177701.fb2 Un Puerto Seguro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 20

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CAPÍTULO 19

Hannah no se detuvo a hacer preguntas. Salió corriendo alejándose de la casa, dirigiéndose hacia los árboles de la parte trasera de la propiedad de Jonas, con el corazón retumbándole en los oídos. Miró sobre el hombro, para asegurarse de que Jonas la seguía. Estaba justo detrás de ella, su cuerpo directamente entre ella y la camioneta.

– ¡Corre! -le dijo apremiante, poniéndole una mano en la espalda, empujándola hacia delante.

Hannah corrió hasta que le ardieron los pulmones y le dolieron las piernas, tropezando en el terreno irregular. Sintió la explosión antes de escucharla, la concentración en el aire, la aplastante sacudida que los levantó a ambos y los arrojó como muñecos de papel a través del aire. Aterrizó con fuerza, quedándose sin aliento, con el cuerpo herido y magullado, el mundo quedó en silencio cuando sus oídos protestaron por la violación de sonido.

Alrededor de ellos se levantó el viento, las hojas y las ramas daban vueltas en el aire junto con los restos de la camioneta. Llamas rojo anaranjadas se mezclaban con el humo negro, ardiendo calientes y brillantes, elevándose en el aire a gran altura. Ennegrecidas partes de la camioneta estaban esparcidas sobre la ancha extensión de césped que había en las cercanías de los árboles y una puerta yacía entre los arbustos cercanos a los escalones delanteros de la casa.

Frenéticamente gateó hacia donde se encontraba Jonas a pocos pies de ella. ¡Jonas! No habló en voz alta, no tenía sentido hasta que sus oídos se asentaran después de la terrible explosión. Por un aterrador momento pensó que estaba muerto. Yacía inmóvil, la cara pálida, el pecho no se movía. Su mundo se derrumbó, estrellándose a su alrededor por lo que se hundió en la tierra junto a él, le deslizó la temblorosa mano sobre la piel para ver si podía encontrarle el pulso. Oh, Dios, por favor, Jonas, que esté vivo. Lo sabría si hubiera muerto, estaba segura, pero aún así, hasta que le encontró el pulso, su mente gritó y gritó.

Jonas aspiró un entrecortado aliento y abrió los ojos de golpe, las manos fueron hacia arriba para capturarle la muñeca y agarrarla con fuerza, y sacar el arma de la pistolera del hombro. Sus ojos eran salvajes, su rostro serio. El corazón de Hannah se detuvo cuando el arma barrió por encima de ella. La mirada de Jonas encontró su rostro y se calmó visiblemente, luego empezó a recorrerla con las manos buscando heridas.

Estoy bien, le aseguró, ¿y tú?

Bien. Estoy bien. Miró hacia el descollante infierno. Ese fue el final de la camioneta de Jackson. Sentándose, miró cautelosamente alrededor, indicando nuevamente los árboles. Estamos demasiado expuestos aquí.

Mis hermanas lo sabrán y nos mandarán ayuda. El viento ya se estaba levantando alrededor de ellos. Un repiqueteo comenzaba a crecer en su mente. Algo pasó volando cerca de su oído emitiendo un enojado zumbido.

Jonas arremetió contra ella con fuerza, haciéndola rodar sobre la hierba mojada por el rocío. Continuaron rodando por la pendiente y luego la empezó a arrastrar hacia arriba.

– Corre, maldición, en zigzag y ponte a cubierto entre los árboles.

Levantó el arma y apretó el gatillo, apuntando hacia atrás, hacia la casa. Cuatro balas sonaron en rápida sucesión, mientras con su otra mano la empujaba por la espalda.

Hannah corrió. Su aliento salía en sollozos, pero forzó a su mente a encontrar la calma. Tenía que ayudar a Jonas. Más de una persona les estaba disparando.

Las balas impactaron en frente de ellos, deteniendo eficazmente su avance. Jonas la tiró al suelo otra vez, tratando de encontrar un blanco para darle una oportunidad. Ella supo que salvarla era lo único que él tenía en mente. Fueron sorprendidos en un terreno abierto, en la ondulada extensión de césped que llevaba al borde del bosque que rodeaba tres lados de la propiedad. Les estaban cercando. Las ráfagas de balas venían de varias direcciones, atrapándolos.

– Escucha, cariño, podrían matarnos ahora si quisieran. Lo que sea que tengan planeado para nosotros es peor que recibir un balazo. Tenemos que salir de aquí. Voy a cubrirte, tú empieza a correr. Sólo sigue adelante y no mires atrás.

Lo tomó por el brazo y negó con la cabeza, mirando las llamas que prorrumpían hacia el cielo en una gran conflagración.

