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– ¿Qué tal les va? -preguntó Kelby mientras avanzaba hacia ella por el embarcadero -. ¿Pete sigue enloquecido?
– Ya no tanto. -Melis le entregó el cubo con peces a Manuel y se volvió hacia Kelby-. Desde que le dimos sus juguetes se ha tranquilizado.
– Sí, cuando pasé por aquí esta mañana lo vi jugando con uno de esos juguetes. Muy interesante.
– No sabía que habías estado aquí.
– Habías ido al mercado, a comprar pescado para Pete y Susie.
– Y Nicholas estaba a mi lado. No le gustó mucho tener que cargar de vuelta al tanque varios kilos de peces apestosos. Dijo que no le importaba hacer de guardaespaldas pero que hacer de bestia de carga para Pete y Susie ofendía su dignidad.
– Eso es bueno para él. -Le entregó la bolsita de lona que llevaba-. Un revólver del treinta y ocho, lo que me pediste. ¿Sabes cómo usarlo?
Ella asintió.
– Kemal me enseñó. Decía que la mejor terapia que podía ofrecerme era enseñarme cómo defenderme a mí misma.
– Empiezo a pensar mejor de Kemal. -Deberías. Es un hombre maravilloso.
– Bueno, quizá no lo estimo tanto. Estoy empezando a sentir leves pinchazos de celos. -Ella lo miró con incredulidad -. Lo sé. A mí también me sorprende. -Bajó la vista para mirar a Pete en el tanque-. Necesito que me reconforten. ¿Quieres venir conmigo al barco y reconfortarme?
Sus cuerpos entrelazados, formando un arco, moviéndose.
El recuerdo hizo que la recorriera una ola de calor.
– Tú no necesitas que te reconforten. Desde la primera vez que te vi pensé que tenías más confianza en ti mismo que cualquier otra persona que haya conocido.
– Tienes razón. – Kelby sonrió -. Sólo pensé que me aprovecharía de tu simpatía y trataría de meterte en mi cama como el tipo poco escrupuloso que soy.
– Entonces, lo has conseguido. No siento lástima de ti y tengo que quedarme con los delfines. Esta tarde vienen dos estudiantes nuevos y quiero hablar con ellos.
– Está bien -Kelby esbozó una sonrisa-. Dios me perdone por querer competir con Pete y Susie. -Se volvió y echó a andar por el embarcadero -. Si cambias de opinión, estaré en el Trina.
Ella lo contempló mientras se alejaba. Qué guapo era. Tan hermoso como los delfines. Y cuánto le molestaría oírla decir eso. Era esbelto, de músculos compactos, tan enraizado en la tierra como los delfines en el mar. Los vaqueros desteñidos marcaban sus muslos musculosos, sus pantorrillas y su trasero duro como la roca. Otra ola de calor más fuerte, más intensa, la recorrió de pies a cabeza.
Oh, mierda.
Que se joda la reunión con los estudiantes. Ella regresaría más tarde. Echó a andar por el embarcadero en pos de Kelby.
Volvería después.
– Te limitas a pegarme un polvo, después te levantas y sales por esa puerta -Kelby, con expresión de holgazanería, la contemplaba vestirse desde la cama-. Me siento usado.
– Y lo has sido. -Ella sonrió-. Varias veces. Lo pediste y lo conseguiste.
– Y no podría agradecerlo más. A no ser que vuelvas a la cama y lo hagas de nuevo.
Ella miró por la escotilla. El sol aún no se había puesto, pero faltaba poco.
– Tengo que volver con los delfines. ¿No tienes nada importante que hacer?
– Acabo de hacerlo. -La sonrisa del hombre desapareció-. Sabes que eres como un milagro, ¿verdad?
– Por supuesto. Soy lista, saludable y a veces sé cómo hablar delfines.
– Y eres más entregada que cualquier otra mujer que haya conocido, y eso ya es un milagro.
– Debido a mis antecedentes – Melis terminó de abotonarse la camisa-, yo también lo considero milagroso. Nunca creí ser tan lujuriosa. Nunca esperé nada de esto.
– ¿No crees que podría tener relación con el hecho de que sea el mejor amante de este hemisferio?
– No, definitivamente no tiene nada que ver con eso.
