173937.fb2 La Cara del Enga?o - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 6

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CAPITULO 04

– Mucha sangre -comentó Logan sin perder la compostura-. Pero el personal de limpieza se encargará de dejar todo impecable. -Hizo un ademán hacia la pila de artículos en el suelo, junto a la biblioteca destrozada. -¿Por qué no te fijas si hay algo de allí que pueda salvarse? Veo un par de fotografías.

Eve asintió y se arrodilló junto a la biblioteca. Tuvo que admitir, sorprendida, que estar allí con Logan lo hacía más fácil. Su serenidad iluminaba la oscuridad. Cuánta sangre: había que limpiarla. Cuánta destrucción: fíjate qué se puede rescatar.

Y las fotografías de Bonnie y de su madre se podían rescatar, notó con alivio. Solamente tenían rota una punta.

– Están bien.

– Me alegro. Entonces quienquiera que hizo esto no es tan inteligente como pensé. No se dio cuenta de cómo podía lastimarte rompiendo esa foto. -Estaba junto al escritorio. -Revisaré los cajones para ver si hay…

– ¡Espere! Hay una… -Demasiado tarde. Logan había abierto el cajón donde estaba la rata muerta.

La rata había desaparecido. La policía se la debía de haber llevado, pero el cajón seguía lleno de sangre.

Logan hizo una mueca.

– Me alegro de haber abierto esto antes que los que vendrán a limpiar. Podríamos haber tenido problemas para que se quedaran. -Sacó el cajón y lo llevó a la puerta. -Voy a tirar la sangre afuera.

Ni siquiera parecía haberse sorprendido.

– Se toma todo esto como algo normal.

– Hazme acordar que te cuente lo que pasó en mi oficina después de la primera vez que adquirí una empresa. Por lo menos, aquí nadie defecó. Sigue buscando lo que se pueda salvar. Volveré enseguida.

No había mucho que revisar. Los libros tenían las hojas arrancadas, el reloj de arena que le había regalado su madre estaba roto, la base del pedestal estaba partida en dos y…

El pedestal. Mandy.

¿Por qué habían llevado a Mandy hasta el otro extremo de la habitación antes de hacerla pedazos? Eso ya le había llamado la atención antes, pero había estado demasiado aturdida como para entender. Todo los demás actos de vandalismo parecían fríamente calculados. ¿Qué sentido tenía que el cráneo…?

Se puso de pie y dio la vuelta al escritorio. El único objeto que había sido destrozado allí era la computadora. Se quedó mirando la computadora y de pronto, hizo la conexión.

– ¡Ay, Dios!

– Me parecía que ibas a entender el mensaje una vez que lo pensaras -Logan estaba en la puerta, observándola.

– Usted lo sabía.

El asintió.

– Cuando me dijiste dónde habían encontrado el cráneo, me di cuenta. Lo quisieron dejar bien en claro ¿no te parece? La computadora Logan. El cráneo. Una advertencia.

– ¿Quién pudo haber sido?

– No lo sé. Es evidente que hay alguien que no quiere que utilice tus servicios.

La mirada de Eve recorrió la habitación.

– ¿Entonces todo esto fue por eso?

– Así es.

Eve lo miró.

– ¿Y usted no pensaba decirme nada?

– Si no te dabas cuenta sola, no -respondió él sin rodeos-. Temía que te pusieras en contra de mí. Todo esto fue para asustarte, y lograron lo que querían.

Sí, vaya si la habían asustado. La habían asustado, asqueado y entristecido. Además de la destrucción de su propiedad, habían matado a Tom-Tom y le habían robado a Mandy su identidad para siempre.

Y todo para obligarla a no tomar un determinado camino. Recordó la expresión de la señora Dobbins esa mañana y sintió que ardía de furia.

– Maldito cretino -dijo con voz temblorosa por la ira-. Que se pudra en el infierno.

– Voto a favor. -Logan la miró a los ojos. -Espero que signifique algo el hecho de que lo estés maldiciendo a él y no a mí.

– Cretino desgraciado. -Eve salió del laboratorio. No recordaba haberse sentido tan furiosa con excepción del día en que atraparon a Fraser. Sentía deseos de matar a alguien. -¡Qué le importa a él! No se puede ser así. ¿Cómo pudo…? -Sabía cómo podía haberlo hecho. Seguramente era un loco de atar como Fraser. Cruel, frío y despiadado. -Quiero que pague por lo que hizo.

