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CENTRO MÉDICO NAVAL
BETHESDA, ESTADO DE MARYLAND
07:45
– Me estoy apurando todo lo posible, Lisa. -La mano de Scott Maren se cerró con fuerza sobre el teléfono. -Por Dios, tengo que andar con muchísimo cuidado. Este lugar está asediado por periodistas y cámaras de televisión. Cambié las radiografías dentales, pero no me va a ser fácil cambiar las muestras de ADN.
– ¿Pero podrás hacerlo, no es cierto? -preguntó Lisa-. Tienes que hacerlo, Scott.
– Sí, lo haré -respondió él con cansancio-. Te dije que cuidaría de ti.
– ¿Crees que estoy preocupada solamente por mí misma? Es por ti. Me siento tan culpable por haberte dejado ayudarme. Nadie tiene que enterarse.
– No es tu culpa. Yo apoyé la idea. -Todo había comenzado hacía más de veinte años, cuando Lisa fue a su departamento y se convirtieron en amantes. Ella no estaba casada con Ben en aquel entonces y el romance había durado solamente un año, pero eso carecía de importancia. Se enamoró de Lisa en cuanto la conoció aquel primer año en Stanford. Y a pesar de la pesadilla que había traído a su vida, seguía amándola. Las cosas eran así y no había forma de modificarlas. -Todo saldrá bien.
– Ya lo sé. Nunca me fallaste.
– Ni lo voy a hacer.
– Avísame cuando hayas terminado. -Hizo una pausa. -Te estoy tan agradecida, Scott. No sé cómo devolverte todo esto.
– No pedí que me devolvieras nada.
Pero Lisa se había encargado de que él se beneficiara después de la muerte de Ben. Honor, fama, dinero. Pero con eso no alcanzaba. Cuando ella abandonara la Casa Blanca él se encargaría de que se quedara con él, como debió hacerlo hacía años. Lisa no se daba cuenta de que estaban más unidos ahora que antes.
– No sé qué hubiera hecho sin ti, Scott.
Lisa en la cama. Lisa riendo de sus bromas. Lisa con lágrimas en los ojos anunciándole que se iba a casar con Ben.
– Te avisaré cuando tenga novedades.
– Adiós, Scott. -Cortó.
– ¿Doctor Maren?
Se volvió y vio a un joven pelirrojo vestido con uniforme de ordenanza, de pie en la puerta.
– ¿Sí? ¿Me necesitan?
– No que yo sepa. -El joven entró y cerró la puerta. Me llamo Gil Price. Me gustaría hablar con usted.
BAINBRIDGE
08:40
El laboratorio de Chris Teller estaba ubicado en un pequeño edificio en las afueras de Bainbridge. Las paredes de listones de madera estaban cubiertas por enredaderas, parecía más bien la casa de una fraternidad de Yale que un laboratorio científico. Hasta el letrero del laboratorio era tan pequeño que Eve hubiera pasado de largo junto al edificio sin verlo si no hubiera estado siguiendo cuidadosamente a Gary:
LABORATORIOS TELLER.
– ¿Estamos frente a la morada de lo mejor de la ciencia? -murmuró Logan.
– Las cosas no son siempre lo que parecen. Gary confía en él, así que para mí está bien. -Estacionó detrás del Volvo de Gary en la playa de estacionamiento y esperó. Cuando Gary descendió del coche y se acercó a ella, le preguntó: -¿Quieres que vayamos contigo, Gary?
– Si quieren arruinar las pocas posibilidades que tengo, vengan -respondió él con ironía-. Esta puede ser una pequeña ciudad del sur, pero tienen televisores y periódicos. Quédense aquí. Tal vez tarde un buen rato.
Eve lo observó dirigirse con paso rápido al edificio. Caminaba con energía, con… juventud. Parecía Ivanhoe disponiéndose a dar batalla al Caballero Negro, pensó Eve, nerviosa.
