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El camino de regreso al otro lado del río pasaba por el hotel Marriott, de modo que Dominic pudo recoger sus maletas -y dejarle veinte dólares de propina al botones- antes de ingresar su destino en la computadora de ruta del Mercedes. Al poco tiempo, se dirigía al sur por la Interestatal 95 y dejaba Washington detrás de sí. El horizonte de la capital de la nación lucía bien en su espejo retrovisor. El auto andaba bien, como es de esperar en un Mercedes; la radiofrecuencia local era agradablemente conservadora -así suelen ser los policías- y el tránsito no era demasiado malo, aunque se compadeció de los pobres desgraciados que debían ir cada día a DC para procesar papel en el edificio Hoover y los demás edificios públicos de estilo grotesco-gubernamental que rodeaban la Casa Blanca. Al menos el cuartel general del FBI tenía su propia galería de tiro para quienes quisieran descargar tensiones. Dominic suponía que sería muy empleada.
Justo antes de llegar a Richmond, la voz femenina de su computadora le indicó que girara a la derecha en la circunvalación Richmond, que terminó por llevarlo a la 1-64 a través de colinas boscosas. La campiña era agradable, bastante verde. Probablemente hubiese unos cuantos campos de golf y potreros. Había oído decir que la CIA tenía casas seguras en la región desde la época en que interrogaban allí a los desertores soviéticos. Se preguntó para qué serían usadas ahora esas casas. Tal vez para interrogar chinos. O franceses. Ciertamente, no las habrían vendido. Al gobierno no le gustaba desprenderse de nada, con la posible excepción de las bases militares abandonadas. A los infelices del nordeste y del lejano oeste Es encantaba hacerlo. Tampoco Es gustaba mucho el Buró, aunque posiblemente lo temieran. No entendía por qué a algunos políticos les incomodaban los policías y los soldados, pero tampoco se preocupaba demasiado. El tenía su vida y ellos la suya.
Tras aproximadamente una hora y quince minutos, comenzó a buscar la señal de salida, pero la computadora no lo necesitaba.
"PREPÁRESE PARA GIRAR A LA DERECHA EN LA PRÓXIMA SALIDA", dijo la voz unos dos minutos antes de la señal.
"Bien, querida", replicó el agente especial Caruso, sin recibir respuesta. Un minuto más tarde, tomaba la salida sugerida -sin que la computadora le dijera siquiera MUY BIEN, que lo llevó a las calles que atravesaban una pequeña y agradable ciudad y luego a unas suaves colinas al norte de ese valle, hasta que finalmente:
"GIRE A LA IZQUIERDA EN LA PRÓXIMA Y HABRÁ LLEGADO A SU DESTINO…"
"Qué bueno, querida, gracias", observó.
"SU DESTINO" era el extremo de una senda rural de aspecto normal, tal vez un camino privado, pues no tenía signo alguno. A unos pocos cientos de metros se veían dos pilares de ladrillo rojo y un portón blanco que estaba convenientemente abierto. A unos trescientos metros de la entrada se distinguía una casa con seis columnas blancas que sostenían el techo del frente. El techo parecía de pizarra -pizarra muy antigua, por cierto – y las paredes eran de ladrillo gastado por la intemperie que había dejado de ser rojo hacía ya más de cien años. El lugar parecía tener al menos un siglo, tal vez hasta dos. La senda de entrada era de pareja grava rastrillada. La hierba -había mucha – era de un lozano verde campo de golf. Alguien salió de una puerta lateral y le hizo señas de que girara a la izquierda. Dobló para dirigirse a la parte trasera de la casa y se llevó una sorpresa. La mansión -o cuál era la palabra para una casa tan grande.?- era mayor que lo que parecía a primera vista, y tenía un estacionamiento bastante grande, que en ese momento alojaba a un Chevy Suburban. un Buick SUV y -otro Mercedes clase C igual que el suyo, con patentes de Carolina del Norte. La posibilidad de que fuese una coincidencia era demasiado remota para que siquiera entrase en su imagina…
"¡Enzo!" Dominic se volvió. "¡Aldo!"
La gente a menudo comentaba cuánto se parecían, pero esto se notaba más cuando no estaban juntos. Ambos tenían cabello oscuro y piel blanca. Brian le llevaba veinticuatro milímetros a su hermano. Dominic pesaba unos cinco kilos más que Brian. Los gestos que los diferenciaban uno de otro en la infancia seguían siendo los mismos, pues habían crecido con ellos. Como ambos tenían sangre italiana, se abrazaron calurosamente, aunque no se besaron. No eran tan italianos.
"Qué estás haciendo aquí?", el primero en preguntar fue Dominic.
"Yo? ¿Qué haces tú?", respondió Brian, dirigiéndose a ayudar a su hermano con su equipaje. "Leí acerca de tus disparos en Alabama. ¿Qué pasó?"
"Paidófilo", replicó Dominic mientras sacaba su maleta para trajes."Violó y mató a una simpática niñita. Llegué como media hora tarde".