– Entonces averiguaré quién lo hizo -declaró Logan.

Eve giró hacia él.

– ¿Cómo puede hacerlo? ¿Acaso mintió cuando dijo que no sabía quién fue?

– No, no sé quién fue, pero sé quién fue el que, probablemente, lo contrató.

– ¿Quién?

Logan negó con la cabeza.

– No te lo puedo decir, pero averiguaré quién hizo esto. -Hizo una pausa. -Si vienes conmigo.

– Dígame quién lo contrató.

– Lo averiguarás tú misma si vienes a hacer el trabajo. ¿Por qué no vienes? Llevará tiempo armar un laboratorio nuevo. Te quedarías perdiendo el tiempo aquí. Te aumento la oferta para la Fundación Adam en doscientos mil dólares y además te agrego al mal nacido que te hizo esto.

Una idea cruzó por la mente de Eve.

– Tal vez fue usted el que hizo esto para convencerme de que acepte el trabajo.

– Demasiado riesgoso. Podrías haberte negado a dirigirme la palabra otra vez. Además, no mato animales indefensos.

– Pero está más que dispuesto a sacar provecho de lo que sucedió.

– Claro que sí. ¿Trato hecho?

Eve paseó la mirada por la habitación ensangrentada y sintió otra llamarada de ira en su interior.

– Lo pensaré.

– ¿Y si aumento la…?

– Déjese de presionar. Dije que lo pensaría.

Levantó del piso una caja en la que había habido papel para la impresora y la empezó a llenar con los fragmentos del cráneo de Mandy. Notó que todavía le temblaban las manos por la furia que sentía. Tenía que mantener la calma.

– Váyase. Lo llamaré cuando haya tomado una decisión.

– Necesito darme prisa con…

– Lo llamaré.

Sentía la mirada de Logan sobre ella. Esperó a que tratara de seguir convenciéndola.

– Estoy en el Ritz-Carlton Buckhead. -Hizo una pausa. -No debería decirte esto, pues no favorece mi posición para negociar. Pero estoy desesperado, Eve. Necesito tu ayuda en esto. No hay nada que no esté dispuesto a hacer para conseguirla. Llámame y dime cuál es tu precio. Lo pagaré.

Cuando Eve levantó la vista, él ya no estaba.

¿Qué podía llevar a un hombre como Logan a ese estado de desesperación? Hasta ese último instante había disimulado su ansiedad más que bien. Tal vez la aparente vulnerabilidad fuera una treta.

Pues bien, pensaría en eso más tarde. Ahora tenía que volver a la casa para que su madre no viniera a buscarla aquí. Recogió las fotografías y la caja donde había puesto los trozos del cráneo de Mandy y se dirigió a la puerta. Podría tratar de volver a armar el cráneo. Aun si no lograba una estructura absolutamente precisa, podría alcanzar para que la computadora obtuviera una imagen…

Otra oleada de furia e impotencia la sacudió. No iba a poder hacerlo. Joe le había dicho que no tenían idea de quién podía ser Mandy, de manera que ¿cómo iba a obtener una fotografía? Su única esperanza había sido la de construir un rostro y utilizarlo para encontrar a alguien que pudiera identificar a la niña… Y esa esperanza había sido destrozada por el canalla que había despedazado el cráneo adrede, a modo de advertencia.

– ¿Eve? -Su madre venía bajando por el sendero. -Llamó la compañía de seguros. Ahora mismo enviarán a un inspector.

– ¿De veras? -Era evidente que la Margaret de Logan se había movido con eficiencia. -¿Cómo está la señora Dobbins?

– Mejor. ¿Te parece que deberíamos conseguirle un gatito?

– No, ahora no, tal vez dentro de unos meses. Dejemos que se reponga de su dolor.

Sandra posó su mirada en el laboratorio.

– Cuánto lo siento, Eve. Todos tus archivos y tus equipos.

– Me los repondrán.

– Este es un barrio tan lindo y tranquilo. Nunca sucede esta clase de cosas. Me da un poco de miedo. -Frunció el entrecejo. -¿Crees que deberíamos poner algún sistema de seguridad?

– Ya hablaremos de eso. -Abrió la puerta de la cocina. -Hay café. ¿Quieres una taza?

