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A Tansy se le atascó el aliento en la garganta. Su cuerpo latía de necesidad. Kadan podía convertirla en un caldero de fuego líquido con una intensa mirada. La caliente excitación se vertía por sus venas. Él era todo músculo y fuerza. Y estaba completa, totalmente, centrado en ella. La hacía sentir como si tuviera que tenerla. Como si esperar un momento más lo matara. No decía mucho. Sólo la miraba con lujuria en sus ojos oscuros, con posesión y con cada fibra de su ser rendida a la demanda de su fija mirada.
La callosa mano estaba caliente sobre su piel y cada músculo de su cuerpo se tensó. Él conocía cada sombra y cada curva íntimamente y ella anhelaba su toque. Lo anhelaba. Después de una vida de no tocar ni ser tocada nunca, se sentía como un gato, recibiendo placer con las caricias, arqueando la espalda, empujando las caderas hacia arriba contra su mano, necesitada de cualquier cosa que le diera.
La yema del pulgar de él, con la extraña sensación de las fibras del terciopelo, trazaba perezosos círculos por el interior de su muslo, deslizándose hacia arriba para acariciar el pliegue entre las nalgas y el muslo. Un suave gemido escapó, necesitado, caliente y tan poco característico para ella, aunque tenía miedo de que con Kadan se hubiera vuelto un ser muy sexual. La sangre atronaba en su pulso, rugía en sus oídos y latía en su clítoris, al unísono con la tensión creciente en su matriz.
Había algo muy excitante en yacer tendida en el regazo de un hombre, la camisa abierta, los desnudos senos expuestos y las manos de él vagando posesivamente por sus muslos, deslizando los dedos y desapareciendo dentro de su cuerpo, como si el cuerpo de ella le perteneciera a él y no a ella. La expresión de él era oscura y resuelta, los ojos centrados en el subir y caer de sus senos. Había satisfacción en las líneas talladas y sensuales de su cara mientras contemplaba como cambiaba la respiración de ella a jadeos desiguales y se ruborizaba salvajemente toda ella.
El calor irradiaba de él y en su regazo el pene crecía hasta un monstruo necesitado. Presionó contra ella fuertemente, permitiéndole sentir el modo en que él respondía a su ansioso y mojado cuerpo.
– Mírame, Tansy. -Su voz era áspera-. Quiero ver tu cara cuando te lleve al clímax.
Adoraba cuan duro sonaba, el filo de su tono, aquel oscuro e intenso deseo, las líneas que parecían más profundas, la manera en que la piel ardía mientras su mirada se deslizaba tan posesivamente sobre ella. Los dedos de él se enderezaron, moviéndose más profundamente, llenando su vagina, estirando los suaves y resbaladizos pliegues de terciopelo. Ella jadeó y corcoveó, mientras el pulgar presionaba sin descanso en el duro brote.
– Eres tan estrecha, pequeña -susurró, los dientes tironeando del lóbulo de la oreja-. Cuanto más profundamente empujo, más mojada y caliente te pones. -La lengua le lamió el oído, arremolinándose por el cuello. Los dientes le excitaron la piel.
Se hundió en su tensa profundidad otra vez, mirándola a la cara, bebiendo los jadeos de placer, la manera en que sus ojos se agrandaban y sus pezones se alzaban endurecidos. Los muslos de Tansy se tensaron, los músculos del estómago se contrajeron. Parecía tan decadente, Tansy se despatarró sobre él, su suave cuerpo abierto a todos sus toques, receptivo a sus deseos.
Él nunca había pensado que tendría su propia mujer, la única a quien anhelara, la única a la que se sintiera unido, piel con piel, mente con mente. Había sucedido antes de que tuviera una oportunidad para pensar, o siquiera percibirlo o entenderlo, pero algo en ella expulsaba el frío y reemplazaba el hielo con calor. Cada vez que la miraba quería tocarla, darle placer, ver sus ojos velarse con el caliente deseo solo por él. Salvación. Quizás redención. Lo que fuera, y no le importaba, era que ella era suya y él era de ella.
La humedad le cubrió los dedos, espesa y caliente. Su vulva estaba tan malditamente apretada que su miembro daba tirones con anticipación. Empujó otro dedo profundamente, estirándola un poco, hundiendo y retirando, observando su cara, la respiración pesada, ese rubor revelador y el brillo en los ojos. Se tomó su tiempo, llevándola al borde del clímax, amando su cara, tan hermosa por la necesidad. Se deleitó en el modo en que el cuerpo de ella cabalgaba su mano casi desvalidamente mientras pequeños quejidos y súplicas escapaban.
Si esto no era amor, no sabía que era. La deseaba con cada célula de su cuerpo. Sabía que ella había nacido para él. Y se prometió a sí mismo que ella nunca tendría una razón para arrepentirse de su elección. Se hundió más profundo, el pulgar excitándole el clítoris hasta que estuvo colgando sobre el límite, gritando su nombre, el cuerpo casi estrangulándole los dedos. La dejó aguantar, sintiendo las poderosas ondas antes de sacar los dedos y probarlos, saboreando el sabor único a canela que era Tansy.
