174323.fb2 Luna Funesta - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 8

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Capítulo 6

Quince días después de que Cassie contactara con Leo, obtuvo la llamada de respuesta. Estaba sentada en su despacho repasando unos albaranes cuando sonó el teléfono. Con la mente puesta en lo que estaba haciendo, descolgó sin pensar en ello.

– Soy Cassie Black, ¿puede esperar un momento?

– Claro.

Bastó una palabra para que reconociera la voz. Sintió que un escalofrío le recorría la espalda y pulsó el botón de espera. En su pecho se abría paso un nerviosismo palpable.

– ¿Estás bien? -preguntó Morales.

– Sí, claro. Pero tengo que atender esta llamada.

– Adelante.

– Quiero decir, sola. Es personal.

– Ah, de acuerdo.

Ray pareció sentirse rechazado e incluso enfadado. Para él personal probablemente significaba que Cassie tenía un novio nuevo que la llamaba. Ella lo había rechazado delicadamente un par de días antes, cuando la había invitado a cenar al salir del trabajo. Se había decidido demasiado tarde. Cassie estaba esperando noticias de Leo y no iba a complicarse la vida con Ray. Además, si todo iba como ella planeaba, le estaba haciendo un favor al no liarse con él. Así no tendría ningún secreto que ocultar cuando se presentara la policía.

Ray dijo que estaría en su despacho si quería acabar de revisar los albaranes. Salió del pequeño despacho de ella y cerró la puerta tras de sí sin necesidad de que Cassie tuviera que pedirlo. Ella se inclinó para mirar por encima del escritorio hasta la ranura inferior de la puerta y vio que Ray estaba justo al otro lado.

– ¿Ray?

El jefe no respondió, pero Cassie vio que los pies se alejaban. Pulsó el botón de espera en el teléfono.

– ¿Hola?

– ¿Has ido a dar una vuelta en coche con un cliente o que?

– Lo siento.

– Bueno, tengo algo para ti.

Cassie no respondió de entrada. La inyección de adrenalina en la sangre era fuerte: el combustible de la ilegalidad. Se sentía al borde de un abismo. Era el momento de ponerse en marcha. O entonces o nunca. Esos tipos que se metían en barriles acolchados y se lanzaban por las cataratas no sabían lo que eran las emociones fuertes.

Leo rompió el silencio, y también el hechizo.

– No estoy seguro de que vaya a gustarte.

Cassie contuvo el temblor en su voz.

– ¿Cómo es eso?

– Hablaremos cuando nos veamos.

– ¿Cuándo y dónde?

– Pásate por aquí, pero hazlo pronto. O esta noche o mañana a primera hora. Hay que actuar mañana por la noche o lo perdemos.

– Muy bien, hoy después de trabajar. ¿Sigues en el mismo sitio?

– Siempre. Ah, una última cosa. Voy a poner el botón memo en el teléfono para tenerlo grabado. Niña, ya sabes que te quiero, pero ha pasado mucho tiempo. No te lo tomes a mal, porque es sólo una precaución. Desde lo de Linda Tripp y Monica Lewinsky se ha convertido en rutina. Allá va. ¿Estás trabajando para alguna agencia del orden ahora mismo?

– Leo…

– No digas mi nombre, sólo contéstame. Lo siento, pero es una precaución que tengo que tomar. La gente no para de montar trampas.

– No, Leo, no. Si hubiera querido montarte una trampa lo habría hecho antes de pasarme cinco años en High Desert. Entonces querían hacer un trato conmigo Dios y la madre. Pero no lo hice.

– Claro que no lo hiciste y sabes que lo aprecio. ¿Acaso no he cuidado de ti cuando he podido? ¿Qué me dices del detective privado que quisiste contratar? Me costó cinco mil, ¿sabes?

– Te has preocupado por mí, Leo. Y no lo olvidaré.

– Espero que te olvides de usar mi nombre.

– Lo siento.

– Bueno, muy bien. La cinta está apagada. Listos para ponernos en marcha. Te veo dentro de un rato. Ten…

– ¿Tienes los pasaportes?

Se produjo una pausa.

– Todavía no. La próxima vez que salga haré una llamada para ver cómo va. ¿De acuerdo?

– Vale, pero los necesito pronto.

– Pasaré el mensaje. Hasta luego. Toma las precauciones habituales.

Después de colgar, los ojos de Cassie subieron por la pared situada junto a la puerta. Su mirada se fijó en el cartel pegado frente a ella. Se veía a una mujer en biquini caminando por un playa bañada por el sol. La palabra «Tahití» aparecía garabateada en la arena tras ella, justo fuera del alcance de las olas.

– Al lugar donde el desierto es océano -dijo Cassie en voz alta.