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Estaba claro que al Inspector Gil no le gustaban las mujeres detective. Y a mí tampoco me gustaba él. Tampoco le gustaba que esa jovencita, o sea yo, tuviera tantas ¡deas sobre la muerte de Zabaleta. Para él estaba muy claro: el asesino era Alberto Sanjuán.

– Mire, señorita, todo eso del pendiente y la llamada y…

Es una teoría un poco complicada, ¿no le parece?

– Inspector, detenga a Blanca Fanjul y a Ma Victoria Villaencina. Estoy segura de que lo organizaron las dos. Voy a volver a explicárselo. Lo organizaron muy bien. Ma Victoria estaba en La Habana. Estaría muy claro que era ¡nocente.

Pero tenían que preparar una coartada para Blanca: la llamada a las nueve y media, hora española. Blanca mató a Zabaleta a las siete y cuarto o entre siete y cuarto y siete y media. Después de esa hora tenía coartadas muy claras. Y la policía nunca pensaría que Zabaleta murió antes. La Sra.

Zabaleta no habló con su marido a las nueve y media. Estaba ya muerto.

– ¿Y lo del brillante en el suelo de la oficina de Zabaleta?

Eso no lo he entendido muy bien -dijo el Inspector Gil.

– Digna, la señora de la limpieza limpió muy bien la alfombra a las siete. Blanca entra después. Asesina a su jefe y ex amante pero pierde un brillante de su pendiente. Cierra la puerta para hacer pensar en un suicidio o que el culpable es Alberto.

– ¿Por qué Alberto?

– Es el único que tiene la llave. Luego sale tranquilamente. Todo el mundo la ve salir. Su jefe, teóricamente, se ha quedado solo trabajando.

– Un buen plan… -dijo Miguel.

– Sí, pero Blanca pierde un brillante y la Sra. Zabaleta dice una mentira estúpida e innecesaria: que pasó la noche en un cabaret que estaba cerrado.

– ¿Y por qué todo eso?

– Celos, dinero… Eso no lo sabemos. Inspector. Dos mujeres, pueden tener muchas razones para querer matar a un hombre. Las dos le quisieron alguna vez, las dos querían dinero… ¡Qué sé yo!

– ¿Y todo eso de Juárez, el político? La carta anónima…

– Nada: otra maniobra para distraer a la policía o para acusar a Alberto.

– ¿Y por qué se encontraron en el Retiro las dos mujeres?

Era peligroso…

– La tercera llave. Había tres llaves, ¿no? Una en el bolsillo de Zabaleta, otra la tenía Alberto y una en casa de los Zabaleta, probablemente. Esa la usó Blanca. Pero tenía que devolvérsela a Ma Victoria. Alguien podía acordarse de esa llave, Alberto o ustedes.

– Sargento Perales.

– Sí, Inspector.

– Orden de detención para Ma Victoria Villaencina y Blanca Fanjul, acusadas de homicidio con premeditación.