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Capítulo 18

Tansy despertó entre los brazos de Kadan. La rodeaba tan estrechamente que no estaba segura dónde acababa él y donde empezaba ella. Estaba literalmente tumbado sobre ella. Un muslo aprisionado entre sus piernas dobladas, el brazo alrededor de su cintura y la mano sobre sus senos. Notó que incluso en sueños él parecía proteger su costado herido, cuidadoso de que nada rozara contra la herida. Hasta la sábana estaba levantada con almohadas. Había pensado en todo para que estuviera cómoda.

No recordaba haberse dormido. Había sentido tanta presión en la cabeza, el dolor lacerándola. No podía soportar la luz ni el ruido. De algún modo se había dormido, y no habían existido sueños casi por primera vez en su vida. Rara vez dormía de noche, y ahora tenía miedo de que el Titiritero la pudiera encontrar en sueños. Había tenido miedo de cerrar los ojos, incluso cuando el alba se estuvo filtrando a través de la ventana; se sentía bien y obviamente durmió con Kadan envolviéndola en actitud protectora.

Cambió su cuerpo de posición experimentalmente. Instantáneamente la mano de él le apretó un seno, el pulgar acariciándole el pezón.

– No te muevas.

Su voz era una mezcla de sexo ardiente y terciopelo negro. Su aliento era cálido sobre el hombro y sintió su boca rozándole la espalda.

Bien, en realidad ella no quería moverse. Adoraba estar entre sus brazos, sintiéndose decadente y perezosa, amando su cuerpo desnudo abrazado tan fuerte contra el de él. Cada golpe del pulgar enviaba olas de excitación desde los senos hasta los muslos. Era una maravillosa forma de despertar.

– ¿Dónde están los otros?

Él lamió la tibia piel, arañándole el cuello con los dientes, tomándose el tiempo justo para mordisquearla, con ojos entreabiertos mientras absorbía su tacto.

– ¿Importa?

– No.

La respuesta salió un poco jadeante. Sus caderas se mecían contra ella, frotando la dura longitud de su pene por la curva de su trasero. La sensación era deliciosa.

– Volvieron a casa con sus mujeres. La esposa de Gator está investigando, y él quiere ver lo que nos ha encontrado. Regresarán pronto. Pensé que sería mejor para nosotros estar solos mientras manipulas las otras piezas del puzzle. Me di cuenta de que te hacía sentir incómoda que te vieran después de la sesión, a pesar de que Nico fue una inmensa ayuda, y le he pedido que se asegure de volver esta tarde.

Sus manos se movieron, acunando y acariciándole los senos un poco más agresivamente, tirando de sus pezones, haciéndolos girar entre su pulgar e índice hasta que estuvo tensa y dolorida por él.

Ella cerró los ojos, arqueándose hacia él.

– Gracias por ser tan comprensivo. No puedo evitar sentirme vulnerable después, y es duro que alguien me vea así. La mitad de las veces no sé lo que pasa a mí alrededor. Y siempre tengo miedo de acabar fragmentada y que me ingresen de nuevo.

– No te pasará. Siempre te cuidaré.

Le sonrió, sintiéndose dolida por dentro, queriendo creer que siempre estaría con ella.

– Quédate quieta, pequeña. -Se inclinó sobre ella hasta quedar cara a cara a su lado, manteniendo su cadera herida a salvo de roces.

Ella adoraba su cara, los ángulos duros y planos, la fuerte mandíbula con la oscura sombra, la boca sensual y su recta nariz. Sobre todo sus ojos azul oscuro, casi negros. Él apretó el abrazo sobre su cintura y la acercó más, colocándose de manera en que tuviera acceso fácil a sus senos.

– Amo lo cálida y suave que eres -murmuró, trazando con un dedo la forma de los labios, bajando por la barbilla hacia valle entre los senos-. Adoro pensar en comerte de desayuno.

Su matriz se apretó. El cálido líquido surgió. Adoraba la forma en que él la amaba. Su atención era siempre intensa y total. Centrada en ella. Podía hacerla humedecerse simplemente mirándola.

La lengua jugueteó con su pezón, lamiendo primero como si ella fuera un helado, golpecitos más duros después, antes de que su boca se acomodara, caliente y glotona, chupando con fuerza. No pudo evitar el desgarrado gemido que se le escapó, ni la manera en que su cuerpo empujó involuntariamente más profundo en el calor de su boca. Él alternaba entre lametones calientes, pequeñas mordeduras, y chupadas, para que su cuerpo se mantuviera en espirales más y más tensas y jadeara buscando aliento.

Lo sostuvo, acunándole la cabeza, acariciándole el pelo, tirando a veces cuando un mordisco enviaba fuego crepitando por su sangre. Ella observó su cara, esas increíbles pestañas, la concentración, la oscura lujuria emergente, casi atemorizante en su intensidad. Amaba eso en él… la manera que la anhelaba, la manera en que necesitaba que ella se le entregara por completo. Él la hacía sentirse hermosa, atractiva y muy deseada. Al mismo tiempo estaba tan desesperada por su boca, sus manos y su cuerpo. La combinación de emociones era increíblemente sensual.

Kadan colmó de atenciones sus senos, provocando y acariciando, usando su lengua como un arma sensual, con sus eróticos dientes y sus mágicas manos. Bajó besando la curva de su pecho, lamiendo la cara inferior y arrastrando más besos por sus costillas.

– Eres tan suave y cálida, Tansy. Adoro la manera que tu cuerpo me responde. -Su mano iba muy por delante de su boca, bajando por su suave cuerpo hasta la unión entre sus piernas, comprobando su humedad, su deseo por él.

Kadan quería tomarse su tiempo y darse un festín, una relajada exploración de sombras y huecos, encontrando cada dulce lugar oculto, cada desencadenante. Deseaba un mapa íntimo que pudiera utilizar para darle placer. Y lo quería por sí mismo. Esta absoluta entrega a él, su cuerpo abierto a cada cosa que él deseara hacerle, su darse a él sin ninguna reserva. Ella confiaba en él; si era por instinto o por la conexión entre sus mentes, no lo sabía, no le importaba… él sólo sabía que ella se ponía enteramente en sus manos y le daba su cuerpo.