"Bueno, nadie es perfecto, Enzo. Dicen los diarios que terminaste con su carrera".
Dominic miró a Brian a los ojos. "Sí, logré hacerlo".
"Exactamente cómo?"
"Tres en el pecho".
"Suele funcionar", observó el capitán Brian Caruso. "Y no hubo abogados que lloraran sobre su cadáver".
"No, esta vez, no". No eran palabras jocosas, pero su hermano percibió su fría satisfacción.
"Con ésta, ¿eh?", el infante de marina sacó la automática de su hermano de su funda. "Parece buena", dijo.
"Dispara bastante bien. Está cargada, hermano, cuidado".
Brian sacó el cargador y yació la cámara. "Diez milímetros?"
"Así es. Reglamentaria del FBI. Hace bonitos agujeros. El FBI volvió a este modelo después del tiroteo del inspector D'Day con los malos -ya sabes, lo de la niñita del tío Jack".
Brian recordaba bien el episodio: el ataque a Katie Ryan en su escuela poco después de que su padre llegara a Presidente, el tiroteo, las muertes.
"Ese tipo sabe lo que hace". dijo " ¿sabes una cosa? ni siquiera es ex infante de marina. Era de la armada antes de hacerse policía. Al menos, así cuentan en Quantico".
"Hicieron un video de entrenamiento basándose en lo que ocurrió. Lo traté una vez, sólo fui uno entre otros veinte que le estrechamos la mano. El desgraciado sabe disparar. Habló de esperar la ocasión y hacer que el primer disparo cuente. Es metió dos tiros en la cabeza a cada uno".
"Cómo se mantuvo calmo?" El rescate de Katie Ryan había impactado a los muchachos Caruso. A fin de cuentas era su prima hermana, idéntica a su madre.
"Eh, oliste pólvora allí. ¿Cómo te mantuviste calmo tú?"
"Entrenamiento. Tenía que cuidar de mis hombres, hermano".
Juntos, llevaron dentro el equipaje de Dominic. Brian lo condujo a la planta alta. Tenían dormitorios contiguos. Luego regresaron a la cocina. Se sirvieron café y se sentaron a la mesa.
" ¿qué talla vida en el Cuerpo de infantes de marina, Aldo?"
"Pronto llegaré a mayor, Enzo. Me dieron una estrella de plata por lo que hice allí -en realidad no fue gran cosa, sólo lo que mi entrenamiento me preparó para hacer. Balearon a uno de mis hombres, pero ahora está bien. No capturamos al tipo que buscábamos -no estaba con ganas de rendirse, así que el sargento Sullivan lo mandó a encontrarse con Alá- pero agarramos a otros dos con vida y hablaron, dieron buena información, me dijeron los tipos de inteligencia".
"Pero ¿ por qué te dieron esa bonita cinta?", preguntó Dominic con intención.
"Más que nada, porque me mantuve con vida. Maté a tres de los malos yo mismo. Ni siquiera fue muy difícil darles. Sólo tuve que disparar. Después me preguntaron si no había tenido pesadillas al respecto. Hay demasiados médicos en el cuerpo de infantes de marina…, y todos son de la armada".
"El Buró es igual, pero yo no le di importancia. Ninguna pesadilla acerca de ese desgraciado. Pobre niña. Debí haberle volado la pija de un tiro".
"¿Por qué no lo hiciste?"
"Porque eso no lo habría matado. Tres en el corazón, sí.
"No lo mataste sin pensar lo que hacías ¿verdad?"
"No exactamente, pero…"
"Por eso está aquí, agente especial Caruso", dijo un hombre. Medía casi uno noventa, de unos cincuenta años muy bien llevados gracias al entrenamiento, pensaron ambos.
"Quién es usted, señor?", preguntó Brian.
"Pete Alexander", respondió el hombre.
"Se suponía que debíamos reunimos…"
"En realidad no, pero eso le dijimos al general".Tomando una taza de café Alexander se sentó.
"Entonces ¿quién es usted?", preguntó Dominic.
"Soy su oficial de entrenamiento".
"¿Solo usted?", preguntó Brian.
"¿Entrenamiento para qué? ", preguntó Dominic simultáneamente.
"No, no solo yo, pero seré el que siempre esté aquí. Y el entrenamiento mismo Es mostrará para qué es que entrenan", respondió. "De acuerdo, quieren saber acerca de mí. Me gradué en ciencias políticas en Yale hace treinta años. Hasta fui miembro de la fraternidad estudiantil SkuII and Bones [Cráneo y Huesos]. Ya saben, el club de muchachos del que los aficionados a las teorías conspirativas tanto hablan. Dios mío, como si cuando se tienen dieciocho o diecinueve años se pudiera hacer más que irse a la cama con una chica, si a uno le toca una buena noche de viernes". Sin embargo, la mirada de sus ojos pardos no era de las que se aprenden en la universidad, ni siquiera en una de las exclusivas integrantes de la Ivy League. "En el pasado, a la agencia le gustaba reclutar a su gente en Yale, Harvard y Dartmouth. Pero ahora a los muchachos que estudian allí eso no Es interesa más. Quieren ser banqueros comerciales y ganar mucho dinero. Trabajé veinticinco años en el Servicio Clandestino, luego me reclutó el Campus. Estoy con ellos desde entonces".