– Estoy abatido. -Hizo una pausa-. Entonces, ¿por qué? -No lo sé. Quizá sea porque todo lo que me enseñó Carolyn cayó de repente en su sitio. Quizá sea porque me he acostumbrado tanto a ver el sexo en la naturaleza que me doy cuenta de que no hay nada sucio en el acto, sino en la intención. -Inclinó la cabeza para mirarlo como si lo estuviera evaluando -. Y quizá sea porque no eres el peor amante de este hemisferio. -Abrió la puerta-. Te veré más tarde, Kelby.
El asintió mientras estiraba la mano para coger el teléfono.
– Estoy llamando a Gary St. George. Se reunirá contigo en la plancha. Iría contigo, pero estoy esperando a que me entreguen el captador de imagen.
– Bien. Eso quiere decir que mañana podré sacar a los delfines de ese tanque.
– O pasado mañana. Tengo que asegurarme de que el captador funcione perfectamente. -Levantó una ceja-. Pero ya conoces los trámites. El equipo tardará una o dos horas en pasar todos los controles. ¿Por qué no vuelves a la cama e impides que me aburra?
Dios, se sentía tentada a hacerlo.
Los delfines.
Negó con la cabeza.
– No quiero acabar contigo, Kelby. Quizá pueda usarte más tarde.
– Tienes muy buen aspecto, Melis -dijo Gary mientras bajaba por la plancha-. Más relajada.
Ella sintió cómo le afluía el calor al rostro. ¿Sabrían él y los demás miembros de la tripulación cómo se había vuelto tan relajada? Tenía la loca sensación de que todo el mundo debía saberlo, de que aún llevaba la impronta del cuerpo de Kelby.
– Cuando te llevé a aquel avión en Atenas me sentí muy preocupado por ti. Nunca te había visto tan tensa.
Estaba llegando a conclusiones prematuras. Gary no la había visto desde aquel día terrible en Atenas. Era natural que hiciera el comentario.
– Estoy mejor. ¿Cómo has estado, Gary?
– Bien -sonrió -. Es una tripulación excelente. Kelby contrató a Terry y Charlie Collins, el primer oficial, es de primera. Karl Brecht no habla mucho, pero eso no es malo. Prefiero el silencio a una máquina parlante. Y trabajar para Kelby me va a gustar. Todo el mundo dice que se mete en muchos líos pero que es muy honesto.
– Estoy segura de las dos cosas.
– Me alegra que hayas aceptado seguir la búsqueda. -Echó a andar por el embarcadero junto a ella-. Nunca entendí por qué estuviste en contra. Phil tenía muchos deseos de hallar Marinth.
– Nunca me interpuse en su camino. Solo me negué a ayudarlo.
– Eso lo puso como loco. Sobre todo en los meses anteriores a su muerte.
– No vas a lograr que me sienta culpable, Gary. Hice lo que creí correcto para mí y para los delfines.
– No quise decir que hayas actuado mal, Melis. Tenías que hacer lo que considerabas correcto. Sólo digo que me alegra que hayas decidido seguir adelante. Si la encontramos, eso significa una gran bonificación para los tripulantes. Kelby es muy generoso.
– No tengas demasiadas esperanzas. Hay muchísimas variables.
– Phil pensaba que si lo intentabas podías encontrar la ciudad. Todo el tiempo hablaba de eso. Los últimos días sólo podía pensar en eso.
– Lo sé, Gary. -De repente, una idea súbita la asaltó -: Phil intentaba conseguir financiamiento para la expedición. ¿Conociste al hombre con el que estaba negociando? Gary negó con la cabeza.
– Sabía que había alguien. Fue a tierra cinco o seis noches seguidas para reunirse con él. Las primeras veces volvió muy alegre. Pero después me di cuenta de que se había desinflado. La última noche regresó muy pronto, levó anclas y zarpamos de allí enseguida.
– Y él comenzó a deshacerse de la tripulación. -Ése debió de ser el momento en el que Archer comenzó a perseguirla. Cuando todo falló con Phil, eliminó a la única persona que sabía algo de Marinth y de ese maldito aparato sónico. La muerte de Phil debió reportarle un beneficio doble porque la hizo acudir a Atenas y la puso en situación vulnerable. – ¿Por qué no pudo olvidarse de esa maldita ciudad?
– En realidad, nunca tuvo un gran golpe de suerte. -Las cejas de Gary, pensativo, se fruncieron mientras echaba una mirada al tanque que tenía al frente-. Solo aquel galeón. Hubiera sido rico y famoso. Quizá era algo que nadie más había logrado. Nadie habría podido quitarle… -Se puso tenso junto a Melis -. ¿Dónde está Cal? Era su turno como centinela junto al tanque.
