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Los equipos de los noticiarios convergieron sobre Charlottesville como buitres sobre un cadáver – mejor dicho, comenzaron a hacerlo hasta que las cosas se complicaron.
Las siguientes noticias urgentes llegaron de un lugar llamado Citadel Mali en Colorado Springs, Colorado, luego de Provo, Utah y finalmente de Des Moines, Iowa. Eso lo convirtió en una historia colosal. El ataque en el centro comercial de Colorado terminó con seis cadetes de la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos -muchos otros fueron puestos a salvo por compañeros- y veintiséis civiles muertos.
Pero a Provo, Utah, llegaron noticias de lo ocurrido en Colorado Springs y allí, el jefe local de policía, con certero instinto policial, había despachado autos intercomunicados por radio a todos los centros de compras del pueblo. Dieron con lo que buscaban en el Provo Towne Center. Cada auto llevaba su escopeta reglamentaria y se produjo un épico tiroteo entre los cuatro terroristas y los seis policías -todos los cuales sabían disparar. El resultado de lo que el FBI más tarde clasificó como ataque frustrado fue dos policías malheridos, tres civiles muertos -Un total de once ciudadanos locales se había unido a la batalla campal y cuatro terroristas bien muertos. Lo mismo podía haber ocurrido en Des Moines, pero la policía local tardó en reaccionar y el resultado final fue la muerte de cuatro terroristas, pero también de treinta y un ciudadanos.
En Colorado, dos terroristas quedaron con vida y se atrincheraron en un negocio, a cincuenta metros de un equipo SWAT de la policía y a la espera de la llegada de una compañía de fusileros de la Guardia Nacional, prontamente puestos en acción por el gobernador. Estos tascaban el freno, impacientes por poner en acción la fantasía de todo soldado: maniobrar y disparar hasta lograr eliminar a los invasores y dejarlos convertidos en cebo para atrapar pumas. Esto tardó dos horas en suceder, pero, ayudados por granadas de humo, los guerreros de fin de semana dispararon suficientes tiros como para destruir un ejército invasor y terminaron con la vida de los dos criminales -que resultaron ser árabes, lo cual no sorprendió a nadie- de forma espectacular.
Cuando eso ocurrió, todo el país estaba pendiente de la TV, y reporteros de Nueva York y Atlanta le comunicaban a América lo que sabían, que no era mucho, y trataban de explicar los eventos del día, lo cual hicieron con la precisión de niños que recién comienzan la escuela. Repitieron incesantemente los pocos hechos comprobados que lograron averiguar y convocaron a "expertos" que sabían poco y hablaban mucho.
También había televisores en el Campus y casi todo el trabajo se detuvo mientras las tropas los contemplaban.
"Dios mío", observó Jack Jr. Los demás musitaban o pensaban cosas parecidas, aunque para ellos era un poco peor, ya que técnicamente pertenecían a la comunidad de inteligencia, que no había formulado una advertencia estratégica sobre ese ataque al territorio nacional.
"Es muy sencillo", observó Tom Wills. "Si no contamos con recursos humanos de inteligencia sobre el terreno, es difícil que se nos advierta, a no ser que los malos usen sus teléfonos celulares en forma muy descuidada. Pero a los medios de prensa les gusta contar cómo rastreamos a los malos, y así los malos saben qué hacer y qué no. Lo mismo el personal de la Casa Blanca les gusta mostrarles a los reporteros lo astutos que son y filtran datos sobre inteligencia de señales. La forma en que dan información delicada sobre palabras clave es como para pensar que trabajan para los terroristas. Por supuesto que en realidad esos infelices no hacían mas que pavonearse ante los periodistas, que era lo único que sabían hacer.
"De modo que vamos, oír a los periodistas diciendo eso de 'otro error de inteligencia' todo el día ¿no?"
"No te quepa duda", respondió Wills. "Esa misma gente que quiere deshacerse de la comunidad de inteligencia, ahora se quejará de que ésta no sabe hacer su trabajo -pero sin reconocer el papel que ellos mismos tienen en entorpecer su trabajo como mejor pueden. Lo mismo puede decirse del Congreso, claro. Como sea, volvamos al trabajo. La NSA debe estar a la busca de señales de celebración del bando enemigo; tambien son humanos, ¿verdad? Les gusta golpearse el pecho como King Kong cuando algo les sale bien. Veamos si nuestro amigo Sali lo está haciendo".
"Pero quién es el que dio las órdenes para todo esto?"
"Veamos si lo averiguamos", Aunque Wills no lo dijo, lo importante era determinar dónde estaba el hijo de puta. Una cara y un lugar que le corresponda son mucho más valiosos que una cara sola.
En el piso de arriba, Hendley reunió a su personal jerárquico frente a su aparato de televisión.
"¿Y bien?"
"Pete llamó desde Charlottesville. ¿Adivina dónde estaban los muchachos que estamos entrenando?", preguntó Jerry Rounds.
"Bromeas", respondió Tom Davis.
