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Mustafá y Abdulá se levantaron al alba, rezaron sus plegarias matutinas, desayunaron, conectaron sus computadoras y revisaron sus correos electrónicos. Tal como esperaba, Mustafá tenía un mensaje de Mohammed, que a su vez le reenviaba un mensaje de alguien, supuestamente llamado Diego, para que se encontrasen en determinado lugar a las 10:30 de la mañana, hora local. Revisó el resto de su correo, que en su mayor parte consistía en lo que los norteamericanos llaman spam. Se había enterado de que esta palabra designaba originalmente una conserva de cerdo, lo cual le pareció particularmente adecuado. Ambos salieron -por separado- pasadas las nueve, más que nada para estirar las piernas y examinar el vecindario. Verificaron cuidadosa pero furtivamente que nadie los siguiera -al parecer así era. Llegaron al punto de encuentro a las 10:25.
Diego ya estaba allí. Leía el diario y vestía una camisa blanca con rayas azules.
"Diego?", preguntó amablemente Mustafá.
"Usted debe de ser Miguel", replicó el contacto con una sonrisa, poniéndose de pie para estrecharle la mano. "Siéntese, por favor". Pablo miró en torno a sí. Sí, allí estaba el apoyo de Miguel, solo, tomando su café, vigilando como un profesional. "¿Le gusta Ciudad de México?"
"No sabía que fuese tan grande y activa", Mustafá señaló alrededor. Las aceras estaban colmadas de gente que iba y venía. "y el aire es tan sucio".
"Ése es un problema. Las montañas no dejan que la contaminación se vaya. Hacen falta vientos fuertes para limpiar el aire. ¿Café?"
Mustafá asintió. Pablo le hizo un gesto al camarero, indicándole la cafetera. El café al aire libre era de estilo europeo, pero no estaba muy lleno. Las mesas estaban ocupadas a medias, por grupos de personas que se encontraban para hacer negocios o sociales, conversaban y se ocupaban de sus asuntos. Llegó otra cafetera. Mustafá sirvió y espero a que el otro hablara.
"Bien, ¿en qué le puedo ser útil?"
"Tal como se acordó, estamos todos aquí. ¿Cuándo podemos partir?"
"Cuándo quiere hacerlo?", preguntó Pablo.
"Esta tarde sería ideal, pero tal vez sea un poco pronto para usted".
"Sí. Pero, ¿qué le parece mañana, digamos que a la una de la tarde?"
"Sería excelente", respondió Mustafá, agradablemente sorprendido. ¿Cómo será el cruce?"
"Comprenda que yo no participaré en forma directa. Lo llevarán en auto a la frontera y allí lo pondrán en manos de alguien que se especializa en ingresar gente y determinadas mercaderías a Norteamérica. Deberá caminar unos seis kilómetros. Hará calor, aunque no demasiado. Una vez llegado a Norteamérica, se lo conducirá a una casa segura cerca de Santa Fe, Nuevo México. Desde allí puede volar hasta su destino final o arrendar automóviles".
"¿Armas?"
"¿Qué quiere exactamente?"
"Idealmente, AK-47s".
Pablo negó con la cabeza. "No podemos suministrárselos. Sí les conseguimos pistolas-ametralladora Uzi e Ingram. Calibre 9 milímetros Parabellum, con, digamos, seis cargadores de treinta disparos cada uno, cargados".
"Más munición", dijo Mustafá. "Doce cargadores, más tres cajas de balas más por cada arma".
Pablo asintió. "Eso es fácil". El costo extra sería de un par de miles de dólares. Las armas se comprarían en el mercado abierto, al igual que la munición. Técnicamente, se las podía rastrear hasta su origen y/o comprador, pero ése era un problema teórico, no práctico. La mayoría de las armas serían Ingram, no las más precisas y mejor construidas Uzi israelíes, pero esa gente no tendría nada que objetar. Incluso era posible que tuviesen objeciones religiosas y morales para el empleo de armas de fabricación israelí. "Dígame, ¿cómo enfrentará sus gastos de traslado?"
"Cada uno de nosotros tiene cinco mil dólares estadounidenses en efectivo.
