173937.fb2
WASHINGTON, DC
– Es un manicomio. -Eve se apartó de la ventana con cortina de encaje. -Debe de haber cientos de periodistas allí afuera. ¿Por qué diablos no van a molestar a otros?
– Estamos en el ojo del huracán -dijo Logan-. Nuestra historia es más importante que el juicio de O. J. Simpson. Más que el escándalo de Whitewater y que los pecadillos de Clinton. Tendrás que acostumbrarte.
– No quiero acostumbrarme. -Eve caminaba de un lado a otro de la biblioteca del senador, como un tigre enjaulado. -Han pasado cinco días. Necesito volver a casa. Quiero ver a Joe.
– Me dijiste que tu madre te contó que mejora día a día.
– Pero no me dejan hablar con él.
– ¿Por qué?
– ¿Cómo quieres que lo sepa? No estoy ahí. -Se detuvo ante la silla de él, con los puños apretados. -Estoy encerrada aquí en este… En este lugar. No puedo salir sin que se me tiren encima. Ni siquiera pudimos ir al funeral de Gil ni al de Gary. Y esto no va a parar, ¿no?
Logan sacudió la cabeza.
– Traté de advertirte. En cuanto Detwil se quebró y confesó, se desató la locura.
Y ellos habían estado en el centro de esa locura, pensó Eve. Habían estado encerrados como prisioneros en la casa del senador, mirando el estallido de acontecimientos por televisión: Kevin Detwil confiesa, Chet Mobry jura como presidente, el arresto de Lisa Chadbourne.
– Va a seguir y seguir -se quejó Eve-. Es como vivir en una pecera. ¿Cómo voy a trabajar? ¿Cómo voy a vivir? No lo soporto.
– Con el tiempo los medios perderán interés. Cuando acabe el juicio, nadie se acordará de nosotros.
– Eso puede llevar años. Creo que te voy a estrangular, Logan.
– No, no lo harás -respondió él, sonriendo-. No tendrías nadie con quien compartir tus desgracias. La compañía es muy importante en un momento así.
– No quiero tu compañía. Quiero la de mamá y la de Joe.
– En cuanto vuelvas con ellos se convertirán en blancos de los medios. No podrán dar un paso sin tener una cámara encima. Se quedarán sin vida privada ellos también. ¿Crees que la relación de tu madre con su novio soportará ese tipo de tensión? ¿Y Joe Quinn? ¿Cómo crees que el Departamento de Policía de Atlanta reaccionará ante un detective que no puede dar dos pasos sin salir por televisión? ¿Y qué me dices de su matrimonio? ¿Crees que a su mujer le gustará que…?
– Cállate, Logan.
– Estoy tratando de ser franco contigo. Tú me pediste que fuera siempre sincero.
– Sabías que esto iba a ser así.
– No pensé que habría tanta repercusión en los medios. Supongo que tendría que haber calculado eso, pero solamente quería que derribaran a Lisa. Me parecía lo único importante.
Estaba diciendo la verdad. Eve deseó que no fuera así. Se sentía tan impotente que necesitaba culpar a alguien, a cualquiera.
– Y creo que a pesar de todo, también es lo único importante para ti -añadió Logan en voz baja.
– Sí. -Eve volvió a la ventana. -Pero no debería ser así. La derribamos pero ahora nos estamos ahogando junto con ella.
– No voy a dejar que te ahogues. -De pronto, Logan estaba detrás de ella, con las manos ligeramente apoyadas sobre sus hombros. -No te ahogarás si me dejas ayudarte, Eve.
– ¿Me puedes devolver mi vida?
– Es lo que pienso hacer. Sólo que puede llevar un tiempo. -Logan le masajeó los músculos tensos de los hombros. Se inclinó y le susurró al oído: -Estás demasiado tensa. Creo que necesitas unas vacaciones.
– Lo que necesito es trabajar.
– Tal vez podamos combinar ambas cosas. ¿Sabías que tengo una casa en una isla al sur de Tahiti? Es un sitio muy privado, y posee excelente seguridad. Voy allí siempre que necesito escapar por algún motivo u otro.
– ¿Qué quieres decir?
– Que lo que tú necesitas es escapar y yo también. Se necesitaría un periodista muy sagaz para que nos siguiera hasta allí. Y mira cómo estás -añadió con aspereza-. Has pasado por un infierno y la culpa de casi todo la tengo yo. Déjame tratar de compensarte por eso. Necesitas descansar y ponerte bien. La isla es lo más aburrido que hay. No hay nada que hacer salvo caminar por la playa, leer y escuchar música.
