174338.fb2 M?s cerca - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 5

M?s cerca - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 5

LIBRO TERCERO

Non Omnis Moriar. Yo nunca moriré.

Horacio (65-8 a.C.)

Lucharé hasta la muerte por lo que creo,

Y eso os mantendrá a todos vosotros vivos.

Barbara Castle (1910-2002)

Capítulo 29

– Dentro de unas semanas cumplirás cuarenta.

Pat se rió. Aún era un hombre apuesto, a pesar de tener las mismas facciones duras que su padre. Lil tenía que admitir que, aunque era su hijo, era un tipo atractivo de cojones, y él lo sabía.

– Bueno, mamá. De todas formas no pienso hacer ninguna fiesta. Ya sabemos lo que sucedió en la última.

Lil no se rió. Habían pasado muchos años, pero el recuerdo aún estaba vivo, no lo había superado. Patrick lo notó, se acercó hasta ella y la abrazó:

– Lo siento, mamá. Ha sido una broma de mal gusto.

Ella se encogió de hombros, como si no le afectase, pero él sabía que no era cierto.

– Fue hace mucho tiempo. Ya está todo pasado.

Siguió anotando en los libros que tenía apilados delante de ella. Pat la observó durante un rato. Era una mujer aventurera y enérgica, quizá algo salvaje, y por todo ello la quería.

Era una leyenda en el Soho y hacía alarde de su reputación. El había tenido momentos mejores a lo largo de esos años, pero su madre, la vieja Lil Brodie, había dirigido los clubes y los había convertido en verdaderas minas de oro.

Lil levantó la cabeza y le miró por encima de sus lujosas gafas de marca. Pat, riendo, le dijo:

– Eres una abuelita sumamente atractiva.

– Vete a la mierda y sírveme otro brandy, ¿quieres?

Sirvió dos copas y Lil se echó para atrás en su sillón de respaldo ancho. Después de bostezar dijo:

– ¿Has hablado con Lance ya?

Pat presentía que le iba a hacer esa pregunta, así que no le quedaba más remedio que responder. Si no lo hacía, lo averiguaría por otro lado. Eso suponiendo que no lo supiera ya y sólo esperase para ver si le decía la verdad. No sería la primera vez que le hacía una jugarreta así.

Negó con la cabeza y ella vio lo espeso que tenía el pelo, que ahora empezaba a encanecer. Le sentaba bien. Los hombres, definitivamente, envejecían mejor que las mujeres, pensó. Lo que a ellas les hacía recalcar su edad, a ellos les favorecía. Era una mala jugarreta de la naturaleza.

– Estoy esperando que se pase por aquí esta noche. Le he dejado un mensaje en el móvil -dijo Pat.

Lil le dio un golpe en el vaso para indicarle que le sirviera otra copa.

– ¿Quieres que lo haga yo? -preguntó Lil.

Pat se mordía los labios. Deseaba decirle que se mantuviera al margen, pero no podía porque resultaba muy difícil decirle a Lil Brodie algo que ella no quisiera oír.

– Déjamelo a mí, mamá. Lo tengo todo bajo control.

Lil cogió el vaso que le tendía Pat, le dio un sorbo al brandy, se echó de nuevo contra el respaldo y lo miró con expectación.

Pat se sentó enfrente de ella. Su madre seguía siendo una mujer atractiva y se conservaba bastante bien. Recientemente se había hecho algunos arreglos, nada del otro mundo, sólo las ojeras y se había realzado el pecho, para rejuvenecerse un poco.

Además, sabía vestirse. Llevaba siempre trajes hechos a medida y le gustaban las bufandas; las bufandas caras que ella envolvía alrededor de su cuello de forma artística. Llevaba el pelo teñido de rubio, corto, con un peinado sencillo que recalcaba sus facciones. Sabía que también tenía las piernas bonitas, pues había visto a muchos jóvenes mirárselas y sabía que a ella le gustaba enseñarlas. Para ser una mujer que había tenido ocho hijos estaba realmente bien.

Estaba algo delgada, eso sí. Desde la desaparición de Colleen no había recuperado su peso. Comía como un pájaro y sabía que no dormía bien. Pero desde entonces tampoco lo hacía él.

– Bueno, pero me gustaría estar presente cuando hables con él -dijo Lil.

Pat asintió, pues no aceptaría un «no» por respuesta y sabía por experiencia que era mejor dejarla hacer lo que se le antojase.

– Pero mantente al margen, ¿de acuerdo?

Lil sonrió.

– Por supuesto. ¿Por quién me has tomado?

Ella lo vio en su cara cuando él levantó las cejas.

– Ya lo veo. Por una vieja chismosa.

Los dos se rieron y ella bostezó, preguntándose dónde les llevaría los acontecimientos de la noche.

– Billy Boot es un buen tío y no creo que mienta, Pat. Si dice algo, yo le creería a él.

– ¿Por encima de Lance? -preguntó Pat sabiendo de sobra la respuesta que su madre le daría.

– Especialmente por encima de Lance.

Lil sonrió y Pat pudo ver en su rostro el gesto que ponía siempre que se hablaba de Lance. Se decía que ella sólo lo toleraba y era cierto; aunque, a veces, ni eso.

Lil se dio cuenta de que la conversación había llegado a su fin, así que se echó contra el respaldo de nuevo y se relajó contemplando sus dominios con alivio. Le encantaban los clubes, siempre había sido así. Pat había recuperado lo que pertenecía a su padre y ella se había encargado de convertirlos en negocios rentables. Era un justo tributo al hombre que había amado y que había perdido hace muchos años.

También quería ver qué tenía que decir Lance acerca de lo que le había contado Billy Boot y, si eso afectaba a los clubes o a cualquier otro negocio que ellos tuvieran entre manos, no sólo estaba interesada, sino también intrigada.

Eileen se había encerrado en el cuarto de baño; ese nuevo cuarto de baño que había costado una pequeña fortuna y que no le había producido ni la más mínima satisfacción. Estaba de pie, con las manos agarrando los bordes del lavabo y a punto de llorar, preguntándose qué narices había visto en ese tío.

– Eileen, abre la puñetera puerta.

La voz de su marido sonaba amenazante y deseó que se muriera de un ataque al corazón o de un accidente de coche.

– ¡Vete a la mierda!

– Vete tú. Yo no pienso pedírtelo más.

Lo oyó alejarse. Siempre armaba el mismo ruido, no parecía caminar, sino dar zapatazos. Andaba por la vida como si tuviera todo el derecho del mundo a interferir en los asuntos de los demás, a acosar a todo el que se le ponía por delante. Lo despreciaba y se preguntaba cómo narices había terminado casándose con él.

Sin embargo, conocía de sobra la respuesta, aunque no le gustase admitirlo. Oyó que arrancaba el coche y el chillido de los neumáticos cuando éste se puso en marcha. Entonces abrió la puerta del cuarto de baño y bajó las escaleras.

Tenía enormes deseos de tomarse una copa y se fue directamente a la cocina. Arrastró un taburete de la barra hasta el armario que estaba al lado de la despensa. Se subió a él y vio que estaba vacío. No vacío del todo, pues allí guardaba las herramientas de la piscina, pero sí sin la botella de vodka que había guardado aquel mismo día por la mañana.

Cerró la puerta de un portazo y saltó del taburete gritando:

– ¡Qué hijo de puta es! ¡Qué puñetero cabrón!

Gritar le hizo sentirse bien, pues le calmó por dentro. Luego cogió las llaves del coche y salió de la casa. Pocos minutos después, cuando se dirigía a la tienda de licores más próxima, se dio cuenta de que estaba por encima del límite, para empezar estaba conduciendo muy lentamente y además estaba a punto de perder la conciencia.