"Pueden usarlo para gastos menores, como comida y gasolina, pero para otras cosas necesitarán tarjetas de crédito. Los estadounidenses no aceptan el efectivo para el alquiler de vehículos y jamás para la adquisición de pasajes aéreos".
"Las tenemos", replicó Mustafá. Él y cada uno de los integrantes del equipo tenía tarjetas Visa emitidas en Bahrein. Hasta tenían números correlativos. Todas correspondían a una cuenta bancaria suiza, que con tenía algo más de quinientos mil dólares. Suficiente para sus propósitos.
Pedro vio que el nombre que figuraba en la tarjeta era JOHN PETER SMITH. Bien. Quienquiera que hubiera organizado esto, no había cometido el error de usar nombres árabes. Funcionada mientras no cayese en manos de un policía a quien se le ocurriera preguntarle al señor Smith de dónde provenía exactamente. Esperaba que hubieran sido informados acerca de la policía norteamericana y sus costumbres.
"Otros documentos?", preguntó Pablo.
"Nuestros pasaportes son de Qatar. Tenemos licencias de conductor internacionales. Todos hablamos inglés aceptable y sabemos leer mapas. Conocemos las leyes estadounidenses. Nos mantendremos dentro del límite de velocidad y conduciremos con precaución. Al clavo que asoma la cabeza, se lo baja de un martillazo. así que no nos asomamos".
"Bien", observó Pablo. De modo que habían sido instruidos. Algunos hasta recordarían las lecciones. "Recuerde que un solo error puede arruinarles toda la misión. y cometer errores es fácil. Estados Unidos es un país en el que es fácil residir y trasladarse, pero la policía es muy eficiente. Si nadie los nota, están a salvo. Por lo tanto, no deben hacerse notar. Si fallan en eso, fallarán en todo"
"Diego, no fallaremos", prometió Mustafá.
¿Fallar en qué? se preguntó Pablo, pero no lo dijo. ¿Cuántas mujeres y niños matarán? Pero en realidad no le importaba. Era una forma cobarde de matar, pero las reglas de honor de la cultura de sus "amigos" eran distintas de las suyas. Se trataba de negocios, y no necesitaba saber más.
Tres millas, flexiones de brazos, un café, ase era la vida en el sur de Virginia.
"Brian, ¿estás acostumbrado a llevar armas de fuego?"
"Sí, Pete. Generalmente, un M16 y cinco o seis cargadores extras. Las granadas de fragmentación también forman parte del equipo básico".
"Hablaba más bien de armas de mano".
"Estoy acostumbrado a la Beretta M9.
"¿Eres bueno tirando?"
"Está en mi legajo, Pete. En Quantico, me puntuaron como experto, pero lo mismo ocurrió con el resto de mi clase. De modo que no significa mucho".
"¿Estás acostumbrado a llevarla contigo?"
"¿Cuando visto de civil? No".
"Bueno, acostúmbrate".
"¿Es legal?", preguntó Brian. "El estado de Virginia lo permite en algunos casos. Si no tienes antecedentes policiales, tu municipio puede otorgarte un permiso para llevar un arma oculta. ¿y tú, Dominic?"
"Aún soy del FBI, Pete. Me siento desnudo si no llevo un amigo conmigo".
"¿Qué usas?"
"Smith & Wesson 1976. Diez milímetros, doble acción. Últimamente, el Buró se pasó a la Glock, pero me gusta más la Smith". y no, no hice una muesca en las cachas, pensó, aunque no lo dijo.
"Bien, quiero que vayan armados en sus salidas, sólo para que vayan acostumbrándose a la idea, Brian".
Éste se encogió de hombros. "Está bien". Mejor que llevar una mochila de treinta kilos.