"El Campus ¿qué es eso?", preguntó el infante de marina. Alexander notó que Dominic no preguntaba. Sólo escuchaba y observaba atentamente. Brian nunca dejaría de ser un infante de marina y Dominic no dejaría de pertenecer al FBI. Nunca. Eso era bueno y malo, en ambos casos.
"Eso es un servicio de inteligencia financiado con fondos privados".
"Fondos privados?", preguntó Brian. "Cómo demonios…?"
"Ya verás cómo funciona, y cuando lo veas, te sorprenderás de lo fácil que es. Aquí Y ahora se trata de qué hacen".
"Matan gente", dijo Dominic de inmediato. Las palabras parecieron salir solas de su boca.
"Por qué crees eso?", preguntó inocentemente Alexander.
"Es un equipo pequeño. A juzgar por el estacionamiento, somos los únicos que estamos aquí. No tengo suficiente experiencia para ser un agente experto. Lo único que hice fue eliminar a un tipo, y al día siguiente estaba en el cuartel general hablándole a un director asistente, y un par de días después, me envían a DC y de ahí, aquí. Este es un lugar muy, muy especial, muy, muy pequeño y tiene aprobación para sus actividades en el nivel más alto. Aquí no venden bonos del gobierno, ¿verdad?"
"Tu legajo dice que tienes habilidad analítica", dijo Alexander. "Puedes aprender a mantener la boca cerrada?"
"No creo que eso sea particularmente necesario aquí. Pero sí, sé hacerlo cuando hace falta", dijo Dominic.
"Bien, aquí va el primer discurso. Ustedes saben lo que significa negro, ¿verdad? Significa un programa o proyecto que el gobierno no reconoce. Hacen de cuenta que no existe. El Campus lleva eso un paso más allá: realmente no existimos. No hay ni un solo documento en poder de ningún empleado del gobierno que diga ni una sola palabra acerca de nosotros. A partir de este momento, ustedes, caballeros, no existen más. Claro que usted, capitán -o ya es mayor?- Caruso cobrará su paga, que le será depositada directamente en la cuenta bancaria que use esta semana, pero ya no es infante de marina. Está en una misión externa, de naturaleza desconocida. y usted, agente especial Caruso…"
"Ya lo sé. Me lo dijo Gus Werner".
Alexander asintió. "Ambos dejarán sus documentos de identificación oficial, placas identificatorias, todo, aquí antes de partir. Tal vez puedan conservar sus nombres, pero un nombre no es más que dos palabras y de Jodas formas, nadie cree en nombres en este negocio. Eso fue un cosa divertida que me ocurrió cuando hacía trabajos de campo para la Agencia. Durante una misión me cambié el nombre sin siquiera pensarlo. Como un actor. De pronto, era Macbeth, y se suponía que debía ser Hamlet. Pero no pasó nada malo y no morí al final de la obra".
"Qué es exactamente lo que haremos?", preguntó Brian.
"Más que nada, trabajo de investigación. Rastrear dinero. El Campus es particularmente bueno en ese aspecto. Ya se enterarán de cómo y por qué. Es probable que trabajen juntos. Tú, Dominic, te harás cargo de todo el trabajo investigativo pesado. Tú, Brian, lo apoyarás físicamente, y de paso aprenderás a hacer lo que hace… ¿Cómo lo llamaste hace un momento?"
"Oh, ¿se refiere a Enzo? Le digo así porque cuando tuvo su primera licencia de conductor, le gustaba demasiado la velocidad. Por Enzo Ferrari".
Dominic señaló a su hermano y rió. "Él es Aldo por lo atildado que es para vestir. Como en esa publicidad de vino, Aldo Celia: 'no es esclavo de la moda'. Es una broma de familia".
"Okay, ve a Brooks Brothers y vístete mejor", le dijo Pete Alexander a Bnan. "Tus identidades serán, sobre todo, la de hombre de negocios y turista. Así que deberás vestir bien, aunque no como el príncipe de Gales. Ambos se dejaran crecer el pelo, especialmente tú, Aldo".
Brian se pasó la mano por su cabeza casi afeitada. Lo marcaba como infante de marina de los Estados Unidos en cualquier lugar del mundo civilizado. Podía haber sido peor. Los Rangers del Ejército eran aún más exagerados con sus cortes de cabello. En más o menos un mes Brian parecería un ser humano normal. "Maldición, deberé comprarme un peine".
"Cuál es el plan?"
"Por ahora, relajarse y acomodarse. Mañana nos despertamos temprano para verificar que estén en un estado físico decente. Luego, evaluación de habilidad con armas y las clases de escritorio. Supongo que ambos saben manejar computadoras".
"Por qué lo pregunta?", dijo Brian.
