177688.fb2
– Oír, Gorgakis, amigo. ¿Por qué estas manchas encima de i?
– No son manchas, Basir, son puntos, y cuando son dos y van juntos no los llamamos puntos, sino diéresis. ¿Has entendido?
– No.
– Mira, si no fuera por estos dos puntos, no diríamos «Panazinaikós», sino «Panazinekós» [10]. Ponemos la diéresis y leemos «Panazinaikós», como «Zermaicós» [11], por ejemplo. Sin los puntitos, «Panazinekós», con los puntitos, «Panazinaikós». ¿Lo has entendido?
– Bravo, Gorgakis ser buen maestro. Yo entender.
– Y no me llamo Gorgakis sino Yorgakis. ¿Aún no has aprendido a pronunciar la y?
– ¿Como en yogur?
– Bien, ya sabes decir yogur. Yorgakis suena como yogur. A ver, sigue leyendo.
– ¡Pa-na-ti-nai-kós!
– «… tinaikós» no. «…zinaikós». Ésta es una zeta y ésta es una delta.
– Pa-na-zi-nai-kós.
– Eso es. Ahora lo has dicho bien. Ves a ver qué quieren tomar y vuelve.
– Dos suvlakiscerdo completos, salada de tomate y salada verde.
– ¿De dónde eres tú? ¿De Egipto?
– No. De Sudán.
– ¿Sudán? Muertos de hambre, ¿eh?
– Sí, guerra.
– Ya sé, os matáis unos a los otros y tiene que ir la ONU a separaros. Campos de refugiados y todo eso. ¿Vienes de un campo de refugiados?
– No, yo de Jartum.
– De Jartum, ¿eh? Y allí, ¿cuántas veces llueve en un año?
– En Jartum llover. Desierto, no llover.
– Claro, allí beben agua una vez al mes. Y de lavarse ya ni hablamos. Un desastre. Imagínate… ¿Cuántos kilómetros ha hecho este desgraciado? ¿Tres mil? ¿Cinco mil? Y todo para venir a Atenas a servir suvlakis.
– La culpa es de ellos. Que no nos hubieran echado.
– ¿A quiénes?
– A nosotros, a los griegos. ¿Sabes cómo era Jartum cuando aún estaban allí los griegos? ¡Un paraíso! Ni la propia Suiza, oye. Nos echaron y se fueron a la mierda. Y no es sólo Sudán. Les pasó lo mismo a todos los que nos echaron. Mira el caso de Egipto. Desde que Náser nos dio puerta, el país va de mal en peor. Y Turquía, que ahora llama a las puertas de Europa y espera que le abran. ¡Ya veremos si le abren!
– Pues sí que sabes de historia.
– Sí, tú ríete, a ti sólo te interesa la juerga. Pero ¿has visto cuánto han avanzado en Skopja en cinco años? ¿Por qué crees que ha sido? Porque hemos ido nosotros.
– Oír, Gorgakis, amigo. Pana-zi-naikós-Panjonios, ¿qué pongo?
– Primero, un poco de ortografía. Dale la vuelta al boleto y escribe «Panionios».
– ¿Correcto así, Gorgakis, amigo?
– No correcto, Basir, amigo. «Panionios» se escribe con i. Dale la vuelta otra vez y escribe «Panserraicós»… Increíble. Ésta, que es una palabra difícil, la has escrito bien.
– Porque estar en tercera, como yo, Gorgakis. Por eso. Jugar en misma liga. Ayer, antes dormir, conté dos o, cinco i y dos e. Mareo. Nunca apender… aprender.
– No te lo tomes así. Ni siquiera los griegos escriben bien.
– Ahora decir: ¿qué pongo Pana-thi-naikós-Panio-nios?
– Diría que uno-equis.
– ¿Panionios empatar?
– Pero ¡qué dices! ¿Has visto cómo juega el Panionios últimamente? Y el Panathinaikós arrastra los pies.
– Sí, pero Panathinaikós jugar en gasa.
– Se dice casa. Ca-sa. Algo me dice que eres un vaselina [12].
– Yo gustar Panathinaikós, pero ser Olimpiacós.
