174389.fb2 Marea De Pasi?n - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 17

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CAPÍTULO 16

Faltaban pocos kilómetros para llegar al muelle cuando Melis se inclinó hacia delante.

– Gira a la izquierda en la próxima carretera -le dijo a Nicholas.

– ¿Qué?

– Simplemente hazlo. Kelby la miró fríamente.

– ¿Estás delirando?

– No. Quizá. Creo que sé adonde se llevó Phil los papeles. Hay un sitio en la costa, tengo que ir allí. Por favor. No hagas preguntas.

– ¿Crees que están allí los papeles?

– Podría ser. Tengo que ir allí.

Nicholas miró a Kelby, que se encogió de hombros.

– Adelante. Guíalo, Melis.

El chalet era como lo recordaba. Listones blancos con persianas verdes, cerradas herméticamente. Abrió la portezuela y salió del coche antes de que Kelby pudiera ayudarla.

– Por Dios, Melis -Kelby caminó a su lado mientras ella se movía hacia el chalet y la tomó del brazo-. Estás débil como un cachorrito. Tendrás suerte de no caerte.

Ella no se sentía débil. La adrenalina generada por el miedo le inundaba el cuerpo.

– ¿Por qué crees que podrían estar ocultos aquí? -preguntó Kelby.

– Cuando revisábamos la zona, vivimos varios meses en ese chalet. -Mientras retiraba la mano de Kelby de su brazo, sus ojos miraban fijamente la puerta-. Es la única expli…

La puerta se abrió y apareció la silueta de una persona.

Melis percibió cómo Kelby, a su lado, se ponía rígido.

Tenía miedo de ese peligro desconocido. Ella también sentía miedo, pero no por la misma razón. Se adelantó un paso.

– ¿Phil?

– No debiste venir, Melis. -Descendió los dos escalones de la entrada y caminó hacia ella-. Esperaba verte en tiempos más felices.

– ¿Dónde? ¿En las puertas de nácar? Se supone que estás muerto, Phil.

– Como decía Mark Twain, las noticias sobre mi muerte son muy exageradas.

Kelby se adelantó un paso.

– ¿Lontana? Phil asintió.

– Hola, Kelby. Un gran trabajo. Sabía que podía hacerlo. Por supuesto, yo lo habría hecho mejor.

– ¿Qué?

– Marinth, por supuesto. -Sonrió -. Me encantaría darle un apretón de manos, pero las cartas no han predicho eso, ¿no es verdad?

– Todavía no lo sé. -Volvió a tomar a Melis del brazo-. Lo que sé es que quiero que Melis se siente. Está herida.

– ¿Herida? -Phil la miró con preocupación-. ¿Es grave?

– ¿Y a ti qué te importa? -replicó Melis -. ¿Qué esperabas que ocurriera, Phil?

– Me importa mucho. No es justo por tu parte dudar que me preocupe por ti.

– Pero no es suficiente. No te importó poner mi cabeza bajo la cuchilla cuando vaciaste ese cofre.

– ¿Fue así como te hirieron? Tenía la esperanza de que Archer no intentara obtener de ti esos papeles. -Su aspecto era de preocupación-. No quería hacerlo. Fue necesario. No ibas a ayudarme, Melis.

– Esto comienza a apestar -intervino Kelby-. ¿Qué demonios fue lo que hizo, Lontana?

– Escenificó su propia muerte -explicó Melis -. El mismo voló el Último hogar.

– ¿Te das cuenta lo doloroso que fue para mí hacer eso? -preguntó Phil.

– ¿Cómo escapaste? ¿Con un equipo de buceo y alguien cerca en un bote que te recogió?

Phil asintió.

– Sentí tanta tristeza cuando lo vi volar por los aires. Yo amaba ese barco.

– Pero el sacrificio lo valía -dijo Melis -. Te conseguí lo que querías.

– ¿Qué? -pregunto Kelby-. ¿No quería seguir tratando con Archer?

– Mientras veníamos hacia aquí tenía la esperanza de que fuera así. -Melis cruzó su mirada con la de Phil-. Pero te conozco, Phil. Nunca habrías sacrificado el Último hogar a no ser que fuera a traerte algo mejor. Y solo Marinth era más importante para ti. Hiciste un trato con Archer, ¿no es verdad?

– ¿Por qué crees…?

– ¿No es verdad? Lontana asintió lentamente.

– No tuve otra opción posible. Tú no ibas a ayudarme. Marinth estaba ahí, esperándome, y yo no podía tocarla. Fue culpa tuya.

– ¿Por qué, hijo de puta? -masculló Kelby-. Así que fuiste tú quien puso a Archer tras el rastro de Melis.