Dejó el Mercedes 220 en la puerta de la tienda de licores y, después de comprar lo que quería, regresó a casa caminando alegremente. Tiró las llaves del coche a una alcantarilla, riéndose de lo que diría su marido cuando supiera lo que había hecho con ellas, pero entonces se dio cuenta de que en ese mismo llavero tenía las llaves de la casa. Tuvo que entrar rompiendo uno de los paneles de cristal de la puerta trasera. No era la primera vez que lo hacía y dejó los cristales en el suelo y la puerta abierta. Pensaba darle verdaderos motivos para quejarse, pues sólo se sentía feliz cuando tenía algún motivo de queja. Era un gilipollas miserable y estaba harta de él y de sus sermones. Era como vivir con un sombrío agorero. Se sirvió un buen vaso de whisky, encendió un cigarro y se preparó una línea de coca de primera calidad. A tomar por el culo, se dijo. Pensaba festejarlo, y pensaba hacerlo a lo grande.

– ¿Qué tal, papá?

Shawn era todo sonrisas cuando Jambo se acercó hasta donde estaba en el bar.

– Bien. ¿Y tú, hijo?

Jambo se conservaba bien; de hecho, casi tenía el mismo aspecto de hace veinte años. Pat siempre le decía que se debía a que jamás había tenido lo que se dice un trabajo de verdad, ni ningún tipo de preocupaciones, y él estaba de acuerdo.

Pat se mostraba cordial con él, sabía que después de la desaparición de Colleen y la enfermedad de Lil, el hecho de que estuviera siempre presente, había hecho que el muchacho sintiera un gran aprecio por él. Se llevaban bien y mantenían una comunicación muy peculiar que les hacía estar unidos.

La pobre Lil jamás había superado lo de Colleen. Ni tan siquiera el asesinato de su esposo le resultaba tan penoso. Suponía que se debía a que las mujeres, las mujeres de verdad, una vez que dan a luz, no conciben la vida sin sus hijos. Por supuesto, no incluía a Lance en esa lista, pues comprendía las reservas que siempre mostraba con respecto a él. A él le pasaba lo mismo. Lance no era del gusto de nadie. En ocasiones, el muchacho se lo ganaba a pulso.

Swan, su hijo, era ya razón para elogiarla. Lil había hecho un buen trabajo con él, al igual que todos. Era un chico tan cariñoso y feliz que daba gusto tenerlo al lado.

– ¿Me has traído algo de maría?

Shawn asintió. Tenía las mismas trenzas y la misma sonrisa que su padre.

– Por supuesto. ¿Acaso no lo hago siempre?

Le pasó la hierba, verde y fragante, en una bolsa de plástico mientras dibujaba otra de sus sonrisas.

Jambo la cogió y se la metió en el bolsillo del abrigo. Luego se sentó y esperó a que el muchacho le trajera la jarra de cerveza negra que constituía su principal dieta esos días.

Shawn se levantó y se rió de nuevo.

– Voy a buscar a Christy. Tenemos que recoger un envío de hierba antes de la medianoche.

Jambo asintió.

Los dos muchachos mantenían una relación muy estrecha y eso le alegraba. A él le gustaba Christy; era un buen chico que no había heredado nada de su padre y sí mucho de su madre, afortunadamente. Tenía también su carácter y eso le había ocasionado ciertos problemas en los últimos años. Pero era trabajador, como todos ellos.

Ahora ellos dos se habían convertido en los reyes de la hierba y ambos se habían hecho unos expertos que seleccionaban la mejor maría del mercado. Algo que a él le venía muy bien, pues le daban para fumar siempre que quería. Le dio un sorbo a la cerveza y vio cómo Shawn pasaba los ojos por todas las chicas que había en la barra. Tenía fama de mujeriego y todas las mujeres tarde o temprano parecían rendirse a sus pies. Tenía una labia y una desenvoltura muy seductoras.

Siempre estaba dispuesto a pasar un buen rato con ellas y eso era lo único que buscaba. No había duda, era digno hijo de su padre.

Lance aún estaba enfadado, como siempre, pero cuando estaba tan enfadado como en aquel momento hasta Annie tenía miedo de él. Gritaba, maldecía y le tiraba los trastos a la cabeza. Nada de lo que hiciera le parecía suficientemente bueno, nada de lo que decía le resultaba de su agrado. A medida que pasaban los años le tenía más miedo, más miedo a sus cambios repentinos de humor.

– ¿Me oyes?

Estaba prácticamente echado encima mientras ella trataba de ver la televisión. Ella quería ver su programa, pues siempre lo veía y, cuando se lo perdía, se enfadaba. Sin embargo, sabría que no la dejaría en paz hasta que no se fuese.

– Por supuesto que te he oído, Lance. Yo y toda la calle.

Las palabras parecieron tener su efecto. Lance se levantó y Annie se dio cuenta de lo enorme que era. En los últimos años parecía haber crecido, tanto a lo alto como a lo ancho. Estaba algo obeso y eso le daba un aspecto más intimidatorio. No tenía el aspecto de gordo feliz, como la mayoría de las personas de su constitución, sino de hombre peligroso; es decir, de lo que era.

Annie sabía que él ocultaba ciertos rasgos de personalidad que sólo mostraba de puertas para adentro. No quería que nadie supiera cómo la trataba cuando estaban solos, ya que la acosaba, le gritaba y le sacaba faltas a todo lo que hiciera. Le decía que utilizaba su vejez como excusa para no hacer nada y tomaba como un insulto personal si no satisfacía sus exigencias a cada momento. Con la única persona que se mostraba medianamente civilizado era con Kathleen y ella estaba loca de atar, aunque, por supuesto, no se atrevía a mencionarlo. Kathleen sólo salía para ir hasta la casa de su madre, pero había que admitir que eso era un gran paso para alguien que llevaba encerrada varios años en su dormitorio. Tomaba una combinación de medicamentos que la convertían en una persona casi humana y Annie estaba contenta de que se sintiera algo mejor.

– Mira que pedirme que vaya a verle, se atreve incluso a dejarme un mensaje. Que vaya al club a eso de las nueve. ¡Cómo si yo no tuviera nada mejor que hacer! ¡Cómo si no tuviera otra cosa que hacer más que rendirle cuentas a él!

Annie no dijo nada cuando lo oyó protestar. Años de experiencia le decían que lo mejor que podía hacer era guardar silencio, pues lo único que buscaba es alguien con quien poder desahogarse, y ese alguien siempre solía ser ella. Trató de mirar, aunque fuese de reojo, a la pantalla y vio a Gil Grissom de la CSI hablando con la rubia que ella tanto detestaba, pero el volumen estaba demasiado bajo para que pudiera entender lo que decían. No dijo nada, ni subió el volumen por temor a que Lance se enfadara aún más.

– ¿Cómo te encuentras, Lil?

Ivana entró en la oficina con una taza de café y, poniéndola encima de la mesa, se sentó y se quitó los zapatos de tacón alto. Cuando pudo mover los dedos del pie, gimió de placer.

– Me estoy haciendo vieja para llevar estos zapatos y para estar tanto tiempo de pie.

Lil se rió.

– Y seguirás estándolo cuando tengas veinticinco años más, como yo.

– Por favor, no digas eso. Ya estoy suficientemente deprimida.

