173937.fb2 La Cara del Enga?o - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 22

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CAPITULO 20

04:05

Eve estaba esperando junto a la ventana cuando Joe y Gary llegaron al estacionamiento del hotel.

– Ya llegaron -anunció por encima del hombro a Logan. Abrió la puerta. -¿Listo?

– Listo. -Gary le entregó el maletín. -La muestra de Millicent Babcock indica que hay muchas probabilidades de parentesco. -Una sonrisa le iluminó el rostro. -En la saliva de Chadbourne hubo coincidencia total, por supuesto.

– Claro, ya lo sabía -respondió Eve con voz temblorosa-. Estarías insultándome si no hubiera sido así.

– Y con justa razón. Por hacerme perder el tiempo.

– Hice arreglos para que te alojes en un condominio en Fort Lauderdale. -Logan le entregó una tarjeta. -Está reservado a nombre de Ray Wallins. Quédate allí hasta que te llamemos para avisarte que el peligro pasó.

Kessler sonrió con aire travieso.

– ¿Un condominio lujoso? ¿Con servicio de mucama?

Logan le devolvió la sonrisa.

– Puede ser. No tientes a la suerte.

– Un hombre de mi talento e intelecto se merece lujos. No habría que desperdiciarlos con filisteos como tú, Logan.

Logan le entregó un sobre.

– Dinero en efectivo. Debería alcanzarte para varios meses.

– Ah, así me gusta -Kessler guardó el sobre en el bolsillo de la chaqueta. -Me vendrá bien hasta que llegue el primer adelanto de mi novela. -Miró a Eve. -Puede que necesite una asistente, pues soy un desastre en ortografía. Quizá me deje convencer y te ceda una habitación en mi condominio, si me lo pides de buen modo, Duncan.

– Yo también soy un desastre en ortografía.

– Entonces no aceptas. Bueno, mala suerte, me hubieras tratado de quitar mérito, de todos modos.

Joe salió de la habitación con la valija de Eve.

– Nos vamos, Eve. Si salimos ahora, podremos llegar a Lanier para las nueve.

Ella asintió, con la mirada fija en Gary.

– Gracias. Estuviste fantástico.

Él asintió.

– Magnífico.

– ¿Te irás ahora?

– Arrojo la ropa en la maleta, guardo la caja en el Volvo y me lanzo hacia Fort Lauderdale. Dame cinco minutos.

– Te esperaremos.

– Duncan, no es… -Se encogió de hombros. -Qué mujer testaruda. -Desapareció dentro de la habitación y salió instantes más tarde. Guardó la maleta en el coche y se volvió hacia Eve.

– ¿Satisfecha?

– Sí. -Eve se acercó y lo abrazó. -Gracias -le susurró al oído-. Me estás aburriendo, Duncan. -Gary subió al coche y encendió el motor.

– ¿Lista para salir? -le preguntó Logan a Eve-. Supongo que irás con Quinn, porque ha hecho todo, salvo arrojarte dentro del automóvil. Los seguiré hasta Lanier.

– Nos vamos ya. -Joe se ubicó detrás del volante. -¿Ya empacaste?

– Tengo todo en el coche. -Logan atravesó el estacionamiento en dirección al Taurus color tostado.

– ¿Eve? -dijo Joe.

Ella asintió y abrió la puerta del lado del pasajero. Habían sorteado el primer obstáculo, las pruebas. Tenía los informes de ADN en el maletín que llevaba en la mano. Gary estaría fuera de peligro, y su madre también, en cuanto llegaran a Lanier dentro de unas pocas horas.

Gracias a Dios.

04:10

Fiske se quitó el dispositivo de escucha de la oreja y llamó a Lisa Chadbourne.

– Se estaban alojando en el Roadside Stop de Baingridge -le informó-. Seguí a Kessler y a Joe Quinn desde el Centro de exámenes de ADN. Logan y Duncan también están aquí. Pero ninguno se va a quedar. Quinn acaba de guardar la maleta de Duncan en su coche. Duncan se despidió de Kessler. El no va con ellos. Kessler está saliendo en este mismo momento del estacionamiento.

