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CAPITULO 01

ATLANTA, ESTADO DE GEORGIA

3 DE JUNIO

OCHO AÑOS MÁS TARDE

– Tienes un aspecto terrible, es más de medianoche. ¿No duermes nunca?

Eve apartó la vista de la computadora y miró a Joe Quinn, que estaba apoyado contra el marco de la puerta del otro lado de la habitación.

– Claro que duermo. -Se quitó los lentes y se frotó los ojos. -Una noche que pase aquí no me convierte en adicta al trabajo. Es que tenía que verificar esas medidas antes de…

– Lo sé, lo sé. -Joe entró en la oficina del laboratorio y se dejó caer sobre la silla junto al escritorio. -Diane me dijo que hoy la dejaste plantada a la hora del almuerzo.

Eve asintió con aire culpable. Era la tercera vez en el mes que le cancelaba la cita a la esposa de Joe.

– Le expliqué que el Departamento de Policía de Chicago necesitaba el resultado. Los padres de Bobby Starnes estaban esperando.

– ¿Y? ¿Hubo coincidencia?

– Casi total. Ya estaba casi segura de que la habría antes de comenzar con la superposición. Al cráneo le faltaban unos dientes, pero ya había coincidencias en la verificación dental.

– ¿Entonces para qué te llamaron?

– Porque sus padres no querían creerlo. Yo soy su última esperanza.

– Qué espanto.

– Sí, pero yo entiendo esas esperanzas. Y cuando vean la forma en que las facciones de Bobby encajan en el cráneo, caerán en la cuenta de que todo terminó y aceptarán el hecho de que su hijo está muerto. Y tal vez eso haga cicatrizar la herida.

Echó un vistazo a la imagen que tenía en la pantalla de la computadora. El Departamento de Policía de Chicago le había dado un cráneo y una foto de Bobby a los siete años. Ella trabajó con equipos visuales y con la computadora y había colocado el rostro de Bobby sobre el cráneo. Y, como había dicho, las coincidencias eran muy evidentes. Bobby tenía un aspecto tan vivaz y dulce en la fotografía que se le partía el corazón por sólo mirarlo.

Todos me parten el corazón, pensó con cansancio.

– ¿Te vas a tu casa?

– Aja.

– ¿Y pasaste nada más que para retarme?

– Siento que es uno de los principales deberes que tengo en la vida.

– Mentiroso. -La mirada de Eve se posó en el maletín de cuero negro que él tenía en las manos. -¿Es para mí?

– Encontramos un esqueleto en el bosque de North Gwinnett. La lluvia lo dejó al descubierto. Los animales tuvieron acceso a él, así que no queda demasiado, pero el cráneo está intacto. -Abrió el maletín. -Es una niñita, Eve.

Cuando se trataba de una niña, se lo decía enseguida. Tal vez lo hiciera para protegerla, pensó Eve.

Tomó el cráneo con cuidado y lo estudió.

– No es de una niñita. Preadolescente, tal vez once o doce años. Señaló una fina rajadura en la mandíbula superior. -Ha estado expuesta al frío de por lo menos un invierno. -Pasó los dedos por la ancha cavidad nasal. -Es probable que haya sido negra.

– Eso nos será de ayuda -repuso él con una mueca-, pero no alcanza. Tendrás que esculpirla. No tenemos idea de quién pudiera ser. No hay fotografías para superposición. ¿Sabes cuántas chicas se escapan de sus casas en esta ciudad? Si era de los barrios pobres, tal vez ni siquiera hayan informado de su desaparición. Por lo general, los padres están más preocupados por conseguir droga que por seguirles los pasos a sus… -Sacudió la cabeza. -Ay, lo siento, lo olvidé. Qué metida de pata.

– Lo haces siempre, Joe.

– Bueno, solamente contigo. Es que tiendo a bajar la guardia.

– ¿Debería sentirme gratificada por eso? -Evo frunció el entrecejo con expresión concentrada mientras estudiaba el cráneo. -Ya sabes que mamá dejó el crack hace años. Y hay cosas de mi vida que me avergüenzan, pero haberme criado en los barrios pobres no es una de ellas. Si no lo hubiera pasado mal, tal vez no hubiese sobrevivido.

– Claro que habrías sobrevivido.

Ella no estaba tan segura. Había estado demasiado cerca del abismo como para tomar la salud mental o la supervivencia como algo de todos los días.