Se rieron juntas. Parecía sorprendente, porque hubo un tiempo en que a Lil no le había agradado nada esa chica y ahora la apreciaba sinceramente. Pat la había conservado a su lado y ella se lo había permitido. Lil había llegado a admirarla. En una ocasión se fue de viaje durante unas cuantas semanas y llegó a echarla de menos. La vida es extraña, pues te hace cambiar cuando menos lo esperas.

– ¿Quién está con el bebé?

El bebé tenía ya doce años, aunque todos se referían a ella con ese apodo.

– Está en casa de Isabel.

Lil se relajó. Isabel era una de las cabareteras que había conseguido casarse, pero que seguía manteniendo contacto con Ivana. Ambas eran amigas íntimas. A Isabel no le importaba hacer de canguro; de hecho, tenía tres hijos suyos, por lo que la joven Georgia era casi una ayuda. A ella le encantaba bañar a los niños, jugar con ellos y leerles cuentos. Se parecía tanto a Colleen que resultaba estremecedor en ocasiones, aunque jamás nadie tuvo el valor de mencionarlo. Sin embargo, todos cuidaban de ella y la vigilaban muy de cerca.

– Eileen ha llamado antes. No he podido entender ni una palabra de lo que me decía, pero estaba llorando.

Lil se encogió de hombros, de esa manera tan peculiar suya que le había servido de defensa ante todas las tribulaciones de la vida. Luego respondió:

– Pronto será el aniversario de Colleen y después viene el cumpleaños de Pat…

– Lo sé -respondió Ivana.

Ivana seguía siendo una mujer muy bella y parecía más joven de lo que era. Su extrema delgadez había desaparecido y ahora, después de haber dado a luz, estaba algo más rellenita. Seguía siendo una persona menuda, pero no tan esquelética. Pat continuaba con ella, aunque de vez en cuando se permitía echar una canita al aire. A Lil no le agradaba que lo hiciera, pero se mantenía al margen. Si Ivana lo soportaba, ¿quién era ella para meter la nariz en asuntos que no eran de su incumbencia? No obstante, le dolía, pues podía percibir la tristeza en la mirada de Ivana y deseaba poder hacer algo para mitigarla.

– ¿Conque cuarenta? ¿Cómo se siente eso de tener un hijo de cuarenta años?

Lil sonrió, mientras hacía un gesto de horror con la cara.

– Bueno, he tenido mejores épocas.

Ivana estaba riéndose con ella cuando Pat entró en la oficina acompañado de Lance. Instantáneamente, el ambiente cambió. Siempre sucedía lo mismo cuando Lance estaba presente. Traía el malestar allá donde fuese.

El aire de la habitación pareció electrificarse. Lil y Pat se miraron cautelosamente mientras Ivana se escabullía. Lance jamás le había dirigido la palabra, pero era plenamente consciente de lo que ella opinaba de él.

Paulie Brick entró en la casa y miró cautelosamente a su alrededor. Eileen era capaz de abalanzarse contra él desde cualquier rincón, pues era muy astuta cuando estaba borracha, lo que, desgraciadamente, era la mayoría de las veces.

Lamentaba haberle gritado, pero lo cabreaba de tal modo que a veces tenía ganas de estrangularla. Cruzó la cocina de diseño y vio los cristales tirados en el suelo. Luego, sobre la encimera, vio los restos de coCaina y el tapón de corcho de la botella de whisky.

Suspiró. Había notado que el coche no estaba, pero presentía que Eileen estaría en algún lugar de la casa. Además, no le gustaba estar fuera mucho tiempo, prefería quedarse en casa y maltratarse. Se preguntaba si el coche seguiría de una pieza. Esperaba que si se había estrellado, al menos a ella no le hubiese sucedido nada como la última vez. En esa ocasión, estaba tan borracha que no se dio cuenta ni de que se había roto la muñeca.

Oyó el débil sonido de la música y subió las escaleras directamente a la habitación de matrimonio. La vio tendida en la cama. Llevaba días sin hacerla y estaba escuchando a Dionne Warwick [15] lo que significaba que estaba más deprimida de lo normal.

Cuando cantaba Walk on by en voz baja, se dio cuenta de que su marido había entrado en la habitación.

– Hola, cariño. Ven y tiéndete conmigo.

Estaba muy borracha y él le sonrió cariñosamente. La amaba más que a nada en este mundo y verla destruirse día a día le rompía el corazón.

Se echó a su lado. Observó que su pelo necesitaba de un buen lavado, la ropa la tenía arrugada y el pecho hecho un estropicio. Sin embargo, cuando la miró a los ojos, vio el sentimiento de culpabilidad que siempre le había atraído de ella. Siempre había pensado que él la ayudaría a salir de ese agujero, pero no pudo; nadie podía hacerlo.

– Por favor, no me dejes. No me dejes nunca. Me moriría sin ti, ¿lo sabes?

Más que hablar farfullaba y Paulie sabía que no se acordaría de nada al día siguiente, pero la abrazó y trató de animarla con su amor y devoción.

– No te vayas ni te apartes de mi lado o me mataré, lo juro. ¿Crees que Colleen iba a algún lado o buscaba a alguien…?

Estaba delirando. Él conocía todas las fases de sus borracheras. Lo siguiente sería quedarse dormida, aunque la palabra inconsciente sería más apropiada. Él se quedó a su lado, mirándola, preguntándose si eso se acabaría alguna vez. Estaba harto, más que harto.

– No tengo que darte cuentas ni a ti, ni a ella en ese asunto.

– Nadie te pide que lo hagas. Quieres salirte de esta empresa, de acuerdo, vete. Nadie te lo va a impedir y ella, que es como te diriges a nuestra madre, tiene tanto derecho a preguntarte como yo.

Lance miró a su hermano con su acostumbrado desdén.

– Yo puedo trabajar donde quiera y con quien quiera.

Pat se levantó y se acercó hasta donde estaba. Mirándole a los ojos y hablándole en voz alta y clara le dijo:

– Tu problema es que estás equivocado. No, Lance, no puedes ir por ahí con tu colega Barker amenazando a personas que tienen negocios con nosotros. ¿Qué clase de estúpido eres? Si le deben dinero a Barker, entonces deja que él vaya y se las apañe solito. No creo que le debas ninguna clase de lealtad a ese gilipollas. Es solo un mierda, además de un mentiroso y un ladrón. Ya le falta una pierna por querer robar un contador de gas y es casi un milagro que saliera de ésa. Menudo pringado está hecho.

Lance se pasó la mano por el pelo y se rió con esa risa suya tan desagradable.

– Pues seguro que no tendría inconveniente en plantarte cara, si quiere -respondió.

Lil perdió la paciencia. Se levantó de la silla, empujó a Pat para apartarlo y se encaró con él:

– ¿Pero tú quién te has creído que eres? No eres nada más que una jodida sanguijuela. Si crees que puedes ir por ahí con ese matón de mierda amenazando a la gente en sus propias casas y delante de sus hijos, entonces es que estás muy equivocado. Ya se lo hemos advertido a todo el mundo, que si quieren enfrentarse contigo, pueden. Y dile a Donny de mi parte que si vuelvo a verle, yo misma le romperé los huesos. Tú ya me conoces, Lance. Y sabes que soy capaz de eso.

– Ya estamos con la cantinela de siempre. Lo curioso es que no os importa romper ninguna cabeza cuando a vosotros se os antoja.

Lil se echó a reír, a reír de verdad. Era una risa triste, desalentadora, un insulto difícil de soportar para Lance.

– Por supuesto que no nos importa que lo hagas. Para eso te pagamos. Al fin y al cabo, es para lo único que sirves.

Pat la apartó e hizo que se sentara de nuevo en el asiento.

– Mamá, siéntate y resolvamos esto, ¿quieres?