– Tranquila. -Logan le separó suavemente los dedos crispados alrededor del volante. -No va a toparse con nada que no sea un rechazo ahí adentro.
– Por ahora. No deberíamos haberlo dejado venir.
– Dudo de que hubiéramos podido impedírselo. -Logan se reclinó en el asiento. -¿Cómo es el procedimiento? Dijiste que podía llevar días aun si Kessler lograba convencerlo de acelerar todo. ¿Por qué tarda tanto la identificación por ADN?
– Es por la sonda radiactiva.
– ¿Sonda?
Eve arqueó una ceja.
– ¿Está tratando de distraerme, Logan?
– Sí, pero en realidad no sé cómo es todo este asunto del ADN. -Se encogió de hombros. -Escuché algunas cosas en el juicio de O. J. Simpson. Y ese tribunal no fue el más indicado para dar un curso decisivo e imparcial sobre AADN.
– El filamento de ADN que extrajimos de Ben se disuelve en una solución de enzimas que apuntan a puntos específicos del filamento y lo cortan en fragmentos. Se pone una pequeña cantidad de ADN en una bandeja con un gel especial, después se envía una corriente de electricidad por el gel. La corriente se lleva los fragmentos y los ordena por largo y por peso.
– ¿Y dónde entra la sonda?
– El técnico transfiere los fragmentos a una membrana de nailon a la que se le aplica la sonda radiactiva. La sonda busca puntos específicos del ADN y los marca. Se le coloca una película de rayos X por encima durante varios días, para que se revele. Cuando eso sucede, el ADN aparece como bandas oscuras sobre la película de rayos X.
– ¿Y ésa es la impresión de ADN?
Ella asintió.
– Ese es el perfil de ADN y hay una en un millón de posibilidades de que otra persona pueda tener ese mismo perfil.
– ¿Y no hay forma de acelerar la sonda?
– Existe un método sobre el cual estuve oyendo hablar últimamente, pero los laboratorios todavía no lo usan demasiado. Se llama quimiluminiscencia. La sonda radiactiva se reemplaza por una sonda activada químicamente que interactúa con reactivos químicos que luego sueltan luz en la forma de fotones.
– ¿Qué son fotones?
– Partículas de luz. Cualquier zona de la película de rayos X que toquen quedará revelada y el resultado son las mismas bandas oscuras de ADN que se verían con el método de la sonda radiactiva. La mayoría de los laboratorios grandes están empezando a usar quimiluminiscencia, pero no sé si este laboratorio que es tan chico la emplea. Gary nos lo dirá. Cruce los dedos.
– Esperaba que…
– Ya le dije que podía no ser de un día para el otro.
– Varios días…
– Deje de repetir eso -le ordenó Eve con aspereza-. Ya sé que no tenemos mucho tiempo. Tal vez Gary traiga buenas noticias.
– Esperemos que sí. -Hizo una pausa. -Otra vez estás crispando los dedos.
Eve aflojó las manos deliberadamente.
– Bueno, usted no me ayuda.
– Estoy intentándolo -repuso él en tono amable-. Haré todo lo que pueda. ¿Quieres que vaya al laboratorio y le diga a Kessler que se vaya de aquí? Lo haré. Caray, necesito hacer algo, cualquier cosa. Estoy cansado de estar parado a un costado dejando que todos los demás corran riesgos.
Santo Cielo, otro Ivanhoe. Nunca lo hubiera pensado de Logan. Pero tal vez debió de haberlo imaginado, después de años de sufrimiento al ver morir a su esposa. No era un hombre que aceptara la derrota con facilidad.
– ¿Y bien, qué me dices?
Estaba tratando de ocultar su nerviosismo, pero era evidente que estaba allí. Debajo de ese exterior distante y sereno, había ansias de romper algo.
Caray, qué idiotas eran los hombres.
– Ni se le ocurra. No tengo deseos de terminar en la cárcel ni en un manicomio porque usted está aburrido y quiere dar rienda suelta a todos sus instintos de hombre de Neanderthal.
