hizo una pausa. -Pero no creo que podamos usarlo. Mi opinión es que debe de estar involucrado en el asesinato.
– ¿Cómo?
– Tuvo la oportunidad. Hace dos años, el 2 de noviembre a la mañana, Ben Chadbourne se internó en Bethesda para hacerse su examen anual. El cadáver apareció en la funeraria de Donnelli después de la medianoche del 3 de noviembre.
– ¿Cree que fue en ese momento cuando hicieron el cambio?
Logan asintió.
– Tiene que haber sido una coreografía perfecta: entra un Ben Chadbourne y sale otro. Es probable que Maren le haya dado una inyección letal al verdadero Chadbourne, alegando que era vitamina B o algo por el estilo.
– Entonces él es el hombre de confianza que tienen en Behesda -dijo Eve lentamente. Era posible y diabólicamente astuto, pensó. Un médico está en una posición de confianza, pero a la vez entra en contacto cotidianamente con formas de quitar la vida. -Tiene que tratarse de una suposición. Maren debe de haber pasado por toda clase de verificaciones de seguridad antes de convertirse en el médico de Chadbourne.
– Estoy seguro de que sí-concordó Gil-. Pero es muy respetado y además, es amigo íntimo del Presidente. Maren, Chadbourne y Lisa Chadbourne estuvieron en la universidad juntos. Chadbourne o su mujer fueron piezas clave para conseguirle el puesto en Bethesda.
– ¿Por qué haría una cosa así, por qué correría un riesgo tan grande?
Logan se encogió de hombros.
– No lo sé, pero apostaría a que lo hizo. Es por eso que estuve tratando de ponerme en contacto con él. Quizá podamos convencerlo de que incrimine a Timwick y a Lisa Chadbourne.
– No veo que Maren sea una buena conexión. Si todo esto es cierto, él de ninguna manera va a admitirlo. Sería un estúpido.
– Puede ser. -Logan calló un instante y luego siguió hablando. -A menos que pudiéramos convencerlo de que es hombre muerto si ellos no abandonan el gobierno. Cuando hice la lista de los posibles blancos que ellos querrían eliminar, Maren estaba en uno de los primeros puestos.
Eve lo pensó un instante.
– Es el único testigo que puede relacionar a Lisa Chadbourne y a Timwick con la muerte del esposo de ella.
– Exactamente. Sin ese testigo, si se descubre la muerte, podrían inventar cualquier cosa, alegar que fue un complot terrorista u otra conspiración. Pero Maren es real y si lo acusan de asesinato, no van a tener la seguridad de que no hablará y los hará caer con él. No tengo dudas de que desde el momento en que se urdió el plan, ya tenían pensado matarlo.
– ¿Pero él lo creerá?
– Podemos intentarlo. No tenemos demasiadas opciones. En este momento, es nuestra única esperanza.
– Dijo que estaba fuera del país. ¿Adónde está?
– Detwil lo mandó en una misión de buena voluntad a Jordania, a inspeccionar los hospitales de allí. Fue una operación de alto perfil y supuestamente, el Rey requirió su presencia. En la superficie, es un honor que acrecentaría el prestigio de Maren.
– ¿Y debajo de la superficie?
– Una trampa, posiblemente. A Fiske le hubiera resultado muy fácil matarlo allí y echarle la culpa a un grupo extranjero disidente. Creo que mataron a Bentz y Cadro porque sospechaban de que yo podía estar acercándome demasiado, pero Maren fue un blanco desde el principio.
– No va a colaborar. Por Dios, si mató al Presidente, es hombre muerto desde cualquier punto que se lo mire.
– Si le ofrecemos un trato, no.
– No tenemos autoridad para ofrecerle… -Estudió la expresión de Logan. -¿En qué está pensando?
– En que quiero a Detwil y Lisa Chadbourne fuera de la Casa Blanca y no me importa cómo los voy a sacar. -Hizo una pausa. -Lo haré aunque signifique ayudar a Maren a establecerse en otra parte del mundo con una abultada cuenta bancaria.