– No, ya tomé una con la señora Dobbins. -Hizo una pausa. -Llamé a Ron. Me propuso que saliéramos a almorzar para distraerme. Le dije que no, por supuesto.

Pero era tan evidente que quería ir, pensó Eve. ¿Y por qué no habría de hacerlo? Había tenido una mañana endiablada y necesitaba consuelo.

– No hay motivo para que no vayas. Aquí no hay nada que hacer.

– ¿Estás segura?

– Sí. Ve a llamar a Ron.

Sandra vaciló.

– Sugirió que vinieras tú también. Dijiste que querías conocerlo.

– Ahora no. Va a venir la gente de la compañía de seguros.

– Volveré enseguida.

Eve dejó la caja sobre la mesada de la cocina.

– Quédate todo lo que quieras.

Sandra sacudió la cabeza con decisión.

– Dos horas y nada más.

Esperó a que la puerta se cerrara detrás de su madre antes de dejar que su sonrisa se esfumara. Era egoísta y tonto de su parte sentirse tan abandonada. Sandra había hecho todo lo posible para ayudar. Simplemente no se daba cuenta de lo sola que se sentía Eve.

Deja de quejarte. Estás sola, es algo que ya sabes. Y en ocasiones, Sandra era más una responsabilidad que una compañera, pero no tenía problemas con eso. No iba a empezar a sentir lástima de sí misma solamente porque un delincuente había tratado de asustarla.

Fraser.

¿Por qué le venía a la mente todo el tiempo?

Porque se sentía indefensa y aterrada como en los días después que él había invadido su vida. Había matado a su hija y ella se había visto obligada a suplicar a las autoridades que no lo ejecutaran. Hasta había ido a verlo a la cárcel y le había rogado que le dijera dónde estaba Bonnie.

Y él, esbozando esa sonrisa encantadora con la que había llevado a doce niños a la muerte, había sacudido la cabeza y se había negado a responderle. El mal nacido hasta se había negado a apelar para que los libros se cerraran y nunca se encontraran los niños. Eve sintió deseos de despedazarlo con sus propias manos, pero terminó atrapada por las palabras que él se negaba a decir.

Pero ahora no estaba indefensa, tampoco tenía por qué ser una víctima. Podía actuar y eso le provocaba una intensa satisfacción. Logan podría averiguarle quién le había destrozado el laboratorio.

Si ella pagaba su precio.

¿Y estaba dispuesta a pagarlo? Antes no había estado segura. Quería pensar fría y racionalmente en la propuesta antes de darle una respuesta.

Logan, sin duda, apostaba al hecho de que no pudiera pensar en forma fría ni racional en este momento. Se aprovecharía de todas sus debilidades.

Entonces no dejes que vea debilidades en ti. Toma lo que necesites y evita las trampas. Lograrlo no era imposible. Era tan inteligente como Logan y como lo había dejado en claro, sabía cuidarse sola.

No era una víctima.

– Lo haré -anunció Eve cuando atendió el teléfono-. Pero las condiciones las pongo yo. La mitad de mis honorarios por adelantado y toda la suma de la Fundación Adam depositada en la cuenta de ellos antes de que salga de esta casa.

– Perfecto. Haré la transferencia electrónica hoy mismo.

– Quiero pruebas de que la ha hecho. Llamaré a la fundación dentro de cuatro horas y me aseguraré de que hayan recibido el depósito.

– Me parece bien.

– Y quiero que vigilen la casa y a mi madre mientras no estoy.

– Ya te dije que ibas a contar con agentes de seguridad.

– También me prometió que iba a averiguar quién destruyó mi laboratorio.

– Ya tengo a alguien trabajando en eso.

– Y si descubro que lo que estoy haciendo me convierte en cómplice de cualquier delito, no sigo.

– De acuerdo.

– Se muestra muy dócil.

– Te dije que pusieras tu precio. -¡Había aceptado! Qué diablos, si hasta le hubiera prometido la luna. -Prepara una maleta. Te pasaré a buscar a la noche.

– Siempre y cuando reciba la confirmación de la Fundación Adam.

– Por supuesto.

– Y tengo que decirle a mi madre adónde vamos.

– Dile que irás de un lado a otro y que la llamarás noche por medio.

– ¿Y es cierto? ¿Iré de un lado a otro?

– Es probable. Estaré allí para las diez de la noche.

