173937.fb2
Lisa Chadbourne llamó a las siete en punto de la mañana siguiente.
– ¿Y bien?
Eve respiró hondo.
– Lo haré.
– Me alegro. Créeme que es lo mejor para todos.
– No me importan los demás. Si así fuera, no estaría haciendo tratos contigo. Escúchame. Quiero que nos ubiques a mí y a mi madre en algún lugar fuera del país, como me lo prometiste. Quiero que dejen en paz a Logan y a Joe Quinn.
– Y quieres a Bonnie.
– Sí, por supuesto. -La voz le temblaba. -Tienes que encontrarla y traérmela. Eso es algo que no se negociará de ninguna forma.
– La encontraré. Te lo prometo, Eve. Haré que Timwick recoja el cráneo y luego…
– No. No sé si con tu promesa me alcanza. Estoy corriendo un gran riesgo. ¿Quién me dice que no vas a echarte atrás una vez que tengas el cráneo en tu poder?
– Tendrás los registros de ADN. Sabes que eso podría causarme grandes problemas.
– Tal vez no los suficientes sin el cráneo.
– ¿Entonces qué es lo que pides?
– Lo que pido, no. Lo que exijo. Quiero verte. Quiero que seas tú la que venga a buscar el cráneo.
– Eso no es posible.
– Es de la única forma en que acepto el trato.
– Mira, una mujer en mi posición no puede moverse de un lado a otro a voluntad. Lo que pides es imposible.
– No me mientas. Una mujer que puede matar a su marido sin que nadie se dé cuenta puede muy bien arreglárselas para encontrarse conmigo. Estoy arriesgando mi vida y tengo que usar todo lo que tengo a mano para sobrevivir. No tengo demasiadas armas, pero soy artista. He hecho estudios sobre expresiones faciales y también te he estudiado a ti. Pienso que sabré darme cuenta si tienes intención de cumplir tu promesa.
Una pausa.
– ¿Traerás el cráneo contigo?
– Estará escondido en los alrededores. Pero te garantizo que no lo encontrarás si decides tenderme una trampa.
– ¿Y si la trampa es para mí?
– Toma todas las precauciones que quieras, siempre y cuando no representen una amenaza para mí.
– ¿Y dónde sugieres que nos encontremos?
– En los alrededores de Camp David. Para ti sería más fácil ir allí el fin de semana. Sobre todo teniendo en cuenta que acabas de sufrir la pérdida de tu amigo Scott Maren. Simplemente di que el destino es Camp David y haz que el piloto aterrice antes de llegar allí.
– El plan parece razonable. ¿Y Logan?
– Logan no tiene nada que ver. Tomé el cráneo y los papeles y me fui durante la noche. Me dijo que estaba loca. El piensa que me traicionarás.
– ¿Pero no le haces caso?
– Sí, le hago caso. Y tal vez tenga razón. -La mano de Eve se cerró alrededor del teléfono. -Pero tengo que hacer esto de todos modos. ¿Y tú lo sabías, no es cierto?
Silencio del otro lado de la línea.
– Este encuentro no me parece buena idea. Sería más seguro que dejaras el cráneo donde Timwick lo pueda recoger.
– Más seguro para ti.
– Para las dos.
– No, tengo que verte la cara cuando me digas que vas a encontrar a Bonnie. Has mentido demasiado. Tengo que hacer todo lo posible para asegurarme de que no me estés engañando.
– Créeme, no es una buena idea.
– Tómalo o déjalo.
– Dame un momento para pensarlo. -Otro silencio. -De acuerdo. Iré. Pero comprenderás que tengo que llevar a Timwick.
– No.
– Timwick sabe pilotear un helicóptero y es del Servicio Secreto. Eso significa que voy a poder deshacerme de mi custodio y del piloto sin despertar sospechas. -Lisa hizo una pausa. -Y tiene equipos que podrán alertarme si tú llevas micrófonos encima o si los hay en la zona. Tengo que protegerme.
– ¿Y quién me va a proteger a mí de él?
