175831.fb2 Sucedi? en el ave… - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 7

Sucedi? en el ave… - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 7

Capítulo6

Los estaba viendo sentados delante de él.

Santiago Freire García era un hombre paciente. Pero ahora los tenía allí, a tiro.

El tren pasaba por los túneles de Despeñaperros, aunque apenas se notaba pues era noche cerrada. Lo que variaba era el ruido del AVE: cuando avanzaba por campo abierto el sonido era suave, monótono; cuando entraba en un túnel la reverberación lo hacía cambiar de registro, aumentándolo.

Miró de nuevo a sus perseguidos. Aparentemente, con los auriculares puestos, parecían seguir la película que emitían por las pequeñas pantallas colocadas en el techo.

Pensó si hoy, por fin, sería el día tanto tiempo deseado. Las dificultades estaban claras: el chico de la coleta que estaba sentado por delante de los etarras y, más allá, el matrimonio mayor. Suponían tres posibles testigos para los cuales no tenía solución, pues no estaba dispuesto a sacrificarlos.

¿Tendría que esperar otro momento? Pero ¿alguna vez los encontraría con menos gente alrededor? No, no sería fácil.

En las múltiples veces que los había seguido, desde que salieron de la cárcel, nunca los había encontrado en tan escasa compañía. Incluso en el propio AVE, las otras ocasiones, siempre habían estado en un tren lleno de pasajeros. Pero hoy no, hoy realmente eran muy escasos.

En su mente comenzó a imaginar el momento: sacaría la pistola, le enroscaría el silenciador, se acercaría a ellos, y con un disparo directo al corazón terminaría con estaba en el asiento del pasillo. A éste no le daría tiempo de saber que moría. Pero el otro sí contaría con unos cortos segundos para que supiese que iba a morir. Tras ello, contemplando su cara de pánico, le enviaría otra bala al centro del corazón; en el pecho, al lado izquierdo.

Por un instante esas imágenes inundaron su mente y sus emociones. Pero se preguntó: ¿qué pasaría con los otros pasajeros? ¿Cómo reaccionarían? Naturalmente suponía que con pánico al principio. ¿Y después? ¿Se querría hacer el héroe el chico de la coleta? Probablemente no, pero ¿quién puede saberlo? El matrimonio mayor no tenía pinta de ser un problema en esas circunstancias. Mas ¿qué haría si alguno intentara salir a dar la alarma? Evidentemente nunca dispararía sobre ellos. No, ése no era un precio aceptable. Pero, por otro lado, le gustaría contar con alguna mínima posibilidad de escapar tras la acción que tenía prevista. Sabía que tendría que improvisar.

Ya había aceptado que había un riesgo alto de que terminaran deteniéndole, mas una vía de escape debería formar parte del plan.

¡Cuántas veces había soñado con este momento!: tenerlos a solas. La cuestión era si podría existir alguna ocasión más propicia que la presentada hoy, con menos testigos. Era fácil que no fuese así.

Su mujer no sabía nada. Siempre le había ocultado este tema, que quemaba sus entrañas desde hacía mucho tiempo. Tenía la impresión que desde siempre.

Sus viajes los justificaba como visitas a posibles proveedores o clientes. Pero nunca, a su esposa, le había contado lo que un día, hacía tiempo, había ocurrido. La amaba demasiado y no quería hacerla sufrir. Cuando todo hubiese terminado, se lo explicaría. Estaba seguro de que lo entendería. Pero quisiera que se enterara por él, no por la Policía o por la prensa.

Dejó su mirada vagar por los campos oscuros que pasaban veloces ante sus ojos, a través de las ventanas. De vez en cuando el paisaje era salpicado por la tenue luz de alguna casa aislada.

La megafonía del tren comunicó que en unos momentos llegarían a Córdoba, donde harían una breve parada.

Santiago sintió que el tiempo para decidir se agotaba.