– Te dije que no quise hacerlo. No se trata de que ella sea el objetivo. Solo queríamos molestarla lo suficiente para que fuera en busca de usted a pedir ayuda. Yo sabía que usted negociaría por Marinth. Sabe que es importante.

– ¿De veras?

– Durante seis años intenté que ella utilizara a los delfines. Usted puede entenderlo. Tenía que llegar a Marinth.

– Pero no lo has conseguido -dijo Melis -. Es Kelby quien lo ha hecho.

Lontana apartó la vista del rostro de la chica.

– Es posible que no tenga la gloria, pero sabré que fui yo quien lo hizo posible. -Se encogió de hombros-. Y sobre las utilidades, me estoy volviendo viejo. No necesito mucho dinero. Todo lo que quiero es quedarme aquí y ver cómo Marinth vuelve a la vida.

– ¿Y has estado todo el tiempo en este chalet?

– Salvo cuando estaba navegando, vigilándoos con mis binoculares. -Sonrió con entusiasmo -. Admítelo, Melis: ¿no ha sido emocionante? Hubiera deseado estar allá abajo con vosotros. Cuando os vi sacar aquellas redes, quise gritar de alegría.

– Estaba en el segundo bote que vi -intervino Nicholas.

Phil asintió.

– Esa vez me sorprendió. Usted es…

– Nicholas Lyons.

– Oh, sí, he oído hablar de usted.

– Sabes mucho de lo que está pasando, ¿no es verdad, Phil? -preguntó Melis lentamente-. ¿Crees que soy tan idiota como para creer que te contentarías con echarte a un lado y ver cómo otra persona logra el reconocimiento por encontrar Marinth?

– Puedes creer lo que quieras.

– Lo haré. Pero no me gusta. -Intentó hablar con voz firme-. ¿Sabes lo que creo? Comienzo a pensar que tienes tanta culpa como Archer. Estoy armando el puzzle. ¿Cuál era el trato? Archer me atormentaría hasta que yo estuviera tan desesperada que aceptara hacer lo que tú querías. ¿Qué ibas a sacar en limpio de todo eso? Y no me digas que era la oportunidad de quedarte aquí y vivir felizmente lo de Marinth.

– Nunca tuve la intención de hacerte daño, Melis. Yo sabía que Archer no lograría quebrarte. Pero había que espolearte de alguna manera.

– ¿Espolearme? -Tuvo un recuerdo momentáneo de aquellas conversaciones de pesadilla. Del odioso momento en que había contemplado el cuerpo de Carolyn-. Oh, sí, ha sido muy persuasivo. ¿Y cuál era tu precio, Phil?

Dio un paso atrás, incómodo.

– Creo que es mejor que se marchen ahora.

– Aún no. -Kelby dio otro paso hacia él-. Vamos a hablar de objetivos. Usted dijo que Melis no era el objetivo. ¿Quién era entonces, Lontana?

Phil comenzó a girar para regresar al chalet.

– Eras tú, Kelby -dijo Melis -. Eras tú desde el principio. Archer me sometió a todo eso sólo para obligarnos a venir a Marinth. Para hostigarme, para desequilibrarme, para cerciorarse de que yo seguía presionándote. No estaba seguro de que pudiera sacarme los papeles de la investigación. ¿No es eso verdad, Phil?

– Tonterías.

– Tú anhelabas Marinth. Le tendiste una trampa a Kelby para que la encontrara. Pero, ¿qué pasa después de que la encuentre? Creo que le dijiste a Archer que matara a Kelby y destruyera el Trina para que tú pudieras ocuparte del proyecto. Ésa sería la única retribución que tendría sentido. Marinth y la muerte de Kelby por los papeles de tu investigación. ¿Por qué vaciaste el cofre de la montaña?

Lontana se quedó callado unos segundos y después se encogió de hombros.

– Sabía que lo más probable era que Archer estuviera jugando a dos bandas. Él sabía que tú conocías dónde estaba escondido el cofre. Si podía quitarte los papeles de la investigación, me habría dejado tirado.

– Quiere decir que no me habría eliminado -intervino Kelby.

– No he admitido nada -replicó Phil -. En realidad creo que podría caerme simpático, Kelby. Tenemos muchas cosas en común.

– Archer sí jugaba a dos bandas. Esperaba que vinieras esta noche a la montaña a ayudarme, Kelby -dijo Melis -. Me sorprendió que se sintiera molesto cuando sus hombres no encontraron a nadie entre los árboles. Esperaba que tú estuvieras allí. Y en caso de que yo le mintiera sobre el sitio donde estaban los papeles, aún podía conseguirlos de Phil como pago para matarte. ¿Dónde está el contenido del cofre, Phil?

