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No había nadie en la biblioteca cuando Eve entró unos minutos más tarde. Cerró la puerta con violencia, encendió la luz y avanzó hacia el escritorio. Abrió el cajón de la derecha. Papeles y agendas telefónicas. Lo cerró con fuerza y abrió el de la izquierda.
Libros. Los sacó y los colocó sobre el escritorio.
Arriba de todos estaba el Informe de la Comisión Warren. Debajo, el libro de Crenshaw sobre la autopsia de Kennedy y luego un libro gastado titulado La Conspiración contra Kennedy: Preguntas y Respuestas.
– ¿Te puedo ayudar en algo? -Logan estaba en la puerta.
– ¿Está loco, Logan? -Eve lo fulminó con la mirada. -¿Kennedy? Tiene que haber perdido la cabeza.
Logan atravesó la habitación y se sentó frente al escritorio.
– Se te ve un poco alterada.
– ¿Por qué tendría que alterarme? Solamente porque me trajo aquí para la búsqueda más alocada concebida por el hombre. ¿Kennedy? -repitió-. ¿Qué clase de demente es usted?
– ¿Por qué no te sientas y respiras hondo? -Sonrió. -Me asustas cuando te veo así de pie con aire amenazador.
– Déjese de pavadas. Esto no es gracioso, Logan.
La sonrisa de él desapareció.
– No, no es gracioso. Esperaba que no tuviera que llegar a esto. Traté de ser cuidadoso. Supongo que no decidiste revisar mi oficina por pura curiosidad. ¿Fue Joe Quinn?
– Sí.
– Tenía entendido que era muy astuto. -Sacudió la cabeza.
– Pero fuiste tú la que me echó encima el sabueso. ¿Por qué no dejaste las cosas como estaban?
– ¿Pretendía que siguiera dando vueltas a ciegas?
El se mantuvo en silencio un instante.
– No, creo que no. Pero tenía esperanzas de que lo hicieras. Quería que entraras en esto sin prejuicios.
– Por más sospechas que tuviera, no trabajaría sobre la base de prejuicios. No se puede hacer de esa forma con esta clase de trabajo. Pero no puedo creer que quiera que lo ayude a desenterrar a Kennedy.
– No se requiere ningún trabajo manual de tu parte. Sólo quiero que verifiques…
– Sí, y que me maten de un tiro mientras verifico. ¡Por el amor de Dios, Kennedy está enterrado en el cementerio de Arlington!
– ¿Eso crees?
Eve quedó paralizada.
– ¿Qué diablos está diciendo?
– Siéntate.
– No me quiero sentar. Quiero que me lo cuente todo.
– De acuerdo. -Logan hizo una pausa. -¿Y si no fuera Kennedy el que está enterrado en Arlington?
– Ay, cielos ¿otra teoría de conspiración?
– ¿Conspiración? Sí, podría decirse que sí. Pero con una vuelta, más de tuerca. ¿Y si fuera uno de los dobles de Kennedy el que fue asesinado en Dallas? ¿Y si Kennedy hubiera muerto antes del viaje a Dallas?
Eve lo miró con incredulidad.
– ¿Dobles de Kennedy?
– La mayoría de las figuras públicas tienen dobles para proteger sus vidas y su intimidad. Se dice que Saddam Hussein tiene por lo menos seis.
– Es el dictador de un país del Tercer Mundo. Nadie podría hacer una cosa así aquí.
– Sin ayuda no, por cierto.
– ¿Ayuda de quién? -quiso saber Eve en tono sarcástico-. ¿Del pequeño John-John? ¿Tal vez de su hermano Bobby? -Apretó los puños contra los costados. -Usted está loco. Es lo más vergonzoso que he oído en mi vida. ¿A quién demonios acusa?
– No acuso a nadie. Simplemente tomo en cuenta las posibilidades. No tengo idea de cómo murió realmente. Tenía todo tipo de problemas de salud que no eran de conocimiento público. Podría haber muerto por causas naturales.
– ¿Podría? Santo Cielo, ¿acaso sugiere que la causa puede no haber sido natural?
– No me estás escuchando. ¡Diablos, no lo sé! Lo único que sé es que en un engaño de esa importancia tiene que haber habido más de una persona involucrada.
