174617.fb2 Murder Game - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 8

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Capítulo 5

Tansy se despertó con el olor del café. Mantuvo los ojos cerrados con fuerza, sin querer afrontar lo que había hecho durante la noche. El hombre debía de haber estado exhausto, pero Kadan le había dado todo lo que podía haber deseado nunca y más. Compartir mente y cuerpo era una experiencia que ella nunca hubiera pensado que habría tenido jamás, e iba mucho más allá de cualquier cosa que su imaginación pudiera haber evocado. Pero ahora tenía que afrontar la luz de día y lo que había hecho. Todo lo que una podía hacer… y con un desconocido.

¿Cómo podía mirar a los ojos a Kadan Montague? ¿Esperaría él que simplemente lo siguiera hasta el infierno, ahora que le había permitido seducirla? Porque ella había sido una participante consciente… no podía negarlo, ni siquiera a sí misma… especialmente a sí misma.

Se arriesgó a mirarlo y su corazón casi se detuvo. Estaba levantando el campamento con tranquilidad. La mayor parte de sus cosas estaban empaquetadas, e incluso mientras miraba, ya había abierto el estuche de sus cámaras y extraído sus preciosas cámaras y películas como si le pertenecieran. La palpitación de su corazón resonó en sus oídos. ¿Qué había hecho?

Podemos hacer esto de forma difícil. Le había advertido. Nunca podría decir que él no se lo había advertido. Le había permitido convencerla de que regresara al campamento por sí misma. Él había usado su propia naturaleza contra ella. Demonios, la había estudiado y lo había admitido. Él sabía exactamente qué botones pulsar, y los había pulsado al revelar la historia de su infancia, que nunca había compartido con nadie. ¿Cómo podía ser tan estúpida? Probablemente no era cierta. Quería llorar por su estupidez, pero había otra parte que estaba furiosa por el engaño.

Dale a la chica una noche para recordar. Él había estado en su cabeza. Él sabía lo sola que se había sentido, lo diferente. Ella prácticamente había saltado sobre él. Tansy ahogó un gemido. No pudo, por un momento, culparlo. Le había advertido desde el principio que tenía la intención de llevarla de vuelta. Él era cruel, dispuesto a usar cualquier medio que estuviera disponible para él y ella le había abierto la puerta para usar el sexo. Al diablo con él. Al diablo con ella. Ahora tenía que buscar una salida, porque no iba a ir a ningún sitio con él.

Kadan mantuvo la cabeza bajada mientras empacaba metódicamente las cosas de Tansy. Era posible que ella no se diera cuenta de lo frecuentemente que usaban la comunicación telepática, de lo fácil que empezaba a ser deslizarse dentro y fuera de la mente el uno del otro. Él había sido renuente a separarse de ella. No podía recordar haber dormido con una mujer en sus brazos y sentirse completamente satisfecho… en paz. Completo. Y ahora ella estaba yaciendo allí, arrepintiéndose de su noche juntos, la noche que había significado el mundo para él. ¿Qué esperaba? ¿Qué ella fuera hacia él con los brazos abiertos, con una enorme y feliz sonrisa?

Los pensamientos de ella eran crueles y autoinculpatorios. Él sabía exactamente qué botones pulsar, y los había pulsado al revelar la historia de su infancia, que nunca había compartido con nadie. Ella quería llorar por su propia estupidez, pero había otra parte que estaba furiosa por el engaño

¿El engaño? La cólera y el dolor lo envolvieron tan estrechamente que no pudo distinguir uno del otro. Kadan, el Caminante Fantasma con hielo en las venas, sintió cómo una ráfaga de ira recorría su sistema, y se volvió hacia Tansy, metiendo la mano en el bolsillo.

– ¡Eh! ¡Cógelo! -Deliberadamente Kadan lanzó por el aire hacia ella la pequeña figura que había encontrado en la escena del último crimen.

El objeto brilló a la luz incipiente del amanecer mientras se dirigía a la cabeza de Tansy. Ella estiró el brazo en un movimiento rápido y lo atrapó en el aire al tiempo que sentía el pensamiento de él.

Maldito sea por confiar en ti.Te conté lo único acerca de mí que ninguna otra persona viva conoce y tú crees que lo usé para llevarte a la cama. Había furia, pero más que eso, había dolor.

La había lastimado. Sus dedos se cerraron alrededor de los bordes suaves del objeto que le había lanzado, y su corazón se hundió mientras la energía cruel y violenta se derramaba con acidez sobre ella. Trató de dejar caer la figura, pero era ya demasiado tarde. Aún peor, no se había preparado. Se oyó a sí misma gritar, en su más profundo interior, donde nadie podía oírla, como si vertieran aceite en su mente, resbaladizo y negro, y se llenara de fango, cargando el peso de los muertos y moribundos, los ruegos y las protestas, las voces suplicantes, la enfermedad que crecía con el hedor oscuro de la sangre. Kadan había dicho que la sangre era como una segunda piel, pero era peor que eso, rezumaba por dentro a través de sus poros, hasta que la sangre estaba dentro de su mente, pegándose a todo lo que ella era, a cada parte de su alma, goteando como la cera de una vela y fundiéndose con ella como el lacre caliente.

