173937.fb2 La Cara del Enga?o - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 23

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CAPITULO 21

Sandra tenía el entrecejo fruncido cuando volvió al automóvil dos horas más tarde.

Eve se puso tensa.

─¿Y Joe?

– Está mal. No saben si saldrá de ésta. -Sandra subió al asiento trasero. -Lo operaron y está en terapia intensiva.

– Quiero verlo.

– Ni lo sueñes. Solamente dejan entrar a los familiares más cercanos.

– No es justo. Él querría que yo estuviera allí. Necesito… -Eve respiró hondo. Lo importante no era lo que necesitaba ella sino lo que necesitaba Joe. -¿Llegó Diane?

– Sí, justo cuando lo estaban sacando del quirófano. -Sandra hizo una mueca. -Me trató con una frialdad asombrosa. Cualquiera diría que la que le disparó fui yo.

– No es por ti. Está realmente furiosa conmigo. Tú eres mi madre. Seguramente te culpa por haberme traído al mundo.

– Puede ser. Pero creía que me tenía simpatía. Estuve tomando un café con ella hace unas pocas semanas. Creía que las dos le caíamos bien.

– Está alterada. Será distinto cuando Joe se recupere. -Si es que se recuperaba. Si no moría, claro está. -¿Cuándo lo sabrán?

– Quizá mañana. -Sandra vaciló. -Pero no puedo volver allí adentro, Eve. Justo antes de que me fuera, llegó un policía a terapia intensiva, a ver cómo estaba Joe.

Por supuesto. Joe era policía y los policías se cuidaban entre ellos. El hospital pronto estaría lleno de oficiales.

Logan ya estaba arrancando el automóvil.

– Entonces tenemos que salir de aquí. Ya.

– ¿Y Adónde vamos? -preguntó Sandra.

– Les dije a Margaret y a Pilton que se encontraran con nosotros en ese Hardee's cerca de Emory, donde nos encontramos con Quinn. -Logan salió del estacionamiento. -Te llevará a Sanibel y luego hará arreglos para sacarte del país.

– No -objetó Sandra.

Eve se puso rígida.

– Es lo único seguro, mamá. Tienes que hacerlo.

– No tengo por qué hacer nada. -Sandra apretó los labios. -¿Y quién dijo que era lo más seguro? ¿Tú? ¿Logan? A ninguno de los dos les ha ido demasiado bien con esto de mantenerse a salvo y Joe está tendido en una cama de ese hospital. ¿Por qué iba a creer que van a lograr que no me maten a mí también?

Eve sintió una oleada de pánico.

– Mamá, por favor. Tienes que hacerme caso.

– Tonterías. -Sandra la miró a los ojos. -Hice todo lo que Margaret y tú me dijeron que hiciera. Todos me han tratado como si fuera una criatura con retardo mental. Se acabó, Eve.

– Quiero mantenerte a salvo.

– Es lo que pienso hacer. -Se volvió hacia Logan. -Lléveme al Edificio Peachtree Arms. Está a unos metros de Piedmont.

Eve reconoció la dirección.

– ¿Vas a ir a la casa de Ron?

– Por supuesto. Es lo que quise hacer desde un principio.

– ¿Crees que aceptará tenerte allí escondida?

– Pues ya me voy a enterar ¿no te parece? O tal vez lo hablemos y decidamos que es mejor que me entregue como testigo del tiroteo con Fiske. Les pediré que me tengan bajo custodia. Haga lo que hiciera, la decisión va a ser mía. -Miró a Logan. -Lléveme o déjeme bajar del coche.

Él vaciló y luego aceleró.

– Esto puede ser un error, Sandra.

– Sí lo es, no será el primero que cometa. Qué cuernos, he cometido todos los errores posibles, en todo este tiempo. -Se volvió hacia Eve. -No voy a poder ir al hospital, pero llamaré varias veces al día y te haré saber cómo está Joe.

– Mamá, no te arriesgues de esta forma. Jamás me lo perdonaría si te sucediera algo.

– No hables así. Eres mi hija, no mi madre. Tú cuida de ti misma y yo cuidaré de mí. Nada de culpas, caramba. No voy a ser otra Bonnie.

Los ojos de Eve se agrandaron.

