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Kadan se sentó en un pequeño reservado del bar, con Jeff Hollister y Gator frente a él. Nico ya estaba vigilando la zona alta solo por si acaso necesitaran respaldo. Jeff era un chico de California, nacido y criado para el surf y la diversión, con el cabello rubio decolorado, un oscuro bronceado, y el cuerpo fibroso. Parecía encontrarse como en casa en el bar, un sitio de moda con vistas a las olas que rompían debajo. Directamente detrás de Kadan estaba sentado su objetivo, bebiendo una taza de café y leyendo un periódico.
– Siempre estás fanfarroneando -dijo Gator en voz alta-. Estás tan lleno de mierda. Nadie puede contener la respiración bajo el agua durante tanto tiempo, tío. Quince minutos, qué gilipollez. -Jeff siguió moviéndose hacia delante-. Oí que un tipo, una leyenda local de por aquí, tiene un negocio de submarinismo. Hay rumores de que puede contener la respiración durante ese tiempo.
Kadan bufó con fuerza, burlonamente.
– Pura fanfarronería. He oído hablar de esa bolsa de aire. Extiende rumore sobre sí mismo para que la gente vaya a su negocio, pero podría aguantar más tiempo cualquier día de la semana. Ese imbecil no puede compararse conmigo ni en mi peor día. -Se apartó de la mesa, poniéndose en pie-. Voy a montar mi propio negocio y sacarlo a patadas de este pueblo.
Jeff y Gator se rieron de su chiste y Kadan agitó la mano y se dirigió a la salida. Detrás de él oyó el roce de una silla y sintió que el otro hombre lo seguía de cerca. Kadan salió a la noche e inspiró, arrastrando la información a sus pulmones. Rana había mordido el anzuelo, si es que era Rana, y Kadan estaba seguro de que Flame y Lily habían encontrado a su asesino. Era un ex-miembro de las Fuerzas Especiales, solicitó el realce psíquico y supuestamente había sido rechazado, pero había desaparecido para un entrenamiento especial durante meses. Reapareció en un equipo participando en algunas misiones, pero su equipo tenía mala reputación por ser problemático. Al final, fue licenciado y ahora llevaba un negocio de submarinismo para turistas.
Kadan se detuvo con la mano en la puerta del SUV y encendió un cigarrillo, algo que un conductor nunca haría.
– Oye, tío. -Rana lo alcanzó-. Te oí adentro, hablando del buceo libre. Hago un poco de eso. Me gusta bajar sin bombonas.
Kadan sonrió abiertamente, una sonrisa presuntuosa.
– Las bombonas son para enclenques.
– Tengo un bote amarrado en el muelle -insistió Rana cuando Kadan dio media vuelta-. ¿Quieres competir de hombre a hombre y ver quién puede contener el aliento durante más tiempo? ¿O tienes miedo?
Kadan dejó que su cara se ensombreciera y sus ojos llamearan.
– Nadie puede batirme bajo el agua. Soy un jodido pez.
– Y yo un tiburón. Así que hagámoslo.
Kadan cerró la puerta de golpe y tiró el cigarrillo que no había fumado. No se molestó en mirar alrededor; podía sentir a los Caminantes Fantasmas, su equipo, acercándose para respaldarle. Se fue con el ex-SEAL, siguiéndolo a lo largo del muelle hasta que llegaron a una lancha de alta potencia. Subió sin vacilar, presumiendo un poco y con la misma sonrisilla presuntuosa en la cara.
– ¿De verdad piensas que puedes vencerme? -preguntó Kadan.
En respuesta, Rana subió a la lancha y la condujo sobre las olas hacia mar abierto. Adelantaron a un pequeño barco de pesca a pocos kilómetros de la costa y Rana apagó el motor. Sin una palabra, se quitó la camisa y echó a un lado sus zapatos. Esperó a que Kadan hiciera lo mismo antes de arrancar la lancha otra vez y empezar a dirigirla de regreso a una pequeña ensenada.
Frenó la lancha considerablemente, navegando a través del agua como si fuera un campo de minas. Kadan miró hacia el agua y se le encogieron las tripas. Una pequeña colonia de muertos le devolvían la mirada. Éste era el campo de juego privado de Rana. Éste detuvo la lancha, alcanzó una nevera, y dio media vuelta.
Kadan estaba sobre él antes de que pudiera completar la vuelta, atrapando su mano por la muñeca con la pequeña aguja sobresaliendo a través de sus dedos.
– ¿Qué te pasa, Hombre-Rana? ¿Tienes que drogarme para vencerme? No soy uno de tus civiles confiados.
– ¿Quién eres? -preguntó Rana.
Kadan lo acercó hacia sí.
– El ejecutor.
El cuchillo oculto en su otra mano subió, cruzando la garganta de Rana, cortando profundamente. Empujó el cuerpo de cara al mar, para que cayera sobre las cabezas de las víctimas del hombre mientras miraban hacia arriba a pocos centímetros de la superficie del agua. Kadan limpió el cuchillo, lo deslizó en la funda, recuperó su camisa, y se ató los zapatos alrededor del cuello antes de meterse en el agua. El barco de pesca lo recogió. Nico le echó una mano para subir al barco.
– Al menos siete víctimas en el agua. Necesitamos un limpiador aquí rápido -dijo Kadan.
– Ya les informé por radio -contestó Nico.
– Uno fuera -anunció Kadan.