– Fuego. Tenemos fuego, Jonas, uno de los cinco elementos. Ellos lo empezaron, pero es mío para usarlo.

Se arrodilló lentamente, sus manos ya ondeaban en el aire, entretejiendo un complicado diseño, y elevó el rostro hacia el cielo, su voz suave y melodiosa. Él no podía comprender las palabras pero el poder relucía en el aire.

El enemigo se acercaba, cercándolos, aún a cierta distancia, confiados de que derribarían a su presa. Hannah nunca los miró, nunca reconoció su presencia. Parecía una antigua diosa invocando al universo para que la protegiera.

Lo ennegrecidos restos de la camioneta se sacudieron violentamente. Un torrente de chispas anaranjadas y rojas subió como un cohete hacia el cielo, disparándose unos cuarenta o cincuenta metros directo hacia las nubes. Abruptamente las llamas se detuvieron, flotaron brevemente sobre sus cabezas en un fantástico despliegue de llamas y luz, luego se dispararon a través del cielo en una bola de fuego, dejando un rastro de lluvia de fuego sobre las cabezas de los hombres que se interponían entre Jonas y Hannah y el bosque.

Por un momento nadie se movió. La primera bola de fuego le dio a un hombre en el hombro, haciéndolo caer. Sus ropas se incendiaron. Gritó y rodó frenéticamente por el suelo. Y luego empezó a llover fuego, el cielo arrojó llamas, haciendo que los atacantes corrieran en busca de refugio.

Jonas tiró de Hannah para que se pusiera de pie.

– ¡Corre! Ve hacia los árboles.

Ella conocía la propiedad de Jonas bastante bien. Poseía sesenta acres, la mayor parte de ellos eran bosques que lindaban con un parque del estado. Se abrió camino hacia una senda que los llevó a la parte más espesa de la arboleda, irrumpiendo a través de la maleza que resguardaba el perímetro y luego dentro del bosque en sí mismo. El dosel de hojas sobre sus cabezas oscurecía el interior. Había ramas caídas sobre la tierra donde se habían quebrado, y musgo adherido a los troncos de los árboles y a las ramas, haciendo que algunos de los árboles se volvieran de un verde brillante.

Jonas agarró su mano y le indicó que tomara la estrecha senda de animales a su izquierda, apartada del rastro más ancho de su Jeep. Hannah se movió a través del angosto túnel de ramas rotas, el roce le arañaba los brazos y hombros a través de la camisa. La respiración de Jonas se sentía áspera contra el cuello, pero su mano seguía firme en la espalda.

Los fuegos artificiales les habían dado un respiro y se internaron profundamente en el interior del bosque, donde los árboles les proporcionarían cubierta y los matorrales eran más tupidos, haciendo mucho más difícil que alguien los encontrara.

El repiqueteo en sus oídos se había asentado en un molesto zumbido.

– ¿Crees que nos seguirán?

– Es difícil de decir. Tus hermanas mandarán ayuda, pero les llevará algunos minutos. ¿Quiénes son estos tipos? No me acerqué lo suficiente como para reconocer a ninguno.

– Yo tampoco. -Hannah miró en derredor. Era arduo caminar sobre el terreno irregular con sandalias. Miró a Jonas a la cara. A veces era difícil recordar, que no siempre había sido parte de la familia y que su propiedad era tan grande-. Había olvidado lo hermoso que es todo esto.

Su mano la guió a través de la angosta senda, conduciéndola hacia la izquierda donde había jugado de niño. Sabía que había enredaderas por allí y que los matorrales eran tupidos y enmarañados.

– Ve por ahí, cariño. Solía construir fuertes con las ramas bajas y formar túneles con el follaje. Estaremos más resguardados a lo largo de esta senda. -Por aquel entonces se había arrastrado sobre el estómago como un soldado a través de las sendas de animales, sin saber que lo haría en realidad en un esfuerzo por salvarle la vida a Hannah. En ese momento había sido un juego imaginario, donde pretendía atacar a los “gérmenes” soldados que habían matado a su madre. Ahora tenía enemigos reales que los perseguían.

Hannah se estiró hacia atrás y le tomó la mano, sabiendo que repentinamente estaba pensando en su madre. Estos eran los bosques que su madre había amado tanto. Ella había disfrutado del mar, de la vista y de su sonido, pero el bosque había sido su primer amor y su marido había comprado la propiedad con la hermosa casa y los acres de bosques mixtos donde uno se podía parar en cualquier habitación del primer piso y sólo mirar sobre los árboles directo hacia el mar.

– Ningún daño nos alcanzará aquí -murmuró, deseando que fuera cierto. No en los amados bosques de su madre.

