174335.fb2
Señor Jefe Superior de Policía – Barcelona
Excelentísimo e ilustradísimo señor:
El que suscribe, Ricardo Méndez, inspector de policía, con destino en la Comisaría de Atarazanas, dedicado especialmente a la persecución de chorizos primerizos y a la búsqueda de bolsos de la compra desaparecidos, tiene el honor de solicitar de usted la gracia que sigue: Que se conceda una medalla a la heroica guardia urbano que murió al caerle encima una caja de caudales, cuando procedía a multar a un coche aparcado en lugar prohibido. El firmante ignora qué tipo de medalla puede corresponderle, pero seguro que alguna habrá: Medalla del Talonario, Cruz de la Matrícula u Orden de la Sanción Urbana. Otrosí pido: que al tiempo que se premia a la urbano que tan abnegadamente cumplía con su deber, se conceda otra medalla a la persona que dejó caer inadvertidamente la caja de caudales desde el terrado de la finca. Porque esa persona, don Nemesio Álvarez, al que fallaron las fuerzas cuando estaba junto a la baranda, sólo pretendía ayudar a la mujer que acababa de sustraer la caja y que, claro está, era incapaz de transportarla. Resulta evidente a todas luces que don Nemesio Álvarez actuó movido por un limpio impulso de caballero español, doctrina según la cual las señoras no deben soportar ningún peso, salvo el peso del cuerpo de los caballeros (a poder ser, españoles). ¿Qué distinción no merece el que sólo trata de ayudar no a un prójimo, sino a una prójima? Otrosí pido: que se conceda la Medalla de la Revolución, u otra de las muchas similares, a doña Lourdes Cela, que sustrajo la citada caja del domicilio de su padre e intentó llevársela por el terrado ya que su contenido -diez millones de pesetas-, ahorrados céntimo a céntimo por el avaro de su padre, pensaba destinarlo a ayudar a los niños de Nicaragua. Y, en fin, que Usted o la Cruz Roja premien oportunamente a don Carlos Cela, padre de la interfecta, quien había ahorrado el dinero peseta a peseta para ayudar en la lucha contra el cáncer. Puede sorprender que se soliciten medallas, y no prisiones, en un caso de robo con un muerto, pero el policía que suscribe cree que todos los partícipes no fueron más que unos celosos cumplidores de su deber moral, aunque tal vez les hubiera valido más dedicarse a la masturbación o a mirar la tele. Otrosí: pido el relevo del caso y beso a usted respetuosamente los pies y la pistola.
Firmado, suyo afectísimo:
Méndez.