Logan cortó. ¡Fantástico! La había conseguido. Después de conocer a Eve y evaluar su resistencia, había creído que le llevaría mucho más tiempo. Todavía podría haber estado discutiendo con ella si el hecho de que le hubieran destrozado el laboratorio no la hubiera puesto tan furiosa. Quizá tuviera que agradecer a ese canalla de Timwick. Autorizar esa estupidez había sido una muy mala jugada de su parte. Utilizaron suficiente violencia para hacer enojar a Eve, pero no como para asustarla del todo.

Y el incidente le había hecho saber a Logan que Timwick sospechaba algo y posiblemente poseía información sobre sus acciones. Qué interesante.

Timwick era inteligente y no era habitual que cometiera errores. Cuando se enterara de que Eve no se había asustado lo suficiente como para rechazar la oferta de Logan, corregiría el error y subiría la apuesta.

Y la próxima vez Timwick se aseguraría de que no fuera un gato el que muriera.

A una cuadra de la casa de Eve, Fiske sonrió mientras se quitaba el auricular electrónico de la oreja y lo dejaba sobre el asiento junto a él. Era fanático de todo tipo de dispositivos y estaba sumamente satisfecho con la potencia de este amplificador x436. El concepto de escuchar a través de las paredes era fascinante. En realidad, en este caso, no era a través de paredes sino de hojas de vidrio, pero la sensación de poder y control era la misma.

El hecho de que Eve Duncan hubiera pedido su cabeza como parte del precio para ir con Logan lo hacía sentirse halagado. Era prueba de lo bien que había hecho su trabajo. El gato muerto había sido un toque maestro. Matar mascotas era una forma de pegar donde más dolía. Lo aprendió al matar al perrito de su maestra de quinto grado. La muy bruja había ido a la escuela con los ojos hinchados durante una semana.

Él había cumplido su misión y no era su culpa si a Timwick el tiro le había salido por la culata. Fiske le había advertido que tenían que hacer algo más drástico, pero Timwick había alegado que era prematuro y que tal vez no fuera necesario.

Qué cobarde.

– La luz del porche está quemada -dijo Logan cuando Eve abrió la puerta-. ¿Tienes una lámpara? La cambiaré.

– Creo que hay una en el armario de la cocina. -Eve se volvió y avanzó por el corredor. -Qué extraño, la cambié la semana pasada.

La luz estaba encendida cuando volvió instantes más tarde con la lámpara nueva.

– ¿La encendió?

– Estaba floja, nada más. ¿Tu madre está en casa?

– Sí, está en la cocina. -Eve frunció la nariz. -Tomó muy bien noticia de mi partida. Ya está planeando cómo va a pintar el laboratorio.

– ¿Me permites presentarme?

– Por supuesto. Iré a…

– ¿Señor Logan? -Sandra venía hacia ellos. -Soy Sandra Duncan. Me alegra mucho que se lleve a Eve en este momento tan duro. Necesita unas vacaciones.

– Lamentablemente, no serán vacaciones, pero será un cambio, eso sí. Trataré de no hacerla trabajar demasiado. Eve tiene suerte de tener a alguien como usted que la cuide.

Eve pudo ver cómo su madre se derretía bajo la potencia del encanto de Logan.

– Nos cuidamos mutuamente -declaró Sandra.

– Eve dijo que usted va a pintar el laboratorio. Lo que sucedió fue terrible.

Sandra asintió.

– Pero el equipo de limpieza dejó todo casi impecable. Cuando Eve vuelva ni se dará cuenta de lo que sucedió allí.

– La verdad es que me siento mal por llevármela antes de que hayan atrapado al que lo hizo. ¿Eve le comentó que hice arreglos relativos a seguridad?

– Sí, pero Joe se encargará…

– Me sentiré mejor poniendo mi granito de arena. Si no le molesta, haré que alguien llame todas las noches y verifique que todo esté en orden.

– No me molesta, pero no es necesario. -Sandra abrazó a Eve. -No te mates trabajando. Descansa un poco.

– ¿Estarás bien sin mí?

– Claro que sí. Va a ser un placer no tenerte encima. Ahora tal vez pueda invitar a Ron a cenar sin que lo sometas a un interrogatorio.

– Nunca hubiera… -Eve sonrió. -Bueno, sí, tal vez le hubiera hecho algunas preguntas.

– ¿Viste?

Eve tomó su maletín.

– Cuídate. Llamaré todo lo que pueda.

