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Luego, como muchos días, fuimos a comer al restaurante de la esquina. Dan el típico menú de restaurante barato; aquél día, cocido o acelgas, de primero, bistec o pollo, de segundo, y flan o helado. Bebida y pan, incluidos. Y todo por setecientas cincuenta pesetas [17]. No es caro y es cocina casera, hecha por la patrona, doña Casilda, casi para los clientes. Después de comer, los tres nos pusimos a trabajar.
Yo volví a «Publimagen». Quería hablar con Blanca Fanjuí, la secretaria de Zabaleta.
Blanca no estaba en «Publimagen» pero Alberto, sí.
Parecía cansado y muy preocupado.
– Alberto, ¿puedo ver el despacho de Zabaleta?
– Claro, si puede ser útil…
– Todo puede serlo.
– Ven por aquí.
Al final de un pasillo, había una gran puerta. En la puerta una placa dorada: 1. Zabaleta, DIRECTOR. Los dos entramos en silencio. Para los dos no era un momento agradable.
De pronto, en el suelo, algo me llamó la atención: unpequeño punto que brillaba. Fui a recogerlo: era un brillante no muy grande.
– ¿Qué es eso? -me preguntó Alberto.
– No lo sé -respondí yo.
Saqué del bolso un pañuelo para guardarlo. Entonces no sabía que era muy importante.
– La policía no lo ha visto… ¿Vas a dárselo?
– De momento, no. Primero quiero saber de quién es y desde cuándo está aquí. ¿A que hora limpian la oficina?
– Normalmente sobre las siete, creo. Ayer no sé… Como Zabaleta estaba trabajando… Podemos preguntárselo a Digna, la señora de la limpieza. Me parece que hoy ya ha llegado. Vamos.
<a l:href="#_ftnref17">[17]</a> Muchos restaurantes populares tienen un menú con varios platos para elegir y un precio fijo. Con la entrada del euro, la peseta dejó de estar en circulación a partir del año 2002.