Kadan se llevó los binoculares a sus ojos y miró a la mujer que caminaba fuera del bar. Sus piernas mostraban su mejor aspecto con una ajustada minifalda y tacones altos. Tenía un balanceo que decía que estaba merodeando y su cuerpo prometía el cielo. Su marido, Ken Norton, estaba a poca distancia de él, con su cara llena de cicatrices ceñuda, mientras observaba a su esposa abrir la puerta de un lustroso cochecito deportivo.
– Ha picado el anzuelo -zumbó una voz en la radio.
Debía ser Jack, el hermano gemelo de Ken. Los dos hombres llegaron a los Caminantes Fantasmas desde los SEAL y eran letales con o sin armas. Ambos eran protectores y posesivos, y Kadan no podía dar crédito a sus oídos cuando Ken anunció que su esposa, Marigold, iba a engañar a Potro para que saliera hacia ellos.
Un hombre muy guapo, alto y musculoso, siguió a Mari desde el bar, deslizándose a través del estacionamiento con rapidez, alcanzándola por detrás. La agarró del brazo y la hizo girar, golpeándola ruidosamente contra la puerta del coche, empujando la rodilla entre sus piernas.
– Tú perra, no puedes avergonzarme así y salir sin más. Estabas coqueteando conmigo. No eres más que una calientapollas.
Kadan sintió la tensión repentina en todos los hombres. La cara de Ken se endureció, pero no se descubrió. El rifle fue hasta su hombro con un movimiento fluido, experto, Ken nunca fallaba.
Marigold se apoyó contra el coche y sonrió perezosamente a Potro, levantando apenas una mano sobre el vehículo para dar la señal a los Caminantes Fantasmas para que no se movieran. Era demasiado público. Había más gente en el estacionamiento.
– Hey, señora, ¿está bien? -Ése era Ian. Se veía imponente, comportándose como un hombre que sabía cómo pelear y no le importaba hacerlo. Empezó a caminar hacia ellos.
– Ocúpate de tus propios asuntos -restalló Potro, pero retrocedió lo suficiente como para permitirle a Marigold abrir bruscamente la puerta. Ella forcejeó con las llaves, dejando caer el bolso, luego cerró de un portazo el coche y arrancó.
Potro recogió el bolso, apartándose de Ian, y tranquilamente paseó hasta su coche, silbando. Entró y se sentó durante un momento, registrando el bolso de Mari.
– Bien, perra rica, vas a conseguir la visita de un hombre de verdad esta noche.
El dispositivo del bolso transmitía el sonido sin dificultad. Salió del estacionamiento silbando.
– Retrocede -dijo Jack-. Equipo Dos, se dirige a vuestra posición.
Kadan ya estaba en el SUV, Ken y Jack entraron por ambos lados.
– Voy a patearle el culo -siseó Mari en su radio.
– Tú te largas -ordenó Ken, su voz era grave y firme-. Mete el coche en el garaje como hemos planeado y lárgate. Nosotros haremos el resto.
– Embistió con su rodilla en mi entrepierna -masculló Mari con los dientes apretados-. Viola mujeres y luego las mata. Leí el informe de Flame sobre este tipo. Yo…
– Tú vas a seguir el plan -chasqueó Ken-. Esto es una misión y la llevaremos a cabo según las reglas, no lo convertimos en algo personal. Lárgate.
Había ahora un filo de amenaza en su voz, y Kadan casi lo admiró. Podría tener que usar ese tono particular con su propia mujer.
Mari masculló algo en voz baja y Ken dedicó a su gemelo una pequeña sonrisa. Siguieron al coche de Mari hasta las afueras de la ciudad. La casa había sido examinada, apartada de otras casas, dónde nadie podía oír o ver nada. Un lugar perfecto para que Potro pasara la noche torturando a una mujer. Él entraría y se sentiría seguro.
– Yo me encargo de éste -dijo Ken cuando vieron a Mari alejarse del garaje e ir hacia los árboles, donde Nico la esperaba con el rifle de ella.
Kadan negó con la cabeza.
– Puedo escudarlo. No queremos que esté advertido. Realmente no tiene importancia quién mate al hijo de perra con tal de que sea exterminado. Acabaré con él.
– Ese hijo de perra metió su maldita rodilla en la entrepierna de mi esposa. Le arrancaré el corazón.
– Respetaremos el plan. No te culpo -dijo Kadan-. Yo me sentiría igual, pero respetaremos el plan.
Jack le dio un codazo a Ken.
– Le diré a esa pequeña gata del infierno con la que te casaste que ibas a desviarte del plan y hacerlo personal.
– Tú cáusame problemas con ella, y un día de éstos vas a despertarte con un corte en la garganta -dijo Ken.
Kadan se escapó del coche sacudiendo la cabeza. Él no era el único con problemas de mujeres. Esperó en el dormitorio en el que tanto Mari como Ken quisieran estar. No había luna y encendió una luz suave en la sala de estar y una lamparilla en el dormitorio como un faro tentador. Para mayor atractivo añadió música, no demasiado fuerte, solo lo suficientemente alta como para que si Potro entraba, pensara que Mari no lo oiría cuando entrase.
– No ha esperado mucho -dijo Jack-. Viene en un coche sin luces, dirigiéndose a la parte trasera de la casa.
– Le tengo -susurró Nico.
– En mi objetivo -informó Mari.
Kadan esperó en silencio, la familiar calma lo invadió. Agradeció la frialdad que lo mantenía alejado. Sin nervios. Era mucho más fácil que mirar a Tansy rastreando a los asesinos. Lo prefería así. Rápido, limpio. Estaba hecho.