– ¿Quieres una taza de café? Nosotras las chicas de los barrios pobres sabemos hacer un café buenísimo.

El frunció el rostro.

– Oh. Ya te pedí disculpas, ¿no?

Eve sonrió.

– Quería vengarme con un par de estocadas, nada más. Te las mereces por generalizar. ¿Quieres café o no?

– No, tengo que irme, Diane me espera. -Se puso de pie. -No hay apuro con este cráneo si dices que ha estado enterrado tanto tiempo. Como te dije, ni siquiera sabemos qué estamos buscando.

– Me lo tomaré con calma. Trabajaré con esta chica por las noches.

– Sí, claro, como te sobra el tiempo. -Miró la pila de libros sobre el escritorio. -Me dijo tu madre que ahora estás estudiando antropología física.

– Por correspondencia, nada más. Todavía no tengo tiempo de asistir a clases.

– ¿Por qué antropología, por el amor de Dios? ¿No tienes bastante, ya?

– Me pareció que tal vez esto podría ayudar. He tratado de averiguar todo lo posible de boca de los antropólogos con los que me ha tocado trabajar, pero todavía hay demasiadas cosas que no sé.

– Estás trabajando demasiado. Tienes la agenda completa hasta dentro de varios meses.

– No es culpa mía -replicó ella e hizo una mueca-. Fue porque tu comisionado me nombró en 60 minutos. ¿Quién le mandó abrir la boca? Ya tenía bastante trabajo sin que me cayeran todas estas cosas de otras partes del país.

– Bueno, pero recuerda quiénes son tus amigos. -Joe se dirigió a la puerta. -No vayas a mudarte a alguna prestigiosa universidad.

– Mira quién habla de universidades prestigiosas, ¡tú, que fuiste a Harvard!

– Eso fue hace una vida. Ahora soy un buen muchacho del sur. Sigue mi ejemplo y quédate donde te corresponde estar.

– No voy a ir a ninguna parte. -Eve se puso de pie y colocó el cráneo sobre la repisa que estaba arriba de su mesa de trabajo. – Salvo a almorzar con Diane el martes que viene, si acepta. ¿Quieres preguntarle?

– Pregúntaselo tú. Yo no voy a hacer de mensajero otra vez. Bastantes problemas tengo ya. No es fácil para ella estar casada con un policía. -Se detuvo en la puerta. -Vete a dormir, Eve. Están muertos. Todos están muertos. No les va a pasar nada si duermes unas cuantas horas.

– No seas tonto. Ya lo sé. Me hablas como si fuera neurótica o algo así. Es sólo que me parece poco profesional dejar de lado un trabajo.

– Sí, claro. -Vaciló. -¿Has recibido algún llamado de John Logan?

– ¿Quién?

– Logan. De Computadoras Logan. Es un multimillonario que le pisa los talones a Bill Gates. Últimamente ha estado en todas las noticias debido al programa para recaudar fondos para los republicanos que ha estado haciendo en Hollywood.

Ella se encogió de hombros.

– Sabes que apenas si sigo las noticias. -Pero recordaba haber visto una fotografía de Logan, tal vez en el periódico del domingo anterior. Tenía alrededor de cuarenta años, ostentaba un bronceado californiano y pelo oscuro muy corto, con las sienes salpicadas de gris. En la foto le sonreía a una actriz rubia. ¿Sharon Stone? No podía recordarlo. -No, no me llamó para pedirme dinero y si me lo pidiera, no se lo daría. Voto a los independientes. -Su mirada se posó sobre la computadora. -Es una Logan. Es una buena máquina y es lo más cerca que estuve del magnate. ¿Por qué me lo preguntas?

– Ha estado haciendo averiguaciones sobre ti.

– ¿Qué?

– No en persona, sino a través de un poderoso abogado de la Costa Oeste, Ken Novak. Cuando me lo contaron en el Departamento de Policía, me puse a investigar un poco y estoy casi seguro de que detrás de él está Logan.

– No creo. -Eve sonrió. -No tiene sentido.

– Ya has trabajado en investigaciones privadas -bromeó Joe-. Un tipo en la posición de él debe de haber dejado un reguero de cadáveres en el camino a la cima. Tal vez haya olvidado dónde los enterró.

– Ja, ja, qué gracioso. -Eve se frotó la nuca con gesto cansado. – ¿El abogado obtuvo su informe?

