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Por teléfono me cité con Blanca Fanjul en «Publimagen».
Blanca estaba muy tranquila. «Otra mujer fría y elegante», pensé.
– Usted era la secretaria particular de Zabaleta, ¿verdad?
– Sí.
– ¿A qué hora le vio por última vez?
– A las siete. Dijo que no me necesitaba, cerró la puerta y siguió trabajando.
– ¿Y luego?
– Fui a comprarme un bolso. Puedo demostrarlo. Y, luego, a casa de unos amigos. Puedo darle su número de teléfono.
– No es necesario. A la policía, quizá.
De pronto me quedé sin palabras. Acababa de ver algo muy interesante: Blanca llevaba unos pendientes de brillantes. Pendientes con forma de trébol de cuatro hojas. Intenté controlar mis nervios y decir tranquilamente:
– Ha perdido un brillante, ¿sabe?
Un segundo de pánico pasó por la cara de Blanca.
– ¿Sí? A ver…
– El de la oreja derecha…
Se quitó el pendiente y lo miró con calma.
– ¡Qué pena!
Me pareció que no era muy importante para ella y que estaba muy tranquila.