Lil no se sentía de humor. El completo desinterés de Lance por lo que trataban de decirle le sacaba de sus casillas. Quería que se marchase de una vez por todas y no le importaba lo más mínimo quién pudiera salir herido, y mucho menos si era Lance.

– Qué le den morcilla, Pat. Si cree que puede hacer eso sin ninguna clase de respaldo, entonces déjale. Déjale que corra y trabaje con Donny Barker. Sólo un gilipollas como él haría una cosa así. Al fin y al cabo, la gente elude tanto a uno como a otro, ¿no es verdad, Lance?

Pat estaba empezando a sentirse molesto con su madre, pues no estaba haciendo nada para solucionar el asunto.

– Mamá, cállate un segundo, ¿quieres?

Encendió un cigarrillo, uno de los pocos que fumaba esos días, muestra clara de su nerviosismo.

– No me da la gana de callarme. Llevo mucho tiempo deseando decírselo. Nos avergüenza a todos y no pienso permitírselo. Cuando me enteré que habíais amenazado a los Chapmans en su propia casa por unos cuantos de los grandes, dinero que Donny le había prestado a su hijo, me sentí tan avergonzada que me entraron ganas de morirme. Ellos no le debían ni un centavo. Era su hijo, y tan sólo eran unos cuantos cientos de libras. Donny se inventa la mitad de sus deudas y tú, como buen gilipollas que eres, vas y te pones de su lado y le haces el trabajo sucio. Él te utiliza, ¿acaso no te das cuenta? Se cree alguien importante porque tiene a un Brodie de perrito faldero. Pues bien, ya te lo hemos advertido, Lance, y no te lo vamos a perdonar esta vez. Esta vez seré yo la que se va a librar de ti de una vez por todas. Se acabó.

Lance jamás le había oído hablarle así; de hecho, no le hablaba a menos que no fuese necesario. Siempre había utilizado ese argumento contra ella, pues sabía que su culpabilidad y la forma en que siempre le había tratado eran lo que le mantenía en buena forma.

– Mírate. Aún recuerdo cuando heriste a la hija de Janie. Ya entonces eras un chulo y lo sigues siendo. Pero eso se ha acabado y se ha acabado esta misma noche. ¿Lo comprendes, Lance?

Lance miraba a su madre como si le resultase una desconocida. Durante todos los años que él había trabajado para la familia nunca le había dicho gran cosa, no recordaba ni haber mantenido una conversación con ella. Pat se percató del daño que estaba infligiendo a su hermano y sabía que, por mucho que le dijera, siempre querría a esa mujer que jamás había tenido una palabra amable con él.

– Ella no ha querido decir eso, Lance. Lo que pasa es que está enfadada, los dos lo estamos…

– Patrick Brodie -interrumpió Lil-. No te atrevas a hablar por mí. Mi paciencia con él se ha terminado y tú acéptalo de una vez. He oído rumores acerca de él todos estos años y me los he tenido que callar. Pero ya no más. Tengo que decírselo ahora que tengo oportunidad para ello. De nuevo me ha brotado el cáncer y no pienso irme a la tumba sin decirle a este majara de mierda lo que verdaderamente pienso de él y de su forma de comportarse. No pienso dejarte nada, Lance, ni tan siquiera un sostén usado. Mi madre te cogió al instante de nacer y has sido siempre suyo porque yo jamás te quise. Hasta cuando eras un niño eras un bicho raro. Y que Dios me perdone, pero cuando Colleen desapareció ardí en deseos de que fueras tú. Hubiera dado la vida por poder cambiarte por ella. Tú tienes la culpa de todo, Lance. Siempre ha sido así y no sé por qué. Es como un instinto, pero desde siempre he sabido que todo lo malo que nos ha sucedido es por culpa tuya.

– ¡Puñetas! Basta ya, mamá -dijo Pat.

Patrick estaba tan consternado por sus palabras que sólo después de que se sentara y encendiera otro cigarrillo se dio cuenta de que había mencionado lo del cáncer. Ésa era la razón por la que de nuevo fumaba y bebía; siempre habían sido sus dos mejores calmantes.

Lance continuaba mirándola, con la cara inexpresiva.

– Me odias, ¿no es cierto? -dijo con voz baja y carente de emoción.

– ¿Odio? Yo no te odio, Lance. Esa palabra no es suficientemente fuerte para expresar lo que siento.

Patrick estaba sorprendido por las palabras de su madre, aunque sabía que tenía algo de razón. Lance fue siempre como un intruso, incluso de niños nunca se sintió como parte de la familia. Toda la vida se había visto consumido por el odio y la rabia.

Patrick siempre lo había protegido por ese sentimiento de culpabilidad que le provocaba que su madre le quisiera a él con pasión. Todos sus hijos habían recibido su amor y su cariño, salvo Lance, y eso le había afectado toda su vida. Era como si los dos se hubieran estado tanteando durante esos años, vivieran una mentira, y todo lo sucedido recayera sobre ellos en ese preciso instante.

La puerta se abrió y Scanlon apareció. La habitación estaba cargada de odio y sinceridad tardía. Era tan tangible que se podía palpar.

– ¿Qué coño quieres? -preguntó Lil.

Scanlon respiró profundamente y, mirando a Lil Brodie, dijo:

– Hemos encontrado un cuerpo.

Lil tardó unos instantes en darse cuenta de la verdadera importancia que tenía lo que el hombre acababa de decirle.

Capítulo 30

Scanlon llegó finalmente a la casa. Llevaba mucho tiempo temiendo que llegara este momento, aunque sabía que él era el más adecuado para transmitirles la noticia. Le habían esperado toda la noche y estaban tan ansiosos que se daba cuenta de que cada palabra que dijese, y cómo las dijese, serían recordadas para siempre. Patrick le hizo pasar al salón y saludó a los presentes de la forma más respetuosa que pudo. Los niños también estaban allí y pudo sentir el nerviosismo que salía de cada habitación.

Lil no perdió el tiempo en protocolos.

– ¿Es ella?

Scanlon asintió.

– Lamento decir que sí -dijo.

– ¿Está seguro?

Volvió a asentir con un gesto de verdadera pena en el rostro.

– Su uniforme nos lo indicó, estaba todavía más o menos intacto. Y su mochila, ya que la habían enterrado con ella.

Lil afirmó como si entendiera perfectamente lo que le decía, cuando en realidad no comprendía nada en absoluto. Alguien había enterrado a su hija, con la cartera de la escuela a su lado, y nadie había sabido nada hasta ahora.

– ¿Qué le pasó a ella? ¿Lo saben?

Scanlon volvió a hacer un gesto afirmativo, sumamente conmovido y apenado por la mujer que estaba sentada en el asiento de cuero y que aún tenía la esperanza de que todo fuese un error y su hija estuviese en otro lado, viviendo felizmente.

Miró a Patrick y a Lance, sentados uno al lado del otro en el sofá. Los dos parecían tan perplejos como su madre. Se parecían mucho entre sí y, sin embargo, qué diferentes eran uno del otro.

Patrick le hizo una señal, dándole permiso para que le contase a su madre los detalles, pues sabía que ella necesitaba saber la verdad de una vez por todas, por muy dolorosa que pudiera resultar.

– La mataron a golpes. Tenía tres agujeros en el cráneo. Debió de morir muy rápido, ya que el forense dice que con un solo golpe bastó para dejarla inconsciente.

Lil no respondió. Se limitó a quedarse sentada y esperar que continuase.

– Lo lamento, señora Brodie.