Se movió sobre ella, abarcando cada centímetro de ella con sus manos y lengua, probando y provocando, haciendo bailar sus dedos a través de su cuerpo hasta que ella lo ecompensaba con estremecimientos de placer y suaves gemidos que no podía reprimir. No deseaba que fuera silenciosa. Necesitaba oír cada sonido, ver y sentir cada respuesta. Le arañó otra vez el pezón con los dientes y ella se ahogó dejando salir un grito estrangulado. La lengua chasqueó y se curvó alrededor del pico y entonces lo introdujo en la ardiente profundidad de su boca. Cada duro toque de su lengua enviaba sensaciones que la atravesaban, llegando rápidamente a su matriz, donde su mano yacía sobre su bajo vientre y él podía sentir el calor y las contracciones de los músculos, mientras su mente compartía cada placer.

Lamió de nuevo su camino por la cresta de su pecho, bajó por el valle, y saboreó la canela. Un absoluto placer lo elevó por las nubes. Tenía que haber alguna clase de afrodisíaco en la loción que usaba sobre su satinada piel. Suya, toda suya. Hasta el último centímetro. Ella se arqueó contra su boca, profundizando más. Él desplazó su mano hacia abajo, sobre su húmedo montículo, deslizando el pulgar en el resbaladizo calor, encontrando su duro brote y raspando sobre él con las cerdas de las almohadillas de sus dedos. La respiración de ella salía en pequeños gemidos entrecortados y quejumbrosos, y sus caderas se retorcían y ondulaban necesitadas.

Él no iba a permitir que las llamas que lamían su piel o el incendio descontrolado que abrasaba su eje lo apresurara. Quería llevarla al frenesí. Deseaba dulce de canela para desayunar. Su olor lo llamaba, y cada nervio, cada célula respondió. Le separó los muslos, y levantó la mirada hacia ella. Tenía un aspecto tan sensual, con el rostro sonrojado, los ojos brillando con un hambre caliente y desesperada. Bajó la cabeza.

Su lengua la azotó, enviando relámpagos candentes que atravesaron su cuerpo, amenazando con consumirla.

Tansy casi saltó de la cama, pero sus brazos la apresaron y continuó su goloso banquete. Los dientes raspaban y tiraban, la lengua provocaba y probaba, y entonces se sumaron sus dedos.

Ella gritó, incapaz de parar el pulsante placer palpitando que la atravesaba. Relámpagos zumbaban desde los pechos a la matriz, rociando más dulce de canela en la malvada boca. Él la levantó, sumiéndola en una apretada espiral de desesperada necesidad, hasta que sólo hubo calor, fuego y el éxtasis pecador de su lengua y dientes.

Apretó más contra su duro y doliente brote y las sensaciones se elevaron; las llamas destellaban como una tormenta de fuego, y ella perdió el aliento y la mayor parte de su mente.

– Adoro el sabor que tienes -murmuró, lamiéndola ávidamente.

Sus dedos se hundieron y curvaron, presionando profundamente y acariciando, llevándola a la locura, empujándola por el borde del precipicio, pero nunca lo suficiente para que lo sobrepasara. Ella oscilaba ahí, buscando el orgasmo, pero él se negaba a dárselo, alargando el placer en un tortuoso tormento hasta que se estremeciera y gimiera y se escuchara ella misma rogando alivio.

– ¿Qué es lo que quieres de mí? -él expelía fuego en su temblorosa matriz.

– Por favor, Kadan… por favor. -Todo lo que podía hacer era retorcerse bajo su pícara boca.

– ¿Es esto lo qué quieres cariño? -Recompensó su entrecortada súplica. Los dedos empujaron más profundamente, directo entre los prietos pliegues.

Ella podía sentir el desesperado apretón de sus músculos. Y entonces la boca de él estaba sobre su tenso y duro brote, ya inflamado por la necesidad, y él se amamantó mientras los dedos empujaban profundamente. Utilizó las cerdas aterciopeladas de las almohadillas de sus dedos despiadadamente, retorciéndolos contra sus inflamadas y sensibles terminaciones nerviosas, y ella gritó, su cuerpo retorciéndose en un brutal espasmo, rociando de nuevo dulce de canela en su receptiva boca.

Él le besó la cara interna de los muslos y el estómago, después se inclinó para lamer la ofrenda que todavía se derramaba alrededor de su ondulante vagina, antes de ponerse sobre sus rodillas y presionar la ancha y acampanada cabeza de su eje en la caliente y resbaladiza entrada.

– Con cuidado, cariño -susurró cuando ella se arqueó hacia él, tratando de empalarse en su anchura-. Estás tan jodidamente apretada. Deja que tu cuerpo acepte al mío. -Empujó su miembro a través de sus suaves pliegues mientras los músculos lo agarraban y estrechaban, casi ordeñándolo después.

– Necesito… -Ella no podía dejar nada fuera. Solo necesitaba desesperadamente ser llenada.

– Sé lo que necesitas..

Él penetró más y más profundamente en sus pliegues, hasta que quedó completamente enterrado y sus tensas pelotas golpearon contra sus nalgas. La sensación sólo añadió más llamas, más calor ardiente, abrasándolos. Él le cubrió el cuerpo, extendiéndose, deseando cada centímetro de su piel contra la de él. Sus labios le encontraron la garganta, las manos los senos, los dedos se deslizaron de manera posesiva mientras lamía su pulso y mordisqueaba el recorrido hasta su boca.

Meció las caderas suavemente presionando dentro, la gruesa longitud rozando a lo largo de sus hinchados y estirados músculos, enviando más relámpagos bajando por sus muslos y subiendo por su vientre hasta sus pechos. Los dedos pellizcaron y estiraron sus pezones de forma tal que el relámpago zigzagueaba y se disparaba de vuelta a su prieta y resbaladiza vagina. Ella se estremeció debajo de él. Y entonces llenó su mente, inundándola con todo él.