– Fue un gusto conocerla, señora Duncan. -Logan le estrechó la mano, luego levantó la maleta de Eve. -Cuidaré a Eve y la traeré de regreso lo antes posible.

Otra vez ese carisma fluyendo en torrentes hacia Sandra.

– Claro que sí. Adiós, señor Logan.

El sonrió.

– John.

Sandra le devolvió la sonrisa.

– De acuerdo, John.

Se quedó en la puerta, mirándolos alejarse por el sendero. Saludó por última vez con la mano y cerró la puerta.

– ¿Cuál fue el objeto de toda esa exhibición? -preguntó Eve.

– ¿Exhibición?

– Le lanzó tanta miel a mi madre que la dejó paralizada.

– Solamente estaba siendo cortés.

– Cortés no, encantador.

– Bueno, he descubierto que eso hace girar más de una rueda. ¿Tienes alguna objeción?

– Son todas mentiras. Es algo que odio.

– ¿Por qué…? -Logan hizo una pausa. -Ah… Fraser. Me dijeron que era del estilo de Ted Bundy. Diablos, Eve, no soy ningún Fraser.

Ella ya lo sabía. Nadie era como Fraser, con excepción del mismísimo Lucifer.

– Es que me resulta… Me recuerda… Me fastidia terriblemente.

– Pues, como vamos a estar trabajando juntos eso no nos conviene en absoluto. Prometo que seré lo más rudo y descortés que pueda.

– Mejor.

– No vayas a creer. Tengo fama de haber sido bastante desagradable en ocasiones. -Puso el automóvil en marcha. -Pregúntale a Margaret.

– Por como la describe, no creo que ella tolere esa clase de cosas.

– Es cierto. A veces es mucho peor que yo. Pero hago lo posible.

– ¿Adónde vamos?

– ¿Adónde le dijiste a tu madre que íbamos?

– No le dije nada, solamente que sus oficinas están en la Costa Oeste, así que supongo que cree que es allí donde vamos. Joe Quinn y ella tienen mi número del digital por cualquier cosa. ¿Adónde vamos? -repitió.

– ¿Ahora? Al aeropuerto. Iremos en el avión a mi casa de Virginia.

– Necesitaré equipos. Ese canalla destruyó casi todas mis cosas. Me dejó apenas algunos instrumentos.

– No hay problema. Ya tengo un laboratorio equipado para ti.

– ¿Cómo?

– Sabía que necesitarías un lugar donde trabajar.

– ¿Y si le hubiera dicho que no?

– Hubiera buscado el segundo mejor candidato. -Sonrió y luego agregó en un gruñido melodramático. -O te hubiera raptado y encerrado en el laboratorio hasta lograr que me obedecieras.

Bromeaba… ¿O no? Se dijo Eve de pronto.

– Perdóname. ¿Te pareció excesivo? Estaba poniendo a prueba tu sentido del humor. Aprovecho para decirte que lo encuentro muy deficiente. ¿Te parece que estoy siendo lo suficientemente grosero?

– Tengo sentido del humor.

– Pues todavía no lo he visto. -Bajó por la rampa de salida y tomó la autopista. -Pero no te preocupes, no es un requisito para el trabajo.

– No me preocupa. No me importa lo que piense de mí. Sólo quiero terminar con este trabajo. Y estoy harta de andar a ciegas con esto. ¿Cuándo vamos a…?

– Hablaremos cuando lleguemos a Virginia.

– Quiero hablar ahora.

– Más tarde. -Miró por el espejo retrovisor. -Este coche es alquilado y no es seguro.

Al principio, Eve no comprendió qué quiso decir.

– ¿Se refiere a que puede tener micrófonos?

– No lo sé. Y no quiero arriesgarme.

Ella no dijo nada durante unos instantes.

– ¿Sus automóviles, por lo general…, son seguros?

– Sí, puesto que a veces hago negocios mientras voy de un lado a otro. Las filtraciones pueden costar mucho dinero.

– Imagino que sí. Sobre todo cuando se juega con algo como un esqueleto enterrado.

– No estoy jugando. -Volvió a mirar por el espejito retrovisor. -Créeme, Eve.

Era la segunda vez que miraba en el espejito y el tránsito era liviano. Eve echó un vistazo por encima del hombro.

– ¿Nos están siguiendo?

– Es posible. Que yo sepa, no.