Se dio cuenta de que él se sentía desilusionado, pero lo vio encogerse de hombros filosóficamente.
– No creo que los hombres de Neanderthal se aburrieran. Sus cerebros eran demasiado subdesarrollados, vivían muchos menos años que nosotros y pasaban todo su tiempo ocupados en sobrevivir.
– La comparación es apta.
Logan hizo una mueca.
– ¡Ay, qué golpe! ¿A qué parte te refieres?
No era ningún hombre de Neanderthal. Era inteligente y carismático. Eve comenzaba a darse cuenta de que el código que regía su vida era tan inflexible como el que regía la de ella. Apartó la mirada.
– ¿Me dijo la verdad, no es cierto? En realidad no es un asunto de política. Hace esto porque cree que tiene que salvar al mundo.
– Diablos, no. Lo hago porque tengo miedo de no hacerlo. Porque hay una posibilidad de que se nos venga el techo encima y no quiero mirar hacia atrás dentro de unos años y recordar que me quedé viendo cómo sucedía. -Le tomó el mentón con la mano y la obligó a mirarlo a los ojos. -Me sentiría responsable. Igual que tú, Eve.
– ¿Se castigaría a sí mismo, como yo? -susurró ella.
– No, no estoy de acuerdo con eso. Uno hace lo que puede y después sigue adelante.
El contacto con él la turbaba. Sus palabras, la forma en que tenía de… Él la turbaba. Apartó la vista otra vez y miró por la ventanilla.
– O se acostumbra a vivir con sus culpas.
– Esa opción no es aceptable -respondió él con vehemencia-. Elegir una carrera como la tuya fue lo peor que pudiste haber hecho. ¿Por qué alguien no te lo impidió? ¿Por qué Quinn no te hizo quedar en esa isla hasta que te curaras, hasta que los recuerdos perdieran intensidad?
Eve lo miró, desconcertada. ¡Estaba tan equivocado! ¿Por qué no podía entender?
– Porque sabía que era la única forma en que yo podría sobrevivir.
– ¿Le llamas sobrevivir a esto? Eres adicta al trabajo, no tienes vida personal, eres la mujer más obsesionada por conseguir lo que busca que conozca. Lo que necesitas es…
– No se meta conmigo, Logan.
– ¿Por qué demonios no…? -Respiró hondo. -Está bien, no voy a decir nada más. No es asunto mío, ¿no es así?
– Exactamente.
– ¿Entonces por qué diablos siento que es asunto mío?
– Porque está acostumbrado a manejar todo.
– Sí, claro, es eso. -Sacó el teléfono celular del bolsillo. -Mi instinto de organización. Cuando veo desperdicios, me lanzo a tratar de deshacerme de ellos. -Oprimió violentamente los números del teclado. -Y vaya si veo un mundo de desperdicios en ti.
– Mi vida no es un desperdicio. Al contrario. ¿A quién llama?
– A Gil.
– ¿Ahora? ¿Por qué?
– Ya tendría que haber tenido noticias de él hace rato. Además, necesito distraerme. Urgente.
Ella también necesitaba distracción, pensó, aliviada. Los últimos minutos habían sido demasiado intensos y perturbadores y su vida actual ya era un caos, no necesitaba complicarla más.
– ¿Qué está pasando? -preguntó Logan en el teléfono-. ¿Por qué diablos no me llamaste, Gil? Sí, estoy de mal humor, carajo. -Escuchó. -No seas estúpido. Podría tratarse de una trampa. Maren ya mató a un hombre. -Eve se puso rígida. -No lo hagas. -Escuchó otra vez. -Sí, está aquí. No, no te voy a dejar hablar con ella. Habla conmigo.
Eve extendió una mano.
Logan masculló una obscenidad y le alcanzó el teléfono.
– Gil es un idiota.
– Lo oí -anunció Gil-. John está un poquito alterado, ¿no es así? Por eso quería hablar contigo. No tengo ganas de que me griten en el estado en que estoy.
