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Sandra había visto el noticiario de la mañana y a Eve le llevó diez minutos lograr que dejara de hacer exclamaciones y bombardearla con preguntas. Por fin pudo avisarle que Margaret iba en camino.
– ¿Cómo que tengo que irme? -objetó Sandra-. ¿Qué está pasando, Eve?
– Nada bueno. No puedo hablar del tema ahora.
– ¿Es cierto que John Logan murió?
– No. Mira, mamá, las cosas van a ponerse feas y hasta que se aclare todo, quiero que estés en algún lugar seguro, fuera del alcance de los medios.
– ¿Un lugar seguro? Éste es un lugar seguro. Joe viene día por medio y todas las noches hay un patrullero estacionado afuera.
– Mamá… -Tenía que encontrar la forma de convencerla. -Haz lo que te pido. Por favor. El asunto es serio, créeme. Tengo miedo de lo que puede suceder.
– ¿Miedo? -Sandra permaneció en silencio unos instantes. -Creo que sí, que realmente tienes miedo. No te he visto actuar así desde que Fraser… -Se interrumpió y luego dijo: -Quiero verte.
– No puedo ir. No haría más que ponerte en peligro.
– ¿En qué te has metido, Eve?
– Tampoco puedo contártelo. Pero hazlo por mí ¿quieres?
– Tengo un trabajo. No puedo irme así sin más…
– Te matarán -dijo Eve sin rodeos-. O te usarán a ti para matarme a mí. ¿Es eso lo que quieres? Por el amor de Dios, mamá, llama a la oficina y diles que tienes un asunto de emergencia familiar. Créeme, hablo en serio.
– ¿Matarte? -repitió Sandra y por primera vez Eve oyó el miedo en su voz-. Voy a llamar a Joe.
– Yo también lo voy a llamar. Pero tal vez no pueda ayudarte. No salgas de casa y no le abras la puerta a nadie que no sea la persona que te envío.
– ¿Quién es?
Cielos ¿y si encontraban la forma de monitorizar la conversación? No podía convertir a Margaret en un blanco.
– Se identificará. Te enviaré una fotografía por fax… -No, el fax había sido destruido, al igual que todo lo que había estado en su oficina, además, tal vez fuera posible intervenir también el fax. -Te haré llegar una fotografía e información de alguna manera. Mamá, no vayas con ninguna otra persona, por más credenciales que tengan para mostrarte. Ni con la policía, ni el FBI ni el Servicio Secreto. Nadie.
– ¿Cuándo llegará esta persona?
– No lo sé. Pronto. Ni siquiera sé cómo se pondrá en contacto contigo. Tal vez no quiera ir a casa. Haz lo que te diga, recuerda.
– No tengo diez años, Eve. No me voy de la mano con el primero que pasa. Ya bastante lo hice cuando era chica. -Suspiró. -Está bien, está bien, haré todo lo que dices. Caray, cómo me gustaría que nunca hubieras conocido a John Logan.
– A mí también, mamá, te lo aseguro.
– Cuídate, quieres.
– Sí. -Hizo una pausa y luego añadió, siguiendo un impulso. -Te quiero mucho.
– Cielos, ahora sí que estoy asustada. Nunca te pones sentimental. Yo también te quiero mucho, Eve -respondió, conmovida y cortó enseguida.
Eve oprimió el botón para dar fin a la llamada. Expresar afecto todavía no les resultaba fácil a ninguna de las dos. Había habido demasiados años de incomunicación durante la niñez de Eve.
Pero Sandra sabía que ella la quería. No era necesario que se lo dijera.
Juntó fuerzas y enderezó la espalda. Ahora Joe. Rápidamente, disco el número de su teléfono digital privado. Él atendió de inmediato.
─¿Joe?
Un silencio, luego la voz de él, baja, dura.
– ¿Qué carajo estás haciendo?
– ¿Puedes hablar? ¿Estás con gente?
– Estoy saliendo de la playa de estacionamiento. ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué diablos no me devolviste las…?
– Estaba ocupada. Deja de gritarme.
– No te estoy gritando. -Era cierto, pero cada palabra estaba cargada de furia. -Tengo ganas de estrangularte.
– Tal vez tengas que ponerte en la fila y esperar tu turno.
– ¿Qué es eso, un chiste?
– No. Estoy en problemas, Joe.
– Eso es bastante evidente. ¿Mataste a Logan?
Eve apretó el teléfono con más fuerza.
─¿Qué?
– ¿Lo mataste?