– Alejaré a Timwick una vez que me asegure que no me tendiste una trampa. No voy a ir sin él, Eve.
Eve cedió.
– De acuerdo. Nadie más. Si veo señales de que hay alguien más, no aparezco.
– Me parece justo. Dime dónde quieres que nos encontremos.
– Te llamaré cuando estés en el aire cerca de Camp David.
– Bien. ¿A qué hora quieres que salga?
– Mañana a las ocho de la mañana.
– De acuerdo. Recuerda que lleva veinte minutos llegar a Camp David desde la Casa Blanca. -Hizo una pausa. -De manera que no puedo convencerte de que cambies de idea. Sería más seguro para ambas, de verdad.
– Dije que no.
– Entonces es mañana. -Lisa cortó.
Eve presionó el botón de final de llamada. Listo. Logan había dicho que era un error gravísimo, pero de todas formas, ella había arrojado los dados.
Necesitaba un medio de transporte para llegar a Washington y había otra cosa más que tenía que hacer antes de irse. Marcó el número de su madre.
– ¿Cómo está Joe?
– Acabo de cortar con el hospital. Salió de terapia intensiva.
Eve cerró los ojos y dejó que el alivio la invadiera.
– ¿Está mejor? ¿No va a morir?
– Recuperó el conocimiento durante la noche. Los médicos se muestran cautelosos, pero todo parece prometedor.
– Quiero verlo.
– No seas loca. Sabes que no es posible.
Eso no frenaba la desesperación que sentía. ¿Quién sabía lo que podía suceder en Camp David? Necesitaba ver a Joe.
– Oye, necesito ayuda. ¿Alquilarías un coche para mí y me pasarías a buscar?
– ¿Qué pasó con el coche de Logan?
– Nos hemos separado. A él lo están buscando más que a mí y es probable que tengan órdenes de disparar en cuanto lo vean.
– Me alegro de que no estén juntos. No me gustaba la idea de que ustedes…
– Mamá, no tengo tiempo. Estoy en un baño de mujeres en el Parque de Diversiones de Gainesville. A esta hora no hay nadie, pero no puedo quedarme mucho tiempo. Odio tener que pedirte esto, pero ¿me pasarías a buscar?
– Voy hacia allá.
Sandra ya venía. Eve la dejaría de nuevo en el departamento de Ron y luego seguiría viaje ella sola. Se sentó en el suelo, puso la cartera junto al maletín de Ben y se apoyó contra la pared de cemento. Respiró hondo y trató de relajarse. Estaba haciendo lo que tenía que hacer.
Mañana a las ocho de la mañana.
Mañana a las ocho de la mañana.
Lisa se puso de pie y fue hasta la ventana.
Mañana tendría el cráneo de Ben y con eso se acabaría la amenaza más peligrosa de todas.
Podía tratarse de una trampa, pero el instinto de Lisa le decía que había jugado la única carta a la que Eve Duncan no podía resistirse. Estaba obsesionada con encontrar a su hija, y Lisa había utilizado ese sufrimiento para ponerla de rodillas ante ella. Lo lógico era que se sintiera victoriosa.
Pero no experimentaba ninguna sensación de triunfo.
Deseaba poder haberla convencido de que no era necesario encontrarse. De verdad había planeado cumplir con su parte del trato.
¿O no? Se preguntó, cansada. Había creído que se conocía muy bien a sí misma, pero jamás soñó que terminaría haciendo las cosas que había hecho.
Ojalá Eve no hubiera organizado ese encuentro.
EN LOS ALREDEDORES DE CATOCTIN MOUNTAIN PARK,
AL DÍA SIGUIENTE
08:20
El helicóptero se estaba acercando desde el norte. Eve hizo el llamado.
– Estoy en un claro del bosque a dos kilómetros de la ruta 77, cerca de Hunting Creek. Aterricen en el claro. Yo iré al encuentro.
– En cuanto echemos un vistazo a la zona y nos aseguremos de que es segura-respondió Lisa Chadbourne-. A Timwick le gusta ser cauteloso.