Los ruidos indicaron que Potro había entrado a través de una ventana del vestíbulo y estaba caminando suavemente hacia el dormitorio. Kadan dio un paso a un lado de la puerta. El picaporte se movió y la puerta rechinó cuando el intruso la abrió y entró en el cuarto. No notó la moqueta en el suelo, estaba demasiado atento a la forma durmiente sobre la cama.
– Oye, perra. Acepté tu invitación y vine a la fiesta -anunció Potro, dando un paso hacia la cama y apartando las mantas.
Kadan se acercó por detrás, sólo una sombra, su mano brilló en una rápida y profunda oscilación, y Potro se tambaleó, trató de girarse, gorgoteó y cayó de rodillas, luego de bruces. Kadan permaneció inmóvil esperando. Pasaron algunos minutos antes de que el pulso se detuviera.
– Hecho. Necesitamos al limpiador. -No podía ser descubierto antes de que hubieran completado el programa. Limpió su cuchillo y salió para unirse con los demás.
– Dos abajo -dijo Kadan.
– No hay forma de que pique -dijo Gator-. El tipo tendría que ser un idiota. Vamos, Kadan. Necesitamos otro plan.
– Si es necesario entraremos en su casa y le rebanaremos la garganta, pero saca tu culo cajún de ahí y te ataremos.
– ¿Por qué tengo que hacerlo? -exigió Gator.
– Porque eres un chico guapo. Nuestro fotógrafo no va a picar con alguien con el aspecto de uno de nosotros cuando liga con modelos -señaló Nico.
– Es el plan más estúpido que has inventado nunca -se quejó Gator-. Ofrecerme completamente atado como un pavo de Navidad a un asesino en serie al que le gusta torturar a la gente no es muy inteligente.
Nico le dirigió una pequeña sonrisa.
– Pensé que él no iba a tragar el anzuelo.
– Bien, ocurre que soy el cebo, y vi el video de las ratas que se comían a esa gente viva. No voy a irme de ese modo -declaró Gator.
– No te preocupes, Niño Esclavo -le consoló Nico-. Mantendré una bala sobre él todo el tiempo. -Frunció el ceño un poco, mascullando en voz baja-. Espero que mi rifle no falle, como hace últimamente. Lo mantengo sólo por su valor sentimental.
Gator sugirió algo anatómicamente imposible y caminó majestuosamente. Kadan indicó a los demás que se colocaran en posición. Flame había rastreado la cámara del ático y se había encontrado con que Serpiente tenía su propio taller de fotografía. Kadan concertó una cita para fotografiar una serie de bajo presupuesto, con esclavos masculinos, para un coleccionista exclusivo en un almacén abandonado.
Serpiente se tragó el anzuelo sin titubear después de saber que no habría nadie allí salvo él y los dos modelos, entrada la noche. El presupuesto era sumamente bajo y no les estaban pagando mucho más que los accesorios de bondage. La voz de Serpiente había mostrado interés de inmediato, y había sido visto examinando por dos veces el lugar ese mismo día más temprano, notando lo apartado que estaba.
Gator y Jeff tomaron posiciones, sin las camisas, descalzos, Jeff amarró a Gator mientras Serpiente entraba. Se presentaron ellos mismos y Serpiente situó los focos y la cámara.
– Apriétalo bien. Quieres que parezca de verdad -dijo-. Yo te ataré -añadió, alcanzando las cuerdas-. Vamos a divertirnos esta noche. -Anudó la cuerda, tirando hasta cortarle la circulación a Jeff.
– Oye, tío, está demasiado apretado -se quejó Jeff.
Serpiente sacó un cuchillo y sonrió.
– Esa es la menor de tus preocupaciones esta noche. Voy a filmar la realidad, cómo te corto en pequeños trocitos. La gente paga mucho dinero por películas como esta.
– Sí, lo hacen -dijo Kadan quedamente desde atrás. El cuchillo se deslizó dentro con un golpe mortal. Kadan ayudó al cuerpo en su caída al suelo-. Tres fuera.
Cuchillo era un hombre con un enorme complejo de superioridad. Quería el control y estar al mando. Disfrutaba siendo cruel y humillando a otros en público. Kadan dudaba muchísimo que soportara bien la humillación pública. Kadan no había llevado uniforme durante mucho tiempo, pero vestía el suyo, inmaculado como siempre, y junto a Gator e Ian, entró en el bar donde era sabido que Cuchillo pasaba el rato.
Cuchillo estaba jugando en la mesa de billar, las mujeres rondaban a su alrededor y varios hombres se mantenían respetuosamente a un lado. Cuando falló un tiro, Kadan rió disimuladamente. Gator e Ian sonrieron, sacudiendo las cabezas, dando media vuelta como despedida para apoyarse en la barra y susurrar. Varias de las mujeres miraron a los tres hombres anchos de hombros y abandonaron a Cuchillo para investigar a los recién llegados. No pasó mucho rato hasta que Cuchillo se dio cuenta de que ya no era el centro de atención. Dejó su taco sobre la mesa y dio un empujón apartando a una de las mujeres fuera de su camino. La mujer tropezó y hubiera caído si Ian no la hubiera atrapado.
Kadan extendió la mano en un movimiento desmañado y casual, y abofeteó bastante brutalmente a Cuchillo.
– Mantén tus manos apartadas de la señora.
La cara de Cuchillo se tornó rojo cereza. Un sonido salió de su garganta, casi como el rugido de un tren de carga. Había estado en las Fuerzas Especiales, estaba realzado, su cuerpo en forma, y aún así no había visto el movimiento de Kadan, el golpe le había hecho tambalearse. Algunos de los tipos a los que había ridiculizado en el bar bufaron burlones, pero silenciaron su risa precipitadamente cuando miró encolerizo alrededor de la sala. Abriendo y cerrando los puños, sacudió con fuerza la cabeza hacia la puerta.