"El Campus funciona más que nada como una oficina virtual. Se los proveerá de computadoras con módem incorporado, y así se comunicarán con la oficina central".
"ay la seguridad?", preguntó Dominic.
"Las máquinas tienen incorporados buenos sistemas de seguridad. Si hay forma de violarlos, aún nadie ha dado con ella".
"Es bueno saber que es así', observó, dubitativo, Enzo. "Usan computadoras en el Cuerpo, Aldo?"
"Sí, tenemos todos los adelantos de la ciencia, hasta papel higiénico".
"¿Así que su nombre es Moharnmed?", preguntó Ernesto.
"Correcto, pero por ahora, llámeme Miguel". A diferencia de Nigel, era un nombre que no le costaría recordar. No había comenzado por invocar la bendición de Alá para esa reunión. Estos infieles no habrían comprendido.
"Su inglés es… bueno, suena como si usted fuera inglés".
"Me eduqué allí",explicó Mohammed. "Mi madre era inglesa, mi padre era saudita".
"Ambos murieron".
"Sentido pésame", dijo Ernesto con dudosa sinceridad. "Bien, ¿en qué podemos sernos mutuamente útiles?"
"Le conté a Pablo, aquí presente, de qué se trata la idea. ¿No se lo explicó?"
"Sí, lo hizo, pero quiero que me lo diga usted. Entienda que represento a otras seis personas que comparten mis intereses comerciales".
"Entiendo. ¿Está facultado para negociar en nombre de todos?"
"No por completo, pero Es transmitiré lo que usted diga -no es necesario que se reúna con todos ellos- y hasta ahora nunca han rechazado mis sugerencias. Si llegamos a un acuerdo, podemos ratificarlo en su totalidad para el fin de semana".
"Muy bien. Ya sabe qué intereses represento yo. También yo estoy facultado para llegar a un acuerdo. Igual que usted, tengo una nación enemiga al norte de aquí. Cada vez presionan más a mis amigos. Queremos responder y dispersar esa presión hacia otro lado".
"Nuestra situación es muy parecida", observó Ernesto.
"Por lo tanto, a ambos nos conviene generar inquietud y caos en los Estados Unidos. El nuevo Presidente norteamericano es un hombre débil. Los débiles recurren a la fuerza antes que los fuertes. Aunque no la usen eficientemente, pueden llegar a molestar".
"Nos preocupan sus sistemas de recolección de inteligencia. ¿A ustedes también?"
"Hemos aprendido a ser cautos", repuso Mohammed. "Lo que no tenemos es una buena infraestructura en los Estados Unidos. Por eso necesitamos asistencia".
"¿No la tienen? Me sorprende. Las noticias no hacen más que hablar de informes sobre cómo el FBI y otras agencias siguen sus pistas y vigilan a su gente fronteras adentro".
"Por ahora, persiguen sombras -y siembran la discordia en su propio país al hacerlo. Complica la construcción de una red adecuada para llevar a cabo acciones ofensivas".
"La naturaleza de tales operaciones no nos concierne?", preguntó Pablo.
"Correcto. Claro que no se trata de nada que no hayan ya hecho ustedes". Aunque no' dijo pero nunca en los Estados Unidos. Aquí, en Colombia, la guerra estaba declarada, pero se cuidaban de extralimitarse en los Estados Unidos, su nación "cliente". Mejor así. Habría sido totalmente opuesto a la política que seguían. La seguridad en las operaciones era un concepto que ambos bandos entendían a la perfección.
"Entiendo", dijo el jerarca del Cartel. No era tonto. Mohammed lo veía en sus ojos. El árabe no tenía intención de subestimar a esos hombres ni a sus capacidades…
Tampoco creería que se trataba de amigos. Sabía que podían ser tan despiadados como sus propios hombres. Quienes negaban a Dios podían ser tan peligrosos como quienes actuaban en Su Nombre.
"Así que, ¿qué nos puede ofrecer?"
"Hace tiempo que operamos en Europa", dijo Mohammed. "Ustedes quieren expandir su mercado hacia allí. Nosotros tenemos una red extremadamente segura allí desde hace veinte años. Los cambios en el comercio europeo -la disminución de la importancia de las fronteras y esas cosas- los favorece a ustedes, como nos favoreció a nosotros. Tenemos una célula en la ciudad portuaria de Pireo que se puede adaptar fácilmente a sus necesidades, así como contactos en las compañías de transporte terrestre internacional. Si pueden transportar armas y personas para nosotros, sin duda no Es será muy difícil transportar los productos de ustedes".
"Necesitaremos una lista de nombres, la gente con quien podamos discutir los aspectos técnicos del negocio", dijo Ernesto.
"Aquí la tengo", Mohammed señaló su computadora portátil. "Están acostumbrado a hacer negocios a cambio de dinero". Vio que sus interlocutores asentían sin preguntar cuánto. Estaba claro que ése no era motivo de preocupación para ellos.
