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– Digna, vamos a ver, haga memoria. Es importante.
¿Limpió bien esta alfombra?
Era la alfombra donde yo había encontrado el brillante.
– ¿Cómo? Señorita, yo siempre limpio bien. Para eso estoy, ¿no? -me respondió enfadada.
– Claro, claro, mujer. Pero ayer, en particular, ¿pasó bien el aspirador por aquí?
– Sí, muy bien. Había un cenicero en el suelo y la alfombra estaba muy sucia, toda llena de ceniza y colillas…
– Gracias, Digna -dijo Alberto.
– Pero… No entiendo. ¿Qué relación tiene el aspirador con…?
– Todavía no lo sabemos. Digna, pero gracias por todo.
Digna volvió a su trabajo muerta de curiosidad.
– Lola, ¿qué quieres saber? -me preguntó entonces Alberto-. Yo tampoco lo entiendo muy bien.
– Pues, muy fácil. Quiero saber si alguien perdió anoche ese brillante.
– Entiendo… Pues parece que sí, ¿no?
– Eso parece. Y a lo mejor fue el asesino.