– ¿Quieres llevar esto fuera?
Kadan lo miró de arriba a abajo, con una expresión distante y despectiva.
– No mereces que pierda el tiempo. Sólo entré a beber algo fresco. Algún otro te podrá enseñar modales. -Le dio la espalda y se bebió el resto de su cerveza- ¿Estáis listos? -Miró su reloj de pulsera-. Tengo que estar en la vieja pista de aterrizaje en veinte minutos.
Ian y Gator vaciaron sus vasos y salieron tras él, dejando a Cuchillo ardiendo a fuego lento, furioso, suspendido al borde de la violencia.
– Va a por ti -se oyó la voz de Jack con suavidad-. Os sigue a dos kilómetros de distancia. Le diste bien fuerte al muy hijo de puta, tío. No hay forma de que no intente matarte.
– Detenlo, Nico -dijo Kadan.
Jack, Ken, y Mari eran todos ellos expertos francotiradores. Cuchillo podía tener cuatro rifles apuntándole cuando llegara para enfrentarse a Kadan. Gator e Ian le estarían cubriendo mucho más de cerca.
Una vez en la vieja pista de aterrizaje, Kadan desaceleró su vehículo, permitiendo salir a Gator e Ian, que corriendo por la maleza, se agacharon hasta abrirse camino hacia el hangar donde ambos tomaron posiciones. Ken, Mari, y Nico ya habían subido. Jack se unió a ellos tan pronto como pudo, entraron desde el norte, encontrando una rama cómoda donde tenderse.
– En posición -dijo Nico-. Se está aproximando.
– Le veo -dijo Kadan, y se dio la vuelta, con un ceño en su cara mientras el coche daba un frenazo, salpicando polvo por el aire.
Cuchillo salió precipitadamente del coche, cerrando la puerta de un golpe.
– Tú, hijo de puta. ¿Crees que puedes darme un guantazo delante de todos y marcharte tan tranquilo?
– No, pensé que me seguirías -dijo Kadan, tan frío como el hielo.
Cuchillo se detuvo, la mano agarraba la navaja. Miró a su alrededor, dándose cuenta repentinamente de que estaba solo con alguien que tenía unos ojos como glaciares gemelos.
– ¿Quién eres?
– Me llamo Kadan. Kadan Montague. En algunos círculos me llaman Bishop. Tú ensucias el nombre de los Caminantes Fantasmas. Avergüenzas a todos los soldados.
La cara de Cuchillo perdió color mientras comenzaba retroceder hacia su coche.
– ¿Por qué me has traído aquí? -preguntó y sacó el cuchillo.
Kadan cayó a tierra, rodando, enderezándose junto a los pies de Cuchillo, deslizando el machete hacia arriba dibujando un ocho, cortando arterias por el camino. Se mantuvo en movimiento, apartándose de los chorros de sangre con el rostro desapasionado, sin que se alterase su ritmo cardíaco. Observó morir al tipo y luego dio media vuelta y se marchó.
– Equipo Este, abajo -anunció Kadan-. El avión está esperando, movámonos. Ryland entregó los binoculares a Kadan y señaló hacia la pequeña cabaña cerca del lago.
– Lily y Flame han estado trabajando contra reloj para conseguirnos tanta información como fuera posible sobre estos sospechosos, pero sobre el llamado Halcón sólo podemos especular que es el mismo Halcón con el que Guadaña se asoció hace pocos años. No sabemos lo bastante sobre él para estar seguros. Pero no hay duda de que éste es Escorpión. Se ha escondido aquí, golpeando una pesada bolsa y corriendo cada día. Parece estar en mala forma psíquica. -Miró otra vez a Kadan-. Hice lo que me pediste que hiciera. ¿Lo aclaraste con el general?
Kadan asintió.
– Entraré y tendré una charla con él. Es lo mejor que puedo hacer.
– Nico está en posición -dijo Ryland-. Mantenle lejos de la puerta y fuera si es posible.
Kadan sacó un sobre con papeles de su chaqueta, deslizó el arma en el cinturón a su espalda, y verificó su cuchillo.
– Nico, si tienes que hacerlo, elimínalo limpiamente, sin dolor.
Nico no respondió. Siempre los eliminaba sin causarles dolor, un disparo. Kadan era reacio a eliminar a Tom Delaney, y Nico comprendía por qué. El hombre tenía mujer, un niño y un buen registro de servicio, con abundancia de medallas. Asesinar nunca había sido su elección y luchaba contra ello… todavía estaba luchando.
Kadan avanzó hacia la cabaña. Andando. Dándole a Escorpión tiempo de sobra para verle llegar. Tom Delaney giró para verle acercase, su cuerpo cubierto de sudor y su cara una máscara de dolor, los nudillos manchados de sangre de golpear la pesada bolsa sin guantes.
– Tom Delaney -declaró Kadan mientras inclinaba la cabeza en saludo.
Tom sacudió la cabeza, una mirada de alivio en la cara.
– Me preguntaba quién vendría por mí.
– Kadan Montague, señor. Si no tiene inconveniente, querría proponerle algo.
Delaney se estiró hacia la nevera.
– Por favor, no haga eso, señor -dijo Kadan-. Nico tiene un fusil apuntado hacia usted y nunca falla. -Deliberadamente utilizó el nombre de un francotirador que la mayoría del los equipos de Fuerzas Especiales reconocería instantáneamente-. Me gustaría que me escuchara.