– Una conspiración de la Casa Blanca. Una pantalla. -Eve sonrió con aire burlón. -¿Y qué conveniente le resulta que Kennedy haya sido demócrata, no es cierto? Puede pintar a la oposición como una manga de tramposos e inescrupulosos que no merecen ganar la elección este año. Qué casualidad que una mancha gigantesca como ésta pueda traducirse en una victoria para su partido.
– Puede ser.
– Qué cretino. No me gustan las campañas de desprestigio. Y tampoco me gusta que me usen, Logan.
– Es comprensible. Ahora bien, si ya has terminado de dar rienda suelta a tu fastidio ¿quieres escucharme un instante? -Se inclinó hacia delante en la silla. -Hace ocho meses recibí un llamado de un hombre llamado Bernard Donnelli, el dueño de una casa funeraria en las afueras de Baltimore. Me pidió que fuera a encontrarme con él. Me dijo poco, pero suficiente como para dejarme intrigado, de manera que volé a Baltimore al día siguiente. Estaba asustado y se encontró conmigo en una playa de estacionamiento cerrada a las cinco de la mañana. -Se encogió de hombros. -Muy poca imaginación. Debe de haber creído que era Garganta Profunda o algo así. En fin, la codicia pudo más que el miedo y quiso venderme la información. -Hizo una pausa. -Más un objeto que pensó que yo podría encontrar valioso. Un cráneo.
– ¿Solamente un cráneo?
El resto del cuerpo fue cremado por el padre de Donnelli. Al parecer, la funeraria Donnelli ha sido utilizada durante décadas por la Mafia y la Cosa Nostra para deshacerse de cadáveres. Los Donnelli tienen fama de ser discretos y confiables. Sin embargo, uno de estos procedimientos puso muy nervioso al viejo Donnelli. Aparecieron dos hombres una noche en su casa con el cadáver de un hombre y aunque le pagaron una suma exorbitante, él no se quedó tranquilo. No eran sus clientes habituales y no jugaban según las reglas de siempre. Trataron de impedir que viera la cara del muerto, pero él tuvo un atisbo que bastó para dejarlo paralizado de miedo. Temía que volvieran y lo degollaran para eliminarlo como testigo. De manera que rescató el cráneo y lo escondió para utilizarlo como arma y póliza de seguro.
– ¿Rescató el cráneo?
– No mucha gente sabe que se necesita una temperatura de dos mil quinientos grados y unas dieciocho horas para destruir por completo un esqueleto. Donnelli logró colocar el cadáver de tal forma que el cráneo evitara parcialmente las llamas. Cuando los dos hombres se fueron, al cabo de cuarenta y cinco minutos, Donnelli recuperó el cráneo y cremó el resto del cuerpo. Utilizó el cráneo como herramienta de extorsión y antes de morir le confesó a su hijo, Bernard, dónde lo había enterrado. Una herencia macabra pero redituable, muy redituable.
– ¿Donnelli murió?
– Sí, pero no lo asesinaron. Era anciano y tenía problemas cardíacos.
– ¿Y a quién estaba extorsionando?
Logan se encogió de hombros.
– No lo sé. Donnelli hijo no me lo quiso decir. El negocio era por el cráneo.
– ¿Y me va a decir que usted no lo presionó?
– ¿Por qué te diría una cosa así? Claro que traté de extraerle la información. Lo único que me dijo fue lo que te conté. No tenía las agallas del padre y no le gustaba vivir al filo del peligro. Me ofreció la ubicación del cráneo y la historia a cambio de suficiente dinero como para mandarlo a Italia con rostro e identidad nuevos.
– ¿Y usted aceptó?
– Acepté. He pagado más por negocios con menos posibilidades.
– Y ahora quiere que yo haga dar frutos a esas posibilidades.
– Si lo que me dijo Donnelli era la verdad.
– No era la verdad. Toda esta historia es demencial.
– ¿Entonces por qué no me sigues la corriente? ¿Qué problema hay? Si no hay nada de cierto te irás con los bolsillos llenos de dinero mío, y yo terminaré con un huevo en la cara. -Sonrió. -Ambas posibilidades deberían darte sumo placer.
– Es una pérdida de tiempo.
– Te estoy pagando bien para perder el tiempo.
– Y si la historia tiene algo de cierto, lo menos inteligente que podría hacer yo es andar desenterrando…
– Pero acabas de decir que no tiene nada de cierto.