Ella pulsó a su alrededor, relajando un poco el cuerpo mientras sus músculos se acostumbraban a la estirada y ardiente sensación de su penetración. Él dio una larga y lenta estocada, echándose hacia atrás e introduciéndose por los ceñidos pliegues. Instantáneamente la electricidad crepitó y la atravesó mientras su eje rozaba contra su hinchada carne. Ella se aferró a sus antebrazos mientras él se alzaba sobre ella, manteniendo ése lento, constante y tortuoso ritmo que la llevaba directamente al límite de nuevo, pero evitando que cayera.

Kadan bajó la mirada a su cara, a sus ojos. Era suya. Estaba ahí en las profundidades de su mirada. Aquel incondicional regalo de su cuerpo para él. Más que su cuerpo. Cada lenta estocada de su pene, conducida a través del completo dominio que sus músculos tenían sobre él, enviaba olas de placer meciéndose a través de él, pero era mucho más. Cuándo ella lo tocaba, cuando estaba con él así, el frío de su alma desaparecía completamente. Ella le traía calor y fuego y fundía el hielo, o por lo menos empujaba el monstruo que había en él tan lejos que no lo podía encontrar. Ella le daba su calidez, su calor, de manera que ardían juntos. De manera que se sentía vivo.

Di que me amas. Dilo en voz alta. Mantuvo el mismo ritmo torturante, mientras el cuerpo de ella se retorcía bajo el suyo y sus caderas se sacudían hacia arriba, desesperada por el alivio. Dilo, Tansy.

Las manos de ella capturaron su cara. Su mirada se fijó en la de él.

– Te quiero. Cada parte de ti. ¿No puedes sentirlo cuándo me entrego a ti? Siénteme, la manera en que te necesito.

Ella movió su cuerpo en pequeños círculos, apretando los músculos, para que los sintiera como puños de terciopelo masajeando y amasando su sensible eje, succionándolo como una boca apretada, más caliente que el infierno e igualmente pecadora. Él oyó su propio gemido ronco mezclado con el gemido lloriqueante de ella, y abandonó toda pretensión de control. Empujó, dura y profundamente, una y otra vez, las caderas en una frenética búsqueda del éxtasis, corriendo hacia él. Sentía la cabeza como si fuera a estallar, su sangre hervía, sus pelotas se pusieron tensas y duras, y continuó clavándose dentro de ella.

Se introdujo más profundo y duro, una y otra vez, porque ella lo amaba y, que Dios lo ayudara, necesitaba ese amor… estaba desesperado por él, desesperado por mostrarle a ella cómo se sentía a cambio. La sentía ceñida a su alrededor, y la sujetó más fuerte, manteniéndola indefensa, sujeta bajo él mientras se impulsaba en ella una y otra vez. Ella estaba con la boca completamente abierta y los ojos opacos. Gritó y su cuerpo pulsó y onduló, arrebatándole su semilla, absorbiendo tan fuertemente la sensación que bajó por su columna vertebral y casi le estalló el cráneo. Ella lo secó, tomando cada cálido pulso de su cuerpo y ordeñándolo más. Su cuerpo se estremeció una y otra vez al ritmo de las poderosas sacudidas de él. Su matriz se onduló y convulsionó alrededor de él, perdiendo fuerza gradualmente y después apagándose mientras yacían juntos, jadeando.

Kadan se desplomó sobre su suave cuerpo, luchando por respirar. Le acarició la garganta con la nariz mientras rodaba a un lado, con un brazo todavía apretado alrededor de ella. Nunca antes se había corrido así en su vida. Nunca había sentido esa oleada de amor y emoción atándole tan tirante, con lujuria y desesperada necesidad. Jamás se había imaginado que podría sentirse así, y una parte de él no confiaba en tan buena fortuna. Ella le había dicho que lo amaba, pero él estaba en su mente, y había algo que estaba mal, que lo zarandeó.

La besó de nuevo, deseando estar completo, queriendo que las dudas se fueran, y no seguro de cómo conseguirlo cuando no encontrara la forma a través del sexo

– Cuando pueda caminar, voy a darme una larga y caliente ducha -anunció ella.

Él inclinó la cabeza a su pecho, metiendo el suave montículo en su boca. Succionó por un momento y mordisqueó, necesitando dejar su marca. Ella jadeó, un pequeño y suave grito de protesta, arqueó su cuerpo para acercarse más a él, pero no lo detuvo, al contrario, sus manos le acariciaron el pelo mientras lo sostenía contra ella como si supiera lo que él estaba haciendo.

Parándose en la puerta del salón, Kadan observó a Tansy con ojos entrecerrados. Estaba acurrucada en el sofá con las piernas dobladas y el largo cabello deslizándose alrededor de su cuerpo, igual que la seda. Como de costumbre, ella no se había molestado en arreglarse y estaba descalza. Llevaba su camisa de cuello de botones y podía ver el borde de los senos y los pezones más oscuros a través del delgado material. Había algo muy satisfactorio en verla con una camisa suya y saber que llevaba poco bajo ella, salvo su marca.

Si cruzara la habitación y la tomara en el suelo, tenía la sensación de que estaría más que dispuesta aunque estaba agotada. Ella daba sorbos a su té y hojeaba una revista, pero sus ojos, cuando los levantó hacia él, eran más violetas que azules, y sospechó que su mente no estaba con él… o en el suelo. Su cerebro estaba juntando las piezas del puzzle. O quizá estaba con él y él estaba perdiéndose.

– ¿Estás bien, cariño? Acabé siendo un poco más brusco de lo que pretendía. -Se frotó la ensombrecida mandíbula y supo que los muslos de ella estaban arañados. La necesitaba de vuelta con él; todavía no estaba dispuesto a dejarla ir por ese peligroso sendero otra vez. Ni quería que ella pensara que se merecía algo mejor que estar con un hombre que no había hecho nada que no fuera traer caos a su vida.

