177586.fb2
Muchísimas gracias a mi colega escritora Courttia Newland, de Londres, cuya iniciación en Ladbroke Grove, West Kilburn, North Kensington y sus urbanizaciones de protección oficial ha resultado tener un valor inestimable para mi trabajo, tanto en esta novela como en su predecesora, Sin testigos. Doy las gracias a Betty Armstrong-Rossner por compartir su tiempo conmigo en el colegio Holland Park, así como por contestar a mis preguntas vía correo electrónico después de visitarla. Como siempre, tengo una deuda tan grande con Swati Gamble, de Hodder and Stoughton, que no puedo esperar corresponder a su amabilidad y generosidad.
En Estados Unidos, debo expresar mi aprecio por última vez -por desgracia- a mi maravillosa ayudante, Danmelle Azoulay, a quien no he podido convencer para que se traslade a la costa noroeste del Pacífico; a mi marido, Thomas McCabe, por apoyar sin cesar el enorme esfuerzo que supone completar un proyecto de esta naturaleza; a mi lectora de toda la vida, Susan Berner, por sus primeros comentarios sobre el segundo borrador de esta novela; a mi editora en HarperCollins, Carolyn Marino, y a mi editora en Hodder and Stoughton, Sue Fletcher, por el entusiasmo que mostraron ante la idea de girar el prisma del asesinato de Helen Lynley y revisarlo desde un ángulo distinto; y a mi agente literario, Robert Gottlieb, por desempeñar tan bien su trabajo para que yo pueda llevar cabo el mío.
Puesto que soy una norteamericana que ha escrito una novela ambientada en Londres, habré cometido errores involuntarios en estas páginas. Los errores son sólo fruto de mi responsabilidad, y no de la de nadie que me haya ayudado.
Seattle, Washington
12 de diciembre de 2005