Ella jadeaba un poco, aturdida por el poderoso orgasmo. Él deslizó la mano sobre su culo en una lenta caricia y se inclinó sobre el oído. Los dedos permanecieron agarrados a su cabello, la pesada masa envuelta en su puño.
– Bájate de mí y ponte de rodillas. -Incluso mientras lo decía, le tiraba del pelo con una mano y empujaba las caderas con la otra.
Tansy se encontró arrodillándose entre sus piernas mientras él se sentaba completamente recto, las piernas plantadas a ambos lados de su cuerpo. La cara de ella estaba en su regazo, justo donde él lo había planeado todo el tiempo. Él le agarró la mano y la envolvió alrededor de su gruesa longitud, abajo en la base, mientras usaba el puño en su pelo para guiarle la boca sobre él. La lengua le lamió primero y su pene saltó. Los testículos se tensaron. El cálido aire bañó el ancho glande. Ella lamió la brillante gota preseminal y observó el estremecimiento de placer que atravesaba el cuerpo de él, le sentía estremecerse en su mente.
Kadan apretó los dientes mientras ella pasaba la lengua en una caricia larga y lenta por la cabeza acampanada y luego le excitaba por debajo, donde era tan sensible. Ella parecía tan caliente, arrodillada en frente de él, la camisa abierta para darle una vista de sus pechos ruborizados y su plano vientre, más abajo la nube de rizos brillaban húmedos e invitadores. Se lamió los labios y aspiró el aliento mientras ella lo tragaba.
Su boca era caliente y apretada, y verla disfrutar dándola placer, los ojos suaves y adorables, era tan malditamente sexy que casi perdió todo vestigio de control. Ella no apartó la mirada de la suya, mientras las mejillas se inflaban y la lengua bailaba y seguía las gráficas instrucciones de la mente de él. El lenguaje era crudo, no podía evitarlo; ella le estaba matando con la apretada succión de la boca. Las uñas le rozaban los testículos y saltó otra vez, el aire en sus pulmones explotando esta vez en una ráfaga de sensaciones.
Hijo de puta, nena, justo así. Duro. Los dedos le sujetaron del pelo y la atrajo más cerca, incapaz de parar el repentino empuje de sus caderas.
Hubo un momento de temor ante la pérdida de control, pero él respiró por ella. Relájate. Deja que la garganta se relaje. Eso es, esa es mi chica. Joder, eso se siente tan bien.
Echó la cabeza atrás, un ronco gemido escapó mientras la agarraba por la nuca con una mano y la sostenía allí, empujando más profundo. Quería que dejara caer las manos, que acunara sus tensas pelotas en las palmas. Le dio esa orden también. Ella parpadeó, vacilando. La mano en la base del miembro era su red de seguridad.
Los dedos se tensaron en el cabello y tiró. Necesito que confíes en mí. Mantén tu mente en la mía. Siente lo que me estás haciendo.
Inmediatamente el fuego se derramó por el cuerpo de ella como lava caliente, centrándose en la ingle. Cada terminación nerviosa estaba inflamada, cada músculo tenso, desde las pantorrillas a los senos. Ella supo que creaba esas sensaciones en él, ese crudo placer bordeando el éxtasis. Quería más para él, para ella misma. Lo quería todo, todo lo que pudiera tomar o dar.
Necesitaba tomarlo más profundo, apretar y masajear, verter más calor sobre él. Las manos se ahuecaron y acariciaron sus testículos, la boca se movía y todo el tiempo podía sentir la necesidad de él, oscura y erótica, tirando de ella por más, siempre más. El necesitaba que ella se le entregara sin restricciones. Era la única manera que él tenía de combatir el hielo en su alma. Ella quemaba el frío ártico en una tormenta de lujuria y pasión.
La sostuvo quieta, retrocediendo, y entonces empujó hacia delante, llenando su boca, pulsando a lo largo de la garganta, sosteniéndole la mirada cautiva con la suya. Marcaba el ritmo, duro y rápido hasta que ella creía que no podía tomarlo, entonces lento, cada golpe largo y pausado, mientras su voz en la mente, áspera y seductora, la instaba a chupar más duro, a bañarlo con su lengua.
Todo el tiempo su cuerpo dolía, rogando atención, los senos pesados y llenos de necesidad, su centro mojado y latiendo al mismo tiempo que el miembro en su boca. Le clavó las uñas en el muslo, desesperada por todo él, incluso aunque la estaba intimidando un poco, controlándole la cabeza con una dura mano en la nuca y el puño en el pelo mientras su ritmo empezaba a ser más duro y más rápido.
Lo sintió hinchándose y él se retiró inmediatamente, respirando hondo.
– Así no, cariño.
– Puedo sentir tu necesidad, la veo en tu mente -protestó ella-, quiero hacer esto para ti.
– Otro día quiero sentirte chupandome hasta secarme. -Cerró los ojos brevemente, la sensación, la imagen, en su mente de ella queriendo que culminara en su boca, desesperada por todo él, en cualquier sitio, en cualquier momento, todo él-. Pero no esta noche. Esta noche quiero estar tan profundamente dentro de ti que nunca conseguirás sacarme. Quiero marcarte como mía para siempre.