– ¿En qué estado estás?
– Estoy caminando por una cornisa. Maren es un tipo astuto.
– ¿Le hablaste del trato?
– Negó todo y fingió no saber de qué estaba hablando.
– Es una reacción lógica. Ya me parecía que no iba a funcionar.
– Pero yo sí creo que va a funcionar. Me di cuenta de que estaba dando en el blanco. Maren no llamó a los guardias de seguridad del hospital, lo que es una buena señal. Le dije que lo pensara y que se encontrara conmigo en un sitio determinado sobre el río Potomac, cerca de los canales C y O. Esta noche a las once.
– No va a ir. Hablará con Lisa Chadbourne y te tenderán una trampa.
– Puede ser.
– Puede ser, no, seguro. -Sus dedos se cerraron alrededor del teléfono. -Tú y Logan me dijeron que seguramente Lisa lo convenció de que matara por ella. ¿Piensas que va a creer que ella lo traicionaría?
– Es un hombre muy inteligente. No es fácil engañarlo. Me cuesta creer que él la dejaría convencerlo de matar a Chadbourne. Pienso que puedo hacerle ver que le conviene cortar por lo sano y salir antes de que lo liquiden.
– No vayas a encontrarte con él, Gil.
– Tengo que hacerlo. Si conseguimos a Maren, tenemos a Lisa Chadbourne. Te mantendré al tanto de cómo van las cosas. -Gil colgó.
Eve le devolvió el teléfono a Logan.
– Va a ir.
– Es un idiota -masculló Logan.
– Usted dijo que Gil era profesional y que sabía lo que estaba haciendo.
– En ningún momento dije que su juicio fuera infalible. El encuentro de esta noche es un error.
Para Eve también era un error. A menos que el dominio que Lisa Chadbourne ejercía sobre Maren se hubiera debilitado, no había forma de que él fuera a traicionarla. Y ella no permitiría que ese dominio se quebrara.
Hasta que ella misma decidiera ponerle fin.
– Se pondrá furiosa.
─¿Qué?
– Lisa Chadboune. Creo que considera a Maren como de su propiedad. Se va a enfurecer cuando sepa que estamos tratando de arrebatárselo.
– No es muy razonable que se comporte en forma posesiva con un hombre del que piensa deshacerse.
– ¿Quién dice que siempre se muestra razonable? Tiene emociones y sentimientos como todo el mundo. Cuando descubra que hemos llegado hasta Maren se pondrá furiosa y tal vez hasta se asuste un poco. Será una gran sorpresa, no debe de saber que hicimos esa conexión.
– Gil podría tener razón. Tal vez Maren no se lo cuente.
– Vamos, Logan, usted no cree eso.
Él sacudió la cabeza.
– ¿Entonces qué vamos a hacer?
– Tú vas a esperar aquí con Kessler. Yo voy a volar a Washington para ir con Gil a ese encuentro.
– Podrían reconocerlo.
– Al diablo con eso.
– O hacerlo caer en la misma trampa.
– Al diablo con eso también. -Logan descendió del coche y dio la vuelta hasta el lado del conductor. -Voy a necesitar el coche. Iré hasta Savannah y tomaré un avión de allí. Tú vuelve al hotel con Gary.
Eve descendió lentamente, luego buscó en el asiento trasero el maletín que contenía a Ben.
– ¿Y los resultados de las pruebas?
– Búscalos tú. Dijiste que podía tomar días. -Se situó detrás del volante. -Igual yo aquí no sirvo para nada.
Ivanhoe tenía que tomar acción y conquistar un castillo.
Eve sintió deseos de pegarle.
– Llame y manténgame al tanto de lo que sucede. -Abrió la puerta del pasajero del Volvo de Gary. -Siempre y cuando esté vivo.
