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Capítulo 38

El cambio de marchas del Boxster protestaba sonoramente mientras Cassie conducía hacia Laurel Canyon.

– Emergencias, ¿en qué puedo ayudarle?

Cassie había conectado el altavoz del teléfono.

– Escúcheme, hay una agente herida. ¡Una agente herida!

Dio la dirección de la casa de Selma y el lugar en el que se encontraba Thelma Kibble. También describió la herida que había visto y le dijo a la operadora que enviara una ambulancia.

– Lo estoy haciendo a través del ordenador mientras hablamos. ¿Cuál es su nombre, por favor?

– Sólo envíe la ambulancia, ¿lo hará?

Colgó e inmediatamente pulsó el botón de rellamada. Al principio le saltó la cinta que explicaba que todas las líneas estaban ocupadas, pero una operadora contestó antes de que concluyera el mensaje grabado.

– Emergencias, ¿en qué puedo ayudarle?

Por un momento, Cassie pensó que se trataba de la misma operadora.

– ¿Puedo ayudarle?

Decididamente no era la misma mujer.

– Hay un hombre que trata de secuestrar a una niña. Tienen que enviar a alguien.

– Dígame la dirección, señora.

Cassie miró el reloj del salpicadero. Eran las tres y cuarto. Conocía de memoria los horarios de Jodie Shaw y que salía de la escuela primaria Wonderland todos los días a las tres. Si Karch no había actuado todavía, tendría que hacerlo en la casa. Dio a la operadora la dirección de Lookout Mountain Road.

– Dése prisa, por favor.

Colgó el teléfono. Pilló en verde el semáforo del cruce de Hollywood Boulevard y Laurel Canyon y aceleró en dirección norte por el cañón. Se dio cuenta de que probablemente estaba más cerca que ningún coche patrulla de la policía de Los Angeles, a no ser que ya hubiera alguno en el cañón o en la escuela Wonderland. Tenía que decidir qué haría si llegaba primero.

El tráfico se hizo más lento cuando la calzada se redujo a un solo carril y se vio atrapada detrás de un viejo LTD que serpenteaba lentamente por el cañón.

– Vamos -gritó Cassie, con la mano apoyada en el claxon-. Venga, venga.

Vio que el hombre la miraba por el retrovisor. Ella le hizo una señal para que se arrimara a la derecha, pero él se limitó a levantar el dedo corazón de su mano derecha y redujo aún más la velocidad. En la siguiente curva ella lo adelantó en una maniobra peligrosa que obligó a apartarse al vehículo que venía en sentido contrario. El conductor de ese vehículo y el hombre del LTD le ofrecieron una buena serenata con sus cláxones. Cassie sacó el puño por la ventana y levantó su dedo al LTD al tiempo que aceleraba.

Dobló en Lookout Mountain y siguió subiendo la colina a toda velocidad. Redujo un poco al pasar por la escuela Wonderland. Todavía había niños en el patio y la calle estaba llena de coches en doble fila de los padres que iban a recoger a sus hijos. Cassie zigzagueó entre los automóviles, pero no se molestó en buscar a Jodie. Conocía su horario: estaba en casa. O ya la tenía Karch.

Al dar la última curva antes de la casa de los Shaw, se le puso el corazón en la garganta. Más adelante había un coche de policía con las luces encendidas, aparcado en la calle. Esperaba que estuviera allí en respuesta a su llamada al 911, pero su instinto le decía que eso no era posible. Acababa de llamar hacía sólo tres minutos.

Cassie redujo la velocidad al pasar junto a la casa. Vio a dos agentes de policía, un hombre y una mujer, de pie en el jardín, justo al otro lado de la cerca. Ambos miraban a una mujer cuyo rostro estaba tan crispado y rojo que Cassie tardó un instante en reconocer a Linda Shaw, la mujer que había criado a su hija.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Tenía ambas manos apoyadas en el pecho y los puños cerrados con tanta fuerza que se le veían los nudillos blancos. La mujer policía estaba un poco inclinada hacia adelante y mantenía una mano en el brazo de Linda Shaw, para consolarla. El otro agente estaba hablando por radio. Cassie sabía que era demasiado tarde.

Los tres a la vez miraron al Porsche alertados por el ruido del motor cuando Cassie pisó el acelerador.

Los dos agentes se fijaron un momento en el coche, pero enseguida centraron de nuevo su atención en la mujer. Sin embargo, la mirada de Linda Shaw permaneció en el Boxster. Sus ojos atravesaron el parabrisas y miraron directamente a Cassie Black. Las dos mujeres no se conocían, porque los trámites de adopción se habían realizado a ciegas debido a que Cassie estaba en prisión y a su deseo, en aquel momento, de no conocer a las personas que iban a cuidar de su hija.

Sin embargo, en aquel instante en que sus ojos conectaron, Cassie sintió que se transmitían algo. Habían establecido contacto en el plano donde se ocultan los peores miedos de las madres. En los ojos torturados y húmedos de Linda Shaw, Cassie vio que no podría haber un amor más grande para su hija.

Cassie fue la primera en desviar la mirada. Continuó hacia arriba. Podía ascender por Lookout Mountain hasta Sunset Plaza y bajar de nuevo a la ciudad sin necesidad de pasar de nuevo por la casa. Y eso era lo que iba a hacer.

Y luego iría donde Karch le dijera. Iban a jugar según las reglas que él estableciera.