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19

Jimmy Figaro creía en la historia. Pero, ¿de qué servía si no aprendías de ella? Si no la conocías, estabas condenado a repetir los mismos errores, y un error era algo que Figaro no podía permitirse. No con su lista de clientes. Con algunos de aquellos tipos, la jodías una sola vez y ya estaba. Entonces eras tú quien se convertía en historia.

Una de las lecciones de la historia tenía que ver con ser portador de malas noticias. A un poli que conoció una vez en Orlando lo despertó otro poli en mitad de la noche llamando a su puerta y diciéndole que le traía malas noticias. Resultó que las malas noticias eran sólo que tenía que investigar un accidente en el cual se habían ahogado un montón de niños, y tendría que mirar los cuerpos de aquellos niños. Pero el tío se irritó tanto al enterarse de que, en realidad, no eran malas noticias para él, que nadie de su familia había muerto o algo por el estilo, que agarró una pistola y mató a tiros al otro policía, allí mismo, delante de su puerta.

Había muchas variantes sobre el tema de «no dispares contra el mensajero». A nadie le gustaba el tipo que traía malas noticias. Y ese nadie podía ponerse muy desagradable cuando se trataba de alguien como Tony Nudelli. Era irónico que las malas nuevas de Figaro estuvieran relacionadas con lo mismo que le había enseñado a ser extraordinariamente cuidadoso con Nudelli y su genio. Y ese algo era Benny Cecchino.

Benny Cecchino era un hombre de éxito, un prestamista usurero que había tomado doscientos cincuenta mil dólares prestados de Tony, al 0,5% semanal, para ponerlos en circulación al interés que quisiera. Un uno por ciento o un cien por ciento, a Tony no le importaba a quién se lo cargara, ni cuánto, siempre que él recibiera sus 1.250 dólares a la semana. Cecchino prestó 4.000 dólares a un individuo llamado Nicky Rosen, que se apresuró a desaparecer. Tres semanas más tarde Cecchino estaba conduciendo por Collins y le pareció ver a Rosen en otro coche. Para cuando se dio cuenta de que se trataba de otro tipo, ya había aplastado su Mercedes contra el sosia y lo había enviado al hospital. Un simple error, salvo que el sosia resultó ser el cuñado de Tony Nudelli. Había sido mala suerte y Nudelli podría haberlo perdonado, de no ser porque Cecchino había ido por ahí hablando sobre lo sucedido como si fuera lo más divertido que le hubiera pasado nunca. Como si no le importara una mierda de quién era cuñado. Y en cuanto Nudelli se enteró, cogió una pistola, fue en coche hasta el restaurante donde solía encontrarse Cecchino, que era propiedad de la mafia, y se ocupó del insulto él mismo. Y no con un arma cualquiera además, sino con una pequeña y terrible pistola del calibre doce y del tamaño de una Derringer, disparando una única ráfaga capaz de dar cuenta de un oso pardo. Era como tener una metralleta en la palma de la mano. Un arma de confianza, que dejó la mayor parte de la cabeza de Cecchino en sus rodillas.

Después de que sucediera aquello no fue sólo Jimmy Figaro quien trató a Tony Nudelli con mayor respeto. Fue todo el mundo, incluyendo a Dave Delano.

Mientras Figaro aparcaba su BMW delante de la casa de Nudelli, reflexionaba que era curiosa la forma en que la historia se reescribía constantemente; como años después de pensar que ese capítulo estaba cerrado, aparecían nuevos datos que alteraban tu forma de percibir algo que pensabas que sabías muy bien.

Fue el cliente de Figaro, Tommy Rizzoli -el de los camiones de hielo y los árboles de mangos-, ahora absuelto de todos los cargos de pertenencia al crimen organizado, quien le proporcionó la pizca original de información que hizo que Figaro fuera y comprobara unas cuantas cosas por sí mismo. Lo que descubrió fue que la noche en que Dave Delano vio cómo Tony Nudelli entraba en el restaurante y disparaba contra Benny Cecchino, Dave estaba allí para hacer un trato con Cecchino por cuenta de Nicky Rosen, el tipo que había desaparecido con los cuatro grandes. Resultó que Rosen estaba a punto de casarse con la hermana de Dave, Lisa, y Dave estaba tratando de asegurarse de que a su futuro cuñado no le sucediera lo mismo que al cuñado de Naked Tony, el sosias. Sólo que la habladora del calibre doce había puesto fin a las negociaciones.

Nadie encontró nunca el cadáver de Benny Cecchino. Pero no pasó mucho tiempo antes de que se corriera la voz de que Nudelli estaba implicado y que Dave Delano había sido el último en hablar con Cecchino antes de que se lo cargaran. El Estado trató de instruir una causa contra Naked Tony y no lo consiguió, y fue entonces cuando los federales, tratando de conseguir un caso al estilo Rico contra Nudelli, enviaron una orden de comparecencia a Dave para que declarara ante un Gran Jurado. Sólo unas pocas semanas después de que Dave fuera condenado a cinco años por desacato al tribunal, Naked Tony se hizo cargo de la lista de deudores de Benny Cecchino. Tres meses después Nicky Rosen fue encontrado muerto en un astillero de Cabo Dinner. Alguien le había abierto la cabeza con una botella rota.