– Estoy mejor que bien. -Le sonrió, pero había algo triste en sus ojos y la sonrisa fue melancólica.

Su corazón dio un anormal salto en su pecho, y en el fondo, todo se inmovilizó. Incluso la forma en que ella sorbía el té le resultaba atractiva, y aún así parecía estar tan lejos, como si se estuviera distanciando de sí misma. La única cosa que no podía tener con ella, la única cosa con la que nunca sería capaz de vivir… era la distancia.

Él apoyó una cadera contra la pared, sus ojos nunca abandonaron su cara.

– No puedo recordar haber tenido jamás un hogar. Nunca esperé tener mi propia mujer ni vivir en una casa con ella. -Cruzó los brazos sobre el pecho y la observó sin parpadear, utilizando su fría y felina mirada-. Cuando esto acabe, ¿te casarás conmigo?

Él obtuvo toda su atención ahora. Ella parpadeó rápidamente y separó los labios ligeramente. Tuvo el impulso de besarla, pero permaneció donde estaba, sin apartar nunca los ojos de su cara.

– Ya me hiciste ésa pregunta y dije que sí.

– No, yo te dije que íbamos a casarnos. Te intimidé hasta que me dijiste lo que quise oír. Quiero saber si realmente vas a casarte conmigo.

Se tocó el labio inferior con la lengua, el mohín que a menudo se encontraba mirando fijamente. Ella se quedó en silencio, un poco en estado de shock, y aunque supiera que no debía, él tocó su mente, necesitando saber lo que ella estaba pensando.

Ella había estado en un hospital muchos meses tras una crisis. Podía pasar de nuevo. ¿Qué tipo de genes les pasaría a sus hijos… a los de ambos? ¿Podría él tan siquiera tener hijos con ella? Y su padre, ¿qué pasaba con él? Tenía que llevar guantes casi todo el tiempo, ¿llegaría a ser eso un problema? ¿Qué pasaba con su trabajo? A ella le gustaba estar muy lejos de la gente, donde podía simplemente vivir en paz. ¿Qué pasaba con el trabajo de él? Había nacido guerrero y nunca sería feliz haciendo alguna otra cosa. ¿Cuánto tiempo podían tener juntos?

Más que cualquier otra cosa, quería estar con él, pero ¿sería justo para él? ¿Podía hacerle eso? Ser egoísta y tomar lo que le ofrecía aunque no tuviera la menor idea de lo que podía suceder…

– Para.

Su mirada se alzó bruscamente hasta encontrar la suya. Parecía asustada.

– ¿Me puedes amar tal y cómo soy, Tansy? ¿Puedes vivir con un hombre como yo? Eso es lo que te deberías estar preguntando, no todas esas tonterías.

– ¿Cómo viviremos? -Sonaba triste, casi acongojada. Apretó los dedos alrededor de la taza de té hasta que los nudillos se le quedaron blancos- ¿Como ahora? ¿Huyendo? Mientras estés conmigo, nunca tendrás un verdadero hogar, Kadan. Whitney no va a parar y ambos lo sabemos.

– No has contestado a mi pregunta. ¿Puedes amarme tal y cómo soy?

– Sabes que ya lo hago, pero ése no es el punto, Kadan. Presionas muy duro algunas veces, y tanto si lo piensas o no, mis preocupaciones son legítimas. Te levantarás un día y te preguntarás por qué alguna vez quisiste estar conmigo.

– Está decidido entonces. Te casarás conmigo. Dilo.

– Ya lo he dicho.

– Bueno, dilo otra vez. Quiero oír compromiso en tu voz esta vez. Para mí, el divorcio no es una opción. Quiero ese mismo compromiso de tu parte. No importa lo que suceda, no importa lo que afrontemos, lo haremos juntos. Estamos de acuerdo. Encajamos y no quiero estar sin ti. No me gusta verte sentada ahí, meditando sobre si vas a quedarte o no conmigo una vez hayamos terminado esto. Quiero saber con total certeza que eres mía… que nunca haya una pregunta, una duda de que nos pertenecemos. Así que dímelo. Dilo en voz alta.

Tansy fijó la mirada en su cara. Sonaba tan tenso. Tan duro. Su cara podría haber sido tallada en piedra, su cuerpo esculpido en acero, tan quieto. Cuándo él cesó todo movimiento volvió a ser parte del fondo, cada parte de él completamente inmóvil… esperando. Por ella. Parecía como si cualquier cosa que ella fuera a decir no le importara, como si ella no lo pudiera romper en un millón de trozos, pero su mente estuvo en la suya y ella lo conocía mejor. Sabía que el aire podía estar fluyendo por su pecho físico, pero en lo más profundo, donde normalmente estaba a salvo de que alguien lo viera, estaba conteniendo la respiración… esperando. Por ella.

– Te quiero, Kadan. Quiero estar siempre contigo. Y no me intimido tan fácilmente. No tengo miedo de ti, y nadie me empuja hacia donde no quiero ir. Yo me estoy entregando a mí misma a ti… a nosotros. Así que sí, me casaré contigo cuando esto esté hecho. No tengo la menor idea de la clase de futuro que tendremos, pero incluso si sólo consigo una pequeña parte de ti, tendré la mejor.

Kadan no podía moverse aunque hubiese querido. Por un momento tuvo la extraña sensación de estar cayendo entre sábanas de seda y en su cálido y suave cuerpo, compartiendo su piel y deslizándose en la pura intimidad de su mente. Todo en él se asentó.

– Vale. -Fue la más breve de las palabras.

Él no tenía idea de qué más decir. Se lo podía demostrar, pero no podía decirlo. A ella no parecía importarle. Le dirigió una sonrisa descarada, como si captara vislumbres de cuánto significaba para él; así lo esperaba al menos… ella merecía saberlo.

– Al final del día, cuando nos sentemos en nuestras mecedoras, Tansy, y miremos jugar a nuestros nietos, te puedo prometer que estar conmigo habrá valido la pena. -Porque iba a dedicarse a hacerla y mantenerla feliz, estaba completamente resuelto a ello.