Kadan escuchó los gritos, el grito de un animal angustiado, lleno de dolor, de agonía, pero ella estaba completamente callada, el azul de sus ojos había cambiado a un brillante violeta plateado. Ojos de cristal. Su estómago se contrajo mientras arrojaba la bolsa que estaba empacando sobre la mesa y corrió hacia ella, agarrando su mano, tirando de sus dedos.

– ¡Déjala caer! Déjala ya.

Él había leído los informes, pero no lo había entendido. Maldita sea, no lo había entendido. Ahora lo hacía, y pensó que iba a enfermar. Estaba allí con ella ahora, en su mente, y la realidad de lo que ella sentía (lo que atravesaba) era mucho, mucho más devastadora de lo que cualquier informe alguna vez pudiera haber descrito.

– ¡Maldita sea, Tansy, déjala caer! -La bilis se elevó. Había estado enfadado. Él nunca se permitía sentir cólera. Permanecía bajo control, porque cuando tomaba la decisión de lastimar a alguien, tenía que basarse en la lógica y la razón, no en la emoción.

– Tansy -susurró su nombre y atrapó el cuerpo fláccido entre sus brazos.

Había tanta sangre.A él le gustaba.Las salpicaduras y el chapoteo.Como si fuera una pintura y él fuera el artista.Él hubiera querido una carta diferente.No podría usar a las mujeres.A ninguna de ellas.La chica tenía catorce años y la madre… ah… la madre.Era hermosa.Y una jodida esnob.A él le hubiera gustado obligarla a mirar primero lo que le hacía a la hija.Pero perdería puntos.¿Cuántos puntos si las follaba a ambas? ¿Valdría la pena?Todos ellos estarían furiosos con él, pero qué diablos, se merecía un poco de diversión.

No fue culpa suya que sacara la carta equivocada.El sonido de sus voces sollozando e implorando era lo mejor de todo, mejor que cualquier afrodisíaco.Él se había ocupado del marido primero.El machote.Idiota, pensó que podría mantener segura a su familia.Luego el hijo.Una pérdida de tiempo matar al mocoso, pero no quería molestarse con el niño gritando.No, ahora venía la diversión.Tenía horas para divertirse, pero si satisfacía sus fantasías, perdería puntos.¿Qué deberíamos hacer?

Él se sentó en cuclillas junto a la mujer, sonriendo burlonamente, sintiendo el poder.Ella haría cualquier cosa por vivir.Cualquier cosa en absoluto que él quisiera.Lástima, cariño, tu muerte está escrita… Empezó a reírse de su propio chiste.

Tansy podía oír una voz lejana pronunciando su nombre. La voz sonaba familiar y trató de concentrarse en ella. Ella estaba en un laberinto de muertos. Tantos cuerpos. Tanta sangre. Las víctimas imploraban y rogaban. Rebajándose ellas mismas. Resistió la tortura física y emocional, y pasó a través de ellos, incapaz de ayudarlos. Algunas veces podía ver sus caras, la desesperación en sus ojos, la súplica. Los sollozos se incrementaron. Ella no podía alcanzarlos. No podía tocarlos. No podía detener a su asesino.

– ¡Tansy, déjala caer! Maldita sea. Escúchame. Siénteme. Soy real, ellos no.

La voz era severa, dominante, penetrando a través de la sangre y el horror. Por un momento ella fue consciente de estar en dos lugares, del túnel lleno de sangre con ojos vidriosos clavados en ella y de una mano que agarraba las suyas. Y luego el asesino se rió, las ropas se desgarraron y las mujeres gritaron. Un niño imploró, con voz desesperada, arrastrándola hacia abajo, hacia el aceitoso fango negro y rojo donde ella tomó aliento y se hundió.

Que se jodan todos, cara de muñeca.Tenemos todo el día para conocernos.Lucha contra mí.Quiero que luches conmigo.¿Ves lo guapa que está tu hija con todos esos cortes sobre los pechos?Unas franjas rojas preciosas.

Él lentamente se quitó el cinturón, sabiendo que dos pares de ojos estaban fascinados por él.

¿No se verá ella aún más guapa con unas preciosas franjas anchas por todo el cuerpo?Ven acá, cara de la muñeca.Gatea con tus manos y tus rodillas, humíllate después de que tu viejo hombre no hizo nada para salvarte.Él te habría entregado, me habría rogado que te usara como quisiera sólo para que no lo matase.No era fuerte.Necesitabas a alguien fuerte.Y ahora es demasiado tarde.Gatea hacia acá y pon a trabajar esa boca llorona mientras enseño a esta niñita lo que es un hombre de verdad.Si hubieras escogido al hombre correcto, nada de esto hubiera ocurrido ¿sabes?

Él agarró a la mujer por el pelo, tirando bruscamente de su cabeza hacia arriba, pegando su cara a la de ella.La saliva bajó por su cara mientras él le gritaba.

¿Lo harás?

Kadan intentó abrir a la fuerza los dedos de Tansy. Iba a perderla si no la hacía volver. Su cara era casi gris de tan pálida. Gotas de sudor perlaban su frente. Su pulso estaba descontrolado, sus ojos miraban fijamente a algo que no estaba realmente allí.