Claro que había muchas otras cosas de que ocuparse además de Sali. Jack trabajaba sobre un total de once personas, todas, con excepción de una, originarios del Medio Oriente, todos financistas. El único europeo vivía en Riad. Era alemán, pero se había convertido al Islam, lo cual a alguien le había parecido lo suficientemente extraño como para ponerlo bajo vigilancia electrónica. El alemán que Jack aprendió en la universidad era suficiente como para entender sus e-mails, que no revelaban mucho. Evidentemente, había adoptado las costumbres locales, al punto que ni siquiera bebía cerveza. Evidentemente, era apreciado por sus amigos sauditas -una cosa buena del Islam era que si seguías las reglas y orabas como corresponde, no Es importaba demasiado qué aspecto tenias. Habría sido admirable de no ser por el hecho de que la mayor parte de los terroristas del mundo oraban en dirección a La Meca. Pero eso, se recordó Jack, no era culpa del Islam. La noche en que el nació, habían intentado matarlo cuando aún no había salido del vientre de su madre, y esas personas habían dicho ser católicos fanáticos. En todas partes los fanáticos eran fanáticos. La idea de que había personas que habían querido matar a su madre le daba ganas de tomar su Beretta.40. En cuanto a su padre, bueno, se sabía cuidar solo, pero atacar a las mujeres era pasarse demasiado de la raya y se trataba de una raya que se podía cruzar sólo una vez y sólo en una dirección. No había retorno.
Claro que él no recordaba nada. Los terroristas del ULA se habían ido a encontrar con su Dios, gracias al Estado de Maryland, antes de que él comenzara primer grado, y sus padres nunca tocaban el tema. Su hermana Sally sí lo hacía. Aún tenía sueños al respecto. Se preguntó si a sus padres Es ocurriría lo mismo. ¿Terminaba uno por olvidar episodios así? En el History Channel había visto cosas que sugerían que los veteranos de la Segunda Guerra Mundial aún revivían escenas de combate por las noches, yeso había ocurrido hacía más de sesenta años. Recuerdos como ésos debían de ser una condena.
"Sí, Junior".
"Este tipo Otto Weber, ¿qué es tan importante acerca de él? Parece tan emocionante como un helado de vainilla".
"Si eres malo, ¿lo anuncias con un letrero de neón en tu espalda, o tratas de ocultarte en la hierba?"
"Con las serpientes': completó Junior. "Lo sé, buscamos cosas pequeñas':
"Como te dije. Haz aritmética de cuarto año. Agrégale una nariz. Y, sí, buscas cosas que deben ser casi invisibles, ¿de acuerdo? Eso es lo entretenido de este trabajo. Y las cositas inocentes son, en su mayor parte, sólo cositas inocentes. Si baja pornografía infantil de la web, no lo hace porque sea un terrorista. Lo hace porque es un pervertido. En la mayor parte de los países, eso no se castiga con la pena capital".
"Seguro que en Arabia Saudita sí",
"Probablemente, pero apostaría a que no los andan buscando':
"Creí que eran todos puritanos': "Allí, la libido es cosa de cada uno. Pero si se te ocurre hacer algo con un niño verdadero, tendrás grandes problemas. Arabia Saudita es un lugar donde se respeta la ley. Puedes estacionar tu Mercedes y dejar puestas las llaves y cuando vuelvas seguirá allí. No puedes hacer eso ni siquiera en Salt Lake City".
"¿Has estado allí?", preguntó Jack.
"Cuatro veces. La gente es amigable siempre que la trates bien, y si te haces de un verdadero amigo allí, será un amigo para toda la vida. Pero sus reglas son distintas de las nuestras y el precio por romperlas puede ser muy elevado".
"Así que Otto Weber juega según las reglas".
Wills asintió. "Correcto. Ha adoptado el sistema completo, con religión y todo. Por eso Es gusta. La religión es el centro de su cultura. Cuando alguien se convierte y vive según las reglas del Islam, le da validez a su cultura, y eso Es gusta, como le gustaría a cualquiera. Sin embargo, no creo que Otto esté en el juego. Las personas que buscamos son sicópatas. Pueden surgir en cualquier parte. Algunas culturas los detectan temprano y los transforman -o los matan. Otras culturas, no. No somos tan buenos como debiéramos en ese aspecto, pero sospecho que los sauditas probablemente lo sean. Pero los que realmente saben hacerlo pueden aparecer en cualquier cultura y algunos de ellos se disfrazan con la religión. El Islam no es un sistema de creencias para sicópatas, pero puede ser pervertido para servir a gente así, lo mismo que el cristianismo. ¿Tomaste algún curso de psicología?"