Melis se detuvo.
– ¿Qué?
– Se quejaba porque siempre le tocaba vigilar a los delfines. Era su turno de…
Las rodillas se le doblaron y comenzó a caer al suelo.
– ¡Gary!
Un agujero redondo apareció en el centro de su frente. Sangre…
Un sedán negro se aproximaba por el muelle a gran velocidad, dirigiéndose hacia ella. La puerta trasera se abrió de repente al acercarse al sitio donde ella estaba de pie, paralizada.
_ ¡No! – Melis comenzó a correr mientras su mano buscaba dentro de la bolsa. El revólver. Coge el revólver.
El sedán estaba casi a su altura. Alguien se asomaba por la puerta trasera.
Oh, Dios mío. Cox.
Melis levantó el revólver. Oyó una maldición y la puerta trasera se cerró de un tirón cuando ella disparó. La bala rebotó en el metal de la puerta.
El chofer. Intentó apuntar, pero mientras corría era imposible. De todos modos disparó.
El vidrio estalló y de repente el coche viró bruscamente hacia un almacén a su derecha. Enseguida recuperó el rumbo anterior y fue directamente hacia ella.
No había tiempo de escapar. No había tiempo de pensar.
Saltó del embarcadero y se zambulló en el agua.
Kelby estaba cabreado. Cada músculo de su cuerpo respiraba furia mientras avanzaba por el almacén hacia ella. Le tendió una bolsa de loneta.
– Te he traído ropa seca.
– Gracias. -Apretó en torno a sí con más fuerza la manta que el agente de policía le había dado -. Pero tengo que darme una ducha antes de ponerme ropa limpia. Me siento toda cubierta de sal. Creo que han terminado conmigo. El teniente Lorenzo dijo que regresaría en pocos minutos.
– ¿Estás bien? -preguntó Kelby con brusquedad. Ella asintió.
– No estoy herida. No querían hacerme daño, solo querían atraparme. -Se estremeció-. Mataron a Gary.
– Lo sé.
– Y golpearon a uno de los estudiantes en la cabeza, tiene conmoción cerebral. A Manuel. -Se frotó la frente-. Creo que fue eso lo que me dijeron. Pobre chaval.
– Se llama Manuel Juárez. Estará bien.
– También le dispararon a Cal, pero se va a poner bien. Archer y su gente deben de haber intentado contar con la ventaja de que yo fuera vulnerable junto a los tanques en caso de que no pudieran atraparme por el camino. -Se humedeció los labios -. A Cal le dispararon en el hombro y Archer hizo que lo tiraran al tanque de los delfines para deshacerse del cuerpo. Tenía que ahogarse, pero Pete y Susie se pusieron a ambos lados, lo levantaron y lo mantuvieron fuera del agua.
– Hurra por Pete y Susie. Melis le miró a los ojos. -Eso mismo piensa Cal.
Kelby se mantuvo callado un instante. -Estoy de acuerdo con él.
– Entonces, ¿por qué eres tan sarcástico?
– Porque he entrado en este almacén lleno de corrientes de aire y te vi sentada allí, con el aspecto de una rata ahogada. Porque se ha armado un gran lío y yo no estaba allí para impedirlo. Porque fue la policía quien me telefoneó para decirme lo que había ocurrido. ¿Por qué demonios no lo hiciste tú?
– Estaba ocupada, demonios.
– ¿No se te ocurrió que yo querría ayudarte?
– ¡No! -La voz le temblaba-. No pensaba con claridad. Kelby la miró por un momento y a continuación masculló una maldición. Cayó de rodillas junto a ella, tomó el borde de la manta y le frotó la mejilla.
– ¿Por qué no te secas el pelo? El agua te corre por el rostro… -De todos modos tengo que lavármelo. Apesto a agua de mar.-Melis intentó dejar de temblar-. Tu tenías razón. El revólver no hizo el trabajo, Kelby. Intenté dispararles pero eso no funcionó. Después de saltar al agua me metí nadando bajo el embarcadero y sólo entonces se largaron. Abandonaron el coche a seis manzanas de los muelles. El teniente Lorenzo cree que debo de haber herido al chofer. Había sangre en el asiento.