– ¿Vamos a tener nietos?

– Lo quiero todo. Nunca pensé que tendría una casa o una familia, y contigo tengo ambos, pero me haces quererlo todo. Montones de nietos.

Ella tomó otro sorbo de té y lo observó sin pestañear sobre la taza.

– Y cuándo estés fuera haciendo tus cosas con los chicos, ¿yo voy a estar sola en casa con los niños?

Él no iba a mentirle.

– Esto es quién soy. Puedo proporcionarte una casa segura con otros como nosotros, con Caminantes Fantasmas. Todos nos ayudamos los unos a los otros. No estarás sola, pero estaré dejándote con frecuencia por cortos períodos de tiempo y debemos vivir en un ambiente seguro. No tenemos elección.

– No me preocupa estar sola. Soy buena en ello. Cuando te vayas, puedo hacer mi trabajo de fotografía en las montañas. -Le dirigió una pequeña y seductora sonrisa-. Puedes venir a buscarme.

– Puedes permanecer donde te ponga -corrigió-. Durante las veces que me vaya, no podrás ir con tus padres, donde no puedo protegerte a ti y a nuestros niños de Whitney o de cualquier otro que te desee por sus propias razones.

– Eso tiene sentido cuando tengamos niños, pero ciertamente no antes, todavía puedo trabajar.

Él tensó la mandíbula.

– Puedes estar en un ambiente seguro.

– ¿Y mi fotografía? -Su voz le desafió a decirle que no podía hacer algo que amaba.

– Cuando regrese, iremos ambos. Soy bueno cargando equipo. Me he entrenado durante años en ello. Tendré la cena preparada cuando vuelvas al campamento cada noche.

Los ojos de Tansy se iluminaron, y él supo que quería ver esa mirada en su cara durante el resto de su vida.

– Bien entonces. -Ella le sorprendió y complació, capitulando sin más discusión, como si supiera que cuando se refería a su seguridad, él no podía ceder-. No soy de bodas grandes, pero soy una chica bastante tradicional, y torturarte con un traje formal y esmoquin parece una buena idea, solo para que comencemos correctamente.

Él parpadeó. Un músculo saltó en su mandíbula y no había manera de pararlo.

La sonrisa de ella se amplió.

– No eres agradable.

– Sólo asegúrate que sabes en lo que te estás metiendo. -Ella levantó su pequeña barbilla con una mezcla de desafío y rebeldía-. ¿Le contaste a Tucker y a Ian que el Titiritero amenazó a mis padres otra vez?

– Por supuesto que lo hice. Hemos redoblado la seguridad. Tres más de los miembros de mi equipo llegan hoy para ayudar a Tucker y a Ian, aunque la ubicación es segura y dudo que realmente lo necesiten. Quería que te sintieras cómoda con su seguridad. ¿Quieres llamar a tu madre hoy?

Ella apartó la mirada, poniendo con cuidado la taza de té en la mesa y arrancando hilos imaginarios de sus vaqueros.

– Creo que esperaré otro día o así.

– Estará preocupada por ti -insistió-. Siempre la has llamado. Tu madre es una víctima en esto tanto como tú, Tansy. -Mantuvo su voz baja y apacible, una caricia más que un juicio.

– Sé que lo está. Sólo que no sé qué voy a decirle cuando me pida que hable con mi padre. No estoy preparada para eso, y no quiero decir o hacer nada que la hiera.

Quiso discutir con ella. Cuanto más esperara, más duro le sería, y si no llamaba su madre estaría más trastornada, y probablemente hiciera más preguntas, pero la herida estaba demasiado tierna, demasiado dolorosa y él lo dejó ir. Forzaría el asunto en otro momento por su bien, pero no ahora, no cuando estaba tan pálida y los ojos parecían dos moratones. Cruzó la habitación y tomó asiento en el lado opuesto del sofá, alcanzándole los pies desnudos y atrayéndolos a su regazo para poder empezar un suave masaje.

– ¿Estás preparada para darme detalles acerca del Titiritero y de Halcón? He estado recogiendo notas y tenemos bastante ya. -Se atareó con los dedos a lo largo del talón y subiendo por el tobillo y pantorrilla-. Una vez terminemos eso, creo que puedo encontrar a los otros simplemente identificando a los que ya tenemos.

La cara de Tansy se inmovilizó, la mirada saltó a su cara, y cualquier apariencia de una sonrisa se fue.

– No. No habremos acabado hasta que maneje cada pieza y reúna tantos indicios como pueda. Tenemos que estar seguros de quiénes son esos hombres. No podemos correr el riesgo de identificar a la persona equivocada, o dejar a uno de ellos libre para matar a más personas.

– Les encontraré -dijo él con voz confiada.

Sus ojos destellaron como violeta plateado, y ella dobló la pierna, intentando soltar el pie. Los dedos de él se apretaron alrededor del tobillo, manteniéndola en el mismo sitio. Tansy se echó la trenza sobre el hombro y miró a Kadan.

– Mi pierna está herida, no mi cerebro. Deja de tratarme como si estuviera a punto de romperme por la mitad.

Él permaneció impasible, sólo levantó una ceja.

– Quizás soy el único que se va a romper por la mitad. Lo último que necesito es que algún monstruo esté intentando jugar juegos mentales contigo. -Mientras una mano la sujetaba fuerte, la otra comenzó a darle masajes en el pie otra vez.

Su mirada furiosa se convirtió en ceño.

– Esto no es sobre ti. Se supone que encontramos asesinos, ¿recuerdas? Si no puedo manejarlo, entonces tampoco tú.

Las manos se inmovilizaron en los pies, los ojos oscureciéndose como nubes de tormenta.

– Te estás sintiendo muy segura de ti misma ahora que crees que no puedo… o no querré… vengarme.