Ella sabía que hablaba en serio y que la llamara señora Brodie le trajo recuerdos de otros tiempos mejores. De otros tiempos que quedaron destruidos, primero con la muerte de su marido y, después, con la desaparición de su hija.

– ¿La violaron? -preguntó.

Necesitaba saberlo, aunque no quisiera.

Scanlon suspiró.

– Creen que no…La ropa la tenía intacta. Estaba envuelta en un plástico y por eso el cuerpo se ha conservado en bastante buen estado. Parece como si la hubiesen matado por venganza. Nadie sabe por qué suceden esas cosas. Muchas veces es sólo cuestión de estar en el sitio equivocado, a la hora equivocada.

Lil asintió una vez más. No sabía qué hacer, nadie le había enseñado a asumir tal cosa.

– ¿Se sabe quién lo hizo? -preguntó Lance con una voz llena de aflicción.

– Aún no -respondió Scanlon mirando al suelo.

– ¿Dónde la encontraron? -preguntó Lil.

Esperaba que le respondiera a la pregunta, pero tenía la esperanza de que no fuese ninguno de los lugares donde ellos la buscaron. Toda la familia la buscó durante días enteros, hasta que se dieron por vencidos. Ahora temía que ella hubiera pasado a su lado, que no hubiera visto el montículo de tierra, que no se hubiera percatado de lo que podía haber sido su tumba.

– Resulta muy extraño, pero la enterraron en un jardín de Chigwell.

Lance le miraba como si hubiese visto a Lana Turner [16].

– ¿En Chigwell?

Scanlon afirmó una vez más con la cabeza.

– Los propietarios la encontraron al hacer un agujero para un estanque. Los jardineros encontraron el cuerpo ayer por la tarde. Me enteré de la noticia y, cuando supe que habían identificado el cuerpo, me ofrecí para ser el que comunicase la noticia. Les dije que los conocía a ustedes…

La voz se le entrecortó. Pat se dio cuenta de que en la Brigada habrían descubierto su tapadera y que Scanlon estaba arriesgando su puesto por ellos. Uno encuentra amigos hasta en los lugares más increíbles.

– Gracias -le dijo Pat.

Era una palabra muy diminuta para tan enorme favor, pero a Pat no se le ocurrió nada más. Estaba tan perplejo y traumatizado como su madre.

– ¿En Chigwell? ¿Por qué coño la enterraron allí?

Lil se estaba empezando a enfadar. Ya se le había pasado la primera impresión y ahora la vida real se empezaba a apoderar de ella.

Scanlon sacudió la cabeza.

– Eso es lo que estamos intentando averiguar, señora Brodie.

Lil asentía, sin saber qué podía decirle, agradecida porque, por fin, le traía noticias de su hija que acabarían con sus especulaciones. Pero también se sentía dolida con él, pues había acabado con sus esperanzas.

– Por supuesto. Perdone, no pensaba lo que decía…

Lil empezó a llorar desconsoladamente. Casi veinte años de miedo y especulación habían llegado a su fin. Horas más tarde seguía sollozando y se preguntaba si podría parar alguna vez.

Lance también lloraba y fue extraño, pero fue él quien acudió a ayudar a su madre y no Patrick. Y ella le permitió que la abrazara, que la consolara, e incluso se apoyó en él. Por primera vez en la vida su madre le estaba abrazando y él también la abrazaba, como si su vida dependiera de ello.

Spider y Jimmy Brick reflexionaban sobre el asunto. Todo el mundo se había enterado de que la policía había encontrado el cuerpo de Colleen y, nadie sabía qué hacer al respecto. No parecía correcto llamarles o visitarles hasta que toda la familia no lo hubiera asimilado por completo, pues parecía como intrusismo. Había sucedido hace tanto tiempo que parecía que nunca había existido.

Lil le había comentado en cierta ocasión a Spider que su único consuelo, si Colleen estaba muerta, era saber que su marido Pat la estaba cuidando y que lo haría hasta que los tres se reuniesen en la otra vida.

Spider se quedó sorprendido de que no pensase en el padre de la niña, que no creyera en su redención después de muerto. Después de todo, Lil era una mujer creyente que asistía con frecuencia a la iglesia, al igual que Pat lo había sido. Lenny Brewster, sin embargo, no era alguien digno de confianza ni después de muerto, y probablemente estuviera en lo cierto.

– Pobre Lil -dijo-. ¿Cómo va a poder asimilar esto? Un marido y una hija asesinados.

Spider sirvió otra copa a los dos. Hoy sólo el whisky podía mitigarles ligeramente el dolor.

– ¿Sabes una cosa, Spider? Yo siempre pensé que se habría escapado con algún novio.

Spider se rió. Su risa sonaba a tristeza y cansancio.

– ¿La pequeña Colleen? Ella jamás hubiera hecho una cosa así. Era tan inocente como una monja. Es posible que tuviera algún ligue, pero ella y Christy eran uña y carne. Si ése hubiera sido el caso, él se habría enterado.

Jimmy pensó en lo que le decía.

– Sí, supongo que tienes razón. Sin embargo, al igual que la muerte de Pat, siempre me costó terminar de asimilarlo.

Spider miró al hombre que tenía delante y al que llevaba conociendo desde hace muchos años.

– ¿Por qué desapareciste, Jimmy? -le preguntó-. Seamos sinceros el uno con el otro, así que dime la verdad.

Jimmy se encogió de hombros. Con esa chaqueta tan cara se le notaba más lo ancha que tenía la espalda. Spider pensó que Jimmy había regresado hecho un pimpollo. Antes de la muerte de Pat siempre había trabajado para vivir, pero ahora vivía para trabajar. Le gustaban los buenos trajes y los coches de lujo.

– ¿Entre tú y yo?

Spider se rió de nuevo.

– ¿A quién coño crees que se lo voy a decir? Antes éramos colegas y, en algún momento, hemos perdido la confianza entre nosotros. Eso me duele, ¿lo sabes? Un día desapareciste del mapa y no se supo nada más de ti. Ahora vuelves y somos como dos extraños que no saben nada uno del otro.

Jimmy Brick sabía que Spider estaba en lo cierto. De hecho, hasta se alegraba de que uno de ellos sacara por fin el tema a relucir.

– No sabía en quién podía confiar, Spider. La muerte de Patrick fue tan brutal y tan sin sentido que perdí el norte. Durante mucho tiempo te culpé de ella.

Spider se sintió molesto, cosa que esperaba Jimmy, pero le había dicho que hablara sinceramente y eso es lo que estaba haciendo. La muerte de la niña les estaba haciendo replantearse sus vidas.

– Me has dicho que te respondiera sinceramente, así que ahora no pongas esa cara. Tú protegías a Cain, pero sabes que deberías haber asegurado la situación con los hermanos Williams. Patrick confió en que tú te encargarías de eso. Él lo habría solucionado de inmediato si se tratara de uno de sus hijos, más si era un hermano.

– ¿Aún me sigues culpando por ello?

– Ha pasado mucho tiempo y eso ya no importa. Nada lo va a hacer volver, ¿verdad que no? Un pajarito me dijo que el joven Pat quitó de en medio a Jasper, por lo que imagino que debe de haber averiguado lo que sucedió. Es un tipo astuto, igual que su padre, aunque tiene algo que su padre nunca tuvo.

– ¿El qué? -preguntó Spider.

Jimmy notó el frío que atenazaba la voz de Spider.

– Ese placer de la venganza.

Patrick había llamado para decirles que tenía más noticias acerca de Colleen, por eso estaban esperando con el corazón encogido y, en el caso de Lil, con el miedo en el cuerpo por lo que pudiera oír.