– ¿Estás loco?
– Dame una respuesta. Mira, si lo hiciste, sé que fue en defensa propia, pero tengo que saber la verdad para poder arreglar las cosas.
– ¿Por qué iba a…? ¡Por supuesto que no lo maté! No está muerto, es todo mentira.
Silencio.
– Entonces te diría que estás en problemas muy, muy serios. ¿Viste CNN?
– ¿Todo el asunto del incendio en Barrett House? Sí, estoy enterada de todo eso.
– No, no, me refiero al último boletín, el que te menciona como sospechosa.
– ¿Quién, yo?
– Entrevistaron a Novak, el prestigioso abogado de Logan y dijo que te alojabas con Logan en Barrett House. -Hizo una pausa. -Dijo que eras su amante y que él había querido terminar la relación porque eres desequilibrada.
– ¡Qué hijo de puta!
– Saben lo de Lakewood, Eve.
Ella se puso rígida.
– ¿Cómo pueden saberlo? Me dijiste que enterraste los registros. Me prometiste que…
– No sé cómo lo averiguaron. Pensé que lo tenía cubierto.
– Pues tendrías que haber sido más… -Cielos, estaba culpando a Joe por algo que ni siquiera era su responsabilidad. -¿De verdad hablaron de Lakewood?
– Sí. -Hizo una pausa. -Te dije que no había motivos para ocultarlo. No tiene nada de malo haber…
– Al parecer, había motivos.
Joe maldijo en voz baja.
– Dime dónde estás e iré hacia allá.
Eve trató de concentrarse.
– Es mejor que no te vea. Mientras no quedes involucrado, estarás a…
– Dime dónde estás. Ya estoy involucrado. Dímelo o buscaré hasta encontrarte. Soy muy bueno para eso.
Eve sabía, mejor que nadie, lo obstinado que podía ser Joe.
– Voy a ir a Atlanta. Necesito ver a Kessler. Me encontraré contigo en el estacionamiento de Hardee, en Dekalb, mañana a las diez de la mañana. Está a unas seis cuadras de Emory.
– Bien. -Joe permaneció en silencio varios segundos. -¿Cómo es de grave todo esto, Eve?
– Un espanto. No podría ser peor.
– Sí que podría ser peor… Si no me tuvieras a mí para ayudarte a arreglar las cosas.
Ella esbozó una sonrisa temblorosa.
– Es cierto… Eso sería peor. -Una idea le vino a la mente. -¿Puedes conseguir una fotografía de la asistente de Logan, Margaret Wilson y enviársela a mamá? Dile que Margaret es la que irá a ayudarla.
– ¿Ayudarla a qué?
– Va a encargarse de que mamá vaya a algún lugar donde esté a salvo.
– De eso me voy a encargar yo -replicó Joe con dureza-. No necesitas ayuda de nadie más.
– No me hagas esto, Joe. Necesito toda la ayuda posible. ¿Le llevarás la fotografía?
– Por supuesto. Pero más vale que tengas una muy buena razón para no haber confiado en mí.
– Pero si confío en… -Tal vez comprendiera cuando ella le explicara todo. Recordó otra cosa. -¿Y me consigues también una fotografía de James Timwick y de un hombre llamado Albert Fiske, que trabaja para él? Tráelas contigo mañana.
– No va a haber problema con Timwick. Sale en las noticias con frecuencia, ¿pero quién es Albert Fiske?
– Un nombre al que tengo que ponerle una cara. Hasta mañana, Joe. -Oprimió el botón para finalizar la conversación.
Lakewood. Dios Santo, Lakewood.
Guardó el teléfono en la cartera y se puso de pie. Podía oír el televisor en la habitación contigua. Logan y Gil ya se habrían enterado del asunto de Lakewood.
Seguramente Logan ya lo sabía de antes. Su abogado hacía el trabajo de detective y era el dinero de Logan lo que había sacado a la luz todos los hechos sobre su pasado.
Otra vez Logan. Maldito sea.
Gil y Logan levantaron la vista cuando ella entró en la habitación.
– La trama se complica -comentó Logan y apagó el televisor.
– Sí, yo estoy loca y usted está muerto -replicó ella-. Quieren asegurarse de que se nos haga bien difícil movernos.
– Difícil no, imposible -la corrigió Gil-. ¿Estuviste realmente en Lakewood?
– Pregúntale a Logan.
Logan sacudió la cabeza.
– A mí no me dieron esa información. Supongo que Novak se la guardó para vendérsela a Timwick.