– ¿Me estás tomando el pelo? ¿Cómo te puede gustar el Panathinaikós y ser del Olimpiacós?
– Si amigo Gorgakis, es Olimpiacós, yo también Olimpiacós.
– Así me tumbas siempre. ¿Y qué crees que debemos poner en PAOK-Olimpiacós?
– Un dos como un templo, Yorgakis. Un dos como un templo.
– ¡Oye, Basir! Entre broma y broma estás aprendiendo griego. ¡Un maestro de mi calibre, y que tenga que preparar suvlakisen lugar de enseñar!
– Zodorís, deja de dar la lata. ¡No has parado desde que salimos de casa!
– ¡Yo quiero pizza!
– ¡Hoy comemos suvlakisy punto!
– ¡Niki quiere suvlaki! ¡Yo quiero pizza!
– Escucha, Zodorís. Tú eres un ninja, ¿verdad? ¡Si hasta llevas el uniforme! Los ninja no comen pizza, comen carne. Mucha carne. Y también pediremos calamares, ¿de acuerdo? ¡Oye! Quince pinchos de carne, dos de patatas con queso y dos de tzatziki. ¿Qué bebemos?
– Naranjada.
– Coca-Cola.
– Una naranjada, una Coca-Cola y una Kaiser.
– Naranjada… Coca-Cola y una cerveza. ¿Traer patatas ahora o con suvlakis?
– ¿Por qué has hecho esto? ¡Dime! ¿Por qué lo has hecho?
– ¡Soy un ninja!
– ¡Una pesadilla, eso es lo que eres!
– ¿Por qué le pegas, Yota?
– ¿No has visto que le ha dado una patada al pobre hombre?
– ¿Y qué? ¿Sabes cuántas patadas habrá recibido éste en su vida? Ya no vendrá de una.
– ¿Lo he visto bien? ¿El niño de las narices te ha arreado una patada?
– Dejar, Gorgakis, amigo. Mal pequeño.
– ¡Despierta! ¡No permitas que te den patadas! ¡Ellos son los negros, no tú!
– Negros, no. Americanos.
– ¿De qué americanos hablas, gilipollas?
– Niño dar patada, padre dar dos euros. Como americanos.
– Amigo, eres listo, lo reconozco. Por eso se te da tan bien el griego, que es una lengua difícil. Ven, mira eso y alucina. ¡Mira! ¡No, míralo bien! ¡Un Toyota Corola Verso! ¡Treinta y dos combinaciones distintas de espacio interior, equipo estéreo con reproductor de cedes, DVD con pantallas en el respaldo de los asientos delanteros! ¡A todo lujo! ¡Y qué glamour! ¡Lo he leído todo: Auto-Motor-Sport, Cuatro Ruedas, Drive, Car and Driver, todo! ¡No hay otro coche como éste! Al principio me inclinaba por el Toyota Lancruiser pero…
– Lan-d-cruiser, Gorkakis, amigo. Así decir en inglés. Lan-d-cruiser.
– ¡No me digas! ¿Y dónde has pillado tú el acento de Oxford, gilipollas? ¿En el Sudán? Cierra la revista y escríbeme «parabrisas». A ver. ¿Lo sabes escribir? ¿Ves? Parabrisas es una palabra y se escribe con i, no con y. ¡Venga ya y no me vaciles!
– Cuando termine la clase, ¿podrías traerme un pollo con pita? Ah, y no te agobies, que no hay prisa.
– Vale, hombre. Estoy enseñando a este pobre desgraciado un poco de griego. Ten paciencia, que no vas a morirte de hambre.
– Si tengo que esperar a que sepa bien el griego, ya me habré muerto de inanición.
– Venga, Basir, que este gilipollas nos ha interrumpido. ¡Mira el aparato de música y admira! Potenciador de señal de radio, reproductor de cedes, doble platina, dos altavoces de ochenta vatios y dos de cuarenta. ¡Lo pones a tope y superas el Palacio de la Música! ¡Y aquí está lo más glorioso de todo! ¡El Home Cinema de Philips! ¡Cierra los ojos e imagínate este sueño en pantalla gigante! ¡Cada mañana, antes de abrir el local, pongo el aparato a toda pastilla! Cada noche, cuando vuelvo hecho polvo del trabajo y quiero relajarme, pongo el Home Cinema a todo trapo. ¡Y, entremedio, el Toyota Corola Verso! ¿Sabes cuánto cuesta el paquete completo?