El corazón le saltó. Ella había estado segura de él, de la manera en que la estaba tratando como a una muñeca de porcelana. El fantasma de una sonrisa se insinuó en su boca antes de que pudiera detenerla. Le gustaba ese lado de él, todo feroz y listo para abalanzarse.

– No lo harás.

Él se inclinó hacia delante, abarcándole la garganta con la mano.

– Quizá no en éste minuto, pero la cadera curará pronto y entonces no vas a ser tan afortunada.

Ella giró la cara hacia su palma, raspándola con los dientes y luego presionando un beso en el centro exacto.

– Tendré suerte. Lo que sea que hagas, creo que acabaré por disfrutarlo.

Su voz se hundió en la ingle, endureciendo su miembro hasta que sus vaqueros estuvieron de repente demasiado ajustados. Peor, ella tenía razón. ¿Qué iba a hacer con ella? Nunca la golpearía, y si intentaba algo como tumbarla sobre sus rodillas, no sería un castigo, no del modo en que su cuerpo se endurecía en el momento en que la tocaba. Ni siquiera podía decir que le negaría el sexo, él nunca aguantaría.

El calor se deslizó en su cerebro ante su siguiente pensamiento, y lo compartió con ella. Pasaré toda la noche manteniéndote cerca y no te permitiré nunca liberarte.

Ella se ruborizó, justo del modo en que él sabía que lo haría, el color subiendo desde el cuello a la cara. Parecía ligeramente sacudida, un poco demasiado inocente, y demasiado como si creyera que él recurriría realmente a su amenaza.

– Estás tan equivocado, Kadan. -No podía borrar la sonrisa tontorrona de la cara, y eso sólo favorecía su conducta perversa. Probablemente eres muy capaz de utilizar el sexo para controlarme, y peor, probablemente disfrutarías mientras estás en ello.

Diría que la probabilidad es extremadamente alta.

Por qué eso hacía que cada terminación nerviosa en su cuerpo volviera a la vida, ella no lo sabía.

– Estás tan equivocado -repitió, sacudiendo la cabeza-. En serio, Kadan. Tienes que comprenderme. Hay algo en mí que no puede permitir que esto se vaya ahora, no hasta que esté hecho. Siempre he sido así. Mi mente no lo dejará.

– Se está volviendo demasiado peligroso.

– Siempre fue peligroso, lo sabes. Lo sabías cuando viniste a buscarme y cuando ofreciste dejarme salir de todo este lío. Nada ha cambiado desde entonces.

– Todo ha cambiado. -La mandíbula se le tensó-. Yo… -La maldita palabra no saldría, pero su corazón estaba herido, atrapado en un nudo. Todo había cambiado. Antes, él no había tenido nada que perder; ahora lo tenía todo, y todo estaba sentado justo a su lado en el sofá.

– Kadan. -Su voz se ablandó, deslizándose sobre él sedosamente como el toque de sus dedos-. La vida es un riesgo. Sabes eso mejor que nadie. Tú tienes que ser quien eres, un guerrero, un hombre que arriesga todo para servir a otros. Yo tengo que seguir haciendo lo que hago. Escogí este sendero y ahora estoy en él. No puedo ser menos de lo que soy más de lo que tú puedes.

– Maldita sea, Tansy, me estás pidiendo que arriesgue tu vida. Tu cordura. No te viste anoche cuando te llevé sangrando a la cama. Tuviste un ataque y ni siquiera podías abrir los ojos o soportar el ruido. Si Nico no hubiera estado aquí, no tengo ni la menor idea de lo que habría hecho.

Ella esperó un latido del corazón, solo mirándolo. Una vez que los ojos de él se enlazaron en los suyos, se inclinó hacia él.

– Te amo, Kadan. No voy a ir a ningún sitio. Por primera vez en años he sido capaz de tocar a alguien sin llevar guantes. He sido capaz de utilizar mi talento otra vez cuando pensé que nunca más lo sería. Sí, inmediatamente después, tengo repercusiones, pero los ejercicios que me has dado están funcionando. No tengo dolores de cabeza constantemente y puedo dormir de noche. Para mí, eres un milagro. Siempre lo serás. Rastrear es importante para mí. Quiero ser capaz de hacerlo cuando lo necesite, y creo que puedo llegar a un punto, con tu ayuda, donde lo logre. Hasta que lo resolvamos, por supuesto tropezaremos con algunos baches… -Se detuvo cuando él hizo un sonido burlón como si gruñera, pero luego continuó-. Quiero ser capaz de ayudar también, para hacer algo y atajar los asesinatos cuando nadie más es capaz de hacerlo.

– No me gusta.

– Sé que no. No me gusta que arriesgues tu vida tampoco, Kadan, pero comprendo por qué necesitas hacerlo, porque tengo el mismo impulso.

Él sacudió la cabeza.

– No tengo nada más. Nunca podría hacerlo en una sociedad normal. Ambos sabemos eso. Has visto mi interior. Reconoces lo que soy. Tú, por otro lado, tienes otras millones de cosas que puedes hacer.

Tansy se recostó en el asiento.

– Sabes que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Estás discutiendo porque tienes miedo por mí.

– Y por mí. No te puedo perder.

– Entonces tendrás que encontrar un modo de protegerme. Creo en nosotros. Me trajiste de vuelta mucho más rápido esta última vez, y estaba realmente lejos. Lo estamos haciendo mejor. Creo que cuanto más fuerte seamos como pareja, más fuertes seremos en equipo cuando rastree.

– Nunca voy a ganar ninguna discusión contigo, ¿verdad?

– Probablemente no, no cuando es algo que me importa, pero no discutiré contigo a menudo -le prometió ella.

– Esto funcionaría mucho mejor si hicieras todo lo que digo, Tansy

Ella le dirigió otra sonrisa.

– Va a funcionar muy bien.

– Bien entonces. -Logró mantener la cara enteramente en blanco, pero los dedos se hundieron más en la pantorrilla, masajeándole el músculo-. Vamos a hacer esto. Para que yo elimine a ambos equipos con éxito, así como al Titiritero, tenemos que tener todas las identidades y tratar de atraparlos a todos el mismo día. En cuanto al Titiritero, será el más difícil, pero tengo una idea.

