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CAPÍTULO 13

– Le tomaste mucho tiempo -dijo Kelby con una sonrisa cuando ella entró en el camarote principal -. Llevo diez minutos tranquilizando a Billy… Por Dios -Dijo, ahora con expresión sombría-.

¿Archer?

– Estaba en muy buena forma. -Los labios de Melis estaban tensos -. Pero yo también. Lo convencí de que estaba a punto de derrumbarme. Fui totalmente lastimera. Un par de veces más y creerá que ya me tiene.

– ¿Fue la misma mierda de siempre?

– Tan sucio como siempre, pero ha añadido algo nuevo. Creo que ha decidido cambiar el enfoque. Y hay algo que debes saber. Me dijo que tiene a alguien vigilándonos. Sabe que hemos soltado a los delfines. -Hizo una pausa -. Y dijo que los iba a matar. Es mi castigo por lo ocurrido en Las Palmas.

– Antes también amenazó con hacerles daño.

– No creo que esta vez sea una amenaza. Creo que habla en serio.

– No dejaremos que eso ocurra. -El la miró a los ojos -. Pero si quieres sacar a Pete y Susie de la zona y meterlos en un corral, no diré nada.

– No estarían más seguros. Él irá a por ellos dondequiera que estén. Es probable que corran menos riesgos si tienen todo el océano para ocultarse. Con centenares de delfines en el agua, ¿cómo va a encontrar a Pete y Susie? Si podemos mantenerlo alejado del barco y vigilar como halcones a Pete y Susie cuando estén con nosotros, quizá eso baste. -Movió la cabeza de un lado a otro -. Dios, espero que sí.

Kelby asintió.

– Y haré que la tripulación vigile en el agua cuando los tengamos cerca.

– Iba a pedirte precisamente eso. -Melis miró la mesa bellamente servida-. No creo que cene. No tengo ganas. Explícaselo a Billy, por favor.

– ¿Explicarle que ese hijo de puta te hace sangrar por dentro? Eso es difícil de creer y más difícil de entender. -Se puso de pie-. Vamos, tomemos un poco de aire. A no ser que quieras ir a lamerte las heridas.

Ella negó con la cabeza.

– No estoy sangrando. No le daré esa satisfacción. Al principio era terrible oírlo. Ahora sigue siendo malo pero he aprendido cómo manejarlo.

Ya en cubierta, ella se pegó al pasamanos y respiró profundamente.

– Aquí fuera se está bien, hay fresco y todo está limpio. Dios, tan limpio que es una bendición.

Kelby optó por no decir nada durante un rato.

– Dejemos Marinth a un lado por el momento. Creo que debemos ir a por Archer.

Ella lo miró con sorpresa.

– Eso no fue lo que dijiste en la isla. Yo no garantizaba nada, y lo primero era Marinth. Después Archer.

– He cambiado de idea. Tengo derecho a eso.

Melis negó con la cabeza.

– Te prometí Marinth. Mantengo mi promesa.

– A la mierda tu promesa. Confío en ti, maldita sea.

Ella lo meditó por un instante y después volvió a decir que no.

– Si me lo hubieras ofrecido antes de que hablara esta noche con Archer, lo habría aceptado de inmediato. Después de lo ocurrido en Las Palmas, no perseguir a Archer en primer lugar hubiera parecido una locura.

– ¿Pero ahora no?

– Cuanto antes encontremos Marinth, antes podré concentrarle en hallar una manera infalible de mantener seguros a Pete y Susie. Esa es mi primera preocupación. Además, si está tras los delfines podría aproximarse a nosotros.

– Eso es verdad. Pero, ¿si no tuviéramos Marinth? ¿Y si lo único que queda de la ciudad son esas tablillas?

– Primero Marinth. -Ella se volvió para mirarlo a la cara -. Ahora no hables más de eso, Kelby. Hay algo importante que quiero preguntarte.

– Estoy más que impaciente.

– No seas sarcástico. -Melis se humedeció los labios -. ¿Me dejarías ir a la cama contigo?

El se quedó inmóvil.

– ¿Ahora?

Ella asintió con fuerza.

– Sí no te importa.