A Lisa le gustaba ser cautelosa, pensó Eve. Pero ella también se había mostrado muy cautelosa. Se había asegurado de que la zona estuviera despejada antes de hacer el llamado.
Abriendo y cerrando los puños nerviosamente, observó cómo el helicóptero sobrevolaba el claro.
– Una persona. -Timwick señaló la mancha de rayos infrarrojos sobre la pantalla del LCD. -La fuente de calor más cercana está en el restaurante de la ruta 77 a cinco kilómetros de aquí.
– ¿Dispositivos electrónicos?
Timwick escudriñó otra pantalla.
– Nada en la zona cercana a Duncan.
– ¿Estás seguro?
– Por supuesto que estoy seguro. Yo también corro peligro.
Lisa sintió un dejo de tristeza al ver el solitario manchón en la pantalla. Eve estaba allí sola y desprotegida.
– Bien, bajemos y veamos si podemos dejar de correr peligro, James.
Lisa Chadbourne estaba bajando del helicóptero.
Eve había hecho el trato. Había fijado la hora y el lugar y sin embargo, le seguía pareciendo extraño que Lisa estuviera allí.
Eve la observó mientras saltaba a tierra. Se la veía igual que en los vídeos, bella, serena, reluciente. ¿Qué había estado esperando, acaso? ¿Señales de crueldad o violencia? Lisa había matado a su marido y seguía igual que en los vídeos. ¿Por qué una muerte más iba a cambiar algo?
Gary. Sangre. Cuchillos. La horrenda escena en esa habitación de hotel pasó delante de los ojos de Eve.
Sí que tendría que cambiar las cosas. Cómo que no.
No pienses en eso. Mantén la calma.
Avanzó hacia el helicóptero.
– Hola, Eve -la saludó Lisa Chadbourne sin perder tiempo-. James llamó a Seguridad en Camp David y les dijo que habíamos aterrizado para controlar una luz en el panel del helicóptero. Tenemos diez minutos como máximo. Si no estamos de nuevo en el aire para entonces, se asustarán y enviarán alguien a esta zona.
– Con diez minutos debería alcanzar.
– No digas nada, Lisa. -Timwick bajó del helicóptero y se acercó a Eve.
Instintivamente, ella dio un paso atrás.
Timwick tenía en la mano un instrumento que parecía una de esas varas detectoras de metales que utilizan en los aeropuertos.
– Extienda los brazos.
– Dijiste que la zona estaba limpia, James -objetó Lisa.
– Nunca está de más cerciorarse. -Pasó la vara por el cuerpo de Eve. -Vuélvase.
– No me toque.
Timwick la rodeó y le pasó la vara desde los hombros hasta los pies.
– Todo bien. No tiene armas ni micrófonos.
– Tienes que disculpar a James -dijo Lisa-. Últimamente ha estado sumamente nervioso. Por culpa tuya y de Logan, lamentablemente. James, aléjate y déjanos hablar.
Timwick echó a andar en dirección a los árboles.
– ¡No! -exclamó Eve-. Nadie me dio a mí la oportunidad de pasarle esa maldita vara a él por el cuerpo. No lo quiero fuera de mi vista. -Señaló un sitio junto al helicóptero. -Siéntese.
─¿Qué?
– Ya me oyó. Quiero que se siente con las piernas cruzadas. Le llevaría más tiempo atacar desde esa posición.
Timwick apretó los labios.
– Esto es humillante, Lisa.
– Hazlo -le ordenó Lisa, sonriendo apenas-. No pareces tan indefensa como pensé, Eve.
Timwick se sentó en el suelo y cruzó las piernas.
– ¿Está satisfecha, ahora?
– No, busque y saque la pistola que lleva en la chaqueta. Colóquele la traba de seguridad y arrójela lejos.
– No llevo pistola.
– Sáquesela de encima, dije.
Lisa asintió.
– Terminemos con esto, James.
Timwick maldijo en voz baja, sacó la pistola, le puso la traba y la arrojó al otro lado del claro.
Eve se volvió hacia Lisa.