– ¿Y Logan? -preguntó Lisa Chadbourne.

– Se está subiendo a otro automóvil. Un Taurus tostado.

– ¿Ella tiene el cráneo?

– ¿Cómo voy a saberlo? No lo va a llevar debajo del brazo como si fuera una cartera. Podría haberlo guardado en la maleta. O tal vez lo tenga Logan.

– O quizá lo hayan escondido en alguna parte. No le estoy pidiendo que adivine. ¿No lo ha visto?

La mujer comenzaba a cansarlo.

– No.

– Entonces no los pierda de vista. Necesito ese cráneo.

– Ya me lo dijo. Logan siguió a Quinn al salir del estacionamiento.

– ¡Entonces vaya tras ellos!

– No hay problema. Sé Adónde se dirigen. Van hacia el norte a buscar a la madre de Duncan en Lanier.

– ¿Está seguro?

– Acabo de oír a Quinn diciéndolo.

Silencio.

– No los pierda de vista.

– No.

– Después quiero que haga otra cosa.

El teléfono digital de Eve sonó cuando estaban a setenta kilómetros de Bainbridge.

– Duncan. No les…

Apenas pudo escuchar las palabras.

– ¿Cómo?

– Duncan…

El corazón le dio un vuelco.

– ¿Gary?

Otra voz.

– Quería despedirse.

– ¿Quién habla? -susurró Eve.

– Fiske. Ella quiere el cráneo, Eve.

– ¿Adónde están?

– En el hotel. Saqué a nuestro amigo el doctor Kessler de la ruta y luego lo convencí de que volviera a su habitación para tener una charla.

– Quiero hablar con Gary.

– Ya no está en condiciones de hablar. Ella me dijo que te avisara que no va a ser el último. Dale el cráneo, Eve. -Cortó.

– ¡Ay, Dios!

– ¿Qué pasa? -preguntó Joe, con los ojos clavados en ella.

Eve sentía un nudo en el estómago que no le permitía respirar.

– Da la vuelta. Tenemos que volver al hotel.

─¿Qué?

– Fiske… y Gary. Sé que era Gary.

– No puedes estar segura. Quizá no sea él. Podría tratarse de una trampa.

– ¡Sé que era Gary, carajo! Me llamó Duncan.

– Es una trampa, Eve.

– ¡No me importa! Tenemos que volver.

– Lo haré no bien pueda. Encenderé las luces de emergencia para hacerle señas a Logan.

– Vamos, date prisa. -Eve trató de pensar. Tenía el maletín con los informes de ADN, pero Logan tenía el cráneo. Si era una trampa, tenía que asegurarse de que… -No, detente. Tengo que darle el maletín a Logan.

Salieron de la autopista y Logan se detuvo junto a ellos.

Joe descendió del coche y empujó el maletín hacia Logan.

– Volvemos al hotel, Kessler llamó a Eve. Está en manos de Fiske.

– Sube aquí conmigo, Quinn -ordenó Logan-. Eve, tú espera aquí.

– Ni loca. Vamos, Joe.

Joe encendió el motor.

– Los sigo -dijo Logan.

– ¡Ni se te ocurra! -exclamó Eve con ferocidad-. Ella quiere el cráneo. Si tengo que negociar con el cráneo para salvar a Gary, lo haré. Pero no voy a tener poder para negociar nada si Fiske te lo saca.

– Fiske no me lo va a…

Joe ya había salido como un rayo a la carretera, en dirección al hotel.

Ella quiere el cráneo, Eve.

Dáselo.

Gary.

La puerta de la habitación de Kessler estaba entreabierta y salía luz a través de la estrecha abertura.

– Quédate aquí. -Joe descendió del coche.

– Voy a…

– No me discutas. Mira, esto es lo que voy a hacer. -Sacó la pistola de la funda que llevaba en el hombro. -Todo saldrá bien. -Se apretó contra la pared a un lado de la puerta y la abrió de un puntapié.

No hubo disparos.

Nadie escapó por la puerta.

Nada.

Joe esperó un momento y luego se agazapó y entró.

Eve no soportaba más. Descendió del coche y corrió hacia la puerta.