– Deja caer esa maldita cosa. -Su voz ni siquiera parecía la suya. Gruñó la orden con voz demoníaca. Kadan Montague, el asesino que tenía hielo en la sangre, estaba desesperado, aterrorizado de estar perdiéndola.

Maldiciendo, él clavó profundamente las yemas de sus dedos en la muñeca de ella, encontrando el punto de presión que abriría sus dedos, estrellando de golpe su mano contra la tierra al mismo tiempo. La figura voló medio metro y rodó libre. El cuerpo de Tansy se convulsionaba. La sangre goteaba de su boca y su nariz. Kadan se arrodilló en el polvo, su cuerpo bloqueando el sol del amanecer mientras trataba de despertarla. Él la sacudió, la llamó por su nombre y luego la dejó para conseguir agua.

Tansy se ahogó, tosió, giró la cabeza y luego rodó sobre las rodillas, su estómago se rebelaba con implacables arcadas. Oleadas de vértigo la desorientaron. Se limpió la cara y su mano quedó manchada de sangre.

– Aquí. Bebe esto. -Kadan puso una botella de agua a la fuerza entre sus manos temblorosas y envolvió una chaqueta alrededor de su cuerpo desnudo.

Tansy trató levantarla hasta su boca, pero derramó gotitas por todas partes. Kadan extendió los brazos alrededor de ella, rodeando con su mano las de ella, estabilizando la botella.

– Toma un sorbo. -Su voz estaba ronca.

Tansy lo hizo, enjuagándose con el agua y escupiéndola para limpiar el aceitoso sabor de su boca. No se fue. Su mente parecía excepcionalmente tranquila, y ella tuvo el mal presentimiento de que no era la única que controlaba las voces. Tomó un par de sorbos más con cuidado, dejando que el fresco líquido corriera por su garganta, antes de levantar la mirada hacia Kadan.

– Están todavía allí en mi cabeza, ¿verdad? Como siempre. Tú los estas deteniendo.

Él asintió.

– ¿Por qué diablos cuando ese hijo de puta supo que estabas persiguiendo asesinos en serie, no te dio herramientas con las que trabajar? -La furia estremecía su voz.

Tansy tomó un profundo aliento y lo expulsó.

– Supongo que te refieres al doctor Whitney.

– ¿No le llamaron tus padres cuando enfermaste después de perseguir a un asesino?

Ella asintió.

– Parecía parte del acuerdo de adopción. Él arregló la adopción y mi padre parecía pensar que él era el mejor para tratarme. Tuve que contar, con todo lujo de detalles, cómo me afectaba cada caso.

– Él pudo haberte ayudado a manejarte mejor con eso.

– Normalmente lo manejo mejor. Si preparo mi mente para la sacudida, puedo controlar la energía y las voces durante un tiempo. Desafortunadamente, el tiempo se volvía más y más breve, hasta que yo alcanzaba un punto en que era realmente inútil. Y no puedo sacarlas de mi cabeza una vez que están allí. -Tomó otro trago de agua, saboreando el agua fría cuando le raspaba la garganta.

– Lo siento. No debería haberlo hecho.

Sus ojos se encontraron. Él la miró como si quisiera decirle algo. Ella se encogió de hombros.

– Supongo que tuviste que intentarlo.

Kadan negó con la cabeza, rehusando tomar esa salida.

– No estaba pensando en el trabajo cuando tiré la figura. La dejaron en la escena del crimen. Siempre dejan una figura atrás. Parecen ser ocho piezas diferentes, y siempre dejan una de las ocho en cada escena.

– Porque tienes ocho jugadores.

Kadan parpadeó. Se agachó en el polvo junto a ella.

– ¿Qué quieres decir, ocho jugadores?

– Es un juego. Un juego de asesinatos y hay varios jugadores. Eso sustenta la razón de que si hay ocho fichas entonces tienes ocho jugadores. ¿Alguna pieza está repetida?

– Cuatro de ellas. Dos en la Costa Este y dos en la Oeste.

Ella guardó silencio por un momento, con expresión meditabunda. La sangre continuaba goteando de su boca y su nariz. Kadan no pudo evitar enjugarla. La imagen le molestaba más de lo que le gustaría admitir. Ella no se apartó, y él estaba conectado tan íntimamente con ella que casi podía seguir la velocidad de su cerebro mientras ella empezaba a cotejar los datos con los pequeños hechos que había captado del breve vislumbre que había recibido de la mente del asesino.

– Es posible que forme parte de un equipo. Estaba preocupado por perder puntos si violaba a las víctimas. -Ella levantó la vista y él juraría que ella había parpadeado para contener las lágrimas-. Las violó, ¿verdad? A las dos. No habría sido capaz de detenerse. Le gusta lo que está haciendo y necesita la excitación. Lo necesita más de lo que desea ganar el juego.

Kadan asintió, afirmando.

– Ambas fueron violadas.

– El control es lo que realmente le importa. Se burlaba de ellas sobre elegir al hombre equivocado. ¿Es posible que la esposa le conociera? La forma en que actuó era extraña. No le gusta el rechazo y obviamente se siente superior a todo el mundo, hombres y mujeres. Alimentaba su terror, y cuanto más asustadas estaban, más poderoso se sentía.