– ¿Dónde está Lance? -preguntó.

Patrick se encogió de hombros y respondió:

– Me dijo que estaba en un atasco de tráfico y que no tardaría mucho.

Annie lo confirmó con un leve movimiento de cabeza. Estaba preparando el té mientras observaba cómo Kathleen empalmaba un cigarrillo tras otro mirando al vacío. Estaba tan mal que era capaz de irse a deambular por ahí si no se la vigilaba constantemente, y eso era lo único que les faltaba.

Lil miró a los que estaban sentados en la habitación y dijo:

– Es gracioso, pero la gente me ha preguntado qué era peor, si tener un marido asesinado o una hija asesinada. Y no he sabido qué responderles, ni aún sabría hacerlo. Siempre les dije que nosotros no sabíamos si Colleen había sido asesinada…

De repente se sintió aterrorizada y empezó a balbucear. Notó -que una bocanada de aire le subía por el cuerpo, un aire caliente y bochornoso que le impedía respirar.

Cuando abrió los ojos, Scanlon estaba en el salón y todo e! mundo la estaba mirando. Se dio cuenta de que había perdido el conocimiento, algo que jamás le había sucedido en la vida.

– Vamos, mamá, siéntate y bébete esto.

Se levantó con dificultad y bebió un poco de brandy que le ofrecía Eileen. Cuando se sintió un poco más recuperada, miró al policía que había pasado de enemigo a amigo en cuestión de días.

– Vamos. Diga lo que tiene que decirnos.

Su voz estaba saturada de falsa determinación. Scanlon sabía que prefería no saberlo, aunque necesitase hacerlo; era algo muy distinto.

– ¿No debemos esperar a Lance?

– No hace falta. Necesito decirlo ya, soltarlo de una vez.

Scanlon estaba sumamente nervioso, tenía que comunicarles algo atroz y odioso, pero no le quedaba otro remedio. Tenía que explicarles por qué había muerto la niña y se alegraba de que Lance no estuviera presente, pues así resultaría más fácil.

– Hemos localizado a los propietarios de la casa, una pareja que vive ahora en España. Por el estado en que se encontraba el cuerpo y por la fecha de su desaparición averiguamos quién vivía en esa casa durante esa época.

Respiró y le dio un sorbo a la copa que le había servido Patrick. Luego continuó:

– Es extraño, pero cuando la policía española se presentó en su domicilio para interrogarlos, el hombre se derrumbó por completo y lo confesó todo.

Nadie dijo lo más mínimo durante un rato.

– ¿Y cómo se llama ese hombre? -preguntó Christy, que ya empezaba a sospechar algo.

– Gardener. Sammy Gardener.

Lil se puso derecha, como casi todos los que estaban en la habitación.

– ¿Sammy Gardener? ¿El feo Sammy? -preguntó.

Scanlon afirmó de nuevo, odiándose a sí mismo por lo que iba a hacer a sabiendas de que tenía que hacerlo.

– ¿Pero por qué? -preguntó Lil-. El era amigo nuestro, amigo de mi marido. Yo llegué incluso a conocer a su primera esposa. Sammy no era un asesino…

Estaba sumamente alterada. No quería que su Colleen hubiese muerto a manos de alguien en quien ellos confiaban y conocían. Era inconcebible, peor que si lo hubiera hecho un desconocido. Un desconocido no sabría lo encantadora que era, lo mucho que ellos la amaban. Un extraño era tan sólo un pirado, alguien que uno no podía imaginar como una persona real.

– Dijo que tenía razones para ello…

Patrick lo observaba, al igual que Shamus y Christy. Los tres se miraron entre sí, como si intuyeran lo que les iba a decir.

Eileen estaba llorando. El sentimiento de culpabilidad que la carcomía por dentro se había puesto de nuevo a funcionar.

– ¿Qué razón puede tener nadie para matar a Colleen? Era tan sólo una niña, una niña inocente… ¿No hemos tenido bastante con que matasen a mi padre? ¿Por qué la mataron a ella? ¿Qué coño pasa con esta familia? ¿Dónde vamos a ir a parar?

Paulie la estrechó entre sus brazos y ella enterró su cara en su pecho. Eileen no había dejado ni un solo día de pensar en Colleen. El sentimiento de culpabilidad por su desaparición la carcomía por dentro. Su madre había estado sumamente enferma en el hospital y ella se había convertido en la mujer de la casa. Se suponía que debía haber cuidado de los niños y, sin embargo, la había perdido. Ni tan siquiera la había echado de menos hasta que no fue demasiado tarde. Colleen había sido secuestrada y asesinada, y ella se sentía responsable de eso porque había estado muy ocupada consigo misma fingiendo ser la madre de todos.

No se había ni preguntado dónde estaba. Mientras ella se ocupaba de la casa, a la pobre niña la estaban asesinando en cualquier otro lugar. La ausencia de Colleen ni se le había pasado por la cabeza, y eso la carcomía por dentro, sin cesar de culparse ni un solo instante por ello.

Cuando contrajo matrimonio con Paulie esperaba que las cosas mejorasen, pero no lograron tener ningún hijo. La única vez que se quedó embarazada perdió el bebé a los cinco meses. Ella lo consideró como un castigo divino por haber perdido a Colleen, pues Dios sabía que ella no era una mujer a la que se pudiera confiar un hijo.

Empezó a beber justo después de la desaparición de Colleen. Su hábito fue creciendo con el paso del tiempo y ahora era una alcohólica, aunque Paulie le ayudaba a guardarlo en secreto. Él comprendía por qué estaba como estaba. La había oído farfullar acerca de Colleen miles de veces, deseando poder hacer algo para ayudarla.

– Llévatela a casa, Paulie -dijo Lil.

El secreto de Eileen era un secreto a voces, pero, hasta que Paulie les pidiera ayuda, pensaban dejar que lo resolvieran ellos solos. Sabía que él cuidaba de ella, la amaba y esperaban que ella se diera cuenta de que su amor y sus atenciones merecían que se sintiera mejor.

Paulie Brick condujo a la sollozante mujer fuera de la habitación. Kathleen levantó una mano para tocarla al pasar y Eileen se la aferró con fuerza.

– Prefiero no oír, no vaya a ser que digan que fue mi culpa.

Paulie salió con ella. El silencio se hizo insoportable y Shawn terminó por romperlo:

– Venga, hable de una vez. ¿Por qué razón la mataron?

Scanlon los miró a todos a la cara. Respiró profundamente y dijo:

– Seis semanas antes de que Sammy la secuestrara, Lance y Donny Barker se presentaron en su casa para cobrar una deuda que ellos habían comprado.

Se calló, esperando algún tipo de reacción por parte de ellos, pero no la hubo, pues todos estaban como en estado de shock.

– Continúe -dijo Patrick.

– Le pusieron una pistola en la cabeza a la hija de Sammy y la pobre niña quedó traumatizada. Tenía doce años entonces y le hicieron vivir el mayor susto de su vida. Dijo que Lance le disparó a él en un pie con una recortada, cosa que hemos verificado. El fue ingresado en el hospital y dijo que alguien le había disparado a sangre fría cuando abrió la puerta de su casa. Nadie se molestó en investigar el asunto porque pensaban que era la típica reyerta entre ladrones.

Scanlon miró a su alrededor.

– Bueno, ustedes ya saben cómo va eso. El caso es que Bianca, su hija, jamás volvió a ser la misma. La niña ni comía, ni dormía, y se le veía sumamente afectada por eso. La pobre chica no pudo asumir que le habían encañonado con una recortada y un mes después se suicidó cortándose las venas.