De pronto, Joe apareció delante de ella y le bloqueó la entrada.

– No, Eve.

– ¿Qué te…? ¡No! -Lo empujó hacia un costado y entró corriendo en la habitación.

Gary estaba tendido en el suelo, en un charco de sangre. Un cuchillo le asomaba por la garganta.

Eve cayó de rodillas junto a él.

– ¿Gary?

– Vamos. -Joe trató de hacerla levantar, pero ella lo apartó. -Tenemos que salir de aquí.

– No podemos dejarlo. -De pronto vio los otros dos cuchillos que tenían clavadas las manos de Gary contra el piso. -Ay, Joe, mira lo que le hizo.

– Ya está, Eve, no hay nada que hacer. Tengo que sacarte de aquí.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Eve.

– Lo lastimó. Lo hizo a propósito. Quería que supiera que lo hizo sufrir. Ella quería que yo lo supiera.

– Ahora ya no sufre más.

Eve se balanceaba hacia delante y hacia atrás, presa de un inmenso dolor.

– No es justo. Quería pelear contra ellos. Quería…

– Eve, mírame.

Levantó la vista hacia Joe, pero no lo vio.

Sus ojos…

Él extendió una mano y le acarició el pelo con infinita ternura.

– Perdóname -dijo con suavidad.

Su puño se estrelló contra el mentón de Eve.

Oscuridad.

– ¿Está lastimada? -Logan estaba bajando del coche cuando salió Joe del hotel con Eve en brazos.

– No, ábreme la puerta, por favor.

Logan abrió la puerta del lado del pasajero del automóvil de Joe.

– ¿Qué le pasó? ¿Fue Fiske?

– No, fui yo. -La colocó sobre al asiento y cerró la puerta.

– No quería dejar a Kessler.

La mirada de Logan se clavó sobre la puerta abierta.

– ¿Pero qué…?

– Está muerto.

– ¿Y Fiske?

– No está. -Joe dio la vuelta al automóvil y subió detrás del volante. -Súbete a tu coche y desaparece de aquí. Eve te dijo que no volvieras.

– Pero parecería que Fiske no quiere negociar, después de todo.

– Lo que quería era asustarla. No fue algo agradable. -Sacó una toalla de papel de la guantera. -Sangre. -Comenzó a limpiar las manchas de las manos de Eve. -Mucha sangre.

– Mierda. -Logan tenía los ojos fijos en la cara pálida de Eve. -¿Qué le hiciste?

– La desmayé. -Joe puso el coche en marcha. -Estar allí arrodillada en la sangre de Kessler le iba a hacer mal. Para ella era lo mismo que estuviera Fiske de pie junto a ella con otro cuchillo de carnicero en la mano.

– ¿Cuchillo?

– Te dije que no era algo agradable.

– No le va a gustar que la hayas maltratado.

– Hice lo que tenía que hacer. ¿Estás armado?

– Sí.

– Pero no se lo dijiste a Eve. -Joe sonrió con ironía. -Sabías cuál iba a ser su reacción. Me mandaste al frente a mí, pero tú te cubriste el trasero. Bueno, ten la pistola a mano y mantente bien cerca detrás de mí. Si te asaltan, tal vez pare y te ayude. -Retrocedió el coche. -Si tienes suerte.

Sangre.

Cuchillos.

Clavado.

Oh, Dios, había crucificado a Gary.

Abrió la boca para gritar.

– Despierta. -La estaban sacudiendo. -Despierta, Eve.

Abrió los ojos.

Joe. Joe en el asiento del conductor, junto a ella. A su alrededor, oscuridad.

Un sueño. Había sido un sueño.

– Un sueño…

Joe negó con la cabeza.

– Gary… -Las lágrimas comenzaron a rodarle por las mejillas otra vez. -¿Está muerto?

Joe asintió.

Eve se acurrucó en el asiento, tratando de alejarse de la pesadilla. Pero ésta la envolvía. Sangre. Gary. La mano de Joe sobre su pelo. Oscuridad.

– Me golpeaste -dijo en tono lacónico.

– Tuve que hacerlo -respondió él sin levantar la voz.

– Pensaste que no podría soportarlo.