Viraron a lo largo de una senda que seguía un arroyo. Unos pavos salvajes prorrumpieron de unos helechos enormes que crecían a lo largo del serpenteante arroyo y subían la pendiente. Los grandes pájaros se llamaban unos a otros con alarma, sacudiendo las alas y apresurándose a subir la colina hacia otra senda, dos de ellos levantando el vuelo agitados.

Jonas juró y la tomó por el hombro.

– No hay forma de que no hayan oído eso. Si habían perdido nuestro rastro, lo han encontrado ahora. Hace tiempo que debí haber cazado a esos pavos idiotas y traicioneros.

– Tú no cazas.

– Voy a empezar a hacerlo. -Realmente nunca había cazado pavos. Su madre los observaba cada mañana desde la ventana. Contaba a los machos, incluso les daba nombres. Sabía bajo qué árboles preferían ponerse a cubierto por la noche. A veces las hembras cobijaban a sus polluelos debajo de la cubierta durante el día, o los llevaban al arroyo en la parte más tupida de los helechos, justo en el borde del bosque que Jonas mantenía libre de hierbas para que siempre pudiera contemplarlos. Los pavos salvajes le habían traído placer y de alguna forma alivio a su madre. Siempre estarían a salvo de cazadores en su propiedad.

Jonas nunca cazaba animales. Ni a los ciervos ni a los osos ni a los linces, ni siquiera a esos malditos pavos salvajes que su madre había amado tanto. Cazaba hombres y era condenadamente bueno en ello. No era tan bueno huyendo de ellos.

– Puedo encontrar un lugar seguro donde esconderte, Hannah, y volver sobre nuestros pasos.

Hannah se detuvo tan abruptamente que él chocó contra ella.

– No me esconderás, Jonas. Estamos juntos en esto. -Su mano aferró la de él con más fuerza-. No puedo perderte. No ahora. No de esta forma. Y te pones como un loco cuando te enfadas. Estás enfadado ahora, puedo sentirlo.

Estaba temblando de furia, un feroz guerrero atrapado e incapaz de abrirse camino luchando. Su instinto era cambiar las tornas para ellos e ir a cazarlos, pero rechazaba poner a Hannah en un peligro mayor. Ella lo sabía. Lo entendía. Pero no iba a permitir que los separara.

El sonido de disparos de armas de fuego los alcanzó medio segundo antes que la bala. Golpeó el árbol más cercano a ellos, rociando corteza todo a su alrededor. Al instante una lluvia de balas se incrustó en los troncos alrededor de ellos, hundiéndose en la madera y derramando astillas y corteza sobre ellos. Jonas tiró de ella hacia abajo, cubriéndola con su cuerpo mientras cautelosamente levantaba la cabeza para asomarse a través de las hojas.

– ¿Puedes verlos? -susurró.

Jonas la miró. Debajo de él, su cuerpo temblaba, pero a pesar de la piel absolutamente blanca y los ojos enormes, la boca de Hannah estaba firme y su mirada serena.

– Si puedes señalarme la dirección, puedo demorarlos o tal vez, si tengo suerte, inmovilizarlos hasta que llegue la ayuda.

Dio una larga mirada barriendo los árboles que tenían alrededor. El bosque aquí estaba lleno de vegetación antigua, los árboles eran altos, muchas de sus ramas bajas estaban quebradas y caídas.

– Atráelos aquí, Jonas. Haz que vengan a nosotros. Si nos retiramos y les dejamos hacerse con este lugar, creo que puedo detenerlos justo aquí.

– Muévete en silencio, Hannah, quédate cerca del suelo. Entra más profundamente en el bosque, puede ser que necesitemos una ruta de escape. -Sus oídos habían dejado de zumbar y podía oír voces gritando a sus espaldas y delante de ellos-. ¿Puedes oír eso?

– Apenas.

– Eso no es español. Sabes idiomas. ¿En qué están hablando?

Mientras se concentraba se mordió el labio inferior con sus pequeños dientes.

– El acento es muy pronunciado. Están hablando en ruso, Jonas. -Dejó escapar el aliento lentamente-. Tienen que ser hombres de Nikitin.

Jonas frunció el ceño.

– ¿Por qué Prakenskii te salvaría la vida si Nikitin te quiere muerta? Es sin lugar a dudas un hombre de Nikitin.

Hannah se enganchó la camisa en una rama astillada, lo que la hizo detenerse. Jonas se agachó para liberarla cuidadosamente.

– ¿Lo es? -preguntó Hannah-. ¿Estás seguro? Porque cuando Nikitin vino a nuestra casa quiso que Joley subiera conmigo. Nos advirtió que tuviéramos cuidado al usar nuestros poderes y dijo que Nikitin no sabía nada acerca de nosotras que ni lo sospechaba.