"No, ojalá lo hubiera hecho", admitió Ryan.
"Bien, cómprate unos libros. Léelos. Encuentra gente que sepa de estas cosas y hazle preguntas. Escucha sus respuestas". Wills regresó a su monitor.
Mierda, pensó Junior. Este trabajo se pone cada vez peor. ¿Cuánto tiempo pasaría, se preguntó, hasta que comenzaran a presionarlo para que encontrase algo útil? ¿Un mes? ¿Un año? ¿Qué demonios podía considerarse una nota que permitiera aprobar en el Campus? ¿y qué ocurriría exactamente si encontrara algo útil?
Regresó a Otto Weber…
No podían quedarse todo el día en sus habitaciones sin despertar sospechas. Mustafá y Abdulá comieron algo liviano en la cafetería y salieron. A tres cuadras de allí dieron con un museo de arte. La entrada era gratuita, pero una vez que entraron entendieron por qué. Era un museo de arte moderno y los cuadros y esculturas que allí se exhibían sobrepasaban completamente su capacidad de comprensión. Lo recorrieron durante unas dos horas y llegaron a la conclusión de que en México la pintura debía de ser barata. De todas formas, Es dio la ocasión de poner en práctica su apariencia mientras fingían admirar la basura que colgaba de las paredes y se alzaba en el suelo.
Luego, caminaron de regreso a su hotel. Lo único bueno era el clima. Era caluroso para las personas de origen europeo, pero agradable para los árabes, a pesar de la niebla gris. Mañana, verían otra vez el desierto. Tal vez por última vez.
Era imposible, incluso para una bien financiada agencia gubernamental, investigar todos los mensajes que atravesaban el ciberespacio cada noche, de modo que la NSA empleaba programas de computadora que buscaban frases clave. Las direcciones electrónicas de algunos terroristas confirmados o sospechados de serio habían sido identificadas a lo largo de los años, así como las computadoras servidoras de los proveedores de servicios de Internet. Esa operación empleaba grandes volúmenes de espacio de almacenamiento, de modo que constantemente llegaban a Port Meade, Maryland, camiones que traían nuevos dispositivos de almacenamiento en disco, los cuales eran conectados a las computadoras madre de modo que si una determinada persona era identificada, se podían leer sus mensajes de correo electrónico de los últimos meses o años. Era un juego del gato y el ratón. Por supuesto que los malos sabían que los programas de intervención buscaban determinadas frases o palabras, de modo que usaban sus propios códigos -lo cual era, en sí, otra trampa, ya que los códigos dan una falsa sensación de seguridad, a la que sacaba provecho una agencia que llevaba setenta años leyendo las mentes de los enemigos de los Estados Unidos.
Era un proceso que tenía límites. Un empleo demasiado generoso de la información de inteligencia de señales terminaba por revelar su propia existencia, de modo que quienes eran vigilados cambiaban sus sistemas criptográficos, comprometiendo así a la fuente. Por otro lado, emplearla poco era lo mismo que no tenerla. Desgraciadamente, los servicios de inteligencia se inclinaban más bien por esto último. La creación de un nuevo Departamento de Seguridad Territorial había diseñado, en teoría una unidad central de intercambio de toda la información referida a amenazas, pero el tamaño mismo de la nueva superagencia la había invalidado desde el primer momento. La información estaba allí, pero en cantidades demasiado grandes como para procesarla y con demasiados procesadores como para generar un producto útil.
Pero cuesta desprenderse de viejos hábitos. La comunidad de inteligencia permanecía intacta, tuvieran o no una superagencia por encima de sus propias burocracias, y, por segmentos, seguía intercomunicándose. Como de costumbre, se deleitaban en cuánto sabían en comparación con los que no estaban dentro, y preferían mantener las cosas así.
La principal forma de comunicación de la Agencia Nacional de Seguridad con la Agencia Central de Inteligencia consistía esencialmente en decir esto es interesante ¿qué te parece? Ello ocurría porque cada una de esas agencias tenía su propia ética corporativa. Hablaban distintos idiomas.