– ¿Qué crees? Sabemos muy bien cómo cuidar a nuestra gente. Avísame si consigue tu número particular y empieza a molestarte. Nos vemos. -La puerta se cerró detrás de él.

Sí. Joe la protegería como siempre lo había hecho, y no había nadie que lo hiciera mejor. Había cambiado desde que se conocieron, años atrás. El tiempo le había borrado a martillazos el aire de niño. Poco después de la ejecución de Fraser renunció a su puesto de agente del FBI y se unió al Departamento de Policía de Atlanta, donde ahora era teniente detective. En realidad, nunca le contó por qué lo había hecho. Eve se lo había preguntado, pero la respuesta de él -que deseaba quitarse de encima la presión del FBI- nunca la dejó satisfecha. Joe era una persona reservada y ella no había querido presionar. Lo que sabía con certeza era que siempre podía contar con él.

Aun aquella noche en la cárcel cuando se sintió más sola que nunca.

No quería pensar en esa noche, dentro de ella la desesperación y el dolor seguían en carne viva…

Pues pensaría en eso de todos modos. Había aprendido que la única forma de sobrevivir al dolor era enfrentarlo de lleno.

Fraser estaba muerto.

Y Bonnie, perdida.

Cerró los ojos y dejó que la oleada de dolor y sufrimiento la envolviera. Cuando pasó, los abrió y se acercó a la computadora. El trabajo siempre la ayudaba. Tal vez hubiera perdido a Bonnie para siempre, sin posibilidad alguna de encontrarla, pero había otros…

– ¿Te trajeron otro? -Sandra Duncan apareció en la puerta, con pijama y su bata preferida de lana rosada. Tenía la vista fija en el cráneo sobre la repisa. -Me pareció oír el ruido de un coche en la entrada. Por Dios, Joe podría dejarte un poco tranquila.

– No quiero que me dejen tranquila. -Eve volvió a sentarse frente al escritorio. -No hay problema, no es un trabajo apresurado. Vuelve a la cama, mamá.

– No, la que se tiene que ir a la cama eres tú. -Sandra Duncan se acercó al cráneo. -¿Es de una niñita?

– Preadolescente.

Hubo un silencio.

– No la vas a encontrar nunca, sabes. Bonnie no está. Acéptalo, Eve.

– Ya lo acepté. Sólo hago mi trabajo.

– Sí, claro, por supuesto.

Eve sonrió.

– Vete a dormir.

– ¿Te puedo ayudar en algo? ¿Prepararte algo de comer?

– Tengo demasiado respeto por mi sistema digestivo como para permitirte sabotearlo.

– Bueno, hago lo que puedo -respondió Sandra e hizo una mueca-. Algunas personas no nacimos para cocinar.

– Tienes otros talentos.

Su madre asintió.

– Soy una buena reportera judicial y también sirvo para retar a la gente. ¿Vas a irte a la cama o tengo que hacer una manifestación? -Quince minutos más.

– Bueno, te doy quince minutos. -Se dirigió a la puerta. -Pero quiero oír cómo se cierra la puerta de tu dormitorio. -Hizo una pausa y luego prosiguió, incómoda. -Mañana no volveré a casa directamente después del trabajo. Salgo a cenar.

Eve levantó la vista, sorprendida.

– ¿Con quién?

– Con Ron Fitzgerald. Te conté de él, es un abogado de la oficina del fiscal de Distrito. Me cae bien. -Su tono de voz era casi desafiante. -Me hace reír.

– Qué bien. Me gustaría conocerlo.

– No soy como tú. Hace mucho tiempo que no salgo con un hombre y necesito tener a alguien cerca. Y tampoco soy una monja. Por Dios, ni siquiera cumplí cincuenta, todavía. Mi vida no puede detenerse sólo porque…

– ¿Por qué hablas así, como si te sintieras culpable? ¿Acaso te dije alguna vez que quería que te quedaras en casa? Tienes derecho a hacer lo que quieres.

– Es que me siento culpable. -Sandra frunció el entrecejo. -Podrías facilitarme un poco las cosas si no fueras tan dura contigo misma. Eres tú la que parece una monja.

Cielos, qué mal momento para que su madre sacara el tema. Estaba demasiado cansada como para hablar de eso.

– He salido con algunos hombres.

– Sí, hasta que la relación te empezó a obstaculizar el trabajo. Ninguna pasó de dos semanas.