Kadan no quiso interrumpirla. Ella era fascinante. Su mente era fascinante. Él había trabajado con algunos grandes pensadores, pero aquí estaba una mujer, sin entrenamiento, que pensaba como un detective, su cerebro compilaba la información más rápidamente de lo que había visto nunca.

Tansy se pasó una mano por su pelo, frunciendo el ceño cuando sus dedos se enredaron. Él intentó no notar el desarreglo de su pelo, que caía como un nudo de seda alrededor de sus hombros y por su espalda. Sus senos mostraban débiles marcas, estropeando la perfección de su piel. Él se las había hecho. Eran las huellas de sus dedos sobre ella. Su cuerpo se estremeció, no importaba la fuerza con que trataba de controlarse.

– ¿Por qué no te vistes?

Por primera vez ella pareció conciente de su falta de ropa, frunció el ceño, un poco confundida mientras miraba a su alrededor. Asintió y se levantó inestable. Kadan la agarró del brazo para asegurarse de que no cayera. Tansy sacó ropas de su mochila y se apartó de la mirada de él. A él no le gustó, pero no estaría bien insistir en que se vistiera delante de él. Pasó los pocos minutos de su ausencia preparándole una taza de café caliente.

Tansy volvió unos minutos más tarde, la cara un poco hinchada como si hubiera estado llorando. Tomó la taza de café y sopló sobre ella.

– ¿Se suceden los asesinatos el uno al otro? En otras palabras, ¿si uno ocurre en la Costa Oeste, luego lo sigue otro en la Costa Este? ¿Se parecen?

Él negó con la cabeza.

– Son similares. Bien planificados. Debe de haber más de una persona involucrada en la planificación, pero sólo una lleva a cabo realmente los asesinatos. Al menos eso es lo que pienso. No ha habido ninguna prueba de que haya más de un asesino en una escena de crimen. Los asesinatos están conectados por las figuras del juego. Son inusuales, talladas en marfil y muy diferentes.

Tansy miró a su alrededor.

– ¿Dónde están mis guantes?

– ¿Por qué? -Sus tripas protestaron ante la pregunta y la respuesta en su mente.

Ella le dirigió una mirada de advertencia.

– No te hagas el tonto. Necesito echar un vistazo a la figura. No la he examinado realmente y no la puedo tocar sin guantes.

– No quiero que vuelvas a tocarla.

Ella suspiró.

– Mira, ya he tenido antes las voces en mi cabeza y no van a dejarme, así que lo menos que puedo hacer es señalarte al menos la dirección correcta. Recojo cosas incluso a través de los guantes si las impresiones son lo bastante fuertes. Tengo el presentimiento de que este hombre conservó la figura con él durante toda la fase de planificación y le gustaba sujetarla en su mano.

Kadan maldijo mientras le volvía la espalda. Ella se estaba alejando de él. Se había distanciado de él y sentía la barrera incluso en su mente. No podía culparla. Incluso la entendía, pero al diablo con todo, ella le pertenecía, y la separación después de compartir su cuerpo y su mente era inaceptable. Él apenas podía respirar ante la perspectiva de perderla para siempre.

A regañadientes le dio la figura. Era un pequeño potro, anatómicamente correcto. Ella lo tomó entre dos dedos, girándolo repetidas veces. Su dedo índice comenzó a deslizarse a lo largo del cuello del caballo, dónde no había crines.

– Es el Potro Italiano [1]. A él le gusta llamarse así. Disfruta sabiendo que puede manipular a las mujeres y sus amigos lo saben. Presume de que es responsabilidad de ellos mantener a sus mujeres apartadas de él, no suya.

– Lo de Potro Italiano está tan trillado. Se ha usado demasiadas veces.

Su mirada saltó hacia la cara de ella.

– Estoy seguro de ello.

Él no era italiano, pero sentía como si estuviera acusándolo de seducirla. Maldita sea. Tal vez lo hizo. No le había contado la historia de su infancia a propósito. Se le había escapado. Se quedó horrorizado, pero no pudo dejar de hablar, no pudo detener el flujo una vez que el dique había sido desgarrado. No le había contado la historia para seducirla o para ganar su simpatía. Él estaba en su mente. Compartiéndose el uno al otro. Él la veía. Veía en su interior. Ella lo era… todo.

Tansy estudió la talla desde cada ángulo.

– Le gusta esta identidad más de lo que le gusta la suya propia. La fomenta. La mayoría simplemente lo llaman Potro [2]. ¿Quiénes son?

Su dedo era hipnotizante, frotando el cuello de arriba a abajo, casi una caricia. Kadan recordó la sensación de sus dedos acariciando su eje. Él había estado tan duro. Tan grueso. Nunca lo había estado tanto antes, lleno a reventar. Mirándola, con su cabello por todas partes, sin maquillaje y con esa mirada remota en la cara, su corazón se estremeció. Y sí, incluso ahora, la brisa llevaba el débil perfume de canela, aunque ahora se mezclaba con su propio aroma.

– Sus amigos -supuso Kadan.