Ernesto y Pablo pensaban: había más de trescientos millones de personas en Europa y sin duda muchas de ellas sin duda disfrutarían de la cocaína colombiana. Había Estados europeos que incluso permitían el uso de drogas en ambientes discretos, controlados -y tasados. El dinero en juego no era suficiente como para obtener una ganancia razonable, pero sí tenía la ventaja de contribuir a crear una atmósfera propicia. y nada, ni siquiera la heroína de calidad medicinal era tan bueno como la coca andina. Pagarían en euros por obtenerla y, con el tiempo, la empresa llegaría a ser rentable. El peligro, por supuesto, estaba en la distribución. Sin duda, algunos vendedores callejeros descuidados resultarían arrestados y algunos hablarían. De modo que las áreas de distribución mayorista y venta al por menor debían estar compartimentadas, pero eso era algo que sabían hacer -por más profesionales que fuesen los policías europeos, no podían ser demasiado diferentes de los estadounidenses. Incluso, algunos de ellos estarían muy contentos de aceptar los euros del Cartel para aceitar el procedimiento. Negocios son negocios. y si ese árabe podía ayudar -gratis, lo que era realmente notable- mejor. Ernesto y Pablo no reaccionaron físicamente a la oferta que se Es acababa de hacer. Si alguien los hubiera visto, los habría supuesto aburridos. Claro que no era ése el caso. Ese ofrecimiento Es caía del cielo. Se Es abría un mercado totalmente nuevo y con los ingresos que eso traería, tal vez pudieran comprarse todo el país. Deberían aprender una nueva forma de hacer negocios, pero tenían dinero como para experimentar y eran seres adaptables: algo así como peces que nadaran en un mar de campesinos y capitalistas.
"Cómo contactamos a esas personas?", preguntó Pablo.
"Mi gente hará las presentaciones necesarias".
Cada vez mejor, pensó Ernesto.
"Y qué servicios requerirán de nosotros?", preguntó al fin.
"Necesitaremos que nos ayuden a meter gente en los Estados Unidos. ¿Cómo lo haríamos?"
"Si se refiere a llevar personas desde su parte del mundo a los Estados Unidos, lo mejor es traerlos primero a Colombia -de hecho aquí, a Cartagena. Luego, nos ocuparemos de enviarlos a otros países hispano- hablantes del norte. Por ejemplo, Costa Rica. Desde allí, si contamos con documentación de viaje confiable, pueden ingresar directamente por avión, en una aerolínea estadounidense o a través de México. Si tienen apariencia latina y hablan en castellano, se los puede hacer entrar por la frontera mexicano-estadounidense. Es exigente en lo físico, y algunos pueden ser capturados, pero si eso ocurre, simplemente serán regresados a México y lo intentarán otra vez. O, siempre con documentos apropiados, pueden simplemente cruzar la frontera a pie a San Diego, California. Una vez en Norteamérica, será cuestión de mantener la fachada. Si ti dinero no es problema…"
"No lo es", aseguró Mohammed.
"Le pagan a un abogado local -no son muchos los que tienen escrúpulos- y disponen la compra de una casa segura local que Es sirva como base de operaciones. Discúlpeme -ya acordamos que sus operaciones no nos conciernen- pero si me dieran alguna idea de cuáles son sus planes, tal vez pudiera ayudarlos.
Mohammed pensó durante un momento y luego explicó.
"Entiendo. Su gente debe de estar muy motivada para hacer cosas", observó Ernesto.
"Lo está". ¿Cómo podía dudarlo? se preguntó Mohammed.
"Y si planean bien las cosas y no pierden la cabeza, hasta pueden salir con vida. Pero nunca se debe subestimar a las agencias de policía estadounidenses. En nuestro negocio, podemos llegar a arreglos financieros con algunas, pero en su caso, es muy poco probable que sea así'.
"Lo sabemos. Idealmente, queremos que nuestra gente sobreviva, pero lamentablemente, deberemos perder algunos. Saben a qué se arriesgan". No Es habló del paraíso. Esa gente no lo entendería. El Dios al que adoraban cabía en sus billeteras.
¿Qué clase de fanático desperdicia así a su gente?, se preguntó Pablo. Sus hombres se arriesgaban a sabiendas, comparaban, sus ganancias con las consecuencias de fracasar y decidían por cuenta propia. Estos no. Bueno, no siempre se puede escoger a la gente con la que uno hace negocios.
"Muy bien, entonces. Tenemos cierta cantidad de pasaportes norteamericanos en blanco. Es responsabilidad suya asegurarse de que la gente que envíen hable buen inglés o castellano y que se sepa presentar adecuadamente. Confío en que ninguno de ellos tome lecciones de vuelo", bromeó Ernesto.
Mohammed lo tomó en serio.
"El momento para eso ya pasó. En mi campo de actividades es difícil repetir un éxito".