– Puede ser. Pero de lo que estaba seguro era de que yo no podía soportarlo.

– Ella quiere el cráneo. La otra cara de una moneda… Ni siquiera trató de negociar. Dijo que tenía que seguir adelante. Quería mostrarme que tenía el poder de estirar un brazo y matar a alguien muy cercano a mí.

– Esa parece ser la escena, sí.

– Gary ni siquiera estaba involucrado en el asunto -siguió diciendo Eve, aturdida-. Estaba fuera de esto. Fort Lauderdale… No debimos dejarlo ir solo.

– Creímos que estaría a salvo. No teníamos idea de que Fiske sabía que estábamos en Bainbridge.

Ella quiere el cráneo, Eve.

– ¿Dónde está Logan? -preguntó.

– Unos kilómetros detrás de nosotros.

– ¿Todavía tiene el cráneo?

Joe asintió.

Dale el cráneo.

Me pidió que te diga que no iba a ser el último.

Eve sintió un escalofrío.

– Mi madre.

– Estamos yendo hacia allí.

– Me advirtió que Gary no iba a ser el único. ¿Cuánto falta para llegar?

– Unas tres horas.

– Vamos, apúrate.

– Tranquila.

– No me digas eso. Ella sabe que quiero a mi madre. Es lógico que la elija como otra víctima.

– O que se asegure que vas a pensar eso e irás hacia ella. No es seguro que sepan dónde está tu madre.

– Tampoco nos dimos cuenta de que Fiske sabía que estábamos en Bainbridge. -Apretó los puños y las uñas se le clavaron en las palmas de las manos. -Pero él lo sabía, lo sabía.

– Sí.

– Y ahora podría estar yendo hacia Lanier. Podría ir delante de nosotros.

– Pero no necesariamente para matar a tu madre. Es más probable que quiera ir para allá a tender una trampa. El objetivo es el cráneo, al fin y al cabo.

Eve sacó su teléfono.

– Voy a avisarles.

– Bien. Buena idea. Pero no las asustes hasta el punto de que quieran huir. Tal vez sea mejor que se queden allí hasta que lleguemos. Dile a Pilton que esté alerta.

¿Podía ser mejor que estén allí?

¿Quién podía saber si podían estar a salvo con Fiske dando vueltas por allí?

La mano le temblaba cuando marcó el número.

Fiske volvió al coche que había estacionado en la entrada del chalet desierto. El Sol asomaba en el oeste y la luz se filtraba por las brumosas cimas de los pinos.

Calculó que les llevaba una hora de ventaja. Había estado espiando la casa de Duncan. Era evidente que Duncan había estado ocupada con el teléfono. Había luces en la casa y Pilton había entrado en la casa y cerrado la puerta después de revisar bien el perímetro. Lo estaban esperando.

Pues bien, ¿no era eso lo que él había querido? Un desafío.

Llamó a Lisa Chadbourne.

– Les avisó.

– ¿Pero siguen allí?

– Creo que la están esperando. Pilton llegó hace quince minutos y arrojó algo de equipaje dentro de la camioneta, pero nadie más salió desde entonces.

– Que no se vayan. -Una pausa. -Y no las toque hasta que me consiga ese cráneo.

– La madre sería un buen elemento de persuasión. Mejor que Kessler. -Hizo una pausa y luego agregó su propio elemento de persuasión. -Aunque a Kessler lo manejé de forma excepcional. ¿Quiere que le cuente los detalles?

Silencio.

– Le dije que necesitaba los resultados, no los detalles.

Impresionable.

– Mantuve a Kessler vivo el tiempo suficiente como para que la llamara. No me fue fácil, con los cuchillos en…

– Le dije que no quiero saber cómo fue. Recuerde que a Eve Duncan sólo se la puede presionar hasta un cierto punto. No se pase de la raya y arruine todo, Fiske.

– Ya empieza a parecerse a Timwick.

Otro silencio.

– Perdón. Lo dejo en sus manos. Sé que no me va a fallar. -Cortó la comunicación.

Ese maldito cráneo otra vez, atándole las manos, impidiéndole hacer su trabajo.