Delaney se enderezó lentamente, manteniendo las manos lejos de su cuerpo.
– Usted sabe lo que he hecho.
– Sí señor. Y sé lo que le hicieron. Su perfil fue manipulado cuando solicitó realzamiento psíquico. Nunca debería haber sido colocado en ese programa. Cuando fue realzado, también le realzaron genéticamente, aumentando los niveles de hormonas para hacerle súper agresivo. Sabemos que luchó contra ello. Desafortunadamente, la persona que le escogió para este programa necesitaba un octavo jugador para su juego de asesinato. Cuándo no cooperó, comenzó a utilizar su propia mente contra usted. Usted tiene dolores de cabeza y sangra por la nariz, la boca, y las orejas, ¿correcto?
– ¿Cómo sabe eso? -Delaney echó una mirada alrededor y bajó lentamente al banco de madera detrás suyo, las manos todavía delante de él a plena vista-. Parece como si mi cabeza estuviera en un torno y no puedo controlarme. Tengo miedo por mi mujer y mi hijo. -Respiraba con jadeos desiguales mientras luchaba por tratar de no derrumbarse-. Me estoy volviendo loco. Maté a alguien, lo golpeé hasta matarle, y por un instante las voces pararon. Pero regresan otra vez. Traté de conseguir ayuda. Fui al hospital de veteranos. Tengo miedo por mi familia, por otros, pero solo me dieron algunas drogas. Rogué ingresar en el hospital.
Kadan había leído el informe de su grito de socorro desesperado.
– Usted fue programado, genética y psíquicamente, para asesinar, y ha luchado contra ello.
Delaney sacudió la cabeza otra vez, presionándose los dedos contra los ojos.
– No pude controlarlo. No recuerdo realmente haber golpeado a ese hombre hasta matarlo, pero lo hice, con mis manos desnudas. -Flexionó los dedos-. Intenté pegarme un tiro, pero no pude. Sigo pensando que si pudiera conseguir ayuda…
– Él está en su cabeza. Empujándole a hacer lo que desea.
– ¿Quién? -Delaney levantó la cabeza de golpe con ojos duros
– Voy a encontrarle por usted -dijo Kadan-. Mientras tanto, le ofrezco una oportunidad. Si falla, está acabado. Ninguna segunda oportunidad, ninguna charla, pondré una bala en su cabeza y nunca la verá venir.
– No confío en mí mismo. Solo hágalo. Es un alivio. No quiero herir a nadie más. Golpeé a mi mujer. Maldita sea, la golpeé, con el puño. Podía oírme chillando para parar, pero no pude. Y su cara, cuando me miró… -cerró los ojos-. Solo hágalo, hombre.
– Quiero trasladarle a un hospital. Un médico tratará de deshacer o contrarrestar el daño hecho con el realce genético. Una vez que termine con el hombre que tira de sus cuerdas, la presión así como las voces de su cabeza deberían irse. No podemos devolver al hombre que mató, pero puede hacer cuanto pueda para compensarlo. Usted era un buen soldado. Los papeles de este paquete dicen que todavía lo es. Todo lo que su mujer y el niño sabrán es que está en una misión. Si tiene éxito, regresará a ellos, pero permanecerá bajo las ordenes del general y servirá a su país cuando sea necesario. Si no tiene éxito, será eliminado inmediatamente y será enterrado con honores militares completos. Su mujer e hijo nunca sabrán lo que le sucedió y recibirán sus beneficios de su seguro militar como viuda y familia de un soldado caído.
– ¿Por qué haría usted eso por mí? -preguntó Delaney con sospecha.
– Porque he tenido que matar a cuatro personas hoy y mataré cuatro más para mañana por la mañana. Usted merece salvarse, y no quiero tener que mirar a los ojos de su esposa y saber que no lo intenté. No quiero tener que regresar a casa con mi mujer y hacerle saber que no lo intenté. Firmé para el realce psíquico, pero nadie me pidió permiso para el realce genético. Lo que le ha sucedido podría haberme sucedido fácilmente a mí.
– ¿A cambio de esta oferta, qué tengo que hacer? -Delaney sonaba cauteloso. Era un soldado, Fuerzas Especiales, y todos sus instintos serían mantener información para él mismo.
– Tiene que hacer exactamente lo que le estoy ofreciendo. No necesita contarme nada sobre cómo entró en eso o quién lo hizo con usted. Le llevaremos a un hospital en una ubicación no revelada. Se le permitirá una llamada telefónica a su mujer donde le dirá que fue llamado para una misión especial de la que no puede hablar. Dígale que la ama y que le espere, que le de otra oportunidad más. Déjele saber que probablemente estará fuera varios meses. Coopere con el médico. No le mentiré. No sabemos cómo deshacer los realces genéticos; el médico probablemente tendrá que contrarrestarlos de alguna manera. No tengo más garantía para usted que mi palabra como compañero Caminante Fantasma de que le estoy contando la verdad.
Tom Delaney apartó la cara, pero no antes de que Kadan lo viera ahogándose de la emoción.
– Hagámoslo entonces -dijo el soldado bruscamente-. Y si no funciona, prométame que no me dejará abandonar vivo ese lugar.
– Tiene mi palabra. -Kadan le hizo señas para que se pusiera de pie y se girara, indicando que pusiera las manos a la espalda-. Es más seguro para usted. Tendrá armas sobre usted todo el camino al vehículo de transporte. Le dejarán fuera de combate para que las voces no le puedan alcanzar.
Tom Delaney permaneció callado mientras Kadan le ponía las esposas.