– Ahora estoy satisfecha.
– Has gastado tiempo valioso. -Lisa echó una mirada al reloj. -Dos minutos, para ser exacta.
– Valió la pena. No confío en él.
– Supongo que es lógico que tengas sospechas. -Hizo una pausa. -Ahora dame el cráneo de Ben, Eve.
– Todavía no.
– ¿Quieres que te diga que vas a recuperar a tu Bonnie? -La miró a los ojos. -No hay forma de estar seguros, pero haré todo lo que está en mi poder para encontrarla. -Su voz estaba cargada de sinceridad. -Te lo prometo, Eve.
Ay, Dios, estaba diciendo la verdad. Bonnie podía volver a casa.
– El cráneo, Eve. No tengo demasiado tiempo. Tengo dinero y documentos para ti en el helicóptero y James hizo los arreglos necesarios para que abandones el país junto con tu madre. Dame el cráneo y James y yo subiremos a ese helicóptero y desapareceremos de tu vida.
¿Llegaría el momento, acaso, en que Lisa Chadbourne dejara de ser una parte de sus recuerdos y de su vida?
– El cráneo.
– Está allí debajo de los árboles. -Eve miró con suspicacia a Timwick mientras caminaba hacia el borde del claro.
– Lo estoy vigilando, Timwick.
– James no va a interferir. -Lisa la siguió. -Quiere ese cráneo tanto como yo.
– ¿Pero qué sucede después de que te entrego el cráneo?
Lisa no respondió. Tenía el entrecejo fruncido.
– ¿Dónde está? ¿Lo enterraste?
– No. -Se detuvo y señaló el maletín de cuero, que estaba semi-oculto por un arbusto. -Allí está.
– ¿Totalmente a la vista? Dijiste que no íbamos a poder encontrarlo.
– Bueno, no era cierto. ¿De qué me hubiera servido enterrarlo o esconderlo? Hubieras traído todo tipo de detectores.
– En este caso, parece que te sobreestimé. -Rió. -Cielos, pensé que habrías inventado algo brillante. -Su sonrisa se esfumó. -Si es que se trata de Ben, por supuesto. Ya nos engañaron en otra oportunidad.
Eve negó con la cabeza.
– Es Ben Chadbourne. Verifícalo tú misma.
Lisa recogió el maletín.
– Tengo entendido que esculpes maravillosamente bien. ¿De veras podré ver el parecido?
– Ábrelo.
Lisa se quedó mirando el maletín.
– No sé si quiero abrirlo.
Eve se encogió de hombros.
– Como digas. Pero me sorprende que te arriesgues a no abrirlo.
– No puedo correr ese riesgo. -Lisa juntó coraje y abrió lentamente las trabas. -Veamos si eres tan buena como dicen… -Dios Todopoderoso. -Se tambaleó hacia atrás y se apoyó contra el árbol, con la mirada fija en el cráneo chamuscado. -¿Qué es…?
– Lamento que no sea tan apuesto como esperabas. A Gary Kessler siempre le gustó trabajar sobre un cráneo limpio, así que me hizo deshacer todo mi trabajo. Recuerdas a Gary, supongo. Le dijiste a Fiske que lo matara, ¿no es así?
Lisa no podía dejar de mirar el cráneo.
– ¿Ben? -susurró.
– Ese es el aspecto que tiene un hombre cuando se lo quema. Se derrite toda la piel y…
– Cállate. -De pronto las lágrimas caían sobre sus mejillas.
– ¿Y ves ese orificio dentado en la parte posterior del cráneo? Eso es lo que sucedió cuando le estalló el cerebro. Sometido a fuego, el cerebro hierve y luego…
– ¡Cállate, maldita!
– Pero la muerte de Gary fue diferente. Le dijiste a Fiske que dejara en claro que tenía que entregarte el cráneo. Le dijiste que querías que lo crucificara.