Pero al menos, pensaban en paralelo, no en líneas divergentes. En términos generales, la CIA tenía mejores analistas, la NSA era mejor en recolección de información. Había excepciones a ambas reglas generales; y, en ambos casos, los individuos realmente talentosos se conocían y, entre ellos, hablaban básicamente el mismo idioma.
Quedó claro que era así con el tráfico de cables entre ambas agencies de la mañana siguiente. Un analista de alto rango en Fort Meade se lo envío a su par en Langley con clasificación de tráfico-FLASH. Eso bastó para llamar la atención del Campus. Jerry lo vio a la cabeza de su listado diario de e-mails y lo llevó a la reunión de la mañana siguiente.
'Esta vez les vamos a picar donde les duele', dice el tipo. ¿Qué puede querer decir eso?", se preguntó Jerry Rounds en voz alta. Tom Davis había pasado la noche en Nueva York. Tenía un desayuno de negocios con gente de Morgan Stanley. Era un fastidio cuando los negocios interferían con los negocios.
"¿Cuán buena es la traducción?", preguntó Gerry Hendley.
"La nota al pie dice que en ese aspecto no hay problema. La intercepción es clara y libre de estática. Es una simple frase declarativa en árabe culto, sin matices especiales de los que preocuparse", declaró Rounds.
"¿Origen y receptor?", prosiguió Hendley.
"Se origina en un tipo llamado Fa'ad, apellido desconocido. Creemos que es uno de los tipos de operaciones de nivel medio -más bien del área de planificación que de la de acción. Está en algún lugar de Bahrein. Sólo habla por su celular cuando está en un auto en movimiento o en un lugar público, como un mercado o algo por el estilo. Hasta ahora no hay ni un dato sobre él. El receptor", continuó Bell, "es, supuestamente, un nuevo participante -más probablemente uno de los de siempre, con un teléfono celular recién donado. Es un viejo teléfono analógico, así que no pudieron generar un patrón de identificación de voz".
"De modo que parece que tienen una operación en marcha…" observó Hendley.
"Así parece", asintió Rounds. "índole y lugar desconocidos".
"De modo que no sabemos ni mierda". Hendley tomó su taza de café y frunció el ceño con una intensidad que hubiera necesitado de la escala Richter para ser medida. "Qué van a hacer al respecto?"
Respondió Granger: "Nada útil, Gerry. Están inmovilizados en una trampa lógica. Si hacen algo, por ejemplo subir el color del alerta, están dando la alarma y ya lo hemos hecho tantas veces que. se ha vuelto contraproducente. Si no se revelan el texto y la fuente, nadie lo tomará en serio. Si revelamos algo, quemamos la fuente para siempre".
"Y si no dan la alarma, el Congreso les meterá por el culo cualquier cosa que ocurra". Los funcionarios electos se sentirían más cómodos como parte del problema que como parte de la solución. Se podía obtener crédito político del gritar sin producir nada. De modo que la CIA y los demás servicios continuarían trabajando para identificar a los usuarios del teléfono celular que recibió la llamada. Era un trabajo investigativo lento y carente de emoción, y se llevaba a cabo a un ritmo que no podía ser el que pretendieran imponer políticos impacientes -y destinar más dinero al problema no ayudaba a solucionarlo, lo cual era doblemente frustrante para gente que sólo sabía hacer eso.
"De modo que enfrentan el asunto a medias, hacen algo que saben que no funcionará…"
"y esperan un milagro", concluyó Granger.
Por supuesto que los departamentos de policía de todo Estados Unidos serían alertados -pero nadie sabía para qué ni contra qué amenaza. Y de todas formas los policías siempre estaban atentos a detener e interrogar a todas las personas con aspecto de provenir de Oriente Medio, al punto de que ya estaban aburridos de lo que casi siempre resultaba un ejercicio improductivo, que además ya estaba produciendo una creciente presión por parte de la Unión Americana por los Derechos civiles. Ya había seis casos de detenidos por "portación de cara de árabe", cuatro de los cuales eran médicos y dos estudiantes demostrablemente inocentes que habían sido interrogados con cierto exceso de vigor por policías locales. Fuera cual fuere la jurisprudencia que surgiera de esos casos, sin duda haría más mal que bien. Era, como dijo 5am Granger, una trampa lógica.