Nadie respondió, pues todos contenían la respiración.

– ¿La niña se quitó la vida? ¿Por culpa de Lance? -dijo Lil-. ¿Por qué no me sorprende lo más mínimo?

– Ésa es la razón por la que no está aquí, ¿verdad que sí? Él sabía lo que ibas a decirnos. ¿Ha hecho las maletas, Annie? ¿Se ha marchado ya?

Patrick miró a su abuela. Sacudía la cabeza, completamente consternada.

– No, por supuesto que no…

– Dejemos a Lance por un minuto, Pat. Dígame, ¿qué sucedió, señor Scanlon? -preguntó Lil, que se había sentado de nuevo en la silla con una cara que los dejó a todos callados.

– Sammy estaba como loco y fue en busca de Lance. Dijo que lo vio con Colleen esa mañana, que los vio hablar y, cuando lo vio despedirse de ella, se acercó hasta él y le dijo lo que le había sucedido a su hija. Lo único que quería es que Lance supiera lo que había hecho, pero Lance empezó a mofarse diciendo que le había hecho un favor, pues era tan fea que nadie la iba a querer. Cuando Sammy le apuntó con un arma, Lance se rió en su cara, le golpeó y se marchó en su coche. Dijo que eso fue la gota que colmó el vaso y que perdió por completo los estribos. Al ver que Lance encontraba divertida la muerte de su hija se le fue la olla.

Scanlon suspiró y prosiguió:

– Sammy fue en busca de Colleen en el coche para preguntarle si sabía dónde había ido Lance, pero ella le respondió que no. Antes de que se diera cuenta de lo que hacía vio que la había hecho subir y estaba explicándole lo sucedido a su hija. La niña se asustó y trató de escapar. Dice que durante el forcejeo la mató. Luego la llevó a su casa y la enterró en el jardín. Esperó, sabiendo que vendrían a por él, deseando, dijo, que lo apresáramos. Pero nadie averiguó lo sucedido. Esperaba que Lance hubiese sido el que sacase todo a la luz.

– Eso es una completa mentira -gritó Annie.

– Donny Barker nos ha confirmado su historia, al igual que nos ha confirmado que se encontró con Lance esa mañana y estuvo alardeando de haberse reído en la cara de Sammy. Lo recuerda perfectamente porque fue el día que Colleen desapareció.

Era cierto. Todos, incluso Annie, sabían que era así.

Lil no podía creer lo que estaba oyendo, aunque en su interior sabía que era completamente cierto. Lance había acosado e intimidado a ese hombre, al igual que hacía con todo el mundo, y había hecho que alguien perdiera los estribos por su culpa.

Lil miró a su hijo mayor.

– Te lo dije, ¿no es verdad? Yo sabía que él tenía algo que ver con eso. Lo sabía…

Nadie dijo ni lo más mínimo. Era como si una bomba hubiera caído en medio de ellos.

– ¿Qué pasa, Lance?

Donny Barker era todo sonrisas y Lance se acercó hasta el bar que había en una esquina de la habitación y se sirvió una copa.

– ¿No es un poco pronto para eso? -preguntó Donny.

Lance se bebió el brandy de una vez y luego miró a su amigo.

– ¿Has conseguido mi billete?

Donny asintió.

– Por supuesto. El muchacho lo traerá dentro de un rato. ¿Por qué?

Lance negó con la cabeza con indiferencia.

– Por nada. Sólo quería saberlo. ¿Y me has sacado el dinero?

Donny se sirvió un vodka con gaseosa y, después de añadirle hielo y limón, se sentó en el filo de la mesa y dijo:

– ¿Qué pasa, Lance? ¿A qué viene tanta prisa?

Lance se levantó y le respondió en voz alta:

– ¿Te he preguntado si tienes mi dinero?

Donny se echó hacia atrás. Conocía de sobra ese nerviosismo que se transformaba en violencia en cuestión de segundos. Era obvio que Lance estaba metido en algún problema.

– Tranquilízate, Lance, por lo que más quieras. ¿Se puede saber qué te pasa?

Lance suspiró pesadamente, tratando de controlar su carácter, pero sin lograrlo con demasiado éxito.

– El dinero está ahí, ¿de acuerdo? Los billetes nos lo entregará Karen Hiñes. Ella misma ha hecho las reservas, ¿de acuerdo?

Lance se daba cuenta de que actuaba sospechosamente, pero le resultaba imposible relajarse. Una vez que tuviera el dinero y los billetes, ya sería otra cosa.

– ¿Qué vas a hacer en Irlanda del Norte? ¡Vaya sitio para irse de vacaciones!

– ¿Y quién eres tú, Donny? ¿De la brigada vacacional de la policía?

Donny se rió, además de que sabía que Lance escogería otro destino una vez estuviera allí. Lo que quería saber es dónde. Tenía dinero, lo sabía tanto él como todos. Por tanto, si se quitaba de en medio era porque de alguna manera intuía que estaba en peligro.

Lance era una maldita sanguijuela, lo sabía y lo aceptaba como tal. Su única preocupación era saber si él también debía preocuparse al respecto.

Lil miró alrededor y vio a sus hijos sentados, tratando de asimilar lo que acababan de oír.

Lance, el hijo que nunca había querido ni lo más mínimo, había destrozado todo lo que había querido, había roto el corazón de cada uno de ellos, se había asegurado de que ninguno conociera un día de paz en su vida nunca más.

El pobre Patrick había tratado siempre de ser un buen hermano con él, de suplir la carencia de afecto por su parte. Christy lloraba en silencio y Shamus lo abrazaba, tratando de consolarlo.

Colleen y él habían estado siempre tan unidos. Los otros también le querían, pero eran hijos de Patrick Brodie, mientras que él y Colleen eran los hijos de Brewster, un ser que jamás se había preocupado por ellos y que había sido el motivo de que Pat Brodie muriese de la forma en que lo hizo.

– Idos a casa -dijo Patrick con tanta naturalidad en el tono de su voz que obedecieron.

Todos sabían lo que sucedería, aunque, por supuesto, nadie dijo ni lo más mínimo al respecto.

– ¿Te encuentras bien, mamá?

Lil les sonrió. Su hijo Shawn fue el único que se quiso quedar con ella cuando Patrick dijo que se fuesen. Era un niño con mucho valor y coraje y ella le amaba, al igual que a ellos.

– Estoy bien, no os preocupéis. Idos a casa y dejad que seamos nosotros los que resolvamos esto.

Cuando salían, les dijo tranquilamente:

– Si alguien os pregunta, estuvimos todos juntos esta noche, ¿de acuerdo?

Lil miró a Scanlon y éste asintió.

– Bueno, pues entonces a casa.

– Yo quiero quedarme contigo, mamá. ¿Puedo?

Kathleen la estaba mirando con sus ojos tristes y ella no pudo negarse.

– Por supuesto -respondió-. Si eso es lo que quieres. ¿Te encuentras bien, madre?

Annie afirmó con la cabeza y Lil sintió un poco de pena por ella. Su niño, ése que ella tanto había defendido, quedaba a ojos de todos como el cabrón de mierda que siempre había sido.

Salieron sin pronunciar palabra, comprendiendo la situación sin necesidad de que se la explicaran. Cuando los vio salir, Lil se consoló diciendo que de ocho hijos, siete eran como debían ser.

Al menos sabían cuándo debían marcharse.

– ¿Señor Scanlon?

El no respondió. Salió junto con los otros, sin decir palabra.

Una vez que se quedaron a solas, Lil se vino abajo.

– Mamá, llévate a Kathleen a la planta de arriba. Necesito hablar con Patrick.

