174271.fb2 Los Chicos Que Cayeron En La Trampa - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 3

Los Chicos Que Cayeron En La Trampa - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 3

Prólogo

Por encima de las copas de los árboles resonó otro disparo más.

Los gritos de los ojeadores se oían cada vez con mayor claridad. Su propio pulso le oprimía los tímpanos, al tiempo que el aire húmedo le entraba en los pulmones con tal violencia e intensidad que llegaba a hacerle daño.

Corre, corre, sin caerte. Si me caigo no volveré a levantarme. Joder, ¿por qué no consigo soltarme las manos? Ah, corre, corre… chist. Que no me oigan. ¿Me habrán oído? ¿Habrá llegado el momento? ¿De verdad que voy a acabar así mis días?

Las ramas le azotaban el rostro y trazaban en él líneas de sangre, una sangre entremezclada con sudor.

Los gritos ya se oían por todas partes. Entonces le invadió un terror mortal.

Sonaron varios disparos más. El silbido de los proyectiles al hendir aquel aire cortante le pasó tan cerca que el sudor no tardó en formar una película por debajo de su ropa.

Un minuto o dos y los tendría allí mismo. ¿Por qué no le obedecían las manos? ¿Cómo podía ser tan fuerte la cinta que se las sujetaba a la espalda?

Los pájaros, asustados, alzaron el vuelo por encima de las copas de los árboles con un aleteo. Por detrás del tupido muro de abetos la danza de sombras se hizo más evidente. Debían de encontrarse a unos cien metros. Todo se tornó más claro. Las voces. La sed de sangre de los cazadores.

¿Cómo pensarían hacerlo? ¿Un disparo, una flecha solitaria y se acabó? ¿Eso era todo?

No, claro. ¿Por qué conformarse con tan poca cosa? No eran tan clementes esos cabrones, no. Llevaban sus rifles, sus cuchillos enlodados y ya habían comprobado la eficacia de sus ballestas.

¿Dónde esconderme? ¿Habrá algún sitio? ¿Podré volver? ¿Podré?

Su mirada recorrió el suelo del bosque, aunque la cinta que le cubría los ojos casi por completo dificultaba la tarea, y sus piernas continuaron corriendo a trompicones.

Ahora me toca sentir en carne propia lo que es estar a su merced. No harán excepciones conmigo, así es como satisfacen sus instintos. Es la única posibilidad.

El corazón le latía con tal fuerza que llegaba a hacerle daño.