– ¿Usted sabía que él estaba tratando con ellos?
– Tenía mis sospechas. Novak es ambicioso. -Hizo una pausa. -Pero la pregunta es cuan valiosa es esa información para ellos. ¿Cuánto tiempo estuviste en Lakewood?
– Tres semanas.
– ¿Quién te internó?
– Joe.
– Cielos, las autoridades. No es una buena imagen.
– ¡No fueron las autoridades! -se defendió Eve con ferocidad-. Fue Joe.
– Quinn estaba con el FBI en ese entonces.
– Ellos no sabían nada del tema. Nadie sabía nada, ni siquiera mi madre.
– Ella es tu familiar más cercano. Tienen que habérselo dicho.
Eve sacudió la cabeza.
– Lakewood no es una institución pública. Es un pequeño hospital privado del sur de Georgia. Joe me internó bajo otro nombre. Anna Quinn. Les dijo que yo era su esposa.
– ¿Y fuiste por voluntad propia?
Eve esbozó una sonrisa torcida.
– No, Joe puede ser una topadora cuando quiere. Me hizo ir por la fuerza.
– ¿Por qué?
Eve no respondió.
– ¿Por qué, Eve?
Qué diablos, de todas formas se enteraría.
– La noche que ejecutaron a Fraser tomé una sobredosis de sedantes. Me alojaba en un motel cercano a la prisión. Joe vino a ver cómo estaba y me encontró. -Eve se encogió de hombros. -Me hizo vomitar varias veces y caminar por esa maldita habitación hasta que estuve fuera de peligro. Después me llevó a Lakewood. Se quedó allí conmigo durante tres semanas. Al principio quisieron sedarme, pero él les dijo que no me había llevado allí para eso. Me hizo hablar con todos los psicólogos del lugar. Me hizo hablar de Bonnie, de Fraser, de mi madre. Caray, hasta me hizo hablar de mi padre y yo no lo había visto desde que era bebé. -Hizo una mueca. -Pero, evidentemente, no le pareció que me había abierto lo suficiente con los amables médicos, así que después de tres semanas, me sacó de allí, me llevó a la Isla Cumberland y me hizo quedar allí otra semana.
– ¿La isla Cumberland?
– Es una isla salvaje cerca de la costa. Hay un solo hotel, pero Joe no reservó allí. Acampamos al aire libre y me aplicó su propia terapia.
– ¿Y con él sí te abriste?
– No me dio opción. -Sonrió a pesar de sí misma. -Ya les dije, cuando se le mete algo en la cabeza… El no iba a permitir que me volviera loca o me matara. Simplemente no lo iba tolerar. Así que me las tuve que arreglar.
– Ese Quinn sí que es un personaje -comentó Gil.
– Oh, sí. De eso no hay dudas. No hay nadie como él. -Eve fue a la ventana y contempló el mar. -Luché contra él como una leona. Pero no hubo caso, no me dejó abandonarme.
– Ojalá hubiera enterrado mejor los registros de Lakewood.
– Lo mismo digo. En el vecindario donde me crié había muchos locos, pero tenías que estar realmente chiflado para ir a un hospital psiquiátrico. Pero Joe no piensa como nosotros. Es muy directo. Si algo se rompe, hay que traer un experto para arreglarlo. No veía que hubiera ningún estigma en el hecho de estar en un hospital psiquiátrico. Eso no le hacía ninguna mella.
– ¿A ti te asustaba?
Eve no respondió por un instante.
– Sí -dijo por fin.
– ¿Por qué?
– Tenía miedo de que fuera el sitio donde me correspondía estar -masculló.
– Qué absurdo. Cualquiera hubiera tenido una crisis de haber estado sometido al estrés que sufriste tú.
– ¿Y qué distancia hay entre una crisis y volverse loco? Uno nunca se da cuenta de que camina por la cornisa hasta que no resbala y ve el abismo debajo.
– Pero tú luchaste contra eso.
– Joe me sacó de un tirón. -Cruzó los brazos contra el pecho. -Después sentí una profunda ira y me enfurecí conmigo misma. Fraser no iba a quitarme nada más. Ni la vida ni la salud mental. No iba a dejarlo ganar. -Se volvió hacia Logan. -Como tampoco lo voy a dejar ganar a Timwick ni a ella. La pregunta es cómo vamos a impedir que logren que todo el mundo crea que estoy loca.
– No podemos hacerlo, al menos por ahora. Estamos a la defensiva -explicó Logan-. No podemos hacer nada hasta que tengamos un arma para lanzar un ataque.