Annie se quedó de pie, en medio de la habitación, con su pequeño cuerpo rígido por el dolor.

– No debes creer lo que te ha dicho, Lil. Lance puede ser cualquier cosa, pero…

– Vete a la mierda, Annie. Tú sabes tan bien como yo que es cierto. Que no haya venido ya debería servirte de algo.

La voz de Patrick sonaba enfadada. Annie sabía que él no tenía muy buena opinión de ella, pero siempre se mostraba respetuoso, igual que con todo el mundo.

– Vamos, Kathleen. Subamos a tu cuarto y veamos la televisión -terminó diciendo Annie, decidida a no causar más problemas.

– Pat, ¿puedo decirte algo? -preguntó Kathleen.

– Ahora no, Kathy. Tengo muchas cosas en la cabeza.

Su voz era más seca de lo que deseaba y Kathleen se estremeció al oírla.

Pat se acercó hasta ella, le cogió de las manos amablemente y le dijo:

– Después tú y yo hablaremos mucho rato, pero ahora tengo que encontrar a Lance.-Ella sonrió.

– De eso precisamente quería hablarte. Él se va a marchar de vacaciones, ¿no es verdad, abuelita?

Miró a Annie con expectación.

– ¿De qué estás hablando, tonta? -respondió Annie.

Lil se levantó y Annie se dio cuenta de que la habían cogido. Aun así, no pensaba decirles lo que querían saber porque Lance seguía siendo su favorito y le había prometido que enviaría por ella en cuanto las cosas se calmasen. Para ella lo era todo en la vida, hiciera lo que hiciera.

– ¿De qué está hablando, mamá? -preguntó Lil.

– No lo sé. Tú ya sabes cómo es, no sé por qué le haces caso. Se pasa el día delirando.

Kathleen se sentó y, con una lucidez que nadie esperaba de ella, dijo:

– ¿Por qué dices eso? Tú le has ayudado a hacer las maletas y eres la que le has dicho que se fuera. Tú eres siempre la que le dice lo que tiene que hacer.

Kathleen miró a Lil y añadió:

– Odio vivir en esa casa y nadie hace nada. Ya sabes que no quiero ir a una clínica mental y ellos quieren meterme en una para que así ella pueda irse con él.

– Nadie te va a meter en una clínica, Kathy -dijo Pat-. De eso me encargo yo. Pero ahora dime qué sucede.

Pat estaba de rodillas, a su lado, y ella le sonrió con tristeza.

– Ellos quieren meterme en una clínica, ellos mismos me lo. dijeron. Pero si me encierran allí, me moriré…

Annie suspiró y trató de interrumpirla.

– ¡Cállate de una vez, estúpida!

– ¿Por qué no te callas, mamá, y la dejas hablar? Dime, Kathleen, dinos qué sucede. Yo te prometo que nadie te va a llevar a ninguna clínica y que nadie te va a sacar de esta casa. Tú puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, pero pensaba que no querías.

– Sí quería. Pero ahora Lance se va a marchar y la abuela Annie se va a reunir con él cuando se haya establecido.

– Está diciendo estupideces -dijo Annie.

– No estoy diciendo ninguna estupidez, y no me hables más en ese tono. Lance se marcha esta misma noche y ya no tengo nada que temer. Ella me quitó el bebé, ¿sabes madre? Ella y Lance.

– ¿De qué bebé hablas, Kathleen?

Lil habló en voz baja y Kathleen agachó la cabeza y se puso a llorar.

– ¿De qué bebé está hablando? -interrumpió Annie suspirando-. Ahora, qué pasa, ¿que vais a hacer caso de esta majara?

Kathleen se levantó del asiento y cogió a Annie por el cuello.

– No te atrevas a llamarme así -le gritó-. No vuelvas a llamarme de esa manera o te juro que… Tú me quitaste el bebé y lo tiraste a un contenedor.

Ella se dio la vuelta para mirar a Patrick y le dijo:

– Tú estabas robando la Oficina Postal, ¿te acuerdas? Lance me dijo que si tú te enterabas de lo del niño, me encerrarías, pues nadie me creería. Él se lo dio a ella, y ella lo puso en el contenedor. Era mi bebé, Pat. No me permitieron que dijera nada porque vendría la policía y nos arrestarían a todos… Luego mamá se enfadaría y haría que me encerrasen.

Levantó la cabeza y miró a Annie.

– Díselo -dijo-. Ahora pretenden meterme en un manicomio, al menos eso es lo que me dijo Lance. Me dijo que todos me odiáis, y que no es preocupáis de mí, pero yo sé que no es cierto. Prométeme que no me llevarás a un manicomio, mamá, prométemelo. A mí no me gusta besar a Lance, mamá, y Annie dice que yo estoy contando mentiras, pero no es cierto. Colleen lo sabía porque le había visto. Por eso desapareció. El hizo que así fuese.

Lloraba y sollozaba desconsoladamente.

– ¡Dios santo, mamá! ¡Dios santo! ¿Qué narices le pasa a esta familia?

Annie estaba de pie, con la mano tapándose la boca. El golpe que le dio Lil la derribó al suelo.

– Puta de mierda. Puta asquerosa. Has sabido todo este tiempo qué clase de bicho era y me has hecho sentirme culpable.

– Procura que se quede ahí, mamá, aunque tengas que abrirle los sesos. Y no dejes que se acerque al teléfono. No permitas que le avise, ¿de acuerdo?

Lil asintió.

– Tú vete, que ésta no se va ningún lado.

Lil estrechó a su hija entre sus brazos mientras veía a Patrick salir de la habitación.

Lance estaba empezando a ponerse nervioso porque cada vez había más gente en el bar y Karen no aparecía por ninguna parte. El pequeño bar era parte de un club privado que solía ser frecuentado por los esbirros de Donny y muchos de ellos eran personas civiles a las que les gustaba alardear de que se trataban con la delincuencia. Era un lugar agradable, donde los hombres solían llevar a sus queridas, nunca a sus esposas, porque sabían que podían disfrutar de esa intimidad. Donny presumía de su talento para los negocios, ya que se quedó con el bar como pago de una deuda. Ya había recuperado el dinero de la deuda con creces, además de la consideración de muchos peces gordos que buscaban dónde poder descansar sin tener a la pasma a sus espaldas. Miraba a la puerta con la misma atención e interés que Lance y sabía que iba a ser una noche muy larga, aunque lograría sobrevivir a ella.

– ¿Cuánto más va a tardar? -preguntó Lance.

Donny se encogió de hombros e hizo un gesto de irritación con su fea cara.

– No lo sé. Ella nos está haciendo un favor. Espera, voy a llamarla de nuevo.

Se apartó y empezó a marcar el número en su móvil.

– Ya la has llamado dos veces. Pregúntale qué coño hace.

Mientras le decía eso, la puerta se abrió y Lance se dio cuenta de que Donny le había vendido. El hombre colgó el teléfono y se lo guardó. Luego se dio la vuelta y le dijo:

– Eres un mamón, Lance. Siempre lo he sabido, pero esta vez te has pasado de la raya.

El bar se quedó vacío en cuestión de segundos, los que necesitó Patrick para abalanzarse sobre Lance con un bate de béisbol. Uno de los transeúntes llamó a la policía al oír los gritos, pero para entonces Lance era irreconocible como persona.


  1. <a l:href="#_ftnref15">[15]</a> Dionne Warwick: Cantante de soul. [N. del T.)

  2. <a l:href="#_ftnref16">[16]</a> I.ana Turner: Actriz estadounidense y símbolo sexual de los cincuenta. [N. del T.)