No sonaba aburrido. Sonaba a salvación. Se volvió lentamente hacia Logan.
– ¿Podría trabajar?
El hizo una mueca.
– Debí imaginar que se venía eso. Te haré construir un laboratorio. Y esta vez Margaret hará las cosas bien.
– ¿Nos dejarán irnos de aquí?
– ¿Los poderes judiciales? No creo que tengan inconvenientes, siempre y cuando sepan dónde estamos y que no vamos a desaparecer en forma permanente. Lo que menos quieren son filtraciones de información o testimonios comprometidos por los medios.
– ¿Cuándo podríamos irnos?
– Averiguaré bien, pero quizá la semana que viene.
– ¿Podría quedarme allí hasta que me necesiten?
– Todo lo que quieras.
Eve contempló por la ventana la horda de reporteros en la calle. Tenían aspecto voraz, jamás se saciarían. Algunos de ellos debían de tener buen corazón, pero recordó cómo, después de la desaparición de Bonnie, algunos periodistas decían cosas hirientes adrede para poder captar su expresión de dolor. No iba a poder soportar eso otra vez.
– ¿Vendrías? -preguntó Logan.
Eve asintió lentamente.
– Bien. ¿Y no te molestará que yo también esté allí, verdad? No eres la única que necesita escapar. La casa de la plantación es grande y te prometo que no te estorbaré.
– No me molesta. -Paz. Sol. Trabajo. Nada le molestaría si significaba que dejaría atrás todo este alboroto. -Una vez que empiece a trabajar, ni siquiera me voy a percatar de tu presencia.
– Bueno, yo creo que sí. En algún momento tendrás que salir y estaremos bastante aislados. -Se dirigió a la puerta. -Va a ser difícil no verme.
– Diez minutos. -La jefa de enfermeras frunció el entrecejo al ver que detrás de Eve había una multitud de periodistas sujetados por personal de seguridad del hospital. -No podemos tolerar este escándalo. Ya bastante trabajo nos dio mantener a los medios alejados del señor Quinn. Le recuerdo que está delicado.
– No lo voy a molestar. Sólo quiero verlo.
– Enfrentaré a los periodistas -dijo Logan-. Tómate todo el tiempo necesario.
– Gracias, Logan.
– ¿Crees que ahora que nos vamos a ir juntos a una isla desierta podrías empezar a decirme John?
– No es una isla desierta y no creo que pueda acostumbrarme a otro nombre, ya.
– Diez minutos -repitió la jefa de enfermeras-. Habitación 402.
Joe estaba sentado en la cama. Eve se detuvo en la puerta y se quedó mirándolo.
– No imaginaba… Se te ve… fantástico. ¿Cuánto hace que estás sentado?
El la fulminó con la mirada.
– Si te hubieras molestado en llamarme, lo sabrías.
– ¡Pero si te llamé! Todos los días. Pero no querían dejarme hablar contigo.
Una expresión imposible de definir cruzó por el rostro de Joe.
– ¿Llamaste?
– Claro que sí. ¿Crees que te mentiría?
– No. -Sonrió. -Entonces creo que te permitiré acercarte y darme un abrazo. Muy suave, por supuesto. Ayer me dejaron sentarme y no voy a armar lío. Las enfermeras son malísimas.
– Me di cuenta. Me dieron solamente diez minutos. -Eve fue hasta la cama y lo abrazó. -Pero con eso me va a alcanzar, porque estás muy malhumorado. -Frunció la nariz. -Y apestas a antiséptico.
– Siempre protestando. Doy la vida por ti y ¿qué consigo? Ninguna gratitud.
– No. -Eve se sentó en la cama. -Fuiste un estúpido. Jamás te habría perdonado si morías, Joe.
– Lo sé. Por eso no me morí.
Eve le tomó la mano. La sintió tibia, fuerte… Tan característica de Joe. Gracias, Dios.
– Le mandé a mamá una copia de la grabación y le dije que te la hiciera oír. Espero que haya podido traspasar ese ejército de enfermeras. Logan tuvo que prometerle el oro y el moro al Departamento de Justicia para obtener una copia.
– Sí, pudo pasar. Tú fuiste la única que no pudo llegar hasta mí. -Entrelazó los dedos con los de Eve. -Y esa cinta casi me provocó un infarto. ¿Por qué diablos te permitió Logan hacer una cosa así?
– No me lo pudo impedir.
Joe apretó los labios.
– Yo te lo hubiera impedido.
– Estás loco.
– ¿Tenías que zambullirte así de cabeza? ¿No podrías haber esperado?
– Ella mató a Gary. Y creí que podría matarte a ti -añadió en un susurro.