– Oh, caray, no me mires así. -Sandra se inclinó hacia delante y le apretó el hombro. -Suéltame, Eve, déjame ir. Y suelta a Bonnie, también.

– No estamos hablando de Bonnie.

– Oh, sí, está aquí cada minuto de cada día. Está detrás de todas tus palabras y tus gestos.

– No es cierto.

Sandra sacudió la cabeza.

– Que la sueltes y la dejes ir no significa que tengas que olvidarla, mi amor. Deja que entre un poco de luz en tu vida. Estás en un lugar muy oscuro.

– Estoy… bien. Todo estará bien cuando esto termine.

– ¿Lo crees de verdad?

– Mamá, no puedo lidiar con esto ahora.

– Bueno, me callo. Sé que estás sufriendo. Pero no trates de manejar mi vida, Eve. Demasiado tiempo me llevó aprender a hacerlo sola.

– Estamos llegando a Piedmont -anunció Logan.

– El Edificio Arms está doblando la esquina.

– ¿Y si Ron no está? -preguntó Eve.

– Tengo llave. -Sandra sonrió. -La tengo desde nuestra tercera salida. Nunca te lo dije porque me intimidabas bastante.

– Nunca te…

– Ya lo sé. -Logan detuvo el automóvil adelante del edificio de departamentos. Sandra bajó del coche y sacó su maleta. -Llamaré cada tres horas al hospital. Si no te llamo es porque Joe sigue igual.

– Ten cuidado. No soporto que te arriesgues así.

– Yo, en cambio, estoy aliviadísima de poder hacer algo por mi cuenta. Me he sentido como un peón, movida de un lado a otro por ti y Logan y hasta por ese tal Fiske. Es hora de que retome el control de mi vida.

Azorada, Eve observó a su madre entrar en el edificio.

– ¿El Ave Fénix resurgiendo de las cenizas? -murmuró Logan.

– Está cometiendo un error. Estoy muerta de miedo.

– Tal vez no sea un error. Ron debe de ser un buen tipo y hará todo lo que esté a su alcance para protegerla.

– ¿Contra Lisa Chadbourne? ¿Contra Timwick?

– Bueno, Fiske ya está fuera de escena. Nuestra primera dama tendrá que contratar a otro matón y eso puede llevar algo de tiempo. Sobre todo si no se entera de inmediato que Quinn lo mató.

– No es suficiente…

– No hay nada que puedas hacer al respecto -le recordó Logan-. Tu madre hizo su elección, Eve. No puedes protegerla si no quiere aceptar tu protección.

– Ella no entiende. Gary y Joe… Ella no entiende lo que puede suceder.

– Creo que lo entiende muy bien. Vio cómo se llevaban a Joe en la ambulancia. No es tonta.

– No dije que fuera tonta.

– ¿Entonces por qué la tratas como si lo fuera?

– Solamente quiero protegerla. No la quiero perder.

– ¿Como perdiste a Bonnie?

– Cállate, Logan.

– De acuerdo, me callaré. Sandra ya te lo dijo todo. -Tomó por la rampa hacia la autopista 185. -Pero, en tu lugar, yo pensaría en lo que ella dijo. Es una mujer inteligente. Muy inteligente.

– ¿Adónde vamos?

– A encontrarnos con Margaret y decirle que se vaya de aquí. ¿Sería ridículo pensar que podría convencerte de irte con ella?

De pronto, la ira reemplazó al miedo.

– ¿Y tú te irás, también? ¿Qué tal si te tomas ese barco con destino a la Cochinchina, Logan? ¿Por qué no te olvidas de Gil? -Las palabras salían a borbotones, cargadas de una furia que se intensificaba con cada segundo que pasaba. -¿Por qué no te olvidas de Ben Chadbourne? Simplemente vete a alguna parte y di al diablo con todo.

El frunció los labios y emitió un silbido silencioso.

– Epa, no tienes por qué ladrarme así. Fue sólo una sugerencia. No creí que fueras a…

– Pues como sugerencia, fue pésima. No voy a dejar a Joe ni a mamá. Estoy cansada de huir y esconderme y también estoy cansada de sentir miedo. Y de que le pasen cosas a la gente que quiero, y también de sentirme impotente. Hace mucho juré que nunca más sería una víctima y eso es lo que me está pasando ahora. Ella es la que está logrando que me sienta víctima otra vez. -La voz le temblaba por la intensidad. -No lo voy a tolerar más. ¿Me oyes? No voy a dejar que ella…

– Te oigo, te oigo -respondió Logan-. Te entiendo perfectamente, pero no veo cómo diablos vamos a detener a Lisa Chadbourne.