– ¿Cuánto?
– ¡Una quiniela de trece aciertos! Venga, te toca a ti. ¿Qué vas a hacer con tu dinero?
– No saber. Pensarlo.
– ¿Comprarás una casa en Jartum o traerás aquí a tu familia?
– Aún no tomar decisión.
– ¿Por qué no?
– Porque mucho dinero y no creer ganar. Mejor no tomar decisión.
– Para ganar, has de creértelo, amigo. Creértelo y soñar. Sólo entonces se gana. Tú no lo crees, no sueñas y me darás mala suerte a mí también.
– En mi patrio…
– Se dice «en mi patria». Patria es femenino.
– En mi patri-a creer en Dios, no creer en mucho dinero, Gorgakis, amigo.
– De acuerdo, como tú quieras. Echa un último vistazo a la quiniela porque la voy a cerrar. ¿Ponemos uno-equis a Panathinaikós?
– Vale.
– ¿Ponemos dos a Olimpiakós?
– Vale.
– ¿Y clavamos el Iraklís-Calamariá?
– Vale.
– La cierro y mañana la echo a primera hora de la mañana.
– Gorgakis, amigo. ¿Me hacer favor?
– ¿Qué favor?
– Poner dinero mío y yo te doy lunes.
– No hay problema. Tu límite de crédito te cubre de sobras.
– Jefe! ¿Estáis a la faena o qué?
– ¡Enseguida!
– Gorgakis, amigo, esta vez escribir pedido. Mira. ¿Escribir correcto?
– Dos de cerdo con pita, pollo con pita, dos de hamburguesas con patatas, dos de tzatziki, una ensalata. Todo correcto menos la ensalada, que se escribe con d. ¡Bravo, Basir, eres un as!
– Dime una cosa. ¿Los negros llevan el tzatzikicomo lo llevas tú?
– A ver, amigo. ¿Qué te ha hecho el pobre hombre y por qué te metes con los negros?
– ¿Qué pasa? ¿Hemos ofendido a tu camarero? ¿Tú comerías tzatzikiservido con un dedo negro metido dentro? Claro que a lo mejor el dedo sustituye la oliva de Kalamata. El color es parecido.
– Basir, trae el tzatziki, que se lo cambio. Y oye. Sujeta los platos por debajo, con los cinco dedos. Así se hace en los buenos establecimientos.
– ¡Adonde irá a parar este país! Hace unos años le habrían despedido por tratar así a un cliente. Ahora le disculpan, y encima es negro.
– ¿Cómo va, Gorgakis, amigo?
– Reza para que no termine. Faltan los últimos cinco minutos, más el tiempo de descuento, y el Panionios va ganando uno a cero.
– Hemos metido la pata, Gorgakis. Quiniela a la basura.
– Espera, quedan ocho minutos. Nunca se sabe.
– Saber lo que digo, Gorgakis, amigo. Yo ser gafe. A la basura.
– Jefe, otra de patatas y una de feta con salsa de orégano.
– Y dos verdes.
– Chicos, lo siento. Hemos cerrado.
– Pero ¿qué dices?
– El local está cerrado.
– ¿Hablas en serio? ¿Te ha dado por bajar las persianas en medio de la comida?
– Hoy es una excepción, tenemos que cerrar temprano. Y no os preocupéis por la cuenta: invita la casa.
– No se puede salir los domingos, maldita sea. Todos están apalancados. Mil veces mejor quedarse en casa y encargar una pizza.
– ¡Basir, cierra el local y abre unas cervezas! ¡Hemos acertado, Basir! ¡Trece aciertos! ¡Increíble pero es verdad!
– ¿Pa-na-zi-nai-kós meter gol?