– Es demasiado alocado creer que se trata de Kennedy, pero podría ser Jimmy Hoffa o algún pez gordo de la Mafia.
– Siempre y cuando no me hayan vendido gato por liebre.
– Cosa más que segura, pienso.
– Entonces ven conmigo y lo averiguaremos. -Hizo una pausa. -A menos que pienses que no podrías hacer el trabajo con la mente libre de prejuicios. De ningún modo quiero que le pongas la cara de Jimmy Hoffa a ese cráneo.
– Sabe perfectamente que soy demasiado buena para eso. No trate de manejarme, Logan.
– ¿Por qué no? Soy bueno para eso. Todos hacemos lo que nos sale mejor. ¿No sientes ni siquiera un poquito de curiosidad por saber si Donnelli dice la verdad?
– No, es un disparate total.
– No tanto si alcanzó para que trataran de asustarte. ¿O prefieres olvidar y perdonar lo que pasó en tu laboratorio?
Otra vez tratando de manejarla. De golpear donde dolía. Eve apartó el rostro.
– No olvido nada, pero tampoco estoy segura de que…
– Redoblo la contribución a la Fundación Adam.
Ella se volvió lentamente hacia Logan.
– ¡Diablos, está pagando demasiado por muy poco! Aun si fuera verdad, todo pasó hace mucho tiempo. ¿Qué sucedería si a nadie le importara que los demócratas hubieran llevado adelante ese engaño?
– ¿Y si les importa? El clima es propicio. El público está harto de verse manejado y usado por los políticos.
– ¿A qué apunta realmente, Logan?
– Pensé que ya lo sabías todo de mí. Soy el típico millonario vil que trata de hacer trampa con los naipes.
No sabía nada de él y tampoco pensaba aceptar como verdadera ni una sola de las palabras que había dicho.
– ¿Lo pensarás, no es cierto?
– No.
– Sí que lo harás. No podrás evitarlo. Dame tu respuesta mañana por la mañana.
– ¿Y si digo que no?
– ¿Por qué crees que compré una propiedad con cementerio?
Eve se puso rígida.
– Fue una broma. -Logan sonrió. -Te enviaré de vuelta a tu casa, por supuesto.
Eve se dirigió a la puerta.
– Y no te pediré que devuelvas el dinero de la Fundación Adam. Aun si no cumples con tu parte del trato. Lo que me hace parecer mucho más honrado que tú ¿no crees?
– Le dije que no iba a meterme en nada ilegal.
– No estoy tratando de involucrarte en nada verdaderamente ilegal. No vamos a profanar Arlington ni ningún otro cementerio. Solamente tenemos que hacer una breve visita a un campo de maíz en Maryland.
– Lo que seguramente también es ilegal.
– Pero si estoy en lo cierto, nuestra pequeña transgresión terminará de la mejor de las formas. -Se encogió de hombros. -Piénsalo. Medítalo con la almohada. Eres una mujer razonable y pienso que verás que no te estoy pidiendo que hagas nada que traicionaría tu código de ética.
– Siempre y cuando me esté diciendo la verdad.
Logan asintió.
– Siempre y cuando te esté diciendo la verdad. No pienso tratar de convencerte de que no te estoy mintiendo. Sé que no serviría de nada. Tendrás que decidir por ti misma. -Abrió el cajón superior del escritorio y sacó una libreta de direcciones de cuero. -Buenas noches. Infórmame de tu decisión no bien la hayas tomado.
Se dio cuenta de que él había dado la conversación por terminada. No iba a hacer nada para persuadirla. La pelota estaba en su lado de la cancha.
¿O no?
– Buenas noches. -Salió de la biblioteca y subió rápidamente a su habitación.
Kennedy.
Imposible. Kennedy yacía en Arlington, no en un pozo dentro de un campo de maíz en Maryland. A Logan lo habían estafado: le habían hecho pagar por nada.
Pero Logan era cualquier cosa menos un ingenuo. Si creía que había algo de cierto en la historia de Donnelli, eso podía ser motivo suficiente como para que ella investigara más el asunto.
Y para aceptar como cierto cualquier plan que Logan podría tener para hacer una campaña de desprestigio. Podía estar mintiendo, hurgando desesperadamente en busca de la forma de lograr lo que quería.
