174389.fb2 Marea De Pasi?n - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 9

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CAPÍTULO 8

Cuando regresó aquella tarde a su dormitorio tenía siete mensajes en el teléfono móvil.

Los borró sin oírlos y volvió a conectar el teléfono. Bien, Archer, empieza. Estoy preparada para ti.

Ella se engañaba. Podía percibir la tensión de sus músculos cuando pensaba que tendría que responder otra llamada de aquel cabrón. Sobreponte a ello. Había tomado una decisión y tenía que mantenerla.

El teléfono sonó exactamente a medianoche.

– No me gustó que me eludiera -dijo Archer-. Pensé que amaba a esos delfines.

Ella se puso rígida.

– ¿De qué coño me está hablando? -Entiendo que no ha escuchado mis mensajes.

– ¿Por qué debo escuchar toda esa porquería?

– Porque quiero que lo haga. Y porque si no lo hace, sus delfines van a tener un accidente. No tengo que invadir su pequeño paraíso. Quizá baste con inyectar veneno a un pez, ¿no es verdad? Encontraré una vía.

– Sólo son parte de un estudio. No sería una gran pérdida.

– Eso no fue lo que me dijo Lontana. Melis se quedó en silencio un momento.

– ¿Y qué demonios le dijo?

– Me habló de Marinth, de los delfines. Cuando fui a verlo para hacerle una oferta por los planos del cañón sónico intentó distraerme. Me lo contó todo sobre Marinth, sobre usted y sobre las tablillas. Intenté decirle que no tenía ningún interés en Marinth, pero él no parecía interesado en discutir sobre el cañón sónico.

– Ya lo habían engañado otras sabandijas como usted.

– Lo se. Pero si no quería jugar en primera división, debió quedarse en casa, en la isla. El potencial es demasiado grande para no tomarlo en consideración. Ahora mismo tengo tres compradores pujando por el derecho de hacer una primera oferta. Y hay señales de que puede haber otros tiburones dando vueltas. Quiero los papeles de la investigación de Lontana.

– No los tengo.

– En la isla, no. Lontana me contó que usted no los tenía ahí. Creo que intentaba protegerla. Pero se le escapó que usted sabía dónde se hallaban. Dígamelo.

– Está mintiendo. Él no me habría entregado así.

– En ese momento todavía pensaba que yo iba a invertir dinero en su ciudad perdida. Era bastante ingenuo, ¿no es verdad? Y muy, muy terco. Como Carolyn Muían. Como usted.

– Tiene toda la razón. Soy terca. ¿Cree que le daré algo que pueda mantener oculto?

– Es que no puede mantenerlo oculto. Quizá sea capaz de resistirse durante un tiempo, pero he oído sus cintas. Sé cuan delicado es su equilibrio.

– Se equivoca.

– No lo creo. Vale la pena intentarlo. Lo vamos a hacer de esta manera: la voy a llamar dos veces al día y usted va a responder y a escuchar. Hablaremos sobre Kafas y el harén, y sobre todos los hechos encantadores de su infancia. Si no responde, mataré a los delfines.

– Puedo encerrarlos junto a la casa.

– Los delfines no soportan bien el encierro durante períodos prolongados. Con frecuencia enferman y mueren.

– ¿Cómo lo sabe?

– He hecho mis deberes. Un buen hombre de negocios siempre investiga.

– ¿Hombre de negocios? Un asesino.

– Sólo cuando me siento burlado. Habitualmente consigo lo que quiero y con los años me he vuelto consentido -añadió con suavidad-. Espero que se rinda antes de que la destroce del todo. Me siento como si la conociera muy bien. Por la noche me acuesto en la oscuridad imaginando que estoy con usted. Pero cuando era mucho más joven. ¿Sabe lo que hacemos?

Melis cerró los ojos. Calma la ira. No hagas caso al pánico. Respira lentamente. Respira profundo.

– No me ha respondido.

– Dijo que tenía que escuchar, no que hablar.

– ¿Dije eso? Y usted está siendo muy obediente. Eso merece una recompensa. Buenas noches, Melis. -Y colgó.

Había terminado.

Pero mañana comenzaría de nuevo. Y sería peor, más feo, más obsceno. Fundiría el presente con el pasado en una pesadilla única.

Se levantó y echó a andar hacia el baño. Se daría una ducha y trataría de sentirse limpia de nuevo. Podía soportar aquel castigo. Sólo dos veces al día. Sólo tenía que bloquear aquellas palabras, impedir que llegaran a su mente. Piensa en lo que le hizo a Phil, a María, a Carolyn.