– Están cerca pero aparte. Se esconden en las sombras. La noche es nuestra.

La cabeza de él subió con alarma.

– ¿Qué diablos estás diciendo? -Él le arrebató la figura de la mano-. ¿Qué quieres decir con eso?

Tansy volvió sus relucientes ojos hacia él. Ahora él sabía lo que hacían esos ojos. Miraban al interior, donde las personas «supuestamente» nunca miran. Ella estaba viendo demasiado. ¿Dónde estaba el hielo en sus venas? ¿Dónde estaba su frialdad?

– No quise decir nada. Vi las palabras, eso es todo. Él cree que es invencible en la noche.

Ella se quitó los guantes y los dejó caer sobre la mesa como si no pudiera soportarlos contra su piel. Kadan negó con la cabeza.

– No lo creo. No hay tantos de nosotros. ¿Ocho? ¿Ocho asesinos? ¿Caminantes Fantasmas? -Negó con la cabeza de nuevo-. No lo creeré.

– ¿Así que la frase tiene significado para ti?

Él la miró con rudeza. Había crecido rodeada de detectives, y su pregunta, con aquella despreocupada voz, sonó como uno.

– Eres mi compañera -le dijo bruscamente, reforzando su reclamo-. No lo olvides. -Antes de que ella lo negase, se subió la manga.

– Oh Dios mío, ¿cómo no vi anoche que estabas herido? -preguntó Tansy-. Lo siento. No lo sabía.

– No es nada. Un arañazo. Lo cosí. Te estoy enseñando el tatuaje.

Hubo un silencio expectante. Primero no vio nada en su brazo, pero entonces cuando él liberó un poco de energía psíquica, permitiéndola girar cerca de ella, pudo ver el extraño emblema.

– El emblema de los Caminantes Fantasmas. La noche es nuestra. Está en nuestro credo -le explicó, la expresión severa-. No creo en las coincidencias. Pero ocho… Eso sería un equipo entero. -Negó con la cabeza-. De ninguna manera, Tansy. Los conozco a todos.

– Están bajo mucha presión. Tú lo sabes mejor que nadie, Kadan -dijo en voz baja, observándole detenidamente-. Los dolores de cabeza, la continua presión del mundo exterior, volverían loco a cualquiera. Deberías saberlo. Pero vosotros no matasteis a gente brutalmente. Y sin duda alguna no lo habéis hecho por diversión. Estos bastardos lo están haciendo por diversión.

Se frotó el ceño fruncido de la frente.

– ¿Entonces por qué están los Caminantes Fantasmas bajo sospecha? No estoy segura de entender esa parte.

Ella todavía tenía sangre en la comisura de la boca. Él odiaba esa visión. Vertiendo agua en una tela, acortó la distancia entre ellos.

– Hasta ahora tenemos diez asesinatos. Cinco en cada costa. Cada uno similar pero muy distinto y cada uno tenía una pieza del juego abandonada en el sitio, algunas piezas usadas más de una vez.

– Eso no explica la conexión con los Caminantes Fantasmas.

– Saltaste sobre mí, Tansy. Exactamente sobre mi cabeza -señaló Kadan-. Sabes que estamos genéticamente mejorados y podemos hacer cosas que la otra gente no puede. Hay fuertes indicios de que quien fuera que cometiera estos crímenes puede hacer cosas que serían consideradas imposibles. La mayoría de los asesinatos de la Costa Este han ocurrido ya sea en Seattle o Tacoma, en Washington. Los asesinatos de Carolina del Norte están cerca también de la base de allí. Creemos que quien está cometiéndolos está en las Fuerzas Armadas.

– ¿Dónde están los Caminantes Fantasmas?

– Dispersos por ahí, en misiones. Tienen residencias, por supuesto, pero a menudo están en ambas costas.

– ¿Ha intentado alguien eliminarlos como sospechosos? Si están en el ejército, alguien tiene que saber dónde están un día determinado, ¿no?

Kadan reparó que Tansy se estaba balanceando, las manos todavía temblorosas, aunque trataba de ocultarlas. Se acercó a ella ignorando el modo en que se tensaba cuando le pasó el brazo alrededor de la cintura para calmarla.

– Los Caminantes Fantasmas operan fuera de los parámetros ordinarios. No responden ante nadie excepto su jefe de equipo, el general o el almirante. Ambos dirigen los equipos. Las misiones son clasificadas y a menudo implican viajar fuera de los Estados Unidos sin evidencia escrita. En otras palabras, es difícil decir dónde está la verdad porque una vez sueltos, tienen la habilidad de entrar y salir del país, e incluso de estado en estado sin que nadie lo sepa. Por supuesto que lo estamos comprobando tan rápido como podemos, pero no es fácil, en especial porque que no puedo revelarles la investigación o el hecho de que están bajo sospecha.

– ¿Y están todos fuera del país?

Él negó con la cabeza.

– Pero nadie puede confirmar su paradero excepto otros Caminantes Fantasmas. El consenso general parece ser que se proporcionarían coartadas unos a otros.

– ¿Lo harían?

Suspiró. ¿Lo harían? Por supuesto que sí. Otro escalofrío atrajo toda su atención hacia ella. Más cerca, tocar su suave piel era una especie de infierno privado. Le inclinó la cara hacia atrás, sin prestar atención al estremecimiento, y le frotó la sangre restante.