– Mamá…

– Está bien, está bien. Es que pienso que es hora de que vuelvas a llevar una vida normal.

– Lo que es normal para una persona no tiene por qué serlo para otra. -Fijó la vista en la pantalla de la computadora. -Bueno, hazte humo. Quiero terminar esto antes de irme a la cama. Mañana a la noche no te olvides de contarme todo sobre la cena.

– ¿Para que puedas vivir la vida a través de mí? -dijo Sandra con un dejo de aspereza-. Entonces tal vez no te lo cuente.

– Lo harás.

– Sí, sé que lo haré. -Su madre suspiró. -Buenas noches, Eve.

– Hasta mañana, mamá.

Eve se echó hacia atrás en la silla. Debió haberse dado cuenta de que su madre se estaba sintiendo inquieta y disconforme. La inestabilidad emocional era siempre señal de peligro para un adicto en camino de recuperación. Pero, diablos, ella no había tocado la droga desde el segundo cumpleaños de Bonnie. Otro regalo que había traído Bonnie cuando llegó a sus vidas.

Tal vez estuviera exagerando el problema. El hecho de criarse con una adicta la había vuelto sumamente suspicaz. Era normal y saludable que su madre se sintiera así. Lo mejor que le podía pasar era embarcarse en una relación amorosa sólida.

Bien, entonces dejaría que siguiera adelante, pero vigilaría la situación de cerca.

Eve estaba mirando la pantalla sin ver. Ya había hecho demasiado por hoy. Casi no quedaban dudas de que el cráneo pertenecía al pequeño Bobby Starnes.

Al salir del programa para apagar la computadora, vio el logotipo de Logan. Qué curioso cómo uno nunca prestaba atención a esas cosas. ¿Por qué diablos estaría Logan haciendo averiguaciones sobre ella? Seguro que no era cierto. Tenía que tratarse de un error. Su vida y la de Logan estaban en los extremos opuestos del espectro.

Se puso de pie y movió los hombros para aflojar la tensión. Empaquetaría el cráneo de Bobby, lo llevaría hasta la casa, junto con el informe, y los despacharía mañana por la mañana. No le gustaba tener más de un cráneo en el laboratorio al mismo tiempo. Joe se reía de ella, pero a Eve le parecía que no podía concentrarse completamente en el trabajo si veía otro cráneo esperando en silencio. De modo que enviaría el cráneo de Bobby y el informe a Chicago por expreso y en dos días sus padres sabrían que su hijo había vuelto a casa, que ya no era uno de los perdidos.

Déjala ir, Eve.

Su madre no comprendía que la búsqueda de Bonnie se había entretejido en la trama de su vida. Eve ya no podía distinguir cuál era el hilo de Bonnie y cuáles eran los de los otros perdidos. Y eso la volvía mucho más inestable que su madre, pensó con pesar.

Atravesó la habitación y se detuvo delante de la repisa donde estaba el cráneo nuevo.

– ¿Qué sucedió contigo? -murmuró, mientras le quitaba la etiqueta de identificación y la arrojaba sobre la mesa de trabajo. -¿Fue un accidente? ¿Un asesinato?

Ojalá no haya sido un asesinato, pero en estos casos, por lo general se trataba de una muerte violenta. Le hacía mal pensar en el terror que habría experimentado la chiquilla antes de morir.

La muerte de una criatura.

Alguien había acunado a esta niña, la había observado dar sus primeros pasos. Ojalá la hubieran amado y hecho feliz antes de que terminara en ese hoyo en el bosque.

Le tocó suavemente el pómulo.

– No sé quién eres. ¿Te importa si te llamo Mandy? Siempre me gustó ese nombre. -Santo Cielo, estaba hablando con un esqueleto… ¿Y se preocupaba por la cordura de su madre? Bueno, tal vez fuera extraño, pero siempre le había parecido una falta de respeto tratar a los cráneos como si no tuvieran identidad. Esta chica había vivido, había reído, había amado. Se merecía algo más que un tratamiento impersonal.

– Ten paciencia, Mandy -susurró Eve-. Mañana tomaré las medidas y pronto comenzaré a esculpir. Te encontraré, ya verás. Te traeré a casa.

MONTERREY, ESTADO DE CALIFORNIA

– ¿Seguro que es la mejor opción? -La mirada de John Logan estaba fija en la pantalla del televisor, que mostraba un vídeo de la escena en el portón de la prisión. -No parece muy cuerda. Tengo demasiados problemas como para, además, tener que tratar con una mujer que no las tiene todas consigo.