– Admito que no sabemos mucho sobre él. Le preguntamos a la Interpol y a todas las fuentes que pudimos intervenir. Hay rumores. Dicen que Prakenskii fue entrenado desde la infancia para ser un agente. Fue criado instruyéndose en como hacer del asesinato un arte.

– Que horrible para él. -Hannah se arrodilló para maniobrar a través de un túnel de restos particularmente bajo.

Jonas la siguió, penetrando con los hombros en la red de viejas ramas derribadas y hojas que formaban el túnel de juegos.

– Es demasiada coincidencia para que me lo trague. Prakenskii estaba justo allí para salvarte. Nikitin te perseguía por la condenada habitación. ¿Qué demonios están tramando?

Hannah frunció el ceño.

– No puedo imaginarme que Prakenskii pueda estar en la misma habitación conmigo… con Joley, con cualquiera de mis hermanas, y que ninguna percibiera su culpa. Es un secreto demasiado grande para esconder. Si sus intenciones eran lastimarme, y por qué sería esa su meta final… -Dejó salir un pequeño jadeo cuando su cabello quedó atrapado en el follaje bajo y afilado y muy quebradizo.

Jonas sintió que se le saltaba el corazón.

– Hannah. -Su voz fue un suave siseo al reprenderla-. No estamos dando un paseo de domingo. Yo lo hago, deja de tirar. Estás sacudiendo los matorrales a nuestro alrededor.

Hannah trató de quedarse quieta, con el corazón golpeándole fuertemente en el pecho. La red muerta de ramas se sentía como si se hubiera encontrado con un arbusto de espinas. Su cráneo, debido a su naturalmente rizado cabello, era muy delicado. Entre la rama y Jonas que tiraba de él, se le anegaron los ojos de lágrimas.

Una ráfaga de balas hizo que Jonas la estrellara contra el suelo lo suficientemente fuerte como para dejarla sin aliento. Su cabeza latía donde estaba segura que un trozo de cabello había sido arrancado de un tirón.

– Deslízate a través de la vegetación sobre el estómago -susurró Jonas.

Hannah trató de no ser remilgada. Estaban a punto de ser disparados. No debería estar preocupada por las garrapatas y las arañas, pero mientras se arrastraban hacia delante buscando refugio, no podía pensar en otra cosa.

Será mejor que Sarah haya puesto su culo en marcha y nos mande algo de ayuda. Jonas juró con rudeza en voz baja cuando una bala golpeó la tierra cerca de ellos. A su favor, Hannah no profirió sonido alguno, pero fue suficiente para encender la ya homicida furia de él. Resistió el impulso de saltar y devolver los disparos. Tenía que permanecer oculto. El enemigo aún no estaba seguro de donde estaban exactamente.

Todo lo que podía hacer era tratar de mantener el cuerpo ubicado delante del de Hannah y protegerla hasta que llegara ayuda.

Sarah lo sabe. Ya han enviado a Jackson y a los demás y ellas están en la almena del capitán esperando para enviar ayuda. Puedo sentirlas, el poder reuniéndose en el aire esperando por mí. Sólo haz que esos hombres entren en el bosque. Yo haré el resto.

La detuvo poniendo una mano sobre su hombro y se inclinó sobre ella para ponerle los labios contra el oído, no queriendo que hubiera errores.

– ¿Quieres que los atraiga hacia nosotros?

Ella asintió. Tenía la boca seca, pero había nacido para hacer esto y confiaba en su habilidad.

– Continúa moviéndote, cariño -la previno Jonas y disparó varias rondas, más para delatar su posición y atraer a los atacantes que para darle a alguien. Cerró otro cargador en su arma y continuó empujándola hacia delante-. Ten cuidado con el arroyo, Hannah. Hay una estrecha franja de tierra con un tronco caído sobre ella. Usa eso para cruzar.

Eso pondría al arroyo entre ellos y sus atacantes. Los helechos crecían altos y espesos en ambos lados del arroyo subiendo la pendiente que llevaba a donde se levantaban los árboles. Siguió a Hannah a través de las plantas, registrando donde la tierra se hundía y donde los atacantes tendrían una mejor cobertura.

– Aquí. Puedo usar el agua. Encuentra un lugar para esperarlos, Jonas.

Hizo un cuidadoso barrido con ojos fríos, evaluadores. Había pasado cientos de horas en este lugar. Era el patio de recreo de su infancia y conocía cada centímetro cuadrado del terreno. Le dio un ligero codazo dirigiéndola hacia la izquierda.

– Ve hacia ese pequeño declive. Usa los helechos para cubrirte, pero no puedes empujarlos con el cuerpo, Hannah.