"No, no bromeo. Eliminaron a los malos, sin asistencia de nadie y ahora están de vuelta en la casa. Un premio extra: Brian -el infante de marina- tenía dudas acerca de su función. Eso, informa Pete, es cosa del pasado. No puede esperar a salir en misión, y Pete cree que ya están listos.
"De modo que sólo necesitamos objetivos verificados?", preguntó Hendley.
"Mi gente está verificando en qué está la NSA. Hay que suponer que en estos momentos los malos se están comunicando. Su período de silencio de radio debería estar terminando ahora", pensó Rick Bell en voz alta. "Si estamos listos para entrar en acción, entremos en acción cuanto antes'
Ése era el departamento de Sam Granger. Se había mantenido en silencio hasta ese momento, pero había llegado la hora de hablar.
"Bien, señores, tenemos dos muchachos listos para salir y encargarse de algunos objetivos", dijo en términos que el Ejército había puesto en uso hace veinte años. "Por lo que me dice Pete, son buena gente, y, con lo que ocurrió hoy, creo que no les faltará motivación".
"¿Qué piensa el enemigo?", preguntó Hendley. No era difícil imaginarlo, pero quería respuestas adicionales.
"Querían aguijonearnos de una forma inteligente. Está claro que el objetivo aquí era golpear en la América media", comenzó Rounds, "Creen que pueden asustamos mostrándonos que pueden golpear en cualquier parte, no sólo en objetivos obvios como Nueva York. Ese fue un elemento astuto de esta operación. Un total probable de quince a veinte terroristas, tal vez algún personal de apoyo. Es un número relativamente elevado, pero no inédito -mantuvieron buena seguridad operacional. Sus hombres estaban bien motivados. No diría que estaban particularmente bien entrenados, más bien fue como meter un perro rabioso en el patio para que muerda a un niño. Han demostrado su voluntad política de hacer cosas realmente malas, pero eso no es sorprendente; también sacrificar personal consagrado a su causa, pero eso tampoco es una sorpresa. Fue un ataque de baja tecnología, sólo malos tipos y armas automáticas livianas. Demostraron crueldad, pero no verdadero profesionalismo. En menos de dos días, probablemente el FBI rastree su punto de origen y quizá también sus rutas de ingreso. No tomaron lecciones de vuelo ni nada por el estilo, de modo que es probable que no estuvieran en el país desde hace mucho. Me interesaría saber quién escogió e hizo la verificación previa de los objetivos. El elemento de sincronización sugiere algún grado de planificación previa, aunque no mucho diría -no es tan difícil mirar la hora en un reloj de pulsera. No tenían intención de huir después de los ataques. Probablemente entraron con sus objetivos ya determinados. A esta altura, apostaría unos pocos dólares a que sólo estaban en el país desde hace una o dos semanas -tal vez menos, dependiendo de cómo hayan entrado. El Buró sabrá eso dentro de no mucho".
"Pete informa que las armas son pistolas ametralladora Ingram. Son bonitas -por eso salen en la tele y en las películas", explicó Granger, "pero no son armas realmente eficientes':
"¿Cómo las obtuvieron?", preguntó Tony Davis.
"Buena pregunta. Supongo que el FBI ya tiene las de Virginia y se está ocupando de rastrear sus números de serie. Son buenos para esa tarea. Deberíamos contar con esa información esta noche. Eso les dará un indicio sobre cómo llegaron esas armas a manos de los terroristas y entonces la investigación se pondrá en marcha".
"¿Qué hará el Buró, Enzo?", preguntó Brian.
"Es un caso central. Se le adjudicará un nombre en clave y se le podrá destinar a todos y cada uno de los agentes del país. En este momento, lo que hacen es buscar el auto que usaron los malos. Tal vez sea robado. Más probablemente, alquilado. En ese caso, tienes que firmar, dejar una copia de tu licencia de conductor, tarjeta de crédito, todas las cosas habituales para funcionar en los Estados Unidos. Todo puede ser seguido, todo conduce a algún lugar, hermano. Por eso, se sigue cada uno de esos elementos".
"¿Cómo va, muchachos?", preguntó Pete, entrando en la habitación.
"Un trago ayuda", respondió Brian. Ya había limpiado su Beretta, y Dominic su Smith & Wesson. "No fue divertido, Pete".
"No se supone que deba serlo. Bien, hablé con la central. Los quieren ver dentro de un día más o menos. Brian, tenías dudas y me dices que ya no. ¿Sigue siendo así?"
"Nos entrenaste para identificar, acercamos y matar a personas, Pete. Y puedo vivir con eso, siempre que no estemos haciendo algo fuera de toda ley".
Dominic asintió con la cabeza, pero sus ojos no se despegaron de Alexander.
"De acuerdo, bien. Hay un viejo chiste en Texas acerca de por qué los abogados de ahí son buenos. La respuesta es que hay más hombres que merecen morir que caballos que merecen ser robados. Bueno, ésos que merecen morir, tal vez ustedes dos puedan dar una mano".
"¿Y finalmente nos dirás exactamente para quién trabajamos?", preguntó Brian.
"Lo sabrás en su debido momento, dentro de un día más o menos".