– Caramba, qué ser humano tan cálido y considerado eres – murmuró Ken Novak-. Creo que la mujer tiene motivos para mostrarse un poco alterada. Esa noche ejecutaron al asesino de su hijita.

– Entonces tendría que haber estado saltando de felicidad y ofreciéndose para bajar la palanca. Así me hubiera sentido yo. En cambio, le suplica al gobernador que aplace la ejecución.

– A Fraser lo procesaron por el asesinato de Teddy Simes. Lo atraparon casi en el momento del asesinato y no tuvo tiempo de deshacerse del cuerpo. Pero confesó haber asesinado a once niños más, entre los cuales estaba Bonnie Duncan. Dio detalles que dejaron bien en claro que él era el asesino, pero no dijo qué había hecho con los cuerpos.

– ¿Por qué?

– No tengo idea. El hijo de puta estaba más loco que una cabra. ¿Habrá sido un último acto de malicia? El bastardo ni siquiera apeló la sentencia de muerte. Eve Duncan estaba fuera de sí. No quería que lo ejecutaran hasta que no dijera dónde estaba su hija. Tenía miedo de no encontrarla nunca.

– ¿Y la encontró?

– No.

Novak tomó el control remoto y congeló una escena.

– Ese es Joe Quinn. Hijo de padres ricos, estudió en Harvard. Todos creían que sería abogado, pero entró a trabajar para el FBI. Investigó el caso de Bonnie Duncan con el Departamento de Policía de Atlanta, y ahora es detective en esa fuerza. Él y Eve Duncan se han hecho amigos.

Quinn parecía tener unos veintiséis años en el vídeo. Cara cuadrada, boca ancha e inteligentes ojos oscuros bien separados.

– ¿Nada más que amigos?

Novak asintió.

– No tenemos información sobre si hubo una relación entre ellos. Eve Duncan fue testigo en el casamiento de él hace tres años. En los últimos ocho años, ella ha tenido un par de relaciones estables, pero nada serio. Es adicta al trabajo y eso no ayuda a formar relaciones personales enriquecedoras -acotó mirando a Logan con intención-. ¿No te parece?

Logan pasó por alto el comentario y echó un vistazo al informe que tenía sobre el escritorio.

– ¿La madre es adicta?

– Ya no. Hace años que no toca nada de droga.

– ¿Y qué me dices de Eve Duncan?

– Nunca se drogó, lo que resulta asombroso. Casi todo el barrio aspiraba o se daba con algo, hasta la propia madre. Su madre fue hija ilegítima y tuvo a Eve a los quince años. Vivían gracias a la asistencia social, en una de las peores partes de la ciudad. Eve tuvo a Bonnie a los dieciséis años.

– ¿Quién era el padre?

– No lo anotó en el certificado de nacimiento. Es evidente que él no quiso reconocer a la niña. -Oprimió el botón para volver a poner en movimiento la cinta. -Ahora viene una imagen de la niña. La CNN hizo mucha alharaca con la historia.

Bonnie Duncan. La chiquilla tenía puesta una remera de Bugs Bunny, jeans y zapatillas de tenis. Su pelo rojizo era una mata de rizos y tenía pecas en la nariz. Sonreía a la cámara y su rostro estaba iluminado de alegría y picardía.

Logan se sintió asqueado. ¿Qué clase de mundo era éste en el que un monstruo podía matar a una criatura como ésa?

– Adelanta la cinta.

Novak oprimió el botón y la escena volvió a la prisión.

– ¿Qué edad tenía Eve Duncan cuando asesinaron a la pequeña?

– Veintitrés. Y su hijita, siete. A Fraser lo ejecutaron dos años más tarde.

– ¿Y la mujer se volvió loca y se obsesionó con los esqueletos?

– ¡Caray, no! -exclamó Novak con aspereza-. ¿Por qué eres tan duro con ella?

Logan se volvió a mirarlo.

– ¿Y tú por qué la defiendes tanto?

– Porque no es… Porque tiene agallas, carajo.

– ¿La admiras?