– Así que la culpa la tengo yo.
– Por supuesto. Así que deja de regañarme. No podía esperar a que resucitaras y me ayudaras. Tuve que hacerlo sola.
– Con la ayuda de Logan. -Joe frunció el entrecejo. -Pero el canalla no te ayudó lo suficiente.
– Lisa me ofreció un trato a mí, no a él. Logan ayudó muchísimo. Organizó todo para atraer a Timwick. Hizo que tu amigo del periódico se pusiera en contacto con Timwick y le mostrara la lista, para que Timwick después se encontrara con Logan. ¿Sabes lo peligroso que pudo haber sido eso? ¿Y si Timwick no hubiera estado tan asustado y desesperado como creíamos?
– ¿Lo atraparon, ya?
– No, parece haber desaparecido de la faz de la Tierra.
– Nadie desaparece sin dejar rastros. -Joe estaba pensativo. -Hay que atraparlo. Es un cabo suelto que hay que atar o terminará causándote…
– Tú no harás nada, Joe.
– ¿Acaso dije que iba a ir a buscarlo? Estoy en ruinas. ¿Qué te preocupa? Timwick se desmoronó. No representa ninguna amenaza.
– Acorralas a una rata y te muerde.
– ¿Entonces por qué organizaste ese encuentro con Lisa Chadbourne y Timwick? La llevaste al límite. No había forma de saber cómo iba a reaccionar. Alguien debería haber estado allí para protegerte.
– No hubiera sido lógico que estuviera Logan presente en el encuentro.
– Al diablo con la lógica.
– Joe, sabes que tengo razón. Lisa Chadbourne se hubiera dado cuenta de que Logan nunca iba a acceder a que yo entregara el cráneo a cambio de Bonnie. Para que pareciera verdad, tenía que fingir que me había escapado con el cráneo.
Joe permaneció callado un instante.
– ¿Y pareció verdad? ¿Cuán cerca estuviste de hacer un trato con ella?
– Ya conoces la respuesta.
– Dímelo. ¿Cuán cerca estuviste?
– Cerca.
– ¿Por qué no lo hiciste?
Eve se encogió de hombros.
– Tal vez porque no confiaba en ella y no creía que fuera a hacerlo. Tal vez porque estaba demasiado furiosa por lo que les había hecho a ti y a Gary.
– Quizá sea un primer paso.
– ¿Qué?
– Nada. -Joe le apretó la mano. -Pero basta de idioteces hasta que esté levantado y en condiciones de mantenerte bajo control. Logan no sirve para nada.
– Es lo suficientemente inteligente como para no intentarlo. -Eve hizo una pausa. -En realidad, se está mostrando sumamente amable. Me va a llevar a una isla que tiene en el Pacífico Sur hasta qué toda esta locura periodística se calme.
– ¿Cómo?
A Eve no le gustó el tono de Joe.
– Es una buena idea. Podré trabajar allí. Sabes que sería imposible para mí hacer algo acá. Es casi peor que… Realmente es una buena idea, Joe.
Él no respondió.
– ¿Joe?
– Creo que tienes razón. Necesitas descansar y alejarte de todo esto. Pienso que haces bien en irte con él.
– ¿De veras?
Joe sonrió.
– ¿Por qué pones esa cara de asombro? Tú misma me dijiste que era una buena idea. No hago más que estar de acuerdo contigo.
– Qué bien -repuso ella, en tono vacilante.
– ¿Logan está aquí contigo?
Eve asintió.
– Nos iremos a Tahití en cuanto me despida de mamá.
– ¿Cuándo salgas quieres decirle que me venga a ver un minuto?
– ¿Para qué?
– ¿Para qué crees? Voy a decirle que te cuide como Dios manda o lo arrojaré dentro de un volcán. ¿Hay volcanes en Tahití?
Eve rió, aliviada.
– Su isla está al sur de Tahití.
– Donde sea. -Joe le apretó la mano. -Ahora cállate. Creo que nos quedan cinco minutos y los quiero pasar mirándote, no escuchándote babearte por Tahití.
– No me babeo.
Pero ella tampoco quería hablar. Solamente quería quedarse allí sentada y disfrutar de la paz y el bienestar que siempre sentía cuando estaba con Joe. En un mundo donde todo estaba patas arriba, él era el único que no había cambiado. Estaba vivo y día a día iría recuperando las fuerzas.
Era bueno saber que cuando ella regresara todo seguiría exactamente igual.
– ¿Querías verme? -preguntó Logan en tono receloso.
Joe hizo un ademán hacia la silla que estaba junto a la cama.
– Siéntate.