– Mira tío. Sé que no lo merezco, pero si algo falla, dile a mi mujer que realmente la amaba. Tiene que saber que realmente la amo a ella y al chico.
– Cuidaré de ellos. Tiene mi palabra.
Kadan le dirigió hacia la cima de la colina, donde Ryland tenía una camioneta preparada. Ryland no le dio tiempo a Delaney a cambiar de opinión, ni pensar en cosas; lo noqueó con un disparo rápido de la jeringuilla.
– El Titiritero es un caminante de sueños. ¿Estás seguro de que no puede llegar a Delaney así? -preguntó Kadan.
Ryland se encogió de hombros mientras miraba la camioneta dirigirse hacia el avión que esperaba y que llevaría a Delaney a su cita en el complejo que Lily había construido en las montañas de Montana.
– Es la mezcla de Nico y dice que ningún caminante de sueños puede pasar esas barricadas.
– Cinco abajo -dijo Kadan y saltó al SUV.
Jason Sturges, alias Toro [18], zigzagueó cuidadosamente entre los corrales de los animales, avanzando en la oscuridad por los estrechos senderos entre las vallas. Los novillos pateaban en el suelo y bramaban ocasionalmente, inquietos y molestos por los olores no familiares y las molestas sombras que revoloteaban por su territorio. Unos pocos patearon con sus pezuñas y empujaron contra las vallas, haciendo traquetear las tablas con su considerable peso.
Toro sonrió y se agachó un poco más, escuchando las ondas del inquieto ganado. El hombre que estaba intentando chantajearlo estaba en algún lugar cerca de las vallas más bajas. Podía decirlo por la manera en que el curioso ganado balanceaba las cabezas. Conocía a los animales y sabía cómo luchar. Seguro, y bastante divertido, se acercó un poco hacia los corrales más bajos, donde los toros eran guardados.
Ven solo, había susurrado la voz ronca por teléfono. Infiernos sí, iría sólo. Quizá debería haber invitado a que vinieran a divertirse a un par de sus compañeros de equipo, pero a veces un hombre solo necesitaba tener su propio tiempo. Tendría derecho a presumir después de matar a su chantajista. Cualquiera lo bastante tonto para interferir con un toro merecía los cuernos. Interiormente se rió de su propio chiste y siguió adelante rápido, siguiendo la llamada del ganado.
– Gator está controlando el ganado -informó Nico al oído de Kadan-, conduciendo a Toro a tu camino. No siempre puedo conseguir un disparo claro. Tiene mucha cobertura.
– Dile a Gator que siga moviéndolo. Le quiero en movimiento todo el tiempo, así es más fácil de localizar.
El informe sobre Toro era asombroso. Como soldado tenía buena reputación, era considerado excelente en su trabajo, y no tenía informes perjudiciales en su archivo. Tan loco como estaba, Kadan había esperado encontrar unos pocos rumores flotando, pero Toro era afortunado o bueno, y Kadan tenía la sensación de que solo era bueno. Flame había destapado una pauta alarmante de muertes en el equipo de Toro. Casi en cada misión perdía un hombre. Su equipo tenía la tasa más alta de pérdidas de cualquier equipo en servicio, pero nadie lo había cuestionado porque cada hombre caído era una muerte legítimamente explicada.
Sturges había sido un asesino en serie mucho tiempo antes de haber sido realzado. Flame había abarcado sus años de instituto y universidad. Había estudiantes muertos cada año, y de nuevo, nunca había sido sospechoso, pero Kadan estaba seguro de que el hombre había estado matando durante años.
– Está cerca ahora, Kadan, y es consciente de que pasa algo -dijo Nico-. No tengo un disparo claro.
Kadan no había esperado menos de Toro. El hombre era sumamente hábil y un Caminante Fantasma. No podía fallar al tener radar. Sturges estaba a la vista ahora, moviéndose lentamente, un arma en una mano, un cuchillo en la otra. Se movía con una facilidad fluida, con pies ligeros, cubriendo el territorio pero permaneciendo en las sombras y manteniendo el ganado entre él y todo lo demás.
Sin advertencia al hombre brincó, saltando en el aire, retorciéndose y disparando varias veces en la dirección de Kadan. Las balas golpearon alrededor de él, pero ninguna llegó demasiado cerca. Sus instintos eran más que buenos; Sturges tenía sentido de supervivencia. Estaba de vuelta al suelo, aplastándose contra los corrales mientras el ganado se revolvía inquietamente, huyendo de un lado para otro, forzando a Gator a luchar por mantenerlos contenidos.
– Ningún disparo -informó Nico tranquilamente-. Es rápido, bueno, y sabe que está acorralado. Será peligroso.
Kadan no dijo nada, rodando bajo la valla, arrastrándose por el suelo a través del ganado, utilizando los codos para propulsarse, dependiendo de Gator para evitar que los novillos grandes le pisaran. El barro y la paja apestaban, ahogando cualquier olor que el otro hombre exhalara.
Sin advertencia Toro cargó contra la valla, rodando en el último momento bajo ella, sin saltar por encima, no dándole nada a Nico para localizar. Sturges casi aterrizó encima de Kadan, el cuchillo cortando a través de la espalda de Kadan, besándole le piel y dejando una marca ardiente que picaba como el infierno. Kadan rodó, levantándose para encontrarse con el otro hombre, los dos cuerpos golpeándose con fuerza, cada uno bloqueando las muñecas del otro mientras estaban de rodillas, temblando con poder y fuerza, las miradas concentradas también.