– ¿Haría un trato con un asesino?
– ¿Y si no podemos conseguir pruebas de ADN? ¿Se te ocurre otra cosa?
Eve estaba demasiado confundida como para pensar con claridad.
– ¿Qué va a impedir que Fiske vaya a Jordania a buscar a Maren?
– La situación ha cambiado. Necesitan a Maren y no lo van a matar hasta que deje de serles útil. -Sonrió. -Recuerda que llevaron mi cadáver a Bethesda. Van a querer que Maren esté allí para tapar todo. Se suponía que iba a volver pasado mañana, pero ahora debe de estar viniendo a toda prisa. Mientras vamos a Emory a ver a Kessler, Gil va a ir a Bethesda a tratar de conseguir la colaboración de Maren.
– ¿Y cómo va a hacer Gil para que no lo atrapen? Seguro que nos están vigilando.
– Lo lograré gracias a la magia de un disfraz -respondió Gil-. Me disfrazaré de enfermera. -Ladeó la cabeza con aire pensativo. -Rubia, creo. Con pechos gigantes.
– ¿Qué?
– Bromeaba, nada más. No te preocupes, me las arreglaré.
Eve ya estaba preocupada. No quería que le sucediera nada malo. Gil podía haber estado metido en el complot para engañarla, pero era un canalla simpático.
Santo Cielo, cuántas muertes había habido ya. Había muerto gente que ella ni siquiera conocía. Parecía estar metida en el medio de un círculo de olas de destrucción que cada vez se hacían más grandes. Por suerte todavía no habían tocado a nadie cercano a ella.
Y eso no tenía que suceder.
– Hablan como si pudieran moverse de un lado a otro sin problemas -señaló Eve-. ¿Cómo van a hacer con el dinero? Las tarjetas de crédito se pueden rastrear y…
– Logan se encargó de eso. Me hizo comprar unas cuantas licencias de conductor falsas en el mercado negro. Tú eres Bridget Reilly. Se me ocurrió que con tu pelo rojizo pasarías por alguien de origen irlandés. La fotografía está algo fuera de foco y…
– ¿Mi fotografía? -Se volvió hacia Logan. -¿Compró una licencia de conductor falsa para mí?
Él se encogió de hombros.
– Tenía que estar preparado. Le dije a Gil que consiguiera identificación para todos los que estaban en Barrett House. Tenía el presentimiento de que podíamos llegar a esto.
Al diablo con él. No sólo había sabido el lío en que la estaba metiendo, sino que lo había planeado.
– ¿Y seguro que hizo que Gil consiguiera tarjetas de crédito falsas para todos, también?
Logan asintió.
– Pero traje suficiente efectivo como para resolver la mayoría de las situaciones.
– Es absolutamente increíble.
– Tenía que estar preparado -repitió él.
Eve sintió la necesidad de salir de la habitación antes de hacer algo violento.
– Llame a Margaret. -Se dirigió al dormitorio. -Voy a llamar a mi madre para decirle que esté lista para irse.
– Tendrá el teléfono intervenido, sabes.
– No soy tan tonta. Sé que deben de estar vigilándola. Tendré cuidado, pero tengo que prevenirla. Usaré mi teléfono digital y la llamaré al suyo.
– ¿Ella también tiene un teléfono digital?
– Por supuesto. Joe nos los consiguió. Dijo que hay toda clase de gente extraña que escucha las llamadas por los celulares. Los teléfonos digitales son de seguridad casi absoluta.
– Cómo no se me ocurrió que había sido el ubicuo señor Quinn -murmuró Logan-. ¿Existe algo de lo que él no se encargue?
– No, es un buen amigo y nos cuida. -Le arrojó una mirada fría por encima del hombro. -Entiendo por qué a usted ese concepto le debe de resultar extraño.