Habían hecho un trato, él había cumplido su parte.
Caray, estaba demasiado cansada como para tomar una decisión. Se iría a dormir y esperaría a la mañana para ver las cosas con más claridad. Sería lo más inteli…
La ventana.
Se puso rígida y contuvo la respiración. Era solamente su imaginación. No iba a dejar que su mente le tendiera trampas. Estaba cansada, se sentía descorazonada y la imaginación comenzaba a jugarle malas pasadas. No iba a…
La ventana.
Atravesó lentamente la habitación hacia la ventana y se quedó mirando la oscuridad.
Oscuridad. Mosquitos. Insectos. Víboras.
Sus mocasines italianos de marca se estaban arruinando con el follaje húmedo del sendero, se dijo Fiske con fastidio.
Nunca le habían gustado los bosques. Recordó cuando, de niño, lo enviaron a una maldita colonia de vacaciones en Maine y lo habían obligado a quedarse allí dos semanas. Sus padres siempre lo mandaban a cualquier parte para deshacerse de él.
Cretinos.
Pero se lo había hecho pagar. Se había asegurado de que jamás lo volvieran a aceptar en la colonia después de aquel verano. No habían podido demostrar nada, pero el tutor se había dado cuenta. Sí que se había dado cuenta. Fiske lo había visto en su expresión asustada, en la forma en que el cretino evitaba mirarlo.
Ese verano aprendió varias lecciones que después pudo aplicar en la vocación que eligió. Los fanáticos de los campamentos casi siempre necesitaban hacer reservas para acampar en un parque nacional y cada reserva era prolijamente documentada por los guarda parques.
Más adelante se veía la luz movediza de un fuego.
Blanco a la vista.
¿Se acercaría directamente o esperaría a que estuvieran dormidos?
Comenzaba a sentir la adrenalina en el cuerpo.
Se acercaría directamente. Que lo vieran, que sintieran lo que se venía.
Se despeinó con una mano y se pasó tierra sobre la mejilla.
El anciano de cabello gris estaba sentado, contemplando el fuego. La esposa salió de la carpa y le dijo algo, riendo. Había un aire de intimidad y afecto entre ambos que a Fiske le resultaba levemente molesto. En realidad, todo lo relacionado con esta operación le molestaba. No le gustaba que lo obligaran a poner en práctica sus habilidades en el medio del bosque y se aseguraría de que el viejo y la mujer lo entendieran bien.
Hizo una pausa, respiró hondo y se abalanzó hacia el claro.
– ¡Gracias a Dios pude encontrar a alguien! ¿Me pueden ayudar? Mi esposa está herida. Estábamos armando el campamento a un centenar de metros de aquí, por el camino y se cayó y se rompió…
– Sé dónde están acampando -informó Gil-. Voy hacia allí. Pero llevo dos horas de retraso. El guarda parques me dijo que hace unas horas ya le hicieron las mismas preguntas.
La mano de Logan se cerró con fuerza alrededor del auricular.
– Ten cuidado.
– ¿Qué, soy idiota, acaso? Claro que tendré cuidado. Y mucho más si se trata de Fiske.-¿Fiske?
– Llamé a mi contacto en el Departamento del Tesoro y me dice que de tanto en tanto Timwick ha utilizado los servicios de Albert Fiske. Fiske era un matón de la CIA, uno de los mejores. Siempre quería los trabajos más difíciles, los golpes de más prestigio. Se enorgullece de su eficiencia y de su capacidad para realizar trabajos que nadie más puede hacer. En los últimos cinco años cortó los lazos con la CIA y trabaja solo, al parecer le va muy bien. Se mueve rápido y conoce el sistema lo suficientemente bien como para hacerlo funcionar a su favor. -Hizo una pausa. -Además, le gusta, Logan. Te aseguro que le gusta.
– Mierda.
– Te llamaré de nuevo cuando los encuentre.
Logan colgó lentamente.
"Se mueve rápido".
¿Cuán rápido?
¿Y en qué dirección?
Sonó el teléfono interno que estaba sobre el escritorio.
– La señorita Duncan dejó la casa hace tres minutos -informó Mark.
– ¿Va hacia el portón principal?
– No, está subiendo la colina.
– Enseguida voy.
Logan llegó a la casa de carruajes unos minutos después.
– Está en el cementerio -comentó Mark.