Eve ya lo sabía pero había estado esperando buenas noticias, no toparse de frente con la realidad.
– ¿Llamó a Margaret?
Logan asintió.
– Ya está en camino.
– ¿Adónde llevará a mi madre?
– Está haciendo arreglos con el servicio de seguridad que vigila a tu madre ahora. Le dije a Margaret que quiero que se lleven por lo menos un guardia a cualquier lugar donde decidan ocultarla. ¿Le avisaste a Sandra que va a ir Margaret?
– Sí, y le dije a Joe que se encuentre con nosotros mañana en Atlanta. -Vio cruzar una expresión casi imperceptible por el rostro de Logan y exclamó. -¿Qué pasa, hay algún problema?
– No. Tal vez no sea buena idea involucrarlo, nada más. Cuanto menos gente…
– No me venga con pavadas. -Pasó por alto el hecho de que esa misma había sido su reacción inicial. -Confío más en él que en usted o en Gil.
– Entiendo por qué. -Gil se puso de pie. -No veo la hora de conocer al interesante señor Quinn. Creo que iré a caminar un poco. ¿Quieres venir, John?
Logan asintió.
– Me vendría bien un poco de aire. -Se dirigió a la puerta. -No tardaremos mucho. Mantente atenta a las noticias ¿quieres, Eve?
Querían hablar de la situación a solas. Evaluarían los sucesos más recientes e intentarían planear una ofensiva. Muy bien, pues. Que lo hicieran. Se darían cuenta muy pronto de que ella ya no pensaba quedarse afuera de las decisiones.
Por otra parte, no le faltaban ganas de olvidarse de ellos. Mañana iba a reunirse con Joe otra vez. Logan la había usado y sin duda tenía intenciones de hacerlo nuevamente, pero en Joe sí que podía confiar. Hacía mucho tiempo que eran un equipo y juntos podían superar cualquier cosa, incluso a Timwick y a Lisa Chadbourne.
Lisa Chadbourne. ¿El hecho de que su nombre le hubiera venido a la mente con tanta facilidad significaba, entonces, que había aceptado a Lisa Chadbourne como la persona al mando de la conspiración? Las señas que había utilizado con Detwil indicaban complicidad, sí, pero no necesariamente la marcaban como la que había tramado todo.
Pero la mujer que había visto en las filmaciones no era del tipo de las que aceptan ser segundonas. Destilaba seguridad y carisma.
Y Gil no había descrito a Timwick como un hombre que podría llevar a cabo un engaño de semejantes proporciones. Habría que tener nervios de acero y la habilidad de pensar claramente en todo momento. Según Gil, Timwick era un hombre que podía desmoronarse bajo presión.
Si Lisa Chadbourne era la que comandaba el juego, entonces lo mejor que Eve podía hacer era estudiarla con mucho cuidado.
Buscó la cartera y sacó los vídeos que había guardado allí antes de abandonar Barrett House. Colocó uno dentro de la grabadora y se acomodó en el sofá que estaba frente al televisor.
La cara sonriente de Lisa Chadbourne apareció en la pantalla. Bella, inteligente y, sí, fascinante. Eve sintió que la recorría una oleada de tensión y se inclinó hacia delante, sin apartar los ojos de la cara de Lisa Chadbourne.
– ¿Qué haces? -preguntó Logan cuando la encontró allí dos horas más tarde-. ¿Lisa Chadbourne?
Eve apagó la videograbadora.
– Nada. Solamente la estaba estudiando.
– ¿Por el asunto de las señas que le hace a Detwil?
– Sí, en parte. Quería ver su lenguaje corporal, sus expresiones. Son cosas muy reveladoras.
– ¿De veras? -Logan la miró con atención. -No hubiera pensado que podían decirte algo. Estoy seguro de que es una experta en disimular sus emociones.
Eve se encogió de hombros.
– Soy artista y me he dedicado a estudiar las expresiones faciales. Cuando empecé a trabajar como escultora forense, hasta tomé un curso sobre expresiones y lenguaje corporal y cómo se relacionan con la psicología. Las expresiones pueden ser un factor determinante en una identificación. Una cara sin expresión es como una paleta vacía.
– ¿Y de qué te diste cuenta al estudiar a Lisa Chadbourne?
– Es un poco soberbia, es audaz, pero también cautelosa. Y algo vanidosa, también. -Frunció el entrecejo. -No, vanidosa no. Es demasiado segura de sí como para ser vanidosa. Simplemente sabe quién es y se aprecia a sí misma.