– No le dije eso. Le dije que te sacudiera para que comprendieras que tenías que ceder. Me vi obligada a hacerlo. Fue tu culpa. Yo quería que todo terminara. Te dije que acabaría si me entregabas el cráneo de Ben, pero no quisiste hacerlo. -Miró de nuevo el cráneo: -Ben…
– ¿Cómo lo mataste?
– Scott Maren le dio una inyección. Fue muy rápido y muy piadoso. No sufrió nada. -Respiró hondo y trató de recuperar la compostura. -Mostrarme este cráneo fue muy cruel, Eve.
– No me hables de crueldad. Mandaste matar a Gary y a Gil. Y casi muere Joe, también.
– ¿Estás satisfecha, ahora? -preguntó Lisa-. Caray, qué dura eres. Y yo que sentía pena por ti.
– ¿Por qué, porque pensabas matarme? ¿Por qué no esperabas que saliera con vida de aquí?
– Te dije que dejaras el cráneo en alguna parte. Sabía que no podía permitirte seguir con vida si me dabas la oportunidad… Es mi trabajo, entiendes. -Se volvió hacia Timwick, nerviosa. -Nos vamos, James. Encárgate de ella.
Timwick se puso de pie lentamente.
– ¿Quieres que la mate?
– No, no es lo que quiero, pero es necesario hacerlo. Así que hazlo.
Timwick miró a Eve. Luego se volvió y echó a andar hacia el helicóptero.
– ¿James?
– Vete al diablo.
Lisa se puso rígida.
– Estuvimos de acuerdo en que había que hacerlo.
Él abrió la puerta del helicóptero.
– ¿Y también dijimos que Fiske me liquidaría a mí? ¿Cuándo iba a ser eso, Lisa?
– No sé de qué hablas.
– De la lista. Le diste a Fiske otra lista. La vi. Combinó tu lista con la mía. Reconocí su letra.
– ¿Cómo puedes ver algo que no existe? -Lisa se humedeció los labios. -Si efectivamente hubo una lista, no la hice yo. Sabes que Fiske a menudo urdía sus propios planes.
– No iba a matar la mano que lo alimentaba, a menos que otra hubiera comenzado a alimentarlo, también. Pensaste que ya no me necesitabas.
– No puedes probar nada. Fiske está muerto.
– Buscarías a otro que te hiciera el trabajo sucio.
– Estás equivocado. -Caminó hacia el helicóptero. -Escúchame, James.
– Ya estoy harto de escuchar. Me voy.
– Te atraparán.
– Si les saco ventaja, no. Eso fue parte del trato. Llamaré a Camp David y les diré que vamos en camino. -Eso me dará suficiente tiempo. -Subió al helicóptero. -Que ardas en el infierno, Lisa.
– ¡Timwick! -Lisa trató de abrir la puerta. -Es una trampa. ¡Es mentira! No tires por la borda todo lo que hemos hecho. Kevin te nombrará…
El helicóptero se elevó y Lisa cayó al suelo.
Eve la observó incorporarse.
Lisa Chadbourne miró a Eve desde el otro lado del claro.
– Tú hiciste esto.
– No, en realidad, lo hiciste tú. Fuiste tú la que me dijo que Timwick había entrado en pánico. Un hombre en estado de pánico se aferra a cualquier cosa.
– Me tendiste una trampa. -Todavía había una nota de incredulidad en su voz.
– El plan fue mío. Pero el que se acercó a Timwick con la lista fue Logan.
– Pero cuando sugerí traer a Timwick no quisiste que lo hiciera.
– Sabía que querrías traer a Timwick. Era una jugada inteligente y tú eres muy inteligente. Si no lo hubieras sugerido, Timwick te hubiera convencido de que era necesario. -Sonrió con aire sombrío. -¿Pero no tuvo que convencerte, no es cierto?
– Todo esto no te servirá de nada. Puedo arreglármelas y conseguir que Timwick… -De pronto, quedó inmóvil. -Ay, Dios, ¿llevas un micrófono encima, no es cierto?
– Así es.
– Y me mostraste el cráneo de Ben para que me alterara.