"Bueno, puedo esperar un día", dijo Brian. Estaba haciendo algunos rápidos análisis por cuenta propia. El general Terry Broughton tal vez supiera algo. Sin duda que ese tipo Werner del FBI sabía, pero esa antigua plantación de tabaco donde estaban entrenando no pertenecía a ninguna sección del gobierno que él conociera. La CIA tenía "La Granja" cerca de Yorktown, Virginia, pero eso quedaba como a doscientos cuarenta kilómetros de allí. Este no era un lugar con ambiente de "Agencia", al menos no se parecía a las ideas al respecto que él tenía,aunque tal vez ésas fueran erróneas. De hecho, ni siquiera olía a "gobierno", le decía su olfato. Pero, como fuera, en un par de días sabría algo concreto, y podía esperar.
"¿Qué sabemos acerca de los tipos que eliminamos hoy?"
"No mucho. Eso deberá esperar un poco. Dominic, ¿cuánto tardarán en empezar a saber algo?"
"Para mañana al mediodía tendrán mucha información, pero no tenemos un canal directo con el Buró, a no ser que quieras que…"
"No, no quiero. De ser así, tal vez debiéramos informarles que Brian y tú son la nueva versión del Llanero Solitario y esa información debe circular lo menos posible".
"¿Quieres decir que tendré que hablar con Gus Wemer?"
"Es probable. Tiene la suficiente influencia en el Buró como para decir que estás en 'misión especial' y mantenerse en sus trece. Imagino que se estará congratulando a sí mismo por haberte señalado a nosotros. Por cierto, ambos se desempeñaron más que bien".
"No hicimos más que lo que nos entrenaron para hacer", dijo el infante de marina. "Sólo tuvimos el tiempo justo de ponemos en funcionamiento y todo lo demás fue automático. En la Escuela Básica me enseñaron que la diferencia entre quedar con vida o no a menudo está dictaminada por sólo unos segundos de reflexión. Si hubiésemos estado en el Sam Goody cuando todo comenzó, en vez de unos minutos más tarde, el resultado final tal vez habría sido otro. Otra cosa, dos hombres son más o menos cuatro veces más efectivos que uno solo. De hecho, hay un estudio al respecto. Creo que el título es 'Factores tácticos no lineales en combates de pequeñas unidades'. Es parte de las lecturas del curso en la Escuela de Reconocimiento".
"Así que los infantes de marina saben leer, ¿eh?", preguntó Dominic tomando una botella de bourbon. Sirvió dos buenas copas, le alcanzó una a su hermano y tomó un sorbo de la otra.
"El tipo del Sam Goody me sonrió", recordó Brian, atónito. "No lo registré en ese momento. Supongo que no tenía miedo de morir".
"Se llama martirio, y hay gente que realmente piensa así, les dijo Pete a ambos. "Así que, ¿qué hiciste?"
"Le disparé a quemarropa, tal vez seis o siete veces…"
"Más de diez, hermano", lo corrigió Dominic. "Más el último en la cabeza".
"Aún se movía", explicó Brian. "Y yo no tenía esposas para ponérselas. Y, sabes, no puedo decir que me preocupe". De todas formas, se habría desangrado. Simplemente había acelerado su pasaje a la otra dimensión.
"¡B-3 y bingo! Tenemos un bingo", anunció Jack desde su terminal. "Sali está en el juego, Tony. Mira", dijo señalando su pantalla.
Wills tecleó el acceso al material de la NSA y allí estaba. "Sabes, se supone que las gallinas cacarean cuando ponen un huevo, sólo para mostrarle al mundo lo buenas que son. Estos pajarracos también. Bien Jack, es oficial, Uda bm Sali está en el juego. ¿A quién va dirigido?"
"A un tipo con quien chatea por Internet. Hablan más que nada de movimientos financieros".
"iPor fin!", observó Wills, mientras miraba el texto en su propia terminal. "Quieren fotos del tipo, todas las que haya. Tal vez Langley finalmente se decida a cubrido. iDios sea loado!" Se detuvo. "Tienes una lista de las personas con quienes intercambia e-mails?"
"Sí, ¿la quieres?" Jack tecleó para buscada y pulsó el comando IMPRIMIR. En quince segundos, le entregó la hoja a su compañero. "Número y fecha de los mensajes. Si quieres te imprimo los que encuentro interesantes y por qué me parece que es así.
"Dejemos eso por ahora. Le llevaré esto a Rick Bel".
"Te espero".
VISTE LAS NOTICIAS POR TV, le había escrito Sali a su ocasional corresponsal. iESTO LES HARA DOLER EL ESTOMAGO A LOS NORTEAMERICANOS!
"Sí, seguro", le dijo Jack a la pantalla. "Pero acabas de pasarte de listo, Uda. Qué pena".
Dieciséis mártires más, pensó Mohammed mirando el televisor del Hotel Bristol de Viena. Sólo era doloroso de un modo abstracto. En realidad, la gente así era recursos descartables. Eran menos importantes que él, y eso era un hecho, porque él valía más para la organización. Tenía el aspecto y el dominio de idiomas como para viajar a cualquier parte, y el cerebro como para planear bien sus misiones.