Se inclinó hacia delante y abrió la guantera.

Tenía tiempo de sobra para actualizar su lista. Con trazo grueso y satisfecho, tachó el nombre de Gary Kessler.

08:35

Eve bajó del coche de un salto no bien se detuvo adelante del chalet de su madre.

– Espera. -Joe estuvo a su lado de inmediato y la empujó hacia un costado. -Yo entro primero.

Había entrado primero en el hotel y encontrado a Gary.

– No. ¡Mamá!

Nada.

Después oyó la voz de Sandra.

– Estoy bien, Eve. Pilton no me deja salir, pero estamos todos bien.

Eve sintió tanto alivio que casi se descompuso.

– Vamos a entrar.

Logan había estacionado detrás del coche de Joe.

– ¿Todo bien?

– Aparentemente, sí. -Joe estaba observando el bosque circundante con atención. -Puede ser. Entren y asegúrense de que estén listas para irse. Me quedaré aquí afuera.

Logan siguió a Eve hacia la entrada.

– ¡Esperen! -ordenó Joe-. ¿Dónde está el cráneo, Logan?

– En el asiento del pasajero. Vigílalo.

– Sí. -Los ojos de Joe no se apartaron en ningún momento del bosque. -Apúrense y tráiganlas a los coches.

Fiske estaba allí afuera.

Caray, casi podía olerlo, pensó Joe.

Oler la sangre. Oler el hambre.

Tenía los nervios a flor de piel. La presencia de Fiske lo había catapultado a su pasado de blancos y permisos para matar. Fiske entendería ese mundo. Estaba allí afuera en este momento, entrenado, listo… ¿Listo para qué?

¿Para arrojar dinamita a la casa?

¿Lanzar un ataque de francotirador en cuanto saliera al porche?

Si eso era cierto, Joe iba a ser el primer blanco. El centinela era siempre el primero en ser derribado.

Pero Fiske estaba en desventaja. No le habrían dado órdenes de asesinar solamente.

El cráneo.

Joe esbozó una sonrisa irónica. Bien, acabemos con esto. Convirtamos al cazador en presa.

¿Me estás mirando Fiske?

Se quitó el saco, metió la mano dentro del coche de Logan y sacó el maletín de cuero que contenía el cráneo.

La carnada, Fiske.

Levantó deliberadamente el maletín y lo sostuvo sobre su cabeza.

¿Lo ves?

Echó a correr hacia el bosque, zigzagueando entre los arbustos.

Ven a buscarlo, cretino.

Los ojos de Fiske se abrieron como platos.

El hijo de puta lo estaba provocando. Y con ese maletín, donde tenía que estar el cráneo.

Observó a Quinn correr hacia el bosque. Sabía lo que estaba haciendo y era bueno. No iba a ser un blanco fácil.

Sintió de pronto una placentera excitación. La perra Chadbourne le había dicho que consiguiera el cráneo. Prioridad uno. A Fiske no se le había ocurrido que la prioridad pudiera ofrecerle un desafío tan interesante.

Echó a andar en diagonal para interceptar a Quinn.

– Margaret, tú ve en la camioneta con Pilton -dijo Logan, mientras bajaba los escalones-. Llevaremos a Sandra con nosotros.

– ¿Tengo que volver a Sanibel? -preguntó Margaret-. ¿Cuándo te pondrás en contacto conmigo?

– Cuando sea seguro hacerlo -respondió Logan-. Voy a dejar que Quinn organice una reunión con ese periodista del…

– ¿Dónde está Joe? -Eve se había detenido en el escalón más alto.

– Tiene que estar por aquí-Logan escudriñó la zona con atención.

La mirada de Eve se posó en el coche.

Joe no estaba.

El corazón le latía con tanta fuerza que le dolía.

– Fiske.

– Dudo de que Fiske pueda sorprenderlo -observó Logan-. Quinn es un hueso duro de roer.

– Sorprendió a Gary.

– Quinn no es Gary. No es una víctima. Lo más probable es que… -Logan fue hacia su coche. -¡Qué hijo de puta!

– ¿Qué pasó?

– Se llevó el cráneo. Quinn se llevó el cráneo.