"Afortunadamente, tenemos distintos intereses", respondió Ernesto. Era cierto. Podía enviar cargas a todo Estados Unidos mediante buques mercantes y camiones. Si se perdía uno y se descubría cuál era su destino, había abundante protección legal en América para sus empleados de bajo rango. Sólo los que no eran inteligentes iban a la cárcel. Con el correr de los años, había aprendido a derrotar a los perros entrenados para oler droga y a los demás procedimientos de detección. Lo importante es que estaban dispuestos a emplear gente dispuesta a correr riesgos y que la mayor parte de ellos sobrevivía y podía pasar a retiro en Colombia, donde se integraban en la clase media acomodada, con una prosperidad resultante de un pasado distante, olvidado, que ni se repetiría ni se mencionaba.
"Bien", dijo Mohammed. "Cuándo comenzamos a operar?"
Está ansioso, notó Ernesto. Pero le seguiría la corriente. Hiciese lo que hiciese, contribuiría a distraer recursos de las operaciones anticontrabando y eso era bueno. Las relativamente escasas bajas que se producían en las operaciones de cruce de fronteras y que ya había aprendido a soportar, disminuirían aún más. El precio callejero de la cocaína bajaría, pero de algún modo la demanda aumentaría, de modo que no habría una baja neta del ingreso por ventas. Esa sería la ventaja táctica. Aun mejor, los Estados Unidos se interesarían menos por Colombia y enfocaría sus operaciones de inteligencia en otra dirección. Esa sería la importancia estratégica de la empresa… Y siempre le quedaba la opción de transmitirle información a la CIA. Podía decir que los terroristas habían aparecido de improviso en su campo de operaciones, y que ni siquiera el Cartel podía aprobar lo que éstos hacían. Mientras que esto no le bastaría para ser amado por los norteamericanos, tampoco le vendría mal. y en cuanto a los suyos que hubieran ayudado a los terroristas, se podía ocupar de ellos internamente por así decirlo. A los estadounidenses eso Es agradaría.
De modo que había un real aspecto positivo, y un aspecto negativo controlable. En términos generales, decidió, parecía tratarse de una operación valiosa y provechosa.
"Señor Miguel, Es propondré esta alianza a mis colegas, recomendándoles que la adoptemos. Tendrá una decisión final para fines de semana. ¿Se quedará en Cartagena o viajará?"
"Prefiero no quedarme demasiado tiempo en un lugar. Parto mañana. Pablo puede hacerme llegar su decisión vía Internet. Por ahora, le agradezco por esta cordial reunión de negocios".
Ernesto se puso de pie y le estrechó la mano. Decidió que a partir de ese momento consideraría a Miguel como un hombre de negocios de un área similar a la suya, pero que no competía con ésta. Ciertamente no un amigo, pero sí un aliado conveniente.
"¿Cómo demonios obtuvieron esto?", preguntó Jack.
"¿Diste hablar de una compañía llamada INFDSEC?", fue la respuesta de Rick Bell.
"Se dedican a encriptar, ¿no?"
"Correcto. Information Systems Security Company. La compañía tiene su sede cerca de Seattle. Tienen el mejor programa de información segura que existe. La dirige un ex jefe de la División 7 de Fort Meade. El y tres colegas fundaron la compañía hace tres años. No estoy seguro de que la NSA pueda descifrarlo, a no ser que lo logren con la fuerza bruta de sus nuevos equipos Sun. Casi todos los Bancos del mundo lo usan, en particular los de Liechtenstein y el resto de Europa. Pero hay una puerta secreta en el programa".
"Y nadie dio con ella?", con el transcurso de los años, quienes compraban programas de computadora habían aprendido a contratar expertos externos que recorriesen esos programas línea a línea para defenderse de los ingenieros de software bromistas, que eran demasiados.
"Esos tipos de la NSA saben encriptar", respondió Bell. "No tengo idea de qué hay ahí dentro, pero estos tipos aún tienen sus viejos uniformes de la NSA colgando en el vestidor, ¿me entiendes?"
"Y Fort Meade escucha, y nosotros obtenemos lo que ellos averiguan cuando lo transmiten por fax a Langley", dijo Jack. "¿En la CIA son buenos para rastrear dinero?"
"No tanto como los nuestros".
"Hace falta un ladrón para atrapar a otro ladrón, ¿verdad?"
"Es útil saber cómo piensa el adversario", confirmó Bell. "Ésta no es una comunidad grande. Demonios, los conocemos a casi todos, estamos en el mismo negocio, ¿no?"
"Yeso hace que yo sea un recurso más, ¿no?", preguntó Jack. Para la ley estadounidense, él no era un príncipe, pero los europeos aún pensaban en esos términos. Se inclinaban ante él y se desesperaban por estrecharle la mano, lo habrían considerado un joven promisorio aunque hubiera sido un idiota, y buscarían caerle en gracia, ante todo por la posibilidad de que pudiera servirles de útil recomendación. Claro que eso era corrupción, o al menos la atmósfera en que ésta crece.
"Qué aprendiste en la Casa Blanca?", preguntó Bell.