– Bien, espero que haya sido Archer.
– No, Archer estaba en el asiento trasero. Fue él quien abrió la puerta y se preparaba para hacerme entrar en el coche.
– ¿Cómo lo sabes? Aún no hemos conseguido una foto.
– Cox.
– ¿Qué?
– Carolyn mencionó ese nombre por teléfono. Creo que estaba intentando ayudarme a identificar a Archer. Ella era fan de los programas nocturnos de televisión y de las comedias clásicas. Incluso tenía grabados sus programas favoritos, los que no volvieron a transmitirse. Nos encantaba quedarnos allí sentadas hasta bien tarde, comiendo palomitas, hablando y viendo Nick at Nite.
– ¿Y?
– Ella tenía un vídeo de un programa llamado Mr. Peepers, con Wally Cox. Hacía el papel del personaje sumiso por excelencia, canijo y tímido. Archer se parece a Wally Cox.
– Lo de tímido no se corresponde con la reputación de Archer.
– Pero su veta sádica puede haber sido alimentada por una aparente debilidad. Cuando consigamos la foto apuesto a que se parecerá mucho a Wally Cox.
– No apuesto. Tiene sentido. -Se puso de pie-. No vamos a seguir esperando a tu teniente. Necesitas una ducha caliente y cambiarte la ropa. Si tiene más preguntas, puede subir a bordo del Trina.
Melis asintió.
– Tan pronto controle a Pete y Susie nos vamos. El teniente dijo que estaban bien, pero tengo que verlo con mis propios ojos.
– Sabía que estarías preocupada y por eso mandé a Terry y a Karl al tanque para que lo custodien. Nada va a… -Se detuvo -. Estoy hablando por gusto. Vamos. Veremos a tu teniente y después iremos hasta el tanque.
En el momento en que vio a Melis, Susie comenzó a emitir sonidos con excitación. Era como si estuviera intentando contar lo ocurrido. Pete callaba, pero su cola se movía de manera nerviosa mientras nadaba en círculos en el tanque.
– Ahí los tienes, te dije que estaban bien -dijo Kelby-. Quizá algo alterado, pero ¿qué podías esperar?
– Sí, están bien -dijo ella en voz baja-. Más que bien.
– ¿De veras le salvaron la vida a Cal?
– Sin la menor duda. Cuando los médicos entraron en el tanque para sacarlo, estaba inconsciente. No es una rareza. A lo largo de la historia hay muchos relatos sobre delfines que salvan a nadadores.
– Se dirigió a los delfines con suavidad-. Lo habéis hecho bien, chicos. Estoy orgullosa de vosotros.
De repente, Pete subió a la superficie y dio un enorme salto que hizo que el agua salpicara fuera del tanque.
– ¿Eso es una respuesta? -preguntó Kelby.
– Podría ser -asintió Melis -. Sí, creo que él también está orgulloso de sí mismo.
– Entonces, ¿podemos regresar al Trina? No has dejado de temblar desde que salimos del almacén.
Ella no quería marcharse. Había estado demasiado cerca del peligro. Había perdido a Gary y a punto había estado de perder a Cal. No podía soportar la idea de perder a los delfines.
– Archer no va a volver esta noche -dijo Kelby-. Además de los guardias que les he puesto a los delfines, todo el muelle está lleno de policías. Tendría que estar loco para volver.
– Está loco. Ya viste lo que le hizo a Carolyn. -Cuando él comenzó a abrir la boca ella hizo un gesto con la mano-. Lo sé, lo sé. Esto es diferente. Tampoco yo creo que vaya a volver esta noche. -Se volvió y echó a andar por el embarcadero-. Volvamos al barco.
Kelby estaba en el camarote de ella, sentado en una silla, cuando Melis salió de la ducha.
– ¿Te sientes mejor?
– Más cálida. Más limpia. Mejor, no. -Se sentó en la cama y comenzó a secarse el cabello con la toalla-. No esperaba que ocurriera esto. Pensé que lo había engañado. Pensé que aguardaría a que me rindiera y le entregara toda la investigación.
– Quizá se haya vuelto impaciente.
– Cometí un error. No debí estar tan segura de que era un tipo predecible. Si hubiera sido más cuidadosa, quizá Gary estaría vivo.
– Carolyn diría que estás llegando al punto en el que te culpas de lo ocurrido. Eso no le habría gustado.