– Tenía esperanzas de que eso sucediera, sí. La mayoría de las personas se impresiona al ver esqueletos. Sobre todo el de sus víctimas.
Lisa permaneció en silencio, era evidente que estaba repasando la conversación.
– Es serio, pero no del todo incriminador. En un juicio cualquier transcripción puede ser interpretada como cualquier…
– Logan también hizo arreglos para que tres testigos escucharan la transmisión. Peter Brown, un periodista del Atlanta Journal and Constitution, Andrew Bennett, de la Corte Suprema y el senador Dennis Lathrop. Son todos hombres muy respetados. Después de que tomamos la decisión, Logan se apresuró a hacer todo. Le tomó casi un día convencer a Timwick de que iba a ser tu siguiente víctima.
Lisa se puso pálida, de pronto, parecía tener el doble de su edad. Se sentó sobre los talones.
– Qué… Astuto. Le dije a Timwick desde un principio que teníamos que tener cuidado contigo. El monitoreo electrónico fue una farsa, obviamente, pero yo misma vi la imagen infrarroja, así que supongo que tenemos un poco de tiempo antes de que llegue Logan.
Eve asintió.
– Bien. Necesito unos minutos para recuperarme. Parece imposible que se haya ido todo por la… -Tragó saliva. -Creí que te tenía. Creí que tu Bonnie era la clave.
– Y lo era.
– Pero renunciaste a la posibilidad de…
– Los riesgos eran demasiados. Lastimaste a gente a la que quiero.
– Iba a hacerlo, sabes. Iba a cumplir mi promesa de encontrar a Bonnie. Cumplir con mi palabra me hubiera hecho sentir mejor.
– Te creo.
Eve se puso tensa cuando Lisa se levantó del suelo.
Ella sacudió la cabeza.
– No voy a atacarte. Soy yo la que está malherida. Me… Me destruiste.
– Te destruiste a ti misma. ¿Adónde vas?
– Dejé caer el cráneo de Ben cuando corrí tras el helicóptero. -Cayó de rodillas junto al cráneo. -Es tan… Pequeño. Me sorprende. Ben era un hombre tan grande. En todos los sentidos. Era un hombre con mayúsculas…
– Hasta que lo mataste.
Lisa parecía no haberla oído.
– Era tan inteligente y tenía tantos sueños -siguió diciendo-. Y los hubiera cumplido a todos. -Acarició el pómulo izquierdo y susurró: -Qué hombre increíble eras, Ben Chadbourne.
La caricia de Lisa era casi amorosa y Eve se sintió impactada. Ya no había horror ni terror.
Los ojos de Lisa brillaban de lágrimas cuando miró a Eve y dijo:
– Los tabloides van a querer fotografías de él. Siempre quieren las imágenes más morbosas y horrendas. No les permitas tomar una fotografía de Ben así. Quiero que todos lo recuerden como era. Prométeme que lucharás contra ellos.
– Te lo prometo. Ninguna fotografía, salvo las que se ingresen como pruebas en el juicio. Después de eso, me encargaré de que vuelva a casa.
Lisa no habló por un instante y cuando lo hizo, fue en tono maravillado.
– A casa. Realmente me importa que vuelva a casa. Pero a Ben no le habría importado. Siempre decía que lo que importa es lo que dejamos atrás, no en lo que nos convertimos ni Adónde vamos después de morir. -Contempló el cráneo chamuscado y otra vez los ojos se le llenaron de lágrimas. -Dios, cómo me duele esto, Ben. Nunca creí que iba a tener que verte. Me dijiste que no iba a tener que verte.
– ¿Qué dijiste? -exclamó Eve, paralizada.
Lisa la miró.
– Yo lo amaba -respondió con sinceridad-. Siempre lo amé y lo seguiré amando. Era bueno, amable y extraordinario. ¿Realmente crees que pude haber matado a un hombre como él?
– Lo mataste. O hiciste que Maren lo matara en tu lugar.
– Convencí a Scott de que preparase la inyección. -Bajó la vista hacia el cráneo.-Pero Ben tomó la inyección de manos de Scott y se la aplicó él mismo. No quería que Scott cargara con la responsabilidad. Así era él.