– ¿Para qué? -Oh, Dios, qué pregunta estúpida. Sabía para qué. Joe quería terminar con este asunto y como siempre, había tomado el toro por las astas. -Cree que Fiske está aquí.

– Y confío en sus instintos -dijo Logan. Se volvió luego hacia Pilton. -Quédese aquí. Voy detrás de él. Si no vuelvo en… ¿Adónde diablos vas, Eve?

Eve ya estaba corriendo hacia el bosque.

– No voy a dejar que Fiske le haga daño. ¡No lo voy a permitir!

Oyó que Logan maldecía por lo bajo. La estaba siguiendo, estaba justo detrás de ella.

– ¿Qué cuernos crees que vas a hacer? No eres un miembro de un grupo comando, por el amor de Dios.

– Joe está allí afuera por mi causa -dijo Eve con vehemencia-. ¿Crees que voy a dejarlo solo?

– ¿Y cómo piensas…?

Eve ya no le prestó atención. Entró en el bosque y se detuvo, respirando agitadamente. No tenía que llamarlo, pues eso alertaría a Fiske. ¿Entonces cómo iba a encontrar a Joe antes de que lo hiciera Fiske?

No pienses en eso. Camina con cuidado. Mira las sombras.

Logan estaba a su lado.

– Por Dios, Eve, vuelve. Yo iré a buscarlo.

– Cállate. Estoy escuchando. Tiene que estar…

– Logan tenía un arma en la mano.

Siguió la mirada de Eve.

– Sí, tengo un arma y más vale que te alegres por eso.

Horrorizada, Eve tuvo que admitir ante sí misma que realmente se alegraba. Si esa pistola iba a servir para salvar a Joe, pues la usaría ella misma. Gary había muerto porque estaba indefenso.

Joe no tenía que morir.

Las hojas de los arbustos se movieron suavemente detrás de él y Joe se escabulló a la izquierda para protegerse detrás de un viejo árbol.

– ¿Dónde estás? -dijo en voz baja-. Ven a buscarme, Fiske.

Los arbustos se movían con un susurro.

– ¿Quieres el cráneo? Aquí está. Se adentró más en el bosque. Dios, todo le estaba volviendo a la mente. Rastrear, encontrar, matar. La única diferencia era la luz. La mayoría de las operaciones se llevaban a cabo de noche. -Ven a quitármelo.

Fiske estaba cerca. Joe sintió un leve olor a ajo y pasta de dientes.

¿De dónde venía ese olor? De la derecha y un poco hacia atrás.

Demasiado poco. Demasiado cerca. Muévete más rápido, vamos.

Distancia.

Silencio.

Velocidad.

El olor era más leve ahora. Tenía un poco de tiempo.

Vamos, Fiske. Pasa a tomar un café.

¿Dónde diablos estaba el mal nacido? Se preguntó Fiske, fastidiado. Era como seguir a un fantasma.

Se ocultó detrás de unos arbustos y escuchó, mientras recorría el círculo de árboles con la mirada.

Ningún sonido.

Mierda, hacía varios minutos que Quinn no hacía ningún sonido.

– Aquí.

La mirada de Fiske voló hacia la izquierda.

El maletín de cuero, debajo de un roble, a doce metros.

Una trampa.

¿Acaso creía Quinn que él era un idiota? En cuanto se asomara, Quinn le metería una bala.

¿Pero Adónde estaba Quinn? Fiske volvió a examinar con la mirada la zona cercana al maletín. La voz de Quinn parecía haber venido desde allí, pero no podía estar seguro.

Un leve movimiento.

En los arbustos a la izquierda.

Espera hasta estar seguro. Acércate.

Si disparara, revelaría su propia posición.

Las hojas se estaban moviendo.

Tuvo un atisbo de tela denim celeste.

Desapareció.

Pero los arbustos se movían.

Quinn se estaba acercando.

Avanzó otro paso. Levantó el arma, esperando el siguiente movimiento a la derecha.

Pero el siguiente movimiento provino de la izquierda, muy a la izquierda.

Giró en redondo y apuntó con el arma.

Logan. Y Duncan.