– No te preocupes, estaré vivo. -Logan encendió el motor. -Volveré mañana, no creo que te vaya a pasar nada. -Frunció el entrecejo. -No, con eso no me conformo. No puedo correr el riesgo. Llamaré a Kessler desde el aeropuerto y le diré que le pague a uno de los guardias de seguridad de Teller para que vaya al motel y vigile hasta que yo vuelva.
– ¿Y qué excusa va a darle a Teller?
– Hasta ahora Kessler se ha mostrado muy imaginativo. Dejaré que él se encargue de eso.
– Timwick todavía debe de seguir apostado en Duke y llevará tiempo que nos rastreen hasta aquí. Esto, decididamente, está fuera del camino más transitado en lo que se refiere a laboratorios forenses.
Pero ya no estaba tan segura de que se hubieran tragado el anzuelo de Duke. Lisa Chadbourne no se concentraría solamente en Logan, tenía demasiado respeto por las mujeres.
– Un guardia de seguridad apostado delante del motel no estará de más. Recuerda cerrar tu puerta con llave -le recomendó Logan-. Y llámame si ves algo sospechoso. Cualquier cosa.
– Tendré cuidado.
El vaciló.
– Tengo que ir, Eve. Gil es mi amigo y yo lo metí en esto.
Ella subió al Volvo y puso el maletín que contenía a Ben en el suelo.
– Bueno, váyase de una vez. -Le dirigió una mirada distante. -No lo necesito, Logan. En ningún momento lo necesité. Me ocuparé yo misma de esto.
– Que el cráneo de Ben esté en todo momento contigo.
– ¿Me ha visto dejarlo en alguna parte, hasta ahora? -Eve esbozó una sonrisa amarga. -Sé quién es el que realmente importa en este caso.
– Eso no es cierto. Lo que pasa es que…
– Vamos. -Agitó una mano indicándole que se fuera. -Vaya a ayudar a Gil. Vaya a hacer lo que tiene que hacer.
– ¿Por qué diablos estás tan…? Creí que Gil te caía bien.
– Lo aprecio, sí, y no quiero que le pase nada. -Pero no quería ver muerto a Logan y cuanto más pensaba en Lisa Chadbourne, más se asustaba. -No estoy discutiendo, sé que no serviría de nada. Adiós, Logan. -El siguió vacilando. -Adiós, Logan.
Logan maldijo por lo bajo y salió del estacionamiento. Un instante después, se había ido.
Estaba sola.
No es bueno que estés sola, mamá.
Eve estaba acostumbrada a estar sola. Cuando la puerta se cerraba y el mundo quedaba afuera ¿acaso no estaban solos todos?
Lo extraño era que ahora se sentía mucho más sola que antes.
– ¿Dónde está Logan?
Se volvió y vio que Gary había llegado al automóvil.
– Se fue a tomar un avión hacia el norte. Gil Price lo necesitaba -respondió Eve-. ¿Qué averiguaste?
– Bueno, tengo malas y buenas noticias. Las buenas son que Chris empezó a trabajar con quimiluminiscencia. Podría tenerme un perfil de ADN para hoy.
– ¿Y las malas?
– Dijo que no lo puede hacer. Está demasiado ocupado. -Levantó una mano. -Ya sé, ya sé. No tienes que decirlo. Lo hará. Sólo tengo que ponerme más persistente. No será hoy, pero tal vez tenga un perfil inicial para mañana. Vine hasta aquí para contártelo. -Le arrojó las llaves y echó a andar hacia el laboratorio. -Vuelve al hotel. Seguramente me quede aquí hasta después de la medianoche. Tomaré un taxi.
Eve no quería volver al hotel. Quería ir al laboratorio a ayudar. Quería tener algo que hacer.
Sí, claro, y arruinar todo lo que Gary estaba tratando de conseguir.
No tenía que pensar en eso. Su impulso irracional se debía solamente al hecho de que no tenía nada que hacer y estar sentada, esperando, la ponía nerviosa. Entendía a Gary y a Logan, que se habían abalanzado sobre la oportunidad de hacer algo, de tomar cualquier curso de acción, aunque éste fuera peligroso.
