174583.fb2 Muerte De Una Hero?na Roja - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 7

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CAPÍTULO 6

La respuesta llegó antes del sábado.

El jueves por la tarde de la misma semana en la que se distribuyó la información llamaron de los grandes almacenes Número Uno de Shanghai. Un agente de seguridad del establecimiento había recibido una copia de la descripción, que le recordó a una jefe de sección que aún no había regresado de sus vacaciones. A sus compañeras no les había preocupado su ausencia, porque era habitual que los empleados se tomaran un par de días más en esos casos. Cuando el guarda enseñó la fotografía a las mujeres de su sección, la reconocieron de inmediato.

– La foto no es nítida, pero todas están seguras -según el agente, aquello explicaba por qué se trataba de una mujer muy conocida-. Se llama Guan Hongying. Guan, ya se entiende, de cerrar la puerta; Hong, por el color rojo; y Ying, por la heroína.

– Heroína Roja. ¡Qué nombre más revolucionario! -dijo el inspector jefe Chen-. Guan Hongying… Me suena.

– Era una trabajadora modelo de rango nacional. Treinta y un años, soltera. Llevaba más de diez años trabajando aquí. Era miembro del Partido, desde luego.

– ¿Cómo? ¿Una trabajadora modelo de rango nacional? Sí, ahora recuerdo -repuso Chen-. Le agradecemos su ayuda, camarada. Póngase en contacto con nosotros si tiene más información.

A pesar de su jaqueca matutina, Chen comenzó a sentirse más esperanzado de lo que se había sentido en mucho tiempo. Número Uno era el gran almacén más grande de la ciudad. Un puñado de agentes de seguridad vestidos de civil trabajaban allí noche y día. Aunque su tarea principal era vigilar a los ladrones, también sabían cómo conseguir información.

Y, como era de esperar, antes del mediodía llegaron más datos. Se había confirmado la identidad de la víctima. Su ficha dental coincidía con su historial médico. Guan Hongying, treinta y un años, soltera, directora de la sección de cosméticos, miembro del Partido desde hacía once años, trabajadora modelo de rango nacional. Había participado en el décimo y el undécimo Congreso del Partido. Se había marchado de vacaciones el 10 de mayo, y desde entonces no se había puesto en contacto con nadie.

A la una Chen recibió la primera fotografía de Guan por mensajería. Después llegaron por fax una docena más y una gran cantidad de información. La mayoría de las imágenes procedía de recortes de periódicos y revistas, y todo lo escrito era propaganda sobre su compromiso con el trabajo, su noble espíritu al servicio del pueblo y su dedicación desinteresada a la causa comunista. La retórica habitual de los periódicos del Partido. Mientras leía, el inspector jefe Chen volvió a dudar de su decisión de ocuparse del caso. ¡Una trabajadora modelo de rango nacional violada y asesinada! Un caso como ése, aunque fuera resuelto, podía ser acallado por motivos políticos. Pero si no se resolvía, era probable que las altas autoridades ejercieran una presión política. Aun así, Chen comenzó a reunir datos para un nuevo informe sobre el caso.

«Nombre: Guan Hongying.

Fecha de nacimiento: 11 de diciembre, 1958.

Etnia: han.

Dirección: calle Hubei, sector 18, pasaje 235

(viviendas Número Uno).

Estado civil: soltera.

Profesión: cuadro (jefe del departamento de Cosméticos, miembro del Partido, trabajadora modelo de rango nacional).

Parientes cercanos: madre (paciente de Alzheimer en la residencia de ancianos de Ankang).

Historial laboral: desde 1979 hasta 1990».

A las cinco y media se celebró una reunión de urgencia en la sala número 3 de la Jefatura de Policía de Shanghai. La presidió con rigurosa autoridad el Secretario del Partido Li, un hombre robusto de casi sesenta años en cuyo rostro destacaban sobre todo unas grandes ojeras. Li estaba sentado, muy erguido, en un extremo de la larga mesa de encina. Chen fue el primero en llegar y más tarde Yu, que se sentó a su lado. En el otro extremo de la mesa apareció de forma imprevista el comisario Zhang Zhiqiang. Un hombre del rango de Zhang no tenía por qué asistir a esa reunión. Tampoco pertenecía a la brigada de asuntos especiales.

– Gracias por acudir a esta reunión, comisario Zhang -dijo el Secretario del Partido Li queriendo rendir tributo al anciano antes de comenzar su discurso-.

El comisario Zhang había ingresado en el Partido a principios de los años cuarenta y ocupado el undécimo lugar en el escalafón después de 1949. Por su parte, el Secretario Li había engrosado las filas del Partido una década después, por lo que su rango era muy inferior. Como era habitual, Chen saludó al comisario Zhang con respeto, aunque éste no lo tenía en gran estima, y en varias ocasiones había estado a punto de tildarlo de ¡liberal!