– ¿Pero por qué?
– Ben tenía un cáncer muy avanzado. Se enteró un mes después de asumir el mando.
Eve tardó un momento en recuperarse.
– ¿Entonces fue un suicidio?
– No, los suicidios son para cobardes. Y Ben no tenía una célula de cobarde. Simplemente quería evitar… -Se detuvo un instante para recuperar el control de su voz. -Lo planeó todo. Sabía que sus sueños se harían añicos. Habíamos trabajado durante quince años para llevarlo a la Casa Blanca. Formábamos un equipo increíble… Tuvo que elegir a Moby como vicepresidente, porque necesitábamos el Sur, pero siempre dijo que yo debería haber estado con él en la fórmula. A mí no me importaba. Sabía que estaría allí para ayudarlo. Y después nos enteramos de que iba a morir antes de lograr lo que necesitaba para… No era justo. No lo podía soportar.
– ¿El lo planeó todo, entonces?
– Eligió a Kevin Detwil. Me explicó cómo manejarlo, qué decirle para que fuera lo más efectivo posible. Comprendió que necesitaría a Timwick y me dijo qué carnada usar para lograr que cooperara.
– ¿Timwick estaba al tanto de la enfermedad?
– No, Timwick pensó que fue un asesinato. Ben pensaba que sería más fácil de controlar si se creía cómplice del asesinato del Presidente. Y no se equivocó. -Sonrió amargamente. -Tuvo razón en todo. Todo estaba saliendo bien. Cada uno tenía su tarea. La mía era controlar a Kevin y trabajar detrás de la escena para que las leyes de Bill pasaran. Logré pasar siete por el Congreso en este período. ¿Te das cuenta de lo mucho que trabajé?
– ¿Y cuál era el trabajo de Timwick? -preguntó Eve en tono sombrío.
– Su función no era matar. Sólo tenía que brindar protección y facilitar el engaño. Pero se asustó. Entró en pánico y no pude controlarlo.
– Entonces Ben se equivocó con respecto a él.
– Habría tenido razón si todo hubiera salido según los planes. Si Donnelli hubiese hecho lo que tenía que hacer. Si Logan nunca hubiera entrado en escena. -Miró a Eve. -Y si tú te hubieras decidido ocuparte solamente de tus cosas.
– Si nadie más empezaba a sospechar.
– ¿Qué probabilidades había de que eso sucediera? El plan de Ben era casi perfecto. ¿Te das cuenta de lo que destruiste? Queríamos traer compasión y orden al gobierno. Queríamos solamente ayudar a la gente. No era justo que no se nos diera la oportunidad.
– Cometiste asesinatos. Aun si no mataste a tu marido, le ordenaste a Fiske que matara.
– No quería… No fue mi intención… Todo empezó a salirse de carril, no sé cómo. Pero le prometí a Ben que llegaría hasta el final. Era mi trabajo. Tenía que hacerlo. ¿No lo entiendes? Una cosa empezó a fluir dentro de la otra y de pronto me vi atrapada en… -Calló. -Me estoy comportando muy mal. Debería tener algo de dignidad, sobre todo considerando que esto seguramente está siendo grabado. -Se enderezó, cuadró los hombros y de pronto, una sonrisa brillante le iluminó la cara. -Es que puedo salir de esto. Puedo salir de cualquier cosa. Sonreiré, seré sincera y franca y no creerán ni una palabra de esas cintas.
– No, yo creo que sí lo harán. Se terminó, Lisa.
Lisa levantó el mentón.
– No terminará hasta que luche la última batalla.
– ¿Querría Ben que pelearas? Un escándalo de esta magnitud alterará el gobierno durante meses y manchará todo lo que has hecho por él.
– Sabré cuándo será el momento de dar un paso al costado, igual que lo supo Ben.-Calló un instante y luego sacudió la cabeza. -Es algo irónico que hayas arreglado que nos encontremos en Camp David. ¿Sabías que Roosevelt llamaba a Camp David ShangriLa?