La piel le picaba y le punzaba como si un millón de insectos se arrastraran sobre ella. Estaba aterrada por poder tener garrapatas en el cabello. La tierra cercana al arroyo era pantanosa y húmeda. No quería pensar en eso mientras se escurría hacia delante, usando los codos para impulsarse. Y odiaba el hecho de tener esas cosas en mente cuando estaba siendo perseguida por hombres con armas. Miró a Jonas.

Tenía duras líneas grabadas en su serio rostro. Su mandíbula estaba rígida con ese obstinado gesto que conocía ten bien y sus ojos ardían con furia. Quería ser como él. No estaba preocupado por los insectos ni la suciedad, estaba centrado en destruir el peligro que se cernía sobre ellos… sobre ella. El orgullo la inundó.

– No existe nadie como tú en el mundo, Jonas -dijo suavemente.

Él la miró, manteniéndole la mirada. Al instante su cara se suavizó.

– Te amo, Hannah. Siempre lo he hecho.

Su corazón dio un gracioso saltito y su estómago cayó en picado.

– Yo también te amo. -No podía creer que estaba con él. A pesar del peligro, había alegría en el momento. Se había pasado la vida asustada. Tartamudeando. Consumida por los ataques de pánico. Aún así estaba escondida en el bosque, con asesinos en sus talones, arrastrándose sobre el estómago, con serpientes e insectos, como un bravo soldado, y se sentía extrañamente alborozada. Y muy amada por Jonas Harrington.

Encontraron una depresión en el blando terreno justo detrás de varios árboles grandes y anchos. Era una fortaleza natural camuflada por tres lados por matorrales, hojas caídas y ramitas que los rodeaban. Jonas arregló varias ramas muertas con hojas caídas sobre ellos para que cualquier persona tuviera que mirar detenidamente antes de detectarlos.

– Sin importar lo que pase, Hannah, mantente abajo. -Con sus manos presionándole la nuca era imposible hacer otra cosa. Su voz ostentaba un látigo de furia.

Estaba asustada, no había duda de eso, pero Jonas desplegaba el modo protector en todo su esplendor y la familiaridad de ello le hizo sentir confianza en sus propias habilidades. Jonas siempre había estado allí, peleando al lado de su familia desde que eran niños, y era muy bueno en ello. Le gustaba la sensación de ser compañera de él… de pertenencia.

– Vas a tener que dejar que me levante el tiempo suficiente para llamar a los elementos, Jonas. Necesitamos la lluvia para apagar el fuego, para que no se nos vaya de las manos. Y necesitamos el viento y tal vez la niebla. Puedo manipular la tierra y el agua si es necesario.

Ahora podía oírlos venir y la idea de dejarla, aunque fuera por un momento, arriesgar su vida era aberrante para él, pero al mismo tiempo, sería estúpido no darle a ella la mejor oportunidad. Hannah era su propia mejor oportunidad.

– Tendré cuidado -le aseguró Hannah. Levantó la cabeza con cautela y espió a través de los tupidos arbustos-. ¿Puedes darnos un enrejado más elevado? Tengo que usar las manos.

Mordiéndose una protesta, Jonas desgarró dos de las ramas más largas, ambas atestadas con abanicos de agujas. Las añadió a la existente maleza que los rodeaba, asegurándose que las ramas muertas pareciesen haber caído allí naturalmente.

Hannah alzó las manos hacia el cielo, ondeando un gracioso patrón en el aire mientras llamaba a los elementos para que la asistieran.

Jonas la observó, y aun rodeados como estaban por el peligro, o quizás a causa de ello, se sintió lleno de orgullo. Siempre había amado ver la elegancia natural de su esbelto cuerpo. Su rostro estaba desprovisto de maquillaje y se veía imposiblemente joven, pero impresionantemente hermosa y completamente inconsciente de ello. Mientras entretejía su magia, estaba completamente concentrada en la tarea, murmurando suavemente mientras movía las manos.

Examinó el área circundante de nuevo. Lo que quería hacer era arrastrarse fuera de la cobertura y cazar a los bastardos uno a uno y dispararles. Otro minuto -otro giro de la llave en el encendido- y Hannah estaría muerta.

– Vienen, cariño. -Se movió sutilmente, asegurándose que su cuerpo estaba ligeramente delante del de ella y de que podría echarse sobre ella si fuese necesario-. Date prisa.

Ella no se dio por enterada, ni desvió la atención ni siquiera por un momento. Como siempre, cuando Hannah usaba sus dones, él podía sentir la sutil acumulación de energía. Empezó como una corriente eléctrica alrededor de ellos. El vello de sus brazos se erizó. Sus oídos zumbaron con el chasquido de poder en el aire. Las copas de los árboles se mecieron suavemente, una ligera alteración mientras cambiaba la brisa.