El Bristol era un hotel especialmente bueno, justo enfrente del más decorado Imperial, y el minibar tenía buen coñac y a él le gustaba el buen coñac. La misión no había salido tan bien… había contado con que morirían cientos de estadounidenses, no algunas docenas, pero lo cierto era que con toda esa policía armada e incluso ciudadanos armados, sus expectativas habían sido excesivamente optimistas. Pero el objetivo estratégico había sido logrado. Ahora, todos los estadounidenses sabían que no estaban seguros' Vivieran donde vivieran, podían ser alcanzados por los Santos Guerreros, quienes estaban dispuestos a entregar sus vidas a cambio de terminar con el sentimiento de seguridad de sus enemigos. Mustafá, Saíd, Sabawi y Mejdi ahora estaban el paraíso -si es que tal lugar existía. A veces pensaba que era una historia que se cuenta para impresionar a los niños, o a los simples que realmente creían lo que decían los imanes. Había que escoger con cuidado a los predicadores, pues no todos los imanes veían al Islam como lo veía Mohammed. Pero no pretendían gobernarlo todo. El sí, o al menos una parte, mientras ésta incluyera los lugares santos.
No podía hablar abiertamente de estas cosas. Algunos jerarcas de la organización realmente creían, realmente estaban enrolados en el bando más conservador -reaccionario- de la Fe, más aún que el de los wahabitas de Arabia Saudita. A sus ojos, éstos no eran más que los corruptos ricos de ese abominablemente corrupto país, gente que se llenaba la boca de palabras mientras disfrutaba de sus vicios en su propio país y en el exterior, gastando su dinero, y era fácil gastar dinero. Al fin y al cabo, uno no se lo llevaba al otro mundo. En el paraíso, sí realmente existía, no se necesitaba dinero, y si no existía, tampoco él necesitaba dinero. Lo que él quería, lo que esperaba -mejor dijo lo que sabía que obtendría en vida- era poder, la posibilidad de dirigir a las personas, de hacer que otros hicieran su voluntad. Para él, la religión era la matriz que había dado forma al mundo que él controlaría. Es cierto que ocasionalmente rezaba, tanto como para no olvidar cómo se hacía -especialmente cuando se reunía con sus "superiores". Pero como jefe de operaciones, era él y no ellos quien determinaba el camino que seguía la organización para sortear los obstáculos que los idólatras occidentales interponían en su camino. y al elegir el camino, elegía también la naturaleza de su estrategia, que se originaba en creencias religiosas, fácilmente guiadas por el mundo político en que operaDa. Al fin de cuentas, era el enemigo quien fijaba la estrategia, pues era su estrategia la que uno buscaba contrarrestar.
De modo que ahora los estadounidenses conocerían el miedo como nunca antes. Lo que estaba en peligro no eran sus recursos políticos ni financieros. Eran sus vidas. Desde el principio, la operación había sido pensada para matar mujeres y niños, las partes más preciosas y vulnerables de cualquier sociedad.
Y destapó otra botellita de coñac.
Más tarde, encendería su laptop para recibir los informes de sus subordinados sobre el terreno. Le tendría que decir a uno de sus subordinados que pusiera más dinero en su cuenta de Liechtenstein. No sería bueno dejar que esa cuenta se agotase. Luego, las cuentas de Visa serían eliminadas y se desvanecerían para siempre en el mundo etérico. De otro modo, la policía podría seguirle el rastro, ponerle un nombre y hasta una imagen. Eso no debía ocurrir. Permanecería en Viena unos meses más, luego regresaría a casa por una semana para encontrarse con sus superiores y planear operaciones futuras. Con semejante éxito a su cuenta, lo escucharían con más atención. Su alianza con los colombianos había valido la pena, a pesar de las dudas de los otros, y ahora estaba en la cresta de la ola. Unos pocas noches de celebración más y estaría pronto para regresar a la considerablemente menos agitada vida nocturna de su patria, que consistía sobre todo en café o té, y hablar, hablar mucho. No actuar. Sólo a través de la acción llegaría a los objetivos que se había fijado… para sus jefes… y para él mismo.
"Dios míoo, Pablo", dijo Ernesto apagando el televisor.
"Vamos, no es tan sorprendente",respondió Pablo. "No esperabas que pusieran una mesa para vender galletas a beneficio de las Niñas Exploradoras".
"No, pero, ¿esto?"
"Por eso se llaman terroristas, Ernesto. Matan sin advertencia y atacan a personas que no pueden defenderse". Había habido amplia cobertura televisiva desde Colorado Springs, donde la presencia de los camiones de la Guardia Nacional proveía un telón de fondo espectacular. Allí, los policías de civil incluso habían sacado al aire libre los cadáveres de los terroristas, oficialmente para despejar el área donde las granadas de humo habían provocado algunos pequeños incendios, pero en realidad, por supuesto, para exhibir los cuerpos. Los militares colombianos hacían cosas así. Jactancia de soldados. Bueno, los sicarios del Cartel a menudo hacían lo mismo, ¿no? Pero no era algo que valiera la pena señalar en ese momento. Para Ernesto, era importante sentir que él no era un narcotraficante ni un terrorista sino un hombre de negocios. Se consideraba a sí mismo un hombre que le proveía al público un valioso bien de consumo, por el cual le pagaban y que debía defender de la competencia.
