174549.fb2
Perdomo, Villanueva y Guerrero se reunieron una hora más tarde en el despacho del primero para evaluar la información obtenida hasta el momento y decidir hacia dónde había que dirigir las nuevas líneas de investigación.
– Tenemos ya tal cantidad de datos -declaró Perdomo- que es importante que no mezclemos las hipótesis con los hechos. Hipótesis número uno: «Chapman cometió el asesinato». Hechos que respaldan esta teoría: el arma del crimen es la misma con la que disparó contra Lennon, y él lo anticipó así en la entrevista de televisión, antes siquiera de que tuviéramos el análisis balístico. Winston era una víctima fácil porque no llevaba protección personal y al ser el heredero artístico de Lennon, matarle a él era como volver a matar al ex Beatle. Hechos que refutan esta teoría: Chapman no ha abandonado la prisión en ningún momento y el FBI no ha sido capaz por ahora de probar si tenía un compinche fuera, ni la manera en que se puso en contacto con su hipotético cómplice. Su posible móvil es el mismo que el del asesinato anterior: adquirir notoriedad. Fue condenado a veinte años, lleva treinta en prisión y ésta sería su forma de volver a convertirse en una estrella y, al mismo tiempo, de vengarse contra una sociedad que le está condenando a morir encerrado.
A medida que Perdomo exponía sus razonamientos, Villanueva iba haciendo un pequeño esquema en una pizarra de rotulador que había en una de las paredes del despacho.
– Hipótesis número dos -continuó el inspector-: «Big Wayne cometió el asesinato». Villanueva, resúmele a Guerrero los hechos.
Sin dejar de hacer croquis que se interrelacionaban entre sí mediante flechas, Villanueva relató sucintamente la información que le había proporcionado Tusks, el teclista del grupo.
– Wayne -dijo- compuso una canción tituladaShaken con la que iba a convertirse en una estrella y Winston grabó una versión más potente que sirvió para que The Walrus saltara definitivamente a la fama. A favor de esta teoría: Wayne amenazó en la radio con matar a Winston por haberle robado el tema. En contra: Scotland Yard asegura que en el momento del asesinato se encontraba en la isla de Montserrat, en el Caribe, mezclando el que será su próximo disco. Y he descubierto un dato más, que me inclina a descartarlo por completo. Wayne ha colocado, por fin, una canción en el número 7 del Billboard, de modo que está triunfando. De la misma manera que Little Richard compuso Long Tall Sally para desquitarse de lo que le hizo Pat Boone con Tutti Frutti, Wayne tiene ahora un tema en la calle titulado Fíush que le está funcionando muy bien. Me extrañaría que estuviese implicado.
Guerrero hizo un gesto con hombros y manos, como para darles a entender a sus colegas que no entendía por qué era necesaria su presencia en aquella reunión. Nada de lo que se estaba exponiendo entraba dentro de las competencias de la Policía Científica. Perdomo le indicó entonces a Villanueva que le entregara a Guerrero el teléfono móvil de Charlie Moon y el experto estudió durante varios minutos el vídeo que éste contenía. Cuando terminó de examinarlo dijo:
– Es la filmación en 2D de una holografía tridimensional, no cabe duda. ¿De dónde ha salido?
Villanueva le resumió su entrevista con Moon y seguidamente, Perdomo le pidió a Guerrero que emitiese un juicio técnico sobre la posibilidad de piratear conciertos en 3D.
– Lo que se piratea en este caso no es tanto el concierto -precisó Guerrero- sino la imagen misma de los músicos, a los que se les hace decir y hacer lo que se quiera, después de haberlos reconstruido digitalmente. Es como disponer de un clon del artista, sólo que ese clon no está hecho de carne y hueso, sino de luz.
– ¿Y eso es posible? -insistió Perdomo-. ¿Puede un pirata sin escrúpulos fabricar clones de luz de un grupo musical y dedicarse a montar conciertos pirata por todo el mundo?
– Por supuesto que puede -afirmó el de la Científica-. ¿No se ha clonado ya a una oveja, que es una criatura de carne y hueso, y por tanto, un organismo mucho más complejo?