Lontana vaciló un instante.

– En el despacho, bajo el asiento junto a la ventana.

– ¿No temías que Archer viniera aquí y lo encontrara?

– No sabe que estoy aquí. No soy tan estúpido como para dejar que me ponga las manos encima. Nos comunicamos por teléfono. Es un salvaje.

– ¿Y tú qué eres, Phil?

– Coge el cofre, Nicholas -dijo Kelby.

Lyons asintió y echó a andar hacia la casa.

– Esas tablillas son mías, y los papeles también -repuso Phil con celeridad-. No me los podéis quitar.

– Mira cómo lo hacemos -le espetó Kelby-. Melis fue quien encontró las tablillas, y de ahí salieron las investigaciones. Te quedas sin nada, Lontana.

– Detenlo, Melis. Tú sabes cuánto trabajo me ha costado todo eso.

– Eres increíble -dijo Kelby-. ¿De veras esperas que te ayude?

– Yo la ayudé. Le di un hogar cuando le hizo falta -dijo, defendiéndose-. Si no hubiera sido tan terca, nada de esto habría sido necesario.

– Aquí lo tengo todo. Tablillas y papeles. -Nicholas salió del chalet llevando en las manos una gran caja de madera-. Voy a ponerlo en el coche.

– No dejes que se lo lleven, Melis. Sólo hice lo que tenía que hacer -dijo Phil con desesperación-. No hice nada verdaderamente malo. En Marinth hay muchas riquezas. Ese dispositivo sónico es sólo la punta del iceberg. Yo soy el único que tiene derecho a explorar la ciudad. El mundo entero podría beneficiarse de lo que yo encuentre allá abajo.

– ¿De veras? -la voz de Melis temblaba-. En este momento no me importa que el mundo pueda ser un lugar mejor debido a tus mentiras. Yo quiero una sola cosa. Cuando estabas intentando persuadir a Archer de que financiara lo de Marinth, seguramente le contaste muchas cosas sobre mí. ¿Le hablaste de Carolyn?

Lontana no respondió de inmediato.

– Es posible que lo haya hecho -dijo por fin-. Dijo que necesitaba algo para empezar. Estábamos discutiendo diversas posibilidades.

Melis se sintió enferma.

– ¿Posibilidades? Dios mío. -La rabia la estremeció y se aproximó a él-. Carolyn murió porque le hablaste a Archer de ella y de las grabaciones. Hijo de puta. Él la destrozó.

– ¿Está muerta? -los ojos de Phil se abrieron desmesuradamente.

– ¿Qué creíste que iba a ocurrir después de soltar a ese cabrón tras las huellas de Carolyn? Así que lo pusiste todo a funcionar y te quedaste aquí, en tu isla, a esperar a que Marinth cayera en tus manos.

– No fue mi intención que le ocurriera nada.

– ¿Y tampoco tenías la intención de que mataran a Kelby? Phil se humedeció los labios.

– Nunca he admitido…

– Eres un soñador pero no eres un tonto. En algún rincón de tu cabeza debes de haber sabido a qué posibilidades se enfrentaba Carolyn. – La voz de Melis temblaba de ira-. Ella no te importó. Kelby tampoco. Y lo mismo yo. Únicamente te importaba Marinth.

– No eres justa. Tú me importabas. Siempre te he tenido mucho cariño, Melis.

– ¿De veras? ¿Esa es la razón por la que te olvidaste de los años que pasamos juntos? ¿Es por eso por lo que hiciste un trato para que mataran a Kelby? ¿Es por eso por lo que dejaste que Archer matara a mi mejor amiga? ¿Es por eso por lo que dejaste en libertad a ese asesino para que me destrozara con su mierda?

– No es culpa mía -dijo, intentando sonreír-. Y nadie puede destrozarte. Sé cuan fuerte eres. Sabía que te repondrías. Siempre has tenido muchas agallas para…

– No tiene sentido hablar contigo. Eres tan asesino como Archer y ni siquiera te das cuenta. Bien, yo sí. Maldito seas, Phil. -Melis se volvió y echó a andar hacia el coche.

– Nunca entendiste lo de Marinth. Yo tenía razón -le dijo mientras ella se alejaba-. No es culpa mía si algunas cosas sin importancia no funcionaron. Tienes que hacer que me devuelvan el cofre. Lo necesito.

¿Algunas cosas sin importancia? Melis estaba anonadada. Tres personas inocentes habían muerto debido a la pasión de Phil por una ciudad extinta y él no entendía la enormidad de lo que había hecho. Probablemente nunca lo entendería.