"¿Pero cómo reaccionarán los norteamericanos?", preguntó Ernesto.
"Fanfarronearán y lo investigarán como si se tratara de un delito común, y se enterarán de algunas cosas -pocas. Y tendremos una nueva red de distribución en Europa, lo cual", le recordó a su jefe "es nuestro objetivo".
"No me esperaba un delito tan espectacular, Pablo".
"Pero ya hemos hablado de esto", dijo Pablo con su voz más tranquila. "Lo que ellos pretendían era llevar a cabo alguna demostración espectacular" – claro que no dijo delito- "que llenase de miedo a sus enemigo. Esas estupideces son importantes para ellos, como ya sabíamos. Lo que a nosotros nos importa es que alejará las molestas actividades de los yanquis de nuestros intereses".
A veces hacía falta paciencia para explicarle las cosas al jefe. Lo importante era el dinero. Con dinero, se podía adquirir poder. Con dinero, se podía comprar gente y protección, y no sólo salvaguardar tu vida y la de tu familia, sino también controlar tu país. Tarde o temprano arreglarían para que resultara electo alguien que dijera las palabras que los norteamericanos quieren oír, pero que haría poco más allá de negociar con el grupo de Cali, lo cual a ellos les venía muy bien. Su única verdadera preocupación era que pudieran adquirir la protección de alguien que resultara traidor, que tomara su dinero y se volviese contra ellos como un perro desleal. Al fin y al cabo, todos los políticos estaban cortados con la misma tijera. Pero tendría informantes en ese campo, seguridad alternativa propia."Vengarían" el asesinato del falso amigo cuya vida se vería obligado a tomar en esas circunstancias. En conjunto, era un juego complejo, pero que podía ser jugado. y sabía cómo manejar a la gente y al gobierno -incluso al de los Estados Unidos, si de eso se trataba. Sus manos llegaban lejos, incluso hasta las mentes y almas de quienes no tenían idea de quién manejaba los hilos. Ello era especialmente cierto en lo que hacía a quienes se oponían a la legalización de su producto. Si eso llegara a ocurrir, su margen de ganancia se evaporaría y junto con éste, su poder. No podfa permitir que eso ocurriera. No. Para él y su organización, el status quo era un modo perfectamente adecuado de convivir con el mundo. No era perfecto, pero la perfección no se obtenía en el mundo real.
EL FBI trabajó rápido. Dar con el Ford con patentes de Nuevo México no había sido difícil, aunque cada número de patente de cada auto del estacionamiento había sido investigado y rastreado hasta su poseedor y en muchos casos éste había sido interrogado por un agente de los que van armados y han prestado juramento. En Nuevo México, habían descubierto que la agencia de alquiler de autos National tenía una cámara de seguridad y que la cinta de video del día en cuestión estaba disponible y, aún más notable, mostraba otro alquiler que le interesaba en forma directa a la oficina de campo de Des Moines, Iowa. Menos de una hora después, el FBI envió a esos mismos agentes a verificar la oficina de Hertz, a sólo ochocientos metros de la de National y que también contaba con cámaras. Los registros impresos y las imágenes grabadas en video les habían suministrado nombres falsos (Tomás Salazar, Héctor Santos, Antonio Quiñones, Carlos Oliva), imágenes de sus igualmente falsas licencias de conductor y nombres falsos para los cuatro sujetos. La documentación también era importante. Las licencias de manejo internacionales habían sido obtenidas en Ciudad de México, y se enviaron mensajes por télex a la Policía Federal Mexicana, que prestó cooperación inmediata y eficiente.
En Richmond, Des Moines, Salt Lake City y Denver, se investigaron números de tarjetas Visa. El jefe de seguridad de Visa era un ex agente jerárquico del FBI, y allí las computadoras no sólo identificaron el Banco de origen de las cuentas de crédito, sino que rastrearon cuatro tarjetas empleadas en un total de dieciséis estaciones de servicio, que mostraban los caminos que habían tomado y la velocidad a que se habían desplazado los cuatro vehículos de los terroristas. Los números de serie de las ametralladoras Ingram fueron procesados por la agencia hermana del FBI, el Buró de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos del Departamento del Tesoro. Allí se determinó que las dieciséis armas eran parte de un cargamento robado hada once años en Texas. Alguna de ellas habían aparecido en tiroteos vinculados al tráfico de drogas en distintos puntos del país y esa información abrió una línea investigativa totalmente nueva para el Buró. En los cuatro escenarios principales, se tomaron las huellas dactilares de los terroristas muertos, así como muestras de sangre para identificación de ADN.