Y piensa en lo que le harás tú a él.

TOBAGO

– El Trina ha zarpado de Atenas -dijo Pennig cuando salió a la terraza-. Dice Jenkins que anoche abandonó el puerto.

– ¿Destino? -preguntó Archer.

– No está seguro. Anda haciendo preguntas.

– Sería mejor que hiciera algo más. Es probable que estén a punto de dejar la isla, debemos mantenernos al tanto. Cerciórate de que conocemos sus movimientos minuto a minuto.

Pennig vaciló.

– Quizá deberíamos irnos de aquí. Estamos demasiado cerca de esa islita. Le conté que Cobb me había dicho que Lyons había abandonado la isla en varias ocasiones. Esta tarde lo vio navegar en dirección a Tobago.

– Lo pensaré, pero no puede saber dónde estamos. -Archer miró hacia la playa con expresión pensativa-. Parece que Kelby se está moviendo con celeridad. No creo que espere mucho antes de lanzar sus tentáculos. Es obvio que nuestra dulce Melis le está dando lo que él quiere.

– ¿Por qué? Ella no quería ayudar a Lontana.

– Pero en aquella época yo no estaba implicado. Se siente amenazada.

Y esa sensación sería más fuerte, pensó Archer con un estremecimiento mientras anticipaba el momento. Melis Nemid resultaba ser muy excitante. La primera vez que oyó aquellas cintas y leyó la hoja clínica lo único que le interesaba era encontrar un arma. Pero ahora podía visualizar cada escena, imaginar cada una de las emociones que ella había sentido tantos años atrás. Era increíblemente excitante.

– Para salvarse le dará a Kelby todo lo que él quiera.

– ¿Las tablillas y la investigación?

– Quizá. Me parece que tiene más interés en Marinth, pero por lo que he oído le gusta el control y quiere tenerlo todo. -Sonrió -. Pero no puede tenerlo. Yo soy quien va a hacerse con todos esos informes de investigación.

Y Kelby tampoco podría tener a Melis Nemid. Mientras más se ponía en contacto con la chica, más cuenta se daba que sus relaciones con ella deberían continuar para obtener de ahí ese placer exquisito. Había muchas maneras de doblegarla y herirla.

Tenía que explorar cada una antes de acabar con ella.

Era medianoche cuando sonó el teléfono de Kelby.

– He hallado el puesto de observación -dijo Nicholas cuando Kelby respondió-. Un bote de motor blanco y negro. Está en una cala escondida, en una isla a tres kilómetros de aquí. Lo bastante cerca para vigilar a Melis pero no tanto como para que los vean. Mi bote está a unos ochocientos metros, escondido bajo unos árboles colgantes.

– ¿Estás seguro de que es él?

– Haré caso omiso de ese insulto. Estoy echándole el aliento en la nuca. Te verá tan pronto abandones la isla. Tendrás que dirigirte hacia Tobago y después dar un rodeo. ¿Vienes?

Kelby bajó los pies del lecho. -Ahora mismo. Dame los datos.

El hombre a bordo del bote de motor blanco y negro era alto y rubio con mechones grises, y utilizaba unos binoculares de gran aumento para vigilar Isla Lontana.

Kelby bajó sus binoculares infrarrojos y se volvió hacia Nicholas.

– ¿Podemos esperar que alguien lo releve?

– Probablemente. Llevo aquí desde medianoche y sólo lo he visto a él. Pero permanecer en un bote en el medio del mar no es nada cómodo.

– Quizá esté cubriendo el turno de noche. -Kelby echó un vistazo a su reloj -. Faltan unas horas para el amanecer. Regresa a la isla, yo me quedo aquí.

– ¿Vas a seguirlo cuando lo releven?

– Por supuesto. Si Archer estuvo aquí la otra noche quizá se encuentre aún en la zona. Es obvio que su mentalidad exige el control a corta distancia.

– Igual que tú -dijo Nicholas -. ¿Por qué no me dejas éste a mí?

Kelby negó con la cabeza.

– Quiero atrapar a ese cabrón. Regresa a la isla y vigila a Melis. Pero en caso de que esto no resulte, no le digas nada.

Nicholas se encogió de hombros.

– Lo que quieras. -Puso en marcha el motor de su bote-. Nos mantenemos en contacto.