– Creo que es un error dejar aquí a Lontana, tranquilo en su cómodo chalet -murmuró Kelby mientras le abría a Melis la puerta trasera del coche-. ¿Por qué tú y Nicholas no os quedáis aquí y yo regreso a cerciorarme de que Lontana no vuelva a causarle a nadie todas estas desgracias?

Ella negó con la cabeza…

– ¿Por qué no? De todos modos, oficialmente está muerto. Lo decía en serio. La expresión de su rostro era la más dura que ella le había visto.

Melis volvió a decir que no.

Kelby se encogió de hombros.

– Está bien. Quizá más adelante. Creo que hoy has tenido suficiente. -Se sentó en el asiento trasero, al lado de la chica-. Nos vamos, Nicholas.

– Se lo merece, Melis -dijo Nicholas mientras ponía en marcha el coche-. Deberías reconsiderarlo.

– Sé que se lo merece. Es que… en este mismo momento no puedo pensar en eso. Me ayudó cuando lo necesitaba. Es lo que me impide… -Agotada, se frotó las sienes -. Y ni siquiera cree que haya hecho algo malo. Cuando se trata de Marinth, algo no le funciona en la cabeza.

– ¿Cómo supiste que había sido Lontana? -preguntó Kelby.

– No lo sabía. Fue un pálpito. Nada encajaba. Yo estaba allí acostada en el chalet del médico tratando de armar el puzzle, pero no lo lograba. Me habías dicho que no lo hiciste tú. Y las únicas personas que sabíamos dónde estaba enterrado el cofre éramos Phil y yo.

– Yo pude haberte mentido.

Ella negó con la cabeza.

– Sabía que no. Siento mucho haber tenido que preguntártelo.

– Yo también lo siento. Estuve a punto de estrangularte.

– Lo sé. Pero tenía que estar segura. La otra explicación me resultaba demasiado loca y no la podía creer. -Sus labios se torcieron-. No, no es verdad. Es que aceptar que Phil pudiera hacerme eso a mí me dolió mucho.

– Creo que Nicholas debería hacer regresar el coche.

– No. -Melis se reclinó en el asiento. Estaba cansada hasta los huesos y le dolían el cuerpo y la mente. Y también el corazón. Había llorado a Phil en Atenas, pero la separación que era más profunda, más aguda, más amarga-. Si no habíamos sido tú ni yo, entonces quien se había llevado los papeles era Phil ¿Qué razón habría tenido para hacerlo antes de morir? El Phil que creí conocer me lo habría dicho. Para él, Marinth lo era todo Si estaba en peligro no se habría arriesgado a que todo ese conocimiento se perdiera para siempre. -Hizo una pausa-. Pero no me lo toques, eso me hizo sopesar otras posibilidades y se me ocurrió la locura total. Pero no se trataba de una locura, ¿verdad? cuerdo, algo verídico, pero tan horrible…

– Calla. -Kelby le tomó la cabeza y la hizo reposar en su hombro -. Todo ha terminado, a no ser que cambies de idea y me permitas hacerle una última visita a Lontana. Estoy a tu disposición.

– Eso no cambiaría nada. Nunca olvidaré que él no era el amigo que creí, que me sacrificó por Marinth. No quiero tener que recordar también su muerte.

– Como quieras. Pero para mí sería un recuerdo muy agradable. -Le acarició la nuca con la mano -. ¿Te duele la herida?

– Un poco.

A su lado el cuerpo del hombre era cálido, fuerte, lleno de vida. Dios mío, y Phil había llegado fríamente a un acuerdo para borrar esa vida. Eso era más terrible que todas las torturas a las que la había sometido Archer. Había que castigarlo. Después vendría la ira, pero en ese momento Melis rebosaba tristeza y soledad. No, porque Kelby borraba la desolación paulatinamente. ¿Cuántas veces la había abrazado para consolarla en el escaso tiempo que habían estado juntos? No lo sabía y no le importaba. En ese preciso momento, ella no quería ser fuerte e independiente. Tomaría todo lo que pudiera recibir.

– Pero Lontana te ha herido más -dijo Kelby-. Y no puedo curar esa herida, maldita sea.

– No quiero seguir hablando de él. -Aunque lo más seguro era que viviera el resto de su vida sintiéndose traicionada-. ¿Falta mucho para el muelle?

– Cinco minutos -dijo Nicholas.

– Bien.

Quería regresar al barco y esconderse un rato. Aún tenía que pensar en Archer, pero en ese momento no podía afrontarlo. Quería alejarse de la isla.

Lejos de Phil en su chalet desde el que se veía el océano profundo azul que cubría su sueño.

Sólo al tercer intento Lontana pudo ponerse en contacto con Archer. Intentó que su voz no revelara el pánico que sentía cuando finalmente logró hablar con él.