El ceño de Hendley se frunció un poco más. Sin duda, la misma expresión se repetía en media docena de agencias de gobierno, las cuales, a pesar de todos sus recursos y personal, eran más o menos tan útiles como tetas en un jabalí. "Podemos hacer algo?", preguntó.
"Mantenemos alertas y llamar a la policía si vemos algo fuera de lo común", respondió Granger. "A no ser que tengamos una pistola a mano".
"Para matar a algún pobre desgraciado que probablemente esté tomando clases de cómo ser un buen ciudadano", añadió Bell. "No vale la pena".
Tendría que haberme quedado en el Senado, pensó Hendley. Al menos, ser parte del problema tenía sus satisfacciones. Era bueno dar libre curso al mal humor cada tanto. Gritar aquí hubiera sido totalmente improductivo, además de malo para la moral de su gente.
"De acuerdo, entonces fingimos que somos ciudadanos comunes", dijo finalmente el jefe. Su personal directivo asintió y continuó discutiendo los asuntos de rutina laboral. Sobre el fin de la reunión, Hendley le preguntó a Rounds como se desempeñaba el nuevo muchacho.
Tiene la inteligencia de preguntar mucho. Lo estoy haciendo verificar a financistas confirmados o sospechosos para ver si detecta transferencias sin explicación".
"Si soporta hacer eso, que Dios lo bendiga", observó Bell. "Es como para enloquecer a cualquiera".
"La paciencia es una virtud", dijo Gerry. "Lo difícil es adquirida".
"Alertamos a toda nuestra gente sobre esta comunicación?"
"No estaría mal", respondió Bell.
"Denlo por hecho", Es dijo Granger a todos.
"Mierda", observó Jack quince minutos más tarde. "Qué significa?"
"Lo sabremos mañana, la semana que viene o nunca", respondió Will.
"Fa'ad… conozco ese nombre Jack fue a su computadora e invocó algunos archivos. "¡Sí! Es el tipo de Bahrein. ¿Cómo es que la policía local no lo hizo sudar un poco?"
"Aún no saben que existe. Hasta ahora, rastrearlo ha sido cosa de la NSA pero tal vez Langley vea si puede averiguar más acerca de él".
"Son tan buenos como el FBI para el trabajo policial?"
"En realidad no, no lo son. Es otro entrenamiento, pero no está tan lejos de lo que cualquiera puede hacer…
El joven Ryan lo interrumpió. "Mentira. Los policías son buenos para interpretar cómo es una persona por su aspecto. Es una habilidad adquirida e interrogar también es algo que se aprende".
"Quién lo dice?", preguntó Wills.
"Mike Brennan. Era mi guardaespaldas, me enseñó mucho".
"Bueno, un buen espía también debe saber interpretar el aspecto de las personas. Su vida puede depender de ello".
"Puede ser, pero si quieres que alguien arregle tus ojos, ve donde mi madre. Para los oídos, ve a otro lado".
"De acuerdo, tal vez sea así. Por ahora, ve qué tienes de nuestro amigo Fa'ad!'
Jack regresó a la computadora. Retrocedió hasta la primera conversación que interceptaron. Luego lo pensó mejor y fue hasta el comienzo mismo, a la primera vez que Es llamó la atención. "Por qué no cambia de teléfono?"
"Tal vez sea perezoso. Estos tipos son astutos, pero también tienen puntos débiles. Se crean hábitos. Son astutos, pero carecen del entrenamiento formal que tiene un agente de la KGB o algo así'.
La NSA tenía un gran puesto de escucha clandestina en Bahrein, con base en la embajada de los Estados Unidos y reforzado por las naves de guerra de la armada norteamericana que tocaban tierra regularmente allí y que, en ese lugar, no eran considerados como una amenaza electrónica. Los equipos de la NSA que iban en ellos interceptaban aun las comunicaciones por teléfono celular de la gente que paseaba por la costa.
"Éste es un tipo sucio", observó un minuto después. "Estoy totalmente seguro de que es malo".
"También ha sido un buen barómetro. Ha dicho muchas cosas que resultaron interesantes".
"De modo que sería bueno que alguien le echara el guante".
"Eso creen en Langley".