¿Pero en qué estaba pensando? Su vida no tenía nada que ver con acciones alocadas ni peligrosas. Necesitaba serenidad y regularidad. Correr riesgos no era para ella.
No tenía que pensar en Lisa Chadbourne como si fuera una súper mujer. Tal vez Logan tuviera razón en cuanto a que Gary y ella no corrían peligro por el momento. Tenía que aceptarlo y relajarse.
Después de la tensión y las corridas de los últimos días, debería alegrarse de poder pasar unos días aburridos en Bainbridge.
– Achiqué las posibilidades del escondite de Lanier a cuatro -anunció Timwick en cuanto Fiske levantó el teléfono-. Todas las propiedades fueron reservadas anteayer.
– ¿Por Wilson?
– ¿Cómo voy a saberlo? -preguntó Timwick en tono agrio-. ¿Crees que usaría su propio apellido?
– Tuvo que haber hecho un depósito. Eso significa una tarjeta de crédito.
– ¿Y quién te dice que no tiene una falsa? ¿Acaso crees que Logan no tomó recaudos de ese tipo? ¿Tienes para anotar? -Le dictó las cuatro direcciones. -Ponte a trabajar de inmediato.
– En cuanto pueda.
– ¿De qué demonios hablas?
– Usted me dijo que averigüe sobre Kessler. Ahora estoy en Emory, me acabo de enterar de que ayer por la mañana partió inesperadamente.
– ¿Adónde?
– No tengo idea. Voy en busca de su asistente para ver si puedo averiguar algo.
– La madre de Eve es más importante. Kessler es una posibilidad remota. Logan va a ir a Duke si quiere un experto.
– Ya que estoy aquí, lo mismo da que averigüe.
– Te dije que te olvides del tema. Ve a Lanier.
– ¿Qué quiere que haga si la encuentro?
– Vigílala. Te avisaré luego.
– Le dije que no me gusta vigilar. Yo la encuentro, pero usted ponga a otro para el trabajo pesado, Timwick.
Del otro lado del teléfono sólo hubo un silencio helado. Al cretino no le gustaba que le dieran órdenes. Pues más le convenía acostumbrarse. Timwick no lo sabía, pero el juego había cambiado y ahora la que controlaba el tablero era la reina.
– Te das cuenta de que te puedo relevar, Fiske ¿no es cierto?
– Pero sería difícil a esta altura del juego, ¿no cree? ¿Por qué no me deja encargarme de lo que mejor sé hacer?
Otro silencio, más frío que el anterior.
– Muy bien. Avísame no bien encuentres a la mujer.
– De acuerdo. -Fiske colgó el teléfono y fue directamente hacia la residencia universitaria donde vivía Bob Spencer, el asistente de Kessler. Le diría que era un viejo amigo de Kessler, tal vez lo invitara a cenar para tirarle de la lengua. Aunque no obtuviera información respecto del paradero de Kessler, quizá lograra averiguar dónde hacía normalmente sus análisis. Lisa Chadbourne le había dicho que averiguara dónde se estaban haciendo los análisis.
– Ningún problema.
– ¿Lo sabía? -murmuró Lisa-. Cielos, Scott, ¿él lo sabía?
– No estaba seguro. Pienso que Logan sacó conclusiones.
– ¿Y envió a Price a poner las cartas sobre la mesa? ¿Para qué?
Por un instante Scott no respondió.
– Para hacer un trato. Te quiere a ti más que a mí, Lisa.
– ¿Qué clase de trato?
– Me saca de escena, me saca del país y me consigue una nueva identidad si le doy pruebas que te incriminen.
Sintió una oleada de pánico y luchó por neutralizarla. Sabía que Logan era astuto y que podía sospechar de ella, pero tenía esperanzas de que no hiciera la conexión con Scott.
– Miente. Nunca te dejarían ir así como así.
– Puede ser.