El dedo se cerró alrededor del gatillo.

– ¡No! -El grito provino desde arriba. Levantó la vista y vio que Quinn se había catapultado desde las ramas de un árbol.

Fiske giró y disparó en el momento en que Quinn aterrizaba encima de él y lo derribaba.

Otro disparo.

Maldito canalla. Quinn había estado esperando allí arriba, preparándose para matarlo. Y se hubiera salido con la suya a no ser por Logan y Duncan.

Pero no había ganado. Fiske había ganado, como sucedía siempre. Sentía la sangre tibia de Quinn sobre su pecho y el cuerpo encima de él estaba inerte.

Otro nombre para tachar de la lista.

Pero primero tenía que quitarse el cuerpo de encima. Logan corría hacia ellos y Fiske tenía que liberar la mano que sostenía su pistola.

¿Por qué no podía moverse?

Dolor en el pecho.

No era solamente la sangre de Quinn, sino también la suya.

El segundo disparo.

Había fracasado, había fracasado, había fracasado, había fracasado.

Se acercaba la oscuridad. Se acercaba el horror.

Gritó.

Fiske estaba muerto cuando Logan quitó a Joe de encima.

Madre de Dios.

Eve cayó de rodillas junto a Joe. El pecho… Sangre.

– ¿Está vivo? -preguntó Logan.

Eve vio un débil latido en su sien.

– Sí. Llama a Emergencias. ¡Rápido!

Apenas se dio cuenta de que Logan buscaba el teléfono y se alejaba. Tenía los ojos fijos en Joe.

– ¡No se te ocurra morirte! ¿Me escuchas, Joe? No te lo voy a permitir. -Le levantó la remera. ¿Adónde estaba la camisa de denim que había tenido puesta? -se preguntó distraídamente. Presión. Había que aplicar presión.

Joe abrió los ojos.

– ¿Fiske?

– Está muerto. -Colocó la mano sobre el pecho de él, por encima de la herida y presionó con fuerza. -No debiste hacerlo.

– Tenía… Tenía que matarlo.

– No me importa que lo hayas matado. No deberías haberte arriesgado… ¿Quién te pidió que lo hicieras? Son todos iguales. Gary, Logan y tú. Se creen que pueden salvar… ¡No cierres los ojos! No te vas a ir a ninguna parte.

Joe trató de sonreír.

– Espero… Espero que no.

– ¿Cómo está? -Logan se había puesto de rodillas junto a Eve. Le entregó una camisa azul, la de Joe. -¿Puedes usar esto? La encontré por allí, en los arbustos. Quinn debe de haberla arrojado ahí.

Eve la desgarró rápidamente y utilizó un trozo como vendaje a presión.

– ¿Llamaste a la ambulancia?

– Sí, llegarán pronto. No nos conviene estar aquí cuando lleguen. No mencioné que se trató de un tiroteo, pero ellos informarán a la policía en cuanto vean a Quinn y a Fiske.

– Váyanse… -Joe se interrumpió. -No puedes ayudar, Eve.

– No te voy a dejar -declaró ella con vehemencia-. Y esta vez no tienes fuerza para golpearme.

– Quédate… En las sombras. Deja que Pilton… -Cayó hacia un costado, inconsciente.

– Dios todopoderoso. -Eve cerró los ojos. -Está mal, Logan.

– No va a morir todavía. -Se puso de pie, giró y se arrodilló junto a Fiske. -Voy a ir a la casa a decirle a Pilton que hable con los de la ambulancia. Cuando oigamos las sirenas haré que Margaret venga aquí y se quede con Quinn; tú te mantendrás fuera de la vista. Es lo mejor. -Logan estaba revisando los bolsillos de Fiske.

– ¿Para qué haces eso?

– No quiero que haya forma de identificarlo. Cuanto más difícil les hagamos la tarea a las autoridades, más tiempo tardará Lisa Chadbourne en enterarse de que tiene que reemplazarlo. -Sacó llaves de un coche alquilado y una billetera. Echó un vistazo a la licencia de conductor y las tarjetas de crédito. -Aunque ha hecho un muy buen trabajo. -Roy Smythe… -Guardó la billetera en su bolsillo trasero. -Una vez que nos hayamos ido, haré que Margaret y Pilton busquen su coche y lo limpien antes de irse.

