174041.fb2
Faisal al-Mehmed deslizó sus ojos a lo largo de las estanterías bajas que lo rodeaban en su caseta delante de la Gran Mezquita y meneó negativamente la cabeza. ¡Tantos zapatos! Con un tiempo como aquél, todo el mundo quería entrar en la Mezquita; nadie quería salir. Pero tan pronto como la lluvia cesara, se lanzarían sobre él, exigiendo recuperar su calzado, provocando confusión.
Faisal al-Mehmed aborrecía la confusión, sobre todo en un recinto sagrado.
Un movimiento de la multitud le hizo mirar a su alrededor. Un hombre y una mujer, que no recordaba haber visto antes, estaban emergiendo por la puerta, saliendo a la lluvia torrencial, y ya, observó, estaban empapados hasta los huesos. La mujer apenas podía caminar: el hombre la rodeaba con un brazo, y con el otro le sostenía la mano.
Faisal se mesó la barba y asintió con la cabeza. Tantas personas llegaban a esta mezquita sin un pensamiento piadoso… Simplemente, incluso, para resguardarse de la lluvia. ¿Dónde estaba la piedad, en utilizar una mezquita como refugio? La verdadera piedad ignoraba la lluvia.
Faisal sonrió enviando mentalmente una bendición a la pareja, porque en su corazón comprendió que poseían entusiasmo.