– Me prometió que sacaría a Kelby del juego. Tiene que hacerlo ahora. Tengo un barco esperando para zarpar y voy a reclamar los derechos de salvamento, pero no puedo hacerlo si él está vivo. El y el Trina tienen que desaparecer de inmediato.

– ¿Dónde están los papeles de la investigación, Lontana?

– Los tengo yo. Deshágase de Kelby. Se hizo el silencio.

– ¿Por qué me ha llamado ahora?

– Porque tiene que… -Phil respiró profundamente-. Ha intentado traicionarme. Esta noche trató de sacarle los papeles a Melis. Eso no está mal, lo entiendo. Pero usted sabe que yo soy el que los tiene, y debe cumplir lo que prometió.

– ¿Cómo sabe qué es lo que ha ocurrido hoy?

– Llámeme cuando haya hecho lo que acordamos. Entonces nos veremos y le daré todos los papeles -dijo y colgó.

Después de colgar tras la llamada de Lontana, Archer se quedó mirando pensativo el teléfono.

El cabrón estaba asustado. ¿Y cómo rayos sabía que Archer había intentado hacerle una mala jugada esa misma noche?

Solo si Kelby o Melis se lo habían dicho.

¿Y de qué manera habían podido verlo? Melis creía que Lontana estaba muerto. Con toda seguridad no tenía su número de teléfono actual. O él la había llamado, lo que no era probable, o ella había tenido que hablar personalmente con él.

En Cadora.

Sí.

El había intentado localizar a Lontana después de cerrar el trato y ahora lo tenía entre sus prioridades. Debió haberse dado cuenta de que aquel hijo de puta escurridizo habría querido estar cerca de Marinth.

Ahora regresaría a Cadora, buscaría a Lontana y sus malditos papeles y podría volver a casa con toda libertad.

Lontana se preguntó si Archer lo habría creído. Por Dios, tenía que creerlo. No podía dejar que Kelby se apoderara de Marinth. Si Archer eliminaba enseguida a Kelby, todo volvería a estar en perfecto orden. Más tarde, Lontana hallaría una manera de eludir la venganza de Archer. Si Marinth estaba en sus manos, todo funcionaría.

Marinth.

Abandonó el chalet y caminó hasta el borde del acantilado. Sentía cómo su ansiedad se disipaba a medida que contemplaba el mar. Claro que Archer lo había creído. Marinth había sido siempre su destino y el hado no permitiría que le hicieran trampas. La ciudad esperaba por él. Casi podía oírla pronunciando su nombre.

– Lontana.

Se puso rígido y miró a sus espaldas.

Pelo negro atado formando una cola de caballo, ojos negros que lo miraban con ferocidad implacable.

El terror hizo que su corazón diera un salto.

Se volvió para echar a correr. Un brazo le rodeó el cuello.

Segundos después estaba muerto.

Kelby se reunió con Nicholas cuando éste regresó en la gabarra.

– ¿Querrías decirme dónde has estado?

– Quizá. -Subió a bordo del barco -. ¿Cómo está Melis? -Duerme. Está extenuada. Cuando se acostó se quedó casi inconsciente. – Kelby miró al este-. ¿Lontana?

– El pobre hombre cayó por el acantilado y se rompió el cuello.

– Ya lo veo. No tenías que hacerlo. No era responsabilidad tuya.

– Melis no quería que lo hicieras tú. Si decidía más adelante que Lontana merecía un castigo, tener que llevarlo a cabo ella misma le habría dolido. -Hizo un gesto con los hombros -. La opción lógica era que lo hiciera yo.

– ¿Por qué?

– Ese loco hijo de puta hubiera sido siempre una amenaza para ti si seguías empeñado en lo de Marinth.

– Pero me amenazaba a mí, Nicholas.

– Quien amenaza a mis amigos, me amenaza a mí. -Sonrió levemente-. Es un viejo proverbio chamánico. -Se volvió para irse-. Buenas noches, Jed. Que duermas bien. -Se detuvo y miró por encima del hombro -. ¿Le contaremos a Melis el infortunado accidente de Lontana?

– Ahora mismo, no. Ha tenido que afrontar muchas cosas los últimos días. -Vaciló y después dijo, con brusquedad-: Gracias, Nicholas.

Lyons asintió con la cabeza y echó a andar cubierta abajo.

Melis durmió ocho horas completas. Pero al despertar aún se sentía drogada y sola. Kelby la había abrazado hasta que se durmió, pero ahora no lo tenía a su lado.

Bien, ¿qué podía esperar? Había sido bondadoso pero no quería que ella dependiera de él para siempre.