– ¿Verdad que es increíble? Marcó en el último minuto. ¡Es la primera vez en mi vida que me alegro porque haya ganado el Panathinaikós! Venga, tenemos que organizamos. Tú cortas el pan y preparas la ensalada; yo aso los suvlakis, corto la pita y lo celebramos.
– Querer llamar mujer.
– Después. Primero hemos de ver la información deportiva para saber cuánto hemos ganado. Venga, a nuestra salud.
– Salud. Con la derecha.
– Se dice «enhorabuena», no con la derecha. Con la derecha entramos por primera vez en una casa y lo decimos cuando hay un buen comienzo. Cuando nos felicitamos por algo bueno, decimos enhorabuena.
– Enhorabuena.
– ¿Ya sabes qué harás con el dinero?
– Todavía pensarlo.
– Sois lentos, muchacho. Sois muy lentos. Lo pensáis, le dais vueltas, llegan los americanos y os lo echan todo por tierra. Mira si no en Irak.
– Cuando faltar todo, Gorgakis, amigo, difícil saber qué comprar primero.
– Silencio ahora. Están dando los resultados… ¡Pero no! ¡Me cago en la mala suerte!
– ¿Qué ha pasado?
– ¿Sabes cuántos han conseguido trece aciertos? ¡Trece! Trece plenos, ¿te lo puedes creer? Veinte mil ciento cincuenta euracos a cada uno.
– ¿Son pocos, Gorgakis, amigo? ¿Diez mil euros cada uno?
– ¡Pero qué estás diciendo! ¡No te enteras de nada, joder! ¡Por una vez que aciertas, aparecen otros trece y te lo quitan del bolsillo, joder! Bueno, cierra y nos vamos a casa.
– ¿No celebrar?
– ¿Qué quieres que celebremos? ¿Qué hemos perdido dinero? Deja, se me han quitado las ganas.
– ¿Adonde quieres llamar?
– Sudán.
– ¿Adonde en Sudán?
– Jartum.
– Me lo sueltas a cuentagotas y hay cien más en la cola. Siéntate y espera.
– ¿Cobrar dinero quiniela, Yorgakis, amigo?
– ¿Qué dinero? Calderilla querrás decir. Lo cobré esta mañana.
– Me dar mis diez mil.
– ¿Qué diez mil?
– Diez mil de quinielas.
– Pero bueno, Basir. Yo pagué el boleto de mi bolsillo. Yo lo llevé a sellar. ¿Y te he de dar la mitad? ¿Me has tomado por idiota?
– Decirte pagar mi parte y yo te dar cuando cobrar.
– Qué te iba a dar y me vas a dar. Yo fui a la administración, sellé el boleto y lo pagué enterito de mi bolsillo. Es lo único que sé. Además, ¿qué he cobrado para darte a ti una parte? Veinte mil de nada. Tuve que dejar el Toyota Verso y conformarme con un Nissan Miera, y luego resultó que no me alcanzaba el dinero para el Home Cinema y tengo que pagarlo a plazos.
– Vale. Te dar ahora mismo dinero quiniela.
– Dámelo. Pero para la semana que viene.
– ¿La que viene?
– La que jugaremos el domingo.
– No otro domingo. Yo querer mi dinero ahora.
– Basir, escucha. Ya sabes que te quiero.
– Saberlo.
– Sabes que soy tu amigo y te protejo.
– Saberlo.
– Sabes que yo te enseñé griego.
– Saberlo.
– Pues, te doy mi palabra de honor de que no tocaré ni un céntimo del siguiente boleto hasta que tú cobres los diez mil.
– No entender qué dice.
– Te digo que, cuando volvamos a ganar la quiniela, tú cobrarás primero tus diez mil, más lo que te corresponda del nuevo boleto, y luego ya cobraré yo. Te prometo que, a partir de la próxima quiniela, no recogeré ni un euro antes que tú.
– No nueva quiniela. Yo querer de ésta.