Luego lo sintió en el rostro, el suave toque de dedos, oyó voces femeninas cantando en la distancia, y su boca se curvó con satisfacción. Si te metes con las Drake la vida se puede volver dura.

El salpicar de agua llamó su atención. Si el enemigo llegaba por la franja de agua, podían tener una oportunidad de detectarlos, ya que sólo los grandes helechos proporcionaban protección.

Se hundió más bajo, presionando la mano en la parte baja de la espalda de ella y ejerciendo presión, silenciosamente diciéndole que descendiera.

– En el arroyo, Hannah. -Bajó hasta descansar sobre el estómago y extendió el arma hacia delante, esperando.

Ella permitió que la hiciese tumbarse sobre el estómago, pero mientras volvía su atención a la larga franja de arroyo que podía divisar, se apoyó sobre los codos para poder usar las manos. El agua empezó a burbujear y luego a chapotear hacia atrás y hacia delante, cada ola creciendo en fuerza e intensidad hasta que el agua estuvo meciéndose sobrepasando los lados del curso del arroyo. Embestía hacia atrás y hacia delante, ganando fuerza y poder, alimentándose a sí misma mientras aumentaba la velocidad.

Sobre sus cabezas, se reunieron funestas nubes negras. Veteadas por relámpagos, brillando coléricamente. El trueno retumbó y el cielo matinal se oscureció. Todo el tiempo el agua del arroyo chapoteaba hacia atrás y hacia delante, creciendo en altura con cada nueva ola. Los hombres que caminaban por el recodo dieron vuelta en la esquina.

Jonas pudo ver claramente las caras. La conmoción. El horror. El absoluto terror. Se quedaron allí de pie congelados mientras una pared de agua corría hacia ellos, ahora una torre. El que iba el primero gritó algo de puro miedo y se giró, usando el hombro como un ariete para apartar de su camino a los hombres que venían detrás de él. El agua les dio de lleno, abofeteándolos duramente, llevándolos hacia el rocoso lecho del arroyo, derrumbándolos con la fuerza de un pequeño tsunami.

En ese preciso instante, las nubes estallaron y vertieron la machacante lluvia. Caía tan fuerte y rápido que mordía, y redujo la visibilidad a cero. Jonas se movió hasta que la parte superior de su cuerpo estuvo protegiendo la cabeza y los hombros de ella, todo el tiempo su inquieta mirada buscaba blancos.

Cuando dejó de llover y las olas del arroyo comenzaron a aquietarse sin Hannah para alimentarlas de poder, se hizo el silencio.

– Tenemos que irnos ahora antes de que se recuperen. Sólo estamos jugando al escondite hasta que lleguen los demás. -Mantuvo la mano en la parte inferior de la espalda de ella, urgiéndola a que saliera de la depresión y se moviera por la espesa red de raíces de árboles-. Lo siento, cariño, nunca debí sacarte de la casa para traerte a donde estuvieras en esta clase de peligro. No tenía idea de que nos enfrentábamos a este tipo de adversario, pero debería haberlo sabido.

Hannah hubiera preferido continuar enfrentándolos que huir, especialmente cuando tenían que volver a arrastrarse.

– ¿Por qué? Quienquiera que sea tiene mano de obra y tenacidad. No va a darse por venido. No es un golpe común donde mandan a un único asesino. -Cada vez que pensaba que alguien la odiaba de esa forma, se sentía enferma del estómago-. Nada de esto tiene sentido para mí.

– Para mí tampoco -admitió él-. Sencillamente no eres el tipo de mujer que inspira esta clase de odio. Acaso fantasías. Puede que depravadas, pero no este tipo de cosas. Sin embargo Joley…

– ¡No digas nada malo de Joley! -La defensa de su hermana fue veloz y furiosa-. Es una persona maravillosa.

– Dulzura, desenmascaró al Reverendo en la televisión nacional. ¿Honestamente crees que en este momento, sus seguidores, los hombres que lo rodean y se benefician de sus estafas, y el mismo Reverendo, no sienten un odio del tamaño de Texas por Joley? Es irreflexiva y demasiado honesta. Dice lo que piensa. No importa si tiene razón. Es como un ángel vengador. Junta todo eso con su imagen sexy y obtienes problemas.

Sostuvo una rama baja fuera del camino para que pudiera avanzar.

– Toma el camino de la derecha. Hace una curva hacia atrás y comienza a dirigirse hacia arriba, hacia la casa. Subiremos la pendiente y luego seguiremos el arroyo bajando nuevamente la pendiente. Seremos capaces de oír cuando llegue el equipo de rescate.