Logan se acercó a los monitores.
– ¿Qué está haciendo?
– Está oscuro y ella está a la sombra de ese árbol. Por lo que veo, no está haciendo nada. Esta allí, nada más.
De pie junto a la cerca de un cementerio en la mitad de la noche.
– Acércate más.
Mark hizo unos ajustes en el panel de control y de pronto, la cara de Eve apareció en la pantalla delante de él. No le decía nada. Estaba mirando las tumbas cubiertas de flores, con el rostro completamente carente de expresión. ¿Qué había estado esperando él? ¿Tensión? ¿Sufrimiento?
– ¿Raro, no? -observó Mark-. Qué loca.
– ¡Diablos, no es una loca! -Logan se interrumpió, tan sorprendido como Mark ante su repentino arrebato de ira. -Perdón, pero no es ninguna loca. Tiene muchas cosas adentro, nada más.
– Está bien, está bien -se apresuró a decir Mark-. Sucede que me pareció extraña toda la situación. Yo no me iría caminando de noche hasta un cementerio. Tal vez ella… -De pronto lanzó una carcajada. -Tienes razón. Está cuerda como el mismísimo demonio.
Eve estaba mirando hacia los árboles y tenía el dedo medio de la mano derecha levantado en un gesto obsceno.
– Nos está mandando al cuerno -rió Mark-. Esa chica me gusta, John.
John no pudo menos que sonreír. Caray, a él también le gustaba. Le gustaba porque era fuerte, inteligente y resistente. Hasta cuando se mostraba testaruda y cambiante lo intrigaba. En otras circunstancias le habría gustado tenerla de amiga… O aun de amante.
Amante. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que la estaba considerando desde una óptica sexual. Era atractiva, pero a él le habían llamado más la atención la inteligencia y la personalidad que el cuerpo alto y esbelto.
Sí, claro. ¿A quién quería engañar? El sexo era siempre importante y si iba a ser sincero consigo mismo, tenía que admitir que lo atraía su vulnerabilidad.
Lo que lo convertía en una basura.
Así que lo mejor era olvidar el asunto y concentrarse en lo que era importante, la razón por la que la había traído allí.
Y el motivo por el que ella seguía en ese condenado cementerio.
La brisa cálida agitaba las flores sobre las tumbas y llevaba la suave fragancia hasta donde estaba parada Eve, del otro lado de la cerca.
Le había dicho a Margaret que no era un espectro que rondaba los cementerios, de modo que ¿por qué estaba ahí? ¿Por qué no se había ido a dormir como había tenido intención de hacer, en lugar de obedecer ese alocado impulso que la había llevado allí?
Era un impulso. Sí.
Creer que algo la había llamado desde allí era una locura y ella no estaba loca. Había luchado por mantener la cordura después de la ejecución de Fraser y le había costado mucho no lanzarse por el camino de la demencia. Era tan fácil. Soñar con Bonnie por las noches estaba permitido, pero no podía empezar a imaginar, despierta, que Bonnie estaba allí.
Además, Bonnie no podía estar aquí. Nunca había estado en este lugar.
Logan había hablado de muerte y tumbas y la mente de ella había hecho el resto. Nadie la había llamado. Era solamente un impulso.
Una hora más tarde, al entrar en la casa, no se sorprendió al ver a Logan esperándola.
– Estoy cansada. No quiero hablar, Logan. -Pasó junto a él y comenzó a subir las escaleras.
Él sonrió.
– Me di cuenta por tu gesto tan grosero.
– No debería haber estado espiándome. No me gusta que me espíen.
– Un cementerio no es el sitio más agradable para dar una caminata. ¿Por qué fuiste allí?
– ¿Qué importancia tiene?
– Te lo pregunto por curiosidad, nada más.
Los dedos de Eve se cerraron alrededor de la baranda de la escalera.
– Déjese de buscarle el significado a todo lo que hago o digo. Fui allí porque era de noche y conozco el camino. No me quería perder.
– ¿Nada más?
– ¿Qué esperaba? ¿Qué estuviera allí haciendo una sesión de espiritismo?
– No me ladres. Quería saber, nada más. En realidad, esperaba que la caminata te hubiera aclarado las ideas y que hubieras tomado una decisión sobre…
– No me las aclaró. -Eve subió unos escalones más. -Hablaré con usted por la mañana.