Ella estaba bastante segura de que ya lo había hecho. No podía imaginarse haciendo esas cosas que estaba haciendo con nadie más. Su cuerpo estaba todavía en llamas, cada parte de ella dolorida y necesitada.
Él le sujeto la barbilla, obligándola a encontrar su repentinamente fría mirada
– Les mataría.
– Quieres decir a mí -le corrigió ella.
Él la amaba. Ya estaba en su corazón, enterrada profundamente en su alma.
– A ti nunca. Nunca podría herirte. -Y no podía.
Ella era una de las pocas personas en el mundo, quizá la única persona, que estaba realmente a salvo, incluso si le rompía el corazón.
La puso de pie y la hizo caminar hacia atrás hasta que estuvieron detrás del sofá. La giró y una vez más la sujetó por la nuca, doblándola hacia adelante sobre el alto respaldo, bajándole la cabeza de manera que la camisa subiera sobre sus tentadoras curvas.
– Creo que esta camisa ha empezado a ser mi favorita.
No esperó. No le dio tiempo. No podía.
La penetró, dura y profundamente, a través de los calientes y resbaladizos pliegues y los tensos músculos que cedieron con reluctancia y luego le aferraron con fuerza, ondulando como seda viva. El grito de ella fue alto, resonando por la casa, pero el de Kadan fue ronco, estrangulado en la garganta, el placer desgarró su cuerpo. No podía creer cómo era desearla. La intensidad de su necesidad era tan fuerte que apenas podía mantener el control. Ella estaba tan malditamente caliente y apretada, tan sedosamente suave y resbaladiza, que tuvo que luchar para retener su clímax. Alrededor de Tansy, su control se desvanecía como el humo.
El relámpago golpeó a través de él, quemándole. Le sujetó las caderas con las manos, y la atrajo hacia él mientras se hundía adelante, necesitando enterrarse más profundamente en los oscuros recovecos de su apretado canal. Lujuria y amor giraron juntos hasta que no pudo separar el uno del otro. Las emociones surgieron a través suyo, llenando su mente y su corazón cuando apenas podía admitir los sentimientos en cualquier otro momento. Donde él era frío y oscuro, ella estaba tan caliente como el sol y lo bañaba en su luz.
Se hundió en casa otra vez y paró, sintiéndola tensarse, pulsando alrededor de él, tensa, y sujetándolo con sus sedosos músculos. Lentamente se inclinó sobre ella, incluso mientras la tiraba del pelo, haciéndole levantar la cabeza. Los labios le susurraron en el oído.
– Salvas mi jodida alma, Tansy. Todo el tiempo. -Era estúpido por su pare darle tanto de él mismo, pero no podía detenerse. Necesitaba que supiera lo que ella era para él… que podría demandar su rendición total, pero él era suyo, completamente, y se rendía totalmente a ella.
Se movió otra vez. Interminablemente lento, llevándola al límite, hasta que oyó escapar un sollozo. También el quería sollozar, su respiración irregular y el amor estrangulándole y obstruyéndole la garganta. Pero aguantó, empujándola más allá de cada límite, balanceándola en el borde de la liberación, sólo para echarse para atrás, prolongando, construyendo y viendo lo alto que podía llevarlos a los dos.
Tansy notó el sollozo en su voz mientras le imploraba la liberación. Él era implacable, enterrándose profunda y duramente, y luego justo cuando estaba segura de que no podía tomar más y encontraría la liberación, él se salía, iba más despacio, cambiaba su ritmo, todo el tiempo añadiendo presión en su punto más sensible. Las piernas se le sacudieron, y su cuerpo se estremeció con urgente necesidad, consciente de cada centímetro de su grueso miembro enterrado profundamente en ella.
– Estáte quieta.
No podía. Él no podía pensar de verdad que ella pudiera, cuando estaba al borde de un placer abrumador. Lo sostuvo justo fuera de su alcance y ella se retorció y corcoveó en un intento desesperado de empalarse ella misma.
– Todavía no. Vas a llevarme contigo y no quiero terminar esto. -Presionó besos bajando por su columna, sus manos le acariciaron los senos, el vientre, flexionándose en las caderas-. Todavía no. Quiero quedarme aquí un rato.
– Por favor, Kadan, no lo puedo soportar. -Se sentía casi loca de necesidad, su cuerpo en llamas, su interior hinchado y dolorido y desesperado por la liberación. No lo podía evitar, empujar hacia atrás, retorciendo las caderas, encontrando un ritmo frenético, apretando duramente contra él.
El aliento salió de golpe de los pulmones de Kadan. Dentro de su garganta (en su mente) sonaba salvaje, fiero, un demonio poseído. Enterró los dedos profundamente en sus caderas, manteniéndola quieta, su puño firme. Avanzó más hondo y ella gritó. Bombeó hacia delante, duro y profundo, cada empuje conduciéndole a través del nudo de nervios inflamados que la hacían estremecerse y gritar, las sensaciones le inundaban mientras su vagina se apretaba, estrangulándolo, sujetando tan fuertemente que pensó que se volvería loco de placer. Un orgasmo explosivo se desgarró a través de ella y lo llevó a él con ella, destruyendo todo el control mientras se clavaba en ella más duro y más rápido en una frenética tentativa de prolongar la onda de la marea que le destrozaba los muslos, el vientre, y se centraba en su miembro donde el cuerpo de ella continuaba tensándose alrededor de él, ordeñándole.