– Siéntate antes de que te caigas. -Cuando no le contestó, la tomó del brazo y a la fuerza la llevó de vuelta al saco de dormir. Su cuerpo estaba temblando, pero fueron los ojos lo que le preocuparon. Ella se sacudió, la mirada vacía por un momento y luego regresó temblando.

– Estoy bien. -Las palabras fueron murmuradas, y por segunda vez se presionó la mano en la cabeza.

– Empieza el dolor de cabeza.

Ella asintió, tragando saliva.

– Estoy acostumbrada. Tengo píldoras en alguna parte. -Miró alrededor sin poder hacer nada. Su cuerpo se sacudió de nuevo y los ojos se le pusieron fijos.

– Maldita sea, Tansy, estás teniendo ataques. -La levantó, meciéndola cerca, sujetándola por un momento, dejando caer la cabeza contra la suya brevemente, antes de acostarla en la improvisada cama.

– Lo sé. Ocurre. El dolor de cabeza es peor. -Se alejó rodando de él y se acurrucó en una apretada pelota-. Tengo que cubrirme los ojos.

– ¿Dónde están tus gafas? -Ya estaba de pie y buscándolas, hurgando en las bolsas que había empacado, buscando las pastillas.

Ella no contestó, pero empezó a mecerse, una mano escudando sus sensibles ojos.

– ¿Esto pasa cada vez que persigues a un asesino?

Ella masculló la respuesta, las palabras ininteligibles, pero él sintió el asentimiento en su mente.

– Y la gente piensa que yo estoy loco.

Kadan se acomodó a su lado, sosteniéndole la cabeza con la palma, metiéndole las píldoras en la boca y luego sujetándole la botella de agua. Ella gimió suavemente ante el movimiento, pero obedientemente se tragó la medicina.

No tienes que quedarte conmigo. Quería que se fuera, odiaba que alguien la viera en ese estado. Vulnerable. Con la mente ida. Casi demente. Dolía. Dolía tanto.

Kadan acarició su rebelde pelo, los dedos demorándose en las sedosas hebras.

– No hables. No uses la telepatía, sólo empeorará el dolor de cabeza. Duerme, Tansy.

Ella había hecho esto desde los trece años. Sin entrenamiento. Sin ejercicios para ayudarla a formar barreras entre la violenta energía y su cerebro totalmente abierto. ¿Qué posible razón podía haber tenido Whitney para dejarla sufrir? ¿Era otro de sus locos experimentos? Evidentemente había documentado cada incidente, insistiendo en examinarla e interrogarla cada vez que utilizaba su habilidad para rastrear a un asesino en serie. ¿Había querido ver cuánto tiempo tardaba en romperse?

Ella se estremeció, su cuerpo temblando mientras la sobrecarga la golpeaba por completo. Maldiciendo se tumbó a su lado, usando el calor de su cuerpo para calentarla. Su piel estaba fría, los ojos casi opacos. La rodeó con los brazos y la atrajo fuertemente contra él, acurrucándose tanto que su cuerpo protegía el de ella. Encajaba. Estaba hecha para él. Whitney no podía haber hecho eso. Kadan eligió no creer que eran las feromonas. Las feromonas no podían hacerle sentir otra cosa que atracción física, la cual tenía a montones, pero allí había mucho más.

Hacía mucho tiempo que había dejado de ser emocional, pero lo era ahora… con ella. A solas, con ella cayendo en un sueño irregular, podía permitirse un poco de sentimiento. Y su misión no merecía la pena destrozarla por completo. Encontraría otro camino. Siempre había otro camino.

El cuerpo de ella se sacudió y gritó, presionando ambas manos en la cabeza.

Las manos de él fueron a sus hombros, masajeándola con suavidad, luego fueron hacia el cuello en un intento de aliviarle la tensión.

– Shh, nena, duerme. No voy a permitir que lo hagas. Encontraré un modo alternativo. Sólo duerme para mí.

Ella se calmó un poco. No podía estar seguro de si era por el consuelo, o el masaje, pero parecía más tranquila. Le apartó el pelo a un lado e inclinó la cabeza para besarle la nuca.

– Voy a decirles que has perdido tus habilidades, pero entonces necesitarás pasar desapercibida hasta que termine con esto. -Hablaba en voz alta más para sí mismo que para ella.

Sintió que el cuerpo de ella se tensaba. Las largas y húmedas pestañas revolotearon, se alzaron y ella lo miró, los ojos tan claros que parecían violetas.

– Lo digo en serio, Tansy, te has librado. Sólo necesitas dormir y no preocuparte por nada más. -Deslizó la mano a través del pelo de ella.

Ella cerró los ojos de nuevo y se relajó bajo sus manos.

Kadan suspiró. ¿Cómo iba a encontrar la fortaleza para dejarla? Nunca había pensado en términos de una mujer o un hogar. Había sido un solitario desde que tenía ocho años. Sus amigos eran todos Caminantes Fantasmas. Hombres que entendían lo que era ser diferente. Eran guerreros, quizás nacidos en el siglo equivocado, hombres de honor y códigos y una forma de vida que era políticamente incorrecta. Las mujeres nunca deberían vivir con hombres como él, y no estaba en situación de marcar su reclamo en una.