– ¿Pagada de sí misma?
Eve sacudió la cabeza.
– No. -Vaciló. -Es pragmática… Y tal vez se sienta sola.
– Bueno, parecería que tuvieras la bola de cristal -comentó Gil.
– Algunas cosas no son más que suposiciones mías. Muchas, tal vez. Por lo general, las personas controlan la mayoría de los músculos de la cara, pero no los de alrededor de los ojos. Son muy difíciles de manejar. Pero aun una falta de expresión puede llegar a contar una historia. -Volvió al tema de Lisa Chadbourne. -Apuesto a que ella tiene muy pocos amigos y que a las demás personas las mantiene a distancia.
Logan arqueó las cejas.
– No fue la impresión que me dio cuando la conocí. Te aseguro que fue sumamente cálida y amistosa, además, maneja a la gente como nadie.
– Sí, lo suficientemente bien como para engañarlo a usted. Le lanzó todo su encanto encima. Los hombres siguen siendo los que manejan el mundo y ella se ha propuesto llevarse bien con ellos. Es probable que ya le resulte algo totalmente natural.
– ¿Pero a ti no te engaña?
– Podría haberme engañado si usted no me hubiera hecho ver esas filmaciones, donde se ven todos sus movimientos y expresiones. Es una maravilla, casi nunca se aparta de su personaje. Cuando lo hace, es solamente por una fracción de segundo, luego vuelve a su papel de inmediato. -Eve se encogió de hombros. -Por suerte se puede congelar la imagen. Es algo que resulta sumamente revelador.
– ¿Decidiste, entonces, que solamente es una mujer solitaria e incomprendida que se vio involucrada en esto sin querer? -preguntó Logan con sarcasmo.
– No, pienso que podría muy bien matar a un hombre. Transmite la fuerza y la intensidad de una explosión atómica. Creo que podría hacer cualquier cosa que le resultara necesaria, pero nunca sería peón de nadie. En todo momento haría las cosas a su manera. -Encendió el televisor otra vez. -Lo lamento, pero no miré las noticias. Ahora puede ponerse al tanto.
– Estás dando muchas cosas por sentadas nada más que por mirar esos vídeos.
– Si no quiere creerme, no me importa en absoluto.
– Bueno, sí, puedo llegar a creer que el lenguaje corporal y las expresiones faciales pueden revelar cosas. Estudiarlos es uno de los cursos claves de los seminarios de negociación a los que envío a todos los ejecutivos de mi empresa. Pero me parece que hay que tener mucho cuidado antes de decidir algo acerca de Lisa Chadbourne.
– Tenemos que tener cuidado con todo lo relacionado con ella. -Eve se dirigió a la puerta. -Voy al muelle.
– ¿Puedo acompañarte? -preguntó Logan.
– No, no recuerdo haber sido invitada cuando usted y Gil quisieron salir para hablar.
– ¡Uy!, esa estocada me dolió -se quejó Gil.
Eve bajó los escalones corriendo. En la playa sólo había unos niños jugando al voleibol, a unos trescientos metros del muelle. Eve se dijo que tendría que tener cuidado de que no la reconocieran. Sin duda la CNN había mostrado una fotografía de la loca incendiaria que había matado a Logan.
Loca. La palabra le dolía. Esa víbora de Lisa Chadbourne. Había tenido que utilizar la parte de su vida que todavía podía causarle dolor. Se la imaginaba revisando todas las posibilidades y después atacando como una viuda negra, directamente al centro de…
¿Por qué estaba tan segura de que era Lisa Chadbourne la responsable de ese ataque hacia ella? Podía estar equivocada. Podía tratarse de Timwick.
No estaba equivocada. Lisa Chadbourne nunca subestimaría a otra mujer. Tenía demasiado respeto por sí misma.
Eve se sentó sobre el muelle y contempló el agua.
Estás dando muchas cosas por sentadas nada más que por mirar esos vídeos.
Sí, estaba dando muchas cosas por sentadas. Podía haber imaginado todas esas sutilezas que le parecía haber visto al observar a Lisa Chadbourne.
Pero no, demonios. Había aprendido muy bien a reconocer y retratar expresiones.
Y sus observaciones eran más que clínicas. Había sentido el mismo instinto que experimentaba en las últimas etapas de sus esculturas.
Conocía a Lisa Chadbourne.
Fraser.