– Háblame de Nikitin. ¿Qué sabes acerca de él? -preguntó Hannah-. Me gustaría poder imaginarme cuál es su verdadero interés en Joley. Y, ¿por qué Prakenskii no dijo nada?

– Prakenskii tiene su propio interés en Joley, Hannah, y no tiene absolutamente nada que ver con trabajo y todo con ser un hombre.

Hannah apartó de su camino varias ramas rotas, recordando en el último momento, antes de soltarlas, que el movimiento podría delatar su posición. Se quedó doblada hacia delante, sintiéndose inútil y estúpida hasta que Jonas se hizo cargo del follaje y le indicó que siguiera.

– Los rusos siempre han tenido problemas con mafiosos violentos. Están altamente organizados, internacionalmente y son muy sangrientos. Junto con la mafia colombiana y la italiana, los rusos son considerados los criminales más poderosos en el mundo. Nombra cualquier cosa que se te ocurra y están metidos en ello. Y en lo que realmente destacan es en el blanqueo de dinero. Pueden tomar dinero sucio y blanquearlo mejor que nadie. Mientras otras organizaciones tienen reglas acerca de no asesinar a policías y a sus familias, ellos no. No les podría importar menos.

– ¿Por qué se codea Nikitin con celebridades y políticos?

– Tiene una imagen honesta. La Interpol, demonios, cada policía de aquí hasta Europa y de vuelta, sabe que está pringado, pero nadie puede probarle nada. Es bueno en lo que hace y le gusta dar la imagen de que es un chico bueno, así que trabaja en ella. Boris Tarasov, uno de sus más grandes rivales, desea que todo el mundo le tenga miedo en vez de la imagen de celebridad. Estamos hablando de billones de dólares, Hannah. Ese tipo de dinero compra mucha protección. Compran a la policía, a oficiales del gobierno, las aduanas, donde se te ocurra tienen a alguien en su bolsillo.

– No entiendo cómo terminamos teniendo a mafiosos detrás de nuestra familia. Joley nos lo habría dicho, si hubiera tenido un encuentro con uno de ellos.

La mano en su hombro la detuvo y se hundió en la cuna que le ofrecía la tierra, rodeada de raíces y gruesos troncos de árboles que le servían de protección. Su corazón empezó a golpear fuertemente otra vez. Podía sentir a los hombres que los seguían aproximándose, las voces susurradas con marcados acentos.

– Estarás bien, cariño -le susurró contra el oído, los labios rozándole las pequeñas líneas que le había dejado el cuchillo en el rostro-. Jackson y los demás estarán pronto aquí.

– Lo sé. -No podía decirle que estaba más preocupada por él que por ella misma.

Jonas era un hombre de fuertes emociones con una igualmente fuerte necesidad de proteger. La mayor parte del tiempo, Jonas la escudaba automáticamente de sus sentimientos. Lo había hecho por tantos años, que ni siquiera pensaba en ello. Pero había ocasiones, como ahora, cuando su mente estaba totalmente enfocada en otra parte y ella se veía sumergida en la absoluta intensidad de su furia.

No había otra palabra para ello que rabia. Emanaba de él en olas. Su rostro era una máscara siniestra, sus ojos brillaban peligrosamente, y aunque le dedicó una pequeña sonrisa de confianza cuando ella se estiró para tratar de aflojar el fruncimiento de sus labios, estaba muy lejos ser su verdadera sonrisa.

– Jonas, realmente vamos a estar bien -le dijo-. Lo sé.

Sus peligrosos ojos azules se centraron en su rostro. Inmediatamente el flujo de emociones se detuvo.

– Lo siento Hannah, no estaba pensando, debería haber tenido más cuidado. -Le dio un beso suave en la parte de arriba de la cabeza-. Sé que será así.

– ¿Pero? -sugirió ella.

– Pero vinieron tras de ti y todavía lo hacen y eso no es aceptable para mí. Al menos ahora sé donde ir a buscar.

La lluvia se asentó en una continua llovizna. Tres hombres se movieron hacia ellos en ángulo recto, evitando cuidadosamente el arroyo, obviamente sin advertir su posición exacta, pero haciendo un barrido para encontrarlos. Jonas extendió el arma.

– Todavía me siento fuerte, Jonas -dijo Hannah-. Las demás me están alimentando con su poder. Puede ser que después me derrumbe, pero en este momento, déjame detenerlos por tanto tiempo como pueda. Nos ahorrará municiones y no sabrán nuestra posición exacta. Con algo de suerte, serán supersticiosos.

Jonas se movió otra vez y permitió que se deslizara de debajo de él. Se movieron con cuidado para evitar sacudir los matorrales que los rodeaban. Con la lluvia cayendo, era más fácil cubrir cualquier pequeño sonido, pero también amortiguaba la aproximación del enemigo.