– ¿Si nos estuvieran siguiendo, me lo diría?

– Depende. Si pensara que te asustaría como para dejar el trabajo, no. -La miró. -¿Qué me dices?

– No, no me asustaría. Le di mis condiciones y cumplo con lo que digo. Lo único que me haría dejar ahora sería creer que me está mintiendo. No voy a aceptar eso, Logan.

– De acuerdo.

– Hablo en serio. Usted se codea con todos esos políticos que dicen una cosa y un minuto después se contradicen. Yo no soy así.

– Vaya, qué dechado de virtudes.

– Piense lo que quiera. Le estoy hablando con toda franqueza. No quiero que se confunda conmigo.

– De acuerdo. Te aseguro que nadie te tomaría por un político ni por un diplomático -comentó con un dejo de ironía.

– Lo tomo como un cumplido.

– Y yo lo tomo como que no te gustan los políticos.

– ¿Acaso le gustan a alguien? Hoy en día pareciera que lo único que podemos hacer es elegir al menos malo.

– Hay políticos que quieren hacer un buen trabajo, sabes.

– ¿Está tratando de convertirme? Olvídelo. No me gustan los republicanos ni los demócratas.

– ¿A quién votaste en las últimas elecciones?

– A Chadbourne. Pero no porque fuera demócrata. Me convenció de que sería un buen presidente.

– ¿Y crees que lo ha sido?

Eve se encogió de hombros.

– Logró promulgar la ley de ayuda a niños dependientes aunque el Congreso se opuso.

– Cuando el Congreso se opone, es como un atascamiento de troncos. A veces hay que arrojar algo explosivo para romperlo.

– Esas recaudaciones de fondos que usted ha estado haciendo no son precisamente explosivos.

– Depende del punto de vista de cada uno. Hago lo que puedo. Siempre fui de la opinión de que uno tiene que tomar una postura. Si quieres cambiar las cosas, tienes que trabajar con el sistema.

– Yo no tengo que trabajar con el sistema. No tengo que tener nada que ver con el sistema hasta el día de las elecciones.

– No, tú te entierras en tu laboratorio con tus huesos.

– ¿Y por qué no? -Eve lo miró de soslayo. -Son mejor compañía que la mayoría de los políticos.

Para gran sorpresa de ella, Logan no mordió el anzuelo.

– ¡Santo Cielo, parece que es posible que tengas sentido del humor! -Rió por lo bajo. -Supongamos que nos ponemos de acuerdo para no estar de acuerdo. Mi papá me enseñó que nunca hay que discutir de religión o política con una mujer.

– Qué machista.

– Era un gran tipo, pero vivió en un mundo diferente. No hubiera sabido qué hacer con mujeres como tú o Margaret.

– ¿Vive todavía?

– No, murió cuando yo estaba en la universidad.

– ¿Voy a conocer a Margaret, o no?

Él asintió.

– La llamé esta tarde y le pedí que estuviera en casa cuando llegáramos.

– ¿No le parece un poco desconsiderado de su parte? ¿La hizo volar desde California? -La necesitaba.

Las dos palabras lo decían todo, pensó Eve. Podía fingir que la tal Margaret lo vapuleaba, pero era evidente que esperaba que estuviera todo el tiempo a su disposición.

– Se lo pedí de muy buena manera. Nada de látigo.

– A veces no es necesario mostrar el látigo para obtener el efecto.

– Bueno, prometo que no te voy a someter a coerción visible ni invisible.

Ella enfrentó su mirada con serenidad.

– No, no lo haga. Ni si quiera lo intente, Logan.

– Ellos están abordando ahora -anunció Fiske-. ¿Qué quiere que haga? ¿Averiguo el plan de vuelo y lo sigo?

– No, la secretaria le contó a su padre que iba a la casa de Virginia. Y allí hay más seguridad que en el fuerte Knox. Tenemos un equipo de vigilancia afuera de los portones, pero una vez que entre no vamos a poder tocarlo.

– Entonces yo tendría que entrar en acción antes de que llegue.

– Ya te dije que es demasiado visible. No queremos hacerle nada a menos que sea absolutamente necesario.

– Entonces volveré a la casa. La madre está…

– No, no va a ir a ninguna parte. Podrás recoger ese hilo más adelante si decidimos que necesitamos una distracción. Tenemos algo más urgente para que hagas. Regresa aquí.