Se estremeció al contemplar el agua. Lisa Chadbourne y Fraser no se parecían en nada. ¿Por qué, entonces, pensaba en ellos como si fueran una sola persona?
Porque el miedo había vuelto. Había vuelto el día que le habían destruido el laboratorio, entonces había pensado en Fraser. Lisa Chadbourne había sido la responsable de eso, como también lo era de este nuevo ataque contra Eve.
Fraser había padecido una locura que Eve no había visto en Lisa Chadbourne, pero ambos poseían esa seguridad engendrada por el poder.
El placer que se obtiene del poder es una potente motivación. El poder de Fraser provenía de matar. La motivación de Lisa Chadbourne era mucho más complicada, por supuesto, y posiblemente hasta más letal todavía. La sed de poder en escala global podía ser mucho más dañina que la sed de poder en escala personal.
Al diablo con la escala global. Nada podía ser peor de lo que le había sucedido a Bonnie. El mundo estaba hecho de historias personales, tragedias personales y los actos brutales que había cometido Fraser eran tan ruines y malvados como el asesinato perpetrado por Lisa Chadbourne.
El asesinato era siempre asesinato. Habían tomado una vida y la vida era sagrada. No estaba convencida de que Detwil fuera tan peligroso como decía Logan. No sabía nada de política ni de tramas diplomáticas, pero sí conocía todo sobre el asesinato. Había vivido con él, comido con él, dormido con él. Y vaya si lo aborrecía.
– Sigue vigilando a la madre, James. -Lisa frunció el ceño mientras estudiaba el expediente de Duncan en la computadora. -Es evidente que ella tiene debilidad por la madre. Creo que podríamos encontrar una forma de utilizarla.
– La estoy vigilando -respondió Timwick-. No dejé de vigilarla en ningún momento. Creemos que Duncan la llamó esta mañana. Habló por un teléfono digital, pero teníamos un hombre con un amplificador afuera de la casa. Pudimos captar solamente segmentos de la conversación, pero estoy casi seguro de que Duncan está tratando de sacar a la madre de en medio.
Astuta. Exactamente lo que hubiera hecho ella, Lisa. Eliminar todos los puntos débiles.
– Que no suceda. Encárgate del asunto.
– ¿En forma permanente?
Caray, Timwick proponía la violencia como solución a cualquier cosa.
– No, podemos llegar a necesitarla.
– Está custodiada por Seguridad Madden, el equipo de Logan y por el Departamento de Policía de Atlanta. Puede llegar a ser difícil hacer un trabajo limpio.
– Inténtalo. Envía a Fiske. Hizo un trabajo excepcional con Barrett House. ¿Qué hay del antropólogo forense?
– Tenemos vigilado a Crawford, de la Universidad Duke.
– ¿Y la gente con la que trabajó Eve Duncan?
– Estamos yendo paso a paso con esa lista. Es algo que lleva tiempo.
– No tenemos tiempo. No debería ser tan difícil. Tendría que ser alguien con capacitación para trabajar con ADN y experiencia en el tema.
– Hay más gente de lo que piensas capacitada para trabajar con ADN. Es la ola del futuro.
– Tenemos que achicar esa lista. Envíamela, la haré yo. -Miró el reloj. -Me tengo que ir, tengo una reunión. Volveré a ponerme en contacto contigo.
Cortó y se dispuso a cerrar el expediente de Eve Duncan, pero vaciló y se quedó mirando la imagen de Eve.
Eve se estaba moviendo aprisa para evitar más daños. Lisa tenía el presentimiento de que ella trataría de salvar a su madre aun a pesar de que Sandra no parecía haber hecho demasiado por ella. Había dejado crecer a su hija en las calles y no había movido un dedo para evitar que quedara embarazada y tuviera esa hija ilegítima.
Sin embargo, era evidente que Eve había perdonado a su madre y le era muy leal. La lealtad era una cualidad difícil de encontrar y muy valiosa. Cuanto más estudiaba Lisa el expediente de la mujer, más le parecía que empezaba a conocerla… Y a admirarla. Encontraba muchas similitudes entre ambas. Los padres de Lisa habían sido cariñosos y abnegados, pero ella también había salido de la pobreza con mucho trabajo y había luchado con uñas y dientes contra el sistema.
¿Pero qué estaba pensando? Se dijo con impaciencia. No podía perder objetividad ni determinación nada más que porque comenzaba a sentir que comprendía a Eve Duncan. Había tomado un camino determinado y ahora debía seguirlo hasta el final.
Sin importarle quién se le pusiera enfrente.