Se sacudió convulsivamente y luego se estremeció con placer mientras la llenaba con su caliente semen.
Permaneció detrás de ella, enterrado profundamente, los brazos envueltos alrededor de su cintura, mientras ella colgaba agotada sobre el sofá. En primer lugar él ni siquiera sabía cómo habían empezado, sólo que nunca estaría saciado. Quería pasar cada minuto despierto solo tocándola y llenándola.
Kadan descansó la cabeza en su espalda, aspirando en profundas aspiraciones.
– Sabes, para mí, eres mi mujer. Mi esposa. Cuando estés preparada, diremos las palabras y lo legalizaremos. No hay forma de que no estés destinada a mí. -Infiernos, nunca había creído en Dios; había demasiadas personas enfermas o pervertidas en el mundo, demasiado crimen, y demasiados desastres naturales para que creyera que había alguien mirando allí fuera, en el cosmos, a quien le preocupara. Pero Tansy era un milagro. Por primera vez en su vida, se le ocurría que si realmente había un ser ahí, Kadan le debía mucho a causa de Tansy, porque creía absolutamente que ella fue creada para él. Y supo que él había sido creado para ella.
– Maldita sea, mujer, incluso me tienes pensando gilipolleces espirituales. -¿Cuán patético era eso?
El cuerpo de ella tembló. Él se enderezó, permitiendo que su miembro resbalara fuera de ella, disfrutando de la onda que le recorrió el vientre, diciéndole que ella estaba teniendo deliciosas y pequeñas replicas.
– ¿Te estás riendo de mí?
Ella giró la cabeza, examinándole por encima del hombro, una pequeña sonrisa burlona en la boca.
– Un poco, sí.
– Tengo lo que podría ser una revelación y te estas riendo. -Las manos eran suaves mientras la ayudaba a enderezarse. Juntó los lados de la camisa y la abotonó.
– Y tu revelación, ¿cuál es?
– No te mereces saberlo. -Se inclinó para besarla porque no podía resistir la hermosa boca-. Tenemos trabajo que hacer. Deja de distraerme.
– Puedes colocar las piezas del juego mientras tomo un baño. Si no lo hago, voy a estar demasiado dolorida para andar.
– Me gusta esa idea.
– Eres muy malo, Kadan. -Le lanzó otra sonrisa sobre el hombro y lo dejó.
Kadan escuchó correr el agua del baño mientras se ponía unos vaqueros y andaba descalzo hasta la habitación de guerra. No la quería allí, no donde las fotografías de los muertos los rodearían. Llevó las piezas al comedor, y llevando guantes, las colocó sobre la mesa en el orden de los asesinatos en la Costa Este y luego la Oeste. Odiaba que ella tuviera que hacer esto, pero iba a asegurarse jodidamente de que no tuviera las mismas repercusiones que había tenido anteriormente.
Tansy inspeccionó el conjunto de piezas de marfil que Kadan había dispuesto sobre la mesa. Las piezas de juego estaban hermosamente talladas. Quienquiera que las hubiera hecho sabía lo que estaba haciendo. Cada figurilla estaba detallada meticulosamente. Sostuvo la palma sobre las piezas, unos centímetros por encima de la más alta, y pasó la mano sobre ellas, sintiendo las ondas de excitación y violencia incrustadas en el marfil. Respirando, hundió la mano más abajo.
La mano de Kadan se deslizó bajo su muñeca tan rápidamente que fue un borrón, los dedos rodeando los de ella y le alejó la mano antes que pudiera agarrar una de las tallas de marfil. Permaneciendo de pie detrás de ella, le sostuvo la muñeca lejos de las piezas de juego. Mientras le colocaba una posesiva mano en el hombro, su cuerpo se curvó sobre el de ella para que su calor la envolviera.
– Ponte guantes.
– Pero… -Le frunció el entrecejo sobre el hombro-. No recogeré los detalles que necesitas a menos que toque los objetos con mi piel.
La sujeción se hizo más fuerte, los dedos clavándose a través de la fina seda de la camisa, en el suave hombro y la sensible piel de la muñeca.
– Guantes. -Su voz no admitía discusión-. Mira qué impresiones consigues. Comenzaremos por ahí. Si tenemos suerte, será suficiente.
– Tú lo sabes mejor, Kadan.
Acercó un par de guantes hacia sus manos.
– ¿Los hombres de tu equipo te dicen alguna vez que eres un tirano?
Se puso los guantes en las manos y sintió que parte de la tensión abandonaba su cuerpo. Ya la había fastidiado durante una hora con la disposición y la seguridad de la casa, repasando todos y cada uno de los detalles unas cien veces, hasta que se planteó golpearlo en la cabeza con algo. Era muy concienzudo cuando estaba preguntando, no, interrogando, a alguien.
– Eres tan dramática. -Deslizó la mano bajo su brazo, tirando del guante, y luego extendiendo los dedos sobre su vientre.
El calor se extendió como si la hubiera marcado. Sintió el comienzo del familiar dolor. Él se apretó, aún más ceñido alrededor de ella, hasta que lo sintió respirando al mismo ritmo.