– No, claro que no. Habría estado en contra. -Intentó sonreír-. Al parecer sabes mejor que yo cómo reaccionaría Carolyn.
– Estoy comenzando a conocerte. Y ella es una parte importante de ti.
– Me imagino que tienes razón. Está bien, nada de culpa. -Colocó la toalla a un lado -. Pero no voy a quedarme por aquí para correr más riesgos. Los delfines en ese tanque son como dianas en un tiro al blanco. Después de deshacerse de Manuel y Cal, Archer pudo haber matado a los delfines. No me importa si el barco está totalmente equipado o no. Tengo que ir a la comisaría mañana por la mañana para darle mi declaración al teniente, pero después de eso dejamos Las Palmas. Tenemos que encontrar Marinth lo más pronto posible y después vamos a por Archer. Se está acercando demasiado.
Kelby asintió.
– No lo discuto. Nadie desea zarpar tanto como yo.
– Claro que no. – Melis sonrió con esfuerzo -. Marinth se divisa en el horizonte.
– Tienes toda la razón. ¿Esperabas que negara que todavía quiero la ciudad? Pero es mejor que primero nos ocupemos de la investigación de Lontana y las tablillas. Dijiste que sabías que estaban aquí.
– No exactamente aquí. Están en una pequeña isla, a cierta distancia de Lanzarote.
– ¿En qué isla?
– Cadora. Está oculta frente a la ladera de un volcán extinto, en la orilla norte de la isla. En Cadora sólo viven unos miles de personas y casi todos en la costa. Es un lugar hermoso. Phil y yo alquilamos allí un chalet durante un tiempo. -Ella hizo una mueca-. Por supuesto, cuando necesitábamos suministros, teníamos que ir a Lanzarote. Cadora no era una meca del comercio.
– ¿Están en un escondrijo? Pensé que Lontana las tendría bajo llave en la caja de seguridad de un banco o en alguna otra parte.
– No conocías a Phil. No confiaba en los bancos. Lo metió todo en un cofre enorme y lo enterró. Siempre me decía que los piratas habían enterrado tesoros que nadie pudo encontrar durante siglos.
– En aquella época el mundo estaba algo menos poblado.
– Pero su mundo no. Estaba lleno de sueños. -Melis sintió una tristeza repentina-. Demasiados sueños.
– ¿Confiarías en mí para que fuera a buscar las tabulas y los papeles de la investigación y los guardara en algún lugar seguro?
– No. -Melis vio cómo él se ponía tenso y añadió con prontitud-: No es que no confíe. Quizá necesite todo eso como carnada para Archer. Que se queden donde están. No quiero que estén metidos en una caja de seguridad donde no tendría acceso a ellos.
– ¿Y no confías en nadie que no seas tú? -No creo que te interesen sus investigaciones.
– Pero las tablillas y la traducción serían un premio para mí.
– Por supuesto. Puedes quedarte con todo eso después de que atrapemos a Archer. -Ella se volvió hacia la cama-. Necesito descansar. Mañana tengo que levantarme temprano. Buenas noches.
– ¿Me estás echando?
– No iré a tu camarote. Y ahora mismo no tengo ganas de sexo.
– Por supuesto. -Kelby se puso de pie-. Claro que no, estás herida, dolida y algo asustada. -Se le acercó un paso -. Y no vas a admitirlo. -La tomó en sus brazos -. Dios, qué difícil eres. Deja de ponerte rígida conmigo. No voy a violarte. Simplemente intento mostrarte que el sexo no es lo único que aprecio de ti. -La empujó para que se acostara y la cubrió con la sábana-. Aunque tengo que admitir que es de primera. -Se tendió junto a ella y la abrazó -. Ahora, relájate y duerme. Estás segura.
Segura. Melis exhaló el aire en un suspiro tembloroso mientras sus músculos se relajaban gradualmente. Hasta ese momento no había caído en la cuenta de que estaba asustada. Desde el momento en que vio a Archer en aquel coche había estado espantando el miedo.
– Gary está muerto, Kelby -susurró-. Estaba hablando con él y un segundo después estaba muerto. Ni siquiera oí el disparo. El teniente dijo que el arma debió tener un silenciador. Gary me decía cuan entusiasmado estaba con Marinth, me hablaba de Phil y entonces cayó y…
– Lo sé. -Los dedos del hombre trazaban una espiral relajante en la espalda de ella-. La primera vez que vi morir a un amigo cuando estaba en los SEAL no pude creer que ocurriera tan de prisa. No me parecía correcto que no hubiera tenido ninguna oportunidad de prepararse. Mas tarde pensé que quizá fuera algo misericordioso. No la vio venir y todo terminó un latido después. Trata de pensar en Gary a partir de eso.