Tampoco lo veía Eve. De pronto recordó las últimas palabras que había dicho su madre antes de irse, palabras que la habían tocado en lo más profundo y habían despertado su ira.

Es hora de que retome el control.

Lisa Chadbourne había sido la que estaba en control, la que atacaba. Había matado a Gary y casi había logrado deshacerse también de Joe.

Pero su madre estaba viva. Eve estaba viva y Logan también. E iban a seguir estándolo.

Que no haya más muertes, había rogado Eve.

Pero ahora no rogaba más.

Ahora tomaba el control.

Margaret descendió de la camioneta, y dejó a Pilton en el asiento del pasajero.

– ¿Cómo está Quinn?

– No lo sabemos -respondió Logan-. Está en terapia intensiva.

– Cuánto lo siento -le dijo Margaret a Eve-. ¿Tú estás bien?

Eve asintió.

– ¿Y Sandra? Le tenía mucho cariño, ¿no?

– Sí. -Le ardían los ojos. Tenía que cambiar de tema y no pensar en Joe. -No va a irse contigo. Se va a quedar aquí.

Margaret frunció el entrecejo.

– ¿Crees que es prudente?

– No, pero a ella le parece una buena idea. No quiere escucharme.

– Tal vez yo podría hablarle…

– Ya no quiere escuchar a nadie -dijo Logan-. Bueno, quiero que Pilton y tú se vayan.

– Pilton se merece una bonificación. Cuando aceptó el trabajo, nunca pensó que podía terminar siendo un fugitivo. La policía debe de estar buscándolo.

– Dale la bonificación, entonces.

– Una buena bonificación. Ha sido un excelente…

– ¿Dónde está el coche de Fiske? -preguntó Eve de pronto-. ¿Lo encontraste?

– Lo encontró Pilton. Estaba estacionado en la entrada de una casa en alquiler, a cuatro kilómetros de la nuestra.

– ¿Lo limpiaron?

– Está impecable. Tiramos todo lo que estaba en la guantera y en el baúl en bolsas de residuos. Después llevé el coche hasta el aeropuerto y lo dejé en el estacionamiento para estadas prolongadas.

– ¿Dónde están las maletas?

– En la parte trasera de la camioneta.

Eve echó a andar hacia el vehículo.

– Vamos a buscarlas, Logan.

Margaret los observó arrojar las bolsas de residuos al asiento trasero de su automóvil.

– ¿Crees que tenía algo importante?

– No lo sé -repuso Eve-. No creo, puesto que era un profesional. Pero no tenemos más pistas, tampoco.

– Ten cuidado con esa bolsa grande. En el baúl del coche de Fiske había poder de fuego suficiente como para comenzar una guerra -le recomendó Margaret mientras se subía de nuevo a la camioneta-. Un rifle, dos metralletas, cartuchos, unas cajas con un dispositivo electrónico de escucha. Fiske tenía mucho equipaje. -Les sonrió con gesto sombrío. -Buena suerte. Cuídate, John. La bonificación que te voy a cobrar por mi parte en este embrollo va a hacer que la de Pilton te parezca una propina.

Eve ya estaba subiendo al asiento trasero cuando la camioneta de Pilton abandonó el estacionamiento.

– Revisaré el equipaje. Conduce tú. -Abrió la bolsa más grande primero. ¿Qué sabía ella de armas? Que no le gustaban, que la asustaban, que representaban violencia y horror.

Pero a Fiske no lo habían asustado. El las había utilizado. Tampoco asustaban a Lisa Chadbourne, porque ella le había ordenado a Fiske que las usara.

Eve puso el dedo sobre el cañón del rifle. El metal estaba tibio y era liso, casi agradable al tacto. Ella había esperado que fuese helado.

– ¿Encontraste algo? -preguntó Logan.

Nada que quisiera encontrar.

– Todavía no.

