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Paco está casi siempre de buen humor pero aquel día más: pudo hablar con el Inspector Gil y la canadiense, Lulú, la del chocolate, le llamó desde París. Miguel y yo escuchábamos atentamente.

– Según el médico forense la muerte fue entre las siete y las diez.

– Ya, pero la señora Zabaleta habló con él a las nueve y media.

– Bueno, pues entre las nueve y media y las diez.

Todos los empleados de «Publimagen» tienen coartadas muy claras. Bueno, todos menos Alberto. El inspector Gil dice que lo tiene bastante mal. Todo le señala a él…

– ¡Dios mío! Tenemos que hacer algo, encontrar al verdadero culpable.

– Más cosas interesantes: Doña Ma Victoria Villaencina de Zabaleta no dice la verdad, está escondiendo algo.

– ¿Cómo? ¿No estaba en La Habana?

– Sí, en La Habana sí, en el hotel donde trabaja mi amiga Ifigenia, pero… Te dijo que estuvo viendo el espectáculo del hotel el martes ¿no?

– Sí, eso dijo. Y que después del cabaret llamó a su marido.

– Pues no hubo espectáculo en el cabaret esa noche. Hubo un problema en el sistema de sonido y no hubo espectáculo. Ifigenia trabaja en ese espectáculo.

– Estás seguro?

– Completamente seguro.

– ¡Qué raro! ¿Por qué habrá dicho eso?

– A veces cuando uno dice una mentira, necesita decir más, para decorarla, no sé… -dice Margarita la secretaria, desde su mesa-. Lo siento, la puerta está abierta y yo…

bueno, no puedo ponerme algodón en los oídos, ¿no?

– Bravo, Margarita. Es una gran ¡dea. -dijo Paco.

Feliciano la miró más enamorado que nunca y se puso a comer un inmenso bocadillo de anchoas. Feliciano se come unos doce bocadillos al día.

– No sé, no sé -dije yo-. Todavía no hay nada claro.

Les expliqué entonces lo del brillante y lo del pendiente de Blanca Fanjul.

– Pero no pudo ser ella. Blanca salió de la oficina a las siete y media y la mujer de Zabaleta habló con su marido a las nueve y media -dijo Paco.

– Sí, es verdad.

Otra vez silencio. Sólo se oía a Feliciano comer su bocadillo y una ambulancia que pasaba por la calle.

– Quiero saber más cosas de Blanca Fanjul. ¿Por qué no la seguís un poco? A mí me conoce -propuse yo.

– A tus órdenes, nena.

– No me llames «nena».

– Bueno, bueno,…