– Me estás distrayendo.
– Ese es el asunto. Bien… -Había una diversión inexorable en su voz-. El asunto es que quiero tocarte.
Ella era muy consciente del cuerpo abrazado muy ceñido contra el suyo. Su miembro estaba lleno y pesado, frotando contra su trasero con tan sólo el faldón de la fina camisa separándolos. ¿Cómo podía estar preparado tan rápidamente? Una parte de ella estaba inevitablemente complacida.
– Estoy trabajando. ¿Quieres conseguir esta información o no? Ya me estás poniendo en desventaja insistiendo en los guantes.
– Te estoy protegiendo. Y voy a seguir protegiéndote. Tengo la sensación de que una vez que empiezas, no puedes detenerte.
Ella frunció el ceño y se inclinó hacia delante para examinar las piezas de juego. Kadan no se movió, y el movimiento solo lo presionó mas apretado contra ella.
– Vas a tener que ir más lejos a esperar si quieres que esto funcione.
– Me quedo. Sólo sigue adelante con eso.
Tansy suspiró y se obligó a concentrarse. Kadan había separado las piezas de juego en dos grupos. El primero eran las figuras dejadas atrás en cada escena de crimen en la Costa Este. El semental, la rana, la serpiente y el cuchillo. Había dos sementales.
– ¿Fue el semental el del primer asesinato?
Asintió con la cabeza.
– Entonces tienen una secuencia. Como tarjetas o un juego de mesa, tienen un orden y, cada jugador su turno. Si los alineas en el orden en que los encontraste, la rana cometería el próximo asesinato.
– Es cierto. -Su aliento le abanicó la mejilla, le movió los mechones de pelo que caían alrededor de la cara. Sus labios le susurraron sobre la nuca.
– Kadan. De verdad. No puedo hacer esto.
– Sí, puedes. Pero vas a saber dónde estás y con quién estás. No vas a ser empujada por ese largo túnel dentro de una pesadilla. Estaré justo aquí, real y sólido, y nada va a apartarte de mí.
Ella sacudió la cabeza.
– Estás tan loco. Bien. Lo intentaré.
Tenía que admitir para sí misma que tenía un poco de miedo. Había tantas piezas de juego, y la energía era fuerte, irradiando hasta la palma de su mano incluso a través del material del guante mientras pasaba la mano sobre ellas. De algún modo, estaba agradecida por la distracción del duro cuerpo de Kadan y sus suaves manos. Sabía que una vez que empezara a recoger impresiones, desaparecerían las sensaciones que tenía ahora, la excitación que hacía que sus pezones se endurecieran y tensaba sus muslos, el tacto de sus manos deslizándose bajo el faldón de la camisa y moldeando su trasero, los dedos resbalando delicadamente mientras él le acariciaba la piel posesivamente.
Quería permanecer así para siempre, sintiéndose una parte de él. Compartiendo su mente y el placer que él conseguía solo tocándola. Él adoraba sencillamente ser capaz de deslizar los dedos sobre ella, deslizar una mano dentro de su camisa y acunar el peso del seno, con el pulgar acariciando el pezón. La intensidad de su placer simplemente al acariciarle la piel era sorprendente para ella y no quería volver al mundo real, donde nadie jamás ponía una mano sobre ella y nunca se atrevía a tener contacto tangible.
No voy a ir a ninguna parte.
Él no podía prometer eso. Ella miró las figurillas de marfil. Si las tocaba, y no podía controlar lo que sucediera, si las voces se hundían en su cabeza, si quedaban atrapadas en su mente, él no tendría otra elección que abandonarla.
Kadan juró y envolvió los brazos alrededor de ella, enterrando la cara en su hombro.
– No tienes que hacer esto.
– Sí, tengo que hacerlo. No podemos permitir que sigan asesinando personas, Kadan. Se han aficionado a ello y no se detendrán. -Las lágrimas ardían detrás de sus ojos. Generalmente había un asesino, una mente depravada que estaba forzada a compartir. Esta vez había ocho y eran psíquicos, exactamente como ella.
Los labios de Kadan se deslizaron sobre su oído.
– Mi mente comparte la tuya. Si estás decidida a pasar por esto, entonces sabes que a dondequiera que esto te lleve, no estarás sola, Tansy. Soy fuerte. Encontraré tu mente y te traeré de vuelta.
– La última vez me rompí en un millón de pedazos.
– Encontraré cada uno de ellos.
Eso era resolución, aquella determinación absoluta, que le aseguraba que él quería decir lo que había dicho. No la abandonaría sin importar lo malo que fuera. Estaba en su naturaleza estar completamente enfocado y ser implacable. No se echaría atrás ni se daría la vuelta. Su fuerza de voluntad le daba fuerzas. Tansy puso los dedos alrededor de la rana, levantándola de la mesa.
La sacudida fue fuerte. La habitación se movió bajo sus pies mientras la energía se impulsaba hacia ella con ávidas garras. No había esperado que Rana [3] fuera tan fuerte. Ya se había formado una opinión de que era uno de los miembros menores del equipo, pero su energía psíquica era intensa. Sintió el familiar vertido resbaladizo de aceite en su mente, un fango que señalaba perversa enfermedad. Él buscaba poder. Siempre poder. Quería atención. Deseaba que su fuerza fuera conocida cuando nadie le veía. Siempre era sobrepasado por todos. Sus comandantes se creían superiores, pero no eran nada para él… nada.