"Alguna que otra cosa", respondió Jack. Más que nada, había aprendido cosas de Mike Brennan, quien detestaba cordialmente las tonteras de los diplomáticos, por no hablar de las diarias intrigas políticas. Brennan solía tratar esos temas con sus colegas extranjeros, quienes veían que eso también ocurría en sus propias capitales y que, detrás de la inexpresiva fachada que sus puestos los obligaban a adoptar, tenían opiniones bastante parecidas a la suya. Probablemente, pensó Jack, había sido una mejor manera de aprender que la que tuvo su padre. No se había visto obligado a aprender a nadar mientras luchaba por no ahogarse. Era un tema que su padre no tocaba, a no ser cuando se irritaba por la corrupción.
"Cuidado cuando hables de esto con Gerry", dijo Bell. "Le gusta decir cuán limpio y recto es el mundo de las finanzas en comparación".
"A papá él le cae bien. Supongo que se parecen un poco".
"No", corrigió Bell, "se parecen mucho".
"Hendley dejó la política debido al accidente, ¿no?"
Bell asintió. "Así es. Espera a tener esposa e hijos. Es el golpe más grande que pueda sufrir un hombre. Peor que nada que puedas imaginar. Tuvo que ir a identificar los cuerpos. No fue bonito. Algunos se matarían tras un golpe así. No él. Había estado considerando postularse para la Casa Blanca, pensó que Wendy sería buena Primera Dama. Tal vez sí, pero su interés por ese cargo murió junto a su familia". No dijo más. La gente del Campus protegía a su jefe, o al menos la reputación de éste. Lo tenían por un hombre que merecía lealtad. Nadie había pensado que hubiese una línea de sucesión en el Campus. Nadie había pensado con tanta anticipación, y el tema no se trataba en las reuniones de directorio. Como sea, éstas nunca trataban de asuntos de negocios. Se preguntó si John Patrick Ryan Jr. notaría esa carencia en la fachada del Campus. -Bien, dijo Bell ¿cómo encuentras todo hasta ahora?"
"Leí las transcripciones de las cosas que se dicen unos a otros los presidentes de los Bancos centrales. Es sorprendente qué venales son muchas de esas cosas". Jack se detuvo. "Ah, sí. No debería sorprenderme, verdad?
"Siempre que la gente controla mucho dinero o mucho poder, es de esperar algún grado de corrupción. Lo que me sorprende es como su amistad cruza fronteras. Muchos de estos tipos sacan provecho en lo personal cuando las monedas de sus países resulta perjudicada, aun cuando esto perjudica a sus compatriotas. En la antigüedad, los nobles solían sentirse más a sus anchas con nobles de otros países que con campesinos que trabajaban en sus feudos y le respondían a su mismo rey. Esa característica sigue en pie, al menos allí. Aquí los grandes industriales trabajan juntos para influir sobre el congreso, pero no es frecuente que sobornen a los congresales y no intercambian secretos. No es imposible de que se conspire a ese nivel, pero cuando eso ocurre, no se puede mantener en secreto durante mucho tiempo. Se involucra a demasiada gente y todos tienen boca. A la prensa, nada le gusta mas que los escándalos, aquí o allá y prefieren exponer a un delincuente rico que a un ministro del gabinete. Es que, a fin de cuentas, éste ultimo es una buena fuente. El otro solo es un delincuente.
"Y como se aseguran ustedes de que su propia gente sea honesta?
Buena pregunta, pensó Bell, y una que lo preocupaba mucho, aunque no se hablaba de ella a menudo.
"Es pagamos muy bien a todos y todos son parte de un grupo de inversión, lo cual hace que se sientan cómodos. El retorno anual ha sido de aproximadamente el diecinueve por ciento en el transcurso de los últimos años".
"No está mal", dijo Junior, quitándole importancia. "Todo legal?"
"Depende de a qué abogado se lo preguntes, pero ningún fiscal de los Estados Unidos demostrará demasiada preocupación y lo manejamos con mucho cuidado. No nos gusta la codicia. Podríamos hacer que este lugar fuera lo más exitoso desde Ponzi, pero si así lo hiciéramos, se notaría. Así que no nos jactamos de nada. Ganamos lo suficiente para financiar nuestras operaciones y mantener satisfecha a nuestra tropa". También investigaban las finanzas de los empleados y cómo éstos invertían, si es que lo hacían. La mayor parte no lo hacía, aunque algunos administraban cuentas a través de la oficina lo cual, una vez más, daba ganancia pero no en exceso. "Nos tienes que dar los números de cuenta y los códigos de todas tus finanzas personales y nuestras computadoras las vigilarán".
"Tengo un fondo de inversión que me puso papá, pero lo maneja una firma de contadores de Nueva York. Me da un buen interés, pero no puedo acceder al capital. Sin embargo, lo que yo haga por mi cuenta es mío, a no ser que se lo entregue a los contadores. Ellos lo incorporan al capital y me envían una rendición de cuentas cada quincena. Cuando llegue a los treinta, podré administrado por mi cuenta".
Sin embargo, los treinta estaban demasiado lejos del joven Jack para que eso lo preocupara por el momento.