Kelby se reclinó en su bote y volvió a llevarse los binoculares a la cara.

Apenas comenzaba a amanecer cuando Dave Cobb amarró su bote en un embarcadero en Tobago y echó a andar hacia su hotel en la zona del puerto.

El vestíbulo destartalado del Hotel Oceanic olía a solución desinfectante y a flores tropicales, colocadas en un jarrón en el centro de la recepción. El olor le resultaba tan desagradable como todo lo que tenía relación con aquella ciudad, pensó Cobb mientras tomaba el ascensor para subir a su habitación en el tercer piso. Hubiera deseado que Pennig lo alojara en el centro, pero el muy cabrón quería que estuviera disponible en el puerto.

Tan pronto entró en la habitación llamó a Pennig.

– Nada importante que informar -dijo Cobb cuando Pennig respondió al teléfono -. Como le dije, Lyons salió ayer por la noche en dirección a Tobago. Kelby abandonó la isla a las tres de la madrugada.

– ¿En la misma dirección?

– Sí, hacia Tobago.

– Eso no es algo sin importancia, Cobb. Ayer le dije que los movimientos de Lyons eran muy importantes.

– Pero no me dejó que lo siguiera. Dansk les informará cuándo estén de regreso en la isla. Voy a darme una ducha caliente y a meterme en la cama. ¿Cuánto tiempo se supone que debemos permanecer allí vigilando esa maldita isla?

– Hasta que Archer diga que lo dejen. Para eso les pagamos.

– No lo suficiente -dijo Cobb con amargura-.Doce horas en ese bote húmedo y mohoso son demasiadas. Soy un chico de ciudad.

– ¿Le gustaría decirle eso a Archer?

– Se lo digo a usted. -Mierda, había que dar marcha atrás. Archer era un sádico hijo de puta y Pennig no lo era menos. Había oído demasiadas historias y algunas debían ser verdad -. Estoy haciendo mi trabajo. Sólo le pido que me saque de ese bote lo más pronto que pueda.

– Cuando el trabajo esté terminado -dijo Pennig y colgó. Que se joda. Cobb tiró con fuerza el teléfono y se encaminó a la ducha. Si le hubiera interesado el dinero no habría aceptado ese trabajito. Se había sentido halagado porque un jugador de primera como Archer lo hubiera seleccionado, pero le gustaba la acción y no permanecer allí sentado.

Abrió el grifo y dejó que el agua caliente corriera por su cuerpo. Eso era mejor. Había sentido algo de frío hacia el amanecer y tuvo la tentación de largarse de allí antes de la llegada de Dansk, de regresar a Tobago y mandar a Pennig a la mierda. Una noche más y quizá lo hiciera. La suma acordada no era tan grande y él… ¡Qué demonios!

La puerta de la ducha se abrió.

– ¿Te han dicho alguna vez cuan vulnerable es un hombre en la ducha? -preguntó Kelby con voz suave -. Puedes resbalar con una pastilla de jabón, quemarte con agua hirviendo o…

Cobb gruñó y se lanzó contra él.

Kelby se apartó con un paso lateral y le aplicó un golpe de kárate con el canto de la mano en la arteria carótida.

– O alguien como yo podría dañar seriamente tu esqueleto y tu sistema nervioso. Hablemos de ello, ¿de acuerdo?

A la mañana siguiente, cuando Nicholas Lyons entró en la cocina, Melis estaba sentada a la mesa tomando café.

– ¡Ah, eso es lo que necesito! ¿Puedo? -Tú mismo.

– Cómo no. -Se sirvió una taza y tomó asiento frente a ella -, Kelby se ha marchado a Tobago con la intención de encontrar dos tanques adecuados para tus amigos parientes de Flipper. Me pidió que te lo dijera.

– Se mueve de prisa.

– Siempre. Tienes el pelo mojado. ¿Has estado nadando con Pete y Susie?

Melis asintió.

– Lo hago todas las mañanas. Son buena compañía. -Algunas personas no entenderían ese concepto. Pero como soy un chamán, no tengo problemas con la interacción entre espíritus humanos y de animales. Quizá en otra vida fuiste un delfín. Ella sonrió.

– Lo dudo. Me impaciento mucho cuando no entienden lo que les pido.

– Pero te dan lo que necesitas, ¿no es verdad? -Se llevó la taza a. los labios -. Concitan tu interés, te divierten y evitan que te encuentres sola. Eso es importante para una persona solitaria como tú.