Cada semana eliminaba personas en su mundo. Ellos no tenían la menor idea de que él tuviera sus vidas en la palma de la mano. Disfrutaba de esa sensación, decidiendo vida o muerte por su mano. ¿A quién escogería para dejarle vivir? Quería que lo supieran, pero sólo los que morían lo sabían, al final, mirándole a los ojos mientras los hundía. Mírame. Ahogando, ahogando. Mírame.
¡Tansy! La voz de Kadan era aguda, llena de amenaza, ordenando.
Ella no se atrevió a desobedecer. Los dedos de él le obligaron a abrir la mano. No se había dado cuenta de que estaba sollozando o que los murmullos habían crecido fuerte en su mente. Las lágrimas se derramaban por su cara. Los gritos eran enérgicos ahora, las víctimas gritaban mientras el agua se derramaba en sus pulmones y él estaba de pie, manteniéndoles abajo, obligándoles a mirar su burlona y exultante cara.
Adórame. Soy un dios. Te condeno a muerte. Mírame. Maldito seas, mírame. Estarás conmigo y siempre me verás.
Kadan la sacudió.
– Mírame. Mírame, ahora.
Los aturdidos ojos, brillando con un violeta opaco, saltaron hacia él. Kadan la alejó de la mesa, al centro de la habitación. Podía sentir el espeso aceite que le nublaba la mente, oía los gritos y los susurros amenazando con apresarla. Se negó a permitirle desviar su mirada de él. Deliberadamente llenó su mente con emoción, calidez y ternura, con sus gentiles manos.
– ¿Estás conmigo, pequeña?
Ella se humedeció sus secos labios, parpadeando rápidamente. Él podía sentir su mente conectándose a la suya.
– Estoy bien. Él era más fuerte de lo que esperaba. -Tembló otra vez, tratando de ahogar el sonido de aquella voz. Afortunadamente, la firme y aterciopelada voz de Kadan, aunque baja, estaba sobre las otras. Kadan había establecido su dominación, y su poder y control sobre ella eran absolutos. Su voz tomó posesión de su mente. Estamos juntos, cariño, una mente, una piel. Ellos no te pueden tocar.
Su voz era una caricia, deslizándose sobre ella, en ella, así que se aferró a la sensación de él como si fuera un salvavidas.
– Estoy bien. Estoy bien. -No era enteramente verdad; retenía el fango, pero era más fácil romper con las voces.
– Dime lo que has visto.
Respiró profundamente, estremeciéndose.
– Cuerpos en el agua. Por lo menos seis, quizá más; no pude obligarme a mirar. Los arrastra hacia abajo y los ahoga. Le gusta mirar sus ojos. -Frunció el ceño-. No necesita equipo de buceo, puede contener la respiración un tiempo realmente largo, o quizá ni siquiera necesita hacerlo. Respira bajo el agua… ¿eso es posible? ¿Puede uno de los Caminantes Fantasmas respirar realmente bajo el agua? Ha matado muchas veces. Pero sus asesinatos dentro del juego no eran satisfactorios para él. Algo falló. Quiere otro turno.
Ella estaba respirando con dificultad… con mucha dificultad. Él podía sentir ya el dolor de cabeza golpeándola, perforándole el cráneo como un punzón para el hielo. Saboreó la sangre en su propia boca y supo que ella sangraba. El vientre se le revolvió en respuesta a su dolor. Detestaba hacerle esto… y tenían al menos seis piezas más para repasar.
Kadan dio un paso para acercarla a sus brazos, pero ella sacudió la cabeza, alejándolo para así poder terminar. Parecía frágil, balanceándose, la piel pálida y bordeada con diminutas gotas de sudor, aunque tenía erizada la piel de sus brazos y seguía tiritando.
– Es pequeño e insignificante, apenas capaz de cumplir los requisitos del ejército. Todos lo subestiman y eso le enfurece. Quiere que las mujeres le perciban, pero realmente no puede desenvolverse bien porque profundamente en su interior es inseguro. Se relaciona mejor cuando se siente sanguinario. Sus amigos le toman constantemente el pelo. Es el blanco de algunas bromas muy desagradables, pero después de que supera su furia, se convence de que es la manera de mostrarle cariño.
– ¿Y este asesinato en particular? -Kadan comenzó a frotarle los hombros. No quería compartir su mente mientras palpitaba de dolor, y tenía que ignorar su sufrimiento para que soltara el resto. Quería pararla, sostenerla, limpiar su mente. Se sentía como un bastardo, retorciendo el cuchillo más profundamente, buscando más para ayudarlo a descubrir a los asesinos.
Ella sacudió la cabeza inflexiblemente.
– Estaba tan enfurecido, suficientemente enfadado para que por un momento pensara en matar… -Frunció el entrecejo, presionando las yemas de los dedos en sus ojos-. ¿Quién? Alguien más, alguien que se suponía que era imparcial, justo. ¿Cómo puede tener éxito en esta clase de asesinato?