Sturges siseó, reconociendo al Caminante Fantasma y dándose cuenta por primera vez que realmente podría morir. Permitió que un codo se doblara y se meciera hacia atrás, intentando tirar a Kadan. El agarre en las muñecas era implacable. No podía mover ninguna mano. Arremetió hacia delante para darle un cabezazo. Kadan se movió como si hubiera estado esperando el movimiento. Usando el ímpetu hacia adelante de Sturges, le lanzó adelante y arriba en el aire. La cabeza sobrepasó la valla y al ganado por sólo un fracción de segundo.
Nico apretó el gatillo y Sturges cayó, aterrizando con fuerza, sus brazos y piernas cayeron flojamente mientras el ganado se arremolinaba a su alrededor y la sangre inundaba la paja.
Kadan recuperó el cuchillo y el arma.
– Rye. Manda a los limpiadores. Van seis y estamos en hora.
– Tomó un poco de tiempo localizar a estos dos, y tuvimos suerte -dijo Ryland, moviéndose entre las viñas-. Flame pirateó la computadora de Guadaña y encontró este pequeño escondrijo que poseen juntos. Aparentemente tienen establecido un campo de tiro para practicar los objetivos. Vio una factura de equipo pesado. Cuando digo práctica de objetivos, hablo de objetivos móviles, como los que usamos en instrucción urbana.
– ¿Así que, qué están haciendo? -preguntó Gator.
– Han construido una pequeña ciudad aquí atrás. Hicimos una serie de fotos áreas y los edificios son en su mayor parte esqueletos.
– Un escenario. -Nico miró a Kadan-. Practican los asesinatos aquí, así pueden perfeccionar cada uno antes de llevarlos a cabo.
– Los detalles importan -dijo Kadan-. Van en serio acerca de conseguir el mayor número de puntos posibles asignados para cada asesinato. Eso es muy de Guadaña. Es un perfeccionista e iría muy en serio a ganar si entraba en el juego. -Echó una mirada alrededor a su equipo-. Esto -agitó las manos hacia el complejo-, es una perversión de todo en lo que creemos. Nuestro entrenamiento, cada soldado que atravesó meses y años de instrucción para salvar vidas. Ellos han retorcido las habilidades que les dieron y las prácticas de instrucción para perfeccionar los asesinatos. Me repugnan, pero no penséis ni por un momento que creo que no saben lo que están haciendo. Conozco a Guadaña. He trabajado con él y es bueno. Mejor que bueno. No podemos cometer ningún error.
– ¿Sabemos qué clase de realce psíquico o genético tiene cualquiera de ellos? -preguntó Nico.
Ryland sacudió la cabeza.
– No hay documentación. No en ningún archivo que Lily haya podido encontrar en el ordenador de Whitney ni en cualquiera de los que Flame ha pirateado en los de los mismos sospechosos. No hay ni un rumor entre los equipos tampoco. Entramos a ciegas.
– ¿Tenemos algún indicio de lo que el equipo ganador consigue una vez que el juego acaba? -preguntó Gator.
Kadan se encogió de hombros.
– Es el título, no importa lo demás. El lazo común que todos comparten es el ego. Quieren, no, tienen que sentirse superiores. No tenía sentido poner a Tom Delaney en el grupo. No encajaba. Tiene la agresividad, pero no es un asesino, no como estos hombres.
– Lily dice que consideran al resto del mundo ovejas y ellos son los lobos. Cuanto más matan, más necesitan matar -dijo Ryland-. No lo comprendo y probablemente nunca lo haré.
– Yo no quiero comprender -dijo Kadan-. Y esto -barrió la mano en un arco para indicar la pequeña propiedad-, esto es una abominación. Entrenan para asesinar tal como entrenaron para las misiones.
Había hielo en su voz y sentía el frío familiar asentándose sobre él. Le dio la bienvenida al hielo que fluía por sus venas, la parte fría de él que llegaba a ser mecánica, funcionaba como una máquina bien engrasada cuando era necesario. Y necesitaba al guerrero fuera y completamente funcional.
– Sabrán que venimos -advirtió Kadan. Él lo sabría. Tenía que asumir que Guadaña lo sabia-. Esto es el césped de su casa. Conocen cada trampa, cada mina. Y nos estarán esperando.
Nico, Jack, y Ken saludaron brevemente y se alejaron, dirigiéndose a sus posiciones asignadas. Gator, Kadan, y Ryland continuaron adelante, separándose y avanzando a través de las vides, donde había más cobertura, pero más oportunidad de una emboscada.
Kadan inhaló y olfateó sudor. Fue al suelo, moviéndose con cuidado hacia adelante, cambiando el color de la piel a lo que lo rodeaba. Un delgado alambre estaba estirado a través del estrecho sendero.
– Vigilar, he encontrado trampas. Empújalos hacia mí.
Dejó que sus sentidos dominaran, un extraño sexto sentido que siempre había estado con él, mucho tiempo antes de haber sido realzado, una clase de radar como los pelos del bigote de un gato. El realce lo había amplificado, dándole la capacidad de «ver» imágenes en el sonido. Cómo de cerca. Cómo de lejos. Grande o pequeño.
– Uno sobre ti -siseó Jack-. Muévete.
Una bala sonó, hundiéndose en un tocón cien metros a su derecha. Kadan ya estaba rodando a su izquierda, a una depresión poco profunda, escabulléndose hacia adelante. El hombre en las sombras tenía que ser Halcón. Guadaña nunca se habría expuesto a sí mismo a la vista de Jack, ni siquiera brevemente.
– ¿Cómo estaba sobre mí? -preguntó Kadan.