– ¿Por qué me siento como si me hubieran llamado al despacho del director?
– ¿Culpa, quizás?
Logan negó con la cabeza.
– No me vengas con ese juego, Quinn. No te lo voy a creer.
– Me acusaste de engañar a Eve y tú mismo lo estás haciendo. Ella piensa que eres bueno.
– Y voy a serlo.
– Mejor que sea así. Es lo que ella necesita ahora. -Y añadió con toda deliberación. -Y si me llega a llamar para contarme que tan sólo se le rompió una uña, estaré en esa isla de inmediato.
– No estás invitado. -Logan sonrió apenas. -Y para tu información, no hay volcanes en la isla.
– ¿Te lo contó?
– Le pareció divertido. Estaba aliviada de que no hubieras puesto objeciones. Yo también sentí algo de alivio, pero me puse a pensar y me di cuenta de que hubiera sido una jugada equivocada de tu parte. Y tú no sueles hacer demasiadas jugadas equivocadas, Quinn.
– Tú tampoco. Manejaste a Eve muy bien. Realmente piensa que solamente quieres ayudarla a rearmar su vida.
– Y es verdad. Quiero ayudarla.
– También te quieres acostar con ella.
– Por supuesto. -Logan hizo una pausa. -Pero también la quiero en mi vida durante todo el tiempo que pueda tenerla. -Sonrió. -Eso te sacudió. No te molesta la idea de una relación sexual, pero no quieres que me comprometa. Demasiado tarde. Estoy involucrado y voy a hacer lo posible para que ella también lo esté.
Joe miró hacia otro lado.
– No va a ser fácil.
– Tengo el tiempo y la soledad de mi lado. Es una mujer extraordinaria. No pienso dejarla ir. No importa lo que tú hagas.
– Pero no tengo intenciones de hacer nada. -Joe volvió a fijar su mirada en él. -En este momento, quiero que se vaya contigo. Quiero que se acueste contigo y en lo posible, que consigas que te ame.
Logan arqueó una ceja.
– Qué generoso. ¿Y por qué todo esto?
– Será lo mejor para ella. Necesita eso para volver a la vida. Dio un gran paso cuando renunció a la posibilidad de encontrar a Bonnie. Tú puedes ayudarla a seguir avanzando.
– ¿Así que me recetas como terapia?
– Llámalo como quieras.
Logan miró a Joe con los párpados entornados.
– Pero realmente detestas todo esto ¿no es así?
Joe no respondió.
– Es lo mejor que se puede hacer. Tú puedes ayudarla ahora. Yo no. Pero si esta experiencia no resulta tan buena para ella como espero -añadió-, créeme, encontraré algún volcán.
Logan le creyó. Quinn estaba herido en cama y lo lógico era que tuviera aspecto indefenso. Pero se lo veía fuerte, contenido y resistente. Logan recordó cuando él había definido a Quinn como uno de los hombres más intimidadores que había conocido. Ahora descubrió que el lado protector de Quinn era todavía más peligroso.
– Le haré mucho bien, ya verás. -No pudo resistir la tentación de azuzarlo un poco mientras se dirigía a la puerta. -Aunque tal vez no llegues a poder verlo. Es posible que estemos demasiado ocupados como para ponernos en contacto contigo.
– No trates de interponerte entre nosotros. No va a resultar. Tenemos demasiadas experiencias vividas. -Miró a Logan directamente a los ojos. -Y lo único que tengo que hacer es decirle que la necesito porque tengo otro cráneo y vendrá.
– ¡Ni se te ocurra! ¿Qué clase de mal nacido eres? Quieres que sane sus heridas, pero estás dispuesto a meterla de nuevo en ese mundo.
– Nunca lo llegaste a entender -dijo Quinn en tono cansado-. Eve lo necesita. Y mientras lo necesite, yo se lo voy a dar. Le voy a dar todo lo que necesite en este condenado mundo. Aun si lo que necesita eres tú, Logan. -Apartó la vista. -Bueno, vete de una vez. Te está esperando.
Logan quería decirle que se fuera al diablo. Entendía a Eve y sabía que le iba a hacer bien. Lo único que necesitaba era la oportunidad y Quinn se la estaba dando.
¿Quinn? ¿Qué diablos estaba pensando? Se comportaba como si Quinn fuese una figura poderosa que manejaba los hilos desde detrás de la escena.
Qué disparate.
– Eve está esperando. -Abrió la puerta. -Me está esperando a mí, Quinn. Dentro de tres horas vamos a estar en el avión que nos llevará a un mundo de distancia de ti. Que pases un buen día.
Al salir al pasillo y caminar en dirección a Eve, sonrió.