Ella cerró los ojos, inspiró, y se permitió hundirse en el fango. No era tan espeso ni tan sangriento, pero la sensación de Rana era fuerte. No le gustaba matar de esta manera. Los tipos eran unos bastardos, ayudándole a planear pero riéndose a su espalda. Sabía que se estaban riendo. Demonios. No quería un par de memos de instituto. Al menos podían darle atletas. Habría deseado cortar unas pocas partes de sus cuerpos mientras le miraban. Malditos matones empujándole simplemente porque podían. Ahora iba a tener que eliminar a un par de escuálidos pazguatos que habían sido intimidados toda la vida. El bastardo de los papeles probablemente amañó el juego… hizo una de sus interminables evaluaciones psíquicas y vio que esto le pondría enfermo.
Las voces de los jóvenes se convirtieron en gemidos. Suplicando. Rogando.
Lo siento, hombre, es sólo un juego, sabes. Tengo que hacerlo por mi equipo, pero cuando se acabe, encontraré al estúpido de los papeles y le miraré morir por vosotros. Él os eligió, no yo.
Las súplicas subieron en crescendo. Ella podía ver sus ojos. Tan jóvenes. Tan asustados. Nunca habían estado con una chica e iban a morir. Rana siguió hablando con ellos, aplacando su culpabilidad a costa de sus dos víctimas. Quería que comprendieran que él no tenía elección. Era todo parte de la hermandad. Necesitaba el perdón.
Chillando de terror como niñas. Las lágrimas dejaban surcos en sus caras infantiles. No podían tener más de quince años. Dos chicos jóvenes empezando la vida. Mamá. Papá. Os quiero. Lo siento.
¿De qué tenían que estar arrepentidos? Solo de que un asesino los hubiera atrapado y estuviera a punto de terminar con sus vidas. Nada más. Ellos no habían vivido lo suficiente ni se habían metido en suficientes líos. Dos chicos que eran inteligentes y les gustaban los artilugios.
Su cuerpo entero se estremeció, los músculos bloqueándose. Sólo eran niños, y Rana iba a matarlos y luego a descuartizarlos minuciosamente. Al menos fue lo suficientemente misericordioso para matarlos de un solo disparo en la cabeza, cerciorándose de que no sufrieran. Y luego comenzó a cortarlos en trozos. Treinta cada uno.
Permanece fría, cariño. Estoy aquí contigo. Siénteme. Mírame a los ojos. Sólo estás lejos en tu cabeza, pero si te estiras hacia mí, ellos no pueden tomarte. Soy tu ancla.
¿Por qué treinta? ¿Cuál es el significado de treinta? El número tenía que significar algo. Significaba algo para Rana. ¿Una señal, un mensaje, pero para quién?
Kadan le deslizó las manos desde los hombros a las muñecas, sosteniéndola apretada, necesitando el contacto más que ella. Su mente le asombraba, catalogando los datos, trabajando rápidamente, desechando teorías. Nunca había visto nada como eso. Sin embargo llevaba su carga.
Mantén la barrera en su lugar.
No era una segunda naturaleza para ella, sostener el muro para mantener una separación. Por regla general se fusionaba totalmente con el asesino y las víctimas. Quizá los detalles estuvieran un poco borrosos, pero por lo que a Kadan concernía, estaba absorbiendo suficiente a través de los guantes para destruir su mente.
– ¿Qué es significativo, Tansy? -murmuró para sí misma-. Treinta piezas de plata es todo en lo que puedo pensar. Qué tendría eso que ver con… -su voz se fue apagando, los ojos se le abrieron de par en par. La sangre se deslizó de la nariz.
Arráncate, interrúmpelo completamente.
Ella tragó. Parpadeó. Los ojos opacos miraron a los suyos. La sangre le goteaba de la boca y un oído.
Los dedos de Kadan se tensaron en sus muñecas y la arrastró al refugio de su cuerpo, empujando su mente en la de ella, dominante. Controlando. Escúchame, Tansy. Termina Estaba preparado para utilizar cualquier cosa para que volviera. Sexo. Una paliza. Infiernos, no importaba. Nada importaba excepto separarla de aquellos susurros que la llamaban, atrayéndola, violando su mente, llenándola completamente del fango grasiento y demasiada sangre, de manera que se estaba ahogando en ella.
La mano de él fue a su nuca, los pulgares bajo la mandíbula, levantándole la cabeza a la fuerza. Tomó su boca brutalmente. Desesperadamente. Su mente vibraba con pensamientos sexuales, con visiones eróticas, con la necesidad, el hambre y con tal anhelo por el sabor y la textura de ella que él temblaba.
La boca de Tansy se movió contra la suya, y él sintió la primera ráfaga de conciencia real, su mente reconociendo la de él mientras el fango retrocedía, dejándola libre y temblando pero intacta. La sostuvo cerca, enterrando la cara en el hueco de su hombro, sacudido más allá de cualquier cosa que pudiera recordar desde que fue aquél chico de ocho años solo, asustado y cubierto de sangre.
Maldita sea, cariño. Sólo maldita sea. Él tomó una profunda y estremecida aspiración, los brazos bloqueándole la cabeza contra su pecho como si no quisiera soltarla jamás.