– Camaradas, se trata de un asunto de una importancia política considerable -dijo el Secretario del Partido Li para empezar-. Por eso nos hemos reunido hoy. El propio alcalde acaba de llamar por teléfono. Cree que podría tratarse de un asunto político muy grave. Sus instrucciones son «Hagan todo lo posible y resuelvan el caso cuanto antes. El Ayuntamiento los respalda. No celebren conferencias de prensa, ni revelen ningún detalle relacionado con su muerte».

Chen estaba atónito. La mujer asesinada había sido una persona conocida, su nombre se mencionaba a menudo en los periódicos y su imagen aparecía en la televisión, pero él no había imaginado que fuera tan importante como para que el propio alcalde llamara a la oficina, y además tan pronto.

– Pero se trata de un caso de homicidio -objetó el inspector Yu-.

– Camaradas, debemos comprender que la camarada Guan pudo ser asesinada por razones políticas -repuso el Secretario del Partido Li-. Era una trabajadora modelo muy conocida en todo el país. Su trágica muerte es una pérdida significativa para nuestro Partido y un golpe simbólico a la seguridad pública de nuestra sociedad socialista.

Chen pensó que el Secretario del Partido Li iba demasiado lejos. Como cuadro del Partido no sabía gran cosa de homicidios, pero quizá precisamente por eso, él era el Secretario del Partido, y no otro. Li era capaz de ver implicaciones políticas por todas partes.

– Además, la manera brutal en la que fue asesinada podría dañar la imagen de pureza de nuestro gran Partido.

"Esa idea queda alejada de toda discusión", consideró Chen. Las autoridades del Partido querrían a toda costa acallar los detalles sensacionalistas. La foto de la trabajadora modelo nacional Guan desnuda, violada y estrangulada estaría en contradicción con la imagen sagrada de una empleada modelo vestida con su traje gris estilo Mao.

Chen creyó divisar una sonrisa casi imperceptible en la expresión de Yu.

– De modo que se nombrará un grupo especial dirigido por el inspector jefe Chen, y el inspector Yu será su ayudante. Por otro lado, el comisario Zhang actuará como asesor de la investigación.

– ¿Y si sólo se trata de un homicidio? -insistió Yu-.

– Si resulta ser un caso de homicidio, también lo resolveremos, desde luego. Sólo tenemos que mantener la mente abierta. El grupo contará con un presupuesto especial. Si se necesitan más hombres, el inspector Chen podrá solicitármelos.

Chen pensó que quizá ahí radicaba el secreto del éxito de Li. Consciente de su gusto por los formalismos burocráticos, nunca olvidaba añadir unas cuantas palabras que no sonasen tan políticas y tuvieran un cierto sentido. Por eso era diferente a los demás cuadros del Partido.

El Secretario del Partido Li llegaba al final de su discurso.

– Como todos ustedes saben, en este caso intervienen ciertos aspectos delicados, y eso exige un tratamiento discreto, de modo que no entreguen información a la prensa. Todo lo que conduzca a especulaciones innecesarias no hará más que entorpecer nuestra investigación.

– Lo entiendo perfectamente, camarada Secretario del Partido -dijo Chen, que aún no había hablado-. Con el camarada comisario Zhang como asesor haremos todo lo posible por resolver el caso.

Después de la reunión, Chen se quedó a solas con Li.

– Quiero que haga un buen trabajo -le espetó Li-. Quizá sea un caso difícil, pero si hay un desenlace satisfactorio, llegará a oídos de las más altas autoridades.

– Entiendo, pero el comisario Zhang… contestó Chen inacabando la frase-.

A Zhang se le consideraba el comisario más ortodoxo del Partido en el Departamento, un partidario de la línea dura de la vieja generación.

– El comisario Zhang ha llegado a la edad de jubilación -explicó Li-, pero con la inflación y con el aumento del coste de la vida, a cualquiera le resulta difícil vivir sólo con una pensión. Por eso, las autoridades del Partido han elaborado nuevas normas para los camaradas veteranos. Deben respetar la nueva normativa de jubilación de cuadros, de eso no cabe duda, pero si gozan de buena salud, pueden realizar trabajos secundarios adecuados a su edad, lo cual les permite cobrar el salario íntegro. Su cargo como asesor es honorífico, sólo se limitará a darle consejos o a hacerle sugerencias. Es usted quien tiene plena autoridad como responsable del grupo.

– Y entonces, ¿qué hacemos con él?

– Manténgalo informado sobre la investigación.

– Ya entiendo -afirmó Chen con un suspiro-.

Chen veía muy claro lo que le esperaba: cuatro o cinco llamadas del comisario cada día, por no hablar de la obligación de escuchar sus largos sermones salpicados de citas de Mao, de Deng o del Diario del Pueblo, sin contar la necesidad de reprimir frecuentes bostezos.