– Archer lo mató porque estaba en el camino que llevaba a mí. Cogió todos sus años y los borró de un soplido. Phil, Carolyn, María y ahora Gary. No puedo permitir que siga adelante.
– Lo atraparemos.
– No le importa nada… Haría cualquier cosa. Es como Irmak. Llegó a decirme que le encantaría volverme a meter en Kafas. Le gustaría ver cómo me usan, me hacen daño, me usan de nuevo… Y eso me asusta. Él lo sabe. Él sabe lo de los sueños.
– ¿Sueñas con Kafas?
– Sí, pero en mis sueños ya no soy una niñita. Estoy de vuelta allí, pero ocurre ahora.
– Eso no volverá a pasar. -La abrazó con más fuerza-. No dejaré que pase.
En ese momento ella podía creer que él decía la verdad. Que nunca habría otro Kafas, que no permitiría que Archer la destrozara.
– No es responsabilidad tuya. Soy yo quien debe afrontarlo. Carolyn diría que yo tengo que…
– Shhh. Siento muchísimo respeto por Carolyn, pero ella era de la línea dura. No está mal ceder un poco.
Melis estaba cediendo. Se sentía envuelta, absorbida por la fuerza del hombre. Probablemente aquello no era bueno para ella. Debería apartarlo de sí.
Pero no en ese momento. Necesitaba recuperar algo de su propia fuerza. Lo adecuado sería hacerlo al día siguiente.
– Gracias. Eres muy bueno. Yo… te lo agradezco. -No te preocupes. Hallaré una manera de cobrártelo.
– ¿Marinth?
– No -los labios de él rozaron delicadamente su sien-. No, Marinth no.
– ¿Café?
Melis abrió unos ojos adormilados para ver a Kelby de pie junto a la cama con una taza y un platito en la mano. Estaba totalmente vestido y parecía haberse levantado mucho rato antes.
– Gracias. -Se sentó y estiró la mano para tomar la taza- ¿Qué hora es?
– Algo más de las diez. -Kelby se dejó caer en la silla con su propia taza de café en la mano -. Dormías como un tronco. Creo que lo necesitabas.
– Yo también. -Melis no recordaba nada desde el momento en que se había quedado dormida-. ¿Cuánto tiempo llevas levantado? -Varias horas. Tenía que arreglar unos asuntos.
– ¿Qué arreglos? ¿Zarpamos?
– Tuve que ocuparme de algunas otras cosas. -Tomó un sorbo de café-. Hablé con Cal en el hospital y conseguí el nombre de un pariente de Gary. Tiene una hermana en Key West. La llamé y le comuniqué la noticia. Quiere que le enviemos el cadáver para el funeral. Wilson viene hacia aquí, él se ocupará de los detalles.
– Iba a hacerlo yo.
– Eso pensé, pero cuando se trata de detalles Wilson es el mejor.
– Gary era mi amigo, Kelby.
– Exactamente. Por eso no puedo imaginármelo con ganas de causarte más estrés. Dios es testigo de que has tenido suficiente. -Prosiguió -: Llamé al teniente Lorenzo y va a mandar un coche policial para recogerte a las once. Dijo que estarías libre hacia las dos y que te devolvería al barco con una escolta policial. -Bebió otro poco de café-. Debemos estar listos para zarpar a las cinco. ¿Cómo liberamos a los delfines?
– Sal mar adentro, yo acercaré la gabarra al tanque. Abrimos la puerta que da al mar y dejamos que salgan los delfines. Estarán algo confusos pero les hablaré y espero que sigan la gabarra hasta el barco. A los delfines habitualmente les encanta saltar y nadar en la estela de los barcos.
– ¿Esperas que te sigan?
– Podrían largarse. Les he colocado transmisores, si se van es probable que pueda encontrarlos de nuevo.
– Esperas, es probable. -La mirada del hombre se clavó en el rostro de Melis -. Tienes miedo de perderlos.