– Demonios, no. No me importa. A estas alturas deberías saberlo. Sólo siento curiosidad. Después de esa llamada de Archer no pensaría estar en el primer lugar de tu agenda.

– No lo entiendes. Es tan asqueroso, me hace sentirme tan sucia. Eso me asfixia. -Ella intentó sonreír -. Pero eso es mentira. Yo no soy sucia. No me siento sucia contigo. Tú eres limpio, Kelby. Contigo todo es natural y correcto. Me siento como cuando nado con los delfines. Necesito sentir eso en este momento.

Kelby la miró un instante; después estiró la mano y le acarició la mejilla.

– No hay nada que a un hombre le guste tanto como que lo comparen con una fría zambullida en el océano con un par de mamíferos acuáticos.

– Son unos mamíferos muy especiales -dijo ella, con voz quebrada-. Y no será nada frío. Yo no seré fría. -Melis se le acercó un paso y reclinó la cabeza sobre el pecho del hombre -. Lo prometo.

Se está acercando, Pennig. -Archer sonrió mientras contemplaba el horizonte-. Creo que pronto la tendré.

– Bien -dijo Pennig con rencor-. Quiero verla destrozada.

– La verás. Como recompensa por esa herida, te dejaré que la visites en el burdel al que la venderé. No hay nada como la dominación para hacer más dulce el castigo.

– No quiero follármela. La quiero muerta.

– No tienes imaginación. La muerte no es lo primero, es lo último. – Inclinó la cabeza, regodeándose-. Pero ella podría estar sintiéndose más segura de lo necesario. La asusté cuando amenacé a los delfines, pero tenemos que mantener la presión. En realidad, estuvo muy insultante. Eso me irritó. Creo que deberíamos demostrarle que no puede hacer eso.

– ¿Cómo? Agarró el teléfono.

– Cerciorándonos de que sepa que no existe un lugar en la tierra o en el mar donde esté a salvo de mí…

Melis dormía aún.

Kelby salió de la cama con mucho cuidado, en silencio, y se vistió enseguida.

Hizo una pausa junto a la puerta. Ella no se había movido. No era habitual que durmiera tan profundamente. Por lo general se levantaba al amanecer y comenzaba a trajinar con una vitalidad incansable. Ahora parecía una niñita cansada, despeinada y tibia, tan bella que cuando la miraba se le hacía un nudo en la garganta.

Entonces, no la mires. Tenía cosas que hacer.

Se volvió y abandonó el camarote.

Encontró a Nicholas en cubierta. Fue directo al grano.

– Archer tiene a un hombre tan cerca que sabe que hemos soltado a los delfines. Ha amenazado con matarlos -le informó a Nicholas-. Tenemos que saber dónde está y asegurarnos de que no se acerque más.

– El océano es grande -sonrió Nicholas -. Pero yo soy un hombre grande. Eres listo por haber seleccionado a alguien tan excepcional para este trabajo. -Su sonrisa desapareció -. ¿Llamó a Melis?

– Anoche.

– Hijo de puta. Tenemos que hacer algo con ese cabrón… y pronto.

Kelby asintió.

– Lo mismo pienso yo. No sólo tenemos que encontrar al centinela, sino también el barco madre. Y de la manera más discreta posible. No quiero que Archer sepa que nos estamos acercando.

– ¿Crees que está en el Jolie Filie?

– Si está acechando a Melis eso tiene sentido. Wilson dijo que su barco había salido de Marsella antes de que zarpáramos de Isla Lontana.

– ¿Y vamos a abordar el Jolie Filie?

– Probablemente.

Nicholas sonrió.

– Gracias a Dios por los pequeños favores. Ahora esto se ha convertido en un juego de hombres. Estaba cansado de hacer de canguro a los delfines.

– Todos estamos haciendo de canguro a los delfines. -Echó una mirada a Pete que acababa de aparecer en la superficie-. Esperemos que nos devuelvan el favor cuando Melis y yo estemos a cuarenta metros bajo el agua.

Melis pensó que probablemente los delfines estuvieran jugando con ella. Al principio parecían tener un propósito pero durante la última hora habían nadado a través de cavernas, en torno a rocas y arrecifes de coral. Podía haber jurado que estaban jugando al escondite.