– No será tan difícil como parece. Se asegura que es un comisario incorruptible.

Según se mirase, era una ventaja… o todo lo contrario.

– También le conviene trabajar estrechamente con un camarada de la vieja generación -concluyó en voz baja el Secretario del Partido-.

Cuando Chen volvió a la sala grande del despacho, vio al inspector Yu mirando una serie de fotografías sobre su mesa. Chen se sentó frente a él.

– ¿Tan importante era Guan? -inquirió Yu-.

– Una trabajadora modelo de rango nacional siempre es importante.

– Pero eso era en los años sesenta y setenta. El camarada Lei Feng y toda esa propaganda.

– Sí, nos han educado con el mito de los modelos del comunismo -convino Chen-. En realidad, la idea no deja de tener sus raíces en el confucionismo. La diferencia está en que a los modelos confucionistas se les llamaba sabios, mientras que en el siglo XX se les distinguen como trabajadores modelo, campesinos modelo, soldados modelo… Yo todavía me acuerdo de la canción aquella de «Aprendamos del buen ejemplo del camarada Lei Feng».

– Yo también -dijo Yu-. Y hay otra: «Ser buenos soldados del camarada Mao». El otro día me puse a tararear la melodía, y mi hijo se quedó muy desconcertado.

Aquellas canciones habían sido muy populares en todo el país a principios de los años sesenta. El camarada Lei Feng era un soldado modelo del Ejército de Liberación Popular que servía al pueblo de todo corazón, ayudaba a los necesitados y jamás actuaba por intereses personales. El Partido alababa a aquellos míticos modelos comunistas que debían servir de ejemplo al pueblo: dar y no tomar, contribuir y no quejarse, conformarse y no crear problemas. Sin embargo, después de la Revolución Cultural, y sobre todo finalizado el verano de 1989, muy pocos creían de verdad en la propaganda ortodoxa.

– De modo que el camarada Lei Feng podría ser más útil ahora que nunca -concluyó Chen-.

– ¿Por qué?

– La división social moderna. Hoy en día, un puñado de nuevos ricos vive en unas condiciones de lujo que superan todos los sueños del pueblo, y mientras tanto, se despide a cantidad de trabajadores: «Esperad la jubilación» o «Esperad a que os asignen un empleo», dicen. Muchas personas tienen problemas para llegar a fin de mes. He ahí la razón de que sea más necesaria que nunca la propaganda en favor de un modelo comunista que renuncie al egoísmo.

– Es verdad -asintió Yu-. Esos Hijos de Cuadros Superiores, los HCS, tienen todo lo que quieran y creen que es algo totalmente natural.

– Eso explica que el Ministerio de Propaganda intente elaborar un nuevo modelo cueste lo que cueste. Guan era, por lo que sabemos, una mujer joven y atractiva. Un progreso considerable en las pasarelas de la moda política.

– Entonces usted tampoco cree en esa mierda de la política.

– Diría que basta de mitos políticos -sentenció Chen-. ¿Qué piensa usted del caso?

– Que es cualquier cosa menos un asunto político.

– Sí, pero dejemos de lado la política.

– A Guan la atacaron aquella noche en la que se marchaba de vacaciones. La obligaron a que se desnudase dentro de un coche, la violaron y estrangularon. Como no salía con nadie en el momento de su muerte, según los empleados de la tienda, podemos suponer que el asesino era un desconocido, probablemente un taxista.

– Bien, ¿qué sugiere que hagamos?

– Investigar en la central de taxis, recopilando los recibos que corresponden a esa noche y comprobando los registros, y desde luego, interrogando a los que tienen un pasado turbio.

Guan, víctima de un taxista. De nuevo la misma hipótesis, una posibilidad que los inspectores Yu y Chen ya habían barajado incluso antes de conocer la identidad de la mujer. Al menos se explicaba por qué el cuerpo había acabado en aquel canal tan apartado.

– Sí, tiene sentido. Hay que cubrir todos los aspectos que crea conveniente investigar.

– Haré lo que pueda -repuso Yu-, pero como he dicho antes, con la cantidad de coches que circulan por la ciudad hoy en día no será fácil.

– Entretanto, hagamos las comprobaciones de rigor. Yo iré al edificio del dormitorio donde vivía Guan y usted interrogará a sus colegas en la tienda.

– De acuerdo -dijo Yu-. Entiendo que es un asunto político especial, pero ¿qué sucederá con el comisario Zhang?

– Le mantendremos informado sobre nuestros trabajos. Cuando quiera decir algo, limítese a escucharlo… con todo el respeto posible -le aconsejó Chen-. Al fin y al cabo, Zhang es un cuadro veterano y, en cierto modo, influyente.