– No.
– ShangriLa. Un sueño perdido… -Su mirada se posó en los árboles. -Ahí vienen. Creo que iré a su encuentro. La audacia siempre es lo mejor.
Eve la observó moverse con elegancia hacia donde el auto de Logan y otros tres más se habían detenido.
La pistola.
Lisa se había detenido junto a la pistola que Timwick había arrojado y la estaba contemplando.
– ¡No!
– Destruiste todo aquello por lo que Ben y yo luchamos. Crees que soy una asesina. Podría recoger la pistola y demostrarte que estás en lo cierto. No quiero que esté a tiro de tus amigos. ¿Tienes miedo de morir, Eve?
– No, creo que no.
– Yo también creo que no. Creo que tienes miedo de vivir. -La miró por encima del hombro. -Te hubiera encontrado a tu Bonnie. Tendrás que vivir sabiendo eso. Ahora tal vez no la encuentres nunca. Ojalá que no la encuentres nunca. -Apartó la pistola con un pequeño puntapié. -¿Ves que no soy violenta? Rechazo la oportunidad de vengarme y voy al encuentro de la justicia. -Sonrió. -Adiós, Eve. Tal vez te vea en el tribunal. -Echó a andar por el claro. – O tal vez, no.
– Cree que puede salirse con la suya -le contó Eve a Logan mientras observaba a Lisa subirse a la parte trasera del coche con agentes del FBI. -Tal vez lo logre.
– Si la mantenemos separada de Kevin Detwil, no lo hará. Van a tratar de aislarla durante las siguientes veinticuatro horas. Va a ser dificilísimo, teniendo en cuenta de quién se trata. El juez Bennett va a ir directamente a ver a Detwil con la grabación.
– ¿Crees que se desmoronará?
– Es probable. Siempre necesitó tenerla al lado como guía. Si no confiesa, tenemos la lista. Eso no va a fallar.
– ¿Pero por qué estaba también el nombre de Detwil en la lista? Que estuviera Timwick, lo entiendo. Se estaba tornando inestable y amenazaba con arruinar sus planes. Pero a Detwil lo necesitaba para otro período.
– No creo que fuera un blanco inmediato. Es probable que haya puesto su nombre en la lista para intrigar a Fiske. ¿Qué blanco más difícil que el presidente?
– Pero tarde o temprano lo hubiera hecho.
– Sí, claro, Detwil era una prueba viviente. Imagino que Lisa hubiera hecho que Fiske tramara algún accidente que destruyera el ADN. Tal vez el estallido del avión presidencial.
– Son muchos los que viajan con el presidente en el avión presidencial.
– ¿Crees que eso le importaría a ella?
– Sí. No. -Eve sacudió la cabeza, confundida. -Dios, no lo sé. Tal vez.
Logan la tomó del brazo.
– Ven, vámonos de aquí.
– ¿Adónde vamos?
– ¿Me dejas elegir? Qué cosa tan extraña. Después de obligarme a tenderle la trampa a Lisa Chadbourne yo estaba seguro de que ibas a tener algún plan.
Eve se había quedado sin planes. Y también sin energías. Se sentía exhausta.
– Quiero ir a casa.
– Todavía no, lamentablemente. Iremos a la casa del senador Lathrop y nos quedaremos allí hasta que pase el alboroto y quedemos libres de toda sospecha. No quieren que algún funcionario del gobierno con el gatillo fácil nos liquide por error.
– Qué amables -comentó Eve con sarcasmo.
– No es por amabilidad. Somos testigos muy valiosos. Estaremos bajo estricta vigilancia hasta que todo esto termine.
– ¿Cuándo podré ir a casa?
– Dentro de una semana.
Eve sacudió la cabeza.
– Tres días como máximo.
– Lo intentaremos. -Su expresión se aflojó. -Recuerda que, después de todo, estamos derrocando una presidencia.
– Derrócala tú, Logan. -Eve se subió al automóvil. -Tres días. Después volveré a casa a ver a Joe y a mamá.