"Cuán importante es la estación Bahrein?"
"Seis personas. Jefe de estación, dos agentes de campo, tres empleados, de señales y cosas así'.
"Eso es todo? ¿Allí? ¿Sólo un puñado?"
"Así es", confirmó Wills.
"Bueno. Yo le preguntaba a papá acerca de esto. Su respuesta solía ser encogerse de hombros y gruñir".
"Trató con ahínco de obtener más fondos y personal para la CIA. Pero el Congreso no siempre estuvo de acuerdo".
"Y nunca le echamos el guante a un tipo, y, sabes, 'conversamos' con él?"
"Últimamente no:'
"¿Por qué?
"Falta gente", respondió simplemente Wills. "El problema de los empleados es que todos pretenden cobrar. No somos tan grandes".
"ay por qué la CIA no le pide a la policía local que lo aprese? Bahrein es un país amigo".
"Amigo, no vasallo. Tienen sus ideas sobre los derechos civiles, y no coinciden con las nuestras. Además, no puedes prender a un tipo por lo que sabe y lo que piensa. Sólo por lo que hizo. Y, como ves, no sabemos que haya hecho nada".
"Bien, entonces hacerlo seguir".
"ay cómo puede la CIA hacer eso con sólo dos agentes de campo?",preguntó Wills.
"¡Dios mío!"
"Bienvenido al mundo real, Junior". La Agencia debió haber reclutado algunos agentes, tal vez policías de Bahrein para ayudar con trabajos así, pero eso no había ocurrido. Claro que también el jefe de estación podría haber solicitado más personal, pero los agentes de campo que hablaran árabe y parecieran árabes no abundaban en Langley, y los que había, estaban destinados a lugares que los requerían con más urgencia.
El encuentro se realizó según lo planeado. Había tres vehículos, cada uno con un conductor que casi no hablaba y que cuando lo hacía, era en castellano. El camino era agradable, y Es recordaba un poco su tierra natal. El conductor era cauteloso: no corría ni hacía nada que llamara la atención, pero de todas maneras se desplazaban a buen ritmo. Casi todos los árabes fumaban cigarrillos, exclusivamente marcas estadounidenses como Marlboro. También Mustafá se preguntaba -como lo hacía Mohammed en su momento- qué hubiera dicho el Profeta acerca de los cigarrillos. Probablemente nada bueno, pero no había dicho nada, ¿no? De modo que Mustafá podía fumar cuanto quisiera. A fin de cuentas, el tema del posible daño a su salud era de muy relativo interés en esos momentos. Esperaba vivir unos cuatro o cinco días más, no más, si las cosas salían como estaba planeado. Había supuesto que sus hombres conversarían nerviosamente, pero ello no ocurrió. Casi no decían ni una palabra. Sólo miraban inexpresivamente los campos que atravesaban, una cultura acerca de la que nada sabían ni sabrían nunca.
"Bien, Brian, aquí está tu permiso de portación", le dijo Pete Alexander entregándoselo.
Podría haber sido otra licencia de conductor, cabía justo en la billetera. "Así que ya estoy habilitado para andar armado por la calle?"
"En la práctica, ningún policía va a sancionar a un oficial de la infantería de marina por llevar una pistola, oculta o no, pero es mejor cuidar los detalles. ¿Llevarás la Beretta?"
"Estoy acostumbrado a ella, y los quince disparos dan seguridad. ¿Cómo tengo que llevarla?"
"Usa una así, Aldo", dijo Dominic mostrando su riñonera. Parecía un cinto de esos para esconder dinero o el tipo de bolso que usan las mujeres más bien que los hombres. Tiró de un cordón y el bolso se abrió, revelando la pistola y dos cargadores suplementarios. "Muchos agentes usan esto. Más confortable que una funda de cadera. Si haces un viaje largo en auto, ésas se te pueden clavar en los riñones".
Por el momento, Brian la llevaría metida en el cinto. "¿A dónde vamos hoy, Pete?"
"De vuelta al centro de compras. Más rutinas de seguimiento".
"Qué bien” respondió Brian. "?Por qué no tienen píldoras de la invisibilidad?"
"H. G. Wells se llevó la fórmula a la tumba.