– Te apuesto que no va a haber forma de relacionar a Lisa Chadbourne con esas armas.

– Ya lo sé. -Lisa no dejaría ningún rastro que condujera hacia ella. La búsqueda de Eve no tenía demasiadas esperanzas.

Pero perder las esperanzas era admitir la derrota. Y eso era lo último que Eve iba a hacer.

Apartó el primer bolso y empezó a revisar el segundo. Papeles del auto alquilado dentro de una carpeta verde, un pasaje en primera clase a Washington por Delta Airlines, un horario de vuelos, unas facturas de restaurantes, dos en Atlanta, uno en Bainbridge.

Bainbridge.

No pienses en Bainbridge. No pienses en la habitación de hotel donde murió Gary.

Un pedazo de papel doblado. ¿Otra factura?

Desdobló el papel.

Y se puso rígida.

Una lista con varios nombres. Algunos impresos, otros escritos a mano.

Su nombre, el de Logan, el de Joe, el de su madre…

Y otros dos hombres que hicieron que sus ojos se agrandaran de horror.

Santo Dios.

Se obligó a seguir leyendo la lista.

Gary Kessler, prolijamente tachado.

Se quedó mirando el nombre de Gary.

Un nombre más en la lista.

Gil había dicho que Fiske estaba obsesionado con la prolijidad y eficiencia. Hasta el punto en que mataba un hombre y lo tachaba de la lista.

– ¿Qué pasa? -Logan la estaba mirando por el espejito retrovisor.

– Una lista, con el nombre de Gary. -Dobló el papel y lo guardó en su cartera. Lo volvería a leer más tarde para pensar bien en eso. Ahora era demasiado doloroso. Revisó los otros papeles. Nada interesante. -Busca un lugar donde parar.

– ¿Un hotel sobre la ruta?

– No, nos van a estar buscando en esta zona. Ella va a empezar a preguntarse por qué no tuvo noticias de Fiske y harán averiguaciones discretas. Se enterarán de lo que le pasó a Joe.

Joe.

Se apresuró a alejar el pensamiento de su mente. Cuando recordaba a Joe en el hospital, ya no podía pensar en otra cosa.

– Oye, deberíamos salir de esta zona.

– No, Joe puede necesitarme.

– No estás pensando con sensatez. Ni siquiera puedes ir a…

– No me importa. -No podía dejar a Joe sin saber si iba a morir o no. -Busca un lugar donde parar por un rato. Necesito pensar.

– Ya estuve pensando. Creo que deberíamos ponernos en contacto con Peter Brown, el periodista de ese periódico de Atlanta.

– Puede ser. -Eve se frotó la sien, que le latía. -Pero es amigo de Joe. Necesitaríamos que él le…

Otra vez Joe. Necesitaban a Joe. La que lo necesitaba era ella.

Los recuerdos le invadieron la mente. Joe en el laboratorio de ella, regañándola por trabajar demasiado. Joe haciendo bromas, hablando con tranquilidad y…

– Relájate -le recomendó Logan-. No tenemos que decidir nada ahora. Daré unas vueltas y veré si encuentro algún sitio discreto donde estacionar.

Logan se detuvo en un McDonald's, a unos veinte kilómetros al sur de Gainesville y compró hamburguesas y Coca-Cola para llevar. Abandonó la ruta, tomó por un camino de tierra, anduvo unos diez kilómetros y luego se detuvo cerca de una laguna.

– Esto nos dará suficiente privacidad -dijo, y apagó el motor-. Aunque seguro que hay una granja del otro lado de esa colina. No es fácil encontrar un sitio salvaje en esta época.

– ¿A qué distancia estamos del hospital?

– A cuarenta minutos, yendo a buena velocidad. -Descendió del automóvil, tomó el maletín con el cráneo de Ben y dio la vuelta para abrirle la puerta a Eve-. Ven, vamos a caminar junto a la laguna. Necesitamos algo de ejercicio.

Cualquier cosa para liberar un poco de tensión. Eve tomó su cartera y lo siguió.

La laguna era barrosa y la orilla estaba resbalosa. Debía de haber llovido hacía poco. El sol comenzaba a declinar y arrojaba barras brillantes de luz sobre la superficie del agua.

Después de una media hora, Logan preguntó:

– ¿Te sientes mejor?