– A ver, Basir. ¡Si ni siquiera has decidido en qué gastar el dinero! ¿A qué viene tanta prisa? ¡Primero decide! Si cobras ahora, no sabrás qué hacer con la pasta y la malgastarás. Hazme caso. Es peligroso ganar dinero si no tienes un plan. Estás confuso y se te irá de las manos. Bueno, lo dicho. A partir de la próxima semana, primero cobras tú y luego yo. Y ahora vámonos, hay que currar. Empieza a cortar los tomates…
– Nombre: Basir.
– Sí, señor.
– Apellido: Al Jaled.
– Sí, señor.
– Lugar y fecha de nacimiento: Jartum, 1975. ¿Correcto?
– Correcto.
– Bien, Basir. Volveré a leer lo que me has contado y, si quieres cambiar algo, me lo dices. ¿De acuerdo?
– De acuerdo.
– Trabajaba en el asador Ebro desde el año 2002. Allí conocí a Yorgos Tsákonas, que era el cocinero del establecimiento. El arriba mencionado Yorgos Tsákonas fue bueno conmigo desde mi primer día de trabajo. Transcurrido un tiempo nació entre nosotros una sincera amistad. Casi cada semana rellenábamos juntos un boleto de quinielas. Eso es lo que hicimos el jueves pasado, 7 de octubre. Yo no tenía dinero y le pedí a Yorgos Tsákonas que pagara el importe completo, asegurándole que le daría mi parte otro día, cosa que aceptó. El domingo, 10 de octubre, por la tarde, cuando supimos que teníamos trece aciertos, Yorgos Tsákonas cerró el local antes de la hora para celebrar nuestra victoria. Pero por el programa televisivo Domingo de atletismo supimos que, aparte de nosotros, había otros trece acertantes de trece. Entonces Yorgos Tsákonas cambió completamente de actitud. Se enfadó por tener que compartir el premio con trece acertantes más. El lunes por la mañana, a eso de las diez, cuando abre el asador, pregunté al arriba mencionado Yorgos Tsákonas si había cobrado ya el dinero de las quinielas. Me respondió que sí pero, cuando le pedí mi parte, que ascendía a diez mil euros, el mencionado Yorgos Tsákonas no quiso dármela. Al principio, alegó que había pagado el boleto en su totalidad y que, por lo tanto, le correspondía todo el premio. Cuando le dije que estaba dispuesto a entregarle enseguida la parte que le debía, respondió que la aceptaba, pero en depósito para la siguiente quiniela, que rellenaríamos juntos. Luego intentó tranquilizarme diciendo que, cuando ganásemos otra quiniela, yo cobraría primero los diez mil euros que me correspondían del boleto ganador, además de lo que me correspondiera del futuro boleto. No hizo caso a mis protestas y puso fin a la conversación alegando que había trabajo. Me ordenó que empezara a cortar los tomates y las cebollas para los suvlakisde la jornada. Mientras cortaba los tomates con el cuchillo, empecé a sentirme ofuscado por la injusticia que estaba cometiendo conmigo. En esos momentos, el arriba mencionado Yorgos Tsákonas me daba la espalda y estaba colocando la carne en el asador. Sin darme cuenta de lo que hacía, le ataqué por detrás y empecé a clavarle el cuchillo en la espalda, hasta que cayó al suelo, cubierto de sangre. Después recuerdo que tiré el cuchillo y salí corriendo del asador… ¿Has entendido lo que te acabo de leer?
– Sí, señor.
– No has entendido nada pero no importa. Lo he escrito tal como me lo has contado. He añadido la palabra «ofuscado», por si cuela.
– Lo he entendido todo. Sé griego. Lo escribo y lo leo.
– Qué suerte. Lo necesitarás en chirona. Vlasópulos, teniente. Ya está, ha firmado. Hemos terminado. Ahora mismo lo trasladan.
<a l:href="#_ftnref10">[10]</a> En griego, las letras «a» e «i» juntas forman diptongo y se pronuncian como una «e», excepto cuando la «i» lleva diéresis. (N. de la T.)
<a l:href="#_ftnref10">[11]</a> El golfo del mar Egeo donde se encuentra el puerto de Salónica. (N. de la T.)
<a l:href="#_ftnref12">[12]</a> Llaman «vaselinas» a los seguidores del Panathinaikós. (N. de la T.)