Restregó los dedos en el sedoso cabello. La deseaba. Desesperadamente. Ésta mujer traía la luz del sol a su alma. Le hacía creer de nuevo. Esperanza. Sentir que allí había una oportunidad de futuro. Quizás un hogar y niños. Había estado en su mente y la conocía más íntimamente de lo que un hombre podría conocer a una mujer tras cincuenta años de convivencia. Había fuerza y determinación. Independencia. Compasión. Ella era suave donde él era duro.

El sol empezaba a subir más alto en el cielo, y se permitió dormitar mientras podía. No había dormido mucho la noche anterior. El cuerpo de ella había sido demasiado tentador, y había estado muerto de hambre y enviciado tras probarla por primera vez. Ser un soldado significaba que dormías cuando podías. Se despertó con Tansy gimiendo suavemente, moviéndose contra él, acariciándole la cara con la mano.

Podría despertarse con ese toque para siempre. Un millón de mañanas. Le atrapó la mano e imprimió un beso en su palma.

– ¿Te sientes mejor?

– Sí. Tengo un poco de miedo de dejarte salir de mi cabeza. No soy buena conteniendo las voces. -Ella le apartó el pelo de la frente, los dedos buscando la cicatriz-. Voy a echar de menos poder tocarte. Nunca toco a nadie.

Ella no creía que alguna vez fuera capaz de tocar a alguien otra vez. Él debería haberse sentido mal. En lugar de eso quería ser el único al que ella pudiera tocar. Bastardo egoísta. Mentalmente se dio una patada.

– Voy a enseñarte algunos ejercicios que te ayudaran a fortalecer las defensas contra cualquier cosa que invada tu mente.

Ella frunció el ceño y se incorporó.

– ¿Qué ejercicios?

– Hay cosas que puedes hacer, practicar, para ayudar a filtrar las cosas. Como la meditación.

– Ya lo hago. Nunca ha ayudado.

Kadan se levantó y la arrastró con él.

– Esto va a ayudar. Siéntate a la mesa.

Ella estudió su cara durante un largo momento antes de acceder, tomando el asiento opuesto.

Kadan volvió a ser todo un militar, y muy serio, mientras le enseñaba los ejercicios mentales para construir un muro en su mente, un ladrillo cada vez. Era bastante diferente de la simple imagen mental que ella empleaba de una puerta conteniendo detrás las voces y las imágenes en su cabeza. La barrera tenía que ser construida y convertirse en un hábito arraigado. Cuando vacilaba, o se equivocaba, Kadan le vociferaba las órdenes como un sargento de instrucción.

– Me estás provocando un dolor de cabeza -le dijo ella al fin, fulminándolo con la mirada-. Y no estoy bajo tu estúpido mando.

Él tensó la mandíbula.

– Ya tienes dolor de cabeza así es que no cuenta. Estos ejercicios funcionan y necesitas aprenderlos rápidamente. No voy a estar aquí para quitarte el dolor.

Realmente no podía decirle que no iba a funcionar, porque en sólo una hora ya podía decir que su mente estaba más calmada. Si hacía los ejercicios cada día, podría fortalecer los filtros y las barreras y mantener a raya las voces.

– Muy bien. No dije que no iba a continuar trabajando. Si tienes que irte pronto, déjame al menos tratar de encontrar sentido a algunas de las impresiones que tengo del semental de marfil. Ha habido diez asesinatos que sepas hasta ahora, ¿no?

– No necesitamos hablar más de ello. No te quiero implicada.

– Te oí decir eso. ¿Querías decirlo?

Esta vez ella estaba en su cabeza. Esperando. Conteniendo el aliento. Observándolo. Kadan asintió lentamente.

– Puedo encontrarlos. No merece la pena para mí utilizarte para salvar a mis amigos.

Ella soltó el aliento.

– ¿Estás haciendo esto para salvar a tus amigos o para detener a los asesinos?

– Las dos cosas. Alguien tiene que detenerlos, y de ningún modo dejaré a los Caminantes Fantasmas asumir la culpa. Tenemos un poderoso enemigo en la Casa Blanca y nos quiere a todos muertos. Son buenos hombres, Tansy. Y no los voy a decepcionar.

– ¿Has considerado pedir ayuda a los otros Caminantes Fantasmas? Si crees tanto en ellos y son capaces de hacer el tipo de cosas que yo hago…

Él negó con la cabeza.

– Nadie es capaz de hacer lo que tú haces. Y tienes cabeza para esto. Encajas las piezas del puzzle con una velocidad asombrosa.

Tansy buscó alrededor una botella de agua.

– Tengo sed. -Necesitaba tiempo para pensar.

Inmediatamente Kadan le sacó una botella de la nevera. Tansy la cogió y agradecidamente tomó un largo trago.

– ¿Cuáles son las otras piezas del juego? ¿Las tienes contigo?

Él negó con la cabeza.

– Sólo traje una. Pensé que te llevaría de vuelta conmigo.

Ella tabaleó con la uña en la pequeña mesa.