– No. Sí. -Eve se detuvo junto a un árbol y apoyó la mejilla contra el tronco. -No lo sé, Logan.

– Quiero ayudarte. ¡Diablos, dime cómo ayudarte!

Resucita a Gary. Dime que Joe se va a poner bien.

Eve sacudió la cabeza.

– Quinn no es el único que puede ayudarte. Déjame intentarlo.

Eve se sentó en el suelo.

– Voy a estar bien, Logan. Sólo tengo que pensar. Sé que hay una forma de terminar con todo esto, pero tengo que verla con claridad y en este momento no puedo pensar con lucidez.

– ¿Tienes hambre?

– No.

– Pues deberías estar hambrienta. No has comido en casi veinticuatro horas.

Buba Blue's Barbecue. Gary había pedido que les trajeran…

– Quédate aquí. -Logan dejó el maletín junto a ella. -Te traeré la comida.

Eve lo observó trepar la pendiente. Vamos, contrólate, se dijo. Te estás comportando como una debilucha y él está preocupado. El ver el nombre de Gary tan fríamente escrito en esa lista la había sacudido terriblemente y le estaba costando…

Sonó el teléfono.

¿Su madre?

Buscó desesperadamente en la cartera hasta que lo encontró.

– ¿Eve?

Lisa Chadbourne.

Eve empezó a temblar.

– Maldita seas. Ojalá ardas en el infierno.

– No me diste opción. Traté de darte una salida.

– Y después mataste a Gary.

– Fiske lo mató… Bueno, no lo voy a negar. Le dije que quería que lo hiciera.

– ¿Y le dijiste que matara a Joe, también?

– No, eso no estaba en los planes inmediatos.

Pero no negaba que pudiera estar en los planes mediatos.

– Está muy grave.

– ¿Y supongo que el hombre muerto al que encontraron con él era Fiske?

– Trató de matar a Joe.

– Es evidente que no lo logró. Tengo entendido que tal vez Quinn se recupere.

– Será mejor que así sea.

– ¿Me estás amenazando? Entiendo tu amargura pero, ¿no te diste cuenta todavía de que no puedes ganar? ¿Cuánta gente más tiene que morir, Eve?

– Ya no tienes a Fiske.

– Timwick encontrará un reemplazante. Quinn está en una posición muy vulnerable, ahora. Está conectado a un respirador, ¿no es así?

Un relámpago de furia sacudió a Eve.

– Ni se te ocurra pensarlo.

– No quiero tener que pensarlo -respondió Lisa en tono cansado-. La idea me da náuseas, pero voy a hacerlo si es necesario, Eve. Del mismo modo en que tuve que hacer matar a Kessler. Y en que haré matar a toda la gente que quieres. Tienes que entregarme el cráneo y el informe de ADN.

– Vete al diablo.

– Escúchame, Eve. Piénsalo. ¿Vale la pena?

– ¿Dices que si te doy el cráneo Joe va a vivir?

– Sí.

– Mentirosa, Joe nunca estaría a salvo. Dios, si hasta mataste a Scott Maren y se suponía que era tu amigo.

Silencio.

– Esa no fue decisión mía. No me enteré de su muerte hasta que ya había sucedido. Timwick entró en pánico y reaccionó mal. Me encargaré de que Quinn quede a resguardo. Créeme.

– No te creo.

– ¿Qué quieres entonces, Eve? ¿Qué puedo darte?

– Quiero que te derriben. -Cerró los ojos y pronunció las palabras que jamás creyó que diría a nadie. -Te quiero ver muerta.

– Lamentablemente, creo que eso no es factible para ti.

– Es todo lo que deseo en la vida.

– No es cierto. -Lisa hizo una pausa. -Temía que Fiske fallara, de modo que he estado sentada aquí preguntándome qué podía ofrecerte. Y de pronto se me ocurrió. ¡Tan simple! Sé qué es lo que quieres más todavía que verme derrotada.

– No hay nada que quiera más que eso.

– Sí que lo hay, Eve.

Eve seguía mirando el teléfono cuando Logan regresó.

Él se detuvo a unos metros y la miró con atención.

– ¿Te llamó tu madre? ¿Cómo está Quinn?

Eve negó con la cabeza.