Kelby nadó hacia ella y con un gesto le dijo que debían salir a la superficie.

Negó con la cabeza y nadó en pos de Pete. Un intento más. Los delfines los habían llevado más lejos del barco que en cualquiera de los tres días anteriores. Allí el agua estaba más turbia a corta distancia. Era difícil ver a Susie, que nadaba delante de Pete. Los delfines desaparecieron tras una enorme roca.

Melis rodeó el peñasco.

Ni Pete ni Susie.

Kelby nadó delante de ella y apuntó hacia arriba con el pulgar. Estaba claramente exasperado.

Bueno, ella también, pero no se rendiría hasta que intentara localizar a los delfines una vez más. Kelby sólo tenía que ser paciente hasta que ella tuviera su oportunidad.

Le hizo el gesto universal de rechazo con un solo dedo y lo rodeó nadando. Cinco minutos después aún no había visto a Pete o a Susie.

Eso era todo.

Le hizo una señal a Kelby de que ascendía y comenzó el lento viaje hacia la superficie.

Se puso tensa cuando algo se frotó contra su pierna. Miró hacia abajo y vio una aleta dorsal que se apartaba de ella. ¿Susie?

Kelby estaba detrás de ella con el fusil contra tiburones en la mano. Negó con la cabeza, como si le hubiera leído el pensamiento. No era un tiburón. Con la mano hizo el gesto de algo nadando

Un delfín. Pero no se trataba de Susie o Pete. A través del agua turbia pudo ver que aquel mamífero era más grande que cualquiera de los dos y que nadaba en dirección a…

Dios mío.

Delfines, centenares de ellos. Nunca había visto un grupo tan grande.

Kelby le hacía señales, preguntándole si quería quedarse a investigar.

Ella dudó un instante y después le dijo que no con la cabeza. Siguió ascendiendo. Salió a la superficie unos minutos después y le hizo un gesto con la mano a Nicholas, que estaba a corta distancia en la gabarra. El hombre le respondió el gesto y aceleró hacia ella.

– ¿Dónde está Kelby? -preguntó cuando se detuvo junto Melis.

Eso mismo se estaba preguntando ella.

– No lo sé. Estaba detrás de mí.

Kelby no emergió antes de que pasaran otros dos minutos.

Ella suspiró aliviada.

– Vaya compañero -dijo, mientras Nicholas tiraba de ella para meterla en el bote.

– Quería verlos de cerca -dijo Kelby mientras trepaba a la gabarra-. Son grandes, muy grandes. ¿Los machos son más grandes que las hembras? ¿Sería posible que todos fueran machos?

– Un grupo tan grande, no. Los machos viajan formando subgrupos cuando han dejado a sus madres, y estaríamos hablando de un grupo de más de cien machos.

Kelby se encogió de hombros.

– Quizá me equivoqué. No quería estar tanto tiempo apartado de ti.

– O quizá tenías razón. -Al pensar en eso pudo sentir como despertaba su entusiasmo-. Si los grupos de subadultos son tan grandes, ¿puedes imaginarte cuántos delfines hay allá abajo?

– ¿Por qué no quisiste quedarte para contarlos?

– Los machos pueden ser agresivos. Podrían haber sentido alarma y se agruparían para atacarnos.

– ¿Por qué no han salido a la superficie?

– No lo sé. Deben tener patrones fijos de comportamiento. Quizá emerjan a varios kilómetros de aquí.

– ¿Pete y Susie están seguros allá abajo con ellos?

– Eso espero. Deben sentirse seguros con ellos. -Se encogió de hombros -. Creo que Pete y Susie solamente estaban jugando, pero quizá quieran presentarnos.

– Hacer las presentaciones ante tantos delfines llevará su tiempo -dijo Kelby con sequedad -. Mejor paso.

Ella sacudió la cabeza, cada vez más entusiasmada.

– No creo que lo hagas. Los delfines eran los hermanos menores de Marinth. Los habitantes de la isla los protegían, por lo que es natural que la población aumentara. Esas cantidades no son habituales. Estamos buscando lo no habitual.

– Pero hace dos mil años que nadie los protege. -Pensativo añadió -. Sin embargo, una vez establecidos, las cantidades básicas deben permanecer más o menos constantes.