Lisa sintió un nudo en el estómago.
– ¿Y te sentiste tentado, Scott? ¿Aunque más no sea un poquito?
– Por el amor de Dios, te llamé ¿no? ¿Acaso te parece que quiero hacer un trato con él?
– No, perdóname. Me asusté. En ningún momento pensé que llegarían hasta ti. -Caray, todo se está viniendo abajo. No, nada de eso. Solamente tenía que ponerse a pensar y hacer ajustes. -Podremos salir de ésta. Puede que hayamos tenido suerte si creyeron que tal vez harías un trato. Podrían haber acudido a los medios de comunicación.
– Pero les bloqueamos esa ruta.
– ¿Terminaste de cambiar los registros?
– En cuanto Price se fue.
El pánico retrocedió levemente. Todo iba a salir bien. Ahora ya veía el camino con claridad.
– Fantástico. Hablaré con Kevin de inmediato y echaré a rodar la pelota. Todo va a estar bien, Scott.
– ¿De veras?
– Por supuesto. Te lo prometo.
– Me has prometido muchas cosas, Lisa -le recordó él con cansancio.
– ¿Y acaso no te di todo lo que te prometí? Has vivido como un rey todos estos años.
– ¿Crees que no hubiera podido hacerlo sin ti?
– No quise decir eso, Scott.
El permaneció callado un instante.
– Lo siento.
Se lo oía raro y Lisa comprendió que convenía no pasar por alto ningún cambio en él. La situación era demasiado delicada.
– ¿Qué sucede?
– Price dijo algo más. Me contó de tres personas que fueron asesinadas hace poco y dijo que los asesinatos sirvieron para borrar posibles problemas para ti. Me preguntó si no tenía miedo de que me mataran a mí también.
– ¿Y tienes miedo, acaso, Scott? ¿Después de todos estos años, crees que te haría daño?
Silencio.
– No, supongo que no.
– Con eso no me alcanza. No supongas. Tienes que estar seguro.
Él no dijo nada.
Lisa cerró los ojos. Cielos, que no se pusiera a dudar ahora. Por favor, no.
– Hablaremos. Te daré pruebas de lo que digo. Pero en este momento tenemos que encargarnos de Price lo más limpiamente posible para ponerte a resguardo.
– Tienes que protegerte a ti misma más que a mí.
– De acuerdo, para ponernos a resguardo a ambos. Ve y encuéntrate con Price. Haré que Timwick llegue antes que tú.
─¿Y?
– Atraparemos a Price y trataremos de usarlo como herramienta para negociar el cráneo. Tenemos que recuperar ese cráneo.
– ¿Crees que Logan negociará?
– Tenemos que intentarlo. -Calló por un instante. -Confía en mí, Scott. No dejaré que caigas en manos de Logan, después de todo lo que has hecho por mí. -Cortó la comunicación.
El corazón le latía a toda velocidad. Respiró hondo, despacio. Se trataba solamente de otro desafío.
Pero era un desafío con el que no hubiera tenido que lidiar. Si Timwick hubiera hecho bien su trabajo con Donnelli, nadie jamás hubiera sospechado de Scott y ella no hubiera tenido que tomar esta decisión. El pánico se estaba convirtiendo en furia. Logan y Duncan se estaban acercando demasiado y las cosas comenzaban a escapar de su control.
Entonces tendría que recuperar ese control. Sabía cuál era la salida. Llamaría a Timwick y le contaría el problema.
Pero primero tenía que hablar con Kevin y guiarlo por el camino que iba a tener que tomar.
Joe llamó a Eve a las ocho de la noche.
– Conseguí una carta que le escribió Chadbourne a su hermana cuando murió su madre, unos meses antes de que él asumiera el gobierno. Estoy seguro de que el que humedeció ese sobre con saliva fue él.
– Estupendo. ¿Cómo lo conseguiste?
