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A las dos y media sonó el teléfono.
– Lola, Paco por la línea dos.
– ¡Hombre! ¿Qué tal por El Escorial? -le dije con toda mi ironía.
– Bien, muy bien…
– ¿Y tu americana?
– ¿Qué americana?
– La chica, «tu» turista americana…
– Ah, Lulú. Es canadiense.
– ¿Y los canadienses no son americanos?
– Bueno, sí claro… Se va a París esta noche.
– Hombre, qué pena. Pero así puedes venir algún día a la oficina, ¿no te parece?
– ¿Te he dicho ya que el padre de Lulú tiene una fábrica de bombones en Montreal?
– No me digas… O sea, que es la mujer de tu vida.
– Venga, nena, no te pongas así… Además, estos días no tenemos ningún cliente.
– Primero, no me llames «nena» [15]. Y, segundo, sí tenemos un cliente. Tenemos el caso más importante de la historia de esta maldita agencia: el asesinato de Ignacio Zabaleta, el director de la agencia de publicidad más importante de España.
– ¿Sí? ¿Nosotros? ¿Por qué nosotros?
– Nada, cosas mías…Tengo que hablar contigo. ¿A qué hora vas a venir?
– Ahora mismo. Voy enseguida para allá.
– Te espero.
– Nena… No estás enfadada, ¿verdad?
– No. Pero no me llames nena, ¿vale? -respondí yo y colgué.
Es horrible: no me puedo enfadar con Paco. Aunque se vaya a El Escorial con guapas canadienses fabricantes de chocolate.
<a l:href="#_ftnref15">[15]</a> Nena es un término familiar que se emplea a veces para dirigirse a una mujer joven, en relaciones de mucha confianza.