Ella se apresuró a asentir.

– Y hay muchísimo légamo allá abajo.

– ¿Y eso qué significa? -preguntó Nicholas.

– Si toda una isla es barrida por las aguas, ¿no habrá un tanto por ciento mayor de légamo?

– Yo diría que sí -Kelby frunció el ceño -. Vamos a bajar de nuevo.

Ella negó con la cabeza.

– Mañana. Con Pete y Susie. Quiero darles la oportunidad de actuar como nuestros protectores. No cometas el error de pensar que todos los delfines son como ellos, porque siempre han sido un poco diferentes. En ciertas situaciones los delfines pueden ser tan letales como un tiburón. Por lo que sabemos, esos delfines podrían tener ciertos instintos genéticos innatos para proteger Marinth.

– Qué locura -exclamó Nicholas. Kelby levantó las cejas.

– ¿Alegas ser un chamán y resulta que los raros son los delfines?

– No es un alegato. Y me reservo el derecho de ser raro. -Hizo girar la gabarra-. Y también me reservo el derecho de quedarme fuera del agua mientras jugáis con los delfines. Gracias a Melis, ya tuve una experiencia inolvidable con Pete y Susie. No necesito que me asalten cien.

Cuando Pete y Susie salieron finalmente a la superficie junto al barco, Kelby, Nicholas y Melis llevaban dos horas a bordo del Trina.

– Parece que están bien. -La mirada de Melis examinó a los dos delfines cuando llegaron junto a la borda y se dirigieron a ella con sus sonidos -. No hay heridas ni traumas. Parecen perfectamente normales.

– Eso está bien. -El tono de Kelby era de distracción-. He estado pensando. Quizá mañana no bajemos con los delfines.

– ¿Qué? – Ella se volvió y lo miró-. ¿Por qué no? Estabas dispuesto a volver a bajar hoy.

– Y tú dijiste que los delfines podían ser agresivos. Vamos a intentar que la tecnología nos diga si vale la pena hacerlo. Ella suspiró.

– El pájaro dodo.

– Pagué una suma enorme por ese pájaro dodo. Un solo día. No pasará nada. Podría darnos una idea de si existe algo extraño en el fondo oceánico.

– Y podría no dárnosla. -Eso, para que confíes en un hombre totalmente enamorado de la tecnología. Melis se encogió de hombros-. Creo que después de miles de años un día no tiene importancia. Está bien, probaremos el dodo. -Vio cómo Nicholas saltaba a la gabarra-. ¿Adonde va?

– Solo de exploración. No queremos darle a Archer la ventaja de la sorpresa.

Ella había estado tan absorta con los delfines que había olvidado a Archer. Con todo su corazón quería ser capaz de hacerlo de forma permanente.

– No, no queremos darle nada a Archer.

Calado dorado.

Tambores.

Kafas.

Se sentó en la cama con el corazón saliéndosele del pecho.

– ¿Estás bien? -Kelby estaba totalmente despierto-. ¿Un mal sueño?

Ella asintió espasmódicamente y puso los pies en el suelo.

– Voy a cubierta. -Cogió su bata-. Necesito aire.

Kelby salió de la cama.

– Voy contigo.

– No tienes por qué hacerlo.

– Claro que sí. -Se puso su bata-. Vamos, haremos algunos ejercicios de respiración profunda y después iremos a la cocina y tomaremos café.

– Estoy bien. No es necesario…

Pero él no la estaba escuchando. Melis se volvió y salió del camarote. La noche era fresca y cuando se recostó en el pasamanos una leve brisa le agitó el pelo.

– Se está bien aquí. -Kelby calló durante unos minutos, y después dijo -: ¿El mismo sueño?

Ella asintió.

– Kafas. Casi lo esperaba. Nos estamos aproximando a Mannth. No puedo dejar de pensar en ello.

– Yo podría intentar buscarla en solitario. Ahora, Pete y Susie le conocen.

– No.

– ¿Porqué no?

Ella negó moviendo la cabeza con cansancio.