– ¿Y por qué no se ha hecho hasta ahora? -preguntó Villanueva-. Me refiero a que si la tecnología existe, por qué no se está aplicando ya a los videojuegos, por ejemplo.
– Seguramente por intereses comerciales -aclaró Guerrero, al tiempo que extraía del bolsillo un iPhone 3GS-. Mirad este teléfono: ¿por qué creéis que le colocaron una cámara de tan sólo tres megapíxeles? Para que cuando saliera el iPhone 4G, que la lleva de cinco, el consumidor se sintiera en la necesidad de adquirir el modelo superior. Y la técnica funciona, porque yo ahora mismo estoy jodido por no tener el 4G. Con los videojuegos ocurre lo mismo. Existe ya la posibilidad de crear videojuegos mucho más complejos, pero primero te venden el modelo más limitado y luego lo van complicando. Así el negocio se multiplica hasta el infinito.
Perdomo notó cómo le zumbaba en el bolsillo el teléfono móvil y al ver que la llamada entrante era de Tania, pidió a sus dos colegas que le disculparan durante un minuto y salió de su propio despacho para poder tener intimidad.
– Estoy en mitad de un interrogatorio -le dijo a la forense, procurando que su voz sonara profesional y distante-. ¿Tienes algún dato más sobre la autopsia?
– Para eso te llamaba. Dime si necesitas que busque algo más en relación a Winston.
– La viuda me ha dicho hoy a mediodía que la víctima consumía, de manera frecuente, cannabis y LSD. Pero ¿cómo vas a hacer la prueba, si a Winston lo han incinerado esta mañana?
– Tomé la precaución de guardar muestras de su orina en un frasco de pruebas. Le he practicado el test estándar para drogas, el NIDA, y nos ha dado negativo para benzocaína, coca, marihuana, metanfetaminas, éxtasis, heroína y morfina. El LSD es mucho más difícil de detectar y requiere una prueba específica.
– Házsela. ¿Estamos a tiempo?
– Sí, aún no han transcurrido setenta y dos horas -le tranquilizó la forense. Y luego, sin solución de continuidad y como si fuera todavía parte de la conversación anterior, le preguntó-: ¿Quieres que cenemos esta noche?
Perdomo procuró que no se le notara lo mucho que le apetecía volver a verla. Ahora que por fin se había aclarado el misterio del robo del dinero, se sentía incluso culpable por no haber permitido a la forense explicarse en su día, pero su táctica con Tania, desde que se habían conocido, siempre había consistido en ir de duro.
– ¿Cenar? -preguntó, haciéndose el difícil-. ¿No habíamos quedado en que sería sólo un café? ¿Y que además te llamaría yo?
Villanueva abrió en ese momento la puerta del despacho y, sin pronunciar palabra, agitó los folios en los que había impreso la documentación sobre O'Rahilly, el pirata informático que, presuntamente, había clonado a The Walrus.
– Te tengo que dejar, Tania -dijo Perdomo, intentando demorar la respuesta a la invitación hasta el último segundo.
– El sitio al que pensaba llevarte tiene café -replicó ella-.Si te quedas más tranquilo, tú te puedes pedir un cortado mientras yo saboreo unconill amb cargols.
– ¿Cocina catalana? -se extrañó él-. Pensé que habrías reservado en nuestro cubano de siempre.
– Después de diez años viviendo en Barcelona -le explicó la forense- mi paladar se ha vuelto algo más sofisticado. Y no he reservado todavía, no tenía muchas esperanzas de que me dijeras que sí.
– De acuerdo -concedió Perdomo-, tengamos nuestra cita y así nos la quitamos de encima.
La frase tuvo la virtud de hacer sonreír a Tania.
– Veo que sigues siendo el romántico de siempre -dijo con ironía.
Tras acordar la hora y el lugar en que se verían para cenar, se despidieron hasta la noche. Villanueva, que había permanecido en la puerta para meterle prisa, volvió a preguntar:
– ¿Era ella?
– Sí, era ella. ¡Chismoso!
– ¿Dijiste que ha cogido unos kilos de más? Yo no he notado que estuviera más gordita.
– Tendrías que haberla visto hace unos años -se limitó a comentar Perdomo. Y tras señalar la documentación que había recabado su ayudante, le preguntó-: ¿Qué tienes ahí?