– Mejor que ni te enteres. Te convertirías en cómplice. Pero todavía no obtuve una muestra de Millicent Babcock, aunque pensé que sería lo más fácil. Esta noche voy a seguir a ella y a su marido hasta el club de campo para ver si puedo conseguir un vaso. -Hizo una pausa. -¿Cómo estás tú?
– Bien. Gary va a conseguir que le hagan el ADN enseguida.
– Me alegro. -Otro silencio. -¿Logan te está cuidando como corresponde?
Eve no quiso responder. Joe se volvería loco si se enterara de que Logan no estaba allí.
– Yo me sé cuidar muy bien sola, Joe.
– Tendría que estar yo allá. Debería haberle dicho a Logan que viniera aquí a correr detrás de esa tal Babcock. No le tenía confianza para hacer el trabajo, pero ahora me encuentro corriendo en el aire.
– Lo conseguirás esta noche, estoy segura.
– Ojalá. Si no terminaré por atacar a la mujer y sacarle una muestra de sangre. No te ríes. Era una broma, diablos.
– Perdóname. En estos momentos, nada me hace demasiada gracia.
– A mí tampoco. Trataré de estar de vuelta mañana. Cuídate.
– Joe. -Lo detuvo antes de que pudiera cortar. -¿Llamaste a Diane?
– Antes de salir de Atlanta.
– Estará preocupada por ti. Bastante culpable me siento ya por haberte involucrado en esto. No quiero volverla loca a ella también.
– La llamaré.
– ¿Ahora?
– Sí, demonios, ahora. -Cortó.
Eve dejó el teléfono sobre la mesa. Por lo menos, Joe estaba bien y mostrándose tan protector como siempre. Mañana estaría de vuelta y ella sentiría otra vez que estaba en casa, como sucedía siempre que estaba con Joe.
Ahora sólo le quedaba esperar que Logan llamara y le dijera que tanto él como Gil se encontraban bien.
Llámala, pensó Joe. Le prometiste a Eve que llamarías a Diane. Hazlo.
Marcó el número de su casa y Diane atendió de inmediato.
– Hola, tesoro, quería darte noticias. ¿Cómo estás?
– ¿Dónde estás, Joe?
– Ya te dije, fuera de la ciudad, trabajando en un caso. Creo que terminaré pronto.
– ¿Qué caso?
– Nada interesante.
– Pues yo creo que me resultaría muy interesante -replicó ella con dureza-. ¿Crees que soy tonta, Joe? Estoy harta de hacerme la ciega. Vi todo lo que salió por televisión. -¿Es algo relacionado con Eve, ¿no?
Joe no respondió. Sabía que Diane no era tonta, pero había tenido esperanzas de que fingiera que el problema no existía, como hacía siempre con las cosas que la ponían mal.
– ¿Se trata de Eve, no es cierto?
– Sí.
– Esto ya fue demasiado lejos, Joe. -Le temblaba la voz. -¿Hasta cuándo crees que puedo soportarlo? Tenemos una buena vida y arriesgas todo lo que tenemos por ella. ¿Tan importante es para ti?
– Sabes que no puedo darle la espalda.
– Sí, claro que lo sé. Nadie lo sabe mejor que yo. Pensé que podía aceptarlo, pero me doy cuenta de que domina toda tu vida. ¿Para qué diablos te casaste conmigo, Joe?
– Estás nerviosa. Hablaremos de esto cuando vuelva.
– Si es que vuelves. Si es que Eve no consigue que te maten. -Colgó con violencia.
Dios, en qué lío estaba metido, se dijo Joe. ¿Qué lo llevó a creer que el matrimonio funcionaría? Le había dado todo lo que podía, todo lo que creía que ella deseaba. Había tratado de equilibrar sinceridad con amabilidad, pero Diane era orgullosa y por más que el intentara no hacerla sufrir, era inevitable. Todo lo que ella había dicho era cierto. Tenía todo el derecho del mundo de preguntarse por qué él se había casado con ella.
Ojalá nunca lo averiguara.