Caray, qué bien lo había hecho sentir ese último azuzón.
– Estuvo aquí. -Diane estaba en la puerta. -Las enfermeras no hacen más que hablar de eso. ¿Para qué vino Eve?
– ¿Por qué no iba a venir? Quería verme. -Joe la miró con atención. -Estaba preocupada porque no se pudo comunicar conmigo por teléfono. No le quisieron pasar las llamadas.
Una emoción apenas discernible cruzó por el rostro de Diane.
– ¿En serio?
Culpa, comprendió Joe con cansancio. Había tenido esperanzas de que no fuera cierto. O tal vez de que Diane lo hubiera hecho. Le daría una excusa para hacer lo que tenía que hacer.
– ¿Te diste cuenta, no? -dijo Diane con amargura-. Rompí las reglas. Me metí entre ustedes. -Apretó los puños con fuerza. -Diablos, tenía derecho a meterme. Soy tu esposa. Pensé que iba a poder seguir viéndolos juntos, pero ella está interfiriendo con nuestra vida y no lo voy a permitir. ¿Sabes lo que dice la gente acerca de la forma en que te metió en este lío? No es justo. Ya es bastante duro para mí saber lo poco que cuento en esto. Le has demostrado al mundo entero que no te importa nada tu…
– Es cierto -admitió Joe con suavidad-. Todo lo que estás diciendo es absolutamente cierto, Diane. No he sido justo y tú te has mostrado muy paciente. Lamento haberte metido en esto. Tenía esperanzas de que funcionara.
Ella permaneció callada un instante.
– Todavía puede funcionar. -Se humedeció los labios. -Sólo tienes que… Puede que haya perdido los estribos y haya dicho cosas de las que me arrepiento. Lo único que tenemos que hacer es hablar de todo esto y llegar a un acuerdo justo.
Pero estaba pidiendo el único acuerdo al que él no podía llegar. Ya la había decepcionado y lastimado bastante. No iba a seguir haciéndolo.
– Cierra la puerta y ven a sentarte -le dijo en voz baja-. Tienes razón, tenemos que hablar.
– ¿Estás bien? -Logan estaba junto a Eve. Ella miraba por la ventanilla del avión. -Te aferras a esos apoyabrazos como si el asiento fuera a despegar sin ti.
Eve aflojó las manos.
– Estoy bien. Es sólo que me resulta raro dejar todo e irme tan lejos. Nunca salí del país.
– ¿De veras? -Logan se sentó junto a ella. -No lo sabía. Pero claro, hay muchas cosas que no sé de ti. Y el vuelo es largo. Quizá podríamos hablar.
– ¿Quieres que te cuente todos mis sueños de la infancia, Logan?
– ¿Por qué no?
– Porque no recuerdo haber tenido ninguno. Siempre pensé que eran cuentos de hadas tontos inventados por las agencias de publicidad de Madison Avenue.
– ¿Y tus sueños de adulta?
– No te los pienso contar.
– Dios, qué mujer difícil eres. -Su mirada se posó en el maletín de metal que estaba en el suelo junto a ella. -¿Eso es lo que creo que es?
– Mandy.
– Por suerte tenemos un avión privado. Se hubiera armado un lío terrible con la seguridad del aeropuerto si hubieras pasado eso por los rayos X. -Sus ojos seguían fijos en el maletín. -Me había olvidado de ella. Pero tú no ibas a olvidarte, por supuesto.
– No, yo no me olvido.
– Eso es algo prometedor y aterrador al mismo tiempo. No pensarás trabajar durante el vuelo ¿no?
Eve sacudió la cabeza.
– No sería seguro. Por la turbulencia.
– Qué alivio. Imaginaba los huesos volando por todas partes como esquirlas. Me alegro de que esperes hasta llegar a la isla. Bueno, ya que no vas a trabajar y tampoco quieres contarme tus secretos íntimos ¿qué te parece si jugamos a las cartas?
Sonreía y trataba de hacerla sentir cómoda. Eve sintió que algo de la tensión y la soledad que sentía se disipaban y la invadía una oleada de tibieza. Logan tenía razón. El vuelo iba a ser largo. Y el tiempo que iban a pasar juntos antes de que ella tuviera que volver al mundo real también iba a ser largo. Así que tenía que hacérselo tan fácil como él estaba tratando de hacérselo a ella.
– Podríamos.
– Se rajó la armadura -murmuró Logan-. Si tengo suerte, hasta me habrás sonreído para cuando lleguemos a Tahití.
– Solamente si tienes mucha suerte, Logan -replicó Eve.
Y le sonrió.