Por supuesto que los autos fueron llevados a las oficinas del FBI y concienzudamente espolvoreados en busca de huellas digitales y también de evidencia de ADN para determinar si había habido otras personas allí. Se entrevistó al personal directivo y a los empleados de cada hotel, así como a los empleados de los locales de comidas rápidas y también de los bares y restaurantes de cada localidad. Se obtuvieron los registros de las llamadas telefónicas de los moteles para verificar si se había llamado desde allí y, de ser así, a dónde. Resultaron ser sobre todo a proveedores de servicios de Internet. Las computadoras portátiles de los terroristas fueron incautadas, espolvoreadas en busca de huellas digitales y luego analizadas por los especialistas en tecnología del FBI. Un total de setecientos agentes fue asignado al caso, denominado, en código, ISLAMTERR.
Las víctimas fueron a dar, sobre todo, a hospitales locales y quienes podían hablar fueron investigados para ver qué sabían o recordaban. Las balas extraídas de sus cuerpos fueron clasificadas como evidencia y llevadas al flamante laboratorio del FBI en Virginia del Norte para ser examinadas y analizadas. Toda esta información fue al Departamento de Seguridad Territorial, que, por supuesto, la transmitió toda a la CIA, la NSA y al resto de la comunidad de inteligencia estadounidense, cuyos oficiales de campo ya estaban interrogando a sus agentes para ver si contaban con información relevante. Los espías también consultaron a aquellos servicios de inteligencia extranjeros considerados amigos -claro que en la mayoría de los casos el término era exagerado- para análisis e información relevantes al caso. Y toda esa información era recogida por el Campus a través del enlace CIA/NSA. Todos los datos así interceptados iban a la gigantesca computadora central del Campus, donde era clasificada por categorías y preparada para los analistas que llegarían por la mañana.
En el piso superior, todos se habían ido a pasar la noche a sus casas, con excepción del personal de seguridad y el de limpieza. Las terminales que empleaban los analistas estaban protegidas de diversas formas para garantizar que no fueran encendidas sin autorización. La seguridad era estricta, pero, para mantenerla mejor, no era obvia, y estaba monitoreada por un circuito cerrado de cámaras de televisión cuya imagen estaba bajo constante escrutinio electrónico y humano.
En su apartamento, Jack pensó telefonear a su padre, pero decidió no hacerlo. Probablemente lo estuviesen bombardeando reporteros de la TV y los periódicos, a pesar de su conocida posición de no decir nada con respecto a nada de modo de no entorpecer la gestión del presidente Edward Kealy. Había una línea muy segura y privada que sólo conocían sus hijos, pero Jack decidió dejársela a Sally, quien era un poco más nervioso que él. Jack se conformó con enviarle a su padre un e-mail que esencialmente decía: Qué demonios y ya lo creo que me gustarfa que siguieras en la Casa Blanca. Pero sabía que lo más probable era que Jack padre le estuviese agradeciendo a Dios no estar allí, y tal vez aún guardara la esperanza de que Kealy, para variar, escuchara a los asesores que pudiera tener y pensara antes de actuar. Era probable que su padre hubiese llamado a algunos amigos en el extranjero para averiguar qué sabían y qué pensaban, y tal vez habría emitido alguna opinión de alto nivel, dado que los gobiernos extranjeros le prestaban atención sobre todo a lo que él decía quedamente y en lugares privados. Podía llamar a los amigos que le quedaban en la presidencia para averiguar qué era lo que ocurría de verdad. Pero Jack no siguió ese pensamiento hasta el fin.
En su casa y su oficina, Hendley tenía un teléfono seguro llamado STU-5, un flamante producto de AT &T y NSA. Lo había obtenido irregularmente.
En ese momento, hablaba por él.
"Sí, correcto. Tendremos la información mañana. No tiene mayor sentido quedarse en la oficina mirando una pantalla que casi no tiene nada nuevo", dijo razonablemente el ex senador, tomando un sorbo de su bourbon con soda. Luego escuchó la siguiente pregunta.
"Es probable", respondió a una muy obvia inquisición. "Pero aún no hay nada 'duro'… más o menos lo que es de esperar a esta altura, sf'.
Otra larga pregunta.
"En este momento contamos con dos tipos, casi listos… Si, así es, unos cuatro. En este momento los estamos estudiando de cerca -es decir, lo haremos mañana. Jerry Rounds está pensando duro en eso, también Tom Davis – así es, no lo conoces, ¿no? Negro, del otro lado del río, ambos aspectos de la casa. Muy astuto, buen instinto para las finanzas, también participa del aspecto operativo. Es sorprendente que nunca te lo hayas cruzado. ¿Sam? Quiere comenzar cuanto antes, créelo. El asunto es escoger bien los blancos… Sé que no puedes ser parte de esto, discúlpenme por haberlos llamado "blancos".
Un largo monólogo y una pregunta final.
"Sí, lo sé. Para eso estamos. Pronto Jack. Pronto… gracias, compadre. Tú también. Nos vemos". Y colgó, sabiendo que en realidad no vería a su amigo en el futuro cercano, tal vez nunca más. Y eso era una verdadera lástima. No había mucha gente que entendiera las cosas como ésta, y la pena era ésa. Una llamada más, esta vez por un teléfono normal.