Las voces explotaron a través del huerto. El sonido de carreras y ramas rompiéndose vino de varias áreas diferentes. Kadan sabía que era Gator, lanzando deliberadamente sonidos para interrumpir la caza de Guadaña y Halcón. Kadan se deslizó entre la maleza, manteniendo su cuerpo del color de lo que le rodeaba. Subió a un árbol, utilizando sus cerdas para sostenerse mientras escalaba, con cuidado de no sacudir las hojas.
Halcón andaba por un estrecho sendero, con la pistola en la mano. Había marcado el lugar donde Kadan se había hundido, pero no le podía encontrar. Kadan frunció el entrecejo interiormente. Estaba completamente camuflado, sabía que lo estaba. No había sacudido ni un arbusto ni las ramas. ¿Cómo infierno lo había descubierto Halcón?
Halcón giró la cara hacia el cielo y chilló, el sonido una copia perfecta de la llamada de un halcón. Un halcón grande de cola roja giró en grandes círculos arriba.
– Está usando la visión del halcón -dijo Gator, el entusiasmo y la admiración infundidas en su voz-. Puede ver lo que el pájaro ve.
Halcón giró hacia el árbol donde Kadan se aferraba a una rama justo encima de su cabeza, y el asesino se encontró mirando directamente al cañón de un arma. Murió así, mirando la bala que iba hacia él, enviándolo hacia atrás donde quedó extendido en el suelo.
– No más -dijo Kadan y saltó del árbol, aterrizando agachado a solo unos centímetros del cuerpo caído-. Siete abajo.
La tierra se sacudió y retumbó; géiseres de tierra y escombros saltaron al aire. La explosión fue fuerte, tirando a Kadan hacia delante. Antes de poder ponerse en pie de un salto, otra explosión meció la tierra, seguida por una tercera y una cuarta. El humo apareció alrededor de ellos, arremolinándose espesamente. Kadan envió fuera su radar y rebotó de vuelta a él. Guadaña estaba corriendo.
Kadan le persiguió, fiándose de su sistema de advertencia para permitirle saber si se estaba acercando a una trampa. Dos veces se desvió del rastro, corriendo a toda velocidad, saltando varios arbustos cuando estaba seguro de que se estaba acercando a la cuerda de una trampa. Los disparos de una automática rociaron el área y se zambulló cubriéndose. Guadaña disparaba a ciegas y estaba a alguna distancia. A través del humo era imposible que viera a Kadan claramente, pero seguro de que Kadan le estaba siguiendo, Guadaña mantenía al Caminante Fantasma lejos de él.
En el momento en que los disparos cesaron Kadan volvió a ponerse de pie y corrió. Su radar le dijo que Guadaña estaba noventa metros adelante. Aceleró e instantáneamente su sistema de advertencia chilló. Se zambulló otra vez, rodando mientras golpeaba el suelo. El suelo se sacudió, y otra serie de explosiones envió tierra y humo al aire.
Una motocicleta cobró vida, y Kadan apareció de repente a través del humo para ver a Guadaña coleando sobre la tierra hacia el distante barranco. Kadan se lanzó en ángulo, marchando rápidamente con el arma fuera, disparando a los neumáticos mientras corría a través de campo abierto. Guadaña respondió con fuego automático, apuntando bajo el hombro, pero sin tomarse realmente el tiempo de hacer más que tratar de ralentizar a Kadan. Tenía claramente una ruta de escape planeada y la estaba usando.
La motocicleta se hundió sobre lo que parecía ser una depresión y estuvo fuera de la vista. Kadan no fue más despacio, pasando como un rayo a través del campo para alcanzar el borde de la cuesta que llevaba al profundo barranco. Espesa maleza y árboles crecían de modo desordenado cubriendo las paredes del profundo corte de la montaña. Si había un sendero, era artificial y Guadaña lo conocía bien. Kadan no vaciló y le siguió.
La cinta del rastro estaba marcada y cubierta con césped y unas pocas piedras. Alguien se había tomado el tiempo de tratar de hacer algo que parecía un sendero. Kadan lo siguió, pero aún con su velocidad, la motocicleta se estaba alejando de él. Guadaña conocía el barranco, cada giro y cada vuelta, y Kadan tenía que tener cuidado de no romperse una pierna o ir dando volteretas de cabeza al fondo. Las ramas le golpeaban la cara y la maleza le rasgaba los brazos, pero corrió del mismo modo.
Localizó a Guadaña subiendo lo que parecía un lado muy escarpado, propulsando la motocicleta sobre piedras y arbustos para llegar a la cima. Desapareció por un momento y entonces giró la motocicleta, deteniéndose encima de la arista para mirar fijamente hacia abajo a Kadan.
Kadan se detuvo, preparado para zambullirse en la cobertura si Guadaña levantaba su arma. Guadaña miró fijamente a Kadan con una sonrisa engreída en la cara y luego levantó el dedo corazón en el aire.
Kadan le dio un pequeño saludo para el soldado que solía ser. No había manera de que Guadaña supiera que había sido conducido como ganado directamente a una trampa, pero Ryland había planeado el asalto perfectamente.
El sonido de dos rifles fue simultáneo. Los gemelos Norton dispararon desde lados opuestos y ambas balas golpearon al asesino en la cabeza. El cuerpo cayó derribado de la bicicleta a cámara lenta, y retrocedió por la cuesta del barranco.
– Ocho abajo -dijo Kadan suavemente.
<a l:href="#_ftnref18">[18]</a> Nombre propio con el que designarán al asesino cuya figura en el juego es un toro.