– ¿Cuántos son? -preguntó Hannah.

Jonas se encogió de hombros.

– Más de cinco. Puede que siete. -Y eso le preocupaba. Querían a Hannah a toda costa. ¿Por qué? La pregunta lo fastidiaba. ¿Quien podría odiar a Hannah? A él no le parecía posible, pero la respuesta estaba justo allí… justo fuera de su alcance. Prácticamente podía saborearla en la boca, pero no podía masticarla. Su cerebro trabaja rápido computando datos, y junto con su sumamente desarrollada intuición, era la razón por la que era bueno en su trabajo. Ahora, cuando necesitaba su habilidad para procesar datos rápidamente, parecía que le estaba fallando.

Los hombres se movían entre los matorrales y los árboles, acercándose poco a poco, las armas en la mano. Las manos de Hannah comenzaron su elegante movimiento, cambiando la melodía, el tono mucho más terrenal.

Cerca de los árboles de secoya, justo en frente de sus enemigos, la tierra ondeó, moviendo las hojas y las agujas de secoya junto con la vegetación caída en un suave oleaje giratorio.

Los hombres detuvieron su avance abruptamente. Hablaron rápidamente en otro idioma.

– Creen que están experimentando un terremoto -tradujo Hannah, con voz distraída-. Que el arroyo se comportó del modo en que lo hizo porque… -Se retrajo.

Jonas miró hacia abajo a Hannah. Su concentración estaba otra vez totalmente enfocada en la tierra y la vegetación donde los enemigos se acurrucaban murmurando entre ellos. El retumbante ondear se extendió, alcanzando al grupo, las olas se elevaron y cayeron con creciente velocidad. Sobre ellos, los árboles se sacudieron, y cuando miraron hacia arriba, las quebradizas ramas se rompieron y astillaron, cayendo para enterrarse como lanzas en la tierra. Las gruesas ramas cayeron con suficiente fuerza como para hundirse profundamente en la tierra. En posición vertical, cada rama formaba una pieza de la empalizada cercando a los hombres mientras la tierra continuaba inclinándose y ondeando.

– Oigo sirenas -dijo Jonas-. En unos minutos llegarán las tropas. -No era bueno escondiéndose. Quería levantarse y destruir a los hombres que querían matar a Hannah.

Repentinamente ella se recostó contra él, la cabeza colgando hacia atrás contra su pecho mientras él alzaba el brazo para sujetarla por la cintura, brindándole apoyo. Jonas maldijo suavemente y empezó a bajarla hacia el suelo. Ella le apretó la muñeca.

– Aún no. Espera. Dime si vienen hacia nosotros otra vez.

Jonas vio a los hombres abrirse camino a través de la pared de ramas, tropezándose para salir del área. Las ondas los perseguían, pero mucho más suaves ahora que el poder de Hannah disminuía. Suspiró. Iban a hacer otro rápido intento. Podía sentirlo más que verlo.

Los hombres formaron un suelto semicírculo y empezaron a rociar el bosque con balas. Aplastó a Hannah instantáneamente, jurando mientras las balas penetraban su espacio, clavándose en los árboles y la tierra que los rodeaba. Oyó la suave voz de Hannah. Melodiosa esta vez, las notas familiares. Su afinidad con el viento era legendaria en la familia. Y el viento respondió inmediatamente, las hojas crujían mientras la brisa se hacía más fuerte, las ramas oscilaban, los troncos de los árboles se doblaban.

Afiladas agujas se dispararon de las secoyas, zumbando como abejas enfadadas, el sonido un ominoso zumbido mientras eran arrojadas a través del aire contra los enemigos de Hannah. Las agujas penetraron la piel, clavándose hondo, la pinchadura de cientos de insectos en cada centímetro de piel expuesta. El enemigo se dio la vuelta y huyó, salieron corriendo del bosque como si les persiguieran los demonios.

Hannah volvió el rostro hacia el pecho de Jonas y se quedó floja, su cuerpo desplomado contra el de él, drenado de toda energía. Él se sentó en el medio de los matorrales y los árboles, con Hannah entre sus brazos, escuchando los coches arrancar y la lluvia caer. Ella no había entrado en pánico. No se había hecho pedazos y aferrado a él con terror, aunque podía verlo en sus ojos. Había peleado valerosamente a su lado. La próxima vez que se llamara a sí misma una cobarde, iba a sacudirla hasta meter algo de cordura dentro de ella.

Arriba, neumáticos chirriaron en el camino de asfalto que pasaba al lado de su casa y escuchó el sonido de gente corriendo.

– ¡Jonas! ¡Hannah!