Y ella no quería depender. Había recibido un gran golpe pero tenía que levantarse y responder.

Se levantó de la cama y echó a andar hacia la ducha. Veinte minutos después subía los escalones que daban a cubierta. Nicholas lanzaba pescado al mar y cuando ella se le acercó, se volvió.

– Buenas tardes. Ahora tienes un aspecto excelente. ¿Cómo te sientes?

– Algo débil y dolorida. Pero no es nada que no curen la comida y el reposo. ¿Cómo está Pete?

– Hambriento. -Le tiró otro pez al delfín macho que flotaba cerca de la borda-. Apenas deja que Susie coja alguno. Pero a ella parece no importarle.

– Ya lo veo. -Susie se frotaba con cariño contra Pete -. Sabe que está herido.

– ¿Estás segura de que no deberíamos traerlo a bordo para cuidarlo?

– No, a no ser que queramos matarlo. Kelby le sacó el arpón, yo detuve la hemorragia y le di antibióticos. Sanará más de prisa en el agua de mar.

– Cuando lo trajiste creí que no tendría remedio.

Eso mismo había pensado Melis. Aquella sangre la había aterrorizado. Sólo después se dio cuenta de que podía aprovechar el ataque para hacer creer a Archer que por fin había logrado doblegarla.

– Tuvimos suerte. El hombre de Archer tuvo que ser rápido. Fue una herida de refilón, en caso contrario habría causado más daño.

– ¿Cuánto tiempo hará falta para que vuelva a ser él mismo? -No mucho. Será él quien nos lo diga. Conoce su cuerpo. La naturaleza es algo maravilloso.

– Eso es estupendo. Me gusta el chico. Los dos me gustan. Y están muy apegados a ti. -Hizo una mueca -. Aunque tus malditos delfines me han convertido en una niñera.

– Eso te conviene -dijo Kelby mientras caminaba hacia ellos -. Tienes que ablandarte un poco.

– Dijo la sartén al cazo… -se burló Nicholas -. Uno de vosotros tendrá que alimentarlos la próxima vez. Tengo que coger la gabarra e ir de exploración.

Kelby asintió

– ¿Quieres ver si Archer ha zarpado? -Es una posibilidad.

– No se marchará -dijo Melis -. Aunque no quisiera los papeles, está furioso. Pensará que nos hemos burlado de él. Lo hicimos huir y querrá vengarse.

– De ti -dijo Kelby-. Este podría ser un buen momento para que te quedaras en tu camarote y nos dejaras encargarnos a nosotros.

– También estará furioso contigo. ¿Nos vamos a esconder todos debajo de la cama? -Melis dijo que no con la cabeza-. Tenernos que poner punto final a esto. -Se volvió hacia Nicholas -. Yo me ocuparé de Pete y Susie. Y tú, mantén vigilado el barco de Archer. Tenemos que saber lo que está ocurriendo.

– Estoy de acuerdo. – Nicholas se volvió hacia Kelby-. Antes de controlar a los delfines esta mañana, hice un trabajito para mejorar el poder de fuego. Por si acaso. -Echó a andar cubierta abajo -. Voy a morder algo antes de salir. La noche puede ser larga.

– ¿Por qué no me despertaste? -le preguntó Melis a Kelby.

– Necesitabas dormir. Además de la herida, Lontana te propinó un golpe demoledor. Y no hubo nada que pudieras hacer. Desde ahora va a ser un juego de paciencia.

Melis temía que tuviera razón, y ella iba a odiar aquella espera.

– Tenía la esperanza de que terminara anoche.

– Debió de ser así. El plan era bastante bueno. Sólo que se chafó.

– Gracias a Phil. -Miró hacia Cadora. Phil estaba allí en su chalet, probablemente congratulándose a sí mismo por su gran éxito-. Estaba tan orgulloso de sí mismo.

– Deja de pensar en él.

– Lo haré. Pero es muy reciente. Pensé que era mi amigo.

– Sonaba como si todavía lo creyera. Está un poco loco.

– No. El problema es que para él todos somos sombras. La realidad es Marinth. Nunca me había dado cuenta de ello. -Se obligó a mirar a lo lejos -. ¿Vas a bajar hoy?

– Una sola vez. Y no, no vas a acompañarme. Me llevaré a Charlie.

– No iba a bajar. No puedo correr el riesgo de que esta herida no cicatrice lo más de prisa posible.

– El médico dijo que no debías hacer esfuerzos en una semana.

– Yo me curo de prisa -Melis sonrió débilmente-. Soy como Pete. Sabré cuando esté bien.

Kelby la miró en silencio.