La identificación de llamadas le informó a Granger quién era antes de atender,
"Sí, Gerry"
"Sam, esos dos reclutas. ¿Estás seguro de que están dispuestos a jugar en primera?"
"Todo lo dispuestos que haga falta", le respondió el jefe de operaciones a su jefe.
"Tráelos para la comida. Tú, yo, ellos y Jerry Rounds".
"Llamaré a Pete por la mañana temprano". No tenía sentido hacerlo ahora. A fin de cuentas, sólo se tardaba dos horas en llegar.
"Bien. ¿Tienes alguna duda?"
"Gerry, el movimiento se demuestra andando. Tarde o temprano tendremos que hacerlo".
"Sí, tienes razón. Nos vemos mañana".
"Buenas noches, Gerry". Granger cortó la comunicación y siguió leyendo su libro.
La mañana de noticias fue particularmente sensacional en los Estados Unidos de hecho para todo el mundo. CNN, FOX, MSNBC y todas las demás agencias poseedoras de cámaras de TV y estudios móviles transmitieron por satélite al mundo una historia que nada fuera de una explosión nuclear habría podido opacar. Los diarios europeos expresaron condolencias rituales por esa nueva penuria de los Estados Unidos – condolencias que pronto olvidarían o retirarían, si no en sus detailes, sí en la práctica. Los medios estadounidenses hablaron del miedo que sentía la ciudadanía. Por supuesto que sin que lo registrasen encuestas ni sondeos, en todo el país los ciudadanos adquirieron armas de fuego para su protección personal, propósito para el que no resultarían muy útiles, si es que lo eran en absoluto. La policía supo sin necesidad de que nadie se lo dijese que debía estar particularmente atenta a cualquiera que pareciera provenir de cualquier país al este de Israel, y si algún abogado idiota decía que eso era centrar las sospechas en un grupo étnico, que se fuese a la mierda. Los crímenes del día anterior no habían sido cometidos por un tur de noruegos.
Creció ligeramente la asistencia a las iglesias.
En todos los Estados Unidos, las personas fueron a sus trabajos y realizaron sus tareas, con un "¿qué me cuentas de esto?';dirigido a sus compañeros de trabajo, quienes invariablemente meneaban la cabeza y continuaban fabricando acero, automóviles o entregando el correo. De hecho, no estaban muy asustados porque, aun si se había tratado de cuatro incidentes, éstos habían ocurrido lejos de donde vivía la mayor parte de ellos, esos episodios eran muy infrecuentes y no lo suficientes como para constituir una amenaza personal seria. Pero todos los trabajadores del país sabían en su corazón que alguien, en algún lugar, necesitaba una patada en el culo.
A doce millas de su trabajo, Gerry Hendley miraba sus diarios; el New York Times era traído por un mensajero especial, mientras que el Washington Post venía en una camioneta de reparto regular. En ambos casos, los editoriales parecían escritos por un mismo clon, que exigía calma y prudencia, notaba que el país tenía un presidente para hacerse cargo de estos terribles episodios e instaba plácidamente al Presidente a que pensara antes de actuar. Las columnas de opinión eran ligeramente más interesantes. Algunos columnistas, incluso, reflejaban al ciudadano del común. Ese día, todo el país clamaba venganza, y para Hendley la buena noticia era que tal vez el fuera quien la suministraría. La mala era que, si lo hacía bien, nadie se enteraría jamás.
En conjunto, el sábado no era un día escaso de noticias.
Y el estacionamiento del Campus estaría colmado, lo cual nadie que pasara por allí notaría. La historia de fachada, en caso de que alguien la necesitara, era que las cuatro masacres del día anterior habían causado alguna inestabilidad en los mercados financieros -lo cual resultó cierto.
Jack dio por sentado, correctamente, que no era un día para ir vestido formalmente, y fue a trabajar en su Hummer 2 con tejanos, un suéter y zapatillas deportivas.. Por supuesto que la gente de seguridad estaba de uniforme y mantenía rostros tan pétreos como de costumbre. Cuando Jack entró a las 8:14, Tom Wills estaba encendiendo su computadora.
"Eh, Tony", saludó el joven Ryan, "¿Cómo está el tráfico?"
"Compruébalo tú mismo. No están durmiendo", le dijo Wills a su alumno.
"Entendido"- Puso su taza de café sobre el escritorio y se sentó en su confortable silla giratoria antes de encender su computadora y sortear los sistemas de seguridad que protegían sus contenidos. El material matutino de la NSA; esa gente jamás dormía. E inmediatamente quedó claro que la gente que él rastreaba le prestaba atención a las noticias.