"Lo sabemos", lo tranquilizó Bell, "no es que no confiemos. Es que queremos aseguramos de que nadie se haya hecho adicto a los juegos de azar".
Es probable que quienes inventaron los juegos de azar hayan sido los mejores matemáticos de todos los tiempos, pensó Bell. Ofrecían el suficiente incentivo como para engañarte creyendo que ganarías. Era la más peligrosa de las drogas y había sido creada por la mente humana. Eso también se llama "ego".
"Así que comienzo del lado 'blanco' del establecimiento. Me ocupo de fluctuaciones de divisas y cosas así, dijo Jack.
Bell asintió. "Así es. Debes empezar por aprender el idioma".
"Me parece justo". Su padre había tenido comienzos mucho más humildes, como administrador de cuentas junior en Merril Lynch, encargado de buscar nuevos clientes. Empezar de abajo tal vez fuera malo para el ego, pero era bueno para el alma. Su padre acostumbraba sermonear- lo sobre la Virtud de la Paciencia. Decía que era muy difícil de adquirir, aún después de adquirida. Pero el juego tenía sus reglas, aún en este lugar. Especialmente en este lugar se dio cuenta Jack al pensado. Se preguntó qué le pasaba a la gente del Campus que se pasaba de la raya. Probablemente nada bueno.
"Buen vino", observó Dominic. "Para un organismo gubernamental, la bodega no es nada mala". El año que exhibía la etiqueta de la botella era 1962, mucho antes de que nacieran él y su hermano,… de hecho, hacía tanto que su madre recién empezaba a considerar la escuela secundaria Mercy, a pocas cuadras de la casa de sus abuelos en el bulevar Loch Rayen en Baltimore… probablemente en tomo al fin de la última edad de hielo. Pero Baltimore quedaba muy lejos de Seattle, donde habían crecido. "Cuán viejo es este lugar?", le preguntó a Alexander.
"La propiedad? De antes de la Guerra de Secesión. La casa se comenzó a construir en el siglo XVIII. Se incendió y fue reconstruida en 1882. El gobierno la adquirió antes de que Nixon resultara elegido. El propietario era un viejo integrante del DSS, Donald Hamilton, que trabajó con Donovan y su equipo. La vendió por un buen precio, se mudó. Nuevo México y murió allí en 1986, creo que a los noventa y cuatro años. Dicen que fue un tipo que hizo mucho en su momento, estuvo en la Primera Guerra Mundial y ayudó a Wild BilI a luchar contra los nazis. Hay un retrato suyo en la biblioteca. Parece un tipo ante el cual uno se hará a un lado. y sí, sabía de vinos, Este es toscano"
"Va bien con la ternera", dijo Brian. Él había cocinado.
"Esta ternera queda bien con cualquier cosa. No te enseñaron eso en infantería de marina", observó Alexander.
"Lo aprendí de papá. Cocina mucho mejor que mamá", explicó Dominic. "Son cosas del país de origen, y ese viejo hijo de puta del abuelo, también lo hace bien. ¿Qué edad tiene, Aldo, ochenta y dos?"
"Cumplidos el mes pasado", confirmó Brian. "Qué tipo más raro, atraviesa todo el mundo para ir a dar a Seattle, y una vez que llega ahí, nunca abandona la ciudad en sesenta años".
"Vive en la misma casa desde hace cuarenta años", agregó Dominic, a una cuadra del restaurante".
"Esta receta de ternera es suya?"
"Claro que sí, Pete. Su familia es de Florencia, Fui allí cuando me detuve en Nápoles con la fuerza naval del Cuerpo de Infantería de Marina en el Mediterráneo. Su primo tiene un restaurante cerca del Ponte Vecchio Cuando supieron quién era yo, enloquecieron dándome de comer. Sabes, a los italianos Es encantan los infantes de marina".
Debe de ser por el traje verde, Aldo", dijo Dominic.
"Tal vez sea por mi aspecto varonil, Enzo, ¿no se te ocurrió pensarlo preguntó el capitán Caruso.
"Seguro", dijo el agente especial Caruso, tomando otro bocado de su ternera a la francesa. "Aquí está el nuevo Rocky".
"Siempre son así, muchachos?", preguntó Alexander.
"Sólo cuando bebemos", replicó Dominic, y su hermano rió.
"Enzo no tiene cabeza para la bebida. Nosotros, los infantes de marina, podemos hacer cualquier cosa".
"Tengo que aceptar esto de alguien que cree que la Miller Lite realmente es cerveza?", le preguntó el Caruso del FBI al aire.
"Saben", dijo Alexander, "se supone que los mellizos se parecen".
"Sólo los gemelos idénticos. Mamá produjo dos óvulos ese mes. Hasta que tuvimos uno o dos años, mamá y papá se confundían. No somos tan parecidos, Pete". Dominic dijo esto con una sonrisita que su hermano compartió.
Pero Alexander sabía que no era así. Sólo se vestían diferente, y no por mucho tiempo.