– ¿Alguien fue al sitio del asesinato de Serpiente y buscó la cámara? Eso fue un error inmenso de su parte.

– Estamos en ello. Vamos con el perfil de los dos últimos, y si conseguimos tanta información como anoche, debería ser capaz de empezar a cazarlos tan pronto como mañana. Lily y Flame están investigando para nosotros, y puedo poner a nuestros equipos respectivos de Caminantes Fantasmas en espera. Todos ayudarán. El tiempo lo será todo.

– ¿Quieres ir a la cocina?

– No. Traeré las últimas dos piezas aquí. Y tus guantes. Traeré el polvo de Nico y tus píldoras también. -Apartó la pierna de ella con cuidado mientras se ponía de pie.

Necesitaba tomarse un respiro donde no pudiera ver que el sólo pensar en ella tocando esas piezas de juego le hacía romper a sudar. Había pensado que podría controlarla, controlar las situaciones en las que estuvieran, pero se estaba dando cuenta que tener una compañera quería decir abandonar parte de su control

Ella se quedó sentada en el mismo lugar, la barbilla apoyada en las rodillas, pareciendo demasiado frágil para andar tras los asesinos, pero sabía que no lo era; tenía una barra de acero por columna vertebral y más corazón que la mayoría. Cuando le entregó los guantes, ella enredó los dedos con los suyos.

– Kadan. Bésame.

Él no vaciló, inclinándose para capturarle la boca con la suya, amándola, saboreando su temor, su creencia en él. Le acunó la barbilla y se tomó su tiempo, probando su sabor, sabiendo que ella le necesitaba en su interior de la misma manera que él la necesitaba. Entonces, porque no podía resistirse, abrió unos pocos botones de la camisa que ella llevaba -su camisa-y se inclinó para lamer con la lengua la marca que le había hecho antes de presionar besos sobre ella. Sintió su estremecido aliento y algo en él se alivió.

Con cuidado la abrochó otra vez.

– Dime lo que estás planeando.

– Le encontraré esta vez y trataré de observar, pero en algún punto me localizará. Voy a permitírselo y ver si comete un error. -Descansó la frente contra la de él-. Quédate ahí conmigo. Sé que será difícil, pero solo confía en mí. Te necesitaré.

Él tenía que ser honesto.

– No sé si puedo, pero lo intentaré.

– Esta vez, sujeta la pieza en la palma, en la mesa. Yo la cubriré con mis manos y trataré de recoger impresiones. Si tengo que haberlo, tocaré la parte de arriba y veré lo que consigo. Así, puedes apartarla al momento si es necesario.

A Kadan le gustó el plan. Controlaba la situación, y necesitaba sentirse con el control cuando ella se estaba poniendo en peligro. Asintió y se situó cerca de ella mientras se ponía los guantes.

Tansy respiró, lo expulsó, y colocó la palma sobre la mano abierta de Kadan donde el escorpión de marfil yacía, la cola estaba en posición para picar. Ondas de rabia se vertieron sobre y dentro de ella, inundando su mente. La ira pulsaba a través de ella y con ella el deseo de golpear, fuerte y violento. Herir algo. Alguien. Tenía la impresión de una mujer encogida en el suelo llorando. Un niño en la puerta sollozando.

La cabeza de él dolía, la presión era intolerable. No quería herirles. No a ellos. ¿Qué había hecho otra vez? Intentó no oír los sonidos de sus lloros. Ella le dejaría esta vez. Debería dejarle. La próxima vez quizás la matara, y nunca querría eso para ella. Necesitaba encontrar a los otros, contarles que tenía que ir el próximo, tomar un turno fuera de orden si era necesario, o adelantar su horario. No podía herirla otra vez.

Los otros le comprendían, las voces terribles que lo guiaban. Quizá hubiera estado bien si hubiera permanecido en el ejército, pero de algún modo había perdido el control de su temperamento. Cada día parecía agravarse hasta que no pudo dejar de correr alocadamente. Una palabra equivocada y tenía que golpear algo, si no obedecía a las voces el dolor en su cabeza era intolerable. La satisfacción de sentir el puño estrellándose contra la carne llegaba a ser demasiado efímero. Ahora necesitaba tomarlo completamente cuando sucedía. Tenía que encontrar a alguien en quien verter su rabia… pero no en ella. Nunca en ella.

La recogió en sus brazos, meciéndola adelante y atrás, intentado consolarla, intentando consolarse. Había sangre en sus manos… sangre de ella. Había ido a tres consejeros, pero nada ayudaba, ciertamente no las medicinas que le habían dado. Si la tocaba, se pegaría un tiro. Tenía que encontrar un modo de parar la rabia que lo consumía. Su cabeza dolía tanto, los tornos se apretaban hasta que pensó que la cabeza explotaría. Y las voces, susurrando todo el tiempo, diciéndole que él no era nada. Y la única voz que nunca le dejaba, ni por un momento.

Angela, lo siento. Coge a Tommy Junior y vete a casa de tus padres. Aléjate de mí hasta que averigüe qué está mal. Necesitaba decirlo en voz alta. Ella probablemente temía dejarle. Y él tenía miedo también. Si lo dejaba y él se enfadaba, no se sabía que haría. Lloró en silencio, aterrorizado por todos ellos, pero el dolor en su cabeza era implacable y necesitaba encontrar a alguien a quien golpear hasta que el dolor parara…

Tansy frunció el entrecejo. Los débiles cuchicheos en su cabeza tenían una cadencia familiar. ¿Era realmente el Titiritero tomando parte en llevar a este hombre al asesinato? Él no era como los otros que había rastreado. Este hombre estaba avergonzado, espantado y lleno de remordimientos. Estaba luchando desesperadamente para alejarse de la locura. Tenía mujer y un niño. No quería hacer daño a nadie, pero no podía detenerse. La voz y la presión implacable en su cabeza le causaban terribles ataques de ira. ¿La voz era la del Titiritero?