– Tienes toda la razón, tengo miedo. Tengo miedo de que se desorienten y terminen en las redes de algún pesquero. Tengo miedo de que se den cuenta de que están en casa y se vayan a donde esté su familia. Tengo miedo de que Archer esté oculto allá fuera en algún sitio, listo para clavarles un arpón. Tengo que mantenerlos cerca del barco y no estoy segura de que pueda hacerme entender.
– Pero crees que podrás.
– Si no lo creyera, no los habría traído. Confío más en su instinto que en cualquier tipo de comunicación. Te dije que a veces pienso que ellos me leen la mente. Espero que en esta ocasión sea así. -Dejó su taza sobre la mesa de noche-. Quiero controlar a los delfines antes de ir a la comisaría. -Puso los pies en el suelo-. Van a tener otro día de mucho estrés y tengo que cerciorarme de que están preparados para ello. -Echó a andar hacia el baño pero se detuvo un momento en la puerta y se volvió a mirarlo-. Gracias por llamar a la hermana de Gary. Hubiera sido algo muy duro para mí.
– Tampoco me resultó fácil. Pero había que hacerlo y no quería que tú te ocuparas de eso. -Sus labios se tensaron-. Espero que sea la última vez que tengamos que afrontar el cumplimiento de semejante deber. -Se puso de pie-. Tengo que darle algunas órdenes a la tripulación y después me reuniré contigo en la plancha.
– ¿Vas a venir conmigo?
– A todas partes. Cada minuto. No dejaré que estés fuera de mi vista salvo cuando vayas a la policía. Anoche aprendí la lección. No delegar nunca.
– Pero entonces hubieras sido tú el que hubiera recibido la bala en la frente.
Melis se puso rígida al visualizar aquel pensamiento.
– Tengo más experiencia de guerrilla que la que tenía Gary. Yo hubiera estado alerta. Te veré en cubierta.
Se quedó allí de pie después de que la puerta se cerró detrás de él. De repente el pánico la sumió en un frío gélido. Nunca había imaginado que alguien pudiera hacerle daño a Kelby. Era demasiado seguro, demasiado duro, demasiado vivo.
Kelby herido de un disparo.
Dios, Kelby muerto.
La puerta del tanque estaba abierta.
Melis contuvo el aliento y esperó a que Pete y Susie lo descubrieran.
Un minuto. Dos. Tres.
De repente, el morro de Susie apareció en la abertura. – Chica buena -la llamó Melis-. Vamos, Susie. Susie estalló en una sonata de cloqueos mientras nadaba hacia la gabarra.
– Pete.
Ni rastro de Pete.
Melis se llevó el silbato a los labios y sopló suavemente.
Ni rastro de Pete.
Sopló con más fuerza.
– Maldita sea, Pete, deja de ser tan terco. Sal de ahí.
Su morro en forma de pico de botella apareció en la abertura pero no avanzó más.
Susie emitió sonidos, nerviosa.
– Se está alterando -dijo Melis -. Te necesita.
Pete vaciló, pero cuando los sonidos de Susie aumentaron de volumen salió nadando del tanque hacia la gabarra.
– Y que digan que es difícil convencerlo. -Melis encendió el motor-. Vamos, acerquémonos al barco.
¿La seguirían o tomarían su propio camino? En los minutos siguientes Melis miró hacia atrás varias veces. La seguían. Hasta ese momento todo iba bien.
¡No, habían desaparecido!
Suspiró con alivio al ver dos cuerpos plateados emerger del agua dando un enorme salto. Los delfines se habían limitado a zambullirse bien profundo antes del salto. Estaban flexionando sus músculos y probando su talento tras el largo encarcelamiento en el tanque.
El Trina se encontraba directamente delante y podía ver a Kelby y a Nicholas Lyons de pie sobre cubierta.
– ¿Funciona? -le gritó Kelby. Ella asintió.
– Me siguen. Costó algo sacarlos del tanque. Ahora mismo Pete no confía en nadie. Ha sufrido lo suyo.
– No lo culpo -dijo Nicholas -. ¿Qué podemos hacer?
– Nada. Subiré a bordo y les daré de comer. No iremos a ninguna parte hasta que ellos se habitúen a la idea de que yo estoy en el barco y que allí es donde me encontrarán. -Miró por encima del hombro. Los delfines seguían saltando y jugando detrás de ella. Llevó la gabarra hasta la popa del barco-. Tirad la escala para que suba a bordo mientras están distraídos. No quiero que se pongan ansiosos.