– No lo sé. -Pensó un momento -. Sí, sí lo sé. Es una de las cosas de las que llevo escondiéndome todos estos años. La primera vez que pensé que habíamos hallado Marinth, yo estaba tan entusiasmada como Phil. Después dejé que Kafas me lo envenenara. No debí permitir que eso ocurriera. Diablos, los hombres han sido unos perros con las mujeres a lo largo de la historia. En la Edad Media un consejo de nobles se reunión para decidir si las mujeres éramos bestias o humanas. La única razón por la que decidieron que éramos humanas fue porque no querían que los acusaran de bestialismo. Pero de todos modos logramos sobrevivir y obtener nuestra independencia.

Él sonrió.

– Porque aprendieron a afrontarla.

– Al ciento por ciento. -Ella se volvió para mirarlo -. Así que te daré tu Marinth y no te quedará más remedio que encontrar ahí algo maravilloso. Lo suficiente para compensar a aquellas mujeres que no tuvieron la oportunidad de derrocar a aquellos puñeteros machistas.

– Me esforzaré al máximo. -Su mano, cálida y reconfortante, cubrió las de ella sobre el pasamanos. – ¿Estás lista para tomar un poco de café?

– Todavía no. Necesito un poco más de tiempo. -Pero ella descubrió, sorprendida, que el terror se desvanecía. Por lo general le costaba más tiempo sobreponerse. Miró hacia el agua-. Archer no llamó anoche. Eso me preocupa.

– Probablemente eso sea lo que él quiere. Parece que se dedica científicamente a la tortura mental.

Ella asintió.

– Es un hombre horrible y debe odiar a las mujeres. -Hizo una mueca-. Apuesto a que él hubiera votado en el consejo por la teoría de la bestia.

Kelby rió para sus adentros.

– No apuesto.

Se estaban riendo de Archer. Al darse cuenta, Melis se quedó estupefacta. Pero permitirse un poco de humor hacía que Archer fuera más pequeño, que intimidara menos.

– No es más que un hombrecito malvado, Melis. -Kelby estudió su expresión-. Podemos acabar con él.

Melis asintió e hizo un esfuerzo para sonreír.

– Claro que podemos. Ahora estoy lista para tomar ese café. -Se volvió y echó a andar hacia la cocina-. Yo lo preparo. Te has sacrificado bastante al escuchar mi conferencia sobre la liberación femenina.

– Eh, le estás predicando a un converso. En mi experiencia con las mujeres nunca me he tropezado con una debilidad. Me he limitado a intentar sobrevivir.

Su madre y su abuela. Fue presa de un súbito ataque de ira cuando pensó en aquel niño que aquellas dos se disputaban.

– Existe la independencia y existen las que son zorras al ciento por ciento. -Melis frunció el ceño -. Y no creo que me guste la idea de ponerle Trina a tu barco. Sé que es algo así como un mal chiste, pero ella no debía ocupar un lugar tan amplio en tu vida.

– Estás molesta.

– Sí, lo estoy. -Molesta, protectora y asustada, así se sentía. Respiró profundamente -. ¿Por qué no? Has sido gentil conmigo. Cuando tengo una pesadilla por lo habitual busco a los delfines para que me hagan compañía.

– Aquí estamos otra vez. Sólo soy un sustituto de Pete y Susie. -Kelby abrió la puerta de la cocina-. Es la historia de mi vida.

Ella se detuvo.

– No fuiste el sustituto de… No tuve necesidad de Pete y Susie. Hasta cuando estaba con ellos después de una pesadilla me sentía… como hueca. Pero esta noche no me he sentido sola. -Se enredaba y probablemente decía cosas que él no quería escuchar. Pasó presurosa junto a él y se dirigió a la cafetera que había sobre el mostrador-. Eso es todo. Solo quería decirte que no creo que hubieras votado por la bestia en ese consejo. Y por una buena razón, no por una mala.

– Te lo agradezco -dijo él con voz queda.

– Claro que sí. -Melis se volvió para mirarle al rostro -. ¿Dónde está el café en esta selva de acero inoxidable? Espero que… – Respiró profundamente -. ¿Por qué me miras de esa manera?

– ¿Qué? -Él apartó la vista-. Oh, por lujuria. Pura lujuria, sin adulterar. -Se sentó a la mesa-. Pero intentaré contenerme mientras preparas el café. Está en la balda superior, a tu izquierda.