– Estoy bien. Estoy contigo. -Su voz era leve y apagada. Desfallecida. Como si estuviera tensada más allá de su resistencia.
– No voy a sobrevivir a esto -dijo él-. No voy a lograrlo. Tenemos que hacerlo mejor o has terminado. -Le alzó la cara hacia la suya, paseando la mirada por ella, amenazadora, ribeteada de helada resolución-. Has terminado, Tansy.
– Treinta piezas de plata. Traición. Esto es inmenso. Valió la pena.
– Que se joda. No valió la pena. Nunca la valdrá. Mírate. Estos son repugnantes salvajes y están violando tu mente. Te comen viva. ¿Crees que no puedo sentir lo que están haciendo dentro de tu cabeza? -Le enjugó la sangre de la cara-. Como pedazos de cristal hundiéndose en el interior de tu mente, destrozando tu naturaleza. Dejando cicatrices. Y en cada una de esas cicatrices, imágenes, voces… los asesinos enfermos y pervertidos que jamás te dejarán sola. Has terminado.
Ella trazó los rudos ángulos y formas de su cara con las puntas de los dedos.
– Shh. Estás tan trastornado, Kadan. Estoy bien. -La yema del dedo le acarició la profunda cicatriz.
– No estoy trastornado. -Le atrapó las muñecas, llevándose sus manos hacia la boca y besándole las palmas-. No estoy molesto. Solo acabo de comprobar que esto no es bueno y no voy a permitir que lo hagas otra vez.
Él estaba temblando. No parecía saberlo, pero ella le había sacudido. Ella no podía recordar a nadie mirándola jamás con esa necesidad absoluta y cruda, temor y posesión reflejados en su cara. La manifestación de las emociones de él se envolvieron alrededor de su corazón como nada más podría haberlo hecho, porque él era, generalmente, bastante distante y frío. Sintió la separación, la desconexión en la mente de él de todo a su alrededor… excepto de ella. Era a la vez atemorizante y estimulante saber que podía sacudirlo tanto.
– El mismo hombre talló el semental y la rana. Creo que las talló todas. No puedo estar segura, pero lo sabré una vez que toque las otras piezas. Si lo hizo, y no es uno de los jugadores, sabremos que está desarrollando el juego. Tengo un trasfondo…
La mano de Kadan le sujetó el pelo en un puño, arrastrándola hacia él, su boca tomando la suya duramente. Tragó sus palabras y su aliento, directamente de ella, deseándola, necesitándola, enteramente con él. Ellos no la podrían tener. No los asesinos. No las víctimas. No Whitney. No sus jodidos padres, que estaban conectados con Whitney. Ninguno de ellos. Ella era suya, y la protegería con todo lo que él era, hasta el último pedazo de entrenamiento que tenía, cada instinto guerrero, y con una resolución helada que lo llevaría a través del fuego, de la sangre y la muerte por ella.
Tansy le permitió tener su boca, sin luchar contra su enorme fuerza física o mental. Él no se daba cuenta de la dependencia que tenía en su mente o con su cuerpo, o de la posesión salvaje de la boca. Incluso el puño en su pelo retorcía los mechones hasta que hubo un ardiente escozor. La combinación de dolor y placer cerró la puerta con fuerza a las voces, dejando sólo a Kadan en su mente. Kadan con su boca sensual y exigente y su voluntad de hierro.
La besó hasta su completa entrega, su rendición absoluta, reconocida. Su boca se suavizó, empezando a ser tierna, hasta que los besos fueron lentos y tranquilos, hasta que su aliento fue el de ella y su cuerpo se amoldó al de él. Las manos se deslizaron bajo el delgado tejido de su camisa, deslizándose por la espalda, hacia el pliegue en la cintura y las caderas para curvarse sobre las nalgas.
– Me temo que voy a enamorarme de ti -susurró ella cuando él levantó la cabeza.
Él besó ambos párpados, deslizó más besos por su cara hacia a la comisura de sus labios.
– ¿Sería tan malo amarme?
¿Había una trampa en su voz? Se le ocurrió que él no tenía familia. Se había mantenido apartado de todos. Ella le sonrió, una sonrisa lenta y soñadora que lo decía todo. No podía articular las palabras en voz alta, pero estaban en su mente. Tomándole el pelo. Acariciándolo. Tienes tendencia a ser un tirano. ¿Puedes imaginarte si supieras que te amo como una loca enamorada?
Ella no podía pronunciar las palabras, porque estaba bien en ese modo de sentirse acerca de él. En la medida del tiempo, apenas le conocía, pero con sus mentes deslizándose dentro y fuera el uno del otro, era difícil resistirslo. Resistirse a su necesidad compulsiva y a su personalidad magnética. A veces, como ahora, se sentía fascinada, hipnotizada por él, simplemente por la manera en que la miraba. O quizá era tan sencillo como que ya no estaba sola y jamás se sentiría sola con él cerca de ella.
– Prefiero que te enamores locamente de mí -dijo él sinceramente.
Tansy se echó a reír.
<a l:href="#_ftnref3">[3]</a> Nombre propio con el que desiganarán al asesino cuya figura en el juego es la rana.