– Estaré trabajando casi toda la noche, si llegas a…
– Basta de presionar, Logan.
– Como digas. Puesto que sabes que te estamos vigilando -añadió-, me pareció justo mantenerte informada sobre mi paradero.
– Sí, claro.
Eve cerró la puerta del dormitorio con estrépito y fue directamente al baño. Una ducha caliente le aliviaría la tensión. Después, tal vez iría al laboratorio a trabajar con Mandy. Sabía que no iba a dormir bien esa noche, así que lo mejor era hacer algo productivo.
No era que tuviera miedo de irse a dormir y soñar con Bonnie. Bonnie no era nunca una amenaza. ¿Cómo podía un sueño de amor representar un peligro?
Y lo que la había llevado al cementerio esa noche había sido solamente un impulso, no un llamado de Bonnie.
Los dos cuerpos estaban dentro de una bolsa de dormir, con los brazos entrelazados en un abrazo final. Estaban desnudos, con los ojos bien abiertos, mirándose mutuamente con terror.
Una larga estaca de carpa atravesaba los dos cuerpos.
– Qué hijo de puta. -Haberlos matado ya era terrible, pero Gil sintió que había algo obsceno en la postura de la pareja de ancianos. No les habían dejado ni siquiera dignidad en la muerte.
Echó un vistazo alrededor del campamento. No había pisadas. Ni pruebas visibles. Fiske se había tomado tiempo para dejar todo limpio.
Gil abrió el teléfono celular y llamó a Logan.
– Demasiado tarde.
– ¿Los dos?
– Sí, feo, muy feo. -Más que feo. Perverso. -¿Qué quieres que haga?
– Vuélvete. No pude ponerme en contacto con Maren. Está en algún punto del desierto. Pero tal vez eso sea bueno. Si no podemos ubicarlo, dudo de que Fiske lo logre. Tal vez tengamos un descanso.
– No cuentes con ello. -Miró los dos cadáveres. -Fiske no se va a quedar papando moscas.
– No cuento con nada, pero de ninguna manera quiero que vayas a Jordania. Puede que te necesite.
Gil quedó inmóvil.
– ¿El cráneo?
– No puedo esperar más. Las cosas se están acelerando demasiado. Vuelve enseguida. -Voy hacia allá.
Muy satisfactorio.
Todo prolijo y hasta había podido sacarse el gusto con algunos detalles.
Fiske canturreó por lo bajo mientras abría la puerta y subía al automóvil. De inmediato marcó el número de Timwick.
– Todo listo con Cadro. Tomo el siguiente avión hacia Jordania. ¿Algo más?
– Olvídate de Maren por el momento. Ve a unirte al equipo de vigilancia de Barrett House.
Fiske frunció el entrecejo.
– No me gusta la vigilancia.
– Pues esta vez tendrás que hacerla igual. Si Logan y la mujer estornudan, quiero enterarme de inmediato y que estés allí.
– No me gusta andar de un lado a otro hasta que termino el trabajo. Todavía falta Maren…
– Seguimos a Gil Price cuando salió de Barrett House ayer a la mañana. Fue directamente al departamento de Dora Bentz.
– ¿Y qué? Lo dejé impecable.
– No entiendes. Price sabía lo de Dora Bentz, lo que significa que Logan también sabe. -Timwick dejó escapar un largo suspiro. -Logan, Price y la mujer tienen que morir.
– Dijiste que era demasiado arriesgado.
– Eso fue antes de estar seguros de que Logan iba por el camino correcto. Ahora no hay forma de que podamos dejarlos con vida.
Por fin Timwick se ponía los pantalones.
– ¿Cuándo?
– Te avisaré.
Fiske cortó. Las cosas estaban mejorando, decididamente. Las oportunidades y el dinero iban en aumento. Comenzó a tararear otra vez mientras abría la guantera y sacaba la lista de Timwick. Trazó una prolija línea sobre el segundo nombre y debajo del nombre de Maren escribió cuidadosamente, en letra de imprenta, John Logan, Gil Price y Eve Duncan.
Lo mejor era mantener todo ordenado.
Encendió el motor y de pronto sonrió al recordar la canción que seguía tarareando:
Haz una lista, revísala dos veces.
Ya sabrás quién fue el que hizo estupideces…