– No -advirtió Kadan-. No le des más con que rastrearte. -La miró a los ojos, del modo en que siempre lo hacía. Se estaba alejando de él, el violeta cubriendo completamente el azul y la plata invadiendo el violeta, hasta que los ojos brillaron con la extraña opacidad que señalaba que estaba profundamente dentro de la senda de rastreo.

Tansy no respondió, no actuó como si le oyera. Su mente estaba completamente enfocada ahora. No la podía seguir, sólo leer sus pensamientos, y ella estaba en el hilo de aquella voz. Era débil, una hebra tan fina, pero afilada como la hoja de un cuchillo, una mordedura que cortaba las paredes de la mente de Escorpión, causando dolor y enfureciéndolo con la implacable presión. Ella permanecía muy callada, permitiendo que su mente viajara por el hilo, con cuidado de no perturbarlo hasta que encontrara el segundo hilo que se dirigía directamente hasta su presa entrelazado con el primero.

Las impresiones inundaron su mente. Una cabaña. Bancos y mesas con instrumentos cortantes. Un hombre sentado, las manos ocupadas formando la pieza perfecta. Una obra maestra, de la calidad de un museo. Pocos podrían sobrepasar sus habilidades en el tallado. Cada detalle tan preciso. Escudriñó los especímenes reunidos a su alrededor. Dibujándolos. Uno vivo en la jaula de cristal. El muerto sujeto a la mesa con alfileres. Escorpiones de varios tamaños. Necesitaba éste perfecto. Tomaba trabajo y disciplina, pero nunca le había importado, más bien valoraba los rasgos.

Este había sido probablemente un error, pero no había tenido elección en aquel momento. Escorpión cometería quizá uno o dos asesinatos más y luego probablemente se mataría. No le gustaba cometer errores. Colocó la herramienta sobre la mesa y la movió un par de centímetros. Preciso. Absolutamente preciso. Tansy contuvo el aliento bruscamente. El Titiritero tenía TOC <sup><sup>[17]</sup></sup>. Su taller estaba inmaculado, cada instrumento marcado y colocado en un lugar exacto y designado. Nada estaba fuera de lugar. Incluso las virutas estaban colocadas en un pequeño contenedor, para que ni una mota estuviera sobre la mesa ni el suelo del cobertizo.

Ésta era su residencia privada y dudaba que se hallara en la base. Intentó mirar alrededor para ver algo que identificara dónde estaba. Cuanto más permanecía, mejor oportunidad de alertarle, pero quería darle a Kadan algo más con que seguir.

Podía distinguir las ventanas, cuatro cristales oscurecidos, pero todavía podía ver fuera. Él debía haber estado mirando hacia afuera mientras tallaba el marfil. Estaba tarareando desafinado. Y estaba «empujando» a Escorpión, golpeando en su mente con golpes deliberados y dolorosos para provocarlo. El hombre no tenía filtros, y demasiada testosterona inundando su cuerpo, haciéndolo más agresivo de lo normal, su genética alterada deliberadamente.

Un error. Hizo otro cuidadoso corte en el marfil. Había elegido a Tommy porque ya era agresivo. Sus talentos psíquicos ya eran fuertes también pero, como los otros, Tommy había fallado su perfil psicológico, no, como los otros, debido a sus tendencias violentas, pero Tommy las tenía enterradas bajo la superficie. Había pensado que podría sacar sus tendencias agresivas y manipular a Tommy tan fácilmente como había hecho con los otros. Había estado equivocado. Equivocado. Detestaba los errores y nunca los permitía, sin embargo Tommy era una prueba viviente.

Debería haber escuchado sus instintos y esperado solo un poco más para encontrar al candidato correcto.

Tansy acarició con un dedo la espalda del Escorpión, siguiendo los movimientos de los dedos del Titiritero. Subiendo por la cola curvada, sintiendo cada ranura. Había algo allí. Un reloj. Un reloj muy distintivo.

Te estás convirtiendo en un fastidio. O quizá simplemente eres solitaria. ¿Estás sola, Tansy? Dime donde estás. Habla conmigo. He intentado visitarte, pero no había nadie en casa. ¿Vas a estar esperándome?

Tansy mantuvo bajo control el miedo y permaneció quieta, inspirando y espirando, siguiendo la pauta de la respiración de Kadan. Él estaba allí en su mente; lo sentía, sin embargo no la apartó de la situación como siempre había hecho. Esperaba con ella, creyendo en ella, y eso le dio la confianza para llevar a cabo su plan. Quería mantener al Titiritero hablando, esperando que cometiera un error mientras trataba de atraerla.

Se creía más fuerte, un mejor rastreador, pero ella no estaba de acuerdo. Él manipulaba a ocho hombres, pero no rastreaba asesinos. Ella lo había estado haciendo durante años. Su ego iba a ser su caída.

Sé que me puedes oír. ¿Estas disfrutando de nuestro pequeño juego tanto como yo? He averiguado bastante acerca de ti. Cosas que tú probablemente no sabes de tí misma. Tengo acceso a varios archivos muy secretos. Los compartiría si estuvieras interesada.

Deliberadamente ella se revolvió, enviando una vibración a lo largo del hilo, algún lugar entre la aprensión y la curiosidad, girando su telaraña para agarrar a una mosca. El Titiritero quería hablar.

Nunca antes había tenido la oportunidad de presumir. Esta era su gran oportunidad. No podía dejarla vivir mucho, por supuesto, pero mientras ella estuviera viva, él podría compartir su superioridad. Alguien lo sabría.

Tansy le permitió fortalecer la conexión, enviando su energía de vuelta por el hilo para encontrarla. Y con su energía vino más información. Vio la caja sobre la mesa, la inscripción breve y precisa. James R. Dunbar.

Kadan abrió la mano y dejó caer el escorpión. Lo tenían.


  1. <a l:href="#_ftnref17">[17]</a> TOC:Trastorno Obsesivo Compulsivo