– Estamos a kilómetro y medio de donde vimos el banco de delfines. – Kelby abandonó el puente y bajó al sitio donde habían colocado la pantalla, en la cubierta principal-. Ahora veremos cómo funcionan los pájaros dodo.

El captador de imágenes amarillo era arrastrado detrás del barco, y sus grandes extensiones laterales parecían alas de pelícanos.

– Lo veremos. -A pesar de las dudas, Melis comenzaba a entusiasmarse. Miró el gráfico -. Parece que funciona bien. Quizá la tecnología triunfará.

– Ojalá que sí. La marina me cobró una fortuna por este dodo. – Kelby sacudió la cabeza-. Demonios, me has hecho llamarlo asi.

– Quizá no eres tan fanático de los instrumentos como crees. -Nicholas se recostó en el pasamanos con los ojos fijos en el captador-. De veras tiene un aspecto idiota. ¿No quieres que haga un poco de magia para otorgarle un alma?

– No, mejor no -dijo Kelby-. Lo único que nos hace falta es uno de tus encantamientos para que todo se vuelva un desastre.

– ¿Un encantamiento? Yo solo había pensado en grapar un compacto de Stevie Wonder en el cuello del dodo.

Melis contuvo una sonrisa.

– Buena idea. Pero prefiero a Aretha Franklin.

– Qué graciosos -dijo Kelby, molesto-. Estamos en el sitio. Veremos quién ríe… ¡Mierda!

La mirada de Melis voló hasta el dodo.

– Oh, qué hace… Nicholas comenzó a reírse.

Pete había salido quien sabe de dónde y había embestido el captador con todas sus fuerzas. El dodo se balanceó como un borracho antes de recobrar su posición.

Kelby estaba furioso.

– Dile que se vaya. Está intentando hundirlo.

Melis temía que eso fuera verdad. Pete se alejaba nadando hacia donde Susie lo esperaba, pero era cuestión de tiempo que regresara y embistiera de nuevo el equipo.

– No, Pete. -Tocó el silbato.

El delfín no le prestó atención. Comenzó a trazar círculos para ganar impulso.

Ella volvió a tocar el silbato.

Nicholas se reía con tanta fuerza que tuvo que aguantarse en el pasamanos.

– Parece un toro rascando el suelo antes de lanzarse contra el torero.

– Voy a matarte, Nicholas -masculló Kelby-. ¿Por qué demonios lo hace?

– No tengo idea. Parece un pájaro. Pero quizá se haya confundido. Puede ser que crea que es un tipo raro de delfín o un tiburón. Quizá sea un problema territorial. -Melis fue incapaz de seguir conteniendo la risa-. Lo siento, Kelby. Sé que es un equipo valioso…

– Deja de reír.

Melis trataba desesperadamente de parar.

Pete volvió a embestir el dodo y lo hizo girar en círculos.

– Rayos. -Entonces Kelby comenzó a reírse -. Oh, qué demonios. Húndelo, mamífero neurótico.

– No. -Melis se secó las lágrimas de las mejillas -. Tenemos que salvar a ese pobre dodo tonto. -Se quitó los zapatos náuticos-. Más de prisa que una bala… -Se zambulló en el mar y comenzó a nadar hacia el dodo-. Aguanta. No tengas miedo. Yo te salvaré.

– Si no dejas de reírte, no podrás salvar nada ni a nadie. -Kelby estaba junto a ella en el agua-. Esto no lo olvidaré.

– ¿Es una amenaza? No tenía idea de que Pete se iba a enojar. -No, es una constatación. Es la primera vez que te veo reír de verdad. Me gusta. -Dio una brazada y la adelantó -. Ahora, ¿cómo logramos que Pete deje de embestir el dodo?

– No tengo la menor idea. ¿Nadar a su lado para que vea que es un amigo? – La idea era tan ridícula que ella comenzó a reírse otra vez – ¿Atravesarme en su camino e intentar disuadirlo? -Eso no era tan cómico -. Quizá podamos utilizar a Susie para tranquilizarlo. Algo se nos ocurrirá.

– Eso espero. -Kelby echó una mirada asesina hacia el Trina-. Porque Nicholas se está divirtiendo demasiado con todo esto.