– No sé si estarás lista para esto. Hallamos un paquete envuelto para regalo en la gabarra que dejaste en Cadora.

Melis se puso rígida. Había olvidado totalmente el paquete que Pennig dejó en la gabarra.

– ¿Lo abriste?

– No. Quería tirarlo al mar pero no tengo derecho a hacerlo. Está en tu camarote. -Y añadió con brusquedad-. Tíralo tú. Ni siquiera lo abras.

Ella asintió y caminó lentamente hacia su camarote.

¿Qué me has reservado, Archer? ¿Qué cruel capricho?

La caja reposaba sobre su cama. Tenía una nota adherida al envoltorio. Melis abrió el sobre.

Melis,

Espero no tener que deshacerme de ti esta noche y que lo abramos juntos. Tengo grandes deseos de ver tu cara.

Vaciló un instante y después arrancó el papel dorado.

Levantó una esquina de la tapa.

Blanco. Delicado como un rayo de sol.

Dejó caer la tapa de la caja.

Maldito sea. Maldito sea.

Levantó la caja y respiró profundamente. No estaba pensando. Todo había cambiado. En ese momento no tenían armas contra Archer. Tendrían que volver contra él sus propias armas.

Ésta no. Oh, Dios, ésta no.

Se forzó a caminar hasta el armario, tiró la caja fuera de su vista y cerró el mueble de un portazo.

Ni siquiera sabía si sería capaz de dormir en la misma habitación donde estaba aquello. Era como saber que en el armario había una cobra lista para saltar.

Pero no tenía por qué vivir en aquel camarote. Tenía a Kelby y estaría a salvo dondequiera que estuviera él. Era bienvenida en su camarote, así como en su cama. No tenía importancia si aquello era sólo para el presente. Qué bueno era saber que él estaba allí para ella.

Nicholas regresó esa noche después de las nueve.

– Localizar el barco me tomó una o dos horas. Archer levó anclas y está ahora fondeado al este, a unos quince kilómetros. Me temo que lo hemos perdido.

– ¿Todavía está a bordo?

– Sólo pude encontrar el barco cuando se ponía el sol. No me quedé mucho rato y tuve que mantenerme lejos para que no me vieran. No creo que estuviera en cubierta.

– Está en el barco -dijo Melis -. Se cierne como un mal sueño.

– Apuesto a que está haciendo algo más que concentrar una nube negra sobre tu cabeza -dijo Kelby -. Está consiguiendo refuerzos. Eliminamos a cuatro de sus hombres. Le tomará algún tiempo recibir más ayuda y armas.

– Eso tiene sentido -dijo Nicholas-. Mañana podré ver mejor quién va y quién viene. A unos seis kilómetros de donde está anclado, hay una cadena de islotes desiertos. Puedo organizar la observación desde uno de ellos.

– ¿De qué tipo de armas se trata? -preguntó Melis. -Tiene acceso a cierto armamento peligroso -dijo Kelby, sombrío -. Quizá lanzacohetes. Sin quizá, en caso de que decida venir a por el Trina.

– ¿Crees que lo hará?

– Creo que está tan rabioso que haría casi cualquier cosa. Existe esa posibilidad.

– Entonces, quizá no debamos esperar a que consiga refuerzos -dijo Nicholas.

– Si está tan cabreado como creo, debemos aprovechar esa circunstancia -propuso Melis.

Kelby la miró, intrigado.

– ¿Cómo?

– No estoy muy segura.

– No estás diciendo que aprovechemos su cabreo, sino que te usemos. -Kelby añadió, terminante-: No.

– ¿Cómo sabes que no tiene ya esas armas a bordo de su barco? Quizá solo espera más hombres -explicó Melis -. ¿Quieres darle la oportunidad de volar el Trina?

– No, y tampoco quiero que te vuele a ti. -Tenemos que saber qué piensa. Démosle un día más.

– ¿Y crees que entonces lo sabremos?

– Sí. Me llamará. No será capaz de resistirse. Sólo espera el momento en que crea tener las mejores cartas. Probablemente ansia llamarme ahora pero no quiere parecer un fracasado cuando hable conmigo. -La sonrisa de Melis era malévola-. Tiene que ser una conversación entre la esclava y el amo.

Kelby la miró un instante.

– Está bien, un día. Eso es todo. -Los ojos del hombre se volvieron una fina línea-. ¿En qué estás pensando? No puedes volver a usar el mismo truco con él.

– Lo sé. Ahora me querrá a mí tanto como los papeles. Antes yo era sólo un extra. -Negó con la cabeza-. No sé en qué estoy pensando. Tiene que existir una manera…

No tuvieron que esperar un día a que Archer llamara. El teléfono de Melis sonó dos horas después.