– De la cabeza a los pies -admitió Novak-. Podría haber entregado la criatura en adopción o haberse hecho un aborto. Pero no, tuvo a su hija. Podría haber vivido de la asistencia social, igual que su madre y repetido la historia. Pero no, puso a la niña en una guardería de beneficencia mientras trabajaba y tomaba cursos por correspondencia durante la noche. Casi había terminado su educación superior cuando Bonnie desapareció. -Miró a Eve Duncan en la pantalla. -Eso debería haberla matado o enviado de vuelta al pozo. Pero no. Retomó los estudios y se abrió camino en la vida. Tiene un título en Bellas Artes de la Universidad del Estado de Georgia y está matriculada como especialista en progresión cronológica por computación en el Centro Nacional de Niños Desaparecidos y Maltratados de Arlington, en el estado de Virginia. También se matriculó en reconstrucción facial en arcilla después de haberse capacitado con dos de los artistas de reconstrucción más prestigiosos del país.

– Una mujer fuerte -murmuró Logan.

– E inteligente. Hace esculturas forenses y progresión cronológica además de superposición por vídeo y por computadora. No hay muchos en su profesión que sean expertos en tantas áreas. Habrás visto en esa nota de 60 minutos cómo reconstruyó la cara de ese chico que encontraron en los pantanos de Florida.

Logan asintió.

– Fue increíble. -Su mirada volvió a posarse en el vídeo. Eve Duncan, alta y delgada, estaba enfundada en jeans y un impermeable. Se la veía increíblemente frágil. El pelo largo hasta los hombros de color castaño rojizo estaba empapado y enmarcaba un rostro pálido y ovalado en el cual se podía ver sufrimiento y desesperación. Los ojos oscuros detrás de los lentes con marco de metal reflejaban la misma soledad y angustia. Logan apartó la mirada de la pantalla.

– ¿No hay otra persona tan buena como ella?

Novak sacudió la cabeza.

– Me pediste la mejor. Y la mejor es ella. Pero puede que no te sea fácil conseguirla. Está muy ocupada y prefiere trabajar en casos de niños perdidos. Supongo que lo tuyo no tiene nada que ver con un niño.

Logan no respondió.

– Por lo general, el dinero es muy persuasivo.

– Pero tal vez no signifique demasiado para ella. Podría estar ganando mucho más si aceptara un puesto en una universidad en lugar de trabajar en forma independiente. Vive en una casa alquilada en Morningside, una zona cercana al centro de Atlanta y tiene un laboratorio en un garaje reformado, detrás de la casa.

– Quizá ninguna universidad le hizo una oferta que no pudiera rechazar.

– Es posible. No están en tu nivel. -Novak arqueó las cejas. -¿No quieres contarme para qué la necesitas, no es cierto?

– No. -Novak era reconocido por su integridad y además, sin duda, era una persona de confianza, pero no había forma de que Logan pudiera arriesgarse a confiar en él. -¿Estás seguro de que es la única?

– Es la mejor. Ya te dije que… ¿Pero, qué es lo que te preocupa?

– Nada. -No era cierto. Todo este maldito asunto de tener que elegir a Eve Duncan lo preocupaba. Ella ya era una víctima, no había por qué hacerla correr peligro otra vez.

¿Por qué vacilaba? Tenía que terminar con este asunto, sin importar quién pudiera salir lastimado. La decisión estaba tomada.

Diablos, la mujer había decidido por él al convertirse en la mejor en su profesión. Y él solamente podía conformarse con la mejor.

Aunque eso la llevara a la muerte.

Ken Novak arrojó el maletín sobre el asiento del pasajero de su coche convertible y encendió el motor. Esperó a salir de los portones de la propiedad antes de tomar el teléfono celular y llamar al número privado del Departamento del Tesoro.

Mientras aguardaba que lo comunicaran con Timwick, su mirada se posó en el Pacífico. Algún día tendría una casa como la de Logan en el Camino de las Diecisiete Millas. Su casa de Carmel era elegante y moderna, pero en nada parecida a estas mansiones. Los dueños eran la élite, los reyes de los negocios y las finanzas, los peces gordos. Y ese futuro no estaba muy lejos de sus manos. Logan había empezado con una pequeña empresa y, a fuerza de trabajar duro y seguir avanzando contra viento y marea, la había convertido en un gigante. Ahora lo tenía todo. Hacía tres años que Novak trabajaba para Logan y lo admiraba muchísimo. En ocasiones, hasta le caía bien. Logan podía ser encantador cuando quería…

– ¿Novak? -Timwick estaba en la línea.

– Acabo de volver de la casa de Logan. Creo que se decidió por Eve Duncan.