– Era Lisa Chadbourne.

Logan se puso rígido.

─¿Y?

– Quiere el cráneo.

– Bueno, eso ya lo sabíamos. ¿Eso es lo que te tiene tan mal?

– Sí. -Eve volvió a guardar el teléfono en la cartera. -Es eso.

– ¿Te amenazó?

– Amenazó a Joe y a mamá.

– Qué dulce.

– Pero no estoy segura de que pueda garantizar que estén a resguardo aun si hago un trato con ella. Dijo que Timwick entró en pánico y que ella no pudo controlarlo cuando mató a Maren. Podría no poder controlarlo otra vez.

– O tal vez todo eso sea mentira y la que dio la orden fue ella.

– Puede ser. No lo sé. No puedo pensar ahora.

Si hago un trato con ella…

De pronto las palabras de Eve cobraron sentido.

– Santo Cielo, estás realmente pensando en negociar. ¿Qué diablos te dijo?

Eve no respondió.

Logan se puso de rodillas junto a ella.

– Dímelo,

Eve sacudió la cabeza.

– No entiendo nada. Quizá más tarde.

– ¿Quizá?

Ella cambió de tema.

– Quiero que llames al hospital.

– ¿Para ver cómo está Quinn? Tu madre dijo que…

– No, quiero que llames a la enfermería. Quiero que les digas que vas a matar a Joe.

– ¿Qué?

– Quiero que te muestres grosero, obsceno, desagradable y explícito. Quiero que le digas a la enfermera que vas a fingir que eres un empleado del hospital y que te meterás en su habitación para desconectarle el respirador. O tal vez darle una inyección que lo mandará al otro mundo. Quiero que hables como un homicida demente.

Logan asintió lentamente.

– Informarán a la policía de la llamada anónima y ellos se pondrán a vigilar.

– Lo haría yo, pero en general, siempre a un hombre se lo percibe como más peligroso.

– Pues la percepción puede resultar muy engañosa. Llamaré de inmediato. -Frunció el entrecejo. -¿Qué haces?

Eve estaba de rodillas y había acercado el maletín hacia ella.

– Quiero tener el maletín en mis manos.

– ¿Para qué?

– No me voy a escapar con él. Simplemente lo quiero tener en las manos.

A Logan eso le gustó tan poco como la forma en que Eve se estaba comportando.

– Creo que deberíamos irnos de aquí. Necesitamos buscar un sitio donde dormir.

– Bueno, volveremos a Gainesville esta noche. -Eve bajó la vista hacia el maletín que tenía sobre las rodillas. -Vamos, haz la llamada.

Sandra llamó a Eve a las once de la noche.

– Los signos vitales de Joe se han estabilizado. Todavía está grave, pero el panorama es mejor.

Eve sintió una oleada de esperanza.

– ¿Cuándo podrán estar seguros?

– No lo sé. Mañana por la mañana, creo. ¿Cómo estás?

– Bien.

– No parece.

– Estoy bien, mamá. ¿Estás con Ron?

– Sí, está aquí conmigo. Dice que no se va a separar un metro de mí hasta que todo esto haya terminado. Piensa que deberías venir y hablar con la policía. Yo también opino lo mismo. Hay que arreglar todo este lío.

Sonaba tan fácil, pensó Eve, cansada. Depositar todo en brazos de la policía y dejar que ellos se hicieran cargo.

– Llámame cuando sepas algo más de Joe. Cuídate, mamá.

– ¿Quinn está mejor? -preguntó Logan.

Eve asintió.

– Pero todavía está grave. -Abrió la puerta del coche. -Voy a caminar hasta la laguna. No es necesario que vengas conmigo.

– En otras palabras, estoy de más. -Dirigió una mirada al maletín que Eve seguía sin soltar. -Al parecer, el que no está de más es nuestro amigo Ben. No lo has soltado en toda la noche. ¿Me quieres decir por qué vas de un lado a otro con él?

Eve tampoco sabía por qué lo hacía. Tal vez creía que le iba a brindar la respuesta que tanto necesitaba.

– No sé, lo quiero tener, nada más.

– Es raro.

– Sí. ¿Acaso no sabes que todavía no las tengo todas conmigo?

– Qué disparate. Eres una de las personas más cuerdas que conozco.