Eve no podía pensar en nada en ese momento.

– Voy con Joe al hospital.

– No, lo seguiremos. -Levantó una mano para acallar las protestas de ella. -No me discutas. A menos que te mantengas oculta, te arrestarán y te meterán presa. Es más, tal vez disparen en cuanto te vean. -Se puso de pie y añadió con sarcasmo. -En cualquiera de estas situaciones, no vas a poder montar guardia junto a la cama de Quinn y ofrecerle té o compasión.

– Te salvó la vida, desgraciado -lo acusó Eve.

– ¿Y quién le pidió que me salvara la vida? Estoy harto de que el Gran Quinn desparrame… -Tomó el maletín con el cráneo y echó a andar hacia la casa.

¿Qué diablos le pasaba? No tenía derecho de estar enojado con Joe. Hablaba como si…

La herida sangraba más.

Apretó con más fuerza.

No te mueras, Joe.

Trasladaron a Joe a la sala de emergencias del Hospital General de Gwinnett, a veinte minutos del lago. Logan, Sandra y Eve siguieron a la ambulancia en el coche de Logan.

– Voy a ir a ver cómo está. -Sandra bajó del coche. -Estacione en algún sitio fuera de la vista y volveré cuando tenga novedades.

– Yo puedo…

– Cállate, Eve -dijo Sandra con firmeza-. Hace días que no hago más que acatar órdenes y dejar que me lleven de un lado para otro. Joe también es mi amigo y estoy preocupada por él. Además, a él no le gustaría que te dejara entrar y alguien te reconociera.

Entró rápidamente por las puertas de vidrio de la sala de emergencias.

– Bueno, parece que así es la cosa. -Logan arrancó el coche y fue a estacionarlo entre dos camiones que lo ocultaban casi totalmente. -Creo que vamos a tener que esperar.

Eve asintió, cansada.

– Tengo que hacer una sola cosa más. -Sacó el teléfono y marcó el número de la casa de Joe. -Diane, habla Eve. Tengo que decirte algo. Joe… -Las palabras se le atravesaron en la garganta. Vamos, acaba con esto de una vez. -Joe está herido.

– ¡Dios mío!

– Es… Es grave. Está en el Hospital General de Gwinnett. Creo que tendrías que venir.

– ¿Cuán grave es?

– No lo sé. Le dispararon. Está en la sala de emergencias.

– Maldita seas, Eve. -Diane colgó con violencia.

Eve dio un respingo.

– Dar malas noticias nunca es agradable -comentó Logan en voz baja.

– Me dio la impresión de que me odia. -Se humedeció los labios. -¿Y quién puede culparla? La culpa es mía. Nunca debí dejar que Joe…

– En ningún momento noté que pidiera permiso. Dudo de que hubieras podido impedirle algo.

– Lo conozco. Le vi la cara antes de entrar en la casa. Debí darme cuenta de que estaba pensando que algo no estaba bien.

– ¿Me permites recordarte que estabas un poco alterada?

– No. -Apoyó la cabeza contra la ventana. -Se va a morir, Logan.

– Eso no lo sabemos.

– Yo sí lo sé. -Yo… Lo quiero, sabes.

Logan desvió la mirada.

– ¿De veras?

– Sí. Es como el padre y el hermano que nunca tuve. No imagino cómo sería la vida sin Joe. Lo curioso es que nunca antes me puse a pensarlo. Siempre estuvo ahí y para mí siempre iba a estar.

– Todavía no está muerto.

Si Joe moría, ¿iría con Bonnie?

– No llores -exclamó Logan con voz ronca. La tomó entre sus brazos. -Shh… Shh, todo va a salir bien -murmuró, mientras la acunaba-. Déjame ayudarte.

Y la estaba ayudando. Sintió que el calor y el consuelo que brotaban del cuerpo de él comenzaban a rodearla. No podía curar la herida, pero la estaba acariciando y con eso impedía que la soledad se adueñara de ella. Y por el momento, con eso bastaba.