Ella se reclinó en su silla.

– ¿Crees que soy una persona solitaria?

– Por supuesto. Tienes una muralla a tu alrededor de un kilómetro de espesor. Nadie puede entrar. Excepto, quizá, tu amiga Carolyn.

– Me consideras una persona muy fría. Lyons negó con la cabeza.

– Eres bondadosa con los delfines; eres atenta con Cal. Por lo que me contó, Lontana no era una persona con la que resultaba fácil convivir. Cuando murió Carolyn Muían quedaste destrozada. No eres fría, sólo cautelosa.

– No puedo expresarte cuan feliz me hace que hayas llegado a esa conclusión. No tenía idea de que me habías puesto bajo el microscopio desde que llegaste aquí.

– Soy un estudioso de la humanidad y tú eres muy interesante.

Los ojos de la chica se achinaron. De nuevo percibía claramente los tonos complicados del carácter de aquel hombre. ¿Qué había tras aquella sonrisa, en apariencia franca y abierta?

– Tú también. ¿Por qué vienes con nosotros? ¿Se trata de Marinth?

Lyons negó con la cabeza.

– Me gusta el dinero y me gusta Kelby. Y todo esto promete suficientes fuegos artificiales, por lo que creo que quizá sea como en los viejos tiempos. Como tú, soy un solitario y no dejo que se me acerque mucha gente.

– ¿Fuegos artificiales? Estuviste en los SEAL con Kelby, ¿no es verdad?

El hombre asintió.

– Y después anduvimos unos años vagabundeando por el mundo. Más tarde nos separamos y cada uno siguió su camino.

– Teniendo en cuenta sus antecedentes, no es fácil imaginar a Kelby en los SEAL. -Echó un vistazo al café que le quedaba en la taza -. Todo lo que he leído sobre él lo pinta como un indisciplinado. ¿Era competente?

Lyons se mantuvo en silencio unos segundos.

– Es una pregunta complicada.

– ¿De veras?

– Vamos a ver, déjame utilizar mis facultades de chamán para ver qué se oculta tras esa pregunta. Archer es un hombre muy peligroso. ¿Quieres saber si Kelby puede traerte la cabeza de ese canalla en una bandeja?

– Sí, se trata más o menos de eso -asintió ella.

– Me encantan las mujeres que no dan rodeos. -Lyons la miró, estudiándola -. ¿Qué opinión tienes de Kelby?

– Que es duro. ¿Lo suficiente?

– ¿Cuan duro crees que fue el entrenamiento básico de los SEAL para Kelby? Se supone que debe ser igual para todos, pero él era un niño rico, los medios lo rondaban continuamente. Hay muchísimas maneras de que los reclutas le hagan la vida imposible a otro, y con Kelby las emplearon todas.

– ¿Tú también?

– Por supuesto. Puedo ser tan sádico como cualquier otra persona. Quizá más. Siempre he creído en las pruebas. Probarse a sí mismo, probar a los demás. Es la única manera de salir adelante en la partida. Uno levanta la barrera y salta. Si fallas, te quitas del camino y dejas que otro lo intente. Y si uno sale golpeado, no se queja. Es la supervivencia del más apto.

– Es una filosofía demasiado brutal.

– Quizá sea mi legado de nativo americano. O podría ser la mentalidad de chico de los suburbios. Sea lo que sea, a mí me funciona.

– Te sientes orgulloso de tu legado indio, ¿no es verdad?

– Si uno no está orgulloso de lo que es, entonces tiene un problema. – Sonrió -. Yo hago bromas al respecto, pero puedo verme a mí mismo en los viejos tiempos, acechando, siguiendo una huella. La caza siempre me excita. Quizá ésa fue la razón por la que me convertí en un SEAL. -Se encogió de hombros -. De todos modos, en aquellos días del entrenamiento básico a Kelby le castigaron mucho y no dio un solo paso atrás. Era terco como el demonio. -Sonrió con picardía -. Y después nos la cobró a todos.

– Eso indica que tiene una gran capacidad de aguante.