– Bueno, pero mira con quiénes andas. -Eve descendió por la pendiente iluminada por la luna. Sentía la suavidad del cuero del maletín contra su mano.

Ayúdame, Ben. Estoy perdida y necesito que alguien me encuentre.

Eve había estado sentada debajo de ese árbol por más de dos horas. Abrazando el maletín como si se tratara de un bebé.

Logan ya no lo soportaba más. Salió del coche y bajó la pendiente con paso decidido.

– Estoy harto de ser paciente y comprensivo. ¿Me vas a decir ahora mismo qué sucede, me oíste? Quiero saber qué diablos te dijo Lisa Chadbourne.

Por un instante Eve no habló, luego susurró:

– Bonnie.

– ¿Qué pasa con Bonnie?

– Me ofreció a Bonnie. Me ofreció encontrar a Bonnie.

– ¿Y cómo va a hacerlo?

– Dijo que va a hacer que se vuelvan a abrir los casos y que enviaría un ejército de policías y militares a interrogar y buscar. Dijo que había estado pensando en eso. Evidentemente, no se podía buscar solamente a Bonnie. Sería demasiado sospechoso. Elegirían a otro de los niños sobre el cual poner el énfasis público, pero los investigadores tendrían órdenes específicas de encontrar a Bonnie.

– Santo Dios.

– Me dijo que lo lograrían aunque la búsqueda llevara años. Me prometió que me traería a Bonnie a casa.

– ¿Y tú lo único que tienes que hacer es darle el cráneo y el informe de ADN? Es una trampa. Ella nunca cumple.

– Sólo el cráneo. Dijo que podía irme del país y quedarme con el informe de ADN hasta que me entregara a Bonnie.

– Bastante mal negocio.

Eve cerró los ojos.

– Bonnie.

– No va a cumplir.

– Tal vez sí.

– No te permitiré hacerlo.

Eve abrió los ojos y le espetó con vehemencia:

– Escúchame bien, Logan. Si decido hacer esto, ni tú ni nadie va a impedírmelo. Les pasaré por arriba. Si hay alguien que puede encontrar a Bonnie, esa persona es Lisa Chadbourne. Ella tiene el poder necesario. ¿Sabes lo que significa eso para mí?

– Sí -respondió él con dureza-. Y ella también lo sabe. No dejes que te use de esta forma.

Eve sacudió la cabeza.

– No entiendes.

Logan la entendía y sufría por ella. Lisa Chadbourne había utilizado la única carnada que a Eve le resultaba irresistible.

– ¿Cuándo tienes que contestarle?

– Me va a llamar a las siete de la mañana.

– Sería un gravísimo error.

– Dijo que Joe y mamá estarían a salvo y que no habría más muertes. Hasta trataría de lograr que Timwick dejara de buscarte.

– Como si pudiera conseguirlo. Estás loca si le crees, Eve.

– Lo que sí creo es que no quiere más muertes. No sé si puede detener todo esto, pero sí creo que quiere que acabe.

– Cuando llame, déjame hablar con ella. -Eve negó con la cabeza. -Creí que estábamos juntos en esto.

– ¿Juntos? Acabas de decir que tratarías de impedírmelo.

– Porque sé que es un error.

– Es un error dejar a Bonnie sola por allí.

– Eve, los riesgos son demasiado altos como para…

– Cállate, Logan -exclamó ella en voz cargada de tensión-. Déjame sola, quiero pensar. No vas a convencerme. Ya conozco todos los argumentos en contra de esto.

Pero cada célula de su mente y de su cuerpo le estaba diciendo que lo hiciera, pensó Logan. Sintió deseos de estrangular a Lisa Chadbourne.

– De acuerdo, no voy a tratar de convencerte ahora. Piensa en ello todo lo que quieras. -Se puso de pie. -Y recuerda a Kessler y a Joe Quinn.

– No he estado pensando en otra cosa.

– Mentira. No creo que puedas pensar en otra cosa que no sea en Bonnie. Pon en la balanza…

Eve ya no lo escuchaba. Miraba el maletín, pero para Logan, tampoco lo veía.

Lo único que oía era el canto de sirena de Lisa Chadbourne.

Y no veía a nadie más que a Bonnie.