– Supongamos que tenemos dos equipos y que cada miembro del equipo tiene su propia pieza del juego que deja atrás cuando es su turno de jugar.

Él levantó una mano.

– Retrocede. ¿Qué quieres decir con, «su turno de jugar»?

– Te lo dije, esto es un juego. Han establecido las reglas y es lógico que cada persona tenga un turno y cometa un asesinato predeterminado. Quizás están copiando crímenes del pasado. ¿Has comprobado las similitudes en los asesinatos con asesinatos históricos?

– No, pero puedo hacerlo bastante rápido.

– Yo lo haría. Pueden estar emulando asesinatos. Tienen cartas de algún tipo. -Ella frunció el ceño forzando su mente a abrirse un poco y permitirse recordar-. No cartas de juego. Un poco más grandes, como las cartas del tarot.

– ¿Has obtenido todo esto solo sujetando esa pieza del juego? -Kadan la quería como compañera. Su información era bastante más minuciosa y claramente presentada que podría ser cualquier otro informe. Y ella tenía una experiencia invaluable.

– Necesito saber lo que son las otras figuras.

– ¿Estás segura? -No quería arrastrarla a algo más profundo, no cuando sabía que tenía que dejarla allí. De hecho, a distancia, no podría proteger su mente, y esas voces todavía estaban gimiendo. Distantes, pero allí estaban. Lo mejor que podía esperar era que los ejercicios que le había enseñado a hacer la ayudaran después de que él se marchara.

– Sólo dímelo. -Ella estaba impaciente, su mente tratando de resolver un puzzle con tan pocas piezas.

– La rana, hay una rana, tallada también en marfil. Si tuviera que adivinar, apostaría a que el mismo hombre talló las dos figuritas.

– Podría decírtelo si hubieras traído las dos. -Hubo un filo de desaire, una reprimenda en su voz-. La rana y el semental, ¿ambos fueron dejados en diferentes escenas del crimen de la Costa Este?

Él asintió.

– Una rana, un semental, una serpiente, y lo que parece ser la hoja de un cuchillo.

Ella levantó la cabeza con alarma.

– Todas hechas de marfil. ¿Incluso la hoja?

– Sí. -Podía ver que su mente estaba funcionando a doble velocidad.

– De alguna manera eso es significativo. Tres formas de animales y la hoja de un cuchillo -repitió, más para sí misma que para él-. ¿Qué hay de las piezas dejadas en la Costa Oeste?

– Un halcón, un escorpión, un toro anatómicamente correcto y muy bien dotado, y una réplica perfecta de una guadaña de mango largo.

– Hay un patrón. Tenemos dos sementales y dos armas. Para el caso, digamos que son sobrenombres. ¿La mayoría de los soldados de las Fuerzas Especiales no tienen extraños apodos?

La boca de él se tensó. Estaba enterrando a sus amigos con las rápidas deducciones.

Le echó un rápido vistazo bajo el contorno de las largas pestañas.

– Voy en la dirección militar porque tú vas en esa dirección. Tenemos un semental en ambos equipos. Podemos suponer que el arma es el líder del equipo. Los otros dos son probablemente seguidores. ¿Así que quién está organizando el juego de verdad?

– No entiendo.

Ella se encogió de hombros.

– Alguien está organizando el juego. Tienes otro jugador. O el árbitro. Estos hombres son altamente competitivos. Buscan situaciones de alto riesgo. Quieren acción. Necesito ver el resto de las piezas del juego y saber sobre los otros asesinatos. -Ella tomó aire y lo expulsó-. Voy contigo.

Kadan negó con la cabeza, las tripas retorciéndose. Ya estaba. Total capitulación. Estaba enganchada. Iría con él voluntariamente.

– No. -Su voz fue firme-. De ninguna manera. Te dije que iba a contarles que ya no lo puedes hacer.

Ella agitó la mano en el aire.

– Lo aprecio, y no quiero volver a hacerlo otra vez, pero no voy a ser capaz de dejarlo. Este asesino, el «semental», va a matar otra vez. Si no con su equipo, él solo. Ya puede estar haciéndolo. De hecho, apostaría que ya lo hace. Empezará con prostitutas, mujeres que son muy vulnerables. Necesita poder y control. Tiene que ser detenido, Kadan, y si ninguno de tus amigos puede hacer lo que yo hago. ¿Cómo vais a rastrearle? Los asesinatos son demasiado aleatorios.

Kadan cerró los ojos y apartó la vista de ella.

– Maldita sea. Solo maldita sea. -Porque debería dar media vuelta, dejarla en paz, pero no iba a hacerlo. Y no porque necesitara salvar las vidas de sus amigos. Ni porque necesitara salvar la vida de gente inocente. Iba a hacerla pasar a través del infierno porque era un bastardo egoísta y no estaba dispuesto a dejarla. No le gustó saber eso de sí mismo, pero era así.


  1. <a l:href="#_ftnref1">[1]</a> Italian Stallion, en el original. Hace referencia a la pelicula Rocky.

  2. <a l:href="#_ftnref2">[2]</a> Nombre propio con el que desiganarán al asesino cuya figura en el juego es el potro semental.