– ¿Crees? ¿No estás seguro?

– Le pregunté si quería que me pusiera en contacto con ella y me dijo que él se encargaría de todo. A menos que cambie de idea, el tema está cerrado.

– ¿Pero no te quiso decir para qué la necesita?

– No, no hubo forma de que dijera algo.

– ¿Ni aunque se trate de un asunto personal?

Novak sintió el aguijoneo de la curiosidad.

– Tiene que ser personal, ¿no crees?

– No sabemos. Según tus informes, entre los temas que él quería que se investigasen hay de todo un poco. Algunos pueden ser señuelos para despistarte.

– Puede ser. Pero a ti te parecieron suficientemente importantes como para pagarme una enorme suma a fin de que averiguara más.

– Y todavía se te pagará con más generosidad si nos das algo que podamos usar contra él. Ha recaudado demasiado dinero para el Partido Republicano en los últimos seis meses y solamente faltan cinco meses para las elecciones.

– Al menos tienes un presidente demócrata. Los índices de popularidad de Ben Chadbourne volvieron a subir este mes. ¿Crees que Logan quiere asegurarse de que los republicanos vuelvan a estar al mando del Congreso? Es posible que lo logren, de todos modos.

– O no. La próxima vez podríamos tener todo para nosotros. Necesitamos frenar en seco a Logan.

– Por eso lo quieres atrapar en algo relacionado con impuestos, echándole encima el IRS. Esa es siempre una buena forma de desacreditar a alguien.

– Pero está limpio.

Novak lo había sospechado desde un principio. Logan era demasiado listo como para dejarse atrapar con tanta facilidad. -¿Entonces vas a tener que confiar en mí, no? -No necesariamente. Tenemos otras fuentes. -Pero ninguna tan cercana a él como yo. -Te dije que se te pagaría bien.

– Estuve pensando en el dinero. Creo que prefiero cambiarlo por favores. He estado considerando la posibilidad de presentarme para vicegobernador.

– Sabes que nosotros estamos a favor de Danford.

– Pero él no los está ayudando tanto como yo.

Hubo un silencio.

– Consígueme la información que necesito y lo pensaré.

– Haré todo lo posible. -Novak cortó la comunicación. Presionar a Timwick había sido más fácil de lo que había creído. Tenía que estar realmente preocupado por la inminente elección presidencial. Demócratas o republicanos, todos estos políticos eran iguales. Una vez que le tomaban el gusto al poder se volvían adictos, y un hombre inteligente podía usar esa adicción para trepar por la escalera hasta llegar a una mansión en el Camino de las Diecisiete Millas.

Tomó la curva de la ruta y el palacete de estilo español de Logan volvió a quedar a la vista, sobre la colina. Logan no era político, era un ejemplar extraño, un verdadero patriota. Era republicano, pero Novak lo había oído elogiar al presidente demócrata por la negociación con Jordania hacía tres años.

Pero el comportamiento de los patriotas a menudo era imposible de predecir y en ocasiones, hasta peligroso.

Timwick quería atraparlo y si Novak se movía con precisión, podría cambiar esa necesidad por la mansión del gobernador. No tenía dudas de que cualquiera que fuera la tarea que Logan quería encomendarle a Eve Duncan, tenía que tratarse de algo personal. Lo había visto demasiado nervioso y reservado. Los secretos relacionados con restos óseos por lo general eran una señal bastante clara de culpabilidad. ¿Asesinato? Tal vez. Había llevado una vida bastante agitada en los primeros tiempos, cuando estaba tratando de construir su imperio. Al parecer, alguien de ese pasado movido le había causado demasiadas molestias.

Novak no había mentido en cuanto a la admiración que sentía por Eve Duncan. Siempre le habían gustado las mujeres duras, que se hacían cargo de las cosas. Esperaba no tener que terminar cercándola como a Logan. Diablos, tal vez al cercar a Logan le estuviera haciendo un favor a la mujer. Logan tenía pensado apuntar los cañones de su implacable intensidad sobre ella, y podría ser demasiado para la chica.

Rió por lo bajo al darse cuenta de cómo había racionalizado la traición hasta convertirla en galantería. Diablos, qué pedazo de abogado que era.

Pero los abogados servían a la realeza que vivía sobre esta ruta, ellos mismos no eran reyes. Tenía que ascender y dejar el puesto de asesor real.

Iba a ser lindo ser rey.