– ¿Se siente petulante? -preguntó Archer-. Nada ha cambiado, Melis. Yo estoy vivo, usted está viva y todavía tiene que darme los papeles.

– Algunas cosas han cambiado. Pennig está muerto.

– Es sustituible. -Archer hizo una pausa-. Pero tiene razón, ha habido un cambio. Hice un viajecito a Cadora. Ahora usted es mi única posibilidad de hacerme con esos papeles. Se los quitó a Lontana, ¿no es verdad?

– ¿Y qué esperaba?

– Me lo ha puesto todo muy incómodo. Temo que tendrá que pagar un precio. ¿Le digo cómo?

– ¿Espera que tiemble y solloce? Eso era pura actuación, Archer. Me he burlado de usted. -Melis hizo una pausa antes de añadir, con voz burlona-: Señor Peepers.

– Zorra. -Archer respiró profundo -. Pagará por eso. Casi prefiero ponerle la mano encima que coger esos papeles.

– Eso no va a ocurrir. Aquí estoy segura. Kelby me protegerá. No le intereso nada, pero eso no importa. Le doy lo que él quiere y aleja de mí a todos los impotentes pervertidos como usted.

Ella casi podía percibir el fuego de su ira por el teléfono.

– Se aburrirá de usted.

– Soy demasiado buena y hay una sola cosa que a Kelby le gusta más que el sexo. Cree que su maldito barco fue construido en el cielo. Chilla cuando algún tripulante lo araña. Pero yo logro tranquilizarlo. Aprendí muchas cosas en Kafas. No, Archer, nunca volverá a tener posibilidades conmigo. -Y colgó.

– Le has disparado con los dos cañones. – Kelby se apoyó en un codo para incorporarse en el lecho -. Seguro que no volverá a pensar que eres un pelele. Y a ningún hombre le gusta que pongan en duda su virilidad.

– Quiero cabrearlo. -Melis hizo una pausa-. De esa manera no se dará cuenta de que he puesto un arma en sus manos de forma deliberada.

– ¿Qué arma?

– Tú.

– Oh, el grandote hambriento de sexo al que no le interesas lo más mínimo… No puedo decir que me guste esa descripción.

– Seguro que te gustó más que lo de impotente pervertido.

– Eso es verdad.

– Tenía que desviar su atención. Se está impacientando. De alguna manera ha descubierto que Phil no tiene los papeles. Intentó matar a los delfines y no funcionó. Y hablar conmigo ya no lo satisface. Se da cuenta de que ya no soy una víctima. No puede hacerme daño.

Kelby se tranquilizó.

– ¿No puede?

Melis dijo que no con la cabeza.

– Yo soy la única que puedo hacerme daño. Quizá debería darle las gracias. Me castigó tanto que mis cicatrices actuales resistirían casi cualquier cosa.

Kelby estiró la mano y le acarició la mejilla.

– ¿Cuándo lo descubriste?

– Ha ido creciendo dentro de mí. -Agitó la cabeza con impaciencia-. No tenemos tiempo para hablar de mí. Archer podría volver a llamar.

– ¿Por qué?

– Porque cuando se le pase el primer ataque de rabia contra mi, va a meditar sobre lo que le he dicho.

– Y te volverá a llamar.

– No, te llamará a ti e intentará cerrar un trato contigo. Te amenazará con hundir el Trina si no me entregas a él.

Kelby asintió lentamente.

– Porque ¿qué es un buen culo en comparación con un barco como el Trina?

– Tienes Marinth. No te hacen ninguna falta las tablillas o las investigaciones. Has conseguido de mí todo el material que querías. Yo sólo soy un objeto sexual. Archer entiende ese concepto.

– Yo no.

Melis sonrió.

– Sí, pero habrías emitido el voto correcto en ese consejo de nobles.

– ¿Qué sentido tiene eso? ¿Por qué voy a entregarte a él? -Tengo que subir a bordo de su barco.

– Y una mierda.

La sonrisa de Melis se desvaneció.

– Tienes que ser convincente. Probablemente lo mejor sea que le digas que tienes que pensarlo.

– Eso no va a ocurrir -dijo él, terminante -. Otra vez, no.

Ella estudió la expresión del hombre. No había manera de convencerlo.

– Entonces, gana tiempo. Cuando llame, haz como si lo estuvieras pensando.

– Pensaré en cortarle las pelotas.

– Kelby, por favor. Sabes que necesitamos el tiempo. Dale una evasiva.

Se hizo un silencio momentáneo. -Está bien, lo haré. Siempre que no hable nada de ti. Era lo más que podía sacarle. Sólo podía esperar que Archer fuera breve y conciso.