No era que Jimmy Figaro creyera que Dave estaba planeando traicionar a Nudelli o algo así. No tenía ni idea de cuál era el negocio en el que él y Dave andaban metidos; sólo sabía que Dave y Al Cornaro estaban en algún sitio, fuera de la ciudad. En realidad no pensaba que fuera una noticia tan mala. Pero dada la paranoia con que Nudelli había recibido la noticia de la salida de prisión de Dave, no creía que su cliente fuera a tratar esta nueva revelación con ecuanimidad. Así que se había asegurado de llevarle, también, una buena noticia.

Impasible como una piedra, Nudelli escuchó mientras Figaro le contaba toda la historia y luego se estiró las mejillas por encima de los huesos mientras meditaba sobre lo que acababa de oír. Finalmente dijo:

– ¿Y con qué vas a endulzarme esa pildora llena de mierda que me acabas de traer, Jimmy?

– Con esto -dijo Figaro sonriendo, cambiando, exaltado, de posición en el sofá de piel. Ése era el momento que había estado esperando-: El Tribunal de Apelaciones ha ratificado la decisión del Tribunal de Primera Instancia rechazando la impugnación a la participación de capital público en la financiación de nuestro hotel. Eso significa que la ciudad actuó correctamente al crear una zona de reurbanización para financiar su parte del proyecto.

– Eso son buenas noticias, Jimmy.

– ¿No es estupendo? -Figaro sonrió y pensó que había manejado bien la situación.

– Así que, ¿cuándo pueden empezar los albañiles? -preguntó Nudelli.

– Tan pronto como les des la entrega inicial, Tony.

Nudelli permaneció en silencio.

– No hay ningún problema con el dinero, ¿verdad? Veinticinco millones en efectivo. Son un montón de billetes verdes. Pero sin ellos…

– El dinero está en camino. Llegará un día de éstos. Tan pronto como Al vuelva a Miami. Así que no te preocupes por nada. Ahora veamos, ¿cuándo crees que podremos abrir el hotel?

– A principios del 98.

– Entonces me parece que esto exige una botella de champaña -Nudelli tocó un botón de su escritorio para llamar a Miggy, el mayordomo-. No sabes lo feliz que me has hecho, Jimmy.

– Me alegro. Me siento aliviado. Para ser sincero, estaba un poco preocupado por cómo te tomarías lo otro; lo de Dave Delano.

– Te agradezco tu preocupación, Jimmy. Puede que ahora me comprendas un poco mejor, ¿eh? Me olía algo raro sobre ese chico, ¿te acuerdas? -Apuntó con el dedo a Figaro-. Y tú pensabas que actuaba como un paranoico.

Jimmy Figaro empezó a protestar, pero Nudelli no estaba dispuesto a que lo contradijera sobre aquel punto.

– No me discutas, joder, es verdad -Pero Nudelli lo decía riendo, sin dejar de mover el dedo, admonitorio-. Lo he visto en tus ojos. Lo pensabas, aunque no lo dijeras. Bueno, es que tengo instinto para estas cosas. Puede que por eso esté donde estoy. No por la educación universitaria, que no tengo, ni por el padre rico, que tampoco he tenido, ni por haberme casado con alguna tía con clase. He llegado a estar donde estoy confiando en mi puto instinto, ¿sabes? Igual que sabía que podríamos superar toda esa mierda de la zona de reurbanización.

Nudelli se dio unos golpecitos con el dedo al lado de la nariz y luego al lado de las sienes. Soltó una risa cacareante diciendo:

– Es un instinto básico; como el coño de Sharon Stone. Se ve una sola vez, sólo un segundo, pero siempre está ahí; esperando para entrar en acción.

Figaro sonrió también y sacudió la cabeza con visible admiración.

– Tengo que admitirlo, Tony, tenías razón, desde el principio.

Eso era todo lo que Nudelli quería de Jimmy Figaro. Su reconocimiento.

– ¿Y qué va a pasar ahora? -preguntó Figaro-. ¿Con Delano?

– ¿Qué quieres decir?

– Tenía la impresión de que habíais ultimado algún tipo de acuerdo comercial.

Nudelli levantó la mirada hacia el reloj de pie apoyado en la pared de su estudio. Un control del tiempo por valor de veinte mil dólares. Era inglés. Una larga caja de madera de nogal Jorge II, alta como un jugador de baloncesto. Tan alta como la pila de dinero que esperaba que Al trajera de su golpe en el Atlántico.

– ¿Ultimado? Sí -Tony Nudelli se rió-. Dentro de sólo unas pocas horas así es como estará; ultimado.