Que las personas en quienes la NSA tenían tanto interés no eran amigos de los Estados Unidos de América era de esperarse, pero aun así, Jack Jr. quedó sorprendido -hasta conmocionado- por el contenido de los mensajes de correo electrónico que leyó. Recordó sus propios sentimientos cuando el ejército de los Estados Unidos había entrado en Arabia Saudita en persecución de las fuerzas de la ahora difunta República Islámica Unida y el arrebato de satisfacción que recibió cuando vio un tanque que explotaba al recibir un impacto directo. No pensó ni por un momento en los tres hombres que perecieron en su tumba de acero, razonando que habían tomado las armas contra los Estados Unidos, y eso tenía su precio, que en cierto modo era una apuesta, y que si la moneda caía ceca, bueno, eso es lo que hacía que fuera un juego. En parte, ello se había debido a su juventud, ya que los niños creen ser el centro del universo y que todo converge hacia ellos, ilusión que se tarda en descartar. Pero la mayor parte de las personas muertas el día anterior habían sido civiles inocentes, casi todos mujeres y niños y complacerse en sus muertes era pura barbarie. Pero aquí estaba. Ya iban dos veces que los Estados Unidos derramaban su sangre para salvar al país madre del Islam, ¿y había sauditas que decían estas cosas?
"Maldición", musitó. El príncipe Alí no era así. El padre de Jack y él eran amigos. Eran compadres. Se visitaban en sus respectivos hogares. El mismo había conversado con Alí, lo había escuchado con atención para ver qué pensaba. De acuerdo, cierto que por entonces él era un chico, pero Alí no era como esta gente. Pero tampoco su padre había sido el asesino serial Ted Bundy y Bundy fue un ciudadano estadounidense y probablemente hasta votara. De modo que ser originario de un país no bastaba para ser embajador ambulante de éste.
"No todos nos aman, hijo", le dijo Wills al ver su expresión.
"¿Qué les hicimos de malo?", preguntó Jack.
"Somos el muchacho más grande y más rico del barrio. Lo que nosotros decimos, se hace, aunque no obliguemos a nadie a hacerlo. Nuestra cultura es avasalladora, trátese de la Coca-Cola o la revista Playboy. Cosas así pueden ofender los sentimientos religiosos de la gente,y en algunos lugares del mundo, los sentimientos religiosos definen cómo piensa la gente. No reconocen nuestro principio de libertad religiosa y si permitimos algo que ofenda sus preciosas creencias, para sus mentes, la culpa es nuestra. "¿Los estás defendiendo?", preguntó Jack Jr.
"No, estoy explicando cómo piensan. Entender algo no significa aprobarlo". El comandante Spock había dicho eso en una ocasión, pero evidentemente Jack se había perdido ese episodio. "Recuerda que tu tarea es entender cómo piensan".
"Perfectamente. Piensan como la mierda. Lo entiendo. Ahora debo verificar unos números", y Jack hizo a un lado las transcripciones de mensajes de correo electrónico y comenzó a estudiar los movimientos de fondos. "Eh, Uda está trabajando hoy. Mmm… hace algunas de estas cosas desde su casa, ¿no?"
"Así es. Eso es lo bueno de las computadoras", dijo Wills. "Pero no tiene una instalación en su casa como la que tiene en la oficina. ¿Algún movimiento interesante?"
"Sólo dos, al Banco de Liechtenstein. Déjame que ponga esa cuenta Ryan hizo algunas operaciones con el ratón y dio con una identificación de esa cuenta. No era especialmente grande. De hecho, para la escala habitual de Sali era decididamente pequeña. Sólo medio millón de euros, la mayor parte destinados a gastos de tarjeta de crédito, la suya y… otras…
"Eh, de esta cuenta depende un lote de tarjetas Visa", le dijo a Wills.
"¿De veras?"
"Sí, más o menos una docena. No, son dieciséis, además de las que él usa".
"Háblame de la cuenta", ordenó Wills. De pronto, dieciséis parecía un número muy importante.
"Es numerada. La NSA la obtuvo gracias al acceso oculto que tiene el programa de contabilidad del Banco. No es lo suficientemente grande como para ser muy importante, pero es secreta".
"Puedes obtener los números de Visa?"
"¿Los números de cuenta? Claro". Jack seleccionó los números de cuenta, los "cortó" y "pegó" a un nuevo documento y lo imprimió. Luego, le tendió la hoja a Wills.
"No, tú mira esto", le respondió Wills alcanzándole, a su vez, una hoja impresa.
Jack la tomó e inmediatamente los números le resultaron conocidos. "De qué es esta lista?"
"Esos muchachos malos de Virginia tenían todos tarjetas Visa, las usaron para comprar gasolina en todo el país, por cierto, pareciera que su viaje se originó en Nuevo México. Jack, tú rastreaste lo hecho por Uda bm Sali hasta ayer. Pareciera que él es quien se hizo cargo de los gastos de esto".
Jack volvió a mirar las hojas, comparando una y otra listas de números. Luego alzó la vista.
"Mierda", susurró.
Y Wills pensó en el milagro de las computadoras y de las comunicaciones modernas. Sí, los responsables del atentado de Charlottesville habían usado sus tarjetas Visa para adquirir combustible y comida y su amiguito Sali acababa de transferir dinero a esa cuenta bancaria para pagar sus cuentas. Lo más probable es que el lunes eliminara las cuentas, las borrara de la faz de la tierra. Pero ya sería tarde.
"Jack, ¿quién le dijo a Sali que depositara dinero en esa cuenta?" Tenemos un blanco, pensó Wills, tal vez más.