– ¿Aguante? -La sonrisa de Lyons desapareció -. Podrías llagarlo así. ¿Quieres oír hablar de capacidad de aguante? Estábamos dentro de Irak, en una misión durante la guerra del Golfo y el reconocimiento aéreo había localizado una pequeña instalación subterránea de guerra biológica, al norte del país. Enviaron en secreto a nuestro equipo a destruirla. No querían dar lugar a que la opinión pública desaprobara la guerra si se daba la noticia de que las tropas podrían tener que enfrentarse a un ataque bacteriológico. Todo funcionó mal desde el principio. Volamos la instalación pero tuvimos dos muertos. A Kelby y a mí nos capturaron unos tribeños locales antes de que pudiéramos llegar donde estaba el helicóptero.

»En aquella época aún mentían en lo referente a la producción de agentes biológicos, así que nos encerraron en una minúscula cárcel en el desierto y enviaron a Saddam el mensaje de que habían capturado a dos SEAL americanos. Saddam les respondió que quería que confesaran y que repudiaran el esfuerzo bélico de Estados Unidos. No sé por qué eligieron ablandar primero a Kelby y no a mí. Quizá descubrieron sus antecedentes y quisieron mostrar la debilidad de los magnates capitalistas.

– ¿Lo torturaron?

– Salvajemente. Durante tres días. No le dieron alimentos ni agua y lo tuvieron la mayor parte del tiempo encerrado en una caja caliente. Cuando lo trajeron de vuelta a la celda tenía dos costillas rotas y estaba cubierto de heridas. Pero no se doblegó. Como dije, es demasiado terco. No creí que pudiera sobrevivir a una fuga, pero lo hizo y mató a dos guardianes. Nos escondimos, atravesamos las montañas y pasamos la frontera. No pudimos llamar por radio a un helicóptero hasta cinco días después de la fuga. -Sonrió con un gesto torcido -. Sí, diría que tiene bastante capacidad de aguante. Y no quisiera estar en el pellejo de Archer, con Kelby siguiéndole la pista. ¿Eso es lo que querías saber?

Era mucho más de lo que ella hubiera querido saber. No le gustaba pensar en Kelby como en una víctima, ni siquiera una que había superado todos los obstáculos. La imagen mental de Kelby en aquella celda, lacerado y dolorido, era demasiado estremecedora.

– Sí, eso era lo que quería saber. -Se sirvió otra taza de café-.Gracias.

– De nada. -Empujó su silla, apartándose de la mesa-. ¿Qué vamos a hacer esta mañana?

– ¿Nosotros?

– Kelby dice que no te pierda de vista hasta su regreso. -No lo necesito. Estoy segura en la isla.

– Haré que estés doblemente segura. ¿Vamos a jugar en el agua con los delfines?

– ¿A jugar? -Ella inclinó la cabeza, sopesando la idea-. No era ésa mi intención, pero ¿por qué no? Ponte el bañador. Pete y Susie estarán encantados de jugar contigo. -Sonrió con picardía-. Pregúntale a Cal.

– Archer estuvo en Tobago -dijo Kelby en tono cortante cuando Nicholas respondió el teléfono cuatro horas más tarde-. En la Torre Bramley. Ya se ha marchado.

– ¿Ha abandonado a su gente?

– Pues sí, demonios. Cobb era el que vigilaba y me dijo que Pennig estaba nervioso porque tú habías salido de la isla en dirección a Tobago. Es obvio que la noticia inquietó a Archer y por eso se ha largado.

– ¿Sabemos a dónde?

– A Cobb lo contrataron en Miami. Llamé al detective Halley a Nassau para ver si él podía ponerle seguimiento a Archer en Miami. Y le dije que viniera a recoger a Cobb y a Dansk, su compinche.

– ¿Cobb no sabía dónde se podría localizar a Archer?

– Si Cobb lo hubiera sabido, me lo habría dicho, créeme. -No tengo la menor duda -repuso Nicholas -. Sólo me sorprende que hayas decidido entregarle esos tipos a Halley.

– Cobb es un peón. Logré sacarle lo que quería de él. Ve, recoge a Dansk y entrégaselo a Halley en el aeropuerto.

– ¿Por fin delegas algo? Me imagino que no podré divertirme como tú.

– Dansk tampoco sabe nada. Gastarías tu tiempo en vano. Sólo dáselo a Halley. Puedes salir ahora mismo, estoy de camino a la isla.

– Me encanta oír eso. Tu Melis tiene un sentido del humor muy malicioso. Me dejó metido en un jueguito acuático con los delfines que ultrajó mi dignidad.

– No es mi Melis, y todo el que pueda jugarte una broma, humano o animal, cuenta con mis simpatías. Llámame si tienes algún Problema con Dansk.