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– Cuéntamelo todo, con todos los detalles. Todo puede ser importante
– Sí, claro, claro -dijo pensativo Alberto-. No sé por dónde empezar…
– ¿Cuándo lo han encontrado?
– Esta mañana. Su secretaria. Blanca Fanjuí, ha llegado a las nueve. La puerta de la oficina de Zabaleta estaba cerrada con llave por dentro. Ha llamado y no ha respondido nadie. Ha pensado que era un poco raro y ha venido a pedirme la llave. Y…
– ¿Quién tiene esa llave?
– Sólo yo. Y Zabaleta, claro. Él tenía dos. Una la ha encontrado ya la policía. La llevaba en el bolsillo. La otra…, la tenía en casa, supongo.
– Bien, sigue, sigue.
– Blanca ha abierto y… Y allí estaba. Muerto.
– ¿Cómo?
– ¿Qué?
– Que cómo ha muerto.
– Un tiro. La pistola estaba sobre la mesa, al lado de su mano.
– ¿Suicidio?
– La policía cree que no. Otra cosa: piensan que murió entre las ocho y las once.
– ¿Sabes si la policía ha encontrado alguna otra cosa importante? Algún objeto, alguna pista…
– Sí, una carta, una carta de despido.
– ¿Para quién?
– Para mí. ¿Entiendes ahora por qué estoy tan nervioso?
– Calma, tranquilo, Alberto. Todo se aclarará. ¿Tenías problemas con él?
– No, ningún problema. Bueno, Zabaleta era una persona difícil. Tenía bastante mal carácter y era muy exigente pero… bueno, nosotros dos trabajábamos bien juntos, creo yo. No tenía ninguna razón para despedirme.
– ¿Estás seguro?
– Sí, segurísimo.
– ¿Dónde estaba la carta? -pregunté yo.
– En uno de los cajones de su mesa.
– ¿Ha pasado algo especial en la agencia últimamente?
¿Algo raro…?
– Especial, no. Tenemos mucho trabajo. Y un trabajo muy importante: la campaña electoral de Alfonso Juárez.
Alfonso Juárez es el líder de un nuevo partido de centro derecha. Es un partido pequeño todavía pero mucha gente piensa que pronto va a ser un partido importante.
– En ese tema, Zabaleta y yo no estábamos de acuerdo – continuó Alberto.
– ¿Por qué?
– Ya sabes, la política es muy complicada y… Bueno, a mi no me gustan ni Juárez ni su partido. Creo que no es bueno para la agencia trabajar para ellos.
En ese momento sonó el teléfono. Era Emma, la secretaria de Alberto. El inspector Gil quería hablar con él. Me quedé sola en la oficina y pude mirarlo todo tranquilamente: era la típica oficina de un yuppíe [9] madrileño. No había fotos de niños sobre la mesa. «¿No se habrá casado?», me pregunté. ¡Hacía tantos años que no nos veíamos…! No sabía nada de su vida.
<a l:href="#_ftnref9">[9]</a> Yuppie es un anglicismo con el que